Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 28 diciembre 2008

I Lectura: Gen 15,1-6; 21,1-3; Salmo 104; II Lectura: Hb 11,8.11-12.17-19; Evangelio: Lc 2,22-40

Desde la cueva de Belén, junto al armonioso canto de los ángeles, tiene origen una potente luz que no deslumbra, sino que calienta, ilumina y centra las dos realidades humanas más importantes: la familia y los niños. Estos últimos son aquellos de los que se habla a menudo, pero que son poco amados. A mí me gusta pensar que hoy en el Paraíso, la familia es alabada y amada de manera particular. Nada es imposible para Dios y Jesús, siendo Dios, puede presentarse en cualquier instante bajo semblanzas que han sido vividas por Él a lo largo de su vida terrena: como un niño, como un jovencito de doce años, como un joven y como un hombre maduro. Me gusta pensar que en el Paraíso ocurre lo mismo. Durante el período natalicio, al final de cada celebración eucarística, a nosotros nos gusta besar a Jesús, no en carne y hueso, privilegio que tienen pocos mientras viven en la Tierra. Nosotros nos conformamos con besar a una pequeña estatua, aunque sea taumatúrgica, del Niño Jesús, pero estoy convencido de que en el Paraíso la situación es completamente diferente. Vosotros sabéis que en el Cielo los que están en el Paraíso de la Espera ven a Jesús, a la Virgen y a los santos, pero no ven a Dios. Los que están en el Paraíso de la Visión Beatífica, en cambio, ven a Dios tal como es y gozan de esta visión. Ven incluso el cuerpo de Jesús y el de la Virgen, ya que han subido al Cielo en cuerpo y alma, y ven también a todos los ángeles. A mí me gusta pensar que hoy los habitantes del Paraíso de la Espera y los del Paraíso de la Visión Beatífica, ven a la Virgen que tiene en brazos al Niño Jesús en carne y hueso. Tal como lo hacemos nosotros que nos acercamos a besar la pequeña imagen, hoy en el Paraíso todos los ángeles y los santos besan al Niño Jesús que les ofrece la Reina del Cielo, la Madre de la Eucaristía, la Madre de Dios, la Madre de Cristo.

¿Por qué no hemos pensando nunca en todo esto? ¿Por qué a la luz de Dios y, hoy esta luz viene de la cueva de Belén, no nos paramos nunca lo bastante a pensar que lo hermoso que ocurre en la Tierra ocurre también en el Paraíso, multiplicado inmensamente? Sí, hoy en el Paraíso todos ven al Niño Jesús. Quizás aún hay otra cosa, digo quizás porque yo todavía no he ido al Paraíso, pero después de haber reflexionado sobre esta bellísima realidad, os doy este pensamiento mío. Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia, por tanto hoy el Niño Jesús, María y José, como en la realidad que los ha caracterizado durante la vida terrena, están juntos y reciben el homenaje de parte de todos los habitantes del Paraíso, al igual que en la Tierra lo han recibido de los pastores y de los Reyes Magos. ¿Es malo todo esto? ¿Es impensable? ¿Es escandaloso? No, es maravilloso. Hay que tener presente también el hecho de que los pastores han ido juntos a la gruta. Los Reyes Magos han llegado a la gruta porque estaban unidos, no se dividieron, no se pelearon para escoger un camino en lugar de otro. Hoy Jesús en el Paraíso recibe el homenaje de todas las familias que tienen la suerte de estar en el Paraíso. Creo y espero, me gusta esperar y pensar que en el Paraíso se recomponen los núcleos familiares de manera que puedan ir juntos a honrar al Niño Dios. Sé perfectamente, porque lo ha dicho Jesús, que nosotros en el Paraíso seremos como los ángeles, veremos a Dios tal como es y no habrá necesidad de casarse. La Virgen habla de José en términos que nosotros conocemos, como: "Mi amado esposo", entonces ¿porqué una esposa que está en el Paraíso no puede tener el mismo lenguaje que la Virgen y hablar de su marido y decir: "Mi amado esposo", y el marido, hablando de su mujer: "Mi amada esposa", como dice José cuando habla de María? Entonces imaginemos la hermosísima procesión de estos núcleos familiares que cantan y alaban a Dios, recitando los salmos, cantando los himnos y que se forma como una inmensa e inconmensurable procesión para honrar al Niño, a la Madre del Niño y al padre putativo del Niño. Es hermosísimo este espectáculo, del que nosotros no nos querríamos separar nunca.

Pero, si orientamos los ojos sobre el planeta Tierra del que formamos parte, vemos una realidad diferente, un escenario opuesto al que os acabo de presentar y describir. Hoy, sobre todo el mundo occidental, piensa que el aborto y el divorcio son símbolos de una alcanzada democracia y el desarrollo, y la civilización se jacta de todo eso. El divorcio y el aborto son las armas mortales que destruyen la familia y que matan a los niños. Eh ahí porque la Virgen ha dicho: "Rezad por las familias, rezad por los niños". ¿Cuál es el secreto del éxito de una familia y de la felicidad que tiene que reinar en ella? Es la unión y la estabilidad. Las dos han sido garantizadas por Cristo, que es Dios, con la institución del sacramento del matrimonio. Vosotros que venís con frecuencia a esta lugar y que habéis asistido a la celebración de los matrimonios entre las parejas de nuestros jóvenes, habéis comprendido bien que la celebración del matrimonio no es solamente un rito exterior, aunque suscita emociones y motivaciones, sino que es un don que Dios concede a un hombre y a una mujer, con los cuales Dios, si la pareja acepta, se compromete a mantener entre ellos el amor, respeto y diálogo. La unión y el compartir: éste es el propósito de Dios. Y el hombre ¿cómo se comporta? Pensando en conquistar quien sabe qué, para expresar la libertad, su elección individual, da la espalda a Dios y no se da cuenta que de esta manera firma su propia infelicidad y su propia desventura.

El modelo en el que tenemos que inspirarnos es en el de la Sagrada Familia. El aborto es un asesinato, pero yo hoy no quiero hablar de eso. Hoy, en todas las partes del mundo, muchos niños, millones de niños continúan muriendo, no porque los maten con el aborto, sino por el egoísmo humano. El mundo podría dar sustento y una vida decorosa a millares de personas, a un número mucho más grande de los que actualmente viven en la Tierra. ¿Por qué, en cambio, niños inocentes son arrancados de la vida por el hambre, por la sed y por las enfermedades?

Porque el egoísmo humano es tan excesivo que no conoce límites. Es absurdo, deshumano y escandaloso que hoy muchos niños no tienen lo necesario para vivir. La culpa es de los sucesores de Herodes. Los gobernantes podrían haber dicho: "Pero yo no he dado la orden de matar a los niños". Pero si no les ayudas, teniendo la posibilidad, eres como Herodes. El grandísimo Papa Pablo VI que amé y amo de manera particular, pronunció una frase que hace reflexionar todavía hoy: "Los hombres de la pobreza gritan a los hombres de la opulencia que los ayuden". Entre los hombres de la opulencia no señalo solamente a los políticos, sino también a los hombres de Iglesia. Es absurdo que tú, que te vanaglorias de ser hombre de Dios, tengas una cuenta en el banco y propiedades inmobiliarias que alcanzan cifras asombrosas y que tú solo, o a lo sumo un pequeño círculo de personas, gozáis de esta riqueza. Tú, que dices que eres un hombre de Dios y te comportas de este modo, eres un Herodes. Porque podrías haber alimentado millones de personas y no lo has hecho. Y las palabras de Cristo son tremendas: "He tenido hambre y no me habéis dado de comer, he tenido sed y no me habéis dado de beber" (Mt 25, 42). ¿Os escandalizáis porque os digo esto? Os tendríais que escandalizar de lo que ha dicho Cristo: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el demonio y sus ángeles" (Mt. 25. 41). Los Herodes de hoy son más crueles y malvados que el Herodes histórico que nosotros conocemos, porque son más hipócritas y más falsos e invitan a los demás a dar, mientras que ellos no dan nada. Cuando me presente en el Paraíso diré al Señor, y lo podréis decir también vosotros, porque también vosotros habéis sido generosos: "he pensado en mis hermanos pobres, en los pequeños, he dado lo que podía dar, podía quedarme aquel dinero y lo he dado a los pobres, a los necesitados". Esto nos abrirá las puertas del Paraíso y oiremos a Jesús que nos dirá: "Venid, benditos de mi Padre, recibid en heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo" (Mt. 25, 34)

La entrada en el Paraíso está garantizada por el amor y se cumple para muchas personas, sobre todo para las más indefensas, delicadas, necesitadas como los niños. Me gustaría que hoy en nuestra comunidad y un mañana en toda la Iglesia, empezando por el Papa, seguido por todos los demás miembros de la jerarquía, se renunciase, en cada Navidad, a los regalos y se diera el dinero a favor de los necesitados y, sobre todo, de los niños. Ay de los que no lo hagan. Me comprometo desde hoy, con todas mis fuerzas y trataré de hacerlo. Donde encuentre amor, podré decir que encontraré colaboración, pero donde, por desgracia, encuentre resistencia, creo que el Señor me dará más fuerza para erradicar estas resistencias. Es un deber nuestro, como cristianos y seguidores de Cristo, el de llorar con quien llora, sufrir con quien sufre, porque ésta, queridos míos, es la virtud de la compasión, palabra que significa padecer con, sufrir con, y es lo que nosotros tenemos que hacer. Así pues, querido Niño Jesús, tú en este momento ves a todos los niños del mundo, recoge las lágrimas de estos inocentes, las lágrimas de las madres que lloran y sufren porque no tienen nada.

Ayer tarde, hablando con algunos de vosotros, hice esta reflexión: pero nadie ha hablado del gran sufrimiento que ha sentido la Virgen porque no tenía lo necesario para dar a su Hijo. Hoy ha habido una frase que ha sacado a la luz todo lo que dije ayer. La Virgen, de hecho, dijo: "No teníamos ni siquiera lo necesario y las almas buenas nos tenían que dar aquello que necesitábamos". A veces no damos a las frases la justa atención e importancia. ¿Quién ha entrado en el corazón de María y de José y ha visto su angustia? Habrían querido dar a Jesús mucho más, pero carecían de lo necesario, no tenían una casa, una cuna, ropa, no tenían nada. No podemos permanecer indiferentes ante estas situaciones y tenemos que pensar que han sufrido de manera tremenda. Ayer decía que, para comprender algo del sufrimiento de María y de José en esta particular situación, tenéis que pensar, y me dirijo a los que son padres, en lo que habríais sufrido vosotros si a vuestros hijos no les hubieseis podido dar lo que les habéis dado. ¿Cuánto habríais sufrido? ¿Por qué no pensamos y respetamos el dolor de etas madres que ven y sienten a sus hijos llorar y no tiene nada que darles? Es un dolor enorme, un sufrimiento tremendo. Acojamos la invitación de la Virgen y oremos por estos necesitados, para que disminuyan en la Iglesia los Herodes que tienen vestiduras de colores incluso brillantes, violeta, rojo, y me detengo aquí. Os digo estas cosas no porque quiera impresionaros, sino porque sólo deseo que seáis conscientes de la triste y tremenda situación que se ha instalado hoy en nuestras naciones y ciudades: la pobreza. Por lo que quien es pobre se vuelve cada vez más necesitado y el que es rico no es capaz ni siquiera de comprender y sentir el lamento de un niño que pide un poco de leche y la madre, en su casa, no tiene nada para poderla comprar. No se puede permanecer indiferentes ante a todo esto.

Veis que yo una vez al año llevo encima de la casulla, aunque sea un pequeño abuso litúrgico, una estola que reproduce la Sagrada Familia. Es una invitación que os hago a vosotros y que mañana la haré a todos, para que podamos rezar y ayudar, tanto como sea posible, a las familias pobres y necesitadas. Yo creo que Cristo ha querido ser pobre para estimularnos a ayudar al necesitado. En Su pobreza está comprendida y presente la pobreza de todo el mundo, en Sus privaciones están presentes las privaciones de todo el mundo y en Sus necesidades están presentes las necesidades de todo el mundo. ¿Os habéis preguntado por qué, a pesar de que María y José tuviesen a Dios con ellos, no tenían el alimento para comer y esperaban la limosna? El que ha creado el Cielo y la Tierra y ante el cual los ángeles se arrodillan en adoración, veía a su padre y a su madre que tenían necesidad de comer, habría podido intervenir milagrosamente, pero no lo hizo para que pudiésemos comprender lo que hoy me he esforzado en haceros comprender. Jesús quiso ser pobre porque los pobres, como él dijo: "los tendréis siempre con vosotros", y hay que cambiar la actitud hacia ellos. Basta ya de actitudes hipócritas por las que sólo en Navidad pensamos en los pobres casi para calmar y silenciar su conciencia y luego, durante todo el año, nos sentimos bien porque hemos hecho algo bueno. El que se comporta así es un hipócrita. Porque al igual que tú comes cada día, también los pobres comen cada día, al igual que tú tienes necesidad de asistencia y de medicinas cuando estás enfermo, ellos están siempre enfermos, porque el frío, el escaso alimento y la falta de medicinas los lleva a enfermarse más gravemente que tú que eres rico. Termino diciendo: Señor, ten piedad del egoísmo, del desinterés, del inexistente amor de quien tendría que servirte en los hermanos más necesitados y sin embargo piensa solamente en acumular dinero, riquezas, beneficios y fortuna para sí mismo.

El 31 dedicad un poco de tiempo para dar gracias a Dios, en primer lugar, como comunidad. Tengo que decir que si Dios no nos hubiese ayudado, algunos jóvenes y niños de la comunidad hoy no estarían. Esto lo tenemos que proclamar a los cuatro vientos y tenemos que dar gracias a Dios que nos ha impedido que derramáramos muchas lágrimas. Incluso a nivel de comunidad, tengo que decir que si no fuera por la ayuda de Dios, nos habríamos derrumbado, empezando por quien os habla, la Vidente y también vosotros. Esto se debe a que estamos probados y cansados, pero Dios lo ha impedido. El Señor lo ha confirmado hace pocos días cuando a Marisa, que le decía que estábamos a punto de sucumbir, le ha respondido: "Yo soy Dios y no lo permitiré". Soy el primero en esperar que pronto llegue lo que nos ha prometido, pero por el momento es justo que demos gracias a Dios por la ayuda que nos ha dado. Por lo tanto busquemos un poco de tiempo para hacerlo y seamos agradecidos. Repito: nos han ayudado.

El 1º de enero empieza el nuevo año solar: el sol nos recuerda la Eucaristía, empieza el Año de la Fe que nos dice que tenemos que estar en una actitud de plena y absoluta confianza en Dios. Felicidades primero a mí, a cada uno de vosotros y a vuestras familias. Que Dios nos ayude a todos, nos sostenga, nos bendiga, nos conforte y nos de la alegría de vivir, porque, a veces, ésta también falta. No nos echemos atrás como han hecho muchos y estemos unidos a Dios, porque nos lo ha dicho de muchas maneras: "Lo que he prometido lo mantengo", en su tiempo y a su manera. Pero nosotros le decimos: "Si eres nuestro papá, haz de tal modo que puedan coincidir nuestros deseos de pequeñas criaturas con tus deseos de gran creador". Felicidades. El Señor nos sostenga, nos abrace, nos proteja y nos guíe hacia la santidad.