Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Año Social : 2007-08

Año de la Esperanza

Los mensajes de Dios son traducidos por un miembro de la comunidad, quien no es un traductor profesional. S.E. Mons. Claudio Gatti reconoció el origen sobrenatural de las apariciones (Decreto del 14/9/2000), pero el dió la aprobacion eclesiastica solamente a los mensajes en italiano, para que el no es responsable de errores hechos sin querer de el traductor

Mensajes de Septiembre de 2007

Roma, 12 de setiembre 2007 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Santísimo Nombre de María

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Con mucha alegría me encuentro en medio de vosotros. Deseo felicitar a todos los que se llaman como yo, María, aunque tengan un nombre compuesto, empezando por Marisella a la que yo llamo Miriam. Tengo que haceros una pequeña amonestación: cada vez que está ausente el Obispo, en este pequeño cenáculo, se producen conflictos, nacen los cotilleos, porque algunas personas, pocas en verdad, quieren mandar, quieren estar en lugar preferente y no hacen lo que el Obispo ha dicho; esto no es bonito. Cuando falta el cabeza de familia, los hijos tienen que comportarse igualmente bien. Si vuestro Obispo está ausente por diversos motivos, vosotros tenéis que hacer lo que él ha dicho, no lo que algunas mujeres dicen. Si el Obispo da disposiciones y vosotros no las ejecutáis, le faltáis al respeto.

Esto os lo tengo que decir, no puedo callar. Al igual que os alabo, también tengo que regañaros: ¿por qué os comportáis así cuando no está el Obispo? Incluso cuando el Obispo está presente, alguno no se comporta bien y no lo respeta. Esto a mi, la Madre de todos, me disgusta, como le disgusta a mi hijo Jesús. Cuantas veces os he dicho: "Amad a vuestro Obispo y ayudadlo". Sin embargo cuando falta, suceden absurdos que son mezquindades propias de niños y no de personas adultas. No busquéis los primeros lugares, combatid el orgullo, porque no os hace crecer en la vida espiritual. No digo nada más sobre este punto, espero que quien ha sido la causa de estos perjuicios, haya comprendido bien lo que he dicho.

He vuelto de nuevo en medio de vosotros, porque el Obispo y Marisella han vuelto a su casa. Por desgracia Marisella no está nada bien, su salud empeora cada vez más, por esto os invito a orar para que el Señor la ayude a estar mejor o se la lleve cuanto antes. Repito: orad mucho a Dios Papá, para que se lleve a vuestra hermana o la haga estar un poquito mejor. Todos nosotros en el Paraíso oramos por ella. Su vida es dura y cada día se vuelve cada vez más insoportable. Ha estado dos meses fuera de Roma a causa del calor, porque le provocaba dificultades en la respiración y ha regresado en peores condiciones que cuando partió.

Marisa - Perdona, Virgencita, ¿puedo hacerte una pregunta? En lugar de pedir a las mujeres que oren tanto por mi, ¿por qué no pides tu misma a Dios que me haga estar un poco mejor, no pido tanto, o bien que se me lleve? ¿Cuántas veces ha dicho Dios que se está acercando el momento de mi partida y yo estoy cada vez peor? Perdóname si te hablo así delante de todos, pero tengo angustia y eso me hace estar mal. De todos modos estoy contenta de que hayas venido en medio del pequeño cenáculo. Ayúdanos a todos, tenemos muchos enfermos entre nosotros, incluso graves y ruega por los niños, porque no saben lo que es la vida ni lo que les espera. Ayuda al Obispo, está muy cansado, está muy probado. Ayúdalo, te lo ruego. Llévame contigo al Cielo, llévame contigo, así también estarán bien los demás, porque yo soy una carga.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os amo a todos y esto lo sabéis. Orad y no os comportéis más como niños. Los niños pueden hacer algo que quizás nos les gusta a los padres, pero vosotros sois grandes. Tratad de ayudaros mutuamente, de quereros y de perdonaros recíprocamente y yo estaré con vosotros. De nuevo os felicito a todas las que se llaman María y a ti, Marisella, felicidades de parte de todo el Paraíso. Sé fuerte, hija mía,

Marisa - No puedo más.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Te encomiendo a estos dos jóvenes con todo el corazón. Gracias. Adiós. Ayúdame, te lo ruego, porque quiero estar un poco mejor para no ser una carga a los otros. Adiós. ¿No ha venido mi madre? ¿La saludas de parte mía?

Nuestra Señora - Marisella, ¿qué dices? Tu madre está aquí.

Marisa - ¡Mamá! Mamá, ¿por qué ya no me ayudas?

Abuela Yolanda - Tengo que hacer lo que Dios me dice, Marisa, estate tranquila.

Marisa - Adiós, mamá, adiós.

Abuela Yolanda - Dale un beso a mi Obispo, a la Excelencia.

Marisa - También el Obispo dice como tu: "Oro, oro mucho y no se ve nunca nada". Adiós, mamá. Sí, le daré un beso a Yari, a su mujer y a sus dos niños que son mis joyitas. Adiós.

Se han ido. Estaba también S. José, madre mía no la he visto enseguida.

Obispo - ¿Cómo es que no la has visto?

Marisa - Quizás estaba detrás de S. José y la tapaba él.

Roma, 14 septiembre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Exaltación de la Santa Cruz

Jesús - Soy vuestro Jesús en Cruz, pero por esta Cruz os ha venido la salvación y se ha vuelto a abrir el Paraíso. Aquél día de hace 12 años, ocurrió el primer gran milagro eucarístico y vosotros habéis pensado que los poderosos hombres de la Iglesia lo habrían aceptado, pero no ha sido así. La exaltación de la Cruz es una fiesta grandísima porque, sabéis que la Cruz es vida, es resurrección. Yo he muerto y resucitado para el mundo entero. Aquí, en el lugar taumatúrgico, ha habido la primera aparición eucarística y todos os habéis alegrado de ello. Ha sido una jornada memorable; todos estabais contentos y felices, pero los hombres de la Iglesia lo han echado todo por tierra. Dios ha estado siempre con vosotros, a vuestro lado, como lo estoy Yo en este momento.

Mis queridos hijos, he querido que baje vuestra hermana, para que también ella goce un poquito estando en medio de vosotros. No está bien, pero esto no os tiene que entristecer, lo importante es orar, para que tenga la fuerza de aceptar todos los sufrimientos que Yo tengo y que doy a mi esposa. Sois buenos porque habéis rezado mucho por ella y habéis pensado: "Oramos, oramos, pero Marisa no está nunca bien". Éste es su camino, ésta es su senda, éste es su "Sí", que cada vez pronuncia delante de Dios. Vosotros tenéis que ayudarla con la oración. ¿Es esta la última vez que baja en medio de vosotros? Veamos lo que, Dios Papá, como lo llama vuestro Obispo, ha decidido. Vosotros sed felices, orad y ayudaos mutuamente.

Veo delante de ti, Marisella, una cruz, tan querida para mí.

Marisa - Sí, está el sol. Yo he dicho que tú eres el sol y Nuestra Señora es la luna, pero hoy he dicho que este sol es Mariasole, que está aquí contigo. Te pido que protejas a todos estos niños, desde el más grande, Jacobo, del que hoy es el aniversario, porque nació el día de la Exaltación de la Cruz, al más pequeño, Ismael.

Jesús - Después llegarán más niños. Esta cruz me es muy familiar, Nosotros en el Paraíso tenemos una igual.

Marisa - ¿En el Paraíso?

Jesús - Claro, pero también hay el sol, porque Dios Papá quiere que Yo sea el sol y la Madre la luna.

Marisa - También nosotros tenemos el sol y la luna, Selenia es la luna, Mariasole es el sol.

Jesús - Besa la cruz, Marisella.

Marisa - ¿Tanto te gusta? Pero esta no es mía, tu sabes que no es mía. Jesús - Amad también vosotros la Cruz. Como ya os he dicho la Cruz es vida, es salvación, es resurrección, es alegría. Cuando hay algo que no funciona, no os preocupéis y abrazad la Cruz. Ayudad, como ha dicho mi Madre, a vuestro Obispo. Hoy, además de la primera aparición eucarística, recordad también el inicio oficial del servicio episcopal del Obispo ordenado por Dios y el decreto que ha firmado para reconocer las apariciones. Quiero decíroslo con todo el corazón: nadie en la tierra tiene un Obispo como el vuestro, respetadlo, amadlo, orad por él y por cada uno de vosotros, todos tenéis necesidad de oración.

Ayudaos mutuamente; haced como ha dicho hace tiempo la Madre: rezad el uno por el otro, no cotilleéis, no discutáis, y haced lo que el Obispo dice, no lo que vosotros queréis hacer; así todo será más hermoso y habrá más amor. Vosotros sabéis que el amor os lleva al Paraíso.

Felicidades a todos vosotros aquí presentes, os doy las gracias porque habéis venido a festejarme. Me gusta el adorno y aquella flor, que sube y se enrolla en la cruz, es hermosísima. Gracias a todos los que han colaborado para solemnizar este día. Sé que es fatigoso, sé que sois pocos, pero ved que al final, todo lo que habéis hecho es bonito.

Junto a mi santo Obispo, vuestro Obispo, os bendigo a todos, bendigo a todos los niños y al jovencito Jacobo.

Marisa - Sí, él ha sido durante muchos años el pequeñito.

Nuestra Señora - Y yo vuestra Madre os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Obispo - Eran 360 millones.

Marisa - Sí, 360 millones.

Roma, 15 septiembre 2007 - hora 6:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora de los Dolores

(Aparición ocurrida en presencia de algunos peregrinos del Alto Adigio)

Nuestra Señora - Marisella, he venido para saludar a estas personas que de lejos y con sacrificio han venido al lugar taumatúrgico.

Marisa - Vienen de San Cassiano …

Nuestra Señora - Sé perfectamente de donde son, Marisella. He venido para desear un buen viaje y todo bien a sus familias.

Marisa - Ahora reconozco a Maria Winkler, ¡qué hermosa! Está también Don Enrico.

Nuestra Señora - Quiero que tengan un buen recuerdo de los días transcurridos en el lugar taumatúrgico. Rezo mucho por ellos, pero ellos, siento decirlo, no tenían que hacer comparaciones entre Medjugorje y Roma. No tenían que preguntar sobre Medjugorje y tu no tenías que hablar de Medjugorje. Tu me perteneces a mi, a la Madre de la Eucaristía, que lo abarca todo. Ahora, juntos, alcemos los ojos al Cielo e invoquemos a Dios Papá: Padre nuestro...

Excelencia, levántate de pie, ya sabes que no puedes estar de rodillas

He venido para saludar a este grupito muy devoto. No os preocupéis si no conseguís traer a otras personas, llegará el momento para todos de venir a rezar aquí.

Marisa - ¿Puedo decirlo?

Nuestra Señora - Ellos son buenos, dejemos las cosas como están, cambiemos de tema.

Marisa - María se ha escondido detrás de Nuestra Señora, junto a mi madre. Está también Don Enrico y muchos otros santos.

Nuestra Señora - Yo, la Madre de la Eucaristía, os doy las gracias a todos.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros objetos sagrados, a vuestros parientes y niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Ahora haced un bonito canto y luego id a recitar el S. Rosario. Marisella tiene que estar aquí con el Obispo.

Roma, 15 septiembre 2007 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora de los Dolores

Marisa - ¿Has venido con Maria Dolorosa?

Nuestra Señora - Sí. Las personas festejan a María Dolorosa, pero yo soy feliz de que mi Hijo haya abierto de nuevo el Paraíso. Sí, he sufrido; las espadas del dolor me han herido, pero he gozado también al ver abierto el Paraíso y de tener tantas almas a mi lado.

La fiesta de María Dolorosa es una de las tantas sugeridas por los sacerdotes. Me han dibujado vestida de violeta o de negro, con las espadas que traspasan mi corazón, pero el dolor es interno, no externo, yo estaba siempre vestida así, como tu me ves.

Marisa - Eres hermosa, muy hermosa.

Nuestra Señora - Hijos míos, os amo a todos. No sois numerosos al festejar a María Dolorosa, porque algunas fiestas son respetadas y otras no, ésta es una fiesta poco importante para los hombres, pero no para Nosotros.

¿Qué puedo deciros aún? Orad, orad, orad, y amad, amad y amad, sólo así llegaréis al Paraíso.

"Madre de la Eucaristía", así me tenéis que invocar, éste es mi nombre, mi único nombre.

Marisa - Eres hermosa, y bien vestida, también nosotros tratamos de vestirnos bien, pero no es fácil.

Nuestra Señora - Ánimo, Mariasole, la Virgencita te llama. Sara y Emmanuel, ¿dónde están? Bendigo siempre a estos niños cuando duermen, cuando van al colegio: son mis niños y tengo que bendecirlos, como os bendigo a todos vosotros.

Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a todos los enfermos que son muchos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, Marisella, los dolores hoy son muchos y tu sabes por cuál motivo.

Marisa - Sí pero ayúdame. Bien, adiós.

Abuela Yolanda - He pedido a la Virgencita el permiso de poder decir algo a Selenia. Selenia, cuando yo estaba enferma y tu no podías estar a mi lado, me ayudabas a través del teléfono. Te veo y te ayudo, aunque tengas un brazo vendado. Tienes que tratar de no forzarlo, de tenerlo en reposo lo más que puedas si te quieres curar.

Gracias, mi dulce Selenia, gracias, Lauretta, Yari y todos los componentes de la familia, porque me amáis.

Marisa - Están también los sobrinos adoptados

Abuela Yolanda - Sí, gracias a todos, por Selenia, soy su abuelita..

Marisa - ¡Nunca has hablado tanto!

Abuela Yolanda - Sí, os quiero a todos, grandes y pequeños, pero primero está mi Obispo

Marisa - ¿Y yo?

Abuela Yolanda - Claro que estás tu, pero primero está el Obispo.

Marisa - Está bien, cualquiera te lo toca. Adiós mamaíta, adiós.

Abuela Yolanda - Adiós, dulce Selenia. Adiós, mis queridos nietos, todos, grandes y pequeños

Marisa - Adiós, adiós. ¡Qué hermosa eres!

Roma, 16 septiembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - También esta vez has venido, como tantas veces, en medio a nosotros.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Gracias una vez más a los que han venido desde lejos. Es una gran alegría para mi veros participar en el lugar taumatúrgico en la Santa Misa, celebrada por mi Obispo. Muchas personas no vienen aquí porque sois pocos y van donde hay más concurrencia, pero vosotros sabéis que yo vengo solo aquí. Muchas veces os he dicho: aunque seáis solo dos o tres personas mi puesto está aquí. Quiero ayudaros para que vayáis todos al Paraíso, os quiero a todos en el Paraíso, por esto espero siempre la conversión total.

Pero una vez más tengo que haceros reproches, que pueden parecer pequeños, pero que no lo son. Si os han dado instrucciones de que los jóvenes tienen que estar delante para cantar y los adultos detrás, ¿por qué los jóvenes están en el fondo de la basílica o se ponen en segunda fila? He notado también, y no he querido deciros nada porque era fiesta, que la que toca el pequeño órgano, Selenia, tenía sólo la mano izquierda para poder tocar. La que podía ayudarla, y sabéis a quien me refiero, no se ha movido para pasarle al menos las partituras y ayudarla. Quién está de maternidad puede hacer estas cosas, porque la maternidad no es una enfermedad, es una alegría para las que la llevan adelante bien. ¿por qué comportarse como niñas y no como mujeres? Tiene razón vuestra hermana cuando ha dicho: "Comportaos como mujeres, no como niñas, no os dejéis mimar, no sois las únicas que lleváis adelante un embarazo". No ha habido ayuda, no se ha prevenido a la persona que no podía tocar. ¿Por qué ocurren todavía estos contratiempos? Esto no es bonito, el que está verdaderamente mal se ha de cuidar, pero quien no está mal y está sólo esperando un niño tendría que estar contenta y comportarse bien. Me pregunto: ¿os hace bien el matrimonio? Esperar un niño ¿no os da alegría y serenidad?

Puede parecer una tontería, pero no lo es porque se falta a la caridad, se falta hacia la persona que tiene necesidad. Sabéis que faltar a la caridad ofende a Dios, además de al prójimo. Es fácil hacer caridad en la familia, con los amigos. No, la caridad se hace a todos, especialmente hacia los que tienen necesidad. Pensad en la mujer que había perdido el dracma y después que lo ha encontrado rebosaba alegría por todos los poros. Así tiene que ser para una madre que espera un niño: alegría, felicidad y amor hacia todos.

Cuántas cosas tengo que enseñaros todavía; esperaba haber terminado y sin embargo cada vez tengo algo que deciros. Las llamadas de atención maternas son mis caricias para vosotros. Tratad de corregiros, de mejorar, sino no os ayudáis ni siquiera a vosotros mismos, porque no crecéis.

Bien, en reparación tratad de escuchar bien la S. Misa y el que tenga necesidad de confesión que se confiese, porque ya he dicho que faltar a la caridad ofende a Dios, y ofender a Dios es pecado grave. ¿Diréis que soy demasiado dura? No, os quiero, mis queridos hijos, por esto a menudo os repito: quiero llevaros a todos a la santidad.

Gracias, si ponéis en práctica esta carta de Dios, sencilla, pero llena de amor.

Marisa - Oye, Virgencita, yo tengo que preguntarte si puedo volver a empezar, como antes, a alimentarme solo de la Eucaristía, porque no puedo comer, no soy capaz de tomar nada, me duele el estómago. Todo como lo quiera Dios, es Dios el que decide, yo haré lo que Dios quiera. Pero no se puede estar siempre mal, desde la mañana a la noche.

Gracias, gracias, en nombre de todos, porque nos ayudas siempre a caminar hacia el Paraíso.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Bendigo a todos los niños, presentes y ausentes, a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 20 septiembre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Esta tarde el Obispo continuará dándoos a conocer su historia y la de la Vidente. Claro, no todos estaban interesados en venir y no todos han venido, pero no importa, lo importante es que el Obispo cuente su historia. Vosotros no podéis comprender cuán importante y hermosa es la historia de estos dos hijitos míos, cuando lo comprendáis probablemente será demasiado tarde.

Tratad de recitar cada día el Magnificat, meditadlo frase por frase, cada línea es para meditarla y ponerla en práctica. Encontraréis mucha belleza en el Magnificat, que habla del amor. Vosotros lo sabéis y lo recitáis de memoria, pero meditadlo; todas las oraciones tienen que ser meditadas, no hace falta mucho tiempo y es muy, muy importante. Recitad cada día el Magnificat y meditadlo. Cuando no comprendáis algo, pedid explicaciones a vuestro Obispo. Es hora de volver a empezar la dirección espiritual; desde hace algunos años que ya no se hace por culpa de nadie, aunque ésta es muy importante; os ayuda a amar a Jesús y a mi, Madre de la Eucaristía, y a llevaros al Paraíso.

Yo estoy siempre con vosotros y lo estoy especialmente cuando el Obispo habla y cuando celebra la S. Misa. Pido más devoción, más oración, más silencio en vuestro corazón, porque se puede callar exteriormente y hablar interiormente. Sin embargo silenciad vuestros corazones y escuchad la voz del Obispo que es la voz de mi Hijo Jesús. Cuando logréis comprender esto, será todo más fácil y bonito para vosotros, para vuestros hijos y para vuestros nietos y os daréis cuenta como todo se vuelve fácil. Cuando el Obispo os dice: "¿Puedo hablar, puedo continuar un poco más?" Todos decís que sí, pero aquél sí ¿sale del corazón? Y si sale del corazón ¿cómo es que hoy que cuenta su vida, no han venido todos a escucharlo? Yo, poco a poco, he estado al lado de muchos, que no se han dado cuenta de nada y les he hecho comprender la importancia de venir aquí, al lugar taumatúrgico: algunos han escuchado y han venido.

Os quiero, mis queridos hijos, si no os quisiera, no hablaría de este modo. Mi amor hacia vosotros, hacia los niños y hacia los enfermos es muy grande y os amaré siempre.

Gracias, si ponéis en práctica cuanto os he dicho. Si escucháis la voz de Jesús, daréis siempre un paso hacia adelante. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - Marisella, ¿por qué no querías que viniera?

Marisa - Porque no me encontraba muy bien.

Roma, 23 septiembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Un saludo y un beso a la pequeña Mariasole, ella es buena y valiente.

Mis queridos hijos, éste es otro domingo ordinario. Sobre todo, tenéis que continuar rezando; quizás os habéis cansado, porque siempre os digo: "Orad, orad, orad", pero la oración es muy importante.

Marisa - Quería decirte que son tres las noches que no dormimos nada y ya no nos aguantamos de pie. ¿Por qué no has venido a ayudarnos a dormir y hacernos descansar un poquito? Estamos muy, muy, muy cansados. Si tenemos que llevar adelante el trabajo para ayudar a la Iglesia, tenemos que estar también bien, ¿no te parece? Como dice el Obispo, díselo a Dios Papá, a Dios Hermano, a Dios Amigo, a Dios Uno y Trino. Nosotros os queremos y esperamos esta gracia. Si recuerdas bien, habías dicho que en los últimos tiempos estaría bien y habría disfrutado un poquito, sin embargo me doy cuenta de que he empeorado y estoy mal, me siento muy mal. Quería preguntarte también a qué es debido lo que me ha ocurrido ayer tarde.

Nuestra Señora - A tu estómago, Marisella. Tenías demasiados problemas de salud: la fiebre, la glucemia alta, los dolores en los huesos, en el estómago y en la cabeza; por esto siempre pido oraciones por ti.

Marisa - Sí, pero podríais ayudarnos también vosotros, especialmente al Obispo. Vosotros ya sabéis que el domingo se tiene que preparar, tiene que hablar, y si no tiene fuerza, porque no puede descansar por la noche, ¿cómo lo hace para hacer todo esto? Esta gracia te la pido con todo el corazón, no por mí, sino por el Obispo.

Nuestra Señora - También vosotros, mis queridos hijos, tenéis que rezar por el Obispo y, como ya os dije otras veces, orad el uno por el otro. Tal como vuestra hermana reza por todos, también vosotros haced lo mismo. También Nosotros esperamos la respuesta de Dios Papá, pero ciertamente habrá algo en el aire, por esto no llega, para vuestra hermana, la gracia tan deseada.

Mis queridos hijos, gracias, gracias a los que ayudan a esta pequeña comunidad. Orad por toda la comunidad, sobre todo por los que están enfermos.

Marisa - Gracias, Virgencita, manda un pequeño beso a Mariasole.

Nuestra Señora - Adiós, Mariasole, la Virgencita te manda un beso. Gracias, mis queridos hijos. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Roma, 27 septiembre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Siempre es una gran alegría el venir entre vosotros, pero este es un momento muy triste y lleno de sufrimiento para mis dos queridísimos hijitos. Como sabéis, la salud de Marisella va empeorando. No es de esto de lo que os quiero hablar, pero quiero deciros, para tranquilizaros, que con vuestras oraciones, no podéis ni siquiera imaginar cuantas personas habéis salvado. Ya os dije una vez que Dios coge todas vuestras oraciones y las derrama donde Él cree oportuno.

Yo soy la Madre de la Eucaristía, soy la Madre de Jesús. Cuando oigo decir: "Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, Dios Uno y Trino", mi corazón se llena de alegría, pero también de dolor, porque sé cuál es vuestra situación. ¿Por qué Dios no se decide a tomarte, Marisella, y llevarte al Paraíso, de modo que todo sea más tranquilo? Si ha decidido que tu tienes que quedarte aún en la Tierra, habrá un motivo muy grande, muy importante.

Yo te entiendo, entiendo el motivo de todo lo que has dicho, pero eres la única persona que ha quedado para sufrir, eres la única vidente, la única alma que se ha ofrecido a Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, Dios Uno y Trino. Oh, si también los otros hubiesen continuado su misión, quizás la situación sería mejor. Tu has tenido la tentación de dejarlo, pero no puedes, hijita, estás demasiado ligada a tu esposo Jesús, a Dios Omnipotente, a la Madre de la Eucaristía, por esto pido siempre oraciones por vosotros dos, mis queridos hijitos.

Marisa - Te pregunto: ¿crees que las personas se han cansado de todo esto?

Nuestra Señora - No, porque vienen para rezar, para escuchar, para ayudar a las personas que no están en gracia, no vienen por la que ha sido llamada por Dios. Sé que vuestra vida es dura y es difícil, nadie ha sufrido tanto como tu y como mi santo Obispo.

Marisa - Nosotros dos. Y él, ¿por qué tiene que sufrir? yo no querría hablar, pero es joven, es un padre de familia, y tu lo sabes bien. ¿Por qué? Querría una respuesta a esta pregunta. Me acuerdo que has dicho: "No os preguntéis tantos porqués". Responder a los porqués de Dios no es fácil, pero hoy te lo pregunto a ti: "¿Por qué?". Si eres nuestra Madre, ¿por qué todo este sufrimiento? ¿No te bastaba yo? Y sin embargo he dado tanto, no he dicho nunca que no, he dicho siempre que sí; una vez he dicho que no y ¿has visto como han ido las cosas? ¡Oh, como me gustaría que me respondieras, porque tu, estoy segura, lo sabes todo!. Nosotros dos continuaremos rezando, por la noche, cuando no durmamos y por el día, cuando la enfermedad me aniquile, continuaremos rezando por todas las personas que están alejadas de tu Jesús y de ti. Pero estate con nosotros, Madre, verdaderamente. Habéis cambiado tantas veces los planes. Tenía que morir hace dos años y todavía estoy aquí sufriendo. ¿Cuántas cosas nos habéis pedido? Hemos dicho siempre que sí, aunque refunfuñando, pero hemos dicho que sí, y aquél "Sí" se ha convertido en grande como el mundo, porque Dios lo ha tomado todo.

¿Qué tengo que decir? Doy gracias a Dios, y a todos vosotros por lo que nos habéis dado.

Nuestra Señora - Marisella, ánimo, hijita, ánimo. Tu sabes que tus huesos serán destrozados por dentro por el dolor, y tu dirás que sí, porque no eres capaz de decir que no.

Marisa - Y el Obispo, ¿qué hace, qué continúa haciendo? ¿Sabes que parecemos? Dos prisioneros dentro de esta habitación, mejor dicho, tres. Ya no veo el sol, las estrellas, la luna, los montes, el mar, no veo nada, estoy siempre con mis sufrimientos. Perdóname si te hablo tanto de mi, pero estoy luchando con mis sufrimientos y con los del Obispo, porque veo cuando sufre y cuánto sufre. Te pido perdón y te pido si me quieres bendecir, si nos quieres bendecir a todos.

Nuestra Señora - Claro, soy vuestra Madre y os bendigo a todos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Está bien, adiós. Sí, sí, hago lo que me dicen mis sobrinos, lo que dice el Obispo, lo hago por ellos, díselo también a mi madre, adiós.

No sé si he hecho bien o si he hecho mal.

Roma, 30 septiembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

A veces oigo temas pocos bonitos; hay personas que siempre tienen algo que criticar. Dirijo esta mañana mi discurso a los que no tienen ni caridad ni amor. ¿Cuántas veces os he hablado de la caridad, del amor, que os lleva al Paraíso? Y sin embargo esto se descuida. Los ex jóvenes ya casi no tienen relación entre ellos; se ven para ir a comer una pizza, pero no se preocupan de las personas enfermas, tanto los adultos como los jóvenes: cada uno piensa solo en sí mismo y no en los otros. Ha habido muchas personas enfermas, ¿pero quién se ha preocupado de ellas? Esto no es bonito.

Vosotros esperáis de Dios el triunfo, esperáis que realice lo que ha prometido, pero vosotros ¿qué hacéis por Dios? ¿Qué hacéis por el prójimo? ¿Qué dais al prójimo? ¿Dónde está el amor, la caridad, la preocupación por el hermano enfermo, por los que no vienen, porque la salud no se lo permite? Cada uno piensa en sí mismo, a ir bien vestido, a tener los cabellos en su sitio, a tenerlo todo en orden, pero no se preocupa de las personas enfermas; esto es muy grave.

Recordad que vuestra hermana ha dado la vida por vosotros cuando estabais mal, y todavía continua dándola por los que están enfermos; ella es la más enferma, la más grave de todos vosotros juntos. Y sin embargo no os olvida, reza por vosotros, sufre por vosotros, y vosotros ¿qué habéis hecho? ¡Cuántas personas han enfermado este año! Muchas, tanto adultos como jóvenes. Sin embargo no han recibido ni una visita, no han recibido afecto, quizás alguna llamada telefónica. No, no es así. Un enfermo necesita una visita, no basta un telefonazo para así poder decir: "Estoy tranquilo, he hecho lo que debía"

No, no es así. Me repito: ¿vosotros esperáis de Dios la ayuda y todo lo que Dios os ha prometido? Pero Dios, desde lo Alto del cielo ve que vosotros todavía no estáis en orden, que no os amáis, que pensáis sólo en vosotros mismos. Y si no hay amor hacia el hermano, no hay tampoco amor hacia Dios. Dios ama a todos, pero vosotros ¿intercambiáis con Su amor? ¿Hacéis caridad al hermano que sufre? No. Cada uno se encierra en sí mismo; esto es desagradable. Cada vez que os alabo, que digo que habéis sido buenos, que habéis hecho bien los adornos, que habéis adornado bien la iglesia, os hincháis y el orgullo sale. ¿Y el amor hacia el hermano? Es necesario amar al hermano, quienquiera que sea y cualquier edad que tenga.

Este es el mensaje que Dios me ha dado, esta es la carta que Dios me ha entregado, una carta muy sufrida, porque justamente Dios dice: "Piden y se lamentan, porque Yo no realizo cuanto he prometido, pero ellos ¿qué hacen?". Este es un mensaje muy importante. El discurso que os he hecho, lo repito desde hace años. Ha habido siempre división entre los adultos y los jóvenes, o mejor dicho los ex jóvenes. Casi parece que no os podáis ver, esto no es bonito. Recordad, queridos jóvenes, que la edad avanza también para vosotros, no solo para los adultos. Quereos, ayudaos mutuamente.

Gracias si ponéis en práctica cuanto Dios Padre ha dicho. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón, a pesar de la gran falta de amor, y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Amaos, hermanos, como yo os he amado. En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.

Querida Marisella, tu cruz continúa y es muy pesada, has sido valiente. Ánimo.

Marisa - Adiós. Adiós, mamá.

Mensajes de Octubre de 2007

Roma, 6 octubre 2007 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es el primer sábado de mes. ¡Qué alegría estar entre vosotros! Por desgracia las situaciones de algunos de vosotros no logran arreglarse; una vez por una cosa, otra vez por otra siempre hay algo que no funciona. Yo ruego para que todo se acabe, que haya paz y amor entre todos, que recibáis a mi Hijo Jesús siempre en gracia y no hagáis sacrilegios. Recibid a Jesucristo siempre en gracia. Vosotros esperáis las gracias de Dios y tenéis razón, pero también Dios espera algo de vosotros. Empezáis bien pero después comenzáis a discutir y ocurren tantos desatinos que no quiero nombrar, porque os harían daño a vosotros y al Obispo.

Muchos habéis rezado para obtener la paz, para que termine la guerra, por los niños que mueren de hambre, habéis rezado por muchas intenciones, ahora rezad por cada uno de vosotros. Orad, convertíos, amaos y creed en el Evangelio. El amor, como ya os he dicho frecuentemente, os lleva al Paraíso, porque solo la virtud de la caridad continúa existiendo en el Paraíso. ¿Por qué no tratáis de amaros como Jesús os ha amado? Jesús os ha amado y os ama, ¿Por qué no lo imitáis? ¿Por qué cuando se os dice algo, encontráis siempre excusas y no aceptáis la amonestación? Los apóstoles de Jesús no se comportaban así. Refunfuñaban y discutían entre ellos, porque eran hombres rudos, de mar, pero después levantaban los ojos al cielo, invocaban a Dios Padre y todas las discusiones se acababan. Sin embargo aquí, cada día surge alguna contrariedad, o por culpa de los ex jóvenes o de los adultos; sin embargo sé que rezáis y rezáis mucho. ¿Por qué ocurre esto? Amaos como Jesús os ha amado.

Orad por los enfermos, para que estén un poco mejor o suban al Padre. Todos esperáis este momento, pero si no oráis, si no amáis, ¿cómo podéis decir a Dios: "Dios, ya es hora de que me lleves?". Os he dicho al inicio que mi corazón late fuerte por vosotros, pero no veo el gran amor que tanto desea Dios.

Ánimo, estoy a vuestro lado. Amaos, amad a vuestro Obispo, y puedo añadir, amad a Marisella, tiene mucha necesidad de vuestra ayuda; cuando llegue su momento, ella se alegrará y os alegraréis también vosotros.

Mis queridos hijos, poned en práctica lo que la Carta de Dios dice y continuad adelante con amor y serenidad. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo y a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Roma, 7 octubre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

¿Hace mucho que no nos reunimos, verdad? De ayer tarde. Hoy no he venido para haceros pequeñas amonestaciones, pequeños reproches maternos. Ya conocéis muy bien la situación y lo que se ha hecho. Tenéis que pedir disculpas y perdón, no tanto al Obispo, sino más bien al interesado. No quiero volver a hablar de este tema y espero que hayáis comprendido hasta el fondo el error que habéis cometido.

Mis queridos hijos, esta noche el Obispo, la Vidente y los niños han estado en el Jordán conmigo, con Jesús, San José y la Abuela Yolanda. Como de costumbre, los niños han jugado tirando piedras al río y han hecho competiciones para ver quien las tiraba más lejos. El más avispado ha sido Emmanuel, que ha tirado las piedras hasta la otra orilla. Ha jugado mucho con las señoritas Sara y Mariasole y con los primitos Jacobo y Samuel, pero él ha sido el más avispado. Se ha cogido a la túnica de Jesús y le ha dicho: "Juega también tu, a ver si tiras las piedras más lejos que yo". Jesús lo ha acariciado, le ha sonreído y luego se ha ido a hablar con el Obispo. Éstas son escenas muy hermosas que deseo a todos que podáis ver, pero hasta que vuestras almas y vuestros corazones no estén en orden al cien por cien y no viváis en gracia, estas experiencias están sólo reservadas a los niños, a los pequeños. Mariasole se escabullía y quería zambullirse en el río, pero el agua estaba fría y ha empezado a llorar, yo me he acercado y le he dicho: "No llores, cariño, el agua está fría. ¿Ves como nosotros no ponemos los pies en el agua? La niña me ha mirado con ojos dulces, bonitos y grandes y ha respondido: "Está bien no voy al agua, pero tiro las piedras" y yo les he recomendado: "Tirad las piedras si queréis, pero no os las tiréis encima". Después Jesús ha salido del río con los peces en la mano, los cuales hemos cocinado y comido. Aquel pescado estaba bueno, no como los que venden en Italia.

Mis queridos hijos, es mi gran deseo, y ya os lo he dicho hace muchos años, que todos me veáis, pero mientras la situación no cambie, pues hacéis un paso adelante y dos hacia detrás, yo no me apareceré a vosotros. Cuando hagáis un pasito adelante, continuad avanzando con el pie derecho, y después poned enseguida el pie izquierdo, de nuevo el derecho y luego el izquierdo. Evolucionad siempre adelante, no volváis atrás. Cuando volvéis atrás no es una buena señal. No os preguntéis: "¿Por qué Dios no hace lo que ha prometido?". Solo el Obispo y Marisella pueden preguntárselo, porque sufren, y a pesar de todo aman y tienen caridad. Desde los pequeños hasta los adultos, todos tenéis que tener caridad.

Marisa - Emmanuel, Nuestra Señora te está acariciando.

Nuestra Señora - ¿Me ves, Emmanuel?

Marisa - No es hora de verte, cuando llegue el tiempo, te verá de nuevo, porque cuando era pequeño, pequeño te vio, pero no se acuerda, pobrecito. También Selenia cuando era pequeña te vio en el Tuscolo, también Jacobo te vio. Desde Jacobo hasta Emmanuel tenemos también las fotos, la documentación de que te han visto. ¿Cuándo te dejarás ver también por los otros?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os ruego que oréis mucho por vuestra hermana, pero más aún por el Obispo, él es el que tiene más necesidad de vuestras oraciones y de vuestra ayuda. Amadlo, amadlo; por desgracia algunos no lo aman. ¿Por qué no lo aman? Porque no tienen amor, no tienen caridad. Doy mi bendición a los niños, a los que están dentro de esta casa y a los que están fuera, a todos los niños: a los que tienen que nacer, a los niños que no conocéis, y que viven lejos, en otras naciones.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Obispo - Nuestra Señora ha dado un besito a Emmanuel, ha sido afortunado.

Roma, 12 octubre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Estoy esperando la verdadera conversión, tanto la de los adultos como la de los ex jóvenes. Ya os he dicho que es inútil pedir a Dios Padre que intervenga y que recéis por ello, si falta en vosotros la verdadera conversión, el amor y la sensibilidad. Yo insisto siempre sobre este punto: Dios Padre quiere la verdadera conversión. También vosotros queréis algo, lo habéis pedido siempre, pero hasta que no haya la verdadera conversión, no llegará. Los que sufren por todo esto son el Obispo, vuestra hermana y los que están a su lado y quieren verdaderamente su bien.

¿Recordáis las primeras cartas de Dios? Hablaban siempre de amor. Mis palabras eran dulces, llenas de amor, de bondad, de caridad; mi amor por todos vosotros era grande. Con el paso del tiempo os habéis habituado a las apariciones y no hacéis otra cosa que preguntar: "¿Tenemos que continuar rezando? ¿Tenemos que continuar haciendo adoración?. Tenéis que saber si continuar o no, no hace falta preguntar siempre lo mismo a los otros, especialmente al Obispo. ¿Queréis rezar, queréis hacer adoración? Basta con avisar a la persona adecuada y luego seguid adelante. Antes las cartas de Dios no hablaban de este modo, estaban llenas de amor. Vosotros esperáis una respuesta de Dios, pero ¿cuántos años hace que Dios espera de vosotros algo bueno? Vuelvo a repetir: la verdadera conversión. Pensáis demasiado en vosotros mismos, en vuestros asuntos. Yo puedo comprender que pensáis en vuestros niños, en vuestros enfermos, pero es necesario pensar también en los otros y en los que tienen necesidad. Por estas faltas Dios se hace esperar y vuestra hermana y vuestro Obispo sufren mucho. Ya son muchas las noches que Marisa no pega ojo y está destrozada por los dolores. ¿Qué dolores tenéis vosotros? El que está mal de vosotros, se hace una operación y todo se acaba, se hace sanar y sana. ¿Y vuestra hermana? ¿Y vuestro Obispo, que moralmente está pisoteado por todas partes? Ánimo, valor, llegad a la verdadera conversión todos, grandes y menos grandes, y veréis que Dios estará con vosotros y yo estaré con vosotros.

Gracias, mis queridos hijos, si ponéis en práctica cuanto os he dicho. Si os hago estos reproches maternos es porque os quiero. Por vosotros tengo un amor grande, más grande que el cielo, que la Tierra, que el mar, que las montañas y que todo lo que Dios ha creado. Ánimo, llegad a la verdadera conversión.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños y enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Id en paz, hijitos, y convertíos al Evangelio.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Roma, 14 octubre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

¿Cuántas veces os he dicho que empecéis a amaros? Pensad en la parábola del buen samaritano. Un hombre es herido por unos bandoleros y el sacerdote y el levita lo han evitado, mientras que el samaritano, que no era de aquella región, lo ha socorrido, lo ha llevado a un albergue, ha dado dinero al dueño y le ha dicho: "Haz todo lo que sea necesario, y cuando regrese te daré el resto"

Para hacer una obra de caridad a un necesitado no hace falta pertenecer a la misma religión, al mismo grupo de oración y al mismo cenáculo: la caridad se hace a todos, sin mirar si la piel es roja, blanca o amarilla, tenéis que quereros todos.

Como ya os dije en otras ocasiones, es bonito y fácil querer a los que os aman, a vuestros maridos, a vuestras mujeres, a vuestros niños, pero es difícil cuando el otro no es de la propia raza o no pertenece a la propia religión.

Dios, con tantas parábolas, os ha impartido enseñanzas que son elementales porque son comprensibles a todos. Jesús no hablaba de manera difícil cuando enseñaba a la gente, ni tampoco a los apóstoles. Jesús trataba de hacerse entender por todos. Sé que un obispo, futuro Papa (N. d R. Juan Pablo I) ha pedido a un sencillo seminarista (N. d R. Claudio Gatti) que leyese lo que había escrito porque, dijo: "Si lo comprendes tu, que eres un simple seminarista, lo puede comprender cualquier persona". No sirven para nada los títulos de estudio o una gran inteligencia para comprender lo que el Obispo dice. Si lo seguís con atención veréis que todo será más fácil y más bonito y estaréis felices y contentos también vosotros.

Quiero repetir de nuevo que Mi Hijo no me ha hecho sufrir nunca, no me ha faltado al respeto y no me ha dejado de lado, sino que, después de Dios, me ha amado con todo Su Corazón. Jesús era mi hijo, ¿cómo podía dejarme de lado? El que ha escrito estas palabras no es digno de estar en el lugar que ocupa, lo tendría que dejar y marcharse. Él si que tendría que ir a un Monasterio y no tu, Marisella. De todos modos, éstas son lecciones que sirven para todos; todos tienen que amar y querer a quienquiera que sea. Si las personas hacen sufrir por su manera de ser, por su carácter, por su tontería, digámoslo también, tenéis que quererlos también a ellos. Orad, orad, para que las situaciones cambien un poco y llegue la verdadera conversión para todos.

Gracias, gracias de todo.

Marisa - Yo te digo a ti "gracias" en nombre de todos.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Cuando cualquier carta de Dios no está completa o no es comprensible, es asunto del Obispo esclarecerlo y hablar. Aprended a escucharlo con amor, con vuestro corazón, porque todo lo que dice, es Jesús que habla dentro del él.

Gracias. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Sí, a Lauretta se lo digo yo. Gracias, gracias de parte de todos. Gracias porque habéis conseguido hacerme dormir al menos tres horas; cada noche aumentad una hora y lleguemos hasta seis, no a aquellas del... Está bien. Adiós.

Roma, 19 octubre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - He venido para daros fuerza y valor, para ayudaros a aceptar lo que Dios y la Madre os dicen. Tratad sobre todo de ser siempre buenos, de quereros, de ser comprensivos el uno hacia el otro. No tiene importancia la edad ni la cultura, tenéis que amaros todos.

Vosotros, ahora, ya sabéis perfectamente que, cuando el Obispo celebra la Santa Misa, yo estoy a su lado, a veces está también José y la Abuela Yolanda. Jesús está dentro de él y cuando habla, Jesús habla dentro de él.

Os pido que tengáis fuerza y valor, que oréis, que os améis, sabéis cuanto significa para mi el amor.

A ti, pequeña criatura del Cielo, gracias por lo que haces por la Iglesia..

Marisa - Yo verdaderamente no estoy haciendo nada, porque estoy aquí, sentada en el sofá, y espero que llegue la noche para dormir, no tengo nada que hacer porque no puedo hacer nada. No puedo mover las manos, ni los pies ni las piernas, así pues estoy aquí y espero, espero también vuestra llamada.

Nuestra Señora - Ánimo, ánimo.

Marisa - ¿Y quién tiene ánimo? ¿Cuánto tiempo hace que me decís que venís a buscarme y estoy aún aquí? Bromeando digo que he vuelto a florecer: ¿es por esto que ya no me lleváis? No he vuelto a florecer, venid a buscarme, os lo ruego, lo más pronto posible, así dejo plena libertad al Obispo y a los que viven a mi lado.

Nuestra Señora - Gracias, Marisella, por todo lo que haces. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós, adiós.

Roma, 21 octubre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Excelencia, estoy contenta de la oración que has dicho, es hermosa, santa y llena de amor. Ahora quiero hablar a las personas que quieren hacer verdaderamente este camino; la otra vez os dije que llegarais a la verdadera conversión. Ahora ya sois grandes, no tenéis necesidad de la ayuda de vuestro Obispo, pero cuando hay algo que no funciona, id directamente a él, no habléis entre vosotros, porque os derrumbaréis antes. Haced una oración por los dos cónyuges, quiero que por la noche sus dos niños digan una oracioncita por la mamá y el papá.

Marisa - Después leeremos bien esta presentación y quitaremos lo que nos digas.

Nuestra Señora - Marisella, no te preocupes, un día todo será dicho, todo se conocerá, pero por el momento haced lo que os digo.

Cenáculo, os pido oraciones, muchas oraciones y veréis que antes o después podremos conseguir lo que Dios ha prometido.

Gracias a todos. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós. ¿Saludas a mi madre que hoy no la he visto? No es que durante la noche no quiera sufrir, pero sí un poco menos; concédeme alguna hora de sueño, yo también tengo derecho al descanso, mientras viva en la Tierra. Está bien, adiós mamá, adiós.

Se han ido todos.

Roma, 24 octubre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Hoy es mi fiesta, una gran fiesta. Os pido que oréis por algunas personas que tienen verdaderamente necesidad. Diréis: la Madre ¿nos pide siempre oraciones? Sí, orar no es un sacrificio. Orar es ayudar a los que sufren.

Marisa - Somos muchos los que sufrimos, unos a causa de la enfermedad, otros porque están en el hospital y otros moralmente: todos tenemos necesidad de tu ayuda. Virgencita, ayúdanos, tenemos necesidad de tu ayuda.

Nuestra Señora - Gracias por la fiesta, aunque alguno de vosotros no haya podido celebrarla, y tiene razón; estoy contenta lo mismo.

Marisa - Te lo repito: te he dado toda mi vida y te la doy de nuevo, pero ayuda al Obispo, ayuda a aquel joven y a todos los que lo aman. Hoy es también la fiesta de mi hermana, ayúdala también a ella que está sufriendo. Ayuda a todos los enfermos, a los niños, a nuestros sobrinos, ayúdanos a todos. Nosotros rezamos, te pedimos siempre ayuda, tratamos por todos los medios de hacer lo que nos dices, pero dile a Dios que haga algo también por nosotros, porque tenemos mucha necesidad.

Gracias, Virgencita

Nuestra Señora - Dios os ha mandado al Espíritu Santo, orad al Espíritu Santo, está aquí conmigo.

Marisa - ¡Oh, es igual que Jesús! Pero basta ya de palabras, buscamos ayuda, queremos ayuda, ayudadnos os lo ruego. Espíritu Santo, ayúdanos.

Obispo - ¡Es Dios!

Marisa - Es Dios. Está bien. Haznos estar mejor y haznos dormir un poquito.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por las oraciones, gracias por la fiesta, aunque no la hayáis celebrado solemnemente, porque no estáis en condiciones morales ni físicas para poderlo hacer, pero yo os lo agradezco lo mismo, porque sé que amáis.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Bendigo a todos los niños.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Virgencita, te felicito de nuevo. Perdónanos si no hemos solemnizado esta fiesta, pero estamos muy probados. Adiós.

Pero ya basta de palabras, haznos ver algo en concreto también a nosotros.

Roma, 26 octubre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Numerosas veces he venido en medio vuestro para rezar con vosotros y he visto en vosotros tanto sufrimiento y entre vosotros tantas personas enfermas. Vosotros sabéis que cuando la enfermedad ataca a una persona, no es porque Dios quiera esto, sino que depende de la naturaleza humana. En esta casa sin embargo alguno sufre, porque Dios lo quiere para salvar a las almas. Yo, como vuestra Madre, puedo solamente deciros: "Orad, orad, mis queridos hijos, porque la situación en el mundo y en la Iglesia es cada vez más crítica, más triste y más penosa". Orad, no os canséis nunca de orar, porque el demonio da vueltas entre vosotros para haceros caer en tentación. Vosotros ya sabéis muy bien y el Obispo lo ha dicho muchas veces, que el que vive en gracia no tiene que tener miedo; por tanto vivid en gracia de Dios y orad.

Marisa - Oye, Virgencita, quería decirte una cosa: dos o tres personas están muy mal; ¿podrías ayudarlas un poquito a estar mejor? Yo solo puedo decirte gracias y rezar. El Obispo y yo por la noche rezamos, rezamos mucho.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, rezo con vosotros, por lo que Marisella ha pedido. Ahora quiero bendecir a los niños presentes y a los ausentes. Junto a mi santo Obispo os bendigo y a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Adiós, Marisella.

Roma, 28 octubre 2007 - hora 11:00 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Antes de que empieces a hablar tu querría hacerte una pregunta delante de todos: ¿Por qué cuando te pedimos gracias, y son peticiones bonitas, no llegan nunca y sin embargo cuando acepto sufrir por alguna alma, enseguida o al máximo al día siguiente, empieza el sufrimiento? No es que no quiera sufrir, porque sufro de buen grado por los míos, por mi cenáculo y por todos, pero de tantas hermosas promesas todavía no se ha visto realizar ninguna. ¿Por qué Dios tarda en realizar las promesas bonitas? Ahora, Virgencita, hablo contigo, pero Dios me oye y sabe lo que hay en mi corazón.

Tu sabes que hoy he bajado por amor de alguno que vive conmigo, por amor al Obispo, por amor al cenáculo y por amor a las personas venidas de lejos. He reunido todas mis fuerzas y he bajado. Te he hecho una pregunta y me gustaría oír una respuesta: ¿por qué no nos llegan las cosas bonitas? Y sin embargo tratamos de hacer todo lo que Dios nos pide; no solo yo, sino también los otros. ¿Por qué a nosotros todavía no se nos ha concedido nada? ¿Por qué haces sufrir también a aquél joven? Puede ser que muera por este sufrimiento, que para mi es grandísimo, porque me siento madre. Me gustaría tanto saber la respuesta de Dios, que te la diga a ti y luego tu me la cuentas. Ea, quería preguntarte esto.

Cuando me piden que haga una oración o una intención, yo no soy capaz, porque digo lo que tengo dentro y a veces es mejor no decirlo. He sido educada a decir siempre la verdad, a ser sincera y no soy capaz de decir algo que no es verdad, si no la siento. Por esto no hablo, no hago intenciones, no digo nada, pero tu sabes lo que hay en mi corazón.

Hace días y días que mi familia y mis sobrinos están sufriendo, sobretodo el Obispo está sufriendo muchísimo. Todos nos preguntamos: "¿Dios, qué haces? ¿Por qué no vienes en nuestra ayuda?". Vosotros los del Cielos y vosotros los de la Tierra, sabéis por cuántas personas he rezado, para que pudiesen tener niños, para ayudarlos en el sufrimiento o ayudarlos a aceptar el sufrimiento, porque a veces es duro aceptarlo. Muchas personas me han telefoneado y me han dicho: "Espero un niño, estoy mejor de salud, he sanado". Esto me hace feliz; pero ¿y los míos? Recuerda a la Abuela Yolanda, ¿cuánto ha rezado? ¿Cuántas oraciones ha dicho? También ella, en su sencillez, ha exclamado: "Por qué Dios no escucha nuestras oraciones?". Ahora te pregunto a ti, Virgencita, ¿Por qué Dios no escucha nuestro grito y nuestro lamento?" entender a Dios, ya lo sé, es difícil; tu has dicho que responder a los porqués de Dios es difícil, pero yo hoy te pregunto, "¿Por qué, por qué?.

Yo he conocido muchos videntes, esta palabra no me gusta mucho, de todos modos gozan, prosperan y tienen todo lo que quieren. Nosotros, ¿qué tenemos? Un pequeño grupo que nos quiere. Todas las personas por las cuales he rezado y que Dios ha ayudado, ¿dónde se han ido? ¿Por qué entorno a nosotros hay este vacío, mientras que en los otros, aunque ya no haya apariciones, van millares y millares de personas? Ya sé que tu dirás en tu corazón: vosotros amáis más, vosotros dais más. Al menos a esta pregunta ¿me puedes responder?.

Perdóname, discúlpame, no sé si me he expresado bien, porque si pienso en cómo debo hablar no abro más la boca. Por otra parte, hablar después de Su Excelencia no es fácil, pero tenía necesidad de manifestar estas reflexiones. Para una persona muy querida por mi y por algún otro, ¿cuántas veces te hemos pedido ayuda? Lo has prometido, ¿pero luego? Si tienes que decirme algo, dímelo, sino dirígete a estas almas que te quieren. Hoy tenía que ser para nosotros una gran fiesta, Virgencita, pero perdóname, yo no la siento, no siento la fiesta.

Nuestra Señora - Marisella querida, lo que has dicho es la sacrosanta verdad. Lo sabes, comprender los porqués de Dios es difícil, es muy difícil, pero créeme, créeme, hijita, que sois ayudados continuamente.

Marisa - Pero nosotros queremos ver y sentir esta ayuda. Yo no hablo de mi, por favor, he ofrecido mi vida, te he dado mi vida y continúo dándola, pero tu sabes por quien hablo.

Nuestra Señora - No te preocupes, aunque hoy sea mi fiesta y no la sientas. Te agradezco que hayas hablado con el corazón, tal como tu lo sabes hacer. ¿Te acuerdas cuando te decía que hables a Marisa?

Marisa - Sí, pero estas palabras ahora no me dicen nada. Me gustaría ver algo por las personas enfermas, especialmente por los jóvenes, y también por los ancianos, porque te lo han dado todo, te han querido y todos rezan, rezan, rezan. Ayuda a todos, menos a mi, a mi no me importa.

Cuando doy un don, es para siempre, ya no es mío. La vida ya no es mía, pero te lo ruego, ayuda a quien sabes que quiero que sea ayudado. Ayuda a nuestro Obispo, también él está sufriendo muchísimo. Ayer, una vez más lo he visto llorar y esto me mata. ¿Para qué lo ha ordenado Obispo Dios si luego tenía que sufrir tanto? A él no le ha sido pedido el sufrimiento, él tenía que darse todo a las almas, ayudar a las almas, pero ¿dónde están las almas?. Es mejor que no continúe hablando porque tengo aún tantas cosas dentro por decir, pero hablaremos nosotras dos, quizás con el Obispo.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre después de este desahogo de vuestra hermana, en el que ha demostrado tener amor por todos, no sabe qué decir. Os digo solamente que estoy a vuestro lado, y hago lo que puedo con todo el corazón.

Ahora no puedo añadir otra cosa si no es el daros, junto a mi santo Obispo la bendición. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - ¿Te has ofendido conmigo?

Nuestra Señora - No, Marisella, estoy contenta que hayas hablado, que hayas dicho lo que tenías dentro.

Marisa - Y ahora te ruego con todo el corazón, ayuda a aquellas personas, tu sabes quienes son, no me gusta nombrarlos, de todos modos tu conoces a todos los enfermos tanto jóvenes como adultos.

Perdóname pero tenía que hacerlo. Virgencita, si te felicito, me parece que me ría de ti. Adiós, adiós.

Se ha ido.

Mensajes de Noviembre del 2007

Roma, 1° noviembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Solemnidad de Todos los Santos

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Como sabéis, las pruebas no faltan. En casa de nuestro querido Obispo hay varios enfermos, primero uno, después dos, y finalmente tres; cada poco hay alguno que se enferma. Están muy probados, por esto os ruego que recéis por ellos, tienen verdaderamente necesidad de vuestra ayuda. También algunas personas que los ayudaban ya no vienen, porque están enfermas. El tiempo no es favorable, muchas situaciones de la naturaleza no funcionan. Yo he venido para estar, como siempre, en medio de vosotros.

Aún siento en mis oídos las palabras que has dicho, Marisella. Has dicho la verdad, has hablado verdaderamente con el corazón, he sentido el verdadero amor hacia tus hermanos y tus hermanas. ¿Por qué Dios os está poniendo a prueba y os está haciendo alargar el cuello peor que los avestruces? ¿Se dice así?

Marisa - Yo no he estudiado ciencia, pero el Obispo ha dicho que sí.

Nuestra Señora - Sé que Dios os ama, que está a vuestro lado, no porque uno tengo un dolor o el otro esté mal Dios no lo ama; Dios os ama a todos, sin distinción.

Marisa - Perdona, no me hagas repetir lo que te dije la última vez. Si Dios nos ama, ¿por qué no nos hace ver al menos algo? Yo no digo la curación completa, pero al menos una mejora.?

Nuestra Señora - Cuidado, Marisella, a veces te precipitas demasiado al hablar.

Marisa - Yo digo lo que pienso, no te he hablado nunca a la espalda, he dialogado siempre sinceramente contigo y con Jesús. ¿No veis nuestra tristeza y nuestros dolores? No hablo por mi, de ninguna manera, sino por los otros. ¿Por qué todos los sufrimientos están aquí presentes? Con tantos millones de hombres que hay, incluso malos, ¿por qué tenemos que sufrir? ¡Cuántas preguntas tendría que hacerte!.

Nuestra Señora - Lo puedes preguntar todo, pero no digas que Dios no os ama, porque no es verdad. El que lo piensa, el que no logra rezar, el que pasa por delante de la capilla y no es capaz de entrar, se equivoca. Tú, Marisella, rezas y rezas, pero tu oración ya no es gozosa, está hecha casi a la fuerza.

Marisa - Es verdad.

Nuestra Señora - Haced como Jesús: cuando lo ofendían, lo maldecían, le escupían, Él continuaba tranquilo.

Marisa - Sí, pero él no tenía dolores. El Obispo dice que ha sufrido a causa de la maldad humana sólo durante los años de su vida pública, pero tu has dicho que cuando era un muchachito sufrió por la envidia de los jóvenes y de los adultos y por la incomprensión de los hermanos. De todos modos, no tengo nada más que añadir, espero sólo la curación o al menos una mejora de todas estas personas enfermas, especialmente de los jóvenes. Tu los conoces, no hay necesidad que te repita cada vez la misma canción, porque se vuelve aburrida. Espero, espero con ansia y amor; si verdaderamente nos amáis, demostrádnoslo.

Nuestra Señora - Sí, os amamos y lo demostramos. Marisella, después te daré la razón de todos estos sufrimientos.

Marisa - No, no, no la quiero en privado, o me lo dices ahora delante de todos o mejor no me digas nada, no me interesa; la verdad se dice delante de todos.

Nuestra Señora - Pido a todos que recéis. ¿Cuántas veces os he dicho: orad el uno por el otro?. No por vosotros mismos, sino por las personas que sufren, y que son muchas. No hablemos de las personas del Tercer Mundo y de las otras naciones donde los niños mueren de hambre, porque faltan medicinas y no se pueden curar. También yo, como Madre, me abandono a mis hijos.

Marisa - ¿No tienes nada más que decirnos?

Nuestra Señora - No, hija mía, porque estamos esperando todos la Palabra de Dios. Felicidades a todos, a los que tienen los nombres de los santos y a los que no la tienen. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós. No sé que decirte. Si ves a mi madre, salúdala y dile que se acuerde de nuestros enfermos.

Roma, 2 noviembre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Conmemoración de los difuntos

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es la conmemoración de los difuntos. Los santos y difuntos se unen para orar por todas las personas que tienen necesidad de ayuda. También yo con mi Hijo y con mi amado esposo me uno a ellos, porque cuando es la conmemoración de los difuntos, éstos se tienen que unir a los santos, para que la unión de las oraciones traiga beneficios a los que están en el Purgatorio, para que puedan subir al Paraíso. Ayer celebramos todos los santos, pero también hoy es una gran fiesta porque los difuntos y los santos rezan por todos los que piden gracias y ayuda. Claro que las gracias y las ayudas no siempre llegan inmediatamente.

Marisa - También podéis hacerlo.

Nuestra Señora - Sé que rezáis mucho, que tratáis por todos los medios de estar unidos y que estáis haciendo una cadena de oración por las personas que tienen necesidad, pero no podéis comprender hasta el fondo lo grandes que son los dolores y el sufrimiento de los que sufren. Vosotros no lo veis, pero yo, que veo y sé, trato por todos los medios de ayudarlos. A veces el sufrimiento y las enfermedades son muy largas y dolorosas; por esto os invito a rezar. Estáis pensando que la Madre pide siempre oraciones. Sí, es verdad. Pido oraciones y sufrimientos todos los días a mis dos queridos hijitos, y os lo pido también a vosotros. Sé que continuáis haciendo ayuno, florilegios, alguna penitencia y el Vía Crucis para morir y resucitar como Jesús, que ha muerto en cruz y ha resucitado por todos nosotros.

Tratad de ayudaros en todos los modos posibles; a veces un pequeño florilegio, una sencilla penitencia puede ayudar a una persona que sufre. Algunas personas rezan también de noche, cuando no pueden dormir, por los que tienen necesidad. Son muchos los enfermos, no solo en esta comunidad... estaba a punto de decir la palabra que a menudo utiliza vuestro Obispo, sino en todo el mundo. Hace falta rezar por todos. Sabéis cuantos homicidios ocurren cada día en el mundo, cuantas personas se matan, cuantas son violentadas y cuantos niños son capturados. Si uno mirase el mundo desde lo alto se daría cuenta de cuanto sufrimiento, de cuanta porquería y miseria hay por todas partes. Ahora yo pregunto: ¿qué hacen los poderosos hombres que tienen el poder? ¿Qué ayuda dan? ¿Quién reza de entre ellos? ¿Quién sufre? Rezan los que sufren, los que aman, los pobres. ¿Y los grandes hombres? Cuando digo grandes hombres, me refiero a los grandes sacerdotes y los grandes políticos. ¿Quién piensa en el hombre creado por Dios? Pocos o ninguno. Os lo repito: son los pobres, los que sufren y los niños los que rezan mejor que estos hombres poderosos.

Mi ayuda de Madre es para todos, grandes y pequeños, pobres y ricos, no hago distinciones. Continúo diciéndoos: amaos, hijos míos, y rezad.

Hoy, conmemoración de los difuntos, las personas van a los cementerios para llevar flores y limpiar las tumbas, pero ¿para qué sirve todo esto si no rezan y si no se aman el uno al otro?

Orad, orad para no caer en tentación. Convertíos. He hablado de la verdadera conversión, pero ésta tarda en llegar. Orad, para que todos podáis decir: "Dios mío, heme aquí, estoy dispuesto a hacer tu voluntad". Gracias.

Quiero recomendaros también la obediencia al Obispo. En este momento es él el que manda en este lugar, después ya veremos. Yo, la Madre de Jesús, me gustaría ver más obediencia, incluso en las pequeñas cosas. Vuestro Obispo os ha dicho que no estéis en la sacristía cuando recéis el S. Rosario. La Iglesia es pequeña, pero a veces las sillas están vacías cerca de mi Hijo Jesús. Están los adultos, quizás los que no pueden caminar, pero los ex jóvenes, ¿dónde están? ¿Por qué van siempre directos a la sacristía? No hacen falta tantas personas para preparar la S. Misa. Ésta es una desobediencia. ¿Por qué actuar según vuestra cabeza y no según lo que vuestro Obispo dice? No podéis comprender cuan importante es la obediencia, también esa os lleva al Paraíso.

Aprended a obedecer, ya sois todos grandes, ¿qué esperáis? Ésta es la verdadera conversión, ésta es la oración para el hermano, ésta es la ayuda para el que sufre. Gracias si respondéis a mi llamada. Ésta es una Carta de Dios que se hace sentir, a veces, también en tono muy fuerte.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños y a todos los difuntos. Os estrecho fuerte en mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en el paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - ¿Me dejas estar un poco mejor?

Roma, 3 noviembre 2007 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es el primer sábado del mes de Noviembre. El dos hemos rezado por los difuntos y juntos hemos formado una cadena de oración por todos los enfermos, que son muchos. Vosotros rezáis mucho por una persona enferma y por esto os doy las gracias; también nosotros estamos haciendo de todo para estar a su lado. Hace falta tener mucha fuerza para aceptar ciertos dolores y ciertos sufrimientos. Marisella, no todos son como tu, no todos tienen tu misma fuerza para soportarlo. Tú, aún me pides sufrir y sabes que Dios acepta lo que tu pides.

Marisa - Esto es lo que quiero: que Él acepte. Hemos sentido vuestra ausencia, tenemos mucha necesidad de vuestra ayuda: todos los miembros de esta familia y todas las personas enfermas de nuestro pequeño cenáculo; tenemos diversos enfermos, graves y no tan graves. Tu sabes y lo digo delante de todos, lo que hemos hecho por ellos. ¿No os da pena verlos reducidos así?

Aceptar la Carta de Dios, en este momento, es difícil, os pido solamente que me deis a mi los dolores de los enfermos. Te lo repito, Virgencita, escuchar la Carta en estas condiciones es muy difícil. ¿Qué nos dice Dios?: "Orad, espero la verdadera conversión"; pero ¿qué culpa tenemos nosotros si la verdadera conversión no llega? ¿Si las personas no quieren convertirse? Tu sabes, Virgencita, a quien me refiero. Te lo pido con todo el corazón: ayuda a nuestros enfermos. Me he dirigido también a San Padre Pío. Te doy las gracias de corazón si todo lo que pido será aceptado por Dios.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, no leeré la Carta de Dios, pero también yo os pido que oréis por los enfermos y que estéis unidos en la oración. Ayer hicisteis un bonito gesto, ofrecisteis la S. Misa por ellos, continuad rezando, el momento es muy difícil, es muy duro.

Marisa - Te lo ruego. Hemos hecho también una cadena de oración, y han organizado también una vigilia nocturna, por todos los que están enfermos. Vosotros, los del Cielo, ayudadnos, tenemos necesidad. ¿Por qué no ha venido mi madre?

Nuestra Señora - Marisella, he aquí a tu madre. ¿Ves como está?

Marisa - No llores, mamá, pide a Dios que intervenga. No, no, no llores, pide a Dios que intervenga, mamá. Mamá, ¿has visto cuántos estamos sufriendo? Ayúdanos, mamaíta.

Abuela Yolanda - Os quiero mucho a todos vosotros, pero yo, ante Dios y a Nuestra Señora, no soy nada..

Marisa - Está bien, aceptamos las oraciones, esperamos la ayuda con todo el corazón, pero haz que sea pronto, haz que eso que dices corresponda a la verdad. Te lo ruego, perdóname, si te hablo así, pero todos tenemos necesidad de ayuda, especialmente los enfermos. Gracias.

Nuestra Señora - Os doy mi bendición junto a mi Obispo y vuestro. Os estrecho junto a mi corazón fuertemente

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós, adiós, mamá.

Roma, 4 noviembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Soy vuestra Madre. Marisella tiene miedo de decirme algo, como lo hace ella, y yo tengo miedo de decir algo, como tendría que hacer yo. Esto era un chiste para bromear un poquito con vosotros.

Marisa - Espera, lo mío no era un chiste. Puedo decirte que nosotros, quiero decir toda la comunidad, estamos rezando muchísimo. Rezamos, rezamos y rezamos ¿y qué sucede? Nuestros enfermos no están muy bien. Así pues, todas estas oraciones celestes y terrestres, ¿cómo se dice?

Obispo - Terrenas.

Marisa - Terrenas. ¿Para qué sirven?. ¿Para mandarlas a otras personas? Pero nosotros rezamos también por los otros enfermos, tu lo sabes. La Abuela Yolanda reza, pero no me gustaría verla otra vez como la vi ayer, en aquel estado. He creído siempre que en el Paraíso se goza, se está bien y no se sufre; ¿por qué cada vez que ella viene a la Tierra, llora?.

Nuestra Señora - Es una abuela, Marisella, no llora sólo por vosotros, sino también por los niños de Sudáfrica, de Nigeria y de otras naciones; y tu lo sabes. Yo, cuando vengo en medio de vosotros, ¿qué puedo deciros además de lo que tu querrías saber, que vosotros querríais saber? Que recéis, que os améis y que obedezcáis. Este año, de acuerdo con mis dos hijitos, será el año de la esperanza. El 8 de diciembre terminará el año de la humildad y empezará el año de la esperanza.

Marisa - Quisiera añadir otras cosas, pero hoy seré buena, mañana no lo sé.

Nuestra Señora - Vengo en medio de vosotros para ayudaros a rezar y a poner en práctica cuanto Dios os dice.

Marisa - Dios ha puesto en práctica enseguida lo que le pedí ayer, pero las promesas hermosas todavía no.

Nuestra Señora - La promesa más hermosa: el triunfo de la Eucaristía, ya es una realidad. Vosotros no podéis imaginar en cuantas parroquias hacen hoy adoración delante de Jesús Eucaristía, y todo este fervor eucarístico parte de este lugar taumatúrgico. Ya lo sé, quisierais el triunfo, y lo merecéis.

Marisa - Sí, pero ahora te pedimos la gracia sólo para nuestros enfermos, no te pedimos nada más. Ve ante el Padre, persuádelo. ¿Cómo está Dios? Está sentado, está en pie, duerme, ¿cómo está?

Nuestra Señora - Esta es una prueba muy grande, una prueba que se da también a las personas jóvenes. Tu, ¿a cuántos años has empezado a sufrir, Marisella?

Yo rezo por todos vosotros, estoy al lado de todos, esto lo sabéis y no tenéis que dudarlo. Cuando el Obispo habla con Dios, yo estoy siempre a su lado. Estoy al lado sobre todo de los enfermos y de los que están en el hospital, para ayudarlos. Naturalmente no todos se curan. De todos modos, rezad, hijos míos, no os dejéis caer, sed fuertes

Marisa - Está bien, te doy gracias y espero que todos te den las gracias por lo que has dicho. Pero haced algo, sino pereceremos. Jesús, sálvanos, que perecemos.

Nuestra Señora - Mando mi beso a Mariasole. El sol es la Eucaristía y María es mi nombre. Adiós, Mariasole, ¿mandas un besito a la Virgencita? Está bien.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo a todos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Roma, 16 noviembre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy, según el Evangelio del Obispo Claudio, es su fiesta: han pasado cinco años desde que fue reducido al estado laical y lo ha querido festejar con Nosotros y con vosotros. Ha querido embellecer la capilla, adornar el altar, vestirse con las vestiduras litúrgicas más solemnes y usar los vasos sagrados más preciosos, a pesar de que tenga tantos sufrimientos, que son muchos y muy grandes. Nosotros hemos rezado por esta fiesta, hemos estado muy cerca de él. Por lo que ha hecho hoy vuestro Obispo obtendrá bendiciones y gracias de Dios Omnipotente, porque Él que lo sabe todo, que lo hace todo, que lo ha creado todo, ha agradecido esta iniciativa.

Yo soy la Madre, no puedo hacer más, pero creedme, hemos rezado mucho por el Obispo que tiene siempre necesidad de oraciones, porque según la lógica humana, ha sido, oso decir esta palabra, ha sido manipulado desde lo Alto y por los hombres, por todos.

Vosotros, mi pequeño cenáculo, que conocéis bien a vuestro Obispo, sabéis cuan grande es su bondad, su generosidad, su caridad, su amor, su humildad, todas, virtudes y dones que Dios le ha dado. Os habéis preguntado: ¿por qué tiene todo esto y tiene que continuar viviendo en el ocultamiento? Pues os repito: es difícil comprender los porqués de Dios.

¿Tienes algo que decirme, Marisella?

Marisa - Sí, no quería molestarte, pero quiero decir solamente: tu conoces la situación de aquel muchacho, ahora os toca verdaderamente a vosotros hacer lo que tenéis que hacer, porque tiene una familia. Nosotros queremos pensar sólo que ésta sea la última cura. Sánalo, sánalo, él os ama mucho; un día, cuando ya estaba mal, me dijo estas palabras con las lágrimas en los ojos: "No pidáis siempre por mi, no soy para nada el hijo de la oca blanca, hay muchos enfermos". Esto nos ha conmovido y nos ha dado un ejemplo a todos. Si quieres, ve ante Dios a decirle que estamos también nosotros en la Tierra y tiene que mantener lo que ha prometido, tenemos necesidad de Dios más que nunca. Dios Padre Omnipotente, ayúdanos a todos. ¡Oh, Dios, Dios! ¿Estás enfadado conmigo? ¿Has oído lo que he pedido para aquél joven? Todos tenemos necesidad de tu ayuda, hemos pedido la gracia de la curación muchas veces, pero no vemos nada. Que sea la última recuperación; te lo ruego, Dios, haz que funcione. Te he pedido que me hagas estar mal a mi y le hagas estar bien a él, sin embargo estamos mal los dos. ¿No es verdad, Dios, que no deseas esto? ¿Verdad que nos ayudarás? Respóndeme, Dios, te lo ruego: ¿lo ayudarás?.

Dios Padre - Lo ayudaré, como debo.

Marisa - ¿Qué quieres decir?

Dios Padre - ¡Lo ayudaré!

Marisa - ¿Qué quiere decir como debo? Es difícil para mi hablar con una persona que no se ve, me gustaría verte y ver la expresión de tu rostro. ¿Lo ayudarás?

Dios Padre - Lo ayudaré.

Marisa - También la otra vez dijiste lo mismo y no se ha visto nada. Tiene dos niños pequeñitos, tiene mujer, ellos te quieren, te aman. Piensa en los padres, en las hermanas, en los tíos, en las tías, todos estamos sufriendo. Los señores del cenáculo están rezando todos por él. Ayúdanos, Dios, ayúdanos, te lo ruego, ayúdanos; tómame a mi y manda a casa a aquel joven pronto, pronto.

Dios Padre - Lo ayudaré. Dios sabe lo que hace y cuando dice algo lo mantiene, pero espera el momento adecuado para intervenir. Mi Obispo, ordenado por Mi, ¿cómo ha sido tratado? ¿Lo he querido Yo? ¡No!

Marisa - Pero lo podías ayudar un poquito, cada vez. Pienso que él mismo ha dicho: "Son cinco años que he sido reducido al estado laical y quiero hacer fiesta junto a mi cenáculo, junto a mis seres queridos". ¿No te dice nada esto?

Dios Padre - ¡Oh sí, me dice mucho!

Marisa - ¿Entonces? Ya sé, Dios mío, que no tendría que hablar así, que tendría que humillarme y callar, pero es más fuerte que yo, no puedo callar con estas dos cruces: el Obispo y el joven. Te lo ruego, lo has tomado todo de mi, hazme ver algo.

Se ha ido, ¿por qué se ha ido Dios, Virgencita?

Nuestra Señora - Tendrías que estar contenta de que haya venido a decir lo que tenía que deciros y luego se haya ido.

Marisa - Pero, ¿dónde va? Oye, si hablo contigo, ¿Dios me oye?

Nuestra Señora - Claro, Marisella, que te oye.

Marisa - Has oído que ha repetido más de una vez: lo ayudaré, lo ayudaré, lo ayudaré. ¿Qué quiere decir?

Nuestra Señora - Que lo ayudará.

Marisa - Te lo ruego, déjanos vivir un poco en paz. No, no leas en mi corazón, porque no hay pensamientos bonitos.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias por todo lo que habéis hecho en este día al preparar esta santa fiesta, así llamada por vuestro Obispo. Os parecerá extraño todo esto, pero no es extraño, es hermoso, es humilde, es santo.

Marisa - ¡Mamá!

Abuela Yolanda - Felicidades, Excelencia, a la Excelencia, felicidades!

Marisa - Mamá, ¿te acuerdas de rezar por aquel joven?

Abuela Yolanda - Hagamos lo que Dios ha dicho.

Marisa - Él ha dicho que lo sanará. Está bien, mamaíta, adiós.

Nuestra Señora - Gracias, una vez más, mis queridos hijos. Junto a mi santo Obispo y vuestro, más santo que nunca, os bendigo, sobretodo a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós, te lo ruego. Lo ayudaré. Todos han oído esta promesa de Dios, no podéis desilusionarnos otra vez. Adiós, adiós.

Abuela Yolanda - Marisella, también hoy, a causa de la respiración te estabas yendo.

Marisa - Sí, pero yo no quiero la ayuda para mi. Yo la quiero para los otros.

Nuestra Señora - Tesoro, te doy las gracias, pero a veces la ayuda se te da también a ti para no asustar a las personas que están a tu lado.

Marisa - Sí, está bien, todo lo que quieras, pero piensa en aquel joven y en el Obispo, te lo ruego. Perdona, primero el Obispo y luego el joven, por orden de edad.

Obispo - No, primero el joven.

Marisa - No, primero el joven y luego el Obispo.

Está bien. Adiós, mamaíta, adiós.

Abuela Yolanda - Adiós, niños; adiós, Sara, adiós, Emmanuel, travieso.

Roma, 18 noviembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Estoy de nuevo con vosotros. Pensad cuantas veces estoy presente aquí, para animaros, para daros aquella ayuda que todos deseáis y esperáis: ya sea por la salud, ya sea por el triunfo. Orad, para que termine la lucha entre los pueblos, entre las personas que no se aman, entre los hombres poderosos ya sea de la Iglesia ya sea del Estado, y vuelva la paz, sino cuanto más avancéis será peor para todos.

Marisa - Virgencita, te doy las gracias por aquel joven. Finalmente ha dormido toda la noche y está más descansado, pero esperamos la gracia que bien sabes y que sabe también Dios, porque se lo he pedido. Ayuda también a los miembros enfermos del cenáculo, hay muchas personas enfermas; todos esperan tu ayuda.

Nuestra Señora - Yo estoy dispuesta a ayudaros a todos, pero respetando siempre la voluntad de Dios. Si Dios quiere algo, será siempre bueno y si lo quiere distinto de lo que pedís, es necesario aceptarlo. Por otra parte, vosotros sabéis muy bien que la muerte es vida, y para quien se ha comportado bien es una vida radiante, llena de luz, de caridad y de amor. En el Paraíso no hay guerras ni litigios, sino solo amor. Haced la voluntad de Dios, orad. Oremos todos juntos por la curación de los enfermos y después inclinemos la cabeza y digamos: "Dios, que se haga tu voluntad".

Marisa - Ya lo sé, Virgencita, pero para quien está enfermo es difícil aceptar esto

Nuestra Señora - Ya lo sé, Marisella, no todos son como tu.

Marisa - Bueno, vale. En esta semana por dos veces he estado a punto de acabar la vida: el viernes ya no respiraba y también el fisioterapeuta se ha asustado y luego ayer tarde; ahora estoy un poquito mejor. Estoy contenta, porque puedo soportar el sufrimiento, aunque es muy duro, aunque duele. No quiero ser una carga para el Obispo ni para nadie. Lo que pueda hacer sola, déjamelo hacer, te lo ruego.

Nuestra Señora - Marisella, ahora tu camino ya está trazado, lo sabes desde hace años; yo estaré a tu lado. Conseguir todo cuanto has pedido no es fácil; tu sabes cual es la voluntad de Dios en lo que a ti respecta.

Marisa - Está bien, ya no digo nada más, aunque ésta es una medicina amarga que tomo, como todas las demás.

Nuestra Señora - Yo os digo ánimo, mis queridos hijos. Claro que, decir ánimo en estos momentos parece casi como burlarme de vosotros, pero lo digo porque estoy con vosotros, siempre con vosotros. Oh, vosotros no sabéis cuantas personas dicen que me ven, que tienen locuciones y visiones, pero no es verdad. Cuando estoy en la Tierra estoy sólo con vosotros y todos saben que estoy al lado de mi Obispo, cuando celebra la S. Misa,

Marisa - Sí, ya, ¡tu Obispo! Dios lo ha... bueno, vale, no quiero hablar, quiero ser buena sino al final me juego también el Paraíso y voy al infierno.

Nuestra Señora - No, Marisella, tu no irás al infierno, estate tranquila, ni siquiera al purgatorio.

Marisa - Tengo mis dudas, porque no soy buena como antes, estoy más molesta con vosotros, también con Dios.

Nuestra Señora - Recordad que el 21 es mi fiesta, mi presentación al templo. El 21 de noviembre de 1995, Marisella se hizo todos los exámenes para ver si estaba sana de mente o loca. Han hecho todo lo que hacen a las personas que tienen la alegría de verme, pero también mucho sufrimiento, porque son tratadas mal (para defenderse de algunas afirmaciones calumniosas divulgadas desde el Vicariato que hablaban de "fruto de fantasía y patología religiosa", Marisa fue sometida a visitas y exámenes clínicos en el Day Hospital de la Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales de la Universidad de los estudios de Roma La Sapienza el 10 de octubre de 1995 y el 21 de noviembre de 1995. El parte médico fue: ausencia de patología neurológica y siquiátrica. N. d. R). Ella ha sido tratada mal y todavía continúa siendo ofendida tanto por los hombres de la Iglesia como por ciertas personas que venían aquí.

Si queréis marcharos, marchaos en silencio, orad como os parezca o donde queráis, pero no calumniéis para defenderos. Si un lugar no os gusta, marchaos. Si os quedáis en este lugar es difícil, porque aquí se viene sólo para rezar. Marchaos. Alguno está diciendo dentro suyo: "También para limpiar, para trabajar y para coser", sí, también para esto. Para ayudar a mis dos hijitos. Aquí no es como en otros lugares, donde hay grandes juegos, éste es un lugar de oración, de amor y de caridad. Significa mucho para mi la caridad, el amor hacia todos los hermanos. Por amarme a mi, por amar a Jesús, a mi hijo Jesús, tenéis a todos en contra: parientes, amigos y sobre todo sacerdotes. El que ha soportado todo esto, tendrá el derecho de entrar en el Paraíso y ver a Dios. Ya lo sé, muchos padres han hecho sufrir y continúan haciendo sufrir a sus hijos y hermanos arrojando fango contra los hermanos incluso con otros que no os conocen. Si uno es inteligente y viene a observar como son las cosas, comprende por sí solo que aquí está la verdad. Si uno escucha solo por chismorrear, entonces todo va mal. Vosotros mi pequeño rebaño, que estáis aquí y tenéis entre vosotros aquellas pequeñas discusiones, las normales, como ocurre en toda familia, Dios os ama. Ama a todos, sobre todo a los enfermos, a los niños, especialmente a los del Tercer y Cuarto Mundo.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a los enfermos, a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 21 noviembre 2007 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Mirad que poco a poco Dios mantiene lo que ha prometido, pero tenéis que dejarle a Él que elija el tiempo.

Marisa - ¡Y quien dice nada! Sí, nosotros hemos rezado mucho por todas las personas que están enfermas y tu sabes que son muchas.

Nuestra Señora - En este momento Marisella estás viendo cuando entro en el templo con el pequeño Jesús y el viejo Simeón dice: "Ahora deja que tu siervo vaya en paz, porque ha visto al Mesías". También vosotros, cuando ocurre algo nuevo que da alegría, os tenéis que regocijar. Llamad y se os abrirá, pedid y se os dará y vosotros habéis pedido; especialmente tu, Marisella, has pedido y Dios te ha escuchado.

Marisa - Sí, pero podría escucharme también para otras peticiones... Está bien.

Nuestra Señora - En este día de hoy regocíjate de verme aquí, junto a mi amado esposo y al pequeño Jesús. Tu ves a la profetisa Ana y al viejo Simeón, que se han alegrado por la presentación del niño Jesús y por mi purificación, aunque no tenía necesidad. Quise hacer este gesto para dar testimonio a todas la madres de la Tierra. Es hermoso cuando podemos hacer algo de lo que no tenemos necesidad, pero la hacemos para dar testimonio a los otros; por otro lado, vosotros sois el Movimento Impegno e Testimonianza, y por lo tanto tenéis que hacer como hago yo. Si tenéis algo bonito id a decirlo a los otros, procurad que gocen también los otros, procurad que todos sean felices. El joven por el que habéis rezado tanto está mejor, ahora tendrá que hacer una larga convalecencia. Dios había prometido ayudarlo y ha mantenido la promesa, aunque aún queda mucho por hacer. Hoy ha sido evitado un accidente mortal a una niña de la comunidad. Cuantos accidentes hasta ahora no han ocurrido, porque yo estaba preparada para parar a los automóviles o a mantener en pie los ciclomotores; claro que no puedo salvarlos a todos, pero hago todo lo que puedo hacer como Madre, como Madre de Dios, pero tenéis que ser prudentes y responsables. Mi amor es tan grande por vosotros que, aunque seáis pocos yo vengo aquí y quiero estar con vosotros. A vosotros os parece poco el tiempo que me entretengo aquí, pero ya son doce las horas que estoy con Marisella.

Marisa - Gracias.

Nuestra Señora - Guardaos de las personas que hablan mal, de las lenguas perversas, de las maledicencias y sed prudentes cuando conduzcáis. Cuando hagáis una obra buena, hacedla de corazón, amad a todos y yo estaré siempre allí con vosotros.

Marisa - El niño Jesús, es pequeñito.

Nuestra Señora - Os dejo, mis queridos hijos, participad con amor en la S. Misa. Continuad rezando por las personas enfermas, tanto de espíritu como de cuerpo. Que Dios os ayude a todos.

Marisa - Necesita un poco de tiempo.

Nuestra Señora - Sed felices, os felicito a todos, especialmente a las madres.

Marisa - Después me lo dices.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, ahora os dejo, tengo que marcharme, yo también tengo cosas que hacer, pero cuando vuestro Obispo empiece la S. Misa, estaré a su lado para rezar, participar en la S Misa y Comulgar. Marisella veo que tienes un poco de dificultad al traducir, porque no respiras bien y por tanto te fatigas.

Marisa - Quería pedirte que me ayudes a respirar un poquito mejor, solo un poco. Desde la mañana hasta la noche tomo siempre medicinas y oxígeno, pero no mejoro. Hazme estar un poquito mejor, no tanto por mi, sino por los que están a mi lado.

Nuestra Señora - Gracias, mis queridos hijos. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Bendigo a todos los enfermos y a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Roma, 23 noviembre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Con gran alegría he visto rezar y pedir gracias para las personas enfermas. Dios decide, Él sabe cuando intervenir, Él conoce los tiempos, Él lo sabe todo. ¿Quiénes sois vosotros para decir cuando tiene que intervenir? Yo os doy las gracias a todos por el empeño que habéis demostrado al ayudar a las personas enfermas. Hay todavía mucho que hacer, hace falta todavía rezar por las personas enfermas, porque hay muchas, sobre todo en vuestra comunidad. Si los enfermos se curan, espero que no se comporten como los nueve leprosos que no volvieron atrás para dar gracias a Jesús. El amor, la caridad hacia todos es la oración más grande y más hermosa que os une a Dios.

Cuando en el pasado alguno (N.d.R. el Obispo) rezaba a Dios, no era fácil invocarlo como Papá, Hermano y Amigo, porque para él era un momento muy trágico, pero ha pronunciado siempre estos apelativos. El sufrimiento no os tiene que alejar de Dios, sino que os tiene que acercar a Él, porque vivís en este planeta Tierra donde los sufrimientos existen y existirán siempre. Como, por desgracia, hay siempre piratas de la carretera que matan, personas enfermas en casa o en los hospitales y los que hacen daño a los niños y otras cosas. Por esto os digo que recéis siempre, que no os canséis de rezar. Orad por los ancianos, para que acepten la voluntad de Dios, para que hagan lo que Dios pide. A veces vivir es duro, es difícil, pero si uno se agarra a la oración, la vida se vuelve más fácil. Tengo que decir que en medio de vosotros ha habido un pequeño héroe del sufrimiento, ha sido muy valiente al aceptarlo todo, aunque ha tenido que afrontar momentos difíciles. Tenéis que continuar rezando por las personas enfermas y dar gracias a Dios si se curan, porque solo Dios da las gracias y hace los milagros. Pueden haber intermediarios, pero es Dios el que lo hace todo. Orad a Dios para que os ayude siempre y veréis como todo se vuelve más fácil. A veces hay cansancio, hay debilidad, tu sabes algo sobre ello, ¿verdad?

Marisa - Quería preguntarte: ya que empieza el Adviento y que hoy para mi es un viernes santo, ¿crees que Dios me dará alguna cosa?

Nuestra Señora - Marisella, no lo sé; sé que ésta es tu vida, es lo que tu has aceptado.

Marisa - Sí, pero he pedido también el estar un poquito mejor, tener un poco de voz y sin embargo... De todos modos si tengo que decir gracias, lo digo de buena gana: "Gracias por la ayuda que me habéis dado"

Obispo - La ayuda la ha habido, pero el Obispo habría deseado más. Marisa - La ayuda la ha habido, pero el Obispo habría deseado más.

Nuestra Señora - Ei! Ei! Ei! Excelencia. Pedid, llamad, buscad, es verdad que el Evangelio dice esto, Jesús ha dicho esto, pero vosotros no conocéis a Dios y su modo de actuar.

Marisa - Yo, Marisella, te doy las gracias a ti, María, y tu sabes de qué, no acabaré nunca de darte las gracias. Claro que es a Dios al que doy todas mis gracias. Haz que la vida de aquel joven continúe serena y tranquila. De todos modos te damos las gracias y te prometemos rezar por todos los enfermos, especialmente por los que conocemos, que forman parte de la comunidad y por todos los niños.

Obispo - Sobre todo de Bangladesh.

Marisa - Ha dicho que ha oído.

Nuestra Señora - Está bien, ánimo, hijitos, creo que ya habéis sentido mi presencia.

Junto a mi Obispo y vuestro bendigo a todos los enfermos, a todos los niños y a todos los que aman a Dios. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Niños, ¿me mandáis un besito? En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós. Gracias, una vez más.

Roma, 25 noviembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo

Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Ya que es mi fiesta, he venido a traeros la Carta de Dios. Hoy es la gran fiesta de Cristo Rey. Recordad, Rey sin corona, tengo sólo una corona de espinas.

Comprendo vuestro amor, vuestro entusiasmo al aclamar el hosanna a Jesús Rey. En el Paraíso nadie es rey, nadie tiene la cabeza cubierta. He venido para ayudaros a continuar adelante. Haced aquel pasito del que ha hablado la Madre del Cielo; un paso cada vez y continuad adelante, no volváis nunca atrás. Sé que a veces es difícil para quien permanece en casa el seguir las funciones, la procesión, la S. Misa y todo lo que durante años ha sido preparado por alguno que hoy no puede hacerlo ya. Yo lo veo, siento su dolor y siento su añoranza. Por la noche hace propósitos que por la mañana no puede mantener, pero yo soy feliz igualmente. Ahora vuelvo mi mirada y os veo a todos: buenos y menos buenos. Veo a los niños, que aún no comprenden la importancia de la S. Misa, veo a los grandes, veo a los ancianos, pobrecitos, que no están bien, y sin embargo están aquí presentes. Yo, Jesús, no vengo con frecuencia como mi Madre y vuestra, porque ella es la mensajera. Yo vengo cuando hay una fiesta grande o cuando decido decir alguna cosa. Pero ¿qué os puedo decir que no haya dicho ya? Si releéis los mensajes desde 1993 hasta hoy encontraréis muchas palabras que Dios ha dictado, ¿pero han sido puestas en práctica? Cada vez que se leen, los mensajes son cada vez más hermosos. El Obispo hace sentir la belleza y la importancia de las cartas de Dios. Él enseña a amar a Cristo, a la Virgen, a los santos y a los ángeles y a amaros el uno al otro. Ama al prójimo como a ti mismo, y entonces comprenderás que todo es fácil, todo es hermoso.

Orad por las personas enfermas; el que ha ido por los hospitales con la Madre del Cielo sabe perfectamente lo que hay allí. A veces el personal se comporta bien y a veces mal, entonces el enfermo tiene que estar dispuesto a sonreír, para que el personal no esté de mal humor o sea rencoroso. Los hospitales están llenos y no todos los enfermos pueden encontrar sitio. Si en Italia es así, pensad como será en el Tercer Mundo donde los niños mueren de hambre y de sed y no tienen medicinas. ¿Qué será de ellos?.

Marisa - Yo no lo sé. ¿Tu puedes hacer algo?

Jesús - Os invito a rezar por todas las personas que sufren, por los niños y por los ancianos; el anciano tiene que ser ayudado porque se vuelve como un niño. Es verdad que es más fácil ayudar a un niño que a un anciano, esto lo entiendo, pero vosotros podéis hacerlo, porque habéis recibido mucho.

Fiesta de Cristo Rey, el Cristo que triunfa, el Cristo que Dios os ha dado para reabriros el Paraíso. Yo soy el que soy.

Ánimo a todos.

Marisa - Mira, llega Nuestra Señora.

Nuestra Señora - No tengas miedo, Marisella, no tengo nada que añadir, solo digo: junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos; a todos los enfermos, a los niños, a los ancianos y a los misioneros. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa, intenta levantarte.

(Marisa se dirige hacia el joven y le impone las manos en la cabeza)

Nuestra Señora - Sois hermanos en el sufrimiento, tu eres joven, sanarás completamente y estarás como nuevo.

Roma, 30 noviembre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Segundo día de la novena a María Inmaculada. Soy siempre yo, porque la Madre de la Eucaristía abarca a todos los títulos. Doy las gracias a aquellas personas que hacen el sacrificio de venir de lejos, porque Roma es una gran ciudad y para recorrerla se necesita tiempo.

Os recomiendo que recéis muchísimo por los enfermos, por los niños, por vuestro Obispo, sobre todo por las personas enfermas que están solas en los hospitales, porque nadie va a verlas; vivir en un hospital solo es muy triste. Cuando enfermó mi querido José yo estuve siempre con él, no lo dejé ni siquiera por un minuto, hasta que él me dejó a mi. Cuando tengáis en casa a un enfermo, tratad de ser más dulces y de estar más a su lado.

Tratad de amaros y de quereros. Haced la novena en honor de María, Madre de la Eucaristía, por todas las personas que están en dificultades y yo estaré siempre con vosotros.

Mis queridos hijos, os he referido tantas cartas de Dios que ha llegado un punto en el que ya no tengo más palabras que deciros, si no es el repetiros que recéis, que os améis, que os queráis, que estéis unidos. Os abrazo a todos y os quiero; tratad también vosotros de quereos. Tengo que haceros una recomendación: no aflijáis a vuestro Obispo con problemas humanos que os afectan a vosotros personalmente. Vuestro Obispo tiene que ayudaros en el camino espiritual, puede daros también algún consejo, pero recordad que está muy ocupado con su trabajo y con las personas enfermas. Tratad de ayudarlo con la oración, no vayáis siempre a llorar sobre sus hombros, porque es bueno y está dispuesto a ayudar a todos. ¿Habéis pensado alguna vez: quién le ayuda a él? Él, ¿con quién habla? ¿Con quién se desahoga? Cuando tiene necesidad, intervengo yo, interviene Jesús, interviene su amado José y la abuela Yolanda, porque queremos que se desahogue con Nosotros, que apoye su cabeza sobre el corazón de Jesús, como ha sucedido muchas veces. Cuando os ocurran situaciones humanas preocupantes, ayudaos mutuamente, quereos.

A todos, buena y santa novena, que no acaba, porque después empieza la del Niño Jesús. Cuántas oraciones pide la Virgencita, ¿verdad?

Marisa - Sí, pero nosotros estamos contentos. ¿Puedo pedirte que me hagas estar un poquito mejor?

Nuestra Señora - Marisella, tu te has dado toda entera a tu esposo.

Marisa - Está bien, ¿puedo recuperar algo? Está bien, haced lo que queráis, yo estoy aquí.

Nuestra Señora - Gracias a todos vosotros. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, sobre todo a los enfermos, a los necesitados y a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós. Perdóname si... Está bien. Adiós.

Mensajes de Diciembre de 2007

Roma, 1° diciembre 2007 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es el primer sábado de mes. Yo os recuerdo continuamente que las apariciones han empezado en primer sábado de mes: es muy importante el primer sábado.

Ahora os pregunto: ¿por qué no empezáis a leer los mensajes del primer libro, uno al día? ¿Pido demasiado? Una página del Evangelio y un mensaje al día, ¿es demasiado? No, mis queridos hijos, podéis hacerlo, ánimo. Esto lo digo sobretodo a los jóvenes, ¿verdad Yari? Nombrando a Yari, que es el jefe, quiero decir todos los jóvenes.

Marisa - Él trabaja mucho con el ordenador para publicar los mensajes, pero también los lee.

Nuestra Señora - Marisella, no hagas de abogado defensor, cuando hablo de Yari. Eres mi pequeña pizpireta.

Marisa - Oye, nosotros estamos rezando por las personas enfermas, por nuestros niños, para que crezcan todos bien, sanos, buenos, limpios por dentro y fuera. Oramos también por los otros niños que no conocemos, por los niños del Tercer Mundo; tu sabes que encariñada estoy con ellos.

Nuestra Señora - Os dais cuenta por vosotros mismos de cuantas personas necesitan oración, ayuda y consuelo. No os canséis nunca de rezar. No hay necesidad de tener siempre la coronilla en la mano y pararse a rezar, no; podéis rezar mientras hacéis las faenas de casa, mientras estáis en el coche, es suficiente un Padre Nuestro, un Gloria al Padre; honrad a la Trinidad. También los pequeños y el jovencito pueden decir un Ave María, un Gloria al Padre, un Padre Nuestro. No hace falta mucho tiempo, ¿verdad, Samuel?

Marisa - El jovencito se llama Jacobo.

Nuestra Señora - Sí, ya lo sé, ya he hablado de él.

Marisa - Nuestros niños son buenos.

Nuestra Señora - Sí. Está también Mauro, Paolo y David María; los niños están superando en número a los ex jóvenes, por esto doy gracias a Dios.

Marisa - Mira, te quería recordar también a Oriana y Paola.

Nuestra Señora - Sí, sí, ya lo sé, Marisella, no te preocupes, tienes que pensar también un poco en tí misma.

Marisa - Ayer, cuando te pedí que me dejaras estar un poquito mejor, solo un poco, para ser independiente me dijiste: "Eres tú la que lo has dado todo". Por esto no pido nada.

Nuestra Señora - Orad, mis queridos hijos. Hoy es el tercer día de la novena y el primer sábado de mes. Hay muchos enfermos y niños que tienen necesidad de todo. También en Italia hay niños que tienen necesidad de ayuda, pero en África, en Asia y en tantas otras naciones hay niños que mueren de hambre y no tienen medicinas, no tienen vestidos, no tienen nada. Hay también niños ciegos y niños que tienen cáncer. Hay mucho por lo que rezar y yo rezo siempre con vosotros. Cuando uno de vosotros reza yo estoy a su lado. ¿No me preguntas nada más, Marisella?

Marisa - No, de todos modos me dices siempre que tienes que preguntárselo a Dios. ¿Cuándo iré con Dios? Además me habéis dicho que tengo que rezar a Dios por mi partida. ¡Mira cuanto tiempo ha pasado!.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, estoy siempre con vosotros. Vuestra hermana, a pesar de los dolores que sufre día y noche, y todo lo demás, es capaz de bromear conmigo y con vosotros y de llamar la atención a las personas que no se comportan bien.

Marisa - También a mi me llaman la atención.

Nuestra Señora - Está bien. Ahora oremos todos juntos. Alargad los brazos e invocad: Padre Nuestro... Gloria al Padre...

Gracias, mis queridos hijos. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós, saluda a mi madre, dale un beso de parte mía, de parte nuestra. ¿Cuándo me la traes de nuevo? Hace tiempo que no la veo.

Nuestra Señora - La verás el día 8, porque iremos arriba al Paraíso, pero tendrás que volver a la Tierra

Marisa - Está bien, después se verá. Está bien, adiós.

El 8 estaremos en el Paraíso.

Roma, 8 diciembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - Hoy es una gran fiesta: la Inmaculada Concepción. Yo, Jesús, he venido junto a mi Madre y a mi amado José. Hemos escuchado lo que el Obispo os ha dicho. Ha recitado una oración hermosa, sentida y sufrida, que por su sencillez y profundidad ha conquistado todos los corazones. Yo, Jesús, me he conmovido; la oración del Obispo me ha impactado mucho. Yo y la Madre nos hemos mirado y he visto dos lagrimones salir de sus ojos, como han salido de los ojos de S. José, de la abuela Yolanda y de todos los que me circundan.

Hemos pedido mucho a algunas almas y todas han respondido que no, excepto dos: mi Obispo y mi esposa; por esto nos hemos apoyado completamente en vosotros, mis queridos hijitos. Os hemos dado y continuamos dándoos una gran fuerza, aunque en los momentos de gran sufrimiento no lo advirtáis. Marisella, esta noche te he ayudado. Tenías fuertes dolores por la pasión y grandes sufrimientos naturales y el Obispo te ha dado a Mi, Jesús Eucaristía, y he dicho: "Basta de sufrimiento" y te he hecho dormir. Es triste para Nosotros poder contar solo con poquísimas personas para hacer renacer la Iglesia, que está gobernada muy mal. Sus pastores buscan sólo sobresalir, destacar. Hablan mal de algunas naciones y no se dan cuenta que al final puede estallar un conflicto porque sus ciudadanos pueden cansarse de sentir ofensas y juicios duros contra su patria. Yo he dicho: "Primero quita la viga de tu ojo y luego la paja del ojo de tu hermano". Los pastores de la Iglesia tienen que quitar la viga de sus ojos y luego la paja de los sencillos fieles que los siguen.

Los hombres de la Iglesia no atraen a las almas, por esto digo al Obispo Claudio: no te quedes más encerrado en tu casa, sal fuera, ve en busca de las personas con las que puedes contar y no tengas miedo de encontrarte también con las que no te aman, o mejor, te odian y son envidiosas y están celosas en lo que a ti se refiere. No tengas miedo de ellos, porque tu estás en regla delante de Dios y de los hombres. El que no cree en ti, es un gran pecador y un gran sacrílego.

Hoy María es festejada como Inmaculada Concepción, pero es siempre la Madre de la Eucaristía, Madre de todas las madres.

Marisa - Jesús, ¿no hablas más?

Jesús - No. Estoy conmovido.

Marisa - Si os habéis conmovido, si os salen las lágrimas de los ojos, ¿por qué no dais una ayuda a nuestro Obispo? ¿Por qué no mandáis a alguien que lo ayude? ¿Nos hemos equivocado al decir siempre sí a todo lo que nos habéis pedido? Habría querido decir alguna vez que no, pero no he sido capaz, decir siempre sí ha sido más fuerte que yo, porque me parecía que os faltaba al respeto, que os ofendía. Hemos refunfuñado, pero siempre lo hemos aceptado todo. Jesús, te lo ruego, ayúdanos. Mira qué pocas personas están a nuestro lado. Es verdad que no tenemos un prado para acoger a muchas personas, pero somos verdaderamente pocos. A todos vosotros los del Cielo que me estáis escuchando, os pido ayuda y apoyo para nuestro Obispo. Repito una vez más: cuanto antes venga yo al Paraíso antes sube a las alturas estupendas, a las alturas maravillosas.

Humanamente hablando, se han burlado de mi muchas veces. Me has hecho prepararlo todo para mi partido y todavía estoy aquí, enferma y sufriendo. Trato de esconder muchos dolores, pero no siempre lo consigo, por esto también yo pido Vuestra ayuda, para que nadie se dé cuenta, especialmente el Obispo, de que estoy sufriendo. Ayer noche y esta noche me has secado la sangre, pero ha quedado alguna manchita en el cojín y se han dado cuenta. Me habéis prometido que las heridas no se abrirían más y la sangre no saldría y sin embargo otros han visto lo que yo no quería que se viera. He ofrecido mi vida por el Obispo y quiero sufrir cuanto pueda por mi hermano, porque no quiero ver que está tan decaído moralmente. Era brillante, sonriente, siempre dispuesto a ayudar a los otros y lo, nosotros los romanos decimos, deprimido.

Jesús - Vosotros todos los que estáis presentes ayudad a este pobre Obispo, orad, orad, orad por él. Ha hecho siempre el bien y no me ha ofendido nunca ni a Mí, ni a la Virgen, ni a ningún hombre de la Tierra, sin embargo ha sido escarnecido, ofendido, calumniado e incluso escupido por las hermanas en via delle Benedettine. Vuestro Obispo ha inclinado la cabeza y ha cambiado de acera. No, esto no tiene que repetirse en absoluto. ¿Por qué las personas que se comportan mal, los pedófilos, los inmorales, los deshonestos, si no molestan, no son reprendidos? ¿Qué ha hecho vuestro Obispo para ser condenado?

Marisa - Yo he pedido solo que él vuelva a formar parte del clero con la cabeza alta, no he dicho ni como Obispo o Papa. He pedido que los que lo han condenado injustamente, se arrepientan y se den cuenta de que le han hecho mucho daño a él y a las personas que lo estiman y aman.

Jesús - Por desgracia los que lo aman son pocos en comparación con los que lo odian o alimentan envidia y celos respecto a él, pero también ellos tienen que morir e irán al infierno. Recordad que el que ofende o calumnia a un sacerdote o a un obispo peca gravemente y si celebra la S. Misa y Comulga comete sacrilegio. He ahí porque la Madre os dice a menudo: "Recibid a Jesús en gracia".

Si alguna vez tenéis preocupaciones, que no serán nunca tan grandes como las de vuestro Obispo, levantad los ojos al Cielo y pedid ayuda a Dios. Es verdad que los niños dan trabajo, pero es mejor que den trabajo los niños que se comporten mal los grandes. Los niños no pecan, pecan los grandes. A María Inmaculada, a la Madre de la Eucaristía pedidle este regalo: haz que nuestro Obispe triunfe.

Marisa - Quería pedirte: "¿Donde ha ido a parar el hermano Gino?".

Hermano Gino - Heme aquí, Marisella, estoy en el Paraíso.

Marisa - Te recordaba feo, perdona, perdona. Ahora eres hermoso.

Jesús - ¡Si supieses cuanto ha sufrido el hermano Gino! Todos vosotros, cuando sea la hora, subiréis al Paraíso y gozaréis. Sonreid, sed alegres.

Marisa - No te olvides de aquél joven nuestro. Te encomiendo a los niños, a los jóvenes, a los adultos de nuestra comunidad, pero sobretodo a nuestro Obispo.

Felicidades, Virgencita. No tengo nada más que decirte, sino que estoy muy probada. Trataré de sonreír.

Se ha ido Jesús y se ha quedado Nuestra Señora.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os doy las gracias por vuestra participación. Doy las gracias a las personas venidas de lejos por amor al Obispo.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los ancianos y a los misioneros. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - ¿Me dejas bajar?

Nuestra Señora - Haz lo que te diga el Obispo, Marisella, obedece. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Los ángeles han cogido a Nuestra Señora y la han llevado arriba, arriba, arriba. Tenía muchas flores a su alrededor.

Roma, 9 diciembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy no está Jesús. Hoy, como sabéis bien, es el segundo domingo de Adviento. Este año no he dicho que preparéis la canastilla para el pequeño Jesús que tiene que nacer. Cuando la madre espera un niño, prepara todo lo que hace falta de modo que cuando nazca tenga de todo. Por desgracia cuando nació el pequeño Jesús yo no tenía mucho, tenía solo un pequeño paño que he usado como mantita para resguardarlo del frío. He aquí porque se dice que el buey y el asno lo han calentado. Tenía que tener a Jesús apretado fuerte contra mi corazón para calentarlo. Vosotros, como cada año, preparad la canastilla para el pequeño Jesús, con los sacrificios, los florilegios y las oraciones. La oración más grande y más importante es la S. Misa y la S. Comunión. Es inútil ir a Misa y no recibir a Jesús Eucaristía, o peor aún recibirlo sin estar en gracia, esto hace sufrir a Jesús y a mi. Yo no hablo para vosotros, sino para todo el mundo, para los sacerdotes y cuando digo sacerdotes quiero decir del sacerdote mas grande al más pequeño, para las hermanas y los laicos. ¡Cuantas personas por respeto humano reciben la S. Comunión en pecado y cometen sacrilegio! ¿Y luego queréis que llegue la paz? ¿Quién hace sufrir al pequeño? ¿Quién hace sufrir al pobre? Los grandes; no los grandes de edad, naturalmente, sino los que se sienten que ya han llegado arriba, que tienen poder. Cuando alguno sufre y no viste bien, es apartado. ¿Te suena, Marisella?

Marisa - Calla. Esto no tenías que decirlo.

Nuestra Señora - Os digo a vosotros, pequeño rebaño, al que Jesús y yo amamos mucho y sobre el que hemos puesto los ojos, preparad la canastilla al Niño Jesús. Os hago una recomendación: todo tiene que pasar a través del Obispo. Ninguno de vosotros se tiene que sentir superior o tomar iniciativas que el Obispo no conoce: esto es respeto. Vosotros sois todos iguales, desde Marisella para abajo. Ninguno tiene que asumirse responsabilidades que no le competen, decir algo que el Obispo no ha dicho, o cambiar lo que ha decidido. Sois más fuertes, más expertos. Cuando alguno cambia arbitrariamente las disposiciones recibidas, tenéis que actuar con rapidez y decir: ¡No, el Obispo no ha dicho esto! O bien: ¿Lo sabe el Obispo? Una piedra se tiene que limar por todos los ángulos para que se vuelva lisa, vosotros limad vuestros ángulos, tratad de ser humildes. Ha empezado el año de la Esperanza. Hay todavía pequeños ángulos que limar al preparar la iglesia y la basílica. Es fácil estar de acuerdo cuando hay humildad y confianza hacia la persona. Podéis equivocaros porque sois hombres, pero subsanadlo enseguida.

La Navidad está cerca, el Niño Jesús está a punto de nacer, preparad su canastilla. Haced rezar a vuestros niños. Que una niña no meta más el dedito en la boca: esto es un florilegio para el Niño Jesús.

Marisa - Mira que ella te oye, porque es inteligente.

Nuestra Señora - Saretta, ¿quieres quitarte el dedito de la boca? Que todos vean lo guapa que eres.

Marisa - Hace falta paciencia.

Nuestra Señora - Bien, mis queridos hijos, no digo nada más. Pequeños y grandes, preparad la canastilla a Jesús, los pequeños en las pequeñas cosas, los grandes en las cosas grandes. Una niña no puede decir un rosario, no puede hace una penitencia, pero puede decir una pequeña oracioncita.

Mis queridos hijos, siempre vengo en medio de vosotros con gran alegría y si hay algo que decir, tengo que llamaros la atención, tengo que hacerlo. Repito lo que dice vuestro Obispo: tengo que llamaros la atención porque al infierno por culpa vuestra no quiero ir. Y como yo estoy en el Paraíso y al infierno no voy, y no quiero ni siquiera verlo, haced como os he dicho: llamad la atención con amor y con caridad a las personas y tened esperanza de que cambien.

Alguno está pensando: ¡Nuestra Señora se está alargando como el Obispo! Sí, y quiero decir todavía una cosa: hay alguno que durante la Misa, o mientras espera al Obispo para la Misa, se gira a mirar atrás; esto no es bonito. ¿Qué os importa quien entra o quien sale? Mirad siempre al altar. Cuando estabais en la capillita era un continuo girar las cabezas. Cuando se abría la puerta, os girabais todos a la vez; no, esto no es bonito, quiere decir que no estáis en oración. Orad, amaos y esperad siempre en Dios, Padre Omnipotente.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños, grandes y pequeños, a los enfermos, a los ancianos y a los misioneros. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Sara, ¿mandas un besito a la Virgencita? Muy bien.. Emmanuel, gran filósofo, manda un besito a la Virgencita.

Roma, 14 diciembre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Con gran alegría estoy aquí para rezar con vosotros. Ya lo sé que estos días en la Tierra son difíciles a causa del tráfico y del frío, pero haced el sacrificio de venir. Pensad cuanta gente va lejos, de una ciudad a la otra, de un santuario al otro, como de una zona a la otra de Roma. Cuando os veo reunidos para rezar, me conmuevo y espero, como vosotros, que Dios Padre venga a decir lo que también vosotros esperáis.

Mis queridos hijos, está a punto de llegar la S. Navidad, y todos son más buenos, se intercambian las felicitaciones y hacen ofrendas para los necesitados. Por desgracia a causa del tráfico se deja la oración, la S. Misa, la Comunión; no hablo solo a vosotros aquí presentes, me dirijo a todos. En las grandes fiestas los hombres piensan solo en comer, dónde ir y qué regalos hacer. Orad al pequeño Jesús, que viene cada año a haceros compañía. Tenéis con vosotros a Jesús Eucaristía, es él el verdadero triunfo de vuestra vida. Es necesario ser siempre buenos y orar siempre, no solo cuando pedís alguna gracia o una ayuda. Comprometeos, para que Jesús tenga la canastilla y esté calentito. Yo estoy siempre con vosotros, soy la Madre de todos los hombres de la Tierra. Cuando os hablo a vosotros, veo otras ciudades, otras naciones, veo el mundo entero al que querría sacudir y decir: orad, convertíos. Jesús espera la verdadera conversión.

Gracias, mis queridos hijos, gracias si ponéis en práctica cuanto os digo y os he dicho en tantas cartas de Dios, porque Dios os ama, a pesar de todo y a todos. Marisella, Dios os ama.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los enfermos, a los niños y a los ancianos. Oh, cuantas oraciones haría falta decir por todas estas intenciones, especialmente por los niños del Tercer Mundo.

Os traigo apretados, apretados junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Buena y santa novena, que empieza mañana. No comprendo porque en otras iglesias la empiezan el día 16. Se empieza el 15 porque el 24 es vigilia y la novena tiene que estar acabada.

Obispo - El 23 es su cumpleaños.

Nuestra Señora - Si contáis los días os daréis cuenta: 15+9=24.

Marisa - El 23 ¿le felicitarás?

Nuestra Señora - De todos modos nos vemos a menudo, nosotros.

Marisa - Está bien.

Nuestra Señora - Ahora participad con mucho amor en la S. Misa. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Roma, 16 diciembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, no te has dado cuenta de que yo estaba presente.

Mis queridos hijos, hoy es el tercer domingo de Adviento y la Navidad se acerca. Tratad de terminar la canastilla de la que os he hablado. Hace mucho frío; he visto trabajando a personas que estaban tan tapadas que sólo se les veían los ojos. Por todas partes está nevando, la naturaleza es hermosa con la nieve. Os digo esto para haceros comprender que yo lo veo todo, lo sé todo y estoy siempre a vuestro lado.

Marisella, lo que tu pides, es todavía pronto para ser concedido. Sí, sé cuan grande es vuestro sufrimiento, el del Obispo y el tuyo, pero como ya os he dicho muchas veces, es difícil comprender los porqués de Dios. Continuad adelante con paciencia, con confianza y con esperanza. No digáis que Dios está durmiendo, Él sabe lo que tiene que hacer. También Nosotros cuando vamos a hablarle le exponemos muchos porqués; es espontáneo preguntar, pero luego nos arrodillamos con la cabeza baja y oramos por todos los que sufren.

También aquí han habido gracias, además de los milagros, solo que las personas una vez obtenido lo que han pedido, lo olvidan y se alejan. En cambio el que continúa viniendo, incluso con frío, quiere al Obispo, pero sobretodo quiere a mi Hijo Jesús. Como ya he dicho, sufro cuando las personas reciben a Jesús sin estar en gracia. Si no estáis en gracia, si faltáis a la caridad, no podéis recibir a mi Hijo Jesús. Repito: esto no lo digo solamente para vosotros que estáis aquí presentes, sino para todo el mundo. También aquí alguno cojea, no tiene amor, no tiene caridad; esto no es bonito. Yo no he enseñado esto, yo he enseñando a amar a Dios y al prójimo. Lo repito, esta mañana me repito a menudo, es fácil amar al hermano, a la hermana, a la madre o al padre, el amor del que hablo es hacia todos, sobre todo hacia los que sufren. En estos días se realizan muchas buenas acciones. ¿Es necesario esperar la S. Navidad para amar, para hacer regalos, para hacer compañía a un enfermo? No, recordad: para el que cree, para el que ama a Jesús Eucaristía, cada día es Navidad; todos los días tiene que hacer acciones para ayudar al próximo. La caridad ha de estar en primer lugar de todo, siempre.

Alguno que cojea, por fortuna son poquísimos, pero hace sufrir porque después de tantas cartas de Dios, tantas enseñanzas, tantos reclamos maternos, todavía tiene algún ángulo que limar. Ea, pues, ofreced la canastilla al Niño Jesús: amaos entre vosotros, ayudaos entre vosotros, no seáis orgullosos, soberbios. Cuando recibáis a Jesús Eucaristía, tenéis que estar siempre en gracia de Dios. Faltar a la caridad es grave. Terminad esta novena ultimando la canastilla para el pequeño Jesús. Él, como siempre, viene en medio de vosotros, y vosotros ¿cómo lo recibís? A vosotros os toca responder, ¡diría el Obispo! Porque el Obispo primero hace una pregunta y luego dice: os toca responder. Yo digo lo mismo: os toca responder.

Marisa - Oye: mañana una persona empieza a trabajar. ¿Podrías ayudarlo y acompañarlo? Porque para nosotros es una gracia grande que vuelva a trabajar.

Nuestra Señora - ¿Acaso os he abandonado? A vosotros os parece que la Madre a veces os abandone, pero no es así. Vuestra hermana tiene un secreto muy grande que la está destrozando, aunque no lo demuestre, y hace referencia justamente a la Iglesia. Es un secreto y no lo puede comentar con nadie, os pido que recéis por ella.

Los hombres, especialmente los que se sienten grandes, no se convierten, es más, han retrocedido todavía más. Ayer tarde vuestra hermana os contó como aquel señor respondió al obispo que le había pedido que volviera a examinar todo el caso, después que hubo leído toda vuestra historia en Internet.

Marisella, es un cardenal, no un obispo.

Marisa - Bueno, pero a mi me gusta más decir obispo.

Nuestra Señora - Aquel señor respondió: "Yo no entro en Internet y por tanto no entiendo de estas cosas". Esta respuesta ha sido dada por un personaje a un cardenal. ¿Qué significa no entro? Porque si un cardenal pide que se vuelva a examinar un caso, ¿le responde así? Ved porque digo: los grandes hombres de la Iglesia han vuelto atrás y continúan retrocediendo; pensando en el poder y en el dinero.

¿Qué sucede, Excelencia?

Obispo - He hecho un gesto y has comprendido el significado; usemos la escoba, limpiemos la Iglesia.

Nuestra Señora - Sí, pero quizás las escobas se han terminado, porque la bruja se las ha llevado todas.

Obispo - Pero nosotros estamos todavía y, cuando Dios quiera, podemos hacer la limpieza de la Iglesia.

Nuestra Señora - Tienes razón, estoy contigo. Por desgracia aquellos señores van hacia atrás, continúan yendo hacia atrás, continúan haciendo sacrilegios, muchos, muchos, muchos. Ya que vosotros estáis aquí reunidos para rezar y vivís en gracia, aunque alguno cojee, orad por aquellas personas, no hay necesidad que diga sus nombres; vosotros habéis comprendido muy bien a quien me refiero, porque vuestro Obispo no os esconde nada y os lo ha dicho todo.

Buena continuación de la novena. Mando mi beso a todos los niños: dejadlos gritar, dejadlos hacer, dejadlos jugar, no seáis demasiado intransigentes como padres.

Marisa - Tu hablas bien, porque el Niño Jesús era bueno.

Nuestra Señora - Tenía sus caprichos también él, no te preocupes.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, digo santo Obispo porque lo es verdaderamente. Para Dios no hace falta esperar a que una persona muera, vaya al Paraíso y se despliegue el lienzo para que sea considerado santo, él ya es santo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisella, ¿puedes levantarte e ir con las niñas?

Marisa - No sé donde están.

Nuestra Señora - Ven conmigo.

Marisa - ¿Me haces levantar porque dices que esto es gimnasia?

Nuestra Señora - Ven conmigo.

Marisa - Vamos.

Este beso os lo manda la Virgencita. ¿Vale?

Niños - Sí, sí.

Obispo - Mandad un besito a la Virgncita. Muy bien.

Marisa - Son solamente tres. Samuel y Jacobo no han vendido.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Felicidades y buena S. Misa a todos. Orad, orad, orad, no tengo nada más que deciros.

Marisa - Yo diría muchas cosas. Está bien, está bien. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén. Adiós. Gracias. Protege a los niños y haz que nazcan otros niños, tu me has comprendido. Adiós, Virgencita, espero que no ofenda nunca a Dios. Adiós. Se van. ¿Ves lo que hacen?

Obispo - No, no lo he visto.

Marisa - Se han ido, como si fuese…

Obispo - ¿Una nube?

Marisa - Una nube.

Roma, 21 diciembre 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

hemos llegado al séptimo día de la novena. Sé que para muchos es difícil y fatigoso venir al lugar taumatúrgico por lo lejos y por el tráfico, pero en el Paraíso no hay tráfico. Quería hacer una broma, hijos queridos, y deciros que oréis, durante la novena que estáis haciendo con tanto sacrificio. Pensad en los pobres, en los niños que mueren, ayudad a vuestro Obispo en todo y para todo.

Sé que algunos están viviendo momentos difíciles a causa de la salud y por otros problemas. Ponedlo todo en el corazón del Niño Jesús, cuando la noche de Navidad esté con vosotros. Orad más que nunca. No creáis que Italia vaya bien, no, no va bien. No actúan bien ni los peces gordos de la Iglesia ni los peces gordos del Estado. Muchos no tienen confianza ni en el Estado ni en la Iglesia. Orad, continuad la santa novena y esperad con amor al pequeño Jesús.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños, a los enfermos y a los ancianos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Roma, 23 diciembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

He venido con gran alegría, porque dentro de poco nace el pequeño Jesús. Sé que muchos de vosotros han preparado la canastilla. Tu canastilla, como la del Obispo, es muy grande y es para muchos niños pobres y para todos los que sufren.

Marisa - Oye, Virgencita, ¿podrías darme al menos un poco de voz para poder hablar?

Nuestra Señora - Sí. Ahora solo tenéis que continuar orando. Habéis tenido una gran gracia en la familia, gracias a Dios, pero también a ti, Marisella, y a todas las personas que han ofrecido oraciones y sacrificios. Hoy es el cumpleaños de una persona muy querida por mi: felicidades de parte de todos Nosotros los del Paraíso.

Abuela Yolanda - Felicidades, Yari, soy la abuela.

Marisa - ¡Oh mamá! Hacía mucho que no te oía.

Nuestra Señora - He venido sólo para daros la bendición a todos, junto a mi Obispo porque no quiero cansar demasiado a Marisella.

Marisa - En lugar de no hacerme cansar, ¿no podrías hacer que estuviera un poquito mejor? Te he pedido sólo un poquito, más por los demás, por las personas que están a mi lado, que por mi.

Nuestra Señora - Yo te digo solamente: ánimo, Marisella.

Marisa - ¡Ya no tengo! ¡Ya no tengo! Espera un minuto.

Obispo - ¡Ya no lo tenemos!

Marisa - Ya no lo tenemos. Y estamos muy cansados. ¿Por qué nos dices: id a descansar? ¿Cuándo, cómo?

Nuestra Señora - Falta un día, Marisella, y el Niño Jesús vendrá en medio de vosotros. Ánimo a todos vosotros. El que pueda que venga a la S. Misa de la medianoche del 24. Yo os espero a todos.

Junto a mi Obispo y vuestro...

Marisa - Santo Obispo, dices siempre.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Gracias por las oraciones que hacéis durante el día y sobretodo por la noche.

Marisa - Si por la noche nos dejas descansar, te diremos un bonito gracias. Está bien.

Adiós, mamá. Están los sobrinos. Ya sé que eres la última rueda del carro, pero ¿no puedes hacer nada por nosotros?

Abuela Yolanda - Es Dios el que lo hace todo.

Marisa - Está bien, adiós mamá, adiós, tesoro.

Se han ido todos.

Roma, 24 diciembre 2007 - hora 11:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Ya tienes en brazos al pequeños Jesús?

Nuestra Señora - He seguido con vosotros la oración, he rezado con vosotros y el pequeño Jesús ha dicho: "Mamá, están cantando, hagamos algo por estos hijitos"

Marisa - Veo que mueve los labios.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, felicidades a todos, de paz, de serenidad, sobretodo de santidad. Este ha sido un año duro y difícil no solo para vosotros, sino para todos los hombres de este mundo. Dios ha creado el mundo hermoso, limpio, sano y los hombres lo han destruido y ensuciado. Me gustaría que delante del pequeño Jesús continuaseis repitiendo: "Niño Jesús, Dios de Amor, ven a nacer en nuestro corazón y en el corazón de todos los hombres". Tenéis que llegar a la verdadera conversión. ¿Os dais cuenta de que cuando hay una fiesta estáis bien juntos durante largo tiempo? Porque la oración disminuye, cansa. Es importante la oración, es importante orar por los enfermos, que son muchos y por los niños del Tercer Mundo. En este momento el pequeño Jesús está sobrevolando las diversas ciudades y naciones para dar la paz a los hombres de buena voluntad y a los niños. También vosotros haced vivir en la paz a vuestros niños, sobretodo os pido que no les peguéis.

Marisa - Algún azote hace falta. ¿Verdad Niño Jesús? ¿Has vuelto de nuevo? Ahora lo tiene en brazos José.

Nuestra Señora - Me congratulo contigo Marisella, porque has estado en medio de tus parientes, a pesar de que sufrieras tanto. Pero estás contenta, has gozado con ellos tanto como has podido, y nadie se ha dado cuenta de cómo estabas.

Marisa - Esto dímelo sólo a mi, porque me avergüenzo.

Nuestra Señora - Sí, eres demasiado tímida.

Mis queridos hijos, os pido que recéis también por los que en este momento están todavía cómodamente sentados en la mesa y no hacen el sacrificio de venir a ver al Niño Jesús. Hay fiesta por todas partes, luces por todas partes. Las estrellas, la luna, el sol, todo lo que has visto hoy es el Paraíso.

Marisa - ¿Cuándo me lleváis? Es un bien para todos, porque yo doy mucho trabajo. Oye, si me dan ganas de hacer lo que sabes, no te ofendas.

Nuestra Señora - Estate tranquila, no te preocupes de estas cosas. No comprende quien no quiere comprender. También los videntes lo hacen. Acuérdate que eres una mujer como las demás. Sé fuerte, más buena con tu Esposo Jesús que continúa pidiéndote sufrimientos. Hoy el Niño Jesús te hará estar un poquito mejor.

Marisa - Oye, Virgencita, ¿te puedo decir que hables a las personas que están presentes y no a mi, porque me avergüenzo?

Sí, dámelo! Es pequeño, pequeño, pequeño; tierno, tierno, tierno. ¿Lo dejas conmigo esta noche?

Nuestra Señora - No, Marisella, tiene que venir con nosotros, pero te lo traeré de nuevo cuando estés sola, lo abrazarás fuerte, fuerte y lo apretarás contra ti.

Marisa - ¿Me dejas estar un poquito mejor, Jesús? Solo un poquito, para no ser una carga para los demás, te lo ruego. ¿Has visto cuántos niños sufren?

Ve al Padre. Adiós, pequeño Jesús, adiós.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, de nuevo felicidades a todos de una buena y Santa Navidad. Navidad tendría que ser todos los días, no solo el 24 y el 25. Es siempre Navidad para un buen cristiano; cada día tiene que hacer florilegios y orar. Tu quédate con nosotros.

Marisa - ¿Qué quieres decir? ¿Me llevas arriba? No, no quiero venir, porque después me echáis de nuevo abajo y yo estoy mal. Está bien, como queráis.

Nuestra Señora - Participad en esta S. Misa. El pequeño Jesús, mi amado esposo y yo estaremos al lado del Obispo y lo ayudaremos, porque está muy cansado, está muy probado. Estaremos al lado de nuestro santo y querido Obispo. Beso a todos los niños: Mariasole, Sara, Emmanuel, Samuel y Jacobo que es el más grandecito. Sara y Mariasole, habéis cantado bien, muy bien, habéis dado mucha alegría al pequeño Jesús.

Felicidades a todos, también a vuestros padres, parientes, amigos y a todos los que no tienen la alegría de venir a Misa; muchos querrían venir pero no pueden.

Junto a mi amado esposo y al pequeño Jesús, que ya os está bendiciendo, os estrecho fuertemente en mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Ven, Mariasole, la Virgencita te manda un besito, tesoro. ¿Y a los otros?

Nuestra Señora - Tendrías que subir de nuevo las escaleras para alcanzarlos. ¿Y sara?

Marisa - Está bien, adiós. Te lo ruego, estate al lado de nuestros jóvenes, especialmente de nuestros sobrinos y nietos, pero sobre todo del santo Obispo, como tu lo llamas.

Adiós, mamá, adiós. Ruega por nosotros, mamá, te lo ruego.

Nuestra Señora - No llores, Marisella.

Marisa - No lloro, pero querría venir al Paraíso.

Nuestra Señora - Ánimo, Marisella, se hace tarde.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá. Adiós, pequeño Jesús.

Me gustaría mucho ir al Paraíso.

Obispo - ¿Estás cansada de estar en la Tierra?

Marisa - Mucho. Cuando he visto a mi madre me he emocionado aún más.

Roma, 30 diciembre 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia y cada familia tendría que celebrar este día, porque la Navidad es más apto para los niños y la Sagrada Familia para los adultos. Nosotros hemos vivido entre sufrimientos, calumnias y difamaciones, incluso por parte de los parientes, pero hemos vivido muy bien nuestras relaciones familiares, porque cuando cerrábamos la puerta, nos quedábamos solos para rezar, y teníamos con nosotros al pequeño Jesús.

Marisella, es muy hermosa la jaculatoria que dices: "Niño Jesús, Dios de Amor, quédate siempre en nuestros corazones", porque Jesús ya ha nacido y tiene que quedarse en vuestros corazones.

Fiesta de la Sagrada Familia, fiesta de cada familia: religiosa, sacerdotal y laica. Cuando recitáis el versículo: "Gloria en los Cielos y alegría en la Tierra" tu me dices siempre que vosotros no sentís alegría. Sin embargo tenéis que sentirla porque unos de un modo y otros de otro, todos tenéis alegrías y sufrimientos. Marisella, tu no entras en el grupo.

Tu, santo Obispo, has tomado demasiado a pecho la situación, porque cada día repites las mismas lamentaciones, y sin embargo la fe y la confianza no te faltan, aunque estás a punto de perderlas, no en lo que se refiere a Dios, sino a los hombres grandes de la Iglesia, de los hombres de poder, de los que viven en casa con vosotros que, en vez de alegrarse de esto, os hacen sufrir mucho.

Justamente -dices tu- que cada uno hace la guerra con sus propios soldados, pero estos soldados no han sido elegidos por vosotros. No digo nada más. Tu que has estado siempre con Dios, tienes fe y confianza en Dios. Yo, la Madre de la Eucaristía, que estoy siempre a tu lado cuando trabajas, cuando oras, cuando duermes, cuando celebras la S. Misa, te ayudaré a que no te falte nunca la confianza en Dios, porque todos nosotros te amamos. Estás pensando: demostradnos este amor vuestro.

Marisa - No me gustaría ser la culpable de todo, porque no estoy nunca bien.

Nuestra Señora - No, Marisella, en todo caso serás la causa, no la culpable. Recuerda que Dios te ha llamado y tu has dicho que sí. Tu madre decía: "Quiero ir al Paraíso, pero estoy bien también en la Tierra" porque ella era amada por vosotros, por casi todos sus hijos, por los sobrinos y los nietos. El pequeño Emmanuel la alimentaba, porque no comía, pero con él comía.

Anna Maria, siéntate, tesoro, no puedes estar de rodillas, obedece a la Madre.

Marisa - Tampoco ella está muy bien.

Nuestra Señora - La Sagrada Familia está bendiciendo a todas las familias, también a la pequeña Mariasole que es caprichosa, pero es muy buena. Yo, como siempre, beso a todos los niños.

Marisa - He dicho a Anna que se siente.

Nuestra Señora - Tiene que estar sentada, a menos que esté presente Dios, pero también entonces tiene que sentarse un poco; lo mismo tiene que hacer el Obispo.

Festejad a la Sagrada Familia, hoy es la fiesta de los padres y de las madres, porque los niños han festejado la Navidad y luego harán fiesta para la Epifanía, cuando reciban otros regalos. Mariasole, un día sabrás cómo ha sido tu nacimiento. Mariasole ¿me miras? Te estoy hablando, tesoro.

Marisa - Ella no puede entender que le estás hablando.

Nuestra Señora - Me gustaría que todos festejarais la Sagrada Familia, por desgracia no hay muchas personas, a causa de las vacaciones y de las enfermedades. Vosotros que estáis presentes, festejad este día, que sea vuestra Navidad. ¡Eh ahí a tu madre!

Marisa - Mamá, mamá, ¿ayudarás al Obispo y a tus hijos? Está Annarella, ¿te acuerdas que la llamabas siempre así? Ahora se ha convertido en Annona. Mamá, ¿es verdad que nos ayudas y estás a nuestro lado? Tenemos necesidad de ti.

Abuela Yolanda - Yo estoy siempre a vuestro lado; cuando está la Virgencita también estoy siempre yo.

Marisa - Y nosotros te damos las gracias.

Nuestra Señora - Festejad a la Sagrada Familia, como lo hemos celebrado nosotros. Amaos siempre, respetaos mutuamente. Yo estaré siempre con cada santa familia; incluso cuando estéis tristes y cuando tengáis incomprensiones. Tratad de ayudar al enfermo, porque tenéis que ver a Jesús, mi Hijo, en cada uno de ellos.

Marisa - Mamá, ¿es verdad que nos ayudas? Dile a Dios a ver si me lleva pronto, porque no puedo más y hago sufrir también al Obispo y a todas las personas que me quieren. Dale la escoba al Obispo, para que pueda barrer a todas las personas que nos hacen sufrir.

Nuestra Señora - Marisella, no hables así, éste no es tu lenguaje, antes no utilizaba estas palabras.

Marisa - Antes era niña, ahora soy anciana y habló así. ¿Qué puedo hacer?

Nuestra Señora - Deseo a todos que tengáis una buena y sagrada familia.

Junto a mi santo Obispo, que está esperando la respuesta de Dios, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto. Bendigo a los niños a los enfermos, especialmente a los del Tercer Mundo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen. Adiós.

Mariasole, ¿me mandas un beso?

Marisa - Tienes que comprenderla, pobrecita, ella pensaba que tendría la compañía de sus primitos y sin embargo tiene a todos los viejos a su lado.

Adiós. Manda al Niño Jesús de color negro. Mándale un besito.

Gracias, adiós. Adiós, mamá.

Abuela Yolanda - Adiós, Annarella, adiós, Excelencia. La Excelencia no está nunca solo. Nosotros siempre estamos a su lado.

Marisa - No se dice la Excelencia, se dice Excelencia.

Abuela Yolanda - Para mí es siempre la Excelencia.

Marisa - Adi&oacut