Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 16 diciembre 2007

I lectura: Is 35,1-6.8.10; Salmo 145; II lectura: Sant 5,7-10; Evangelio: Mt 11, 2-11.

Los tres fragmentos de la escritura están muy ligados entre ellos y uno es el perfeccionamiento del otro, así, siguiendo este desarrollo, podemos aplicarnos a nosotros el significado profundo de los fragmentos. Empezamos con la primera lectura del profeta Isaías: él se dirige al pueblo de Israel y en particular a los que, a pesar de que han tenido que soportar durante muchos años el exilio y el aislamiento, han permanecido fieles y han mantenido una buena relación con Dios. Isaías anuncia un acontecimiento milagroso o el regreso de los exiliados, aunque no hay buenas perspectivas porque la actual situación social y política está en oposición con lo anunciado por el Profeta.

"Que se alegren el desierto y la tierra seca, que se regocije la estepa y que florezca, que dé flores como el narciso, que salte de alegría. Pues se le ha dado la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y de Sarón; y se verá la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.

¡Fortaleced las manos lánguidas, afirmad las rodillas vacilantes! Decid a los pusilánimes: ¡Ánimo, no temáis! Mirad, es vuestro Dios; ya viene la venganza, la revancha de Dios; viene él mismo a salvaros.

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará el cojo como un ciervo, la lengua del mudo gritará de júbilo. Habrá allí un camino allanado, se le llamará la vía santa.

Por él volverán los liberados del Señor, llegarán a Sión entre gritos de júbilo, una alegría eterna transformará su rostro; júbilo y alborozo les acompañarán, pena y llanto habrán huido". (Is 35,1-6.8.10)

Toda la naturaleza participa y se alegra de este regreso del pueblo de Israel del exilio y el profeta es feliz al explicar la intervención de Dios tan grande que supera todo obstáculo: los enfermos pueden caminar, los mudos pueden oír y los ciegos recuperan la vista; este es el primer significado que hay que dar al fragmento.

Reflexionemos ahora sobre el fragmento del Evangelio que habla del inicio de la vida pública de Jesús.

"En aquél tiempo, Juan, que oyó en la cárcel las obras de Jesús, envió a sus discípulos a preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?". Jesús les respondió: "Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia el evangelio a los pobres: ¡dichoso el que no se escandalice de mí!".

Cuando se fueron, Jesús comenzó a hablar de Juan a las gentes: "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña movida por el viento? ¿Pues qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido lujosamente? Los que visten lujosamente están en los palacios de los reyes. ¿Entonces, qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os lo digo; y más que un profeta. Él es de quien está escrito: Yo envío delante de ti a mi mensajero para que te prepare el camino.

En verdad os digo que no hay hombre alguno más grande que Juan Bautista, pero el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él". (Mt 11,2-11).

Juan Bautista, como maestro, tenía alrededor suyo a diversos discípulos fieles y afectuosos. Él conoce muy bien a Jesús y lo indica como "el Cordero de Dios" y se pone ante él en una posición subordinada, declarando: "Después de mí viene uno que es más grande que yo y al cual no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias" (Mc 1,7)

Juan, incluso siendo coetáneo de Jesús, es consciente de que está a punto de morir porque está encarcelado por Herodes en las mazmorras de la fortaleza de Maqueronte; sin embargo durante su encarcelamiento se preocupa de encauzar a sus discípulos hacia Cristo. Esto es un acto de amor hacia ellos, porque ellos estaban muy pegados a él, él sabía que difícilmente le dejarían. De hecho, en ese tiempo, era difícil que un discípulo pasase de un maestro a otro, así Juan invita a los suyos a ir a Jesús, poniendo en sus bocas algunas preguntas presentes en el fragmento del Evangelio de hoy; estas preguntas no sirven para esclarecer sus dudas, porque él está absolutamente seguro de que Jesús era el Mesías, sino que era para disipar los interrogantes y para aclarar la incertidumbre de sus discípulos.

A estas preguntas Jesús responde refiriéndose a la profecía de Isaías, y le da la exacta interpretación, a saber, que el tiempo mesiánico se ha cumplido, y se caracteriza por la fuerte presencia de Dios. Cuando los discípulos de Juan se alejan de Jesús para volver con su maestro, Jesús dirigiéndose a los presentes dice: "En verdad os digo que no hay hombre alguno más grande que Juan Bautista, pero el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él". (Mt 11,11)

Estas dos afirmaciones parecen contradictorias, pero se comprenden si la colocáis en la plenitud de la era mesiánica. De hecho, Juan Bautista es el último y también el más importantes representante del Antiguo Testamento donde todavía no había la Redención y la remisión de los pecados; él tuvo un don particular de Dios desde los primeros instantes de su existencia. De hecho, durante la Visitación de María a S. Isabel, el Mesías, presente en el vientre virginal de María, santifica al precursor Juan, presente en el vientre de su madre.

En cambio los que pertenecen al Nuevo Testamento, y nosotros formamos parte de él, reciben de Dios dones y gracias que no han tenido los del Antiguo Testamento. La Redención nos hace hijos de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, nos da la gracia que nos hace semejantes a Dios y las virtudes teologales nos dan la posibilidad de amar, de creer, de esperar y de tener una fe ilimitada en el Señor, siempre con Su ayuda. La Palabra de Dios, clara e inequívoca, revelada en los años de la vida pública de Jesús junto a todas las gracias que fluyen de la Redención, hacen que aunque la persona más pequeña y modesta, en virtud de la riqueza de los dones y de las gracias recibidas, tenga una mayor grandeza espiritual respecto a los que han formado parte del Antiguo Testamento. Éste es el significado correcto de la afirmación de Cristo: "El más pequeño en el reino de Dios es más grande que él (Juan Bautista)". (Mt 11,11)

Sin embargo, quiero ir más lejos. Isaías habla a los habitantes de su tiempo, infundiéndoles la esperanza del fin del exilio y del cambio radical de la situación presente en Jerusalén y en las zonas circundantes gracias a la intervención divina: "He ahí a vuestro Dios, Él mismo viene a salvaros" (Is 35,4). También Jesús aplica estas palabras en su contexto histórico, en Su misión cuando afirma que Su venida al mundo ha traído una efusión de gracia, con los signos mesiánicos profetizados por Isaías: "Los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos son purificados, los sordos oyen, los muertos resucitan" (Is 35, 5). Recordad que la expresión "Venida del Señor", tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo indica una intervención extraordinaria de Dios.

Ahora reflexionemos sobre la segunda lectura tomada de la carta de Santiago, donde hay algunas indicaciones sobre cómo prepararse para la venida final del Señor y que se pueden adaptar también a nuestra situación.

"Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. Mirad cómo el sembrador cosecha los preciosos productos de la tierra, que ha aguardado desde las primeras lluvias hasta las

tardías. Sed también vosotros pacientes y no os desaniméis, porque la venida del Señor está cerca.

"Hermanos: no os peleéis unos con otros, y así no seréis juzgados; mirad que el juez está a la puerta. Considerad, hermanos, lo que han sufrido los profetas que hablaron en nombre del Señor y tomadlos como modelo de paciencia". (Sant 5,7-10)

De hecho, también nosotros estamos a la espera de una intervención extraordinaria de Dios, por lo tanto hoy tomo prestadas las palabras del apóstol Santiago que él ha dirigido a los fieles de su tiempo y os las dirijo a vosotros, con el mismo derecho, dando la justa interpretación.

La primera exhortación es la constancia; si la espera no es sostenida por la virtud de la perseverancia no nos deja seguir adelante, porque los momentos de debilidad, en los que la fragilidad se siente más, son muchos: el cansancio nos detiene, las dudas nos pueden agobiar y las críticas, la malicia, las persecuciones por parte de los hombres nos pueden debilitar hasta llevarnos a abandonar la misión. Esto ha ocurrido a muchas personas que han pasado por aquí, pero ahora están en otra parte calumniando y difamando. La Virgen ha subrayado siempre a éstas como la causa de sus distanciamientos. En cambio a vosotros que os habéis quedado y que continuáis manifestando la fe primero en Dios y también en aquel que modestamente lo representa, repito: "Sed constantes hasta la venida del Señor" (Sant 5,7)

El apóstol Santiago nos enseña que para esperar la intervención de Dios del mejor modo no hay que lamentarse, criticar u ofender, sino que hay que amar de un modo verdaderamente emotivo y alguno, por desgracia, como ha dicho la Virgen, aún cojea en esta virtud. ¿Es tan difícil tener un comportamiento sereno, respetuoso, afectuoso hacia todos? ¿Por qué después de tantas enseñanzas, estímulos y exhortaciones al amor todavía hay actitudes de resentimiento e irritación? ¿Por qué existe la irascibilidad que lleva a los conflictos? Este no es el mejor modo para esperar y prepararse para la venida del Señor: "Hermanos: no os peleéis unos con otros, y así no seréis juzgados; mirad que el juez está a la puerta" (Sant 5,9). La expresión "Mirad que el juez está a la puerta", no indica la inmediatez, sino la seguridad y la certeza de la intervención divina. Entonces yo os repito: ánimo, el Señor está a punto de empezar sus intervenciones, no sé cuándo o cómo, pero puedo deciros que se realizará el triunfo que Él nos ha prometido aunque no sabemos en qué consistirá ni como llegaremos. Sabemos que será, he ahí porque me digo a mí y a vosotros que tengamos valor, que miremos adelante y continuemos teniendo una confianza ilimitada en el Señor que realizará Sus promesas. Al que quizás es espiritualmente miope, le digo que se ponga las gafas y vea las cosas con una luz completamente diversa.

Nosotros no sabemos cómo trabaja Dios, pero está obrando y hoy os ha dado una prueba. Me podéis ver como un crítico de arte que interpreta para vosotros un cuadro, os puedo garantizar que algo más de una cosa se está moviendo. Recordad las cartas de Dios en las cuales la Virgen nos ha dicho que ya son más de una quincena, entre cardenales y obispos a los que se juntan algunos párrocos de Roma, que se han alejado del trío: Ratzinger, Bertone y Ruini, los cuales me han condenado injustamente. La Virgen a menudo ha dicho

"Vuestro Obispo, cuando debe, os habla claramente"; estos cardenales, obispos y sacerdotes honestos han dicho exactamente esto: "Nosotros hemos leído en internet, nos hemos informado y hemos llegado a conclusiones, ¿por qué no se vuelve a examinar la situación ya que nos encontramos ante hechos que indican claramente la presencia de Dios?" También algunos cardenales han hecho estas afirmaciones, pero algunos de estos han sido privados o limitados en sus mansiones y algunos han perdido además el cargo que ostentaban.

Ahora comprendéis porque la Virgen afirma que se está volviendo atrás. Nuestra Madre ha añadido también que últimamente nuestra hermana Marisa está sufriendo mucho y se está destrozando por un tremendo secreto que se refiere a la Iglesia y que ni siquiera yo conozco todavía, porque no me ha sido revelado. No tenéis que tener una curiosidad morbosa, sino la tremenda preocupación de cómo se ha menoscabado la Iglesia.

Ahora comprendéis mejor la oración por la Iglesia que he formulado en agosto de este año y que recitáis cada día antes de la celebración de la Santa Misa. Tenéis que continuar recitándola, no sólo cuando estáis aquí presentes, sino también cuando participáis de la Santa Misa en otras iglesias, en vuestras parroquias. Si alguno os la pidiese, dádsela y si alguno se mostrara perplejo también le podéis explicar lo que está ocurriendo. La Iglesia no puede sucumbir, porque Cristo la sostiene, pero Dios puede permitir que sea herida, pisoteada y ofendida, como está ocurriendo ahora.

Espero que lo que yo llamo las escobas eléctricas, puedan limpiar la Iglesia tan pronto como sea posible, sin demoras. Creo, por usar una vez más esta imagen, que estamos esperando solamente que Dios conecte este enchufe y que estas escobas empiecen a limpiar. Si el enchufe no está conectado a la corriente eléctrica, las escobas no pueden trabajar, y así nosotros sin la orden de Dios tampoco podemos hacer nada, iríamos solamente a derrotas seguras.

He ahí porque os pido que continuéis rezando siempre y con insistencia por la Iglesia. Si amáis a Jesús Eucaristía, si amáis a la Madre de la Eucaristía, si amáis a la Iglesia de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo, y, me permito de añadir, si amáis al Obispo ordenado por Dios, rezad mucho por la Iglesia

Tenemos que acelerar, si es posible, las intervenciones de Dios y con esta oración pedir al Señor que dé fuerza y valor a los honestos y buenos. Éstos solamente necesitan sentir que alguien los guía y que, a la cabeza de esta armada, derrote, con la ayuda de Dios, al demonio y a todos sus vasallos y emisarios.

Tenemos que vivir la Santa Navidad pensando en lo que os he dicho hoy. Confío esta intención a vuestras oraciones, a vuestros sacrificios, a vuestros ayunos y a vuestros florilegios, para que finalmente podamos volver a ver el rostro de la Iglesia sin mancha ni arruga. Sea alabado Jesucristo.