Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 7 de junio 2008

I Lectura 2Tm 4,1-8; Salmo 70; II Lectura Mc 12.38-44

“En aquél tiempo, Jesús en sus enseñanzas decía: «Guardaos de los maestros de la ley, a los que les gusta pasearse con vestidos ostentosos, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; devoran los bienes de las viudas pretextando hacer largas oraciones. Ellos serán juzgados muy severamente».

Sentado frente al tesoro, estaba mirando cómo la gente echaba en las arcas. Muchos ricos echaban mucho. Pero llegó una viuda pobre y echó unos céntimos.

Llamó a sus discípulos y les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado más que todos, pues todos han echado de lo que les sobra; en cambio, ella ha echado de su indigencia todo lo que tenía para vivir». (Mc 12, 38-44)


Mientras leía el fragmento del Evangelio de hoy, ciertas expresiones me han recordado algunas dolorosas situaciones actuales. De hecho, si sustituís algunos términos, presentes sobre todo en la primera parte del fragmento evangélico, tendréis la fotografía de la realidad diaria en la Iglesia. “Guardaos de los maestros de la ley, a los que les gusta pasearse con vestidos ostentosos”, los escribas eran los doctores de la ley y hoy son los expertos, los teólogos, los sacerdotes, los obispos y por desgracia incluso los de más arriba; el Evangelio nos pone en guardia de que leamos lo que ellos escriben, ved como es siempre actual. “Les gusta pasearse con vestidos ostentosos”, vosotros ni siquiera os imagináis cuánto pueden costar algunos ornamentos eclesiales y litúrgicos; no se puede asegurar que se usan en honor de Dios porque yo creo que, llevando tejidos preciosos y costosos, ostentan su propia vanidad. Se puede dar lo mejor a Dios gastando incluso menos y dando el excedente a los pobres. Cuando, leyendo el Evangelio me he encontrado con la expresión “ser saludados en las plazas”, he vuelto con la memoria a ciertas manifestaciones religiosas donde, a pesar de que estaba presente Jesús Eucaristía, se aclamaba a quien presidía aquella celebración y no a Cristo. Me han contado que un sacerdote, mientras estaba presente Jesús Eucaristía, ha comunicado a la asamblea que el trabajo para construir una piscina había terminado, nos tenemos que escandalizar de estos comportamientos, nos habríamos podido levantar y gritar que aquel era un comportamiento de mercader y no de sacerdote. No tenemos que continuar callando ante estos, y son muchos, que les gusta solo sobresalir, comparecer en programas televisivos, ocupar los primeros lugares y las primeras páginas de los diarios. En el Evangelio se afirma claramente que estos poderosos, tanto laicos como eclesiásticos, se dan gloria el uno al otro, aclamándose mutuamente para llegar a las estrellas. No he oído nunca a estos aclamar a Cristo ni gritar: “Viva Cristo”.

Antes de la Misa he hecho una reflexión en voz alta: “Pero ¿cuándo se acabará esta tremenda ley por la que Caín mata siempre a Abel? ¿Por qué Abel siempre tiene que ser la víctima y Caín el verdugo?”. Esto ocurre por todas partes tanto en las pequeñas comunidades como en las grandes. Lo peor es que los Caínes, quieren hacer creer que obran por amor al Señor, en fin se marcan un farol con Dios. Tener las manos juntas y los ojos bajos delante de los hombres o de la televisión, pero después en el interior de su casa, no recitan ni siquiera un Padre Nuestro, quiere decir ser un hipócrita.

La Iglesia tiene que liberarse de los hipócritas que recitan largas oraciones, formuladas a veces incluso por escrito, pero vacías y frías y sin embargo alguno afirma que son oraciones hermosas y expresivas; los aduladores han estado siempre y siempre estarán: forman parte de la familia de los hipócritas. Estos hacen lisonjas sólo por interés, de hecho la historia nos enseña que apenas un poderoso se derroca es sustituido por otro, esto último enseguida y obsequiado si anteriormente había sido despreciado. El mundo no puede seguir así, pero nosotros, que tenemos en contra a todos, no tenemos que bajar la guardia: en nuestro documento de reconocimiento tenemos que poner el calificativo de “cargantes”. Si notáis algo erróneo, como en el episodio que os he contado, tenéis que ir a ver a aquel sacerdote y preguntarle si se habría comportado de igual modo delante del Papa. Si os echa, éste es la señal de su debilidad y vosotros tenéis que hacerle notar que os está alejando porque no tiene otros argumentos y sabe que se ha equivocado.

No podemos continuar cerrando los ojos y girar la espalda a otro lado, aunque nos encontremos delante de un obispo o cardenal, porque estos tienen una mayor responsabilidad y recibirán una condena más grave. Leed las cartas de Dios y notaréis que están impregnados de la Palabra de Dios; continuamente Dios, Jesús y la Virgen han dicho que los que ensuciarán Sus obras irán al infierno. Daos cuenta que estamos hablando de sacerdotes, obispos y cardenales, y quizás más pero Dios no hace diferencias. El Señor más bien ama de modo particular a los pequeños, a los débiles, a los que sufren, a los humildes y nosotros pertenecemos a esta categoría. A los demás, a los enemigos de Dios, Jesús ha dicho: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles” (Mt 25, 41) y en la categoría de los malditos no entran solamente los laicos. De hecho en el Evangelio de hoy refiriéndose a los escribas o los doctores, los expertos de la ley, Jesús dice que “Esos recibirán una condena más severa” o sea más fuerte porque son conscientes de cómo están verdaderamente las cosas.

Queridos míos, hemos llegado a un punto en el que los “Abeles”, y nosotros pertenecemos a esta categoría, tienen que gritar a Dios con toda la fuerza: “Ya es hora Señor de que se acabe el que se eche a perder, se ensucie, se destruya, se hiera Tu Iglesia, sólo Tú lo puedes hacer”. Hay demasiada maldad, demasiada mala fe, demasiada suciedad, arrogancia y no se puede continuar más así. Dentro de no mucho los telediarios, servicios televisivos, periódicos, revistas hablarán de la Jornada Mundial de la Juventud en Australia (La XXIII Jornada mundial de la juventud ha tenido lugar del 15 al 20 de julio de 2008 en Sidney, Australia, y ha sido la segunda JMJ que ha visto la participación del Papa Benedicto XVI, N. d R.). Estas grandes reuniones, solo sirven para reunir a muchas personas como prueba de poder.

Pero volvamos al Evangelio: cuando la multitud seguía a Jesús para exaltarlo como a su Rey, él se escapaba. En cambio me parece que en la Iglesia hoy hay un comportamiento diverso, se corre solo donde hay reuniones oceánicas pero espiritualmente áridas y para organizar estas manifestaciones se gastan, además, millones de euros. Me viene a la mente el episodio del Evangelio en el que los doctores hipócritas critican a María Magdalena cuando abrió el frasco que contenía el perfume para derramarlo a los pies de Jesús. Judas, en esta ocasión ha sido un maestro, “¿Por qué no se ha vendido este óleo perfumado por trescientos denarios para luego dárselo a los pobres? (Jn 12, 5), entonces yo digo lo mismo: se pueden evitar estas costosas reuniones y dar el dinero a los pobres. Cuantas escuelas, hospitales, leproserías podían ser construidas en todos los años en los que ha sido organizada esta jornada mundial de la juventud. Han sido devorados y quemados ríos de dinero sólo por la vanidad de pocos días. Sí, yo tengo que hacer la parte de la “oposición”, y esta es mi tarea; me tenéis que ayudar a hacerlo aunque vosotros y estoy feliz y orgulloso si lo que he dicho hoy llega muy alto como creo. A estos yo grito a su cara: raza de víboras, sepulcros emblanquecidos. Si habéis leído con atención las presentaciones de las Cartas de Dios, he dicho muy claramente esto. Hago una simple constatación: recordaréis que la Virgen me ha dicho: “Deseo que tú vayas a los lugares donde hay pobreza”, ¿os acordáis? Los países pobres a los que han ido los varios Papas han sido pocos. ¿Cómo se pude ir tres, cuatro veces a los Estados Unidos y no ir nunca por ejemplo a Ghana o Sudán? Me llegan continuamente cartas de cristianos de aquellas zonas que piden ayuda. Mientras en Roma se habla y se discute, los niños mueren y poblaciones enteras sufren; he leído que cada minuto mueren de hambre numerosas personas y me pregunto cómo hacemos para sentarnos a la mesa y comer sin pensar en todos estos hijos que no tienen nada. No digo que no hay que comer sino hacer algo; nos limitamos a mandar telegramas con ocasión de catástrofes, pero no llenan la barriga. Cuando estamos lejos del Evangelio, y mi amargura es profunda, porque después de dos mil años todavía en la Iglesia no hay un número suficiente de personas que piense como Cristo: “Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber; fui emigrante y no me acogisteis; estuve desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. (Mt 25,42-43) pero cuando este colorido cortejo de clérigos de prendas multicolores se presentarán ante Dios, ¿qué van a contar para su justificación? El más allá existe, el infierno está lleno de personas que no aman y que no han amado, sin embargo el Paraíso está lleno de personas que han amado, el Purgatorio está lleno de personas que han amado pero con alguna caída. Si falta el amor, vas al infierno, si está presente te salvas, cuando está en forma masiva vuelas inmediatamente al paraíso.

Una última observación. Yo estoy abonado al Avvenire, el diario de la Conferencia Episcopal italiana y todos los días, después de haberlo leído aunque no todo, lo cierro y me pregunto si soy yo el que no entiende nada o son los demás. Yo no me siento para nada en sintonía con algunos comportamientos de los hombres de la Iglesia; conozco bien algunas situaciones pero leo cosas completamente diferentes: todos satisfechos, felices y contentos con títulos elevados y alabanzas que perduran en el tiempo en comparación de algunos hombres de la Iglesia. Después de meses reciben todavía alabanzas y comentarios, pero ¿qué han hecho? Se han ido a un lugar y se han puesto a rezar; nosotros lo hacemos siempre y ¿por qué no han hablado de ello? Yo no estoy nunca callado. Verdaderamente, cuánto hay que cambiar, pero nosotros no podemos hacerlo solos. Que intervenga Dios y lo más pronto posible, porque me temo que con el paso del tiempo no sólo podremos volvernos áridos, sino vivir en una oscuridad opresiva: ves el mal pero no lo puedes derrotar y esto es verdaderamente tremendo. He ahí porque digo: “Señor apresúrate”. Continuar viendo y conociendo ciertas realidades que te destruyen para mí se ha convertido en imposible y espero que también para vosotros; perdonad pero es cuanto quería deciros.