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Oraciones pronunciadas por S.E. Mons. Claudio Gatti el 25 de diciembre de 2008

En navidad, en la S. Misa de la Noche y en la S. Misa del Día, el Obispo ha sustituido las dos homilías con dos largas y conmovedoras oraciones al Niño Jesús, en las que ha manifestado su estado de ánimo, el de Marisa y el de toda la comunidad.

Oración del 25 diciembre 2008

Navidad del Señor (S. Misa de la Noche)

Jesús, bienvenido entre nosotros bajo la apariencia de un niño. Con los ojos del alma Te vemos Niño en esta noche santa en la que por primera vez he pensado en dirigirme directamente a Ti con una oración, en lugar de dirigirme a mis hermanos y a mis hermanas con una homilía.

Jesús, tenemos necesidad de Ti. Mis hermanos y mis hermanas no tienen necesidad de mis palabras, sino de las Tuyas; no tienen necesidad de las reflexiones que expreso en mis homilías, sino de tus enseñanzas contenidas en el Evangelio. ViéndoTe pequeño, nos acercamos con afecto y sin temor a tu cuna. Como María, Tu Madre y nuestra, durante los meses de embarazo te ha hablado mientras estabas en su seno, así también nosotros con su ejemplo, queremos vivir la misma experiencia. Nos inclinamos ante el misterio de la Encarnación que contempla a Dios convertirse en hombre bajo la forma de un niño débil, necesitado de cuidados y protección. Eres un niño frágil, y sin embargo en tus manitas se encierra la Omnipotencia Divina.

Querido Niño Jesús, nos atrevemos a entrar en la gruta y colocarnos silenciosos, reverentes, en adoración delante del pesebre, como cuando estamos delante del sagrario. No somos nosotros los que Te protegemos, sino que eres Tu el que se ocupa de nosotros. Jesús, en nombre mío, de Marisa y de toda la comunidad, te manifiesto de nuevo nuestra situación de pruebas que no se acaban nunca, de cansancio que se acentúa cada vez más, de tristeza que nos inunda el alma. ¿Es posible, Jesús, conciliar la alegría de la Navidad con el sufrimiento que sentimos nosotros? De múltiples maneras y en diversas ocasiones nos habéis dicho que estuviésemos serenos, animosos y además sonrientes. Nosotros sonreímos viéndote a Ti, querido Niño Jesús, porque todo niño arranca emociones, afecto, simpatía y cordialidad, pero si nos miramos a nosotros mismos, la sonrisa se apaga en los labios, los ojos se cierran temerosos a la realidad que nos circunda y el corazón late ruidosamente.

No quiero repetir los mismos lamentos que desde hace tanto tiempo te expongo, pero estamos frente a Ti y Tu lees en los corazones; nadie puede tener un pensamiento y manifestar otro, porque sería falso, hipócrita.

Jesús, ¿qué lees en nosotros? ¿Qué ves en nosotros? Deseamos ardientemente que la situación finalmente se apacigüe y cambie. Tu has escogido a nuestra hermana Marisa como esposa Tuya. La esposa desea tanto reunirse con su Esposo Divino para estar juntos en la alegría infinita del Paraíso por toda la eternidad, pero parece que Tus designios son otros. Nosotros suplicamos a María y le decimos: "Intervén como has intervenido en las bodas de Caná, cuando te has dado cuenta que los esposos ya no tenían vino". Entonces has invitado a Jesús a tomar medidas y cuando él te ha respondido: "Aún no ha llegado mi hora", has permanecido imperturbable y has dicho a los sirvientes: "Haced lo que él os diga", porque sabías que tu Hijo no desobedecería nunca una orden tuya. Madre, ¿por qué no lo haces también ahora? Si lo has hecho en provecho de una pareja de esposos y por motivos estrictamente humanos, ¿por qué no lo haces por tantos otros hijos tuyos y por motivos espirituales?

Tu eres Hija de Dios y Madre de Dios, como te ha definido Dante "Virgen madre, hija de tu Hijo". Suplica a Jesús. Tu eres la persona más cercana a Él, tu le has dado el cuerpo que ha sido martirizado y traspasado por la maldad humana. Tu le has dado la sangre que ha derramado para borrar nuestras culpas. No puede decirte que no.

Querida Madre, gracias también a ti porque con tu "Sí", el Hijo de Dios se ha convertido en hombre y los hombres que estaban lejos de Dios han vuelto a Él, renovados y vigorizados. Nosotros, tus hijos, no siempre fieles, no siempre honestos, no siempre generosos, pero al menos con el deseo en el corazón de serlo, te suplicamos que seas intérprete, intermediaria de nuestras oraciones y nuestras exigencias ante Tu Hijo, Dios Eterno, Infinito Amor.

San José, mi querido S. José, no puedo olvidarte, ¿cómo voy a olvidarte? Tu sabes, el amor, la ternura, la predilección, la devoción que tengo por ti, al que Dios me ha permitido ver.

Querido José, tu lo has cogido en brazos, lo has calentado con tu calor, lo has protegido de la intemperie, del viento, del frío y de la arena del desierto. Cuando habías cumplido tu deber de padre putativo, empezabas el de hijo devoto de Dios y te arrodillabas delante de aquel pequeño niño que reconocías y adorabas como a tu Dios. ¿Puede decir que no un hijo afectuoso a su propio papá? Sabemos lo poderosa que es tu intercesión, porque la hemos experimentado muchas veces. Sería tan hermoso que tu y tu esposa fueseis delante de Jesús, os arrodillaseis como habéis hecho tantas veces en la casa de Nazareth y le suplicaseis por nosotros. Él no podrá no escuchar vuestras peticiones que son las nuestras.

Niño Jesús, María, Madre nuestra, José, nuestro Patrón, en esta noche santa dirigimos nuestro afecto y nuestro amor hacia vosotros. Os pedimos a una sola voz que intercedáis ante Dios por nosotros para que se realice pronto lo que nos ha prometido.

Dios Papá, cuantas veces Te he invocado estas noches y estos días, cuantas veces me he dirigido a Ti, a veces de manera serena y a veces exasperado, porque también el alma que ama llega a lamentarse como Job después de haber sido golpeado en todas partes y de todas partes.

Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, Dios Uno y Trino ante Ti, el Universo se inclina humilde y sometido. También nosotros queremos ser humildes y someternos, pero, Dios Papá, Tu que conoces antes que nosotros lo que pensamos, lo que haremos, danos la posibilidad de sentir Tu protección, de percibir Tu cercanía, de tal manera que no dudemos de que estás con nosotros, que nos amas, que nos ayudas y que nos proteges. Dios, a Ti la alabanza, el honor y la gloria en el Cielo, en la Tierra y en todas partes, ahora y siempre. Amén.

+ Claudio Gatti

Obispo ordenado por Dios

Obispo de la Eucaristía


Oración del 25 de diciembre 2008

Navidad del Señor (S. Misa del Día)

Niño Jesús, sigo con la oración de esta noche. Si tuviese que exteriorizar todo lo que tengo en el corazón, hacerte todas las preguntas que desde hace tanto tiempo dan vueltas en mi mente, manifestarte todas las preguntas para cambiar nuestra situación, creo que no bastarían todas las horas de este Santo día. Pero no lo haré, porque Tu lo sabes todo y es justo que mis hermanos lleguen a sus casas, se unan a sus parientes y gocen de lo que sea posible gozar. Esta Navidad, sobre todo para el Obispo y la Vidente, y también para cada miembro de esta comunidad, no se presenta con el esplendor de aquella luz y con la intensidad de aquella alegría que invocamos desde hace tiempo. Jesús, celebrando la Navidad del 2007, no pude esconderte que en mi corazón, en el de Marisa y en el de mis hermanos y de mis hermanas estaba presente, aunque en un rincón, la esperanza de que la Navidad del 2008, la habríamos vivido y celebrado en una atmósfera diferente. Sin embargo, permíteme decírtelo, estamos más cansados, más probados, más preocupados y tristes que el año pasado.

Dios ha dado de sí mismo esta definición: "Yo soy el que soy", de ello deducimos, querido Jesús, que Tu eres siempre niño pequeño, adolescente, hombre adulto, Tu eres siempre el que vive la Pasión, afronta la muerte y resucita, porque eres Dios. En este momento miramos y admiramos sólo al Niño pequeño. Como te he dicho esta noche, viéndote tan pequeño y necesitado de afecto, hemos sentido la necesidad de estrecharte no para defenderTe, sino para protegernos a nosotros mismos. La Madre nos ha animado a exponerte todo lo que tenemos en el corazón, a pedirte todas las gracias que queremos, porque antes o después llegarían. Detente, te lo ruego, sólo sobre el "antes", no alargues tu mirada sobre el "después" porque, permítenos que lo digamos, seguir adelante aún en esta situación durante meses, no hablo de años, porque para nosotros es imposible pensarlo, se vuelve extremadamente duro, pesado y sufrido. Nosotros te suplicamos: "Jesús, haz pronto lo que tienes que hacer". Estamos cansados de esperar, tenemos miedo de sucumbir, aunque Dios Padre manifestándose hace pocos días ha dicho: "No sucumbiréis, porque yo soy Dios y lo impediré. Aunque tengáis que sosteneros con bastones, no sucumbiréis nunca". Nosotros lo creemos, Jesús, son palabras divinas pero ¿por qué lo que sentimos nos hace experimentar lo contrario? Sí, es verdad, estamos cansados de esta situación, estamos cansados de esta vida que nos oprime y nos paraliza, pero antes que los otros y mucho más que los otros, yo pienso en mi y en la Vidente. Nosotros dos estamos agotados. ¿Ves con cuanta insistencia te repetimos que nos indiques aquél bendito día que Vosotros ya habéis establecido? Recuerdo muy bien que has dicho: "Dios Padre, Yo Dios Hijo y Dios Espíritu Santo nos hemos reunido y hemos decidido el momento y la hora"; estaba presente en esta conversación también la Madre de la Eucaristía.

Si el Paraíso es tan hermoso, yo todavía no lo he visto, pero me has prometido que lo veré antes de morir, ¿por qué no darlo a quien, verdaderamente lo merece por haberte dado una existencia entera llena de amor y sufrimiento? ¿Por qué tener a la esposa todavía alejada y separada del Esposo? ¿Por qué tener en la Tierra a una hija que quiere reunirse con el Padre? Desea verte, ha visto tantas realidades sobrenaturales, pero no a Ti, porque solo te podrá ver cuando se reúna contigo en la gloria del Paraíso. Es un derecho suyo el pedírtelo es un acto de caridad y amor por parte nuestra solicitarlo. Incluso sin conocer Tus designios, nosotros los aceptamos, los respetamos, nos sometemos a ellos con fatiga y sufrimiento, pero también con amor, porque, Dios mío, si no hubiese amor en nuestros pensamientos y en nuestras acciones, nosotros, hablo de Marisa y de mi, no estaríamos aquí esperando al mensajero, como está escrito en la primera lectura de hoy, que lleva el anuncio de cosas buenas. ¿Quién será este mensajero? ¿Cuándo llegará este mensajero? ¿Qué nos dirá este mensajero? Nosotros sabemos que eres Tu, querido Jesús, el mensajero; Pablo lo ha dicho de manera admirable: "Dios ha hablado en el Antiguo Testamento a través de los profetas y últimamente en estos días a través e su Hijo". Eres Tú, Jesús, verdadero y único mediador entre Dios y el hombre el mensajero del Padre ante nosotros tus hermanos. Alargamos la mirada, escrutamos el horizonte, pero todavía no vemos ni siquiera despuntar un poco de polvo que indique que el Hombre-Dios se está acercando, recorriendo los caminos del Mundo que conoce muy bien.

Querido Jesús, ¿la Navidad 2009 será como esta Navidad? Te lo ruego, Te lo suplico, Te conjuro por cuanto mis pobres oraciones puedan arraigar en Tu corazón, que no sea una Navidad como la presente y las que la han precedido. Esperamos con humildad, con fe, con esperanza, con caridad que Tú, Dios mío, Te dignes hacernos conocer que finalmente has decidido entrar triunfante en el Mundo para llevar a la Iglesia a lo alto, porque hoy ha caído demasiado abajo y para eliminar a los varios Judas que anidan en los altos cargos de la Jerarquía Eclesiástica. No creo exagerar si digo que además de tantos Judas hay también muchos Herodes que profanan la Eucaristía y profanan el sacerdocio. Tu nos has explicado que los que voluntariamente calumnian y hacen sufrir a los sacerdotes, los profanan. Los profanadores son sacrílegos. Jesús, ¿cuándo liberarás a Tu Iglesia de esta masa de sacrílegos? ¿Cuándo se levantará Tu Iglesia Madre y Maestra luminosa y fuerte sobre un mundo que gesticula, invoca la verdad y se alimenta de mentiras? ¿Cuándo, Dios mío, podremos mirarnos a los ojos, estrecharnos las manos y finalmente alegrarnos recíprocamente porque lo que nos has prometido ya es realidad? No pensamos en subir en Tu carro de vencedor, sino que queremos seguirte humildes en Tu marcha triunfal, porque si hemos estado a Tu lado en el dolor, es justo que estemos a Tu lado también en el triunfo. Yo sueño, mejor dicho, veo este triunfo, veo San Pedro iluminado, veo un cortejo entrar en la Basílica, centro de la cristiandad, veo que está presente y serena, alegre y sonriente la Madre de la Eucaristía que junto a los Santos y a los ángeles alarga su manto para cubrir a aquél que tu quieres que suba a la silla de Pedro. Veo a tus enemigos vencidos, apretar los dientes y explotar de rabia, porque son conscientes de su derrota. Jesús, esto no es un sueño, es una visión que Tu, por tres veces has presentado ante los ojos de Marisa. Yo estoy repitiendo lo que Tu has querido que supiésemos, pero ¿cuándo, Dios mío, dejará esto de ser una visión profética y se convertirá en palpitante realidad?.

Querido Jesús, termino con la invocación que tu Madre nos ha enseñado: "Niño Jesús, Dios de Amor, quédate siempre en nuestro corazón", porque cuando nuestro corazón esté cansado, será el Tuyo el que latirá de amor por Dios y por los hermanos. En el momento en el que la fatiga y la tristeza casi nos impidan rezar, serás Tu, Jesús, el que rece en nosotros y manifieste al Padre aquellas necesidades que están presentes y apremiantes dentro de nosotros. Niño Jesús, bendice nuestra comunidad, a la Iglesia y al mundo.

 

+ Claudio Gatti

Obispo ordenado por Dios

Obispo de la Eucaristía