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Oración pronunciada por S.E. Mons. Claudio Gatti el 13 mayo 2007


Ésta es la oración que S.E. Mons. Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dios, ha pronunciado espontáneamente delante de la Eucaristía que ha sangrado en ocasión de la fiesta de las almas consagradas

Dios Uno y Trino, Dios Papá, Dios Hijo y hermano nuestro, Dios Espíritu Santo dador de todo bien, de toda gracia y huésped de los que viven unidos a Ti, Dios Uno y Trino, igual en divinidad, uno en la naturaleza y trino en las personas, nosotros, criaturas de la Tierra, nos inclinamos reverentes en adoración, Te proclamamos Santo, Santo, Santo y elevamos a Ti, oh Señor, nuestra alabanza, nuestro canto, nuestro amor y nuestra fe. Hoy, oh Dios, ya que es una de las numerosas fiestas de la Madre de la Eucaristía que queremos recordar como Señora de Fátima, permíteme que dirija mi oración a aquella que Tú has elevado por encima de todos los ángeles, de todos los santos y la has hecho llena de Tu gracia.

Oh Madre, Mamá del cielo, estamos habituados a invocarte como Madre de la Eucaristía ya que apareces aquí desde hace años con este título, el título más grande, más hermoso, el que más te interesa, pero hoy es el noventa aniversario de tus apariciones en Fátima. He dicho muchas veces que Lourdes, Fátima y Roma están reunidos con un único hilo de oro: hay un inicio, una continuación, un desarrollo y una conclusión de los designios de Dios y tú, Madre del cielo, eres la primera y más gran responsable y colaboradora. María, en este aniversario importantísimo para la Iglesia, que, por desgracia, muchos de sus pastores, sin embargo, no consideran, todos nosotros y yo, de modo particular, te encomendamos a la Iglesia fundada por Tu Hijo y del cual tú eres Madre. El tercer secreto todavía no revelado, nos pone en una situación de sufrimiento porque los hombres desatienden los designios de Dios y en vez de colaborar a su realización los combaten, los minimizan, los dejan de lado. En sus intenciones es mucho más importante su gloria que la Gloria de Dios, el éxito personal que el Triunfo de Dios, celebrar el propio nombre que el nombre de Dios. La Iglesia, de este modo, es maltratada y ofendida, y tus hijos burlados y considerados como niños sin inteligencia y sin razón. Pretenden imponernos su verdad, pero nosotros buscamos, oh Madre, la verdad de Dios; pretenden imponernos sus palabras y explicaciones, pero nosotros buscamos las palabras y las explicaciones que vienen de Dios. La centralidad del mensaje revelado se refiere a la Iglesia, esta Iglesia que nosotros amamos y por la cual hemos elevado continuamente oraciones a Dios, ofrecido ayunos, sacrificios y florilegios; para su renacimiento algunas almas llamadas por Dios, entre las cuales está nuestra hermana Marisa, han sufrido un sufrimiento que, desde un punto de vista humano, impresiona y escandaliza. Todo esto demuestra cuanto amamos la Iglesia y cuanto deseamos que renazca limpia, o mejor, relimpia. Oh Señor, Tu paciencia es infinita pero nos has dicho también que si los hombres, al final, no responden a Tu llamada, a Tu apelación, intervendrás diciendo basta y tomando firmemente en tu mano la situación de la Iglesia. Alejarás de ella a los mercenarios, a los pastores indignos, a los lobos rapaces y a las serpientes venenosas que, en lugar de distribuir el sano alimento, distribuyen veneno y pésimo ejemplo.

Oh Madre, créenos, estamos un poco impacientes, somos como potros pataleando que quieren emprender la carrera y llegar a la meta. Dios nos ha pedido paciencia, silencio e inmolación.

Ahora oh Dios yo, Tu Obispo ordenado por Ti, en nombre de todos Tus hijos, que son honestos, buenos y representan la Iglesia verdadera y auténtica, te pido que limpies y hagas renacer tu Iglesia. Es un incesante sufrimiento sentir cuantas mentiras continúan diciendo los mercenarios, cuantas falsas verdades continúan propagándose aprovechando sus cargos, su posición y su autoridad. Estamos dispuestos a saltar a Tu señal, pero tienes que ser Tú el que tiene que decir basta; no podemos decirlo nosotros porque somos pequeños, débiles y frágiles criaturas. ¿Quién somos nosotros para ponernos en Tu lugar?; ya demasiados lo han hecho o pretenden hacerlo, nosotros, en cambio, queremos ponernos y estar en la posición indicada por Ti. El que tiene que mandar que mande, el que debe amar que ame, el que debe servir que sirva, esto es lo que nos has enseñado y que nosotros, a pesar de nuestras debilidades, fragilidades y quejas, hemos tratado, con esfuerzo y con empeño, de cumplir y de realizar. Señor, a tus pies está la Iglesia, mírala. Tu mirada es más penetrante que la nuestra y llega donde nosotros no podemos y no somos capaces de llegar. Tu Iglesia, creo poder decir simbólicamente e instituyendo una comparación, está flagelada y cubierta de llagas, emana sufrimiento, sudor y sangre, es el rostro y el cuerpo traspasado y dolorido de Tu Hijo en cruz. Hoy, no hay diferencia, entre Cristo crucificado y la Iglesia, Su cuerpo místico, crucificado también éste. Los sacerdotes, los doctores de la Iglesia, los fariseos han perseguido, escupido, herido y traspasado a Tu Hijo y también hoy sacerdotes, doctores de la Iglesia y fariseos traspasan Tu Iglesia.

Oh Señor, la Virgen ha acogido en su seno el cuerpo traspasado y muerto de su Hijo; ahora le confía el cuerpo místico, Tu Iglesia, para que la pueda abrazar, tener sobre sus rodillas y como Tu Hijo ha resucitado, también Tu Iglesia pueda resucitar. Después de la pasión del uno, después de la pasión de la otra, nosotros, oh Dios, esperamos la resurrección que será solamente fruto de Tu amor y de tu poder.

Mamá, Madre de la Eucaristía, Virgen y Señora de Fátima lleva a Dios, Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esta oración apesadumbrada, para que la puedas volver preciosa con Tu amor y transformar con Tu fe en un súplica pura y ardiente. Todo esto a Gloria de Dios, por la salvación de las almas y por el renacimiento de la Iglesia.

Amén.