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Padre Pio se dirige a sus fieles

Roma, 2 de Mayo del 2000, h.6:30 p.m.

Carta de Dios trída por el Padre Pio

Marisa: "Gracias, Señorita, porque has venido aquí, aun cuando no hablas. Quiero agradecerte porque ayudaste a mi sacerdote hermano, como te pedí".

Nuestra Señora: "No hablaré, Marisela, pero San Padre Pio hablará, porque todos los grupos de oración deben saber que el está aquí contigo".

(En cuanto Marisa ve al Padre Pio, exclama)

Marisa: "Te has vuelto aún más bello, Padre Pio!".

Padre Pio: "Mis niños, soy el Padre Pio y estoy entre ustedes. Dios me dijo que siempre viniera aquí para orar con ustedes; además Jesús, Nuestra Señora y todos los ángeles y los santos Yo también estaré presente aquí. Es deseo del gran Dios que todos los grupos de oración del Padre Pío vengan a veces a visitar y orar en este thaumatúrgico lugar.

Yo sé, son pocos, muy poca gente, pero pasen la palabra y digan que Dios me escoge para darles este pequeño, sencillo y humilde mensaje; porque yo, su hermana y su obispo somos pequeños, sencillos y humildes. Para mí es una gran alegría venir aquí a quedarme con ustedes, porque sé que ustedes aman muchísimo a Jesús la Eucaristía. Dios me dio este privilegio, no porque soy superior a Jesús o a la Madre, ellos están siempre antes que todos y ahora están aquí conmigo, sino porque tengo que decirles que oren mucho por la conversión de mis hermanos sacerdotes.

Todos mis grupos de oración deben reunirse aquí, en este thaumatúrgico lugar, para orar; todos los videntes se deben encontrar aquí para orar algunas veces; por el contrario los videntes, las almas consagradas y los sacerdotes sólo se ocupan de su propio jardín-cocina; ¿Cuándo verdaderamente aprenderán cómo amar a Jesús la Eucaristía?

Lo sé, ustedes que aman a Jesús la Eucaristía son probados, apedreados de todas partes. Los entiendo muy bien; oh, cuanto los entiendo, mis queridos pequeños hermanos.

Vendré siempre, como Dios Padre me mandó, en este thaumatúrgico lugar.

Cada vez que una aparición de Jesús o María tengan lugar, estaré presente.

Hoy Dios Padre me ha dado la carta para compartir; en el Paraíso no hay celos ni envidia, la Madre y Jesús no tienen envidia si leo la carta de Dios; quizás Dios me escogió, porque soy un hombre tan pequeño, pobre y viejo...".

Marisa: "Pero ahora no eres un pobre hombre viejo, estás joven y bello".

Padre Pio: "Sí, es verdad, Dios me escogió, pero no sé porqué, porque hay muchos otros santos; aun cuando deben ser muchos, muchos más, porque Jesús salvó a todos los hombres.

Vamos, mis dos queridos hermanos, sé su historia y la vivo con ustedes; es larga y penosa, pero es bella; creanme, es bella".

Marisa: "Se ha ido".

Nuestra Señora: "Y yo, tu Madre, les agradezco por su presencia aquí.

Junto con mi más estimado sacerdote, permítanme decirlo así, con mi estimado obispo los bendigo, a sus seres queridos y a sus artículos sagrados.

Los traigo a todos firmes en mi corazón y los cubro con mi manto maternal.

Pongan en práctica lo que San Padre Pio dijo, distribuyan este mensaje.

Vayan en la paz de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espiritu Santo.

Alabado sea Jesucristo".

Marisa: "Adiós. Don Claudio, Padre Pio ha venido aquí y estaba bello y joven. Pero al principio lo vi como si fuera: un hombre pobre, viejo y enfermo, quizá para que pudiera reconocerlo y entonces cambió su apariencia y se volvió bello y joven".

Don Claudio: "Es el deseo de Dios que todos los grupos de oración del Padre Pio vengan aquí?".

Marisa: "Sí, deben venir aquí, compartir, vivir la gran misión que Dios nos dio.

Veremos cómo esta gran misión acabará, porque estoy muy cansada. Ayer Dios me dio la gran alegría de caminar, estar bien, pero me dijo que no habría sido para siempre, que ésto habría acabado.

Verdaderamente acabó, sin embargo me siento mejor que en aquel famoso Viernes, estoy un poco, un muy pequeño mejor".