Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Año Social 2006-2007

El Año de la Humildad

Los mensajes de Dios son traducidos por un miembro de la comunidad, quien no es un traductor profesional. S.E. Mons. Claudio Gatti reconoció el origen sobrenatural de las apariciones (Decreto del 14/9/2000), pero el dió la aprobacion eclesiastica solamente a los mensajes en italiano, para que el no es responsable de errores hechos sin querer de el traductor

Mensajes de Septiembre de 2006

Roma, 8 septiembre 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es la fiesta de la Natividad de María. Os doy las gracias por vuestra presencia en este día tan hermoso para el cielo; después de tanto tiempo os habéis reunido. No me gustaría empezar con los reproches maternos, pero tengo que preguntaros: "Quién ha corrido la voz de que mis dos hijitos volverían a Roma muy tarde?" ¿Por qué decís lo que no es verdad? Nosotros estamos aquí desde el domingo y no ha venido nadie. ¿Queréis a vuestro Obispo? Os lo pido yo, María grande, no María niña; yo estoy aquí delante de vosotros y soy grande. Cuando estoy en la cuna, como María niña, soy mecida por mi mamá Ana, que me acaricia y me besa. Cada madre tendría que hacer esto, no sólo cuando los hijos tienen una tierna edad, sino también cuando son grandecitos y son caprichosos.

Mis queridos hijos, volved a empezar este nuevo año y orad por vuestro Obispo y la Vidente, porque sus vacaciones han sido muy duras y muy sufridas. No han tenido reposo alguno; os toca a vosotros ayudarlos. A todos os deseo una buena entrada. Comportaos como verdaderos cristianos. Recordad que la vida es dura, que hay personas que no comprenden, pero vosotros seguid siempre adelante con amor.

Vuestra hermana está todavía con vosotros, aunque está muy enferma. Vive todavía para estar con vosotros y para ayudar a las personas que lo necesitan. Continua yendo en bilocación a todas las naciones, para ayudar a los niños y a los pobres. A vosotros os pido sólo que oréis por ellos, que os queráis en familia y que os ayudéis.

Gracias mis queridos hijos. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os cubro a todos con mi manto materno y os estrecho a todos junto a mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Hasta la vista y felicidades a todos. Bienvenidos a la casa del Padre.

Roma, 10 septiembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Repito lo que dije el día de la fiesta de la Natividad: gracias por estar aquí presentes. Claro, no sois numerosos, no llegáis a llenar la basílica, porque el demonio da vueltas en torno a las personas para alejarlas. Sin embargo, vosotros estáis aquí presentes, porque amáis a Dios con todo el corazón, de otro modo no estaríais aquí. A vosotros os digo: ánimo, ánimo, hijitos. Dentro de poco todos veréis la luz de Dios, he dicho luz, no Dios vuestra hermana ha sentido la voz de Dios, que provenía de una flor o de una estrella, pero no ha visto nunca a Dios. A Vosotros os digo: pronto terminará el sufrimiento, el tormento, la sensación de sentirse casi solos. Cuando llegue lo que Dios ha prometido, todo será más hermoso y más fácil.

Ya sé, Marisella, lo que quieres decir, piensas en tu partida.

Marisa - Ahora ya no pienso en ello, me habéis tomado el pelo, tenía que morir el 10 de marzo, después la fecha ha sido continuamente aplazada. Hoy estoy todavía aquí, en medio de mi comunidad y cuando digo que estoy bien tu, Virgencita, dices...

Nuestra Señora - No, hija mía, no estás bien, estás muy grave.

Marisa - Yo no veo que esté grave. Me has hecho cantar durante dos días y ahora me has devuelto la voz. Está bien, de todos modos yo tengo que aceptar, tengo que hacer la voluntad de Dios y la hago del todo.

Nuestra Señora - Hijitos, orad, como ya os he dicho el 8 de septiembre, no os canséis de orar, no hagáis largas oraciones para que no os canséis. Decid el Rosario y después algún padre Nuestros, Avemaría y Gloria al Padre, invocando a la Santísima Trinidad. Poco a poco todo tendrá que cambiar. A veces parece que Dios se ha olvidado de vosotros. No, no es así, vuestro Obispo lo sabe muy bien, cuando hizo esta afirmación y Dios con poderosa dijo: "Yo puedo estar en la Tierra y en el Cielo, nadie me lo puede prohibir. Puedo hacer lo que quiera". Dios ha hablado muchas veces a sus dos hijitos, como cuando el Obispo dijo: "Mientras esté en la tierra no veré nunca a Dios" y mi Todo replicó: "¿Quién eres tu para decir que no me verás nunca?". Vosotros no podéis comprender los designios de Dios, lo que Dios hace. En los primeros mensajes, si os acordáis, estaba escrito: "No os preguntéis tantos porqués sobre Dios, no llegaréis nunca a comprenderlos".

Marisa - Me he dado cuenta de ello, finalmente, ya no entiendo nada.

Nuestra Señora - Tenéis que orar con todo el amor, tenéis que tener un amor grande, porque Dios es amor y vosotros sus hijos, tenéis que ser amor. Si no amáis y pensáis sólo en vosotros mismos, ¿cómo podéis decir que amáis a Dios?. Ánimo, os lo repito una vez más, sed fuertes, luchad hasta que podáis y yo, la Madre, estaré siempre con vosotros.

Marisa - Oye, ¿puedo hacerte una pregunta "a lo Marisa"? Aquellas personas que tengo que llevar arriba, al Paraíso, ¿no se han cansado de apoyarse la una en la otra? ¿Cuándo nos llevas arriba?

Nuestra Señora - Ellas se mantienen bien, quédate tranquila.

Marisa - Hemos llegado a escribir el nombre y la proveniencia de 2.485 personas, hemos sido competentes, pero tenemos que llegar a escribir 3.540. Imagina si tengo que sostener una cuerda de 3.540 personas. Sí, lo sé, lo he entendido, lo he dicho a posta porque querríamos venir todos arriba, nos hemos cansado de estar abajo. Me han tomado el pelo para bien: me has hecho comprar el vestido, me has hecho hacer el cubrecama y, cuando estaba fuera de Roma, quería comprar también el ataúd , pero no me lo han dejado comprar. Cuando he visto el cartel "Pompas fúnebres" he dicho: "deteneos", pero no se han detenido. Entonces he pensado: Me hago envolver en papel de plata y hago hacer una hermosa bola". ¿Te ríes? Yo lloro. Dame la voz, ¿por qué me la has quitado? Te he dado la serenata todas las noches y tenía voz, ahora ¿por qué me la has quitado? Te pido que ayudes a todas las personas que están aquí presentes, a las personas que están lejos, sobre todo a las enfermas y te encomiendo a la pequeña Mariasole, Lorenza y todas las personas que están enfermas, que piden ayuda y que oran, oran y oran.

Nuestra Señora - Está bien, escucharé lo que has pedido e iré ante Dios, como siempre y pediré todo lo que me has dicho.

Gracias por vuestra presencia. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Roma, 12 septiembre 2006 - h.6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

He venido en medio de vosotros para felicitar a todas las que se llaman María. Soy muy feliz, aunque falten tantas personas. No llegamos nunca a tener el grupo al completo. Tengo que haceros un reproche materno: si el Obispo el domingo ha dicho que el Rosario, el lunes y el martes empezaría a las 18:30, ¿por qué lo habéis recitado a las 18:00? Haciéndolo así se crea confusión y resulta difícil incluso para mí venir a hablar con vosotros. María es el dulce nombre que me ha puesto mi madre. Si lo recordáis, la fiesta del nombre de María fue primero abolida y luego vuelta a poner.

Mis queridos hijos, ¿veis cómo el sufrimiento continua, cómo tantas personas se han alejado porque se han cansado de esperar? Si no llega lo que Dios ha prometido, ¿por qué han abandonado la oración y ya no viene aquí a participar de la S. Misa? Es necesario ir siempre a la Santa Misa y Comulgar en gracia de Dios. Dios me ha llamado y me ha dicho: "María, te lo ruego, felicita a todas las personas que se llaman como tú"; está la pequeña Miriam, Marisella, y tantas otras que se llaman Ana María, María Viola, María Juana, María Luisa. Este nombre, María, ha sido puesto también a algunos hombres, a algunos sacerdotes, porque es el nombre de la Madre de Dios, de la Hija de Dios. Creedme: Dios está trabajando por la misión de mis dos hijitos que es tan fuerte, tan dura y tan grande. Os ha pedido a vosotros, pequeño grupo, que merma cada vez más, que oréis, porque cuando todo se resuelva, ¿dónde estarán los que antes estaban presentes y hoy ya no están? Dicen que están cansados de luchar. ¿Es que si Dios no hace enseguida el milagro, ya no se tiene que rezar más? ¿Dónde está escrito esto? Tratad de orar insistentemente.

Yo, en la primera aparición del nuevo año social dije: "Orad por el Obispo, estad a su lado". Hay personas que lo aman verdaderamente y tratan de ayudarlo y personas que piensan sólo en si mismas. Esto no es bonito. Es necesario amar a todos y sobre todo al superior que os guía; él es vuestro pastor. Si estáis atentos y escucháis cuando habla y habla muy fuerte, ¿por qué falláis? ¿Por qué no recordáis? Esto no es bonito.

Deseo haceros otra observación. En la capillita hace mucho calor y cuando vuestro Obispo celebra, además de llevar puestos sus vestidos, tiene también el alba y la casulla. Pues bien, ayer estaba a unto de sentirse mal y nadie se dio cuenta. Alguno quería llevarle el ventilador, pero otro ha dicho: "No es serio". No es este el modo de comportarse. Si una persona se siente mal o tiene calor, hace falta pensar ante todo en él. El que no quiera sentir el aire, que vaya al fondo de la iglesia, pero ayudad al Obispo, que no está vestido como vosotros, sino que tiene muchos paramentos encima. Hijitos, la Madre os habla así porque os quiere y quiere corregiros. Yo os amo, Dios os ama y vosotros amad a todos.

Os he pedido que oréis por Mariasole, pero nadie ha preguntado a Marisella qué le pasaba a la pequeña y hoy es su onomástica. Se hacen muchas reflexiones durante la aparición y el Obispo hace hermosas homilías, pero parece que vosotros aprovecháis la ocasión y después olvidáis, esto no está bien, no se camina así delante de Dios. ¿Qué hace Dios? Espera, espera que las almas se conviertan.

Espero que hayáis comprendido este sencillo mensaje y de nuevo felicidades a todos.

Junto a mi Obispo y vuestro so bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Caminad siempre adelante con Jesús y María.

Marisa - Adiós.

Roma, 14 septiembre 2006 - h. 9:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Que hermoso eres! Pensaba que vendrías con la cruz, sin embargo vas muy bien vestido. Hoy es una gran fiesta y nosotros hemos esperado con ansia Tu venida. Jesús, he sufrido tanto, pero ahora al verte tan hermoso, radiante, luminoso me da mucha alegría. El don más grande que Dios podía hacernos: es dar a su Hijo por todos nosotros, hombres de la tierra.

Jesús - Mis queridos hijos, vuestro Jesús está aquí presente. He escuchado todo lo que vuestro Obispo ha dicho. Mis dos hijos han sufrido mucho y aún sufren, porque su sufrimiento no ha terminado. También el sufrimiento de María, mi Madre, y de la abuela Yolanda, cuando vienen a la Tierra no termina. También yo, cuando bajo a la Tierra, y veo tantas cosas que no van bien, especialmente en las iglesias, sufro mucho. Vosotros, aunque sois un pequeño grupo, me dais alegría, porque os reunís para escuchar la voz del pastor. Yo, Jesús, soy feliz de todo esto.

Hoy es la fiesta de la Exaltación de la Cruz, pero yo he venido llevando puestos vestidos elegantes y sin cruz, porque quiero que mi esposa me vea triunfante. Soy hermoso, ¿verdad Marisella?.

Marisa - Sí, eres muy hermoso. Me he conmovido, hacía mucho tiempo que no te veía tan hermoso, radiante, luminoso. Tienes mucha luz y muchos ángeles alrededor. Ayúdanos, a nosotras pobres criaturas, grandes y pequeñas, ayúdanos a servirte con alegría, sobre todo con caridad. Si por un gesto de caridad, Tú nos das el Paraíso, entonces viva la caridad.

Has venido con gozo y alegría y dentro de poco te recibiremos en nuestro corazón, contentos de tenerte con nosotros.

Jesús - Mis queridos hijos, el discurso que tendría que hacer es muy largo, pero para vosotros los de la Tierra, ya es tarde, y tenéis que volver a vuestras casas y ¿qué hace vuestro Jesús? Junto al Obispo en pie, os bendigo en el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Adiós, Marisella, esposa mía.

Marisa - Adiós. ¿Cuándo me dejarás subir al Paraíso?

Roma, 17 septiembre 2006 - h. 10:30 (Apelación divina)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Mis queridos hijos, hoy no tengo una buena noticia que daros. Sabéis que hay mucha tensión entre los musulmanes y el Santo Padre. Nosotros, los del Cielo, deseamos que el Santo Padre pida perdón para que la situación vuelva a la calma, de otro modo estallará una guerra muy fuerte y poderosa y muchos inocentes pagarán un duro precio.

Si uno se equivoca, grande o pequeño, sacerdote o Papa, tiene que pedir perdón. Esperemos que esto ocurra, porque desde el Cielo vemos que la situación empeora cada vez más. Jesús, mi Hijo, ha pedido de nuevo a Marisella que sufra para evitar la guerra y que rece por el Papa, para que agache la cabeza y pida perdón.

Vosotros, los de la tierra, no estáis nunca tranquilos, siempre hay alguien que pretende arruinar la paz. ¿Tanto cuesta decir a los hermanos: "Me he equivocado, perdonadme, os pido perdón"? Si no se pide perdón, sabéis mejor que yo, que éstos, los musulmanes, son capaces de todo. ¿Para qué hacer estallar una nueva guerra habiendo tantas como ya hay en el mundo? Después de todo son siempre los jóvenes los que van a sufrir además y a morir. Habéis sido informados por los periódicos y por la televisión, pero la situación es todavía peor de cuanto dicen los periodistas. Escuchadme a mi, María, que os traigo el mensaje de Dios. Orad para que el Papa agache la cabeza y pida perdón. Sólo quiero que pida perdón. Si no lo pide, estallará una guerra muy, muy dura para todos.

Las buenas noticias son siempre escasas y las malas son cada vez más numerosas. Esta vez evitar que estalle la guerra depende del propio Papa. ¿Qué hace falta, aunque seas Papa, para pedir perdón? Confío en vosotros. Aunque sois pocas personas orad por esta intención, si no la situación se volverá muy, muy peligrosa. Si podéis hacedla conocer a los demás. Este mensaje tiene que ser escrito enseguida y difundido, para que llegue al Papa. Espero que alguno pueda llegar al Papa para hacérselo conocer, aunque será difícil.

Marisella, ¿te preguntas porqué Dios te hace sufrir? Por motivos muy graves.

De todos modos, Yo, la Madre del cielo, confío en vosotros. Orad, orad, orad y, si podéis, haced alguna penitencia, como ha hecho alguno durante el verano.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Bendigo también a los hombres que intentan por todos los medios y por todas partes que haya guerra. Bendigo a los niños, a los enfermos, a los niños que mueren de hambre. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, Marisella, de nuevo te toca sufrir a ti.

Marisa - Está bien. ¿Qué tengo que decir? No lo sé. Tengo que decir siempre que sí. Frente a esta dramática situación digo: mandadme el sufrimiento, haced lo que queráis.

Adiós, mamá.

Roma, 24 septiembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Os pido una vez más que continuéis orando por vuestra hermana. Sus sufrimientos han aumentado, pero vosotros no os preguntéis tantos porqués. Yo, La Madre de Dios, la Hija de Dios, la Madre de la Eucaristía, os digo: "Comprender a Dios no es fácil". Una vez más os repito: Dios no traiciona, Dios sabe lo que hace. Es difícil para vosotros, personas de la Tierra, entender ciertas situaciones, pero Dios sabe dónde y cómo tiene que llegar, a vosotros no os queda más que rezar.

El domingo pasado hubo un mensaje muy penoso para mis dos hijitos, pero ningún joven o adulto ha venido para darle ánimo, valor, para darse cuenta de cómo estaban. Tenéis un Obispo que ha dado todo su amor, tenéis una Vidente que se ha dado a todos completamente, especialmente a los que estaban enfermos y han sanado por sus sufrimientos.

Haceos un examen de conciencia: ¿vosotros qué habéis hecho por mis dos hijos? Ha transcurrido una semana y no se ha visto a nadie. Es verdad, está el trabajo, la familia, pero también existe el teléfono para hablar con mis dos hijitos. Incluso los que viven a dos pasos no han venido a ver como está el Obispo, como está la Vidente. No hacéis otra cosa que tomar y no dar nada. Es verdad, oráis, hacéis sacrificios y también ayuno y penitencia, pero es hermoso demostrar el afecto a las personas amigas. No sé porque sucede esto. No digáis que el obispo atemoriza, porque no es verdad. El Obispo no atemoriza a nadie, ama, ha amado y continúa amando. ¿Por qué ocurren estas dolorosas situaciones en un grupo tan pequeño, al cual Dios le ha dado tantas gracias, gracias que no ha dado a mis dos hijitos?¿Que ha pedido Dios a Marisella? El sufrimiento para evitar la guerra que puede estallar con los musulmanes por culpa del Papa, que no quiere pedir perdón. ¿Cuántas veces os he enseñado el amor y la prevención?. ¿Cuántas veces os he dicho que os acordéis que los enfermos tienes que estar en el primer lugar? No se ha visto a nadie al lado de mis dos hijitos y sin embargo, cuando ha habido necesidad de oración para sanar, muchos han vendido. Desde hace meses no viene nadie, y si viene alguno, se para cinco minutos. No vengáis pues, porque Marisella está bien con su Obispo y con sus sobrinos. ¿Por qué os comportáis así? Os hago otro reproche materno: ¿por qué continuáis hablando entre vosotros, haciendo afirmaciones que no son justas, difundiendo noticias que no son bonitas, que hacen daño a mis dos hijitos? Ello no hacen nada malo, sufren y oran por vosotros, por los enfermos, por todos. Si la vidente no baja, es porque su salud va muy mal. Un día desde estar un poquito mejor, otro día está mal. Alguno ha dicho: "Estás mejor que antes, sonríes, bromeas con nosotros". ¿Y qué tiene que hacer? ¿Llorar y poner mala cara con vosotros? Ella siempre ha tenido un carácter así. Aceptad a las personas que Dios os ha dado, porque por medio de ellas habéis recibido mucho, unos en un modo otros en otro.

A vosotros os digo: ánimo y digo a mis dos hijitos: ánimo; ya no digo que la meta está cerca, no digo nada. Cuando os hago un reproche materno, tomadlo con amor, porque es un reproche de la Madre, no habléis entre vosotros o a espaldas de las personas que están sufriendo, porque cometeríais pecado.

Mis queridos hijos, dulcificaros un poquito, continuad orando, esto lo estáis haciendo. Hay quien hace ayuno, quien hace florilegios y quien hace la penitencia., que vuestro Obispo os ha sugerido. Una vez por semana comed algo que no os gusta; el que pueda que lo haga, no es obligatorio. Lo que me hace sufrir es que no siento el amor hacia mis dos hijitos; no lo siento y no lo veo, esto me duele. Dios lo decide todo. Es inútil romperse los sesos para comprender; Dios sabe lo que hace, comprender a Dios es difícil, por lo tanto no os preguntéis tantos porqués, no vale la pena, abandonaos a Dios, todos.

Gracias por vuestra presencia. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, hijitos, amor, amor y amor. El año del amor está a punto de terminar.

Marisa - Adiós, adiós, mamá.

Mensajes de Octubre de 2006

Roma, 1 de octubre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy en el Paraíso hemos celebrado el centenario del nacimiento de la abuela Yolanda y ella ha rezado por todos vosotros, especialmente por el Obispo, por su hijita, por los sobrinos y nietos; ha rezado por todos. Sé que el Obispo desea que Marisella pueda estar un poquito mejor; también nosotros lo hemos pedido a Dios, pero ella tiene que llevar adelante la misión como Dios Padre decida. No tenéis que desanimaros por esto, porque Marisella es fuerte y nosotros estamos a su lado, como estamos a tu lado, Excelencia.

Marisa - Yo deseo solamente saber si tengo que llamar a un médico para ver qué tengo que hacer, deseo sólo esto; el resto hacedlo Vosotros.

Nuestra Señora - Os invito a corregir la vanidad, el orgullo, la soberbia, a no hablar a espaldas de las personas; si tenéis que decir algo, haced las correcciones fraternas, como Marisella ha hecho a una señora para hacerle comprender el mensaje que no había entendido; esto es amor. Después que hayáis vencido estas imperfecciones se inflamará el amor, el amor grande hacia todos.

Ven, abuela Yolanda, di algo.

Abuela Yolanda - Hija mía, yo te ayudo y estoy a tu lado, como estoy a tu lado, mi Excelencia. Yo he rezado por todos vosotros y he dado gracias a Dios que me ha dado permiso para hablaros. Continuad rezando, nosotros rezamos por todos vosotros. Mando un beso a mi querida hijita, un beso a la Excelencia, un beso a mis sobrinos y nietos, de los cuales hoy está presente solamente Mariasole, don de Dios.

Adiós, Marisella, un beso de tu madre.

Marisa - Felicidades, mamá, hablaremos mañana otra vez.

Ahora se ha puesto detrás de la Virgen, tiene la cabeza inclinada y ha continuado rezando.

Nuestra Señora - Dios ha permitido a la abuela Yolanda que os hable, porque tenéis que comprender que su amor por vosotros ha sido siempre grande. Como ya os he dicho, comprender a Dios y hacer su voluntad no es fácil. No os preguntéis tantos porqués, cruzad las manos, mirad hacia Dios, hacia la Virgen, hacia el cielo y decid: "Dios mío, que se haga tu voluntad".

Marisa - Pero danos la fuerza, porque ya no tenemos tanta como en otro tiempo. La edad avanza y nosotros estamos muy, muy cansados. No hablo por mi, Dios mío, hablo por el Obispo. He comprendido que tengo que llevar la misión adelante, el sufrimiento, pero el Obispo ¿por qué tiene que sufrir tanto? Te lo repito: lo has ordenado Obispo, ¿para hacer qué? Ea, esto nos atormenta. Dale la posibilidad de que pueda hacer verdaderamente de Obispo y de mi haz lo que quieras.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias a los que han pasado la noche en oración. Han rezado horas y horas por mis dos queridos hijos. Gracias, Dios os bendiga. Pero demostrad vuestro amor, como dijo ayer vuestra hermana, también de otros modos. No se manifiesta el amor solamente llevando un regalito, sino también sacrificándoos. Ayer tarde ocurrió un episodio triste. Estabais presentes 14 personas y no cantasteis, porque mis dos hijos sufrían mucho. Vuestra hermana estaba muy mal y no os ha recordado que cogierais los libros para cantar.

Dulce Mariasole, tesoro de mamá y de papá, crece bien, hija, porque la Virgencita y la abuela Yolanda están contigo, y también con todos vosotros aquí presentes. No os preguntéis tantos porqués. Cuando llegue el momento que Dios ha establecido, entonces todos estaréis felices y contentos.

Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo y a vuestros seres queridos. Bendigo a todos los niños, especialmente a los de Burundi, donde Marisella ha ido esta noche y ha visto cuanta hambre y cuanta miseria hay, y cuantos niños mueren. Bendigo a todas la madres, a los padres y a todos los que tienen necesidad de nuestra ayuda. Os tengo a todos abrazados junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Mis queridos hijos, si vuestra hermana no baja es porque no está bien, y si la veis sonreír o hacer alguna broma para alegrar a las personas, no penséis que no tiene dolores, porque sufre y sufre mucho; Dios quiere esto de ella.

Marisa - Adiós, adiós, mamá.

Aquí está Selenia, Mariasole está allá. Al Obispo ya lo has besado. Adiós, tesoro, adiós.

Roma, 7 octubre 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Mando un saludo y un beso a Mariasole, a Ismael María y les felicito.

Mis queridos hijos, es una gran alegría para mi veros aquí reunidos rezando por todas las intenciones que os he dicho: son muchas y vosotros las conocéis. Alguno ha sido heroico haciendo penitencia, como vuestro Obispo os ha enseñado.

Lo importante es orar y estar unidos a Jesús Eucaristía cada día. Cuando no podáis ir a la iglesia, haced la comunión espiritual, llamad a mi Hijo Jesús a vuestro lado, presentadle todas las intenciones que os he dicho. Sabéis que tenéis que rezar sobre todo por vuestro Obispo, por los enfermos, por los niños que están lejos, los que no tienen alimentos, ni vestidos, ni medicinas para curarse.

Vosotros esperáis que Dios os diga algo muy importante, pero dejadlo hacer. Os repito una vez más que Dios no defrauda, hará lo que ha prometido, pero no preguntéis cuándo o cómo, orad por vuestro Obispo, tiene necesidad de fuerza, de ser ayudado moralmente y físicamente y vosotros podéis hacerlo, porque sois madres y abuelas y podéis comprender cuando uno tiene verdaderamente necesidad de ayuda.

Sí, ya lo sé, Marisella, que deseas enseñarme a Ismael María, pero yo lo veo; de todos modos, hazlo, pero cuidado a no hacerte daño, porque tienes el gotero.

Marisa - He aquí a Ismael, un don que Dios nos ha dado, un gran don.

Nuestra Señora - Sí, Marisella. Tal como has hecho con tus sobrinitos, has querido que este niño naciera y para ello has sufrido mucho, pero he ahí la joya, el don de Dios.

Bendigo a este niño en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - No lo puedo aguantar más, porque el gotero me molesta. Mariasole ¿vienes a ver a la Virgencita?

Nuestra Señora - Ven, tesoro, dale un besito a Ismael.

Marisa - Mira, ¿ves allá arriba a la Virgencita? Mándale un besito. Bravo.

Gracias, Virgencita, por lo mucho que nos quieres a todos nosotros, a esta pequeña comunidad, a este pequeño cenáculo que te ama y te quiere. Gracias.

Nuestra Señora - Me gustaría felicitar también a los padres, jóvenes y menos jóvenes, no hablo de edad.

Marisa - Ya lo sé que tu no hablas de edad.

Nuestra Señora - Felicidades también a tantos otros niños que conocéis. Os cubro a todos con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Se ha ido.

Roma, 8 octubre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Vengo siempre con gran alegría en medio de vosotros, que esperáis con ansia la buena noticia por parte de Dios. Por esto os pido siempre que recéis y os repito que Dios no traiciona, respeta los pactos, pero tienen que llegar sus tiempos, que no son los vuestros. Por esto, mis queridos hijos, orad, y los que puedan que hagan penitencia y ayuno. No todos pueden hacer ayuno o penitencia; ¿verdad, Excelencia? A todos os pido que estéis unidos en la oración, en el sufrimiento, en el ayuno; el que pueda que haga de más, siempre de más.

Mis queridos hijos, habéis dejado de lado el distribuir estampas y hablar a los sacerdotes de fuera de Roma. Tenéis que continuar, no con prisa, sino poco a poco. Habéis hablado a muchos sacerdotes de Roma y habéis pensado que la misión había ido mal. No es verdad, ha ido bien. Incluso los que os han respondido mal o que os han echado fuera, al final se lo han creído y han comprendido donde está la verdad. ¿Dónde está la verdad, según vosotros? Está aquí, en este lugar taumatúrgico, que Dios ha escogido para vosotros.

Mis queridos hijos, siempre con alegría os veo aquí reunidos rezando, incluso en los días que no son festivos, cuando por desgracia no todos pueden venir. Pero si podéis, haced un sacrifico cada tanto, hacedlo todos y yo estaré siempre en medio de vosotros. Yo estoy siempre al lado del Obispo, día y noche, para ayudarlo. No sé hasta que punto habéis comprendido cuanto cansancio y debilidad acusa vuestro Obispo. Tiene muchísima necesidad de ser ayudado. Las personas, en verdad pocas, continúan hablando a sus espaldas. ¿Cuántas veces os he dicho, desde el principio, que si no comprendéis lo que digo tenéis que hablar con el Obispo? Pero no lo asaltéis. Cuando habla solo con una persona, no tenéis que entrometeros, porque vosotros no podéis saber lo que está diciendo. A veces tiene que afrontar situaciones graves, por tanto no tenéis que molestar, sed pacientes, especialmente vosotros que estáis en Roma. Sed pacientes cuando veáis a una persona que habla con el Obispo, orad el uno por el otro, como he dicho siempre. No recéis solo por vuestro pequeño entorno, marido, mujer e hijos, orad por todos, tenéis que conseguir estar unidos en la oración por todos.

Gracias, si ponéis en práctica lo que os he dicho.

Marisella, sé que tus dolores son muy fuertes, ahora vuelvo al Padre y le voy a pedir que te deje estar un poquito mejor.

Marisa - No lo tienes que decir fuerte, porque lo oyen todos; el sufrimiento es una cosa tuya y mía.

Obispo - Y mía.

Marisa - Y suya. Los otros solo tienen que rezar y no estar preocupados por mi.

Nuestra Señora - Marisella, ¿cómo puedo no decir lo que pienso o veo?

Marisa - Yo me avergüenzo. Si me haces bajar en medio de los otros, me siento más a mi aire; estoy siempre sola aquí dentro.

Nuestra Señora - Ayer tarde sufriste mucho.

Marisa - Sí, pero cuando uno sufre y ofrece, se olvida del sufrimiento.

Nuestra Señora - Has aprendido bien la lección.

Marisa - Sí.

Nuestra Señora - Esto vale para todos, no se sufre inútilmente, se sufre y se ofrece a Dios y Dios sabrá cómo distribuir vuestros sufrimientos.

Gracias a todos. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos abrazados a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Naturalmente bendigo a todos los niños. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 15 octubre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Marisa - Deseo darte las gracias por haberme dado la fuerza para poder bajar. Tu sabes cómo estoy y lo que tengo pero estoy contenta de estar junto a mi pequeño cenáculo y de participar personalmente a la Santa Misa, y no a través de la televisión. Te doy gracias, Mamá del Cielo.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Me gustaría que aumentaseis de número para hacer comprender a los otros y a las personas que os circundan lo que significa este lugar santo. Ya lo sé, sois siempre las mismas personas y rezáis mucho, pero además de la oración haría falta más trabajo, más sacrificio y menos discusiones. Pensad con amor en lo que hacéis: limpiar la basílica y preparar la mesa para Jesús. Todo tiene que estar en su lugar y ordenado.

El que ha visto la película de San Pablo o de San Pedro, sabe que han tratado por todos los medios de reunir a los fieles en oración en cualquier lugar, y diría que en cualquier agujero con tal de no ser sorprendidos por los hombres que querían matarlos. Han muerto por Jesús. ¡Cuánto han sufrido y han dado a los hombres! Los enemigos de Jesús odiaban a Pedro, a Pablo y a todos los otros apóstoles y han tratado por todos los medios de matarlos. Pablo era un hombre fuerte, generoso y a veces también arisco. No miréis el modo en que una persona hace la llamada de atención, pensad si esto que dice es verdad y si es verdad inclinad la cabeza y pedid perdón, aunque en un primer momento tengáis el deseo de rebatirle. Marisella ha hablado muchas veces a los jóvenes y les ha dicho: "No miréis mi timbre de voz, mi modo de hablar, mirad solo si lo que os digo es la verdad y contiene amor, porque el amor lo conquista todo, lo vence todo". Musulmanes, ortodoxos, evangelistas y miembros de todas las otras religiones subirán con ella al Paraíso; están salvados, por haber hecho un acto de caridad, un gesto de amor. No es verdad que los que no pertenecen a nuestra religión no se salvan. El que hace obras de amor, de comprensión, de solidaridad, se salva. Estoy segura de que vosotros, mi pequeño cenáculo, queréis salvaros. Recordad que no hay edad para subir al Padre. Es inútil decir: "Yo ya he hecho mi vida". Mientras estéis en la Tierra, sois de Dios y tenéis que dar a Dios y a los hombres. Por esto se habla a menudo en el S. Evangelio de la caridad y del amor. El amor permanece en el Paraíso, porque el Paraíso es amor, es caridad y yo quiero que seáis personas llenas de amor.

No penséis en cuando intervendrá Dios, en cuando hará Dios lo que ha prometido, no os preguntéis tantos porqués. Ya os he dicho que comprender a Dios no es fácil y preguntarse tantos porqués es inútil, porque no hay respuesta. ¿Quién mejor que el Obispo y la Vidente saben esto? Cuántos sufrimientos y cuántos dolores padecen, sin embargo siguen adelante, porque saben que la hora de Dios llegará. ¿Cuándo? Los tiempos de Dios no son vuestros tiempos, vosotros querríais que todo se hiciera pronto, enseguida, incluso hoy, pero Dios sabe cuando tiene que intervenir.

Mis queridos hijos, es para mi una gran alegría veros en este lugar taumatúrgico, pero repito una vez más, querría ver el amor entre vosotros y que os ayudaseis recíprocamente. El que tiene dotes que los utilice, que no los tenga para sí. Ana me enseñó a bordar, a trabajar, a hacer vestiditos, porque yo no sabía hacer nada y así pude vestir a mi familia. También vosotros, si tenéis cualidades, ¿por qué las tenéis escondidas? Marisella ha cogido las sábanas y las ha pintado. Antes no lo había hecho nunca en su vida, aunque esté un poco chapucero, porque sus manos están débiles.

Marisa - Bravo, ¿me dices esto delante de todos?

Nuestra Señora - Quería hacer una broma, Marisella, estoy muy contenta que trates de hacer algo de todas maneras.

Marisa - Pero no te escondo que estoy muy cansada y si hoy he bajado, te digo la verdad, lo he hecho porque quería ver a mi cenáculo, a mi iglesia, estar con mis hermanos y hermanas para escuchar con ellos la S. Misa. Pero me tienes que ayudar, porque de otro modo es difícil, para mi, llegar hasta el final de la S. Misa.

Nuestra Señora - Ánimo, mis queridos hijos, tenéis con vosotros dos columnas que os ayudan, atesoradlo.

Gracias por vuestra presencia, gracias sobretodo si ponéis en práctica cuanto os he dicho.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los enfermos y a los misioneros. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, Madre. Sí, luego le doy al Obispo tu beso. Está bien. Adiós, mamaíta.

Han desaparecido.

Roma, 18 octubre 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy participáis en el último encuentro semanal, en el cual vuestro Obispo cuenta su historia y la de Marisella. Como habéis comprendido muy bien, es una historia muy dura, difícil y llena de sufrimiento, pero de este modo han salvado muchas almas. Os ruego que hagáis lo que vuestro Obispo os ha dicho, ponedlo en práctica. Escuchad cuando vuestro Obispo habla y ponedlo en práctica. Él habla de manera muy clara, tiene un italiano perfecto. ¿Cómo es que todavía hay alguno que todavía no es capaz de entender? Si hablase bajito, decidle: Excelencia, ¿le sabría mal levantar un poco más la voz, porque no le oímos? Estad tranquilos que levantará la voz, tiene un buen timbre de voz.

Pronto empezarán los encuentros bíblicos y yo estaré siempre con vosotros. Hoy Dios Padre me ha dado permiso para venir, porque es el último encuentro en el que conoceréis la vida de estos hijitos. Cuando vino el ángel y me dijo: "María, concebirás un hijo y lo llamarás Jesús", sentí una alegría grandísima. El cielo se iluminó de estrellas y de colores, fue una escena muy hermosa. No tuve miedo, sino entusiasmo y alegría. No podía comprender que, a mi tierna edad, me convertiría en la Madre de Dios. Vosotros sois hijos de Dios; Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, pero ¿quién se asemeja a Dios? ¡Cuántas personas no aman a Dios!. Dios es amor, pero los hombres no tienen amor a Dios; Dios es esperanza, es caridad, es justicia, es fortaleza; Dios tiene todo lo que un alma puede tener. Vosotros, cuando rezáis, hacéis ayuno y mortificaciones, podéis tener semejanza con Dios. No podéis imaginar cuan grande es la alegría de Dios al veros aquí reunidos para orar, aunque seáis pocos, muy pocos, pero dais mucho y junto al Obispo y a la Vidente, cooperáis en salvar muchas almas. Todas las almas que se encuentran en el Purgatorio irán al Paraíso con la Vidente; cuándo, cómo y porqué no os lo preguntéis, sólo Dios lo sabe.

La Madre os da las gracias, porque habéis venido aquí a oír lo que el Obispo cuenta de su vida y de la vida de la Vidente. ¡Oh, cuánto han sufrido mis dos hijos! Y sin embargo yo los veo a menudo con prudencia para no desilusionar a ninguno, haced vosotros lo mismo. ¡Cuantas veces he dicho: amaos, amaos, amaos! Dios quiere esto de vosotros, os pide el amor, dádselo. Dad amor a los hombres que no creen, a los niños pobres, que sufren porque tienen hambre, no tienen ni alimento, ni medicinas, dad a estos niños vuestra alegría y vuestro amor.

Gracias. Recordad que no habría venido si Dios Padre no me hubiese llamado y me hubiese dicho: "María, ve con mi pequeño cenáculo y háblales". Ni siquiera la Vidente sabía que vendría. Por tanto, ánimo, mis queridos hijos, Dios os ama, pero también vosotros tenéis que amarlo, siempre.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a los niños aquí presentes: Sara y Emmanuel. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Sara, ¿mandas un besito a la Virgencita?

Marisa - Sara, manda un besito con la mano a la Virgencita.

Adiós. Perdona, no sabía que vendrías. Te he pedido lo que el Obispo me ha ordenado que te pida.

Nuestra Señora - Obedece al Obispo, Marisella, siempre, siempre.

Marisa - Está bien.

Adiós, adiós, mamá, manda un beso al Obispo.

Roma, 22 octubre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy mi oración sube a Dios por todos los enfermos y por todas las personas que tienen necesidad de ayuda divina. Os invito también a vosotros a rezar por las personas enfermas: algunas están aquí presentes. Me alegro cuando el domingo oráis y cantáis; hacedlo con amor; no tratéis de sobresalir, no hagáis carreras en el canto; cantad todos juntos en coro, dulcemente. Leed las cartas de Dios, son muy, muy importantes; en ningún lugar han sido dados mensajes como Dios os lo ha dado a vosotros. Dios os ha escogido, pequeño rebaño, para dar mensajes importantes. Tenéis que ponerlos en práctica. Tenéis que ser valientes. ¿Os acordáis de los apóstoles? Os digo algunos nombres: Pedro, Pablo, Santiago, Juan. Eran valientes, fuertes, impetuosos y han luchado contra el mal por amor de Jesucristo. También vosotros tenéis que ser fuertes y valientes y cuando alguno os dice alguna cosa que no está en el S. Evangelio o en las cartas de Dios, no lo creáis, saludadlo y marchad. No repliquéis, no discutáis, porque no resolveréis nada; con el silencio o con hablar correctamente se obtiene mucho más.

Como os he dicho siempre, invocad al Espíritu Santo, para que descienda sobre vosotros y os de la fuerza y el valor de aceptar lo que Dios os ha dado u os ha dicho para continuar adelante.

Como siempre os invito a orar por vuestro santo Obispo. Muchas veces es difícil para vosotros hombres de la Tierra aceptar todo lo que Dios dice: el porqué, el cómo y el cuándo. Vosotros ya sabéis que comprender a Dios no es fácil, como ya os he dicho otras veces, pero Dios no defrauda. Ha mandado a Su Hijo Jesús para salvar a los hombres, especialmente por los pecadores. Jesús ha muerto en cruz por todos los hombres, pero sobre todo por los pecadores. Jesús está al lado de los que lo aman y de los que no lo aman, ha venido por todos.

El martes es mi fiesta, la fiesta de la Madre de la Eucaristía, que ha sido aplazada para el domingo siguiente para dar la posibilidad a quien trabaja de estar presente. Por lo tanto preparaos cada día, recitad el Santo Rosario cada día: también quien trabaja y quien viaja, puede recitar el Santo Rosario, es una oración muy importante que le gusta a Dios; no lo olvidéis.

Escuchad bien las dos lecturas del S. Evangelio. Tenéis que seguir lo que el Obispo dice, porque tiene una voz bastante fuerte para que todos lo oigan, incluso de los que no oyen bien. Cuando las personas entran en la iglesia, no os giréis hacia atrás. Esto ocurre sobre todo cuando estáis en la capillita: entra alguno y giráis la cabeza, no todos, sino solo dos o tres. Estos están prestos a girar la cabeza para mirar quien entra y quien sale. Este comportamiento no es bonito. Mirad siempre adelante donde está Jesús Eucaristía, especialmente durante la Santa Misa. Jesús, yo, la Madre de la Eucaristía, San José, y la beata abuela Yolanda estamos siempre presentes. Mirad siempre adelante, mirad el altar o el tabernáculo.

Gracias por vuestra presencia.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos lo niños y enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Oye, quería pedirte, por orden del Obispo, que me hagas estar un poquito mejor.

Roma, 22 octubre 2006 - h. 10:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Yo, Madre de la Eucaristía, no he hablado nunca mal del Papa, he dicho solamente que tenía que pedir perdón a los no cristianos.

La Vidente, que alguno quiere destruir, no tiene culpa de nada, repite solo lo que yo digo en nombre de Dios.

¿Por qué los hombres comprenden mal lo que digo y maltratan al inocente? ¿Qué mal hay si yo, la Madre de la Eucaristía, he dicho que el Papa tiene que pedir perdón a los no cristianos?

¿Es posible que los grandes hombres llamados por Dios entiendan siempre lo que quieren, para herir a mis dos hijitos?

Cada vez que he hecho una corrección materna a los hombres de la Iglesia, se han ofendido y han atacado a mis dos hijitos.

Yo, Madre de la Eucaristía, digo que estas maldades tienen que terminar. Invito a mis sacerdotes a seguir adelante en nombre de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Es tan hermoso pedir perdón y perdonarse mutuamente.

Sería hora de pedir perdón también al Obispo Claudio Gatti: le habéis hecho sufrir mucho y continuáis haciéndolo sufrir.

Id en paz y escuchad en gracia a Jesús Eucaristía.

La Madre o cubre con su manto materno y os tiene abrazados a su corazón.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Roma, 24 octubre 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Se alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es mi fiesta y son 13 años que me aparezco para todos en este lugar taumatúrgico. Yo soy vuestra Madre y, ya que es mi fiesta, es también la vuestra. En el Paraíso todos me han festejado y ahora me festejáis vosotros, os lo agradezco. Me gustaría, como a vosotros, que todo se allanase en esta vida terrena, pero por desgracia la situación de la Iglesia es triste, los hombres de la Iglesia no se comportan bien. Cuando les hago reproches maternos, no se enojan contra mi, que soy la Madre, la Madre de la Eucaristía, sino contra la Vidente y el Obispo. Si digo que un eclesiástico se ha equivocado y trato de corregirlo maternalmente, como hago con vosotros, no lo aceptan y están dispuestos a hablar mal de mis dos hijitos. Pero esto no es nada, en comparación con todo lo que están tramando en la iglesia. Ya no se entiende nada, la situación de la Iglesia empeora cada vez más y frecuentemente alguno hace afirmaciones que a Dios no le gustan.

Dios podría destruir todo el mundo, pero no lo hará nunca, porque ama a sus hijos. Los ha creado Él, por desgracia no todos son como le gustaría. Este es el motivo de vuestra gran espera. La victoria de Dios es la vuestra y tarda en llegar porque, como ya os dije, Dios ama a los hombres, quienquiera que éstos sean y trata por todos los medios de ayudarlos a convertirse.

Me gustaría haceros un gran regalo, porque lo merecéis, sobre todo lo merece vuestro Obispo. Él es bueno y valiente, se esfuerza en todo y para todo, trata de hacer valer las enseñanzas de la Iglesia, los valores del S. Evangelio, pero no es comprendido. Cuando ayer estuvimos por el río Jordán, Jesús habló largamente con el Obispo. La situación de la Iglesia deja mucho que desear y hace sufrir mucho a vuestro Obispo. Está a merced de las olas, guía una barca que está en peligro de hundirse, pero él, con su gracia, con su fuerza, con su amor trata de mantenerla a flote. Él es el ángel de la Tierra que os guía, es el santo que Dios ha querido. Vosotros estáis pensando: "Por qué Dios permito todo esto?" ¿Por qué Dios no hace algo para eliminar a los que no se comportan bien y que, cuando reciben a Jesús Eucaristía, cometen sacrilegio? Los hombres de la Iglesia cometen sacrilegios con mucha facilidad, triunfan delante de las cámara de televisión y no trabajan para Dios, sino para sí mismos. Vuestro Obispo no triunfa delante de las cámaras, pero triunfa delante de Dios.

Deseaba mucho anunciaros algo importante, tan grande que pudiese ayudar a vuestro Obispo, pero ésta es la carta de Dios. Él ha dicho esto, y yo repito lo que ha dicho, me comporto como vuestro Obispo, que no cambia ni siquiera una coma de las cartas de Dios que yo traigo. Muchas veces he dado mensajes muy fuertes y Marisella, ingenuamente, le ha dicho: "No publiques esta frase, Excelencia, porque tendremos reacciones duras por parte de los sacerdotes" y él siempre ha respondido: "Yo publico todo lo que la Virgen dice, no quito ni siquiera una coma". ¿Quién haría esto? ¿Habéis leído alguna vez mensajes tan largos y tan llenos de amor por parte de Dios? Por su fidelidad a Dios, el Obispo es la persona más combatida de toda la Iglesia. Nosotros, junto a vosotros oramos, para que llegue pronto su triunfo y termine el gran dolor, el gran sufrimiento de vuestro Obispo. No lo abandonéis, si alguna vez veis que está bajo de moral, está cansado, está probado, tratad de comprenderlo, es vuestro Obispo y para algunos puede ser también hijo o hermano. Vuestra hermana ha comprendido bien la locución que le he dado esta mañana.

Marisa - ¿Por qué hablas bajito ahora? El sufrimiento es grande; sí, es verdad, he llorado, he gritado por el dolor, pero ahora estoy un poquito mejor.

Sí, he comprendido, pero ¿quieres decir algo para animar al Obispo, por favor? Te lo ruego. Vosotros decís que es bueno, valiente, que tiene tantas cualidades, pues bien, ayudadlo. Creo que ya es hora de que se le ayude. ¿Por qué los malvados continúan triunfando y él, que se comporta como Dios quiere, es siempre calumniado y difamado? Ahora es menos calumniado, pero muchas personas: cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos, hermanas, laicos, parientes, amigos, ex miembros de la comunidad, lo han calumniado.

Sí, he comprendido lo que quieres decir, aquello es un coloquio entre nosotras dos. Pero, ¿tu amas al Obispo? Sufre mucho. ¿Has visto como estaba hoy? Ni siquiera ha comido; para nosotros que estamos en la Tierra es importante comer.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, ánimo a todos. El Paraíso está con vosotros; Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, Dios Uno y Trino está con vosotros; yo estoy con vosotros, San José está con vosotros, todos los ángeles y los Santos del Paraíso, especialmente vuestra querida abuela Yolanda están con vosotros. Ánimo. Os lo ruego, haced penitencia, orad y quien pueda que ayune. Tratad de comprender bien, el que pueda que ayune, el que no pueda por motivos de salud, no tiene que ayunar. Vuestro Obispo os ha propuesto una iniciativa que ya conocéis: comer lo que no os gusta. Es una gran penitencia y ayuda mucho a resolver graves problemas.

Ánimo a todos. Felicidades, Excelencia, felicidades, Marisella, felicidades a todos vosotros aquí presentes, felicidades a los niños lejanos y cercanos. Gracias. Por desgracia el cenáculo permanece siempre el mismo y las personas no aumentan. En los lugares donde yo ya no me aparezco, donde ya no se dan más mensajes, va mucha, mucha gente. Aunque es mejor que recen unos pocos, pero que estén unidos y se amen. Tratad de comprender bien cuando vuestro Obispo habla, cuando yo traigo las cartas de Dios. Muchas veces os he dicho: si no le entendéis, id al Obispo, no habléis entre vosotros. Obedeced a vuestro pastor cuando dice: "Tu no tienes que ir a ver a los sacerdotes". La obediencia al Obispo es muy importante, desobedecer al Obispo significa desobedecer a Dios. Vosotros sabéis como comportaros.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos; a los que están enfermos y que esta tarde deseaban estar con vosotros. Bendigo a todos los niños enfermos, a los misioneros, a las personas a las que matan y a los pobres. Bastaría vender algunos objetos preciosos y el oro que hay en ciertos lugares para salvar a los pobres y a los niños del tercer mundo.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

De nuevo felicidades a todos, también a mi, Madre de la Eucaristía.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿No te vas? ¿Quieres quedarte con nosotros?

Nuestra Señora - Sí, tengo que participar a la S. Misa celebrada por Su Excelencia, como siempre.

Marisa - Adiós, hermosa, adiós, mamá.

Roma, 29 octubre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Buena y gran fiesta a todos; a quienes están cerca y a quienes están lejos. Me gustaría tanto que cuando Jesús vuelva a la tierra, pero que ninguno de vosotros lo podrá ver, encontrase la Iglesia cambiada, como la dejó: una Iglesia llena de amor y de paz hacia todos los hermanos. No tiene que haber conflictos entre los católicos, musulmanes, evangelistas y miembros de otras religiones, porque sois todos hermanos y todos tenéis que amar a Dios, unos de un modo otros de otro.

Me alegro de veros aquí reunidos, casi lloro de alegría. Cuando vamos ante Dios y nos inclinamos delante de Él para pedir las gracias para vosotros, especialmente para mis dos hijitos, Dios nos mira y sonríe, porque ya sabe cuál es la situación y cuáles son vuestros deseos, pero no los puede satisfacer todavía. Como ya os he dicho otras veces, el mundo no va bien. Cuando el martes, fiesta de la Madre de la Eucaristía, llevé al Paraíso algunas almas junto a Marisella, ella ha tenido que volver a la tierra de nuevo y ha llorado, porque se ha encontrado con un mundo sucio, donde ya no desea vivir. Nosotros hemos tratado de confortarla, de ayudarla, porque desde el 14 de septiembre sufre la pasión día y noche, pero ella es feliz, está contenta porque se da cuenta de que de este modo salva a las almas.

Muchas almas, como ella misma os dirá, después de la aparición, han subido al Paraíso. Son vuestros parientes, amigos y muchas otras personas que Marisella no conoce, porque son musulmanes, hebreos, protestante y miembros de otras religiones. Una gran nube de almas ha subido con ella, con la abuela Yolanda, con mi amado esposo José y conmigo. Ha habido una gran alegría en el Paraíso que me gustaría que vivieseis también vosotros aquí en la tierra. No es fácil vivir en este mundo, porque como sabéis, va tan mal. Los hombres de la Iglesia y los laicos no se comportan rectamente; muchos se preocupan solamente de divertirse, del dinero y del sexo; falta la caridad, la virtud que os lleva al Paraíso. También muchos no cristianos están presentes en el Paraíso, porque han tenido amor hacia el prójimo. Si no hay caridad y amor, no está Dios y no hay Paraíso.

Hoy festejáis mi treceavo aniversario de apariciones para todos. Vosotros sabéis que vuestra hermana tenía apenas dos años y medio cuando comenzó a hablar conmigo, sin saber que yo era la Virgen. Tratad también vosotros de amar, de tener caridad hacia quienquiera que sea, porque el amor os lleva delante de Dios. Yo soy la Madre, la Hija y la Esposa de Dios, que es Padre y Madre de todos vosotros.

En el pasado me he lamentado porque erais pocos, pero a partir de hoy ya no me lamentaré más, porque aunque seáis pocos, sed santos; así lo quiere Dios. Donde se reúnen muchas personas no se puede rezar, no se puede seguir un discurso. Incluso aquel que se asoma continuamente a la ventana de arriba, no ayuda a las personas a orar; es necesario dar testimonio y ejemplo a todos en la oración.

Amaos, hermanos, como Dios os ama, como Yo, la Madre de la Eucaristía, os amo. Gracias y felicidades a todos, especialmente a los que con amor y sacrificio han venido de lejos. ¡Oh, si todos siguieran vuestro ejemplo! Cuesta, pero si hay amor, lo podéis todo. Solo el amor os lleva delante de Dios.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a las personas que están lejos y las que os han dejado. Bendigo a los niños, a los enfermos, especialmente a los niños que están muriendo de hambre porque no tienen qué comer y no tienen medicinas; orad por ellos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Felicidades, buena jornada a todos y buen retorno a los que han venido de lejos. Yo estaré con vosotros y os acompañaré.

Marisa - Adiós.

Mensajes de Noviembre del 2006

Roma, 1° noviembre 2006 - h 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Has venido tu, Jesús.

Jesús - Hoy es la fiesta de todos los santos y la primera y más grande santa es Mi Madre y vuestra, María, Madre de la Eucaristía. Marisella, bromeando has dicho la verdad: hoy es la fiesta de los que no tienen el nombre del santo protector en el calendario.

De todos modos, hoy quiero hablaros de amor. Yo, Jesús, hablo de amor porque he dado mucho amor a los buenos y a los malos; hay quien ha aceptado mi amor y se ha enmendado y quien no lo ha aceptado y ha continuado siendo malo.

Fiesta de todos los santos. Mira, Marisella, cuantos santos hay a mi alrededor. Cuantos santos hay, son innumerables. A éstos tienes que añadir aquellos que has llevado tú al Paraíso. Aunque aún no hayan sido declarados santos todos, están conmigo en el Paraíso. ¿Los ves? ¿Los reconoces?

Marisa - No a todos, porque es imposible reconocerlos a todos, reconozco a aquellos que he conocido en vida.

Jesús - Entre ellos hay personas pertenecientes a religiones diferentes de la cristiana y personas cristianas que no han participado en la Santa Misa, pero han dado mucho amor y caridad al prójimo. Por esto, Dios, el Supremo, el Omnipotente, ha querido que vinieran contigo al Paraíso, aunque luego tu has tenido que volver a la Tierra, porque hay mucha, mucha necesidad de tu sufrimiento. Cuando suba otra gran oleada de almas, tu subirás con ellas, pero descenderás de nuevo.

No oigo que te quejes, pero leo en tu corazón el disgusto que tienes de tener que volver a la Tierra.

Marisa - ¿Qué puedo decir? Paciencia. De todos modos después de la noche que he pasado ya no espero poder estar un poquito mejor, pero estoy contenta que muchas almas se salven.

Jesús, me gustaría salvar a los niños del hambre y de la enfermedad. Te pido también que ayudes a los poderosos hombres de Estado y de la Iglesia. Es imposible que en un mundo tan grande, creado por Dios, haya tantos niños y tantas madres que sufran y mueran. Mira, yo no te pido otra cosa que no sea ayudar a éstos. Ahora que tienes a otros santos en el Paraíso haz que te ayuden para socorrer a estos niños, a las personas enfermas y especialmente a los habitantes del Tercer y Cuarto mundo. Nosotros estamos bien, vivimos en la abundancia, pero ellos ¿por qué tienen que sufrir tanto? Si cada uno de nosotros da un poco de amor, de oración y de ayuda pueden estar mejor. Tu nos has enseñado siempre que amemos al prójimo, incluso a los que no merecen nuestro amor y nosotros con todo el afán tratamos de hacerlo. A veces hay una rebelión interna hacia los que no piensan en estos niños y tienen los medios y el dinero para hacerlo.

Jesús, tu que has muerto en cruz por todos, ayuda a estos niños, ayúdanos, danos la fuerza de ayudar a estas criaturas, a estas madres. Te lo ruego, Jesús, con todo el corazón, ayúdanos.

Jesús - Adiós, Marisella.

Nuestra Señora - Yo soy la Madre de la Eucaristía y soy la primera santa del mundo; Dios lo ha querido así y quiero que también vosotros os convirtáis en santos.

Y ahora junto a vuestro santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños, a los enfermos que están lejos y a los que están presentes en este lugar taumatúrgico. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Felicidades a todos, especialmente a los que no tienen el nombre del santo protector en el calendario.

Marisa - Sí, he entendido qué nombres querías decir. Adiós.

Roma, 4 noviembre 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Vengo siempre con gran alegría en medio de vosotros, especialmente el primer sábado de mes, porque las apariciones han comenzado para todos en esta circunstancia. Cuando Jesús moría en la cruz, me dijo a mi, Su Madre, María: "He aquí a tu hijo" y mirando a Juan dijo: "He aquí a tu Madre". Yo, la Madre, estaba bajo la cruz y acepté a todos los hombres como a mis hijos. Sí, yo soy vuestra Madre, la Madre de todos, grandes y pequeños, y os pido siempre que deis una ayuda particular a todos los niños. Vosotros no conocéis la situación como la conocen mis dos hijitos. Continúan muriendo muchos niños y muchos se vuelven ciegos o no han visto nunca nada. Os ruego que ayudéis con la oración. Os doy las gracias por las ofrendas que habéis hecho para sostener a tantas familias necesitadas, habéis sido muy generosos y tenéis que estar contentos de haber hecho este gesto de caridad tan grande. Dios os bendiga y os de aquella paz y aquella serenidad que, a veces, falta.

Hace pocos días, Dios se ha manifestado a mis dos hijitos y ha dicho: "Orad para que aumente en vosotros la paciencia de aceptarlo todo y soportarlo todo". Tened paciencia, mis queridos hijos. La paciencia es necesaria, os hace fuertes, humildes y generosos. Yo, vuestra Madre, deseo que seáis pacientes por amor de Jesús Eucaristía, de los ángeles y de los santos. Hace pocos días, muchas almas del Purgatorio han subido conmigo al Paraíso y también ellas orarán por vosotros. Vuestros seres queridos que han subido, orarán por vosotros. Habrá otros millones de almas que subirán al Paraíso y continuarán orando por vosotros, porque tenéis necesidad de mucha fuerza y paciencia para aceptar lo que Dios dice y para repetir conmigo: "Que se haga la voluntad de Dios"

Mis queridos hijos, es muy grato a Dios Omnipotente, el primer sábado de mes, y si es grato para Él tiene que serlo también para vosotros. Orad en este día por todas las desgracias que ocurren en el mundo. Cuando uno sube al Paraíso, es muy duro luego tener que volver a bajar, porque todavía no ha llegado su hora. Experimenta mucho sufrimiento al ver el mundo tan pervertido y de tal manera deteriorado, que nadie lo puede comprender. Por esto os pido que oréis y que hagáis penitencia al comer o el ayuno. No todos hacen lo que yo pido.

Recordad, quien no tenga salud, el que no esté bien no tiene que hacer ayuno, sino que tiene que tratar de alimentarse, sin embargo, el que está bien y tiene salud, una vez a la semana tiene que ayunar por los niños que mueren de hambre. Pedís a Dios muchas gracias, queréis que Dios haga lo que ha prometido, pero cuando Dios pide que hagáis penitencia, florilegios, ayuno, no todos responden a esta petición; y esto me hace mucho daño, porque hay personas que podrían hacerlo, pero tienen miedo. Hace muchos años os dije que el ayuno puede marear, dar debilidad en el estómago, pero si el ayuno no implica algún pequeño sufrimiento, ¿para qué sirve? Por otra parte, cuando llegan los mareos, la debilidad, el diablo os tienta haciéndoos sentir los mejores olores de la comida, entonces, decid a Dios: "Dios, tu me lo has pedido y yo quiero hacerlo"

Marisa - Virgencita sé que me has dicho que no haga ayuno, pero ¿puedo pedirte que pueda orar por aquellas personas que no están bien? Porque no todas son fuertes y no son capaces de aceptar el sufrimiento, no todas tienen resistencia en el sufrimiento, que a veces llega de repente.

Sí, te lo ruego…, es muy bueno, pero cuando sufre está débil. Ayúdalo, tiene mucho cansancio, agotamiento, por lo que no es capaz de hacer otras cosas. No todos son capaces de poner en práctica lo que Dios quiere, entonces te pido, Virgencita mía: Danos un poquito de fuerza para aceptar la voluntad de Dios, quítanos un poquito de agotamiento, pues no tenemos fuerza de hacer nada. Ayuda a todos los que tienen necesidad.

Nuestra Señora - Marisella, gracias por tu intervención, pero ¿crees que Nosotros no hacemos esto? Lo hacemos, sin duda. Yo sé a quien te refieres, Nosotros le ayudamos, quédate tranquila.

Marisa - Únete a nosotros en la oración por los dos niños que mañana se convertirán en cristianos y recibirán el S. Bautismo: Miriam e Ismael María, que tu tanto amas, y los has dejado venir al mundo con tanta alegría para todos. Ayúdanos a todos, porque lo necesitamos.

Nuestra Señora - Sí, Marisella, no te aflijas tanto. Sé fuerte, trata de no coger como tuyos los sufrimientos de los demás, porque son más que suficientes los tuyos. Ya sé que querrías ayudar a todos los que sufren y coger para ti sus sufrimientos, pero trata de tener solo los tuyos que son muy fuertes.

La Madre os felicita a todos vosotros.

Junto a mi santo Obispo os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Espero que mañana vengan todos contigo para ayudarnos a dar la bendición. Adiós, mamá.

Roma, 5 noviembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Tengo una gran alegría al ver a estos dos niños pequeñísimos, que dentro de poco recibirán el sacramento del S. Bautismo y entrarán a formar parte de la Iglesia de Cristo con la esperanza de que crezcan bien, como Dios quiere: buenos, santos y llenos de salud, tanto como sea posible.

Antes de que nacieran yo oré mucho por ellos, junto a mi Marisella. Durante la noche, cuando nos veíamos, rezábamos por todas las personas que tienen necesidad, como hemos hecho con los otros niños que han nacido. Sed todos padrinos y madrinas de estos dos niños que reciben el S. Bautismo, ayudadlos a crecer con la oración porque cada niño tiene necesidad de ayuda. Todo el Paraíso, incluidos los que hace poco que están aquí arriba conmigo, oran por estos dos niños, Miriam e Ismael María. A vosotros, mi pequeño cenáculo, no os queda más que rezar y hacer lo que ayer tarde os dije: penitencia, ayuno, sacrificios y florilegios; siempre son necesarios para los pequeños y para los grandes. Os invito a orar también por las personas enfermas, pero sobre todo por los niños y las madres del Tercer y Cuarto mundo, por todos los que sufren por culpa del hombre.

El hombre ya no es el que Dios ha creado. Por esto Dios espera, espera, espera las conversiones; todos son hijos suyos y a Él le aflige perderlos; aunque vosotros ayudáis a Dios Omnipotente a salvar a todas estas personas.

Mis queridos hijos, quiero bendecir los objetos sagrados. Es un don hecho con amor de vuestra madrina, para vosotros, niños queridos.

Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos; especialmente a los que reciben el S. Bautismo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo..

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - Dale un beso a los niños de mi parte.

Marisa - Está bien. Adiós.

Se ha ido.

Roma, 9 noviembre 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Finalmente volvemos a empezar los encuentros bíblicos. Muchos están contentos, pero para algunos probablemente conlleva un gran sacrificio. Esta tarde vuestro Obispo os hablará una vez más de San Pablo, os daréis cuanta de cómo todo es hermoso y lo que os dice os lleva directamente a Dios.

Vosotros continuad siempre orando. Imitad a Pablo que caminaba, más bien corría, para ayudar a las personas y después se echaba a tierra con la cabeza inclinada para orar. Yo no digo que tengáis que hacer lo mismo, entonces eran otros tiempos y oraban de manera diferente. Ahora a causa de las enfermedades y de la edad, algunos no pueden arrodillarse, pero no importa, Dios está contento igualmente. En el fondo, Dios no ha pedido nunca que se arrodille quien está mal, lo pide a quien puede hacerlo. A quien no puede hacerlo le pide oración, florilegios, penitencia, ayuno. Todavía no habéis aprendido, como ya os dije tiempo atrás, que el ayuno y la penitencia la ha de hacer quien lo puede hacer. Si uno está mal al hacer el ayuno y la penitencia, que haga florilegios. Si hay personas a las que les gusta todo, cualquier alimento, no tienen que comer lo que más les gusta, por ejemplo el pan. Pero el que come ñoquis o hígado y luego está mal, se equivoca. Podéis comer lo que no os gusta, pero no hasta el punto de estar mal, esto no está admitido. ¿Verdad Excelencia? ¿Sabes algo tu? Tenéis que actuar con elasticidad, con calma y decir: esto puedo hacerlo y lo hago, esto no lo puedo hacer y no lo hago; Dios no os pide lo imposible, os pide lo que podéis hacer. El que no pueda hacer ayuno o penitencia, que haga un florilegio, ore, recite el S. Rosario. Recitad el S. Rosario cada día, es muy importante esta oración.

Volviendo al encuentro bíblico, esta tarde empezáis de nuevo a hacerlo, escuchadlo bien, tratad de no dormir, aunque en los brazos de Jesús se duerma bien, pero comprometeros en seguir el encuentro bíblico y poner en práctica lo que el Obispo dice.

Orad por las personas enfermas, por los niños, por los del Tercer y Cuarto mundo. Marisella, tu no puedes hacer ayuno, ni penitencia, has de ofrecer todos tus sufrimientos. Cuando llega el cansancio físico, la debilidad que llevas desde hace tiempo, has de descansar. Deja que hagan el ayuno y la penitencia quienes están bien de salud, quienes puedan hacerlo. Tampoco quien es anciano tiene que hacer ayuno. No os fijéis en la abuela Yolanda que con 96 años todavía trataba de ayunar y hacer penitencia, puesto que el ayuno lo tienen que hacer los jóvenes que están bien. Si ponéis en práctica lo que os digo, veréis como todo se allanará y os llevará a Dios, porque el amor es la virtud más grande que os lleva a Dios y permanece siempre con vosotros en el Paraíso.

Gracias por vuestra presencia.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Abuela Yolanda, dí algo.

Abuela Yolanda - Oro por mis hijos, mis sobrinos, mis nietos y por todos. Gracias a los que van a menudo a verme al cementerio y lo limpian, pero yo no estoy allí, estoy en el Paraíso. Adiós, Annarella, adiós, Selenia y Yari, mis queridos nietos. Adiós Excelencia.

Marisa - Adiós, mamá. ¿No me saludas?

Abuela Yolanda - Sí, hola, Marisella, ánimo, sé que tu sufrimiento es enorme, pero veo que eres capaz de bromear y de sonreír.

Marisa - Mamá, gracias por las oraciones que haces por todos. También yo por la noche, tu lo sabes, rezo por todos, por las hermanas, por los hermanos, por los sobrinos, por todos ellos y nombrándolos

Adiós, mamá, he entendido. Adiós.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿Cuándo vamos a llevar otras almas del Purgatorio al Paraíso?

Nuestra Señora - Te lo diré, Marisella, pero tu ya lo sabes, llegarás arriba y luego volverás a bajar.

Marisa - Esto me hace sufrir mucho. Está bien, adiós.

Me lleva arriba y me vuelve a mandar abajo; éste es un gran sufrimiento.

Roma, 12 noviembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

El 26 de noviembre es la fiesta de Cristo Rey y me gustaría que festejaseis a mi Hijo Jesús del mejor modo. ¿Os acordáis cuando Jesús dijo: "Soy Rey, pero sin corona"? Nosotros no estilamos llevar corona. No es la corona la que hace a los soberanos, sino el corazón y el alma; todo lo que es justo, que es casto, que es puro hace Reyes y Reinas; así también vosotros podéis alcanzar la realeza. Sed perfectos delante de Dios. Vosotros diréis que sólo Dios es perfecto. Es verdad, pero también el hombre puede volverse perfecto, no al nivel de Dios, por su caridad, por su bondad, por su paciencia, si tiene el alma limpia y vive siempre en gracia.

Los hombres, por desgracia, no son buenos, y vosotros lo sabéis. Hay quien está bien económicamente y se siente superior, y hay quien es pobre y no es recompensado. Recordáis el pasaje del Evangelio que cuenta que los ricos iban a echar muchas monedas a las arcas del Templo para hacer ruido y hacer notar a todos que habían puesto mucho dinero, y una pobre viuda que tenía sólo dos monedas las tiró sin hacerse notar? La pobre viuda dio mucho más que los ricos que habían tirado muchas monedas. Hoy ocurre lo mismo: los que son ricos, cuando hacen limosna en la iglesia, ondean el dinero de papel, mientras lo dan a los que pasan a recoger las ofrendas; esto no es bonito ni para Dios ni para los hombres. Cuando hagáis algo bueno, hacedlo a escondidas sin alardear de lo que habéis hecho. Esto es humildad y la humildad es muy grande y os lleva a la santidad.

No hagáis una ofrenda para haceros ver de los otros, la ofrenda se hace en silencio, se hace con recogimiento, cada uno da lo que puede, no todos pueden dar del mismo modo, hay quien da más y quien da menos, lo importante es hacerlo con el corazón, hacerlo con amor, para ayudar al prójimo. ¿Recordáis el discurso que hizo Jesús? Es muy importante, es muy hermoso el elogio que hizo de aquella abuelita. Digo esto porque tengo aquí a mi lado a la abuela Yolanda que ha hecho muchas veces estas ofrendas; a veces no tenía suficiente dinero, pero daba aquel poco que tenía en limosnas. También tu, Marisella, ¿recuerdas cuando ibas al colegio y dabas tu merienda como limosna?

Lo importante, como digo siempre, es el amor, el amor hacia todos, pero a veces falta el amor hacia el Obispo, hacia aquel que ama a todos. De hecho, ayer estaba preparada la comida para todos, pero para el Obispo no había nada preparado, no habían hecho nada. ¿Cómo se puede amar y respetar al Obispo si no se tiene prontitud y amor hacia él? El Obispo calla y calla, pero ¿hasta cuando puede callar? ¿Por qué son así? Hablo de las personas de la casa que sirven. ¿Por qué? Esta es una falta grave, además de faltar al respeto, se falta de caridad. Cambiad, mis queridos hijos, cambiad, especialmente los que son áridos y dicen que aman, pero no aman. ¿Por qué os lamentáis de los sacerdotes, de los hombres políticos si vosotros sois idénticos a ellos?. Afortunadamente en esta comunidad se comportan mal solo pocas personas. Respetad a vuestro Obispo, es la persona que en este momento sufre más de todos los hombres. Vosotros en lugar de ayudarlo le hacéis sufrir; sed buenos, sed misericordiosos, amad a vuestro Obispo ordenado por Dios y todo será más fácil y estaréis todos de acuerdo. Por suerte sólo son dos personas que se comportan mal, todas las demás se comportan bien, aman y respetan al Obispo. ¿Qué se necesita para obedecer o hacer lo que el Obispo dice? No, hacen siempre todo lo contrario. Pero quien no vive aquí no sabe, no ve, no comprende y pensará que yo estoy exagerando, pero quien vive la jornada aquí ve cual es la situación. Yo, la Madre de todos, que amo a todos, tengo que amar también a estos, pero si no cambian, aunque yo les ame, les espera algo que no es bonito.

Ánimo a todos. Cada tanto os repito: amaos todos el uno al otro como yo os he amado, como Dios os ha amado. Amaos, mis queridos hijos, y quereos. El mundo se está autodestruyendo y si también los que se llaman practicantes, actúan mal, ¿qué queda por hacer? Yo una vez dije: el que falta de respeto al Obispo ordenado por Dios que sea echado, pero luego he dicho que se dé a estas personas la posibilidad de convertirse. Pero ¿a qué precio? A precio del sufrimiento de mis dos queridos hijitos, sobre todo del Obispo; él no tiene a nadie que lo ayude en casa, mientras Marisella, teniendo las chicas, se le ayuda más. Quereos, amaos el uno al otro.

Gracias si sois capaces de poner en práctica cuanto he dicho: amar, amar, amar. Éste ha sido el año del amor, pero yo este amor no lo he visto en todos. Y ahora volvamos a empezar desde el principio. ¿Hacemos el año de la humildad o de la paciencia? Le toca a vuestro Obispo decidir qué quiere hacer. Cada año tenéis que practicar una virtud de manera particular que os lleva al Paraíso.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 16 noviembre 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Orad siempre, reuníos en nombre de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. He llevado al Paraíso a las almas que estaban en el Purgatorio y entre éstas están vuestros parientes: tendríais que estar felices, contentos, tendríais que mejorar vuestro amor, vuestra oración, tendríais que mejorar en todo, para alcanzar a vuestros seres queridos.

Hoy, jueves, hay el encuentro bíblico. Este encuentro es muy agradable a Dios, y es muy importante. Vuestro Obispo, de dos o de tres líneas que lee, sabe hacer un poema. Todo el Evangelio es un poema para quien sabe explicarlo bien, para quien se prepara y lo explica a las almas. Tenéis que gozar, ser felices de todo lo que hace vuestro Obispo, que ha sido maltratado por los hombres de la Iglesia. Basta, no digo nada más, orad por él.

Dentro de poco es la fiesta de Cristo Rey, dentro de poco llega la Santa Navidad, hay muchas fiestas y muchos momentos de gran oración para ayudar a los pobres, también a los pobres de espíritu. Pequeño cenáculo, vosotros podéis dar mucho más respecto a tantos otros grupos, donde hay manzanas podridas, donde hay hombres y mujeres que oran para hacerse notar. No hacen, como vosotros, la hora de la adoración, y el viernes, durante toda la noche, la vigilia de oración. No todos, claro, por motivos de salud o de familia, pueden participar. Todo esto da mucha alegría a vuestro Jesús, a aquel que ha venido en medio de vosotros, mostrándose lleno de amor, de caridad y que siempre ha ayudado a todos a seguir adelante, a unos de un modo a otros de otro. Jesús ha llamado a vuestra hermana y la ha dejado como a Él, sufriente; le ha dado los estigmas, le ha hecho derramar sangre para la salvación de las almas. Hoy vuestra hermana continúa sufriendo la pasión de mi Hijo Jesús, sin derramar sangre, pero padece siempre un gran dolor y ora siempre por todos vosotros.

También los que han subido al Paraíso, oran por vosotros, por vuestros seres queridos, por los niños y por los enfermos, sobretodo por el Obispo, la Vidente y por el renacimiento de la Iglesia.

Estad siempre unidos y sobre todo tratad de no sobresalir en los pequeños trabajos que hacéis en la capillita o en la Basílica. No tienen que ser siempre las mismas personas las que se muevan o que tomen la iniciativa. Estimulad también a los otros, haced que participen también otros en la alegría de llevar las velas, de recitar el S. Rosario, de preparar la S. Misa, porque ahora ya estáis todos preparados para hacerlo todo.

Yo me alegro plenamente en el Señor cuando os veo compartir un trabajo tan hermoso, tan lleno de amor, pero que participen todos, os lo ruego, al menos lo que puedan hacerlo, no utilicéis siempre a las mismas personas. Cambiad. Nosotros, cuando íbamos de camino con Jesús y sus discípulos oraban mucho, cada tanto cambiaba a la persona que tenía que empezar los salmos y los himnos, no era siempre la misma. Jesús, que era el jefe de todos, no se ponía en primera fila, dejaba hablar a los apóstoles, dejaba hablar a sus discípulos. Tampoco yo me ponía en primera fila, dejaba hacer a los apóstoles, pero no eran siempre los mismos, rotaban. Haced también vosotros lo mismo, que no sean siempre las mismas personas las que hagan los trabajos, tratad de participar todos. Mi Jesús y vuestro, que os ama y os ama mucho, está contento cuando todos sois capaces de hacer las cosas lo mejor posible.

Adelante, queridos hijos, adelante siempre, lo he dicho muchas veces: un paso detrás del otro y andad adelante, no volváis nunca atrás: Jesús y yo estaremos con vosotros.

Junto a mi Obispo y vuestro, nuestro santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Roma, 19 noviembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Éste es el penúltimo domingo ordinario del año litúrgico, el próximo domingo será la fiesta de Cristo Rey; yo tengo mucho interés en esta fiesta de mi Hijo Jesús. Preparadla con todo el amor, como ha hecho siempre mi santo Obispo; haced una vigilia sentida y vivida, y después celebrad la fiesta de Cristo Rey. Recordad: Cristo Rey, pero sin corona.

Como tengo por costumbre, insisto una vez más en la oración, en el sacrificio, en los florilegios, en el ayuno. Cuidado: el que hace penitencia, no tiene que hacer también ayuno, el que ayuna no tiene que hacer penitencia. Ahora ya sois grandes, hace mucho tiempo que os dijo que habéis llegado a la universidad, pero todavía alguno no es capaz de comprender cuando la Madre habla. El día de Cristo Rey volarán, del Purgatorio al Paraíso, 18 millones de almas.

Vosotros tenéis que orar, para que poco a poco, con ocasión de grandes fiestas, suban al Paraíso muchas otras almas. El alma que va al Paraíso goza para siempre, porque en el Paraíso no hay sufrimiento, no hay envidia, no hay celos, no hay mezquindad, sino que se ora, se canta y se adora a Dios, porque sólo es necesario adorar a Dios.

Mis queridos hijos, pensadlo bien: Dios os ha elegido a vosotros, pequeño grupo, pequeñísimo cenáculo, y os ha dado muchas misiones que desarrollar, porque cree en vosotros. También vosotros tenéis que creer en Dios, tener fe en Él cuando hay sufrimientos y preocupaciones. Permaneced unidos a Dios, tened fe y una gran confianza en Dios. Cuando llegue el momento, todos subiréis al Paraíso. Soñad con el Paraíso, vivid como si estuvieseis en el Paraíso, arrullad a vuestros niños, enseñadles como comportarse en esta sociedad tan fea y tan llena de maldad, de maledicencias, de calumnias y difamaciones. Cuando una persona es juzgada mal, aunque actúe bien, aunque actúe en nombre de Dios, es condenada por quien no ama. Yo os digo: amaos siempre los unos a los otros, amaos en la familia, amad a vuestros hijos, amad a este pequeño cenáculo tan amado por Dios.

Me repito siempre: amad a vuestro santo Obispo. También cada uno de vosotros tiene que amarse a sí mismo, porque cuando os comportáis bien, cuando actuáis bien, cuando recibís a mi Hijo Jesús en gracia, Cristo entra en vosotros. Todos tenéis que comportaros como Jesús se comportaría y tenéis que preguntaros: "¿Qué haría María en mi lugar"?. Entonces veréis como todo se volverá fácil. Aceptaos y aceptad el sufrimiento, aunque sea duro, aceptadlo todo porque el tiempo pasa y vuestra vida terrena terminará. Si hacéis lo que os digo en la Carta de Dios, subiréis al Paraíso. No tendríais que esperar a pasar años, años y años en el Purgatorio, sino volar enseguida al Paraíso.

Marisa - Yo estoy de acuerdo hasta un cierto punto. ¿Por qué me hacéis ir al Paraíso y después me volvéis a mandar a la Tierra? Sobre esto no estoy de acuerdo, pero ya que ésta es la voluntad de Dios, yo tengo que obedecer. Que se haga la voluntad de Dios.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los enfermos presentes y a los ausentes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

No olvidéis que cuando participáis en la S. Misa, tenéis que vivirla como si fuese la última de vuestra vida.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Roma, 21 noviembre 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Hoy es la fiesta de mi presentación al templo. A la tierna edad de ocho años, fui llevada al templo por mis padres, Joaquín y Ana, y allí junto a la profetisa Ana y a Simeón oramos largamente para que la paz reinase en nuestra ciudad. Después de poco tiempo mi madre y mi padre murieron y yo permanecí sola. Vosotros no lo sabéis, pero mis parientes no me acogieron y yo sufrí mucho. Fue entonces cuando la profetisa Ana me dijo que fuese al templo y viviese con ella. Ana me enseñó a trabajar los tejidos y hacer bordados para aquél que un día tenía que nacer. He sufrido mucho, no tanto por la pérdida de mis padres, pero sí porque los parientes no me trataron bien. El que ha sido rechazado por los parientes sabe perfectamente lo grande que es este sufrimiento. Dios quiso que yo viviese en el templo, donde, además de orar mucho, aprendí a hacer muchos trabajos. Os he dicho esto no para que me compadezcáis, porque soy feliz en todos los sentidos, sino porque sé que en la Tierra hay muchas personas que sufren por culpa de la familia, por el abandono de los padres o de los hijos; el sufrimiento de los padres, de las madres, de los hijos está siempre presente en el mundo. ¡Oh, los parientes! Quizás os sorprendéis porque os digo que oréis por los que os hacen sufrir, sabiendo que hacen sufrir, éste es el sufrimiento más grave. ¿Por estos que saben que hacen sufrir es necesario orar? Como Madre, como Nuestra Señora, como Madre de la Eucaristía, os digo que oréis también por estos, aunque no sea fácil. No dejes que te caiga enseguida una lágrima, Marisella, no hay necesidad.

Marisa - No me mires.

Nuestra Señora - No te tienes que preocupar, para todo hay remedio. El Señor no abandona a nadie. El sufrimiento es mucho y continúa por parte del Obispo y tuyo, pero Dios está con vosotros. Mis queridos hijos, todos tenéis que orar, permanecer unidos, amaros. No tenéis que hacer heroísmos inútiles, no hay necesidad, hacedlo todo con sencillez, con sinceridad, con amor, sin tratar de hacer más de lo que podéis dar; dad lo que podáis.

Tenéis que tratar de ser felices, incluso cuando hay sufrimiento, porque mientras estéis en la Tierra el sufrimiento no faltará. Por tanto tratad de amaros, de orar y de no derrumbaros.

He visto un testimonio muy hermoso por parte de un padre que, a pesar de que sufría mucho, ha sonreído y bromeado con los que se encontraban en el hospital con él. Ha ayudado a los que se abatían, a los que se derrumbaban, a los que no hablaban, a los que estaban tristes. Este padre, aunque abuelo, ha dado un poco de alegría y de confianza a estas personas. También vosotros tenéis que hacer lo mismo, cuando hay algo que no funciona, cuando no os sentís bien no tenéis que derrumbaros porque hacéis sucumbir también a quien está a vuestro lado. En el planeta Tierra hay sufrimiento y alegría, hay un poco de todo; pero si por cada pequeño o gran sufrimiento os derrumbáis, el que está a vuestro lado, la mujer, el marido, los hijos, los parientes, sufren y están mal, por tanto tenéis que tener más fuerza y valor para aceptar el sufrimiento de la Tierra.

No te olvides, también hoy, Marisella, de hacerme ver algo.

Marisa - La comunidad ha hecho este trabajo y yo he tenido la idea de mandarlo a los periódicos. Si tu piensas que hay algo que quitar, dínoslo.

Nuestra Señora - Yo os he dejado siempre libres de hacer todo lo que queréis hacer. Aquí no hay nada inútil, todo permanecerá en la historia de mis apariciones. Podéis difundirlo, pero hay que hacer aquella corrección que te he dicho, Marisella.

Marisa - Sí, pero ¿tenemos que mandar también todas estas fotografías? ¿Quieres quitarlas, por favor?

Obispo - No!

Marisa - Perdona, espera un momento, estoy hablando con Nuestra Señora.

Obispo - Comprendo, ¿que quieres quitar?

Marisa - Mira, me gustaría quitar aquellas dos fotos.

Nuestra Señora - Pero, ¿por qué, Marisella?

Marisa - No se si me comprendes, pero yo me avergüenzo muchísimo. Me gustaría vivir en el ocultamiento y me gustaría que nadie me viese cuando hablo contigo. Sé buena, Virgencita.

Nuestra Señora - No, Marisella, aquí no hay nada que quitar, hay que añadir lo que has dicho. Haced todo lo que habéis pensado hacer; yo os acompaño con mi bendición.

Ahora imaginaos que entráis conmigo en el templo y oráis junto a los profetas por todos los hombres que no se comportan bien. Permaneced siempre unidos a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a Sara, a Emanuel, Marisole, Jacobo, Samuel, Denise, Michelle, Nicole, Ismael, Miriam y a todos vuestros niños. Los niños son la alegría del Paraíso. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Está bien, obedezco.

Roma, 23 noviembre 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Con gran alegría os veo aquí reunidos para participar en la S. Misa y sobretodo para escuchar la Palabra de Dios. Vuestro Obispo está preparado, Dios habla en su corazón y él, como sabéis bien, de pocas palabras hace un poema, esto ya lo sabéis desde hace tiempo. No me cansaré nunca de deciros que oréis por el Obispo, para que Dios lo ayude hasta el final.

Hay tantas y tantas intenciones por las que orar: los sacerdotes, los enfermos, los niños y todos los que aman a Dios Omnipotente. Yo estaré con vosotros, porque, como Madre, voy a ver siempre a los niños, a los enfermos, a las criaturas del Tercer y Cuarto mundo, donde a menudo llevo a Marisella para ayudar a los niños. Vosotros tenéis niños afortunados, ¿verdad Sara? ¿Tienes a tu hijito?

Marisa - Nosotros oramos siempre, sabes mejor que yo que muchos de la comunidad hacen ayunos, penitencias y mortificaciones. ¿Puedo hacer una vez a la semana también yo el ayuno?

Nuestra Señora - No, Marisella, no puedes.

Marisa - ¿Y la mortificación y la penitencia?

Nuestra Señora - Obedece a Dios. Dios ha dicho que no.

Marisa - Está bien. Obedezco a Dios, de todos modos de toda la vida obedezco a Dios. Dice que me quiere, de todas formas Él siempre tiene razón.

Nuestra Señora - Y es justo que Dios tenga razón, Dios os ama a todos.

Marisa - Y Tu, Virgencita, ¿nos amas a todos? Tenemos necesidad de tu amor, porque eres nuestra Madre.

Nuestra Señora - Si no os amase a todos no estaría aquí, en este pequeño lugar taumatúrgico, en este pequeño cenáculo, sino que iría a los grandes sitios donde se reúnen grandes masas. Mi corazón está aquí con vosotros, por esto oro por vosotros y hago orar a todas aquellas almas que han subido conmigo al Paraíso. Amaos y preparaos para celebrar el Año de la Humildad.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños y enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, Marisella, sé fuerte.

Marisa - Está bien, adiós.

Se ha ido.

Roma, 26 noviembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Cristo Jesús, Rey sin corona, te rogamos que nos ayudes. Tu eres misericordioso, Tu tienes paciencia, Tu nos amas inmensamente. También nosotros, en nuestra pequeñez, tratamos de amarte como podemos, pero somos criaturas humanas y somos débiles, pero trataremos por todos los medios de comportarnos bien y de amarte con todo el corazón.

Jesús - Mis queridos hijos, soy vuestro Jesús, soy Jesús Rey, pero sin corona. Después de las santas palabras que ha pronunciado vuestro Obispo, Yo, Dios, no sabría que añadir. Vosotros sabéis que vuestro Obispo habla en Mi nombre y en el de mi Madre y vuestra. Él está lleno de amor, de espiritualidad, de paciencia y también de humildad, que es una virtud muy importante. Os lleva a gozar del Paraíso para siempre. Por esto mi Madre os ha dicho: "Celebrad el Año de la Humildad". Pero es muy importante también la paciencia, sobre todo hacia vosotros mismos, con los que están a vuestro lado y con los que os hacen sufrir.

Hoy es un día importante. Como sabéis bien, 18 millones de almas suben al Padre, ésta es una gran alegría que debo a mis dos queridos hijitos y a vosotros, mi pequeño cenáculo, porque habéis orado, habéis sufrido, habéis hecho penitencia, ayuno y habéis hecho la vigilia nocturna. A vuestro pequeño grupo Dios da la alegría, la esperanza, de llegar todos un día al Paraíso. Ahora los diversos grupos se han puesto en camino, es hermoso verlos, es un conjunto de nubecillas pequeñas y blancas: son las almas de los que suben al Padre. Mientras tanto ellos oran por todos vosotros.

Hoy es la fiesta de Cristo Rey, Yo no tengo tantas fiestas como la Virgencita. La muerte es el momento en que Dios ha elegido para hacer salir a las almas de esta Tierra. Dios, durante muchos años deja en la Tierra a las personas, porque tienen que ayudar a los que están en la cúpula de la Iglesia y del Estado. Por desgracia la situación de la Iglesia es muy difícil. Hoy la Iglesia no va adelante, vuelve cada vez más atrás. Hoy los hombres de la Iglesia, como siempre ha dicho la Madre, solo piensan en el poder, el trono, la comodidad, el dinero y en cualquier otra cosa que prefiero no nombrar. Yo os amo porque sois pocos. Aunque sois pocos, conseguís hacer mucho.

En la fiesta de Cristo Rey del lejano 1995, sufristeis y os alegrasteis. Acordaos que aquel día Dios intervino con una gran lluvia, para expulsar a los que habían venido para hacer cosas no buenas contra vosotros y contra las almas que estaban presentes. ¡Cuánta gente habría caído en el mal! Pero esto no sucedió porque la gran lluvia, tan fuerte y potente, hizo que los hombres malos, los cuales estaban endemoniados, huyeran. Vosotros sois fuertes y bendecidos por Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Meditad las palabras que ha pronunciado vuestro Obispo. Él ha sido llamado por Dios, por esto ha sufrido mucho, pero Dios está con él y no lo abandonará nunca. Dios está también con vosotros si permanecéis unidos al sacramento de la Eucaristía, si oráis, si hacéis todo lo que he dicho antes.

Os deseo una buena jornada a todos. Pensad en el fiesta de Cristo Rey, es decir, en Mi, y orad. Es suficiente decir tan solo una pequeña oración: "Dios, Jesús, Espíritu Santo, os amo"; no hacen falta largas oraciones.

Gracias por el amor y por las fatigas que soportáis cada vez que hay una fiesta grande. Gracias por el amor, la paciencia y la humildad que demostráis tener.

Voy al Padre y os dejo a la Madre.

Nuestra Señora - Yo, vuestra Madre, después que ha hablado el santo Obispo y sobre todo Jesús, Cristo Rey, ¿qué puedo decir? Os doy mi bendición, pero sabéis que la sola presencia de Jesús es una bendición.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los enfermos y a los niños pobres. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Participad en la Santa Misa con todo el corazón.

Marisa - Adiós. Se han ido.

Roma, 30 noviembre 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

No habéis empezado la S. Novena porque vuestro Obispo ha razonado con su corazón y ha pensado que estáis cansados, que venís a menudo y de lejos. Haced la novena solo los días en que estéis aquí, como el jueves, el primer sábado de mes y el domingo. Haced un pequeño triduo antes de la fiesta de la Inmaculada. Ya se, que a veces a vosotros os parece que pedimos mucho, pero tenéis que comprender que si pedimos, siempre lo pedimos por vosotros.

Os invito, como siempre, a la oración, al ayuno y a la penitencia. Os exhorto a orar por mis dos queridos hijitos; ayudadlos con la oración. Os lo digo claramente, el Obispo está cansado, está muy cansado. Nosotros nos alegraremos con vosotros, os daremos la fuerza y el valor de continuar adelante.

Yo soy la Madre, Nuestra Señora, la Madre de la Eucaristía y en este momento estoy sufriendo mucho por la crítica situación del mundo. Orad, orad y orad. Cultivad el amor, la humildad, la paciencia y la caridad. La fe y la esperanza tienen que servir para amar más a Dios. Os repito con todo el corazón: no abandonéis las redes, dejad hacer a Dios. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro o bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Después hablamos...

Mensajes de Diciembre de 2006

Roma, 2 diciembre 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Mamá, qué hermosa eres! Son ya tres años que te echamos en falta en la Tierra.

Nuestra Señora - Cuando Dios me diga algo, hablaré. Mis queridos hijos, os doy las gracias por vuestra presencia. Hoy en el Paraíso hay una gran fiesta, porque hace ya tres años que está con Nosotros la abuela Yolanda. Me gustaría que le rezarais siempre, porque Dios le ha dado dones particulares para ayudar a los que están en la Tierra y la invoquen. Esto tendría que darte mucha alegría, Marisella.

Yo vengo para orar y estar con vosotros. La vida es muy difícil en el planeta Tierra, pero si vosotros procuráis amaros y quereros, todo será más fácil. ¿Os acordáis cuando os hablé del secreto de Fátima y dije que habría sacerdotes contra sacerdotes, obispos contra obispos, cardenales contra cardenales? ¿Qué ha ocurrido? Que de un Papa al otro se han pasado este secreto sin hacerlo público, sin revelarlo nunca. Cuando se han decidido a hablar sobre él, no han revelado el secreto entero que confié a tres pastorcillos, y tu, Marisella, lo sabes, porque lo conoces bien.

Marisa - Sí. Quiero pedirte que nos ayudes porque nosotros, hacemos lo que podemos, pero no podemos dar más. También yo me dirijo a mi madre; si Dios le ha dado dones para nosotros los hombres de la tierra, que nos ayude a vivir bien en este momento tan duro y difícil.

Nuestra Señora - Mira, Marisella, parece que todo vaya bien, tanto en los países musulmanes, como en las otras naciones, pero no es así. No añado nada más, digo solamente que recéis y recéis por todos los grandes hombres que se sienten poderosos y se desafían el uno al otro para ver quien es más grande entre ellos.

Abuela Yolanda - Dios me ha dado el permiso de hablar. Un saludo a todos mis hijos, sobrinos y nietos, soy vuestra madre y vuestra abuela. Soy muy feliz y estoy bien en el Paraíso, pero cuando vengo a la Tierra y veo tanta miseria, sufro y estoy mal. Mis queridos y dulces hijos y sobrinos, quereos. Tengo muchos nietecitos: Jacobo, Samuel, Emmanuel, Sara, Mariasole, Nicole, Denise, Michelle. ¡Cuántos niños tengo a mi alrededor! Tu los ves, Marisella, y los conoces bien. Quereos. Mis queridos sobrinos, criad bien a vuestros hijos, procurad que sean siempre buenos, respetuosos y sobre todo que no se peleen entre ellos; tienen que quererse mutuamente.

Annarella, tesoro de mamá, la más pequeña de mis hijas, mi adorada hija, yo rezo mucho por ti, por tu marido, por tus hijos y por tus nietos. Rezo también por Roberto y por Franco, que me hacen sufrir mucho, y tu, Marisella, lo sabes, porque nos vemos todos los días.

Marisa - Mamá, te ruego que reces por mis hermanos, por mi hermana y por mis sobrinos y nietos y también por los nietos adoptados, reza por todos, porque todos tenemos necesidad de algo y nos lo puedes dar.

Abuela Yolanda - Sí. Rezo también por el pequeño cenáculo, por todas las señoras que me han querido. Mi amor y mi afecto se dirigen a la Excelencia, a mi Excelencia, por el que rezo mucho. Cada vez que me acerco y me inclino delante de Dios, rezo por él. Ahora hay otras personas, como sus cofrades y la abuela Esperanza, que rezan por todos vosotros. Vosotros, los del cenáculo, del pequeño grupo del Movimento Impegno e Testimonianza, quereos y tratad de querer a vuestro Obispo. Yo, desde lo alto de los Cielos, os veo, ruego por vosotros y me uno a vosotros; sed respetuosos el uno con el otro: adiós a todos, un beso a todos.

Nuestra Señora - Yo, vuestra Madre, deseo que continuéis la novena, unos de un modo otros en otro, para llegar al día ocho, mi fiesta, la Inmaculada, cuando habrá una gran fiesta en el Cielo y en la Tierra. Vosotros aunque seáis pequeños y pocos, me amáis, amáis a mi Hijo Jesús, recibís el Sacramento de la Eucaristía con todo el amor; yo soy feliz por ello. Gracias por vuestra presencia.

Abuela Yolanda - Un beso para todos los del cenáculo, a la Excelencia, a mis hijos, a mis sobrinos, a mis nietos y a los que están presentes por varios motivos.

Marisa - ¿Ya no hablas más, mamá?

Abuela Yolanda - No. Ahora Nuestra Señora os dará la bendición en nombre de todos.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en el paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Gracias, Virgencita, dale las gracias a Dios que ha dejado hablar también a mi madre. Adiós a todos.

Roma, 3 diciembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es el primer domingo de Adviento. No tenéis que asombraros si ya os pido que preparéis la canastilla para el pequeño Jesús. Vosotros ya estáis en la universidad y sabéis lo que quiero decir. Los tiempos se acortan y el mundo no va bien, ¿qué puede pedir una Madre a sus criaturas de la Tierra? Que os unáis para rezar y hacer penitencia. Tratad por todos los medios de hacer la penitencia que vuestro Obispo os ha aconsejado: comer lo que no gusta, una vez en semana, en la comida o en la cena. Yo, vuestra Madre, me he dado cuenta de que os lo tengo que decir todo, no estáis preparados para hacerlo solos. El que tenga una salud flaca, débil, probada, que se enganche a la oración, que haga algún florilegio, pero no tiene que ayunar, ni comer lo que no le gusta, especialmente el que sufre del estómago. Esto puedo pedíroslo y ya os pido bastante.

Yo no hablo en ninguna otra parte del mundo, por tanto es bueno que publiquéis enseguida los mensajes en Internet. Algunos los leerán y los pondrán en práctica, como hacéis vosotros, otros no me escucharán.

Primer domingo de Adviento. El Adviento os prepara para el nacimiento de mi Hijo Jesús. Jesús es Dios y se acercaba a mi, la Madre, y a mi amado esposo José ronroneando y lloriqueando y cada vez nos arrodillábamos. Y también cuando mi amado esposo volvía del trabajo, íbamos junto a la cuna de Jesús y adorábamos a Dios. Vosotros sois hijos de Dios y tenéis que amarlo y adorarlo, aunque viváis situaciones que a vosotros no os gusten, pero él es Dios y sabe lo que hace. No os toca a vosotros preguntar porqué Dios hace así, porqué Dios se comporta así. Él es Dios y vosotros sois criaturas de Dios. Las criaturas de Dios son las que sufren, las que están bien, las que aman. Hay un sólo Dios y cuando él quiera lo veréis tal como es. Vosotros escucháis las cartas de Dios, pero alguien oye Su voz, aunque no lo ve; oírlo y no verlo provoca dolor. Pensad en cuantas almas del Purgatorio, que ciertamente no irán al infierno, pero sienten la falta de Dios y se preguntan: "¿Cuándo veremos a Dios? ¿Cuándo iremos a ver a Dios?" Tenéis que estar siempre dispuestos a morir, porque no sabéis cuando os llamará Dios. Tenéis que vivir siempre en gracia.

El día de mi fiesta, el de la Inmaculada Concepción, subirán al Paraíso 25 millones de almas que están en el Purgatorio. Después cuando Dios lo decida, subirán otros grupos más numerosos. ¿Os habéis dado cuenta que poco a poco aumentan las almas que suben a Dios? Alguien querría estar ya en el Paraíso. Pero Dios ha reservado a esta persona otras misiones importantes en la Tierra e importantísimas para el Cielo.

Dentro de poco Dios, el pequeño Jesús, bajará en medio de vosotros, dentro de poco no significa mañana, vosotros sabéis cuál es el día en que nace Jesús. Mi Hijo Jesús es hermoso; cada madre dice de su hijo que es hermoso, y también yo lo digo: "Mi hijo es hermoso, pero también porque es Dios, que está en medio de nosotros"

Ánimo, preparaos todos para la S. Navidad, como ha hecho siempre la Abuela Yolanda cuando vivía en la Tierra. Ahora reza mucho por vosotros, por cada uno de vosotros, y os besa, como ya os ha dicho. Ahora goza muchísimo después de haber sufrido durante muchos años. El que sufre en la Tierra, tiene la esperanza, la seguridad de ir al Paraíso. Si vivís en gracia, gozaréis de la eternidad.

Ánimo a todos, Dios está con vosotros, yo estoy con vosotros, todo el Paraíso reza por vosotros. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo y a vuestros seres queridos, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Todo el Paraíso se ha ido detrás de Nuestra Señora.

Roma, 8 diciembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es fiesta grande. La Vidente ahora ve dos Vírgenes: la Madre de la Eucaristía y la Inmaculada. Como ya os he explicado, la Inmaculada abre la Historia y la Madre de la Eucaristía cierra la Historia. La consagración de la Iglesia que me ha hecho vuestro Obispo a mi, Madre de la Eucaristía, es grande a los ojos de Dios, que está muy feliz por este acto. Ningún obispo ni ningún Papa ha pronunciado jamás las palabras que ha pronunciado vuestro Obispo. Procurad que no sean solo palabras, que luego fácilmente olvidáis. Os invito a rezar por esta consagración de la Iglesia hecha a mi, María, Madre de la Eucaristía.

No hay mucho que añadir después de lo que ha dicho vuestro Obispo; él tiene en su corazón una gran carga de amor y muchas palabras hermosas, que gustan a Dios. Pero vosotros sabéis también cuánto sufrimiento tiene. El año pasado vuestro Obispo convocó el Año del Amor, que termina hoy, porque empieza el Año de la Humildad y, como sabéis la humildad significa también verdad. Cuando uno tiene algún don o sabe hacer algo, tiene que decirlo con sencillez, con humildad, no tiene que avergonzarse. Recordad que la humildad lleva a la santidad y al Paraíso, donde hoy han subido 25 millones de almas. Vuestra hermana ahora está aquí en medio de vosotros para escuchar, para sentir la voz del pastor, que me ha consagrado la Iglesia y a todos sus hijos.

Éste es un día muy importante. Me disgusta que las personas, por desgracia, no hayan comprendido la importancia de venir a este lugar taumatúrgico. Los prelados casi han hundido este lugar, pero han hundido todavía más a las dos personas que Dios ha elegido con tanto amor. Vosotros aquí presentes conocéis la historia y a vuestro Obispo y sabéis cuanto amor, cuanta dedicación y sensibilidad hay en su corazón. También vosotros tenéis que amar, tenéis que ser humildes y dedicaros al prójimo.

He venido también para bendecir a las personas enfermas y a las que tienen que entrar en el hospital. Yo las acompañaré junto a mi Marisella, y las invito a prepararse, con una buena Confesión y S. Comunión, para hacer siempre la voluntad de Dios. Cuando hacéis la voluntad de Dios, todo va como el Señor quiere, Él es el Supremo, Él es Todo, Él es el Dueño del Cielo y de la Tierra, es el Padre de todos, por tanto sabe lo que hace. Orad, para que todo vaya bien y se haga siempre la voluntad de Dios.

Hoy es fiesta en el Paraíso para las almas que han venido del Purgatorio, porque es la fiesta de María Inmaculada y de la Madre de la Eucaristía. También vosotros, pequeño rebaño, haced una gran fiesta, porque sabéis perfectamente lo mucho que sois amados del Cielo. ¿Quién es amado del Cielo como vosotros? Dios os ama, aunque os ponga a prueba, que a veces es muy dura y muy difícil, pero es siempre para beneficio de las almas.

Yo, la Madre de la Eucaristía, os felicito a todos, porque soy vuestra Madre, porque no hay un nombre más hermoso que este. Me han dado muchos títulos, pero el que prefiere Dios es Madre de la Eucaristía. Si lográis amar a Dios y a la Madre de la Eucaristía, conseguiréis amaros también a vosotros mismos y ayudaros mutuamente. Orad por las personas que sufren, sobretodo por los niños de lejos que no tienen nada. Vosotros, en la medida de lo posible, ya habéis hecho mucho, pero continuad, si podéis, ayudando a todos los necesitados, Dios os bendecirá. Buena fiesta también para vosotros.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados; bendigo a los enfermos, a los niños enfermos a todos los que tienen necesidad de ser ayudados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Aleluya, aleluya, aleluya. Veinticinco millones de almas han subido hoy al Paraíso, donde no hay día ni noche, sino siempre mucha luz. La Virgencita mira siempre a todos y está contenta y feliz cuando ve que las personas se aman y se quieren.

Aleluya, mis queridos hijos, siempre.

Marisa - Adiós, adiós. Nuestra Señora y mi madre se han ido juntas, cogidas del brazo.

Roma, 10 diciembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Mirad bien el altar, adornado de flores blancas y pensad en algo grande y hermoso. ¿Quién puede estar vestido todo de blanco?

Marisa - Virgencita, he comprendido, basta así, te lo ruego. Tu que eres tan buena trata de amarnos siempre y haz que no tengamos que sufrir tanto, te lo ruego. Ahora tengo dentro de mi corazón algo que me duele y que me infunde temor.

Nuestra Señora - No tienes que tener miedo, hija mía. Hacer la voluntad de Dios es siempre muy hermoso e importante y os vuelve serenos.

Marisa - No, no, no. Tu sabes lo que yo temo, no por mi, sino por el Obispo.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, tengo una gran intención, por la cual os invito a rezar. Sé que ya oráis y hacéis florilegios, y penitencias, pero hoy más que nunca os invito a rezar por vuestro Obispo. Dios está preparando algo muy importante, vosotros sólo tenéis que rezar y amar. Ha empezado el Año de la Humildad, sed obedientes y dóciles al Obispo. El que esté mal no tiene que hacer ayuno, el que está bien puede y debe hacerlo.

Estamos en Adviento, continuad haciendo la canastilla para Jesús. Invitad a otras personas a venir a este lugar taumatúrgico. Hace falta luchar, hace falta empeñarse más, y todo será más hermoso y más fácil para vosotros.

Estate tranquila, Marisella, abandónate a Dios, sea lo que sea que Él pida.

Mi pequeño cenáculo, veo que hoy sois menos numerosos y ya que sois pocos, reforzad vuestras oraciones, vuestros ayunos, vuestras jaculatorias y florilegios. Tenéis que ser sencillos, sinceros y humildes.

La Abuela Yolanda es una persona muy importante en el Paraíso y reza mucho por vosotros, se acuerda de cada uno de vosotros. Entre vosotros hay quien sufre, hay quien tiene que ir al hospital, hay quien no está bien y no puede ni siquiera ir al hospital. Ofreced esto a Dios Padre Omnipotente. Gracias a todos.

Marisa - Dios, te lo suplico con todo el corazón, no pidas aquello que sabes.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Gracias, adiós.

Roma, 14 diciembre 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos y gracias por vuestra presencia.

Antes que nada, os lo ruego, orad por los miembros del cenáculo que están enfermos, por vuestro Obispo. El que no pueda hacer una cosa, puede hacer otra, tenéis que tener juicio al hacer las cosas, si no podéis no tenéis que hacerlas: esto lo he recomendado siempre. El que toma muchas medicinas, el que está mal no puede hacer ayuno, no puede hacer grandes penitencias, pero sí los florilegios, los sacrificios, gestos de amor hacia el prójimo.

No repetiré todo lo que ha dicho Dios de los hombres y sobre todo de los pastores de la Iglesia, no repetiré la frase de Dios porque os deprimiría. Estos son los hombres, que Dios ha creado a su imagen y semejanza. No hacen nada de bueno y la Iglesia va cada vez peor. Hace falta renovar la Iglesia y dar las riquezas a los pobres, especialmente a los del Tercer y Cuarto Mundo. Estos mensajes de Dios tienen que llegar a todos los hombres de la Iglesia. No tengáis miedo, no hay que tener miedo de hacer el bien. Os invito a orar por la Iglesia. El gesto de vuestro Obispo que ha renunciado a los regalos, pequeños, en comparación a los tesoros de la Iglesia, para dar el equivalente en dinero a los pobres, es grande para Dios. Si todos los sacerdotes, especialmente los que tienen grandes parroquias, los Obispos, los Cardenales, y el mismo Santo Padre, decidieran hacer alguna obra buena por los pobres, la situación en el mundo sería diversa y todos estarían más serenos!. Procurad que se llegue a esto; en el fondo vosotros sois una pequeñísima comunidad, pero lo que hacéis es el triple de lo que hacen los otros. El Adviento ha empezado desde hace tiempo, la novena empieza mañana, haced esta novena como si fuese la última de vuestra vida para dar la paz, la serenidad y la felicidad a todas aquellas personas que sufren. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Dad un beso a vuestros niños al volver a casa. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, adiós, mamá.

Se ha ido.

Roma, 17 diciembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es el tercer domingo de Adviento, que puede definirse como el domingo de la alegría, del amor hacia todos. Cuatro personas no tienen alegría, sino sufrimiento; pero también quien sufre tiene que vivir en la alegría. Por esto os digo: sumergíos en la alegría, sed sonrientes, porque el dolor y el sufrimiento no pasan sin la alegría, que tiene que estar siempre presente en vuestros corazones. Las personas que están a vuestro lado tienen que ver que estáis alegres. Este pequeño cenáculo, muy apegado al lugar taumatúrgico, tiene que vivir con alegría; mientras estéis en la Tierra, siempre habrá penas, sufrimientos y choques con las personas. Yo, vuestra Madre, ¿qué puedo deciros? Vivid con alegría y seréis felices. Esto lo digo especialmente por Pablo, el gran Pablo, que viene a este lugar taumatúrgico. Cantad cantos de alegría y de amor, para los que están en el hospital, para los que tienen que trabajar, para los que están enfermos en casa; vosotros manifestad alegría siempre. La alegría os lleva directamente a mi Hijo Jesús, a la Madre de la Eucaristía y a todos los ángeles y Santos. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Se han ido cantando, estaban alegres.

Roma, 21 diciembre 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Con gran alegría hemos llegado al séptimo día de la novena. Habéis sido muy valientes, especialmente los que en estos días tienen que atravesar la ciudad, venir de lejos y soportar un tráfico caótico y todo el desasosiego que supone vuestra ciudad, Roma. Dios tiene que bendecir vuestro sacrificio, vuestro amor hacia este lugar taumatúrgico y hacia el Obispo, pero sobre todo hacia Él; esto nos da gran alegría a todos nosotros.

El tiempo ha volado, dentro de poco, poquísimo, nace el niño Jesús y vosotros casi ya habréis finalizado la canastilla; unos con el sufrimiento, otros con el sacrificio, otros con el ayuno, otros con los florilegios y otros, no pudiéndolos hacer, con sencillas y humildes oraciones. El pequeño Jesús, su Madre y su padre se contentan con todo, mientras se haga con amor.

Mis queridos hijos, cuanto me gustaría veros alegres. Esta palabra hiere un poquito a alguno que en su corazón se pregunta: "Alegrarse ¿de qué?". Tenéis que alegraros porque estáis unidos a Dios, a la Eucaristía, a la Madre de la Eucaristía y tenéis todavía con vosotros al Obispo. Vosotros, pequeñísimo rebaño, muchas veces os he llamado de este modo, sois muy, muy valientes. El que se ha ido de este lugar, un día volverá, pero no será fácil volver a entrar porque estará abrumado por la vergüenza, por los celos y por la envidia. En cambio, vosotros estáis siempre aquí presentes. Dios tiene que hacer verdaderamente algo muy hermoso por vosotros, grande y espectacular, aunque los eclesiásticos no lo aceptaran tampoco esta vez. Orad por esto. Estoy contenta de que estéis al lado de vuestro Obispo, tratad por todos los medios de ayudarlo, pero no exageréis, dejadlo respirar.

Marisa - Pero ellos no exageran, lo dejan respirar, porque cada uno tiene su propia casa, su propia familia, sus propios hijos, sus propios nietos, su propio trabajo... cada uno tiene su quehacer y cuando se van de este lugar taumatúrgico están más tranquilos que nosotros. Yo no estoy tranquila, yo no puedo cerrar la casa. Tengo que estar aquí y dar el callo.

Nuestra Señora - ¿Cómo hablas, Marisella? Me haces reír o sonreír.

Marisa - Ya lo sé que te hago sonreír. Quería hacer sonreír también al Obispo.

¿Has visto qué hemos comprado? Nosotros no queríamos, pero un señor después de haber dado el dinero para los niños, ha querido hacer un regalo. ¿Tenía que decir que no? Le hemos dicho que sí, ¿Nos hemos equivocado?

Nuestra Señora - No, no son éstas las equivocaciones, Marisella. Deja hacer al hombre, si al hombre le gusta hacer algo, ¿porqué prohibirlo? Ha dado su ofrenda para los niños del Tercer y Cuarto Mundo, por tanto ha cumplido con su deber. Después si ha querido compraros algo, ¿por qué prohibirlo?

Marisa - Pero yo no lo he prohibido. Yo no sé hablar bien el italiano y he dicho prohibirlo, porque no me venía la palabra justa. Espera un momento. ¿Qué tengo que decir?

Obispo - Está muy bien.

Marisa - "Está muy bien" ha dicho el Obispo. Deseo someter a tu aprobación esta carta, que tu ya has visto y que hemos puesto bajo tu imagen. ¿Nos darán más golpetazos?

Nuestra Señora - Sí, pero tendrá que estallar algo antes o después, tiene que estallar. Tienen que comprender los errores cometidos, tienen que reconocer la falsedad y las mentiras que han dicho, tienen que comprender que no se vive sólo de dinero, de poder, sino que se vive sobretodo de amor.

Marisa - ¡Entonces te ha gustado! Vale, luego me ha venido a la mente un regalo que quería hacer, pero me falta el marco.

Nuestra Señora - Este es el objeto más hermoso que podías pensar o hacer, es algo original y hermoso, de esta flor sale la voz de Dios.

Marisa - Por esto he querido hacerlo.

Nuestra Señora - Enhorabuena, Marisella, enhorabuena.

Marisa - También Mariasole dice enhorabuena. De aquí sale la voz de Dios, pero no la veo.

Nuestra Señora - Entonces, mis queridos hijos, continuad esta novena, quedan pocos días. El que pueda, la noche de Navidad, si no tiene problemas familiares que venga aquí a adorar al Niño Jesús. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a los enfermos. Como dice el beato Juan XXIII, cuando vayáis a casa acariciad a vuestros niños y decid que ésta es la caricia de la Virgen, de la Madre de la Eucaristía. Y a todos vosotros muchas felicidades.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Felicita por mi a mi madre, a todas las tías y a la abuela Esperanza. Adiós.

Se ha ido.

Roma, 24 diciembre 2006 - h. 11:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Gracias por estar aquí presentes en esta noche. Coged el niño Jesús (n.d.r. la estatua), llevadlo a su cuna, porque ha llegado la hora. Yo estoy rodeada por los ángeles y los Santos, conmigo está todo el Paraíso. Tengo al pequeño Jesús entre mis brazos que lloriquea, os mira y, alzando la manita derecha, bendice a todos con los tres dedos.

La Madre no tiene palabras para daros las gracias por estar aquí presentes, en esta noche oscura y fría, para hacer compañía al pequeño Jesús. Sobre todo quiero dar las gracias a los que han hecho la novena con sacrificio, con el ayuno, con las oraciones y con los florilegios, preparando la canastilla al pequeño Jesús. A vosotros os puede parecer extraño que la Madre haya pedido que se haga la canastilla al Niño Dios, pero no podéis imaginar qué alegría hay en mi corazón y en el corazón de todos los que están en el Paraíso por esto. Ha empezado el Año de la Humildad y el que asiste al encuentro bíblico sabe perfectamente que vuestro Obispo os ha hablado de su importancia: la humildad os lleva a la santidad.

Estoy segura de que todos queréis convertiros en santos. En el Paraíso hay lugar para todos y en este momento se ensancha para acoger a 50 millones de almas que están entrando con Marisella.

Marisa - ¡Hemos llegado a 100 millones! Oh, madre mía, ¡cuántos son! ¡Parece que el Paraíso se ensanche para que entren estos otros 50 millones de almas que han subido del Purgatorio al Paraíso! ¡Qué visión más hermosa! ¡Oh, cómo me gusta! Dejadme quedar con vosotros, os lo ruego.

Nuestra Señora - Marisella, tu sabes que tu sitio está todavía en la Tierra y sabes cuanto sufrimiento te espera. Aunque tu salud se tambalea cada vez más. Has querido hacer el sacrifico de bajar a la iglesia porque amas al pequeño cenáculo y sufres cuando no estás en medio de ellos.

Marisa - Perdona, ¿entonces por qué no me dejas bajar más frecuentemente? ¿Por qué no me permites estar un poquito mejor para bajar en medio del pequeño cenáculo?

Nuestra Señora - Ahora te doy al pequeño Jesús.

Marisa - ¿Quieres decir que ya me mandas a la Tierra? Pero yo quería estar en el Paraíso.

Nuestra Señora - ¡Toma!

Marisa - No lo dejas caer, poco a poco. Cuánta alegría sentir la manitas y el cuerpecito todo aterciopelado. ¡Es hermoso!

Nuestra Señora - Ya lo sé que para ti es una gran alegría estrechar contra tu corazón al pequeño Jesús.

Marisa - No sé que elegir: si quedarme en el Paraíso o bajar a la Tierra.

Nuestra Señora - Marisella, tu sabes donde estás, tu sabes donde te llevaremos. Mañana iremos a Burundi y a muchas otras naciones de África.

Mis queridos hijos, no podéis comprender por completo la alegría de este momento, pero vividlo junto a vuestra hermana. Estad alegres y felices, continuad con la oración, con el amor y con la humildad. Si el Año del Amor ha sido un poco inestable, procurad que el Año de la Humildad sea más hermoso y más fuerte. Os he dicho muchas veces que ya estáis en la universidad, ya habéis aprendido muchas cosas, continuad siempre mejorando cada día. Recordad que no tenéis que estar alegres sólo en Navidad, porque todos los días para vosotros es Navidad, especialmente para los que reciben a mi Hijo Jesús. Para los cristianos creyentes y practicantes, y que aman verdaderamente, cada día es Navidad. Por lo tanto no esperéis la S. Navidad para reuniros, para quereros y para estar juntos, cada día es Navidad, porque cada día podéis recibir a Jesús Eucaristía.

Mis felicitaciones y las del Paraíso son para todos vosotros y para vuestros seres queridos, que deseaban tanto poder venir, pero que no han podido por distintos motivos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a todos, a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. El niño Jesús continúa bendiciéndoos alzando la manita y con la otra me acaricia los cabellos haciéndome ricitos.

Id todos en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Os lo ruego: participad plenamente en la S. Misa. Vivid la S. Misa como si fuese la última de vuestra vida. Y tu, Excelencia, no hay necesidad de que te lo diga, celebra la S. Misa como si fuese la última de tu vida de... tu sabes cómo. Felicidades a todos.

Marisa - Adiós. ¡Madre mía!

Obispo - ¡ Han subido 50 millones de almas al Paraíso!

Marisa - Tendrías que ver. El Paraíso no tiene puertas, pero a medida que las almas entraban parecía que se ensanchase

Obispo - Hacían sitio para 50 millones de almas.

Marisa - Pero Dios me ha vuelto a mandar aquí abajo.

Roma, 25 diciembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Felicidades y buena Navidad a todos. Como he dicho esta noche, donde estamos Nosotros no hay ni día ni noche, hay siempre luz. La Navidad no tiene que ser celebrada solamente el 25 de diciembre de cada año, sino todos los días, porque tenéis que demostrar siempre que os amáis, que os ayudáis mutuamente, que sois caritativos el uno con el otro, que sois humildes. Este es el año de la humildad. El niño Jesús ha vivido en humildad, pobreza y obediencia a Dios; también vosotros vivid no sólo este día, sino también los otros días, con alegría, aunque haya diversas ocupaciones que desempeñar: el que tiene niños, el que tiene ancianos, el que tiene enfermos que cuidar. Servid a todos con alegría y gozo; las pruebas no faltan nunca, lo sabéis. Dios recomienda en su carta: alegría y gozo todos los días, especialmente cuando recibís a Jesús Eucaristía.

La carta de Dios que he traído esta noche es muy hermosa. Meditadla, palabra por palabra, encontraréis muchos motivos para reflexionar. Ya lo sé, la carta que esperáis tarda en llegar, pero tiene que haber alegría, porque cada uno de vosotros tiene que sentir a Dios a su lado. En este momento el pequeño Jesús está a vuestro lado, y, como esta noche, os bendice con la manita y juega. Esta noche lo ha cogido en brazos vuestra hermana y Él continuaba jugando y bendiciendo. Vuestros niños juegan, aunque haya una función religiosa, el lugar es estrecho y estáis el uno al lado del otro. Dejad estar a los niños, porque no pueden comprender y permanecer tanto tiempo quietos. Mis queridos hijos, en todas las situaciones se requiere paciencia y humildad. Hace falta comprender a los padres y a los niños, comprender a los ancianos cuando no oyen y hablan en voz alta. En las otras iglesias hay mucha confusión, los fieles hablan mucho, incluso durante la consagración y durante la comunión. Miran los vestidos, las pieles, los objetos preciosos y no piensan que están delante de Cristo, Rey del Cielo y de la Tierra, delante de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo. Vosotros, en cambio, pensáis en la Trinidad, en la Madre de la Eucaristía, y oráis por vuestro Obispo. Repito: Navidad tiene que ser cada día, cuando vais a tomar a Jesús Eucaristía. Navidad es alegría y gozo y no se puede celebrar solamente una vez al año, sino todos los días, aunque haya sufrimientos, preocupaciones, disgustos y enfermedades. Vivid con alegría siempre, porque os espera el Paraíso. Felicidades a todos, a los de cerca y a los de lejos.

Esta noche el Niño Jesús ha dado su bendición a todos, incluso a los que estaban lejos, y ahora continúa bendiciéndoos. También vuestro Obispo todas las tardes manda su bendición a todos los miembros de la comunidad y a todas las personas que lo han conocido; Jesús y yo os bendecimos junto al Obispo.

Gracias y felicidades de nuevo a todos. Ya lo sé, sois pocos, algunos se han ido, otros están mal o tienen otros problemas; vosotros que estáis aquí intensificad la oración, porque así se vuelve útil también para los otros.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños del Tercer y Cuarto Mundo, a vuestros niños y nietos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

¿Qué pasa, Marisella?

Marisa - ¿Hoy no me das al niño Jesús?

Nuestra Señora - No, no estás bien, Marisella, no solo las rodillas, sino todos los huesos, te hacen daño. Por otra parte sufres la pasión, no te lo puedo dar, sé feliz igualmente.

Marisa - Esta bien.

Nuestra Señora - Id en la paz de di Dios Padre, de Dios Espíritu Santo y del pequeño Jesús que está aquí en mis brazos.

Marisa - Adiós, mamá. Adiós a todos. ¿Te has acordado que el 23 era el cumpleaños de Yari?

Abuela Yolanda - Sí, sí, he rezado mucho por él.

Marisa - ¡Has hablado! ¿Te lo ha dicho Dios?

Está bien, está bien. Sí, sí, no me quejo mucho. He dicho que he reflorecido, ¿qué más tengo que decir?

Adiós, mamá.

Abuela Yolanda - Dios me da permiso para abrazar a mis hijos, aunque uno..., para abrazar a mis sobrinos y nietos, pero mi abrazo más afectuoso es para mi gran y santo Obispo, para la Excelencia. Adiós a todos.

Marisa - Adiós, mamá.

Roma, 31 diciembre 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

He sido yo, la Madre del Cielo, la que le ha dicho a vuestra hermana que no bajase, no está bien. Aunque ella continúa diciendo que ha reflorecido, el mal está, el dolor está, el cansancio está. Por esto le he dicho que no bajara y ella ha sufrido porque quería veros para felicitaros. Pero las felicitaciones las puede hacer también a través de la radio.

Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia. Felicidades a mi amado esposo José, felicidades a mi misma, pero sobre todo al pequeño Jesús. Extiendo mis felicitaciones a todas las familias. Hay muchas familias cuyos miembros se aman y están unidos, pero hay otras familias cuyos miembros están separados y van de una persona a la otra. Los que sufren por todo esto son los niños, sobre todo los más grandes. Los niños que estudian se resienten mucho por la separación de los padres; os invito a rezar por estos. Vosotros que amáis la familia y vivís en familia continuad amándola y rezando, decid un Ave María o un Padre Nuestro juntos. Es tan hermoso levantarse por la mañana y decir una oración vueltos a Dios Padre Omnipotente.

Esto vale tanto para los que no están casados, como para los que viven juntos. Todos tendríais que decir: "Levantémonos y digamos una oración juntos. Dirijamos nuestra mirada hacia Dios Omnipotente que nos ama"

Todos vosotros esperáis su palabra, para ver que finalmente las cosas cambian. Días atrás Dios, desde lo alto de los Cielos, dijo: "Muchos, muchos tienen que convertirse todavía, Yo no me contento con estas conversiones, son pocas". Dios ha creado a todos a su imagen y semejanza, ama a sus hijos, incluso a los que lo hacen sufrir, incluso a los que no creen, que se llaman ateos, no creyentes y a veces son mejores que los cristianos.

Festejad a la Sagrada Familia, vosotros que formáis parte de esta pequeña comunidad guiada por mi amado Obispo.

Marisa - ¿Podrías darnos una mano para convertir a estas personas? Tu has dicho una vez que uno se puede convertir incluso a los 84 años; ¿te acuerdas? Mi madre en aquel período tenía 84. Sí, también los hombres pueden convertirse a los 84 años, ¿por qué los nuestros no se convierten?

Nuestra Señora - El primero de año, hijitos queridos, Marisella partirá con 100 millones de almas del Purgatorio y las llevará delante de Dios Padre. Pero ella, como siempre, volverá aquí abajo con vosotros, porque su tiempo no ha llegado. Parecía que hubiese llegado, parecía que todo estuviese listo, pero Dios ha dicho: "Necesito a Marisella", y miradla aquí todavía en medio de vosotros. El 1º de enero subirá conmigo, con mi amado esposo José y con la Abuela Yolanda, y se quedará dos días con nosotros, pero luego volverá a la Tierra con vosotros.

Convertíos todos, sabéis que la muerte, como dice el S. Evangelio, es como un ladrón. No se sabe nunca cuando llega, cómo llega, a quien se lleva y a quien no se lleva. No cuenta la edad, porque la muerte puede llegar a cualquier edad. Yo digo siempre: Rezad por los enfermos, rezad por los que están verdaderamente enfermos, rezad por todos los niños enfermos, porque la muerte llega para todos, independientemente de la edad y a escondidas. Por tanto tenéis que estar siempre preparados y vivir en compañía de Jesús Eucaristía. Veréis que hermoso es el Paraíso, donde hay amor, alegría, canto, oración, hay de todo. Muchos me preguntan: "¿Qué haremos en el Paraíso? ¿Nos cansaremos?" Oh, no, las cosas hermosas no cansan nunca, ¿verdad, Marisella?

Marisa - ¡Llego antes a bajar que a subir! Estoy como máximo dos días en el Paraíso y luego vuelvo a bajar en medio de este mundo tan feo.

Nuestra Señora - Ahora todos juntos recemos a la Sagrada Familia para todas las familias: Padre Nuestro…, Gloria…, Ave Maria...

Mis queridos hijos, junto a mi familia y a mi amado Obispo Claudio Gatti, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, principalmente a los que están desnutridos, que sufren que no tienen nada que comer. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Bendigo a los que están lejos, o que se han tenido que marchar y a los que están ausentes por el trabajo.

Marisa - El Niño Jesús juega con los cabellos de la Virgencita y les da vueltas, y vueltas y vueltas.

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, di Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Yo, Marisa, os felicito a todos por fin de año. Rezo y pido perdón a Dios por vosotros. Buen año a todos; empecemos este nuevo año con la oración y con el amor hacia todos los hermanos. Felicidades, pequeño cenáculo, adiós.

Roma, 31 diciembre 2006 - h. 11:50 p.m.: 1° de enero 2007 - h. 0:10 a.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Marisella, he venido al final del viejo año y al principio del nuevo para felicitaros y también para daros un buen tirón de orejas. Soy vuestro Dios y os amo con un amor inmenso, grande, pero alguno de vosotros me hace sufrir. Excelencia, siéntate. Yo, Dios, he querido venir para deciros una vez más: ánimo, adelante, quiero la conversión de mis hijos, y la quiero porque los he creado a mi imagen y semejanza. Quiero que sean santos, claro, no todos llegarán a la santidad perfecta, pero quiero todavía conversiones, conversiones, conversiones. Me encomiendo a vosotros y os pido vuestra colaboración y oración.

A vuestra hermana le he dicho: "Tienes que rezar, sufrir y ofrecer", a vosotros os pido solamente la oración. En el año que ha terminado hace poco, os he dado algo a todos, a unos de un modo a otros de otro. Todos habéis recibido gracias de Dios, sólo quien no las quería, no las ha recibido. Dios no ha abandonado nunca a nadie, desde vuestro Obispo al más pequeño de vosotros. Dios os ha amado y os amará siempre, aunque hayáis hecho... no digo la palabra, digamos lamentaciones. "¿Por qué Dios?. ¿Por qué Dios? ¿Por qué Dios?". ¡Cuántas veces habéis repetido esta frase los que estáis presentes, los que están ausentes y los adultos! Yo soy Dios y tenéis que hacer lo que Yo digo, aceptar lo que Yo quiero. Ahora quiero todavía conversiones, conversiones, conversiones.

Orad por la Iglesia, orad, para que sea saneada y renovada. Por la mañana os levantáis, os preparáis con prisa y os vais corriendo a trabajar. ¿Por qué para el trabajo sois puntuales y conmigo no lo sois? Porqué no levantáis la mirada a Dios y decís: "Hola, Dios, me voy a trabajar. Hola, Dios, te amo". A vosotros no os pido tanto, a mis dos hijos he pedido muchísimo, ya lo sé, y pediré todavía, especialmente a Marisella. No os preguntéis continuamente porqué. Ha empezado el nuevo año, 2007, y en vuestro corazón pensáis: "Desde 1999 Dios nos ha hecho muchas promesas y no las ha mantenido". Si Dios ha actuado de este modo tenía sus motivos, y ¿quiénes sois vosotros para preguntar a Dios: "Por qué, por qué?¿ No somos también tus hijos nosotros?. Un Padre no trataría tan mal a sus hijos". Estos lamentos no me gustan, aunque tengáis parte de razón. Yo no quiero mandar al infierno otras personas, especialmente a mis hijos predilectos, quiero otras conversiones, conversiones y conversiones y luego todo será hermoso y feliz para vosotros. ¿Pensáis que son muchas las personas que se han salvado? Oh no, en proporción a todos los hombres que han vivido desde el principio del mundo son pocas. Vosotros habéis oído que 50 millones antes y 100 millones de almas después han subido al Paraíso, pero ¿qué son ante todas las almas que todavía están en el Purgatorio y son muchas? ¿Y las almas que están en el infierno? Aquellas, por desgracia, no se salvan. ¿Creéis que no sufro por esto? Me duele ver que mis hijos son inmorales, deshonestos, pedófilos, alcohólicos y drogadictos, pero también me duele cuando decís: "¿Por qué, Dios? ¿Por qué, Dios? ¿Por qué, Dios?". Dios es bueno, Dios os ama. He querido venir Yo y tengo a mi lado a la Madre de la Eucaristía, a San José, a la Abuela Yolanda, a los papas, todos los otros santos a los ángeles, porque Yo soy Dios, Yo soy grande, Yo soy Aquél que ha creado el mundo. ¿Qué ha sido de todo lo que Dios ha creado? Cruzad las manos sobre vuestro corazón y decid: "Dios tienes razón, ayúdanos, nos tienes que dar mucha fuerza y consuelo para continuar adelante", esto tenéis que decir. De vosotros espero mucho. Sois almas rectas, habéis sido llamadas por Mi. ¿Por qué no me escucháis? Este es mi deseo para todos: que el año nuevo esté lleno de esperanza, de amor, de fe, pero sobre todo de humildad. Sed humildes, sed sinceros y amad, como Yo, Dios, os amo y entonces veréis que todo será más hermoso. ¿Éste será un año duro? No lo sé, no os lo digo. ¿Será un año hermoso? No lo sé, no os lo digo.

Marisa - Tu lo sabes todo. Tu eres Dios.

Dios Padre - Bueno, Marisella, es mejor que me calle.

Marisa - Pareces un poco severo.

Dios Padre - No, no soy severo, soy un Padre, os amo y os quiero santos a todos. Por esto os repito: "Convertíos, convertíos, convertíos" y lo digo también a todos los hombres del mundo: "Convertíos".

Marisa - Se ha ido la estrella, se ha ido Dios.

Nuestra Señora - Sí, Marisella. Soy la Madre de la Eucaristía. Lo que Dios ha dicho es justo. Cuando me preguntabais "¿Por qué, Dios?", yo no podía responder. Recordad: Dios os ama y os quiere. Dilo tu también Abuela Yolanda, habla, Abuela Yolanda, ánimo.

Abuela Yolanda - Sí, Dios os ama y os quiere.

Marisa - ¿Puedo hablar? Nosotros no hemos dicho nunca que Dios no nos ama. Quizá en los momentos de gran dolor nos hemos lamentado, pero poneos en nuestro lugar. Estamos en esta Tierra tan corrupta y continuar viviendo de este modo no es fácil para nosotros. ¿Verdad Virgencita?

Nuestra Señora - Sí, yo os entiendo, te entiendo, Marisella, pero tu sabes cuál es tu camino.

Marisa - Pues entonces, en mi camino no pongas al Obispo, déjalo libre para volar. Oh, él en el corazón tiene tantas palabras hermosas, tiene una avalancha de palabras, tu misma has dicho que de cada palabra del Evangelio hace un poema. Son hermosísimas también las oraciones que dice. Tiene el corazón lleno de amor por Dios, por la Madre de la Eucaristía, por San José y también por la Abuela Yolanda.

Nuestra Señora - Nosotros estamos aquí para felicitaros a todos. Buen año a todos y también a los que no están presentes, sobre todo a los niños, para que crezcan bien, no contaminados por este mundo tan extraviado, tan corrompido. Excelencia, te hago una pregunta, no sé si me responderás: "¿Tienes algo que decirme?

Obispo - Yo he expuesto todo lo que tengo en el corazón en la oración de hoy y en la de ayer.

Nuestra Señora - He oído lo que has dicho.

Obispo - He dicho que, a pesar de todo, me inclino a la divina voluntad y mando un beso a Dios - Papá. Claro que ya no tengo, y lo siento, la fuerza para seguir adelante. Pido solo esto: tener la fuerza física y espiritual para poder llevar adelante la misión que me parece, de mes en mes y de año en año que se vuelve cada vez más dura y difícil. Dios nos ha dicho que nos abandonemos completamente a Él y lo haremos, aunque con esfuerzo, pero creo que es humano desear ver florecer algo del sufrimiento que cotidianamente hemos vivido y vivimos. No vemos nada, somos cada vez menos numerosos, ningún sacerdote está a nuestro lado. Estamos continuamente perseguidos y condenados. Creo que es legítimo desear que la verdad triunfe. Hemos recibido tantos golpes y tener alguna consolación y alguna alegría nos puede dar un empuje mayor para continuar. Has dicho que el viaje al Calvario es siempre largo, pero el que estamos recorriendo Marisa y yo es largísimo. Incluso abandonándonos a Dios, deseamos ver crecer alrededor nuestro alguna cosa. Tu lo sabes, ¿qué ha crecido a nuestro alrededor? Ahora te hago yo una pregunta. Nos habéis dicho que muchos niños han nacido, parejas que han llegado felizmente al matrimonio, se han obtenido curaciones físicas y sobre todo muchas conversiones por nuestros sufrimientos, pero yo, como Obispo, ¿qué pedo decir que he hecho después de tantos años de fatigas, de sufrimientos, de humillaciones y de condenas? Ea, esta es la pregunta que te dirijo.

Nuestra Señora - No puedo responderte como te ha respondido Dios. Dios quiere todavía conversiones y cuando hablaba de conversiones, quería decir también de sacerdotes. Quiere que los sacerdotes se conviertan porque son sus hijos predilectos y lo han abandonado. Muchos piensan solo en el dinero, en la carrera y en el sexo. ¿Quién te ponemos al lado? Hay algunos que podrían estar a tu lado, pero no aceptarían porque tu eres Mons. Claudio Gatti, el Obispo ordenado por Dios y esto les molesta mucho y provoca muchas envidias y celos.

Marisa - Perdona, si Dios sabía que esta ordenación episcopal habría dado tanto fastidio, ¿por qué lo ha ordenado Obispo? Nosotros estábamos bien también sin Obispo, teníamos a nuestro sacerdote y para nosotros estaba bien así.

Nuestra Señora - Sí, es verdad. Quiero decir otra cosa: "¿Qué han hecho los jóvenes, cuando han venido al lugar taumatúrgico chicos nuevos, para estar a su lado y hablar con ellos? ¿Qué han hecho los adultos para traer a otras almas aquí?" Nada. No basta una sonrisita, un apretón de manos y preguntar el nombre. Me disgusta deciros esto, pero los jóvenes no se han comportado como verdaderos apóstoles. La misma observación vale para los adultos. Si viene alguien que quiere introducirse, no se le ayuda. No puedo decir otra cosa. Tendría alguna otra cosa que decir, pero hace alusión solo a ti y te la diré en privado. Ahora junto a todas las almas que tengo a mi alrededor y de las cuales tu conoces la mayor parte, porque son papas, sacerdotes, Fatina, la Abuela Yolanda y otras... Abuela, ¿por qué lloras? Las lágrimas descienden y riegan su rostro. Excelencia, Dios es bueno, Dios no quiere que sus hijos vayan al infierno. Dios no ha creado al hombre para que acabe mal, son ya muchos, muchos, muchos los que están en el infierno y no quiere que otros vayan. Tu sabes que hay en la Tierra muchos que están ya listos para ir al infierno. Estas personas no pueden subir al Paraíso y ni siquiera pasar por el Purgatorio. Tu no quieres esto ¿verdad? Tu quieres que se salven también éstas. ¿No respondes, Excelencia?

Obispo - Sí, sí, claro, que quiero que se salven. De hecho mi mayor alegría ha estallado cuando han subido en varias veces todas aquellas almas al Paraíso y sobre todo cuando he sabido que entre ellas, sobre todo en el primer grupo, había muchos sacerdotes, obispos y cardenales que he conocido; para mi ha sido una alegría enorme y espero que un día los alcance. ¿Puedo hacerte una pregunta más?

Nuestra Señora - Claro.

Obispo - Los papas que están a tu lado, algunos de los cuales he amado de manera particular, como Pablo VI y Juan Pablo I, ¿podrían decirme algo para animarme?

Nuestra Señora - No tienen permiso de Dios. Si quieres, pediré a Dios que les deje hablar; si supieses cuánto rezan por ti. Los sacerdotes, los obispos y los papas rezan por ti y por Marisella, para que tenga la fuerza de soportar todo el dolor y el sufrimiento que ninguno de vosotros, querida Excelencia, puede comprender. De hecho me parece que difícilmente se nota en ella cuanto sufre. Trata por todos los medios de esconder el sufrimiento, de reír y bromear, además de ti sabe algo Clara, porque está a su lado, pero también otros saben que es bromista. Llora, ríe y quiere salvar a otras almas. Las que han subido del Purgatorio al Paraíso ya son 200 millones. Tu no sabes cuantas hay todavía en el Purgatorio y cuantas hay en el infierno. Dicen que el infierno no existe, sin embargo existe y está lleno, lleno, lleno. Como el Paraíso también el infierno se ensancha cada vez más para que entren dentro otras almas que no están en gracia y que no verán nunca a Dios.

Mis queridos hijos, la Madre desea a todos un buen año. Junto conmigo os felicitan la Abuela Yolanda y todos los que me circundan. Amad, amaos. Vosotros que estáis unidos, tratad por todos los medios de estar al lado de mis dos hijos; amadlos. Oremos todos juntos, para que lleguen santos sacerdotes para aliviar al Obispo, no digo muchos, bastan dos o tres que lo releven, que lo ayuden, que lo amen, porque si vienen aquí como los otros, que por celos y envidia han tratado de hundirlo, es inútil que vengan. Tu dirás: "¿Por qué no interviene Dios?". Comprendo el porqué, comprende el porqué. Es así, hijo, es así. Bueno, gracias, deseo a todos que el 2007 sea un año lleno, lleno, lleno de alegría, pero habrá también sufrimiento. Este es el Año de la Humildad, pero tiene que estar animado siempre por la caridad hacia todos.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a los jóvenes que están lejos, a todos los adultos, a los niños y a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, di Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Buen año.

Obispo - Gracias.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen. Ánimo, Marisella, tendrás que sufrir mucho.

Marisa - Está bien, está bien, hagamos la voluntad de Dios. ¿Qué tengo que decir?

Todos juntos cantemos Aleluya, un canto natalicio y Christus vincit.

Mensajes de Enero de 2007

Roma, 1 enero 2007 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Buen año a todos con Nuestra bendición. Esta noche, a las 24 horas, ha venido Dios Padre en persona para dar un hermoso mensaje, lleno de amor y lo ha anunciado con una voz tan penetrante que ha sacudido los corazones. Ha repetido: "No os preguntéis tantos porqués". Una vez, puede ser un desahogo, pero repetir siempre: "¿Por qué hace sufrir Dios? ¿Por qué no interviene Dios?", no es bonito. Él ha dicho: "Yo soy amor y os amo; si me comporto de este modo es porque no quiero, no quiero, no quiero que otras almas vayan al infierno". Ha gritado fuertemente: "Convertíos, convertíos. Quiero la conversión de otros sacerdotes y de otros laicos. Los sacerdotes son mis hijos predilectos y yo quiero salvarlos, aunque no podré salvarlos a todos. Por esto he pedido a Marisella que sufra, que sufra, que sufra y ofrezca a Dios el sufrimiento para la conversión de los pecadores y por todos vosotros".

Me he acordado de todos vosotros, aunque los adultos no estaban presentes. Esto me ha apenado un poquito porque quería tener a todo el cenáculo a mi lado, pero comprendo que en las fiestas es necesario permanecer en familia, porque los parientes no comprenderían a quien se marchara a medianoche para escuchar la Carta de Dios. Cuando esté lista y se transcriba la carta, leedla con calma y comprenderéis lo bueno que es Dios, cuánto os ama, aunque pida el sufrimiento. Recordad: el sufrimiento se da a quien puede soportarlo, y Dios da su ayuda, su fuerza y su amor. Alguno ha dicho estas palabras: "Un Padre haría sufrir a sus hijos de este modo?. No es el Padre el que hace sufrir a los hijos, es la sociedad, es el mundo corrupto. Y por eso Dios ha dicho también: "Yo, Dios, tengo que ayudar, salvar y convertir todavía alguna alma". ¿Os creéis, que porque hoy hayan subido al Paraíso otros cien millones de almas, todo se ha terminado? No. El Purgatorio todavía está lleno, pero, peor aún, no podéis imaginar lo lleno que está el infierno. Cuantas más almas entran, más se ensancha; hay lugar para los que no viven en gracia, para los que matan también con la lengua, con la murmuración interna, con hablar mal, con el chismorreo, porque son todo faltas de caridad. No faltéis a la caridad, porque el que ama a todos, sea católico, musulmán o miembro de otra religión, va al Paraíso.

¿Qué tengo que deciros después de lo que ha dicho Dios esta noche? No me siento capaz de ponerme por encima de sus palabras, pero creedme, mis queridos hijos, el mensaje, al menos para quien lo ha comprendido a la luz de Dios, es hermoso, hermosísimo. No ha dicho cuando acaba todo y cuando empieza, sino: "Quiero salvar la Iglesia, quiero salvar a mis hijos predilectos" y después, dirigiéndose a los presentes, ha dicho: "Os amo a todos, amo a los adultos, amo a los jóvenes, amo a los niños, porque soy Dios Padre y amo a todos".

También yo, vuestra Madre, la Madre de la Eucaristía, os amo muchísimo. Si os ama Dios es justo que os ame yo también, que os ame mi amado esposo José, que os ame la abuela Yolanda, que pone siempre la mirada sobre la Excelencia. ¿Qué esperáis? Nada. Orad. He dicho a vuestra hermana: "Hija mía, ora, sufre y ofrece". Lo mismo os repito también a vosotros: "Orad, sufrid y ofreced". Vuestro sufrimiento no es grande, no es fuerte como el de vuestra hermana, vosotros no vivís la pasión cada día. Por tanto ánimo, daos la mano el uno al otro y orad, para que este duro período termine y la Iglesia se renueve, porque si continúa así, es inútil hacer grandes manifestaciones, es inútil que la muchedumbre continúe viniendo a Roma. Muchas personas van a San Pedro, donde está el Santo Padre, pero la mayor parte son extranjeros y no conocen la situación. Vosotros que lo sabéis, orad y respetad a todos: a los pequeños y a los grandes.

Gracias.

Marisa - ¿A mi no me dices como irá? Me tienes que dar mucha fuerza, porque el día a día se hace cada vez más difícil. Deseo bajar el domingo a orar con el cenáculo y participar junto a ellos en la S. Misa, porque a través de la radio y de la televisión no es lo mismo.

Nuestra Señora - De nuevo muchas felicidades a todos.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todas las personas que están lejos, en los países lejanos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Abuela Yolanda, di algo.

Abuela Yolanda - Digo solamente que rezo mucho por todos y me acuerdo de todos. También yo os amo. Que Dios os dé la fuerza para aceptarlo todo. Felicidades también de mi parte.

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - No me dais la voz.

Obispo - Un poquito te la ha dado.

Marisa - Un poquito, pero no basta para cantar.

Roma, 6 enero 2007 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Felicidades y buena fiesta a todos. Los Magos han venido a ver al pequeño Jesús, también vosotros tenéis que ir siempre a recibir a Jesús Eucaristía, amadlo y rezad por los que sufren.

Marisa - Oye, antes de que se me olvide, Virgencita, quería hacerte ver estas cartas que Dios nos ha dado durante el verano. Están llenas de amor, de paz, contienen enseñanzas importantes y son muchas. Si nos das permiso para publicarlas, las recogeremos en un librito y lo distribuiremos a quien lo quiera.

Nuestra Señora - Ahora déjalo estar, Marisella, porque las manos te hacen daño, después con calma miras los puntos que te he dicho y los quitas.

Dios ha hablado muchas veces a mis dos queridos hijitos y también hace pocos días ha hablado de un modo hermoso, impetuoso, fuerte para hacer sentir que es Dios, que manda a todos y que puede hacer lo que quiera. Por desgracia lo que Dios quiere de los hombres no es aceptado; esto es un pecado muy grave.

Los hombres de la Iglesia pecan contra el Espíritu Santo con mucha facilidad. Sed sencillos y humildes como los pastores y los Magos que han ido a ver al pequeño Jesús, por otro lado éste es el año de la humildad. Recordad: si hacéis el Año de la Humildad no tenéis que dejar el Año de la Caridad. Continuad el Año de la Caridad y a éste añadidle el Año de la Humildad. Cuando leáis esas páginas, si Dios quiere, encontraréis enseñanzas hermosísimas, noticias y hechos que harán sufrir una vez más, no a vosotros, no os preocupéis, porque Dios sabe a quien dar el sufrimiento.

Marisa - ¿Tengo que volver a mirar todas las cartas de Dios de este verano?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os invito a leer las cartas de Dios, os invito a ser humildes y sencillos como los pastores y los Magos. Ahora os encontráis en una humilde Basílica, donde hay una humilde gruta, todo es humilde aquí. También vosotros, tratad de ser humildes, buenos, porque mientras viváis tenéis que ser todos buenos: grandes y pequeños.

Esta fiesta cierra todas las fiestas pasadas. La Epifanía es una gran fiesta, porque después de los pastores han llegado los Magos para adorar a Jesús. Vosotros conocéis la historia y sabéis qué ha hecho el Rey Herodes. Ha matado a todos los niños de dos años para abajo, y ésta es una acción feroz y malvada. Vosotros os preguntáis: "¿Cómo es que Dios ha permitido esto?". Yo no sé qué deciros, pero era voluntad de Dios. Os lo repito: no os preguntéis tantos porqués, porque es difícil dar una respuesta.

Hoy es fiesta, los ángeles cantan "Gloria a Dios". Cada día dan gloria a Dios, pero hoy todavía más. Continúan cantando los salmos, festejan a Jesús.

Hoy una pequeña abuelita cumple años en el Paraíso, es la abuela Esperanza, la madre de la abuela Yolanda, y todos hacen fiesta. Todos los niños están a su alrededor y continúan festejando y gritando; también en el Paraíso alborotan mucho y Jesús dice: "Dejadlos hablar, dejadlos gritar, es su modo de dar gloria a Dios". Los niños no se pueden tener quietos ni se pueden dejar en casa porque sino los padres pierden la S. Misa. Los niños alborotan en la iglesia porque no pueden comprender donde están y quieren jugar, como están jugando ahora todos los niños en el Paraíso.

Marisa - Os felicito a vosotros los del Cielo y os digo buena Epifanía. Esta mañana he oído a alguno que ha dicho: "Felicidades, viejecita"

Nuestra Señora - ¡Marisella! Felicitaos y continuad el camino con Jesús, con los pastores y los Magos. Quereos. Hoy es día de fiesta para todos, para los pequeños porque reciben los regalos y para vosotros porque adoráis al Niño Dios. Felicidades a todos.

Marisella, te lo ruego, lee junto al Obispo los mensajes y quitad aquellos pocos trozos que te diré.

Mis queridos hijos, os doy las gracias, las fiestas terminan con la Epifanía, pero Jesús está siempre en la Eucaristía, por tanto continuad recibiéndolo siempre. Orad por mis dos hijitos.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Felicidades, abuela, adiós.

¿Tengo que leerlos todos?

Roma, 7 enero 2007 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

También vosotros, como los Magos, que han adorado al pequeño Jesús, tenéis que amarlo y adorarlo. ¿Qué puede deciros la Madre en este día después de la Epifanía? Que adoréis siempre al pequeño Jesús y recibáis a Jesús Eucaristía siempre en gracia.

Me disgusta que haya alguno que no esté en gracia para recibir a mi Hijo Jesús. Han pasado las grandes fiestas, que son la alegría de los grandes y de los niños y deseaba tanto ver el cambio de los hombres, pero no lo ha habido. Os he dicho también: "Cada día bonito o feo, llueva o haga sol, es siempre Navidad". Tenéis que rezar siempre y amaros; y no olvidéis que éste es el Año de la Humildad. Los humildes son pocos, el que es humilde es verdadero. Tratad al menos vosotros, pequeño cenáculo, de tener esta virtud, grande a los ojos de Dios.

Rezad siempre, sobre todo os ruego que no os olvidéis nunca de rezar por vuestro Obispo. Reparad lo que los hombres le hacen haciéndole sufrir, e intensificad la oración. Orad por los que hoy trabajan, el que es médico no está libre como vosotros. Hay personas enfermas, algunas están presentes. ¡Cuántas personas enfermas de espíritu y de cuerpo tenéis! Rezad por ellas. Recordad: estar enfermos no significa solamente pasar una operación o tener dolores físicos. El sufrimiento moral y el sufrimiento espiritual hunden al hombre, y vuestro Obispo tiene mucho. Si rezáis lo ayudáis a soportarlo todo y a vivir bien. Vuestro Obispo reza mucho por vosotros, se acuerda de cada uno de vosotros, hacedlo también vosotros. Para vosotros es más fácil, vosotros tenéis uno, él tiene muchos. Muchas personas de fuera de Roma, lejos de Roma y de Italia rezan por nuestro Obispo, nuestro santo Obispo. Orad por él y rezad por la Iglesia. Gracias.

¿Qué más puede deciros la Madre? Que estoy a vuestro lado, desde el más grande al más pequeño.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Quería deciros una última cosa: orad para que llegue algún sacerdote para ayudar a vuestro Obispo. En este breve período, de fin de año hasta la Epifanía han venido tres sacerdotes, buenos, que han manifestado un gran amor hacia el Obispo por todo lo que ha sufrido; además uno ha tenido el valor de decir: "Los que han dicho estas cosas y han ultrajado la Eucaristía están excomulgados". Éstos han sido valientes, buenos. Ha venido también un bonito grupo, más de 40 personas de Vicenza y han venido personas de Brescia y de Trieste. Bueno, algo comienza a moverse, y en los próximos días llegarán las cartas que ya han sido mandadas. Y ahora rezad, rezad, rezad.

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 12 enero 2007 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

La carta de Dios de hoy es muy breve, porqué después escucharéis lo que ha dicho Dios sobre el tercer secreto de Fátima. Esta tarde os invito a escuchar con atención, aunque el cansancio y el sueño puedan llegar. Tratad de estar despiertos y despejados para oír lo que vuestro Obispo tiene que deciros en nombre de Dios.

Participad en este encuentro con seriedad e interés. Escucharéis cosas hermosas para quien es bueno, feas para quien no lo es. Cuando tenéis a vuestro lado a la Madre y a Jesús, todo se vuelve más fácil. Ánimo, hijos míos, ánimo a todos. Salvad este mundo, orad por este mundo. Antes decíais: "Corazón Inmaculado de María, salva a tu pueblo"; ahora os invito a decir: "Corazón Inmaculado de María, salva al mundo, salva al mundo, salva al mundo". Jesús, yo, mi amado esposo José, los santos y los ángeles estaremos siempre con vosotros.

Valor, ánimo, Excelencia.

A ti, Marisella, ¿qué te puedo decir? No tengo palabras, no tengo palabras para darte las gracias por el modo como llevas adelante tu misión. A pesar de que es difícil y dura, tu eres capaz de llevarla adelante y de ayudar a los niños.

Gracias al pequeño cenáculo que ora, hace ayunos, mortificaciones, florilegios. Cada uno que haga lo que pueda hacer, no todos tenéis que hacer la misma cosa. Os lo ruego: tratad de no destacar, estad siempre en un rincón, humildes, sencillos, porque nadie es primero y nadie es último, delante de Dios sois todos iguales. Gracias.

Os lo ruego, después de la S. Misa, escuchad lo que vuestro Obispo os dirá. Gracias a todos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Hasta luego, hijitos.

Adiós, Marisella.

Marisa - Está bien, pero ayúdame, porque sino me derrumbo. Adiós.

Roma, 14 enero 2007 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Gracias, Jesús, gracias Virgen, por los sufrimientos; yo me alegro en estos días, porque vivo la misión del sufrimiento hasta el fondo.

Nuestra Señora - Gracias por el amor que habéis demostrado a Jesús Eucaristía, por esto nuestra felicidad es grande. No tenéis que celebrar solamente el día del aniversario del triunfo de la Eucaristía, sino cada día. Como os he dicho que cada día es Navidad, así también que cada día sea fiesta para todos. Ayer tarde Marisella se estaba marchando a causa del sufrimiento y del dolor, pero Dios una vez más ha querido que permaneciese con vosotros. Os ruego que oréis por todos los que tienen necesidad.

"Exultad, justos, en el Señor, a los rectos les corresponde la alabanza", sed felices, mis queridos hijos, porque la felicidad junto a la humildad os hace libres.

Mis queridos hijos, quien sabe por cuanto tiempo todavía podrá hablaros vuestra hermana, porque también ha dado su voz a Dios. Cada vez que hay fuertes crisis, su voz se va, ahora no querría forzarla más.

Sabed que el amor de Jesús, mi amor, el de la abuela Yolanda, de vuestro Obispo y de vuestra hermana es grandísimo por todos. Gozad en el Señor, dad gloria a Jesús Eucaristía.

Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en el paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Me ha vuelto un poco la voz, sino no era capaz de hacerme comprender.

Roma, 21 enero 2007 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por la paciencia que habéis tenido esperando a la Madre. Vosotros sabéis que vuestra hermana no está nada bien, aunque muestra buen humor, sonríe, ríe y bromea. Os repito lo que ya os he dicho, porque a menudo olvidáis lo que se os dice: Dios acepta siempre vuestras oraciones y aunque no vayan a la persona destinada no os tenéis que preocupar, porque van a otras personas: niños, enfermos, ancianos, ellos tienen necesidad de ayuda.

La salud de vuestra hermana es precaria, pero Marisella la ha aceptado, aunque también esta vez refunfuña o llora por los dolores. Ha aceptado su misión hasta el fondo. Le cuesta mucho hablar, pero ha querido que yo viniera por vosotros, porque yo os amo, hijos míos, os amo mucho. Recordad siempre lo que vuestro Obispo dice; vosotros escucháis en el momento en el que habla y luego olvidáis o no comprendéis bien y actuáis, como se dice en Roma, por cuenta vuestra. Tenéis que escuchar al Obispo y poner en práctica lo que dice. ¿Quién mejor que él podría daros cuanto os está dando a todos vosotros? Os habéis dado cuenta que cuando el Obispo dice que os tiene que revelar algo, viene mucha gente? Pues para el encuentro bíblico la gente disminuye. ¿Por qué? Porque no habéis comprendido hasta el fondo la importancia de la Palabra de Dios. ¿Cuántas veces Dios os espía, en el buen sentido, os mira, os sonríe, os ayuda? ¿Cuántas personas ha ayudado? A veces decís: "Ayuda a todos, pero por qué no ayuda también a Marisella?". Ella tiene una misión suya particular que cumplir, que por desgracia tiene que continuar. Solo su doctor, Selenia, puede ayudarla cuando tiene la posibilidad de hacerlo, porque está muy ocupada en el hospital. Ayer su niña cumplió tres años y lo celebraron; también yo, María, la Madre, la Madre de la Eucaristía, y la abuela estábamos con ella. Hoy es la fiesta de Emmanuel, Dios con nosotros. ¿Emmanuel, cuántos años cumples?

Emmanuel - Seis.

Marisa - ¿Has oído? Cumple seis años, pero le hacen daño los zapatitos. ¿Se puede hacer algo?

Nuestra Señora - Sólo tiene que caminar, después que haya caminado un poquito, los zapatitos le irán mejor. ¿Verdad, Marisella? Tu sabes que son muy bonitos. Pequeño Emmanuel, gran hombrecito, la Madre te felicita y felicita también a Mariasole. En Marzo felicitaremos a Sara y lo haremos también a todos los niños, que son muchos.

Mis queridos hijos, yo os amo, ya lo sabéis. Soy muy tierna en lo que se refiere a vosotros porque soy vuestra Madre, y creedme, cuando tenéis necesidad yo estoy con vosotros. Claro que la vida es la que es: se nace, se muere, se sufre, no todos se curan, no todos pueden tener la misma ayuda, pero vosotros estáis en buena compañía. Tratad de obedecer a todo lo que os dice vuestro Obispo; está preparado, es solícito y está dispuesto a todo y os desvela todo lo que puede decir. ¿Quién hace como él? Nadie.

Mis queridos hijos, os lo repito una vez más, que vuestras oraciones no se pierden. Dios sabe como hacerlo, vosotros no lo podéis saber.

Gracias por vuestra presencia. Felicidades una vez más para Mariasole y a Emmanuel. Que bonito nombre Emmanuel, Dios con nosotros; que bonito nombre Mariasole; María y la Eucaristía. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los enfermos, a los ancianos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Obispo - Me permites…

Nuestra Señora - Di lo que sea, Excelencia.

Obispo - Quiero manifestar mi gratitud por la ayuda venida de Dios, de esto estoy más que consciente porque últimamente no ha dejado a Marisa ni siquiera un minuto y he visto que en ciertas situaciones, si no hubiera sido por su ayuda, la situación habría sido verdaderamente crítica y muy difícil. Tu eres nuestra Madre, eres la Madre de Jesús y te encargo oficialmente, junto a la abuela Yolanda, que des las gracias de parte mía y las gracias de parte de toda la comunidad a Dios, porque una vez más no nos ha abandonado y ha venido en nuestra ayuda. Gracias, Mamá, gracias, Dios Papá.

Nuestra Señora - Gracias a ti, Excelencia.

Mensajes de Febrero de 2007

Roma, 2 febrero 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Durante un tiempo, a causa de la salud de Marisella, no han habido cartas de Dios, pero la Madre ha estado siempre a vuestro lado.

Hoy hemos traído al pequeño Jesús al templo y Simeón ha explotado de alegría cuando lo ha visto y ha dicho: "Ahora, Señor, deja que tu siervo muera en paz, porque ha visto al Mesías". ¿Os acordáis de lo que hacíais cuando nacía un niño? Lo levantabais hacia Nuestra Señora para que lo bendijera. Algunos niños gorjeaban, otros sonreían y movían las manitas. También el niño Jesús, apenas entró en el templo, comenzó a gorjear, a levantar las manitas y bendecir. La alegría de Simeón, de la profetisa Ana, de la madre y del padre que llevaban a esta pequeña criatura para presentarla a Dios era grande.

Yo me sujeté a la purificación, aunque no tenía necesidad, porque quise respetar lo que las leyes prescribían. La purificación es hermosísima y grande para todos. Purificad siempre vuestro corazón en la oración y en la adoración. Dios os concede dones cada vez. Su gloria se hace esperar, se hace esperar, pero cuando tiene que dar algo grande está dispuesto a hacerlo. A mis dos queridos hijitos y a todo el cenáculo les ha querido hacer un regalo, un don. No hace falta que os diga qué don ha hecho, porque lo veis encima del altar. Es aquél rizo al que el niño Jesús le daba vueltas con el dedito con mucha alegría bajo el velo de Nuestra Señora y que ahora está aquí delante de vosotros. Además de mis cabellos, en aquel rizo están presentes también los cabellos del niño Jesús, de Jesús adulto y de S. José.

Para la salud de todos, por desgracia, estos son momentos duros. La gripe, aquella tan mala, está dando vueltas y ataca a los más débiles. Vosotros acercaos a Jesús Eucaristía y pedid siempre su ayuda: por los pobres, por los niños, por los ancianos, porque son las personas más afectadas por esta gripe. Os repito que estoy al lado de cada uno de vosotros: no me veis, oís sólo lo que dice Marisella. Yo hablo en arameo y ella traduce en italiano para haceros comprender. Ella, pobrecita, no quería molestaros con su voz ronca, pero cuando yo le he dicho: "Marisella, hazlo por los otros, hazlo por tu Obispo, hazlo por los jóvenes, hazlo por el cenáculo", ella ha obedecido. Recordad que a veces es difícil obedecer, sobre todo a Dios cuando pide sufrimientos muy grandes, pero ella ha dicho siempre que sí. Esta es su misión y ay de quien se atreva a quitarla. A veces llora, a veces sonríe, hace sus chistecillos, sabe ser alegre en el dolor. El mismo comportamiento espero de vosotros. Cuando tenéis algún sufrimiento no os encerréis en vosotros mismos, orad por alguien, porque sabéis que cuando dos o tres están reunidos en oración, Jesús está en medio de ellos. Esto lo sabéis porque conocéis la Biblia, el S. Evangelio y lo que vuestro Obispo os ha enseñado y continúa enseñándoos, a pesar de todas las dificultades de la jornada que, creedme, para él es muy dura y muy larga. Mi amor por vosotros es cada vez más grande, pero es grande sobre todo el amor de Dios. Parece, digo parece, que Dios a veces se olvide de vosotros, pero no es así, Dios está con vosotros. Dios está dispuesto cada vez a dejarse sentir, no ver, claro, verlo sería muy hermoso, pero es necesario contentarse: se oye solamente, o mejor dicho, lo oye Marisella. Ayer por la mañana se manifestó de nuevo bajo la forma de una estrella, brillante y hermosa, y habló. Oía su voz, no lo veía, pero Marisella estaba contenta igualmente. También vosotros en los pequeños o grandes compromisos, en los sufrimientos, en las dificultades de la vida, tratad de ser felices, tratad de vencer los momentos feos. Tampoco la naturaleza es clemente y vosotros lo sabéis, por tanto no os queda más que rezar, rezar y rezar. Dios, Jesús, yo, San José y la querida Abuela Yolanda estamos con vosotros, especialmente estamos al lado de los que sufren y que están enfermos.

Ánimo, valor, la victoria tiene que llegar; se hace esperar y nosotros esperaremos con alegría.

Gracias por vuestra presencia.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Me ha dado un poco de voz. Gracias por haberme dejado descansar, gracias por todo. Adiós, mamá, adiós.

Roma, 3 febrero 2007 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Ayer vine y no dije nada de lo que había ocurrido.

Hoy han ocurrido de nuevo situaciones que no son bonitas. Cuando suceden ciertos inconvenientes hablad con el Obispo, no entre vosotros. No es ni siquiera suficiente llamar por teléfono, porque se tiene que descubrir quien ha mentido y quien tiene que ser corregido por amor de Dios y de este pequeño cenáculo. Si verdaderamente queréis al gran Dios de la Tierra y del Cielo, tenéis que hablar juntos, no esconderos uno detrás del otro, no decir mentiras. Si no tenéis la conciencia tranquila, no toméis la Eucaristía, no Comulguéis, Jesús no quiere estas S. Comuniones, y el que no esté en orden no tiene que recibir a Jesús. Alguno podía hablar ayer tarde, ha callado y se ha equivocado. Yo, la Madre, estoy sufriendo. Habíamos formado este pequeño cenáculo de amor y de paz y sin embargo veo que no hay concordia, hay ligereza, hay amargura y ya no hay espiritualidad. ¿Qué hago con las oraciones si no hay lealtad y no hay sinceridad? Me gustaría mucho que llegarais a comprender todo lo que os estoy diciendo, y lo pusieseis en práctica. Cambiad, cambiad, porque Jesús ha dicho: "Convertíos y creed en el Evangelio". He tratado de ayudaros, os he dicho que habíais dado un paso adelante, pero habéis vuelto atrás. Por lo que más queráis, en nombre de Dios, os lo ruego, el que no esté en orden que no tome el Sacramento de la Eucaristía, por favor, no lo hagáis. Sabéis que es sacrilegio tomar el sacramento de la Eucaristía sin estar en gracia. Es inútil reprender a los poderosos personajes de la Iglesia, cuando vosotros os comportáis como ellos. Cambiad, hijos míos, cambiad y yo seré de nuevo vuestra Madre.

Gracias si escucháis todo lo que os he dicho.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Corregíos, corregíos, todos.

Marisa - Adiós.

Roma, 4 febrero 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Lo que ha ocurrido en estos dos días dejadlo en las manos de Dios. Yo, la Madre, tenía que deciros lo que ocurrió, tenía que haceros la corrección materna; el que no la ha aceptado ha sido solo a causa de su orgullo. El orgullo es un feo defecto que os impide llegar a la santidad. Si uno reconoce que se ha equivocado, que empiece de nuevo y lo ponga todo en las manos de Dios. Dejadlo todo en las manos de Dios. Habéis sido reprendidos por mi, María, Madre de la Eucaristía y por vuestro Obispo, ahora basta, volved a empezar, no digo desde el principio, pero si de tres, de cuatro. El que no ha comprendido la regañina es solamente porque está lleno de orgullo. Las personas orgullosas no quieren ser regañadas, pero esto no es justo. Vuestro Obispo tiene el sacrosanto deber de llamaros la atención, es su trabajo. ¿Por qué ha sido ordenado por Dios? Para llamaros la atención, para ayudaros y para llevaros a la santidad.

Sacad fuera el orgullo, sed humildes, este es el Año de la Humildad, aceptad con humildad las reprimendas. Tenéis que comprender que el que hace regañinas maternas o paternas, sufre más que vosotros. Vuestro Obispo ha sufrido muchísimo al tener que reprenderos. Ahora ya basta, es pasado, empezad de nuevo y seguid adelante paso tras paso, amándoos mutuamente, soportándoos mutuamente, ayudándoos el uno al otro. Ánimo, tened el valor de hacerlo todo y no tengáis miedo de nada. La Madre está siempre con vosotros, como os he prometido. Yo me quedaré siempre con vosotros.

Vosotros esperáis el gran milagro, el gran don de Dios, pero ¿qué habéis hecho para tener este gran milagro? Nada está perdido, veréis que llegará lo que deseáis que llegue, pero tenéis que ser más prudentes, más sensibles, menos orgullosos y tenéis que tener mucha humildad. ¡El Año de la Humildad! Durante del Año del Amor habéis tropezado y el Año de la Humildad no ha empezado bien, vamos, ánimo, la Madre está con vosotros, os ama, como os ama mi Hijo Jesús, como os aman San José y la abuela Yolanda; no os olvidéis nunca de ella; ella ama a los niños, ama a los ancianos, ama a los pobres, ama a todos, haced también vosotros lo mismo.

Vuestra hermana no tiene voz, se la ha quitado Dios. Esto es un gran disgusto para ella; a veces lo acepta, pero a veces llora, porque a ella le gusta cantar, pero ya no puede cantar. Ya que no puede cantar, ¿no tiene tampoco que rezar? Oh no, hace falta rezar ¡siempre! Un beso a los niños.

Junto a mi santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo..

Ánimo, hijitos, la Madre está con vosotros.

Marisa - Adiós, mamá.

Roma, 9 febrero 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Han pasado algunos días desde que el Obispo ha hecho una corrección fraterna. Pero ahora todo ha vuelto a la normalidad, todo se ha enderezado hacia el amor a todos. Recordad que cuando dos o tres se equivocan, es necesario hablar todos juntos con el Obispo, no uno cada vez, ni escribir cartas. Es necesario reconocer: "nos hemos equivocado". Basta, no quiero añadir nada más sobre este argumento. Quiero gozar por la decisión de Dios que ha dicho a vuestra hermana: "Basta, basta, la misión se ha terminado". No por esto terminará de sufrir, el sufrimiento continuará y sufrirá también la pasión, como he dicho ya a vuestro Obispo: "Excelencia, las rosas tienen espinas, a menos que algún valiente jardinero las quite y este jardinero eres Tu, mi querido Dios, solo tu puedes hacerlo".

Dios Padre - Mi amor por vosotros es grande. Sé que esperáis, que esperáis el triunfo, lo sé todo, pero hace falta salvar todavía muchos hombres de la Iglesia y del Estado. Los hombres de la Iglesia no se comportan bien hacia el Señor y hacia todos; incluso hacia Pippo Baudo, porque ha defendido la verdad y ha hecho bien. Tampoco vosotros tengáis nunca miedo de defender la verdad y amaos los unos a los otros, como Yo, Dios Padre, Dios Papá, Dios Mamá, os ha amado.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, bendigo a todos los niños que dan gloria a los grandes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno, id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo..

Quereos, gracias.

Roma, 11 febrero 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es la gran fiesta de Lourdes. Muchos enfermos van a aquel santuario, grande y famoso, a pedir gracias. Vosotros también podéis pedir gracias, pero aquí, en el lugar donde estáis, bien sea porque es taumatúrgico, o porque Nuestra Señora de Lourdes es la Madre de la Eucaristía, soy la misma persona. Podéis pedir gracias para la conversión de vuestros seres queridos, de vuestros parientes, de vuestros amigos con el buen ejemplo, con la caridad y el amor. La Madre repite siempre las mismas palabras: caridad, amor, humildad, sencillez. Estas virtudes os llevan muy alto, a alturas estupendas y a gozar de Dios. Dios es bueno, Dios es Padre, Dios es Papá, Dios es Mamá. A veces levanta un poco la voz para haceros comprender el error, para ayudaros a que os corrijáis y para que os volváis cada vez mejores. Cuando habla con dulzura se manifiesta el Papá de todos nosotros. ¿Os merecéis esto? Yo digo que sí, pero hace falta ver lo que piensan los otros. Dios os ama, como os aman nuestra Señora, S. José y todos los ángeles y los Santos.

Es una gran alegría para mi participar en esta fiesta tan grande, ver a los enfermos que vienen con gran esperanza a rezar y a pedir gracias. Como bien sabéis, las gracias no llegan para todos, sino para quien sabe esperar, porque, os lo repito, Dios es amor. En este momento ninguno de vosotros lo ve, pero Dios está alargando su mirada a los de vuestra comunidad que están lejos o que no han podido venir por problemas de familia. ¿Qué ha hecho vuestra hermana? Los ha puesto a todos a su lado, para ayudarlos.

Oigo la vocecita de Sara. Sara, ¿no vienes a ver la Mamá que te llama? Manda un beso a la Mamá. Gracias, Sarita, buena chica. Sara, llama también a tu hermanito Emmanuel, corre. Yo soy feliz cuando veo a los niños jugar, porque para ellos el juego es oración, también su llanto es oración delante de Dios. Ven Emmanuel, manda un beso a la Virgencita, tesoro. Gracias, amor. ¡Oh, si todos los niños fuesen ayudados y educados como estos! No solo tienen que ver la televisión y jugar. Sed prudentes, mis queridos padres, muy prudentes, porque el maligno está siempre dispuesto a herir a pequeños y grandes y vosotros tenéis que ayudarlos a todos. Me gustaría dejaros con un beso de parte de Nuestra Señora de Lourdes, de parte de la Madre de la Eucaristía, pero sobre todo con un beso y una caricia de parte de Dios, porque Dios es amor. Ánimo, adelante, escuchad la S. Misa.

Marisa - Tengo ganas de dormir. Sabes que he pasado noches en blanco.

Nuestra Señora - No te tienes que preocupar y haz lo que puedas y piensa cuantas almas puedes salvar sin dormir. Gracias, mis queridos hijos, por vuestra presencia.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, Dios. No Te veo, pero sí veo una hermosa y luminosa flor y te doy las gracias.

Obispo - Dios Papá, yo te doy las gracias por las rosas sin espinas que nos has mandado estos días. Tu promesa se ha convertido en realidad, porque nos estás dando paz, serenidad, consuelo. Esperemos que en todos los corazones vuelva a reinar y a triunfar la alegría. Gracias, Papá.

Marisa - Gracias, Papá.

Roma, 16 febrero 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia.

Vuelvo a hablar del comentario hecho por Ratzinger durante la novena estación del Vía Crucis. La Iglesia está sucia, la Iglesia se tiene que limpiar; los sacerdotes, los obispos y los cardenales continúan enfadándose el uno contra el otro y hacen ver que todo va bien, mientras que todo va al revés. Antes ha venido Dios Padre y ha hablado a mis dos hijos. Ahora yo, vuestra Madre, pido con todo el corazón que oréis, oréis y oréis por la conversión de los hombres de la Iglesia. Cuando Ratzinger ha dicho que la Iglesia está sucia, ha dicho la verdad, pero ¿qué ha hecho para limpiarla? Nada. La Iglesia se tiene que limpiar de todo y por todo y vosotros, mis queridos hijos, seréis los primeros en limpiarla y en luchar contra todas las personas que la ensucian. También los laicos se han dado cuenta de cómo va esta santa Iglesia. Jesús volverá a la Tierra a llevarse a los santos, pero serán pocos, porque pocos tratan de limpiarla y de arreglarla. En la Tierra hace falta empezar a sonreís, a cantar y sanar todo el mal presente y ser verdaderos hombres de Dios, verdaderos hombres de la Iglesia.

Ánimo a todos y quereos. Dios os ama, yo, la Madre de la Eucaristía os amo y todos triunfaremos.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos; bendigo a todos los niños, a los enfermos, a los abandonados, sobre todo a los niños del tercer y cuarto mundo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Esta carta ha sido escrita por nuestro Obispo y está dirigida a sus compañeros de seminario. Se reunirán en Ferrara todos juntos, menos nuestro Obispo. ¿Puede mandar esta carta destinada a los sacerdotes ahora ya mayores?

Nuestra Señora - Si leyeran bien esta carta y pusieran en práctica lo que está escrito, se convertirían todos en santos sacerdotes; os la confío también a vosotros, mis queridos hijos. Orad, orad, para que la iglesia se vuelva limpia y santa. Adiós y felicidades a todos.

Marisa - ¿La podemos mandar?

Nuestra Señora - Claro.

Marisa - Gracias.

Roma, 18 febrero 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Siento tener que deciros que vuestra hermana no puede bajar, porque está tan probada que no sería capaz, pero está siempre en medio de vosotros, como estoy yo. No me alargo mucho, os pido solo que recéis por la S. Iglesia. ¿Os acordáis cuando os dije: "Escoged un sacerdote y rezad por él?" ahora volved a rezar por los sacerdotes, pero no por Ratzinger, Ruini, Bertone, ni por los otros peces gordos de la Iglesia, sus colaboradores y secretarios, que no comprenden nada y no hacen nada sino elogiarse a sí mismos, rezad más bien por los humildes, los sencillos, porque como ya os he dicho, la humildad lleva a la santidad.

Ya sé que te fatigas, Marisella, cuando hablas, pero esto es lo que Dios quiere. La misión se ha terminado, pero no el sufrimiento. Sufres todos los días la pasión y los sufrimientos naturales. Recuerda que tu máxima es: "Acepto el sufrimiento". Veo que a pesar de todo, en la medida de tus posibilidades, siempre consigues hacer algo.

Excelencia, ¿quieres a tu Madre?

Obispo - Pues claro.

Nuestra Señora - Cambia de cara, te lo ruego. También tus jóvenes sobrinos están cansados, probados y, viviendo en contacto con ciertas personas, sufren. Sé feliz, porque cuando todo llegue, tu serás el primero en disfrutar.

Obispo - Es largo el camino.

Nuestra Señora - Para Nosotros no sería largo.

Obispo - Pero para nosotros sí.

Nuestra Señora - Para vosotros sí, pero esto no te tiene que preocupar.

Obispo - Arrastraremos...

Nuestra Señora - …estas pobres y míseras carnes sin que la boca pronuncie una palabra amarga de rebelión. También vosotros, miembros del cenáculo, repetid esta frase. Si no la recordáis, hacedla escribir.

Orad, orad, hijos míos, por todos, pero sobre todo por el Obispo. Vosotros jóvenes, despertad de este largo sueño, estáis bastante dormidos, dormís con facilidad, despertad con facilidad. Vosotros, adultos, que sois padres, ayudad a este pobre Obispo. Cuando alguien diga o haga algo diferente, responded cándidamente: "El Obispo lo quiere así". Yo os doy las gracias a todos y ruego por vosotros.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os pido que recéis para que pronto sea santo... Os cubro con mi manto materno y os tengo a todos junto a mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Adiós, mamá, ven a ayudarnos, gracias por esta noche, gracias Dios de la rosa sin espinas que nos has mandado. Gracias, adiós.

Roma, 23 febrero 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Está terminando también el mes de febrero y nos acercamos al gran aniversario de la ordenación sacerdotal de vuestro Obispo. Él no quiere celebrarlo, no quiere ninguna fiesta, pero vosotros, que sois miembros del cenáculo y sus hijos, porque él es vuestro pastor, tenéis que celebrarlo. A veces también Jesús, cuando era el aniversario de alguna fiesta, no la quería celebrar por los problemas que había en el mundo, pero sobre todo entre sus discípulos y apóstoles, y decía con una sonrisa velada: "¿Qué queréis celebrar si no me amáis"?. "Pero nosotros te amamos, Señor", respondían los apóstoles y los discípulos. Aunque vuestro Obispo no quiera celebrarlo, vosotros decidle: "Nosotros te amamos, Excelencia Reverendísima, acéptanos con nuestras imperfecciones. No somos perfectos, pero tratamos por todos los medios de amar". Un episodio, no escrito en el Evangelio ni en la vida de Nuestra Señora, ha sucedido cuando los discípulos, que con tono ligeramente irónico le preguntaban: "Jesús, ¿hacemos fiesta?", respondió de manera fuerte y severa: "No, porque no me amáis", y ellos con las lágrimas en los ojos, murmuraron: "Jesús, ¡nosotros te amamos!".

Jesús - ¿No comprendéis, mis queridos hijos, que yo tengo sed de almas? ¿Dónde están estas almas que me dan de beber y conmigo beben el cáliz hasta el fondo? Sí, tengo dos que continúan bebiendo el cáliz, pero ¿y los otros? Y yo tengo sed. ¿Cuántas veces he gritado con fuerte voz: "Tengo sed de almas, ¡dadme de beber!"

Nuestra Señora - También vosotros en vuestra sencillez, dad de beber a Jesús, quereos. Todos tenéis que quereros y ayudaros, unos de un modo otros de otro. No penséis en vuestras imperfecciones, de otro modo no caminaréis nunca. Pensad en Jesús, que tiene sed de vosotros, y vosotros tenéis que tener sed de Él. Por esto os digo siempre: "Amaos con todo el corazón, no habléis mal de nadie, no digáis mentiras, sed humildes y sinceros"; este es el Año de la Humildad y yo quiero que todos vosotros, grandes y pequeños, seáis humildes.

Vuestro Obispo leerá a los jóvenes algo muy triste, pero no se refiere ni a vosotros ni a Nosotros, se refiere a los sacerdotes que están muy alto.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a todos los niños que en este momento están enfermos y el que tiene que marchar con la esperanza de que no se enferme. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Cuidado, Marisella, para ti este es el momento más difícil para la salud, ten cuidado, quédate en tu habitación.

Marisa - Está bien, de todas formas estoy siempre en mi habitación. De todos modos, gracias por las rosas sin espinas

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo..

Marisa - Adiós a todos, y ayúdanos a todos.

Roma, 25 febrero 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Vengo en medio de vosotros siempre con gran alegría, pero a veces sentís la tristeza de la Madre de la Eucaristía causada por los poderosos hombres de la Iglesia. No digo nada más, sino que os invito a orar por los laicos, por los pobres, por los pequeños, por los enfermos. Dejad estar a los poderosos hombres de la Iglesia, no merecen vuestras oraciones, un día sabréis el motivo, por ahora callemos y oremos. Estos son días muy tristes, muy feos, no para vosotros, sino para la Iglesia de Dios. Cuando Jesús vuelva a la Tierra, ¿encontrará todavía a su Iglesia? Oh sí, encontrará a su Iglesia, porque hay almas que rezan, que sufren, que aman verdaderamente. Por lo tanto orad y amad. Acordaos que este es el Año de la Humildad para todos.

Ánimo, hijitos, la Madre está siempre a vuestro lado, como están a vuestro lado mi amado esposo José y la abuela Yolanda, pero sobre todo tenéis a vuestro lado a Dios Padre, Dios Papá, Dios todo; amad a vuestro Dios con todo el corazón.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Mensajes de Marzo de 2007

Roma, 2 marzo 2007 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Soy vuestro Dios, Dios Papá, el que os habla. Vosotros sabéis que he hablado a través de una flor del África del Sur, a través de una rosa y a través de una estrella. Vosotros no me veis, vuestra hermana no me ve, pero me oye; vosotros oís todo lo que digo a través de ella.

Sé que están en curso los preparativos para la fiesta del Obispo que él no querría hacer. Yo le invito a hacerla por los otros: por las personas que sufren, por los niños pobres, por todas las personas que tienen necesidad de su ayuda. A veces es dfícil hacer la voluntad de Dios. ¿Verdad, Excelencia?

Obispo - Es muy díficil.

Dios Padre - Es muy difícil, pero si Yo te pido que hagas mi voluntad, tu no puedes decir que no, tienes que hacerla, recordando siempre que eres libre. No has querido hacer la novena y Yo te he complacido, pero el triduo se tiene que hacer por todas las personas que tienen necesidad de oración y de ayuda, por las guerras que son numerosas, por los hombres que se matan con mucha facilidad, por los niños que se mueren por las bombas y por el hambre y por las madres. Tenéis que rezar y hacer lo que vuestro Dios Papá dice; después si no queréis, aunque lo dudo, no lo hagáis. Las personas que tienen necesidad de Dios son muchísimas.

Se que esperáis un regalo, un gran regalo, pero hoy el regalo más grande es el de que ayudéis a las personas que mueren por las guerras y por las enfermedades. No son consideradas criaturas humanas y son tratadas peor que los animales. A un animal se le mima, se le salva, pero a los hombres se les mata, y vosotros lo sabéis porque leéis los periódicos y miráis el telediario. Una vez más os repito: lo que veis no es nada en comparación con lo que está sucediendo en el mundo y en la Iglesia.

Por la mañana escucho a Su Excelencia que reza: "Corazón de Jesús, Corazón de María, salvad al mundo, salvad a las almas". Esto es lo más importante. A vosotros, pequeño rebaño, ¿qué os pido? Pido que oréis para salvar al mundo y a la Iglesia. La Iglesia va muy mal y Yo estoy seguro de que cuando mi Hijo Jesús bajará a la Tierra la encontrará destruída.

Yo continúo haciendo sufrir a vuestra hermana, no para las sacerdotes, no para las personas de alto rango, sino para vosotros, para los niños, para los ancianos, para aquellos pobres jóvenes que van a la guerra a luchar y los matan. Pero ¿en que mundo vivís? Yo no he creado este mundo tan sucio y malvado. Lo he creado hermoso y limpio, pero después se ha convertido en sucio por culpa de los grandes hombres. Cuando leeréis lo que vuestro Obispo sabe, comprenderéis muchas cosas. Vosotros sois un pequeño rebaño y no una gran comunidad que se reúne solo para chismorrear y mancillarse. Quiero que vuestro pequeño cenáculo florezca cada día más escuchando a la flor de Sudáfrica, la estrella y la rosa.

¿Os preguntáis por qué Yo, Dios, he descendido a la Tierra? He descendido Yo, Dios, para haceros comprender más la importancia de mi venida.

Ánimo, hijitos, vuestro Dios Papá está a vuestro lado. Es inútil que digáis: "No lo siento, no lo veo, no entiendo". Vuestro Dios Papá esta a vuestro lado, como está a vuestro lado la Madre del Cielo, la Madre de la Eucaristía y todos los ángeles y los Santos. Reuníos y orad, no os canséis nunca de rezar por todo lo que ocurre en el mundo.

Gracias, Marisella, por lo que haces, gracias de todo corazón. ¡Oh, si no te tuviéramos a ti que ayudas a todas estas personas, no sé como acabaría el mundo!. Orad continuamente, amaos siempre, vigilad sobre cada uno de vosotros. Yo, Dios Padre, Dios Papá, Dios Todo, estaré siempre con vosotros, os amaré siempre con un amor que nadie puede comprender. Sólo tu, Excelencia, puedes comprender que si hemos llegado a este punto es sólo para salvar a aquellas pobres criaturas que sufren, a las que matan con las bombas mientras juegan, mientras van a la escuela, que llaman al papá y a la mamá a los que ya no verán más.

Orad, mis queridos hijos, orad por todos los niños y por las almas que tienen necesidad. Vuestro Dios Papá os da las gracias y os bendice a todos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, adiós, Papá.

Roma, 3 marzo 2007 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Yo soy la Madre de la Eucaristía, yo soy el amor, la dulzura, la humildad, y tengo la plenitud de todas las virtudes. Mis queridos hijos, os amo a todos inmensamente. No dejéis de lado el primer sábado de mes, venid a orar por todas la intenciones que sabéis, y yo estaré siempre a vuesro lado.

A veces es muy difícil amar y ayudar al prójimo y tu, Marisella, lo haces desde hace tiempo, desde hace años. Sé feliz con Dios Padre, con Dios Papá, con tu Todo y con la Madre de la Eucaristía. Ora por todas las personas que tienen necesidad. Cuando por la noche intentas dormir, y la salud no es buena, no te preocupes, yo estoy a tu lado con la abuela Yolanda y tu lo sabes.

A vosotros, mis queridos hijos, pequeño cenáculo, os pido que oréis, que os améis, y que améis sobre todo a Dios.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Atención: el que peca contra el Espíritu Santo y profana la Eucaristía está excomulgado. Amad a las Tres Personas de la Santísima Trinidad y yo estaré con vosotros.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Ayúdame, lo necesito más que nunca.

Roma, 9 marzo 2007 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy para todos vosotros es una fiesta grande, pero sobre todo es grande para vuestro Obispo que celebra cuarenta y cuatro años de sacerdocio, una vida que ha recorrido entre luchas y sufrimientos, entre desilusión y consuelo, entre amor y sentimiento de fracaso. Él ha seguido adelante sin miedo, sostenido por aquel amor y aquella caridad que todo sacerdote tiene que dar a todos. Cuarenta y cuatro años son muchos y han estado llenos de amor para el prójimo, para el pequeño cenáculo y para todos.

Yo os invito a pensar en este largo camino, no olvidéis nunca el pasado y todo lo que ha sufrido vuestro Obispo. Esta mañana ha venido Dios en persona a hablar a mis dos hijitos. Ha dado un mensaje hermoso, grande, largo, lleno de amor y de caridad. Esta tarde Dios me ha dicho: "María, ve con mis hijos, háblales, no los dejes solos, hazles sentir que tu eres la Madre y que estás siempre con ellos". Aunque la salud deje mucho que desear, comportaos siempre como buenos cristianos y tened un gran amor hacia todos. Muchas veces os he dicho que penséis en los niños que mueren y en los que matan, en las madres que ven morir a sus propios hijos, en las personas enfermas, en los ancianos, en cuanta miseria hay en el mundo. La miseria continúa aumentando, por eso os digo: no descuidéis nada, orad y abandonaos a Dios, siempre.

La Madre no puede continuar porque vuestra hermana no está bien, me quedo a su lado para ayudarla. Agradezco a todos el amor que dais a estos dos hijos míos.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, hijitos, adelante, siempre adelante y abandonaos a Dios.

Marisa - Adiós. Adiós, mamá, adiós hermosa. Aquí está Ana, está la Excelencia, estoy yo. Adiós hermosa, nos hemos visto durante mucho tiempo esta mañana en el Paraíso. Adiós, mama, adiós.

Roma, 11 marzo 2007 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Señor Jesús, éste es el tercer día de sufrimiento y de penitencia para mi Obispo. Hoy he pedido poder bajar a la basílica para escuchar la S. Misa, esperemos que pueda. ¿Por qué nos has hecho sufrir día y noche? Yo puedo comprender que los hombres que no nos quieren nos hagan sufrir, pero no puedo entenderte a ti. Perdóname Jesús, perdóname, Señor. Perdono a todos los que nos han hecho sufrir voluntariamente.

Hoy es la fiesta grande de nuestro santo Obispo y ¿qué hemos recibido? Nada, o mejor dicho, sólo sufrimiento. Pero a pesar de todo, te queremos, te adoramos, te glorificamos, siempre, queremos obedecerte hasta el fin, hacer tu voluntad hasta el fin, aunque nos cuesta muchísimo.

Nuestra Señora - Orad, mi pequeño cenáculo, por estos dos hijitos míos. Tienem mucha necesidad de fuerza, de amor, de compasión, tienen necesidad de todo lo que puede hacer falta a un alma. Esperan con insistencia de vosotros esta ayuda, como esperan desde hace años algo que se hace esperar. Todavía no se consigue nada.

Marisa - Nosotros no queremos perder la fe, continuamos teniendo fe en Dios Papá, en Jesús, en María. Perdonamos a los que nos han hecho sufrir tanto, sabiendo que hacen sufrir.

Nuestra Señora - Orad, continuad orando por vustro santo Obispo, no lo olvidéis nunca, tiene necesidad de vostoros. Creedme: él ora mucho por todos vosotros.

Marisa - Os pido perdón si no tengo la fuerza de seguir adelante. Las fuerzas me faltan cada día más. Orad también por mi y por todas las personas que nos aman.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro y a todas las personas que sufren invoco para vosotros el don de la paz y de la fe. Yo os bendigo a todos y os traigo a todos bajo mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 18 marzo 2007 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Quiero recordaros que éste es el Año de la Humildad. Si todos aprendierais a ser más humildes, todo sería más hermoso y más fácil, porque os querriais y os ayudariais unos a otros. La humildad es una grandísima virtud; en esta virtud ha brillado mi amado espos José, porque era muy humilde. En los últimos años de vida estaba muy enfermo, pero no se hacía pesado para los demás y se contentaba con lo que yo, su esposa, le daba. A veces surgían pequeñas discusiones porque él quería que yo comiera carne para que tuviera más fuerza y yo quería que la comiera él para que estuviera un poco mejor. Si tenéis la fuerza de aceptar todas las situaciones espirituales y materiales, os volvéis más fuertes, más capaces de amar al prójimo y más humildes.

La vida es muy difícil para vuestra hermana. Vosotros os acordáis que cuando en el pasado estaba enferma o vivía la pasión, durante la aparición no tenía ningún sufrimiento y estaba feliz y contenta. Ahora sin embargo incluso durante la aparición, en mi venida a la Tierra, ella sufre igualmente. Os preguntáis: "¿Por qué tanto sufrimiento?". He oído pronunciar tantos porqués en estos días y tenéis razón. Sí, ¿por qué tanto sufrimiento? ¿Para qué consumir a Marisella hasta este punto? Yo, la Madre, sufro con vosotros y me pregunto tantas veces: ¿Es posible que nuestro amado Padre Dios tenga necesidad de todo este sufrimiento?". Come veis, hoy, aunque el tiempo es bueno y tenía tanto deseo de salir y de estar un poquito fuera de su habitación, no le ha sido permitido. ¿Por qué Dios permite todos estos sufrimientos? Yo os respondo: "Preguntarse los porqués de Dios y tener respuestas es muy difícil". Marisella tiene la fuerza para aceptar igualmente todo por amor a las almas, no las de los sacerdotes y sobre todo de los altos prelados que no se han convertido, porque ahora ya no hay nada que hacer ni para mi ni para Dios, sino para los niños, los enfermos, los ancianos, los que viven en el tercer y cuarto mundo y están privados de alimento, de agua y de medicinas.

Hermanos míos queridísimos, el sufrimiento es un don que Dios da a pocos y este don se acepta con amor para ayudar al prójimo. Vosotros diréis: "¿Por qué Dios tiene necesidad justamente de Marisella?". Porque no todos los llamados aceptan el sufrimiento. Os pido que seáis humildes, que aceptéis y lo soportéis todo para vivir siempre en gracia de Dios. Hoy es una jornada llena de sufrimiento para vuestra hermana; su salud parece que se apague de un momento a otro y después, como dice ella, reflorece y resurge. ¡Oh, qué difícil es vivir como vuestra hemana!.

Mis queridos hijos, orad el uno por el otro, ayudaos mutuamente, amaos, sed humildes, como es humilde Jesús, como es humilde Nuestra Señora, como es humilde vuestra hermana y yo estaré siempre con vosotros.

Mis queridos hijos, os quiero mucho, quizás no comprendéis este amor mío, pero un día lo comprenderéis. Muchos de vosotros sois todavía bastante jóvenes para gozar del bien que Dios os ha prometido. Seréis felices cuando Dios desde lo Alto del Cielo os llamará, no a todos juntos, porque formaríais mucho barullo, sino uno a uno. Tu, hija mía, serás llamada...

Marisa - ¿Pero cuándo? Cuándo? Estoy cansada de esperar, de sufrir y de vivir en esta Tierra tan sucia como dices tu.

Nuestra Señora - Os doy las gracias si ponéis en práctica todo lo que os he dicho. Orad por vuestra hermana para que tenga la fuerza de aceptarlo todo. Yo, junto a mi santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Ayúdame, porque hoy estoy muy, muy débil.

Mensajes de Abril de 2007

Roma, 1° abril 2007 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - Vuestro Jesús está aquí delante de vosotros y os anima a seguir adelante, a pesar de las dificultades, los sufrimientos, las adversidades de la vida y las maldades de los hombres. Yo, Jesús, os aconsejo que continuéis esta vida tan dura y tan fuerte. Cuando os pedí: "Tengo sed, dadme de beber" me dirigía a todos, pero no todos han cooperado en darme de beber.

La vida que mis dos hijos están llevando es muy difícil y está llena de sufrimientos, por esto me gustaría que los jóvenes y los adultos estuviesen más cerca de ellos con el amor, la oración y el sacrificio. Sé que esperáis el gran día, esperáis que despunte la aurora y Yo, con mucha humildad, digo: "Llegará". Me disgusta no poderos decir cuándo, cómo y porqué. Me gustaría que ayudaseis a estas dos criaturas a superar todas las dificultades de la vida, estando más cerca de los que tienen necesidad, y arrancándome a mi, Jesús, las gracias. Arrancadme las gracias que el mundo necesita, repetid a menudo: "Salva el mundo, salva las almas, salva a todos los que tienen necesidad de tu ayuda".

Sé que esperáis el gran día, como lo esperamos todos, y llegará, pero no tengáis prisa, seguid adelante con dulzura y amor, incluso con el sufrimiento, porque es lo que lo abarca todo. Quereos mucho y Yo, Jesús, estaré con vosotros. Haced como que hoy, en este momento, el asnillo que me lleva en su grupa a mi, Jesús, está entrando en Jerusalén y gritan: "Hosanna, hosanna" y después gritarán: "Crucifícalo". A vosotros no tendrá que llegar el Crucifícalo, sino solo el Hosanna, Hosanna, Hosanna al Hijo de David.

Mis queridos hijos, dulces hijos del Padre, del Papá, hijos de María, abrazaos todos juntos, formad una cadena y abandonaos completamente a Dios Papá, a Dios Hijo, Jesús, y al Espíritu Santo. Gracias.

Quiero daros mi bendición junto a mi santo Obispo. Hoy es un importante aniversario para él y él no quiere felicitaciones, pero vosotros felicitadlo. Que os bendiga Dios Omnipotente: Padre, Hijo, Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Ayúdanos, Jesús, ayúdanos, lo necesitamos mucho, no lo aguantamos más. Adiós.

Roma, 5 abril 2007 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Vuestro Jesús está aquí presente delante de vosotros. Hoy es el día más hermoso, más importante, es el día de la Institución de la Eucaristía. A mi lado están los apóstoles, la Madre de la Eucaristía, las almas santas y estáis también vosotros. Ésta es una gran fiesta porque Yo, Jesús, he instituido la Eucaristía, que es signo de amor, de paz y os ayuda a quereros. He venido también por aquellos que por diversos motivos están obligados a permanecer en casa: unos por la salud y otros por problemas familiares; pero Yo alargo mi mirada y llego hasta donde están éstos, donde están los niños, donde están los que me aman y oran.

La Eucaristía tiene que llevaros a lo alto, al Paraíso, donde veréis, gozaréis y estaréis con Dios.

Mis queridos hijos, muchas veces Marisella se ha visto obligada a permanecer en su habitación por graves motivos de salud y Nosotros no hemos venido, porque estaba muy mal y no tenía fuerzas para hablar. Hoy, que es mi fiesta, la fiesta del sacerdocio y de vuestro Obispo, Yo he venido para todos. Yo, Jesús, he instituido la Eucaristía y vuestro Obispo celebrará la S. Misa repitiendo y actualizando lo que he hecho. Vuestro Obispo ama la Eucaristía, ama a todos los hombres, ama incluso a los que lo hacen sufrir tanto. Vosotros no podéis ni siquiera imaginar cuantos y cuanto sufrimientos han tenido que padecer mis dos hijitos por diversos motivos; la última es por la carpa que con tanto sacrificio han hecho en honor de la Madre de la Eucaristía. Ellos todavía continúan luchando y combatiendo, porque los hombres todavía continúan haciéndoles sufrir y haciéndoos sufrir a vosotros. Os digo esto para haceros comprender que vuestro Obispo tiene muchos sufrimientos, grandes y pequeños, pero también los pequeños sufrimientos al final se vuelven grandes sufrimientos. Eh ahí porque a menudo os digo: amadlo, rezad por él, permaneced a su lado, ayudadlo como podáis.

Alabad y cantad a Jesús Eucaristía; Yo soy Jesús Eucaristía, Yo he instituido la Eucaristía, Yo soy Dios. Gracias a todos, a los cercanos y a los lejanos, a los que no pueden estar presentes por varios motivos. A todos imparto mi bendición junto a mi santo Obispo.

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos, y muchas felicidades a todos. Adiós, Marisella.

Marisa - Adiós, Jesús, adiós mi dulce esposo.

Roma, 8 abril 2007 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Jesús, has resucitado. Te pido en nombre de todos: haz que resucitemos también nosotros, haz estar bien a los enfermos, ayuda a los niños, a los que nacen en estos días y a los niños ya nacidos; ayuda a todas las personas que tienen necesidad de tu ayuda.

Tu has dicho: "Salvad al mundo junto a Mi" y nosotros, Jesús, queremos cooperar en salvarlo dentro de nuestras posibilidades. Somos un pequeño, pequeñísimo rebaño, pero hacemos de todo para salvar al mundo como Tu quieres. Cuando vuelvas espero que lo encuentres hermoso, sencillo, humilde. Haz que crezca la humildad en los hombres de la Iglesia. Sálvanos, Jesús, ayúdanos. Yo te doy gracias por el regalo, digamos medio regalo, que me has hecho. Por la gracia que me has hecho, hoy me encuentro aquí junto a mi pequeño cenáculo, te doy las gracias por esto.

Jesús - Mis queridos hijos, soy vuestro Jesús. Como habéis oído de vuestra hermana, he descendido en medio de vosotros. Ella os ha llamado pequeño rebaño, sí, es verdad, sois un pequeño rebaño, pero muy amado por Mi y por la Madre de la Eucaristía, porque tratáis por todos los medios de dar lo mejor, aunque no lo consigáis hasta el fondo como querríais, porque la humanidad se deja sentir. Pero cuando actuáis con amor, todo llega a Dios.

Sé que esperáis la realización de tantas promesas, sé que habéis hablado mucho entre vosotros de las promesas de Dios, que a vuestro parecer, han sido aplazadas demasiadas veces, pero no es así. Dios ha hablado, ha prometido y cuando promete mantiene las promesas; no se sabe cuando.

Marisa, estate tranquila (Un temblor recorre todo el cuerpo de Marisa)

Es verdad, como dice Marisella, que Dios la zarandea como una pelotita de un lado al otro, como un balón.

Marisa - Sí, porque me dice una cosa y luego realiza otra. Esta noche tenía que estar bien, porque hoy tenía que bajar y sin embargo he estado mal. Este continuo cambio me confunde. Decís que llega algo bueno y no llega.

Jesús - Marisella, ¿pero quién eres tú para decir esto a Dios?

Marisa - No soy nadie, soy una simple criatura. Pido perdón, pero querría deciros que me quitéis este cometido tan amargo, tan duro, tan lleno de sufrimientos. Hay tantos que ya no son videntes y están felices y contentos. Dan vueltas, van, dicen, hacen, mientras que yo, que, como vosotros decís, soy la única vidente que ha quedado, soy zarandeada de aquí y de allá, estoy siempre mal y no digo nada. Sí, rezo por los miembros del cenáculo y por las personas enfermas, voy junto a la Virgen a salvar a los niños que tienen que nacer, pero me falta algo y también a mi me gustaría ser libre de moverme.

Jesús - ¿Tu dejarías a la Virgen y a Mi?

Marisa - No, pero en ciertos momentos pienso en este balón que es zarandeado de todas partes. Yo quiero veros, por favor, si me quitáis también esto, ya no me queda nada.

Jesús - Aceptad lo que Dios dice y lo que Dios hace, y el que no lo quiere aceptar es igualmente amado y gozará en el fututo del Paraíso. No estáis obligados a hacer nada, pero escudad a Dios y poned en práctica lo que Él dice, aunque os zarandee de una parte a otra. Esto os lo pido Yo, Jesús.

Hoy he resucitado y el Paraíso canta: "Aleluya, Aleluya, Aleluya". Yo estoy siempre en medio de vosotros, incluso cuando no me sentís, porque os amo, porque sé que lo que hacéis, lo hacéis con amor, aunque no salga como os gustaría. Quereos.

Excelencia, ánimo. Ya sé que también tu has sido zarandeado como una pelota de una parte a otra, pero llegará tu momento; si Dios lo ha dicho, lo hará, cuándo y cómo lo sabe Dios. Tiene que venir tu momento, no puede continuar esta triste situación, la Iglesia se tiene que limpiar de tanta suciedad. El Vía Crucis que habéis hecho el viernes ha sido para Nosotros original, hermoso, sentido. No es el Vía Crucis acostumbrado que cada año recitan en el Coliseo, donde repiten siempre las mismas reflexiones. No! Felicidades, habéis estado verdaderamente bien. Yo estaba en medio de vosotros, haciendo ver que estaba muerto, porque no estaba muerto, y gozaba por este Vía Crucis.

Gracias a todos vosotros, gracias a ti, Excelencia, porque si este pequeño grupo funciona bien el mérito es todo tuyo, aunque a veces algunos no obedecen, pero todos te quieren. Por otra parte también te ayudamos Nosotros.

Te hago un regalo. Levántate, Excelencia, junto a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, bendice a este pequeño cenáculo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Buena S. Misa; seguidla con todo el corazón porque Yo he resucitado y estoy con vosotros, como siempre.

Adiós, Marisella. Felicidades a todos, adiós, hermanos.

Marisa - Adiós. Se ha ido.

Mensajes de Mayo de 2007

Roma, 4 mayo 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hace tiempo que no escucháis las cartas de Dios. ¿Verdad, pequeño cenáculo? Pero la Madre no os ha abandonado, he estado igualmente a vuestro lado. Todavía tenemos que rezar mucho, mucho, para que Dios realice finalmente sus planes, que son muchos y tienen necesidad de tiempo. Dios tiene que hacerlo para el bien de todos. Mi pequeño cenáculo, os amo a todos. Continuad rezando; os repito que vuestras oraciones no se pierden, porque Dios sabe a quien hacerlas llegar. Si rezáis por vuestra hermana y las oraciones no le llegan a ella, no quiere decir que no se agradezcan. Dios hace lo que es mejor y vosotros no podéis preguntaros continuamente: "¿Por qué no interviene Dios? ¿Por qué no realiza lo que ha prometido? Dios es Omnipotente, Dios es el Padre de todos y lo que ha prometido lo realizará de la mejor manera, pero en el momento que ha establecido. Tratad de amar a Dios y continuad rezando por vuestra hermana. Cuando Dios decida llevársela al Paraíso, entonces tendréis que rezar de lleno, en comunión recíproca y unidos a vuestro Obispo; y todo será hermoso y fácil.

Algunos de vosotros rezan continuamente y vienen aquí para rezar.

Me acuerdo siempre de cada uno de vosotros y de los niños, porque la Madre ama a todos: grandes y pequeños.

Gracias, mis queridos hijos, si escucháis cuanto ha dicho la Madre y sobre todo si lo ponéis en práctica.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los enfermos y a todas las personas que se encomiendan a vuestras oraciones. La Madre os cubre a todos con el manto materno y os estrecha fuerte, fuerte contra su corazón.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá.

Roma, 13 mayo 2007 - hora 10:45 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es fiesta grande, sobre todo en Portugal, donde festejan a Nuestra Señora de Fátima. Pocos hombres de la Iglesia han recordado que han pasado 90 años desde que Nuestra Señora se apareció. Ocurrieron también muchos milagros. Lo que más hace sufrir es que el secreto de Fátima no ha sido todavía revelado, de todos modos no quiero hablar sobre ello, ya he hablado demasiadas veces, como también ha hablado vuestro Obispo. Yo os pido solamente que recéis a Nuestra Señora de Fátima. Ahora aquí están las tres Vírgenes: la Inmaculada de Lourdes, Nuestra Señora de Fátima y la Madre de la Eucaristía; pero siempre soy la misma persona.

Jesús - Soy Jesús y he venido para hablaros de mi Madre, que es invocada de tantas maneras. Es siempre la Madre de la Eucaristía, aunque es justo que festejéis a Nuestra Señora de Fátima y a la Inmaculada de Lourdes. Los hombres poderosos de la Iglesia no han comprendido todavía quién es Nuestra Señora de Fátima y porqué ha comunicado los secretos que aún no han sido revelados, no son los entregados a sor Lucía.

Mi querido cardenal, los secretos no son los revelados, no son aquellos. Si no profetizaban graves peligros y si eran hermosos, ¿por qué no revelarlos antes? ¿Por qué esperar tantos años? ¿Por qué hacerlos pasar de un Papa a otro y no revelarlos? ¿Por qué no decís la verdad? Todavía hoy, los grandes hombres de la Iglesia continúan mintiendo. A vosotros os toca escoger: creer o no creer que el secreto de Fátima es triste y preocupante y anuncia graves hechos que han ocurrido en la Iglesia y que no han sido revelados.

Orad a Nuestra Señora de Fátima, especialmente en este día, en el que se celebra el noventa aniversario de las apariciones. Os invito también a rezar por vuestra hermana que festeja su cincuenta y un aniversario de su consagración a Dios. Lo ha dado todo siempre a Dios, siempre ha dicho que sí. Rezad para que llegue pronto su partida para el Paraíso; puede hacer mucho más viniendo arriba con Nosotros. Vosotros sois de admirar, porque a pesar de todo, venís a rezar y a adornar mi Basílica, hecha con tela de lona, sin paredes, y sin embargo muy grata para Mí y para todo el Paraíso.

Yo, Jesús, cuando vuelva, me gustaría encontrar a mi Iglesia nueva y limpia. Mi querido Obispo, tu tendrás que expulsar de la Iglesia, como lo he hecho Yo con los mercaderes del templo, a los que no aman la Eucaristía, que piensan sólo en el poder, en el dinero y en los placeres ilícitos. Cuando la Iglesia esté saneada, entonces todos Nosotros estaremos con vosotros. Pero por ahora, queridos hijitos, la vida para vosotros es dura y difícil, porque el superior, cuanto más alto está, más pretende mandar e imponer la obediencia con el chantaje, y esto no es justo. ¿Recordáis el mensaje: obediencia sí, chantaje no?.

Felicidades, Marisella, de parte de todo el Paraíso, especialmente de todos los jóvenes que viste ayer en la aparición. Ahora le digo a tu madre que te felicite; está conmovida.

Marisa - ¡Mamá!

Abuela Yolanda - Felicidades, Marisella, felicidades, hija mía.

Marisa - Mamá, ¿cuándo vendré arriba contigo? ¿Cuando me llevan? No puedo más, estoy cansada, muy cansada. Mamá, saluda a todos de mi parte y hazles rezar por mi

Abuela Yolanda - Un beso para tí y para el Obispo. Adiós.

Marisa - Adiós, mamá, qué hermosa eres.

Nuestra Señora - Jesús se ha ido y me ha dejado a mi, Madre de la Eucaristía, en su lugar, para felicitaros sobre todo a ti, Marisella, y a todos vosotros. Mis mejores deseos de santidad a todos.

Doy las gracias a los que han venido de lejos. Cuantas personas podrían venir, pero no vienen, porque los poderosos hombres de la Iglesia han echado por tierra este lugar convertido en taumatúrgico y santo por Dios. Felicidades a todos, de parte de Nuestra Señora de Fátima, de Nuestra Señora de Lourdes y de la Madre de la Eucaristía. Son la misma persona que a menudo va al encuentro de mis dos hijitos, especialmente cuando tú, Marisella, escuchas los cantos del CD que reproduce tu voz. Pero no os aprovechéis, escuchándola a menudo.

Marisa - Gracias, Virgencita, gracias de todo lo que haces por nosotros. Te lo digo también a ti, llévame, yo ya lo he preparado todo. Excelencia, ¿le puedo decir que he escogido también el ataúd?

Obispo - Sí, es tu Madre.

Marisa - He escogido también el ataúd. ¿Te gusta?

Nuestra Señora - Sí, Marisella, todo lo que hace el Obispo es bonito.

Marisa - Ayuda a mis sobrinos, a mi hermana, a mi hermano, ayuda a todas las personas, a este pequeño cenáculo, ayúdanos a todos.

Nuestra Señora - Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, incluso a los que están lejos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, adiós a todos. Se han ido todos juntos.

Roma, 18 mayo 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Con gran alegría estoy aquí con vosotros para rezar. Invocad cada día al Espíritu Santo, para que descienda sobre cada uno de vosotros y sobre las personas que, por motivos válidos, no pueden venir. He tratado de ayudaros a superar las dificultades de la vida, especialmente a las personas enfermas. Yo siempre estoy al lado de los que sufren, pero es cuestión de Dios sanar a estas personas, también a las enfermas de espíritu.

A Nosotros nos disgusta mucho que en este lugar, convertido en taumatúrgico por tantos milagros eucarísticos, no vengan muchas personas, porque han sido alejadas por los sacerdotes que tienen poder y las han desviado a otros lugares. Vosotros que estáis siempre presentes habéis podido comprobar perfectamente que éste es un lugar de oración, de amor y de caridad. Es verdad, sois pocos, y precisamente porque sois pocos, yo vengo aquí, en medio de vosotros. Sabéis que ya no hay más apariciones en otros lugares; por tanto yo estoy solo aquí con vosotros y trato por todos los medios de ayudaros. Es natural ayudar a los que sufren, sea espiritualmente o físicamente.

Deseo veros serenos. No os preocupéis de lo que Dios ha decidido hacer, Dios sabe lo que tiene que hacer, Dios no defrauda, pero no ha llegado todavía su momento. Continuad rezando, permaneced unidos, quereos como yo os quiero a vosotros.

El domingo próximo dos de nuestros jóvenes se casarán, orad por estos hijitos, también ellos han tenido que soportar diversas batallas. Permaneced uno al lado del otro.

Sí, Marisella, he entendido, he leído en tu corazón lo que me quieres decir.

Marisa - Yo, Marisa, en nombre de todos, pido una ayuda más fuerte, pido que también otras personas comprendan la importancia de los milagros eucarísticos y vengan a rezar al lugar taumatúrgico.

Nuestra Señora - Esto depende también de vuestras oraciones, comportaos siempre con amor y caridad, amaos mutuamente.

Gracias por vuestra presencia. Gracias a nuestro Obispo, a vuestro Obispo. Junto al Obispo ordenado por Dios, os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Hasta pronto, mi querido y pequeño cenáculo.

Marisa - Adiós.

Roma, 24 mayo 2007 - hora 7:20 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - El Obispo me ha dicho que te lo haga oír.

Nuestra Señora - Es hermoso cuando tratáis de bromear para animaros. En este momento soy María Auxiliadora, pero siempre soy la Madre de la Eucaristía. Vosotros sabéis que la Virgen es una, pero dado que hoy se festeja a María Auxiliadores, he venido como María Auxiliadora. Hay un poco de tristeza en mi corazón, no por vosotros, sino por los Salesianos, que ya no son como los de antes. Entre los Salesianos ya no hay verdadera oración, ni verdadero amor, pero esto no os tiene que preocupar.

He venido porque lo deseáis mucho, especialmente el Obispo. Marisella, aunque haces ver que no me quieres ver más, estás contenta cuando vengo. Sois pocos, mis queridos hijitos, a pesar de que el aviso se ha mandado a todos, pero no importa. Yo estoy con vosotros, os lo he dicho siempre, y vengo aunque seáis pocos. Tratad de amaros, de quereros y de ayudar lo mejor que podáis a vuestro Obispo. Vosotros diréis: pero ¿cómo lo hacemos? Tenemos el trabajo, la familia y otras obligaciones. Aunque sea poco, podéis hacerlo, ¿verdad, Máximo? Hay quien está cansado, hay quien no está bien, y entonces se vuelve todo difícil, pero yo bendigo a todos, especialmente a los que sufren.

Yo soy la que ayuda a los Cristianos. ¿Habéis visto que en Marisella ha habido un cambio y que está un poquito mejor, como ha dicho Dios? Quiero invitaros de nuevo a rezar por los sacerdotes. Hace tiempo que os dije: "No recéis más por los sacerdotes", pero la Iglesia está yendo hacia atrás. Rezad a la Madre de la Eucaristía, María, Auxilio de los Cristianos, a Nuestra Señora de Lourdes y a Nuestra Señora de Fátima; soy siempre yo, pero invocadlas siempre.

Marisella cada noche las invoca y reza por vosotros, especialmente por los que no están bien, y a veces toma sobre sí los dolores de los otros para ayudarlos. Así tenéis que hacerlo también vosotros; esto es amor. Cuando un hermano tiene necesidad, ayudadlo. Yo he venido para deciros una vez más que volváis a rezar por los sacerdotes. Qué triste es y que feo es todo lo que está sucediendo en el mundo y en la Iglesia; y quienes están siempre en medio son las personas buenas. Esta triste situación acabará y todo cambiará. Jesús ha dicho que todo cambiará y que la Iglesia se renovará, pero hacen falta personas que sufran, que recen y hace falta tiempo. Os felicito a vosotros aquí presentes, llevad mis felicitaciones también a vuestros compañeros.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisella, ¿me dejas ver otra vez aquel juego?, porque está también tu madre.

Marisa - ¿Esto?

Nuestra Señora - Sí, para hacerte comprender que también nos gusta a Nosotros.

Marisa - Mamá, mira… (Marisa enseña el juego). Éstas somos tu y yo, estamos unidas y cuando estamos separadas, porque tu estás en el Paraíso, lloramos.

Nuestra Señora - Gracias, Marisella. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¡Cuántas personas hay detrás de Nuestra Señora!

No creceré nunca, ¿verad? Siempre seré una niña. Me lo ha dicho el Obispo. Adiós. Ayúdanos a todos, por favor, y ayuda a quien tu sabes y a quien te encomiendo siempre.

Roma, 25 mayo 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. También hoy para vosotros es un bonito día, porque la Madre está aquí presente con vosotros.

Tengo que daros una pequeña regañina: cuando recitéis el S. Rosario y estéis diciendo o el Padre Nuestro o el Ave María o el Gloria, no tenéis que interrumpir la oración para cantar el Magnificat, tenéis que terminarlo. Aunque entonéis el canto a las 20:31 es lo mismo. No se puede romper una oración tan grande, tan elevada para cantar el Magnificat. Lo habéis hecho otras veces y no he dicho nada, pero hoy tenia que decíroslo: terminad la oración y después entonad el Magnificat. No tenéis que tener miedo, nadie os tiene que reñir por esto.

Soy feliz al ver al pequeño Mauro, que el domingo recibirá la Confirmación. Vosotros, aunque seáis pocos, rezad por este niño, está preparado, es bueno y viene a menudo al lugar taumatúrgico.

Os invito a orar por todo lo que está ocurriendo y que leéis en los periódicos; es una situación muy triste, penosa, que nos hace sufrir a Nosotros los del Paraíso y a vosotros los de la Tierra. A menudo os he dicho que vosotros, pequeño cenáculo, sois mejores que tantos grandes grupos de personas que se apresuran a ir donde hay multitudes y donde está presente una persona importante. Vosotros estáis aquí para orar a Dios Padre para que ayude a todos. Os doy las gracias por las oraciones que habéis hecho por los otros, pero sobretodo por las oraciones que habéis hecho por Marisella. Desde hace tres días está mejor gracias a vosotros, después el Obispo os lo dirá todo. Cuando oráis, cuando ofrecéis a Dios la intención con amor, con sacrificio y florilegios, las gracias llegan. ¿Cuántos de vosotros han tenido la gracia de estar mejor o de sanar? Dad gracias a Dios Papá, Dios hermano, Dios amigo y esposo.

Gracias. Queridos hijitos, junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Bendigo a los que están lejos, que han tenido que marchar por diversos motivos.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Dios os bendiga. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Roma, 27 mayo 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy celebráis un gran triple aniversario: la fiesta de Pentecostés, el gran milagro eucarístico y la Confirmación de Mauro que se convierte en soldado de Cristo. Estas tres celebraciones os tienen que empujar a orar y a ayudar a Mauro, para que continúe este camino con serenidad, con lealtad, con justicia. Nosotros los del Cielo, querido Mauro, te felicitamos. Ahora eres uno de nosotros, eres soldado de Cristo y yo, la Madre de Jesús, te doy mis mejores deseos más fuertemente, los más grandes, los más hermosos para ti y para tus padres y a todo el cenáculo aquí presente.

Hoy orad al Espíritu Santo, para que descienda sobre cada uno de vosotros y os dé aquellas gracias que cada uno de vosotros necesita. Conmemorad el gran milagro eucarístico, cuando brotó la sangre de la hostia que había consagrado el Obispo, que no ha sido aceptado por los poderosos hombres de la Iglesia. Vosotros amáis, habéis amado siempre a Jesús Eucaristía y aceptado los milagros eucarísticos. Orad al Espíritu Santo, para que estos grandes hombres comprendan el gran milagro que ha ocurrido en este lugar, que Dios ha convertido en taumatúrgico. ¡Por desgracia no todos comprenden la importancia de este lugar!. Mirad que hermosa es esta Basílica; no tiene ni paredes, ni columnas, sin embargo queda muy hermosa. Está cuidada con mucho amor, aunque alguna vez algunos protestan un poco porque son pocos para adornarla. Pero preparáis con amor este lugar tan querido por Dios Papá, por Jesús, por el Espíritu Santo y por mi, Madre de la Eucaristía.

Os recuerdo una vez más que recéis por este hijito y por cada uno de vosotros. Celebrad del mejor modo posible la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y la Virgen, el milagro eucarístico y la Confirmación de Mauro. Orad y amad, son palabras que repito a menudo. ¿Recordáis cuando Jesús dijo: "Aprended a amar y después orad"? Si rezáis y no sabéis amar es inútil, pero sé que vosotros lográis rezar y amar.

Felicidades, Mauro, felicidades a todos vosotros. Dios os proteja desde lo Alto de los Cielos.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños que en este momento están jugando y bendigo los objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, adiós. Se han ido.

Roma, 31 mayo 2007 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Mis queridos hijos, hoy es el último día del mes de mayo, por desgracia no ha sido un mes con tanta afluencia de personas como antes. Ya sé que hay mucho cansancio, ha habido muchas fiestas, han sido celebrados varios matrimonios y una Confirmación, y todo esto os ha quitado mucho tiempo. Pero habéis trabajado muy bien, todo ha sido hermoso y ha dado alegría tanto a Nosotros del Paraíso como a vosotros de la Tierra; el Obispo ha quedado muy contento de cómo lo habéis preparado todo.

Cuando fui a visitar a mi prima Isabel, el niño que esperaba se estremeció en su vientre. Ella se dio cuenta, como me di cuenta yo también, que los dos niños hablaban entre sí; nos alegramos de esto. Os invito a rezar por las parejas que esperan un niño y pueden finalmente alegrarse de estrecharlo entre los brazos.

¡Qué hermoso es el mes dedicado a la Madre de la Eucaristía, es decir, a mi! Me desagrada que no ha sido seguido como todos los otros años, por desgracia la salud de Marisella y otros problemas han impedido que se celebrara como queríais, pero sé que habéis rezado mucho.

Yo escucho vuestras oraciones, sobretodo cuando pedís gracias. Vosotros sabéis que antes o después las gracias llegan, especialmente para las personas jóvenes. A diversos ancianos les han llegado gracias, ahora le toca a alguno que espera desde hace tiempo.

Marisa - ¿El?

Nuestra Señora - Sé que para aquel joven estáis rezando muchísimo y habéis hecho también la novena a la Abuela Yolanda. ¿Pensáis que todas estas oraciones no llegan al corazón de Dios? No podéis comprender hasta el fondo quién es Dios y qué puede hacer. Dios puede hacer todo lo que quiera a todos. Pero no todas las gracias pueden llegar, los enfermos físicos son muchos, los enfermos espirituales son muchos, pero a muchos llegan las gracias, tanto espirituales como físicas, por esto no tenéis que cansaros nunca de rezar.

Marisa - Virgencita, quiero darte las gracias porque esta mañana he podido estar mejor, estaba muy mal y tu me has ayudado a salir fuera. Hoy ha sido una jornada tranquila como las última jornadas antes que ocurriese lo que tu sabes.

Nuestra Señora - Marisella, yo conozco tu sensibilidad. Tu sufres por toda persona aunque no la conozcas, aunque solo oigas hablar de ella. Tienes una larga lista de enfermos por los que rezar.

Hoy he ido a ver a los obispos y sacerdotes que tu, Excelencia, has ordenado en bilocación; son muchos. Estaban todos contentos, radiantes, luminosos. Cantaban, daban gloria a Dios y oraban por ti, cuando llegue el momento los volverás a ver y te darás cuenta de la cosa tan hermosa y grande que has hecho. Acuérdate que yo siempre estoy a tu lado.

Mis queridos hijos, ahora empieza el mes dedicado a mi Hijo Jesús, tratad de hacer un poco más de lo que habéis hecho por mi. Jesús os ama y está a vuestro lado. Coged el rosario con la mano y a cada grano decid: "Sagrado Corazón de Jesús, confío en Ti" y "Corazón Inmaculado de María, salva a tu pueblo". Después que hayáis repetido diez veces estas dos jaculatorias recitad el "Gloria al Padre" y decid estas otras dos jaculatorias: "Dulce Corazón de Jesús, haz que te ame cada vez más. Dulce Corazón de María, sé la salvación del alma mía". Tenéis que rezar mucho para salvar las naciones, porque por todas partes están sucediendo cosas terribles. Orad y no os escandalicéis. En este último día del mes de mayo, rezad una vez más, antes de dormiros, a la Madre de la Eucaristía, a Nuestra Señora de Lourdes, a Nuestra Señora de Fátima. Invocad a la Virgen con estos títulos, dejad estar los títulos: Nuestra Señora de la silla, Nuestra Señora de la cintura y otros. Invocad a la Madre de la Eucaristía y yo estaré siempre con vosotros.

El domingo cuando el pequeño Mauro hizo la Confirmación yo estaba allí y con mi manto abrazaba a Marisella y a Mauro, he estado siempre con ellos. Habéis hecho una hermosa ceremonia, una gran fiesta, porque lo habéis preparado todo del mejor modo posible. Habéis celebrado la fiesta de Pentecostés, el aniversario del milagro eucarístico y la confirmación de Mauro. Yo estoy siempre con vosotros cuando rezáis, y a veces están también mi amado esposo José y la Abuela Yolanda, que está dando muchas gracias incluso a personas que no la han conocido.

Marisa - Virgencita, te ruego con todo el corazón, piensa en la persona que te he encomendado. Por la noche me despierto, pienso y rezo siempre por él. Ayúdanos, porque todos tenemos necesidad de ti. Gracias. ¿Me dejas estar un poquito mejor?

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Extiendo mi bendición a todos los niños que no están presentes, sobretodo a los enfermos y a los que sufren.

Marisa - Te lo ruego, te lo ruego, te lo ruego, piensa en lo que te he dicho.

Mensajes de Junio de 2007

Roma, 1 junio 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy 1° de junio, es vuestro Jesús el que os habla. He venido por vosotros, porque merecéis esto y más.

Mis queridos hijos, ¿cuántas veces cuando he estado entre vosotros, os he dicho que Dios es el que da las gracias, pero que no se sabe ni cuándo ni cómo? ¿Cuántas gracias han sido dadas a las personas enfermas? Yo soy vuestro Jesús y soy el esposo de Marisella.

Marisa - No lo digas delante de todos.

Jesús - Marisella es un alma que Dios ha llamado desde la más tierna edad, es un alma que ha rezado y sufrido mucho por todos, también por los que ya no vienen y sobre todo por los niños. Ella tiene sobrinitos con los que está muy encariñada, pero también reza mucho por cada uno de vosotros. Cuando vengo a su encuentro y está sola o con el Obispo, me escucha y luego me dice: "Jesús, yo veo a todas las personas que me conocen delante de ti". Yo le digo que son personas que han tenido un valor muy grande al continuar viniendo a este lugar taumatúrgico, tan probado, combatido y calumniado. Yo, Jesús, vengo aquí, la Madre de la Eucaristía viene a menudo aquí y otros santos vienen aquí para ayudaros.

Preguntaos: "Jesús, ¿me estás ayudando?" Sí, os estoy ayudando según las necesidades de cada uno.

Me gustaría que este mes, dedicado a mi Corazón, estuviese lleno de oraciones, de sacrificios, de florilegios y de amor hacia todos, especialmente a los enfermos, y hacia los que están lejos de Nosotros y de la Iglesia, y por los que se comportan mal; orad por todos.

Sí, Marisella, también por ellos.

Marisa - Jesús, ¿podrías sostener y ayudar a todas las personas que están aquí presentes?

Jesús - Sí. Yo soy vuestro Jesús, soy Aquél que ha nacido, vivido, muerto y resucitado para abriros el Paraíso. ¡Oh, el Paraíso está lleno de santos! Gracias a una persona (n.d.r. Marisella) que ha sufrido muchísimo, muchos hombres y mujeres han entrado en el Paraíso.

Yo estoy siempre presente aun cuando no me manifieste en la aparición de la Madre de la Eucaristía, estoy presente durante la S. Misa celebrada por el Obispo ordenado por Dios. Cuando el Obispo consagra Yo estoy en él y él está en Mi. Os miro, os sonrío y estoy delante de vosotros. Yo soy el Hijo de Dios, soy la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Como ha dicho la Madre de la Eucaristía, mi Madre, Yo amo a todos: buenos y malos.

Ánimo, pedid siempre las gracias, pedid siempre ayuda; vosotros sabéis a quien tenéis que dirigiros. Yo, Jesús, os haré llegar estas ayudas a todos.

Marisa - ¿Te refieres a mi? Yo ya estoy bien así.

Jesús - Está bien. Mis queridos hijos, os tengo que dejar. Vosotros sabéis que María, Madre de la Eucaristía, los ángeles y los santos en el Paraíso tiene que cantar, recitar los salmos y rezar de rodillas a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y a Mi, Dios Hijo.

Gracias por vuestra presencia. Junto a mi santo Obispo, ordenado por Dios, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo, como dice la Madre, a todos junto a mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Felicidades a todos, mis queridos hijos.

Excelencia, puedes responder: siempre sea alabado.

Marisa - Adiós, Jesús, ¿no has traido a nadie contigo? Vale. ¿Te acuerdas de lo que te he dicho antes en silencio?

Está bien, adiós. El esposo tiene que hacer regalos a la esposa y yo te pido la gracia para una persona, éste es el regalo que quiero; no te pido dinero.

Adiós, Jesús, adiós.

Se ha ido.

Roma, 2 junio 2007 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es el primer sábado del mes de junio y la Madre está de nuevo aquí con vosotros. Ayer vino mi Hijo Jesús y cuántos hermosos consejos os dio; ¿los ponéis en práctica? Cuando os comunican las cartas de Dios, ¿llegáis a poner en práctica lo que Dios dice? Es muy hermoso escuchar a Dios cuando os manda sus cartas que luego se dan a conocer también a otras personas. Muchos leen las cartas de Dios, también los sacerdotes que dicen que no creen y que no quieren venir a este lugar; en realidad están muy interesados en conocerlas.

Yo soy la Madre de Dios, soy la Madre de la Eucaristía, soy la esposa del Espíritu Santo. También vosotros, como ya os he dicho, aprended a invocar a menudo al Espíritu Santo, haced un canto al Espíritu Santo. Aquellos que se casarán tiene que acordarse de invocar al Espíritu Santo, porque la Tercera Persona divina está con cada uno de vosotros, sabe ayudar y daros mucha alegría y paz. El Espíritu Santo está dispuesto a ayudar a todos los que tienen necesidad. Vuestra hermana reza a menudo por todos, especialmente por los enfermos y de manera particular por los enfermos de la comunidad, sean adultos, jóvenes o niños, y el Espíritu Santo escucha y viene en su ayuda. Cuando oréis al Espíritu Santo inclinad la cabeza y decid: "Ven Espíritu Santo, Espíritu de amor, ilumina mi mente, inflama mi corazón, fortifica mi voluntad". Todos vosotros tenéis necesidad de la ayuda del Espíritu Santo.

Mis queridos hijos, vuestra Madre viene a vosotros con mucha alegría, pero por desgracia el primer sábado de mes las personas ya no son tan numerosas como antes; pero no importa. Dios sabrá como recompensar a los que están presentes y a los que se han alejado. No tenéis que juzgar o criticar nunca, sino rezar por los que se han alejado. Orad también por aquellas personas que por motivos familiares no pueden venir.

Gracias, mis queridos hijos, la Madre está contenta por el amor que demostráis al limpiar, adornar y preparar la Basílica de la Madre de la Eucaristía y la pequeña capillita que vuestra hermana Marisa ama muchísimo y de la que hoy, ya no puede gozar. Estad siempre dispuestos a dar vuestra ayuda: hay personas que pueden ayudar, pero no lo hacen. Una vez por semana dar una mano no es un gran sacrificio. No dejéis siempre a las mismas personas el trabajo de limpiar, también ellas están cansadas, también ellas tienen una familia. Hay algunos que podrían venir a ayudar pero no vienen y cuando participan en las hermosísimas ceremonias se acomodan tranquilamente y lo encuentran todo preparado, bonito y limpio. Sin embargo, no, dad una mano una vez por semana, haced turnos, no os cansaréis y Dios Papá estará contento de todos.

Gracias si ponéis en práctica cuanto os digo: ayudar a los que trabajan en esta casa de Dios.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los enfermos y a los objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Se ha ido..

Roma, 3 junio 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

He venido para daros los buenos días y desearos una buena fiesta. Ahora están entrando los Tres Jesús.

Marisa - Jesús Dios, Jesús Eucaristía, Jesús Espíritu Santo.

Jesús - Yo, Jesús, he venido junto a los otros dos Jesús para desearos todo bien. Orad al Espíritu Santo, orad a la Santísima Trinidad. Nosotros estamos siempre con vosotros. La Madre de la Eucaristía, San José y la abuela Yolanda están con vosotros. Nosotros tratamos por todos los medios de ayudaros y de daros las gracias que tanto deseáis.

Nosotros, la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo hemos venido a este pequeño lugar taumatúrgico, donde hay un pequeño cenáculo, pero un cenáculo donde reina el amor.

Os invito a orar, aunque la lluvia rumorea sobre vuestras cabezas; orad, no os canséis nunca de orar. Cantad, ensalzad al Espíritu Santo, a la Santísima Trinidad.

Nuestra Señora - Yo soy vuestra Madre y he vuelto de nuevo para bendeciros. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños y enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 8 junio 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Con gran alegría vengo aquí para estar con vosotros durante la S. Misa y el encuentro bíblico. Os pido solamente que oréis mucho por todo lo que ocurre en el mundo, sobre lo cual han hablado la televisión y los periódicos a lo largo y ancho; incluso demasiado. Orad, para que todo se allane y la Iglesia sea embellecida y vuelva a ser como en los primeros tiempos. Los apóstoles iban a las ciudades y a los pueblos a predicar el S. Evangelio y a ayudar a los otros. Se amaban verdaderamente. Ahora los hombres de la Iglesia no saben amar y la situación es muy difícil. Vosotros que habéis encontrado dificultades y oposiciones por venir a este lugar no os alejéis; venid, orad y permaneced en compañía de Jesús Eucaristía.

Muchos de vosotros han visto los milagros eucarísticos con la efusión de sangre, y tendríais que haber comprendido ya la importancia de venir a este lugar taumatúrgico.

Mis queridos hijos, hace mucho tiempo que os digo que oréis y no sufráis por los hombres de la Iglesia. Vosotros hacéis la adoración y por esto os doy las gracias. Por desgracia ya no son numerosas las personas que vienen a este lugar taumatúrgico a rezar, pero yo espero con paciencia que lleguen aquí y se conviertan. Éste es el mes del Sagrado Corazón, rezad a mi querido Jesús, vuestro Jesús, rezadle mucho. Repetid frecuentemente: "Sagrado Corazón de Jesús confío en ti". Esta jaculatoria es muy pequeña y la podéis decir en cualquier lugar y en cualquier momento. Os doy las gracias si ponéis en práctica cuando os he dicho, es decir, que recéis y que vengáis a este lugar taumatúrgico con alegría, entusiasmo y mucho amor.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Roma, 10 junio 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es la fiesta de mi Hijo Jesús, de Su Cuerpo y Sangre que vosotros recibís cuando Comulgáis. Es tan hermoso hacer triunfar a Jesús, estar a Su lado y recibirlo cada vez que tengáis la posibilidad. Cuando no podáis ir a recibir a Jesús, haced la comunión espiritual, decid: "Jesús mío, te amo, en mi corazón te deseo" y Jesús vendrá dentro de vosotros. Yo lo sé, soy su Madre y puedo aseguraros que Jesús viene a vosotros. Hoy es una fiesta muy grande. Vosotros, aunque sois pocos, hacéis adornos maravillosos para nuestra pequeña Basílica que adornáis con flores, de hermosura y símbolos significativos.

Cuando el jueves pasado hicieron la procesión diocesana, a mi, la Madre de Jesús, me ha hecho mucho daño ver que cuando ha pasado Jesús, los presentes no han dicho ni siquiera una pequeña oración, y cuando, enseguida después, ha pasado el S. Padre, han aplaudido y han gritado: "¡Viva el Papa!". ¿Y Jesús? Jesús que es la Cabeza de todos, el Sumo y Eterno Sacerdote, que nos ha dado su Cuerpo y Su Sangre, ¿no cuenta nada? Los hombres tienen que hacer triunfar a Jesús Eucaristía, adorarle, amarle, rezarle. Esto tiene que enseñar el Papa, los obispos y los sacerdotes.

Vuestra procesión ha sido sencilla, pero hermosa. Estabais unidos rezando y ensalzando a Jesús, que ha estado siempre en medio de vosotros, como en este momento en el que ha vuelto de nuevo.

Marisa - Jesús, ¿has vuelto? ¿Te puedo pedir perdón por aquellas personas que aún no han comprendido la importancia de la Eucaristía? No es culpa suya, sino de los sacerdotes que no enseñan a amar y a adorar a Jesús Eucaristía. Se arrodillan delante del Papa, aplauden al Papa y tu, Jesús, que estás presente, miras y sufres.

Jesús - ¿Cómo es posible que después de tanto siglos, los cristianos aún no me conozcan? Vosotros, sin embargo, gracias a vuestro santo Obispo, habéis aprendido a conocerme y a amarme. Poned en práctica las enseñanzas del Obispo, no lo abandonéis nunca. Yo soy el Cristo, soy Jesús Eucaristía y la Virgen es la Madre de la Eucaristía.

Alegraos, hijos míos, alegraos siempre aunque tengáis dificultades, porque esas no faltarán nunca, mientras viváis en este planeta Tierra. Hay quien tiene grandes sufrimientos y hay quien los tiene pequeños, pero todos tenéis que pasar a través del túnel del sufrimiento.

Os doy las gracias por vuestra presencia, os doy las gracias por la belleza que habéis creado en esta pequeña Basílica, Madre de la Eucaristía. Doy las gracias a los que han colaborado en su preparación, sea de un modo o de otro. Yo, junto a mi santo Obispo, quiero bendeciros: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós. Qué hermoso eres, madre mía.

Se ha ido, era hermoso, hermoso.

Roma, 15 junio 2007 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Es vuestro Jesús el que os habla. Hoy es la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, es mi fiesta. He oído a muchas personas que rezaban; por desgracia no todos recuerdan que hoy es la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Mi amor es tan grande que quiero estar con vosotros y daros aquellas gracias que necesitáis.

Orad insistentemente a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, para que os concedan las gracias que tanto necesitáis todos.

Vengo en medio de vosotros y no os quito a la Madre, estad tranquilos. Hoy es mi fiesta y mañana es la fiesta de la Madre, del Corazón Inmaculado de María. Hoy Yo soy festejado por vuestro pequeño cenáculo, por el Obispo y por mi dilecta esposa.

Marisa - Sí, yo soy tu esposa.

Jesús - La oración os tiene que ayudar a aceptarlo todo. Vosotros ya sabéis que muchos sacerdotes no están en orden y por añadidura no lo están los que tienen el cometido de hacer exorcismos. Los exorcistas aprovechan de su cometido para hacer lo que quieren; hablan mal y actúan mal. Hay sacerdotes exorcistas que están endemoniados. Vosotros no os tenéis que asustar; si estáis conmigo, Yo estoy con vosotros; si Me amáis, Yo os amo a vosotros. Os digo: "Ánimo, no escuchéis a estas personas". Todos sabéis que muchos sacerdotes no viven en gracia; unos por un motivo, otros por otro. Invito a los que van de vacaciones a no hablar de los sacerdotes y de los parientes que hacen sufrir, sino a jugar, a sonreír, a hablar de Jesús, de la Madre de la Eucaristía y de los santos; dejad estar todo lo demás, en el que pensará Dios Padre.

Vosotros Me habéis felicitado y Yo os felicito a todos vosotros. ¿Veis qué pocos sois? ¿Cuántas veces la Madre ha dicho que sois pocos, pero muy unidos a Dios? Donde hay grandes grupos, donde hay exorcistas no hay amor. El exorcista que aprovecha de su cargo para hablar mal de otros, no tiene caridad, no tiene amor.

Felicidades. Mi saludo es para todos.

Querida Marisella, ánimo. Sé fuerte, hija mía, veo que los sufrimientos no te faltan nunca.

Obispo - Quítale un poco de sufrimiento.

Jesús - He oído, Excelencia. Marisella, te ruego que seas fuerte, siempre, siempre, siempre.

Mis queridos hijos, no he dicho muchas palabras, pero son palabras santas, porque quiero llevaros a la santidad. Junto a mi santo Obispo os bendigo.

Os quiero llevar a todos al Paraíso, sin pasar a través del Purgatorio.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, esposo mío. Tienes una esposa desquiciada.

Obispo - ¿Se ha ido?

Marisa - Sí.

Roma, 16 junio 2007 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy, y pocos lo saben, es la fiesta del Corazón Inmaculado de María. Por desgracia algunas fiestas mías se han olvidado y si alguno no las recuerda no se celebran. Cuando hay una fiesta, las personas se reúnen para rezar; hay mucha necesidad de oración. Aunque solamente hubiesen estado presentes dos personas para acogerme, yo habría venido igualmente. Después de tantos años que aparezco en este lugar aún no os acordáis de las fiestas, y esto me disgusta. Si no fuese por el pobre Obispo que os lo recuerda, prácticamente no vendríais.

Cuando hablé de la conversión de Rusia al Corazón Inmaculado de María dije esta frase: "No sólo Rusia tiene que ser consagrada al Corazón Inmaculado de María, sino el Mundo entero". Vosotros lo habéis hecho, pero ¿quién se ha acordado de esto? Son siempre las mismas personas que vienen, que aman, y que rezan. Pero no recuerdan a los otros que vengan; no cuesta mucho decir: "¿Te acuerdas que mañana es la fiesta del Corazón Inmaculado de María?". Bastaría sólo esto.

Yo veo a dos personas delante de mí muy cansadas (n.d.r. El Obispo y la Vidente). Aunque tengan sueño están dispuestas a escucharme y a ayudarme, porque también nosotros los del Paraíso, cuando bajamos a la Tierra tenemos necesidad de las oraciones. Alguno se adormila un poquito, pero se esfuerza por estar con los ojos abiertos y escuchar.

Marisa - Oye, Virgencita, de todas formas, yo te escucho de buen grado, pero si mejoraras un poco mi voz sería mejor, porque no me gusta. Dile a Dios que me cambie la voz. Si me restituyese mi voz sería mejor, porque doy más gloria a Dios. Con esta voz no es posible.

Nuestra Señora - Sí, ya lo sé, Marisella, que te gusta tanto tu voz, porque te gusta cantar las alabanzas a Dios. Lo he notado cuando has subido al Paraíso y cantabas, cantabas. Ahora te ha sido quitado todo, pero cuando estés en el Paraíso para siempre lo tendrás todo de nuevo y serás feliz.

Marisa - Perdona, Virgencita, pero ¿no podría tener también en la Tierra alguna cosa? Oye, tengo una voz muy fea, a mi no me gusta esta voz, yo quiero cantar, quiero dar gloria a Dios como todos.

Nuestra Señora - Sí, sí, pero ahora estate tranquila, no te agites porque después te sientes mal. Ya lo sé que hablas así porque éste es tu modo de hablar. Eres una niña que quiere decírselo todo a la Madre. Me lo dices todo y yo estoy contigo y te ayudo. ¿Has visto cuánto has sido ayudada hoy?

Marisa - Sí, pero esta noche no he sido ayudada porque a las cinco todavía estaba despierta. Ni siquiera mi madre ha venido. De todos modos éstas son cosas nuestras, Virgencita, luego hablamos.

Nuestra Señora - Sí, es verdad. Sois un pequeño rebaño, pequeñísimo, y cada poco se reduce aún más el número de las personas. La Madre os da las gracias por estar presentes y rezar. Es muy hermoso que las personas se reúnan en nombre de Jesús y de María para rezar por muchas intenciones.

"Corazón Inmaculado de María salva a tu pueblo, salva al mundo entero"; repetid a menudo esta jaculatoria. Alguno (n.d.r. Marisella) recita dos coronillas de jaculatorias y el Rosario, y luego añade los nombres de todos los enfermos y de otras personas. Cuando os acostáis, sentís el cansancio, pero para ciertas cosas no estáis cansados, ¿cómo es eso?

Marisa - Perdona, Virgencita, ¿qué cosas?

Nuestra Señora - Marisella, no seas impertinente, esto no lo tengo que decir.

Marisa - Está bien. ¿Nos ayudas a todos, grandes y pequeños, a rezar, a estar a tu lado, al de Jesús, a recibir la S. Comunión, a Jesús Eucaristía dentro de nosotros y a seguir adelante?

Nuestra Señora - Puedes decirla también ahora.

Marisa - No, ahora no.

Nuestra Señora - Está bien, mis queridos hijos, la Madre os da las gracias y os pide que recéis siempre. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los sobrinitos, y a todas las personas que aman. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 17 junio 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Es mi deber de Madre venir cuando y donde estéis reunidos, aunque seáis un pequeño cenáculo. Yo no voy donde se reúne mucha gente, donde celebran las fiestas, pero no saben amar. A Jesús le gustan las fiestas celebradas con el corazón, con caridad y con amor. Yo estoy aquí, porque quiero llevaros a la caridad plena, al amor, a la alegría y, como ha dicho Jesús, quiero llevaros a todos al Paraíso. Cuando llegue el momento de la hermana muerte, todos tenéis que estar en gracia y yo os llevaré al Paraíso.

Mis queridos hijos, pensad en la Magdalena arrepentida que ha lavado los pies a Jesús. Esta noche Jesús ha lavado los pies y la piernas a vuestra hermana, porque sufría mucho. Tenía dolores atroces y Jesús se ha inclinado sobre ella y le ha lavado los pies y las piernas. Mi Hijo Jesús está lleno de caridad, Jesús es amor. Jesús, S. José y yo, puesto que Marisella sufre terriblemente desde hace años, la ayudamos con mucho amor. Jesús se ha inclinado sobre ella, le ha lavado y le ha hecho un masaje en las piernas, en los pies y luego le ha dado la vuelta de lado para que descansara mejor. No ha dormido mucho, pero aquel poco le ha bastado para soñar con el Paraíso. También vosotros cuando estéis en un momento triste o doloroso pensad en esta escena, pensad en Jesús que puede estar a vuestro lado y os puede ayudar a calmar los dolores y haceros dormir.

Oh, es bellísima la escena, no es la de la Magdalena arrepentida, porque allí ella le ha lavado los pies a Jesús, aquí es Jesús, Nuestro Señor, el que ha lavado los pies a vuestra hermana y la ha ayudado a dormir. Son noches, noches y noches las que pasa en blanco, pero de día es feliz, está sonriente, bromea y ríe con los de casa, y no es fácil, creedme. También vosotros, cuando tengáis algún sufrimiento, no pongáis mala cara, sed felices, inventad alguna cosa con tal de reír o sonreír junto a los otros; algunas personas lo hacen y yo estoy contenta de esto.

No quiero prolongarme más, porque quiero que escuchéis bien la S. Misa. Como tantas veces os he dicho, escuchadla como si fuese la última de vuestra vida. Participad en la S. Misa con todo el corazón. Tu, mi querido Obispo, celébrala como si fuese la última de tu vida, pero tendrás muchas que celebrar aún.

Mis queridos hijos, os felicito y abrazo a todos, pequeños y grandes, para que hagáis lo que Jesús os ha pedido: amor y sensibilidad hacia todos.

Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, a todos los niños y sobre todo a los enfermos. Una de vosotras ha recibido una gracia, pero hace falta continuar orando; yo estoy con ella. Bendigo también a los que se han alejado de este lugar taumatúrgico, porque los sacerdotes los han desviado y los han mandado a otros lugares. Os tengo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Gracias, Clara, por lo que haces por mis dos hijos. Que Dios te bendiga

Marisa - Adiós. Se ha ido.

Roma, 24 junio 2007 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

La Madre está aquí con vosotros para dar alegría y serenidad a todos. ¿Cuántas veces os he dicho: "Quereos, respetaos el uno al otro"? ¿Cuántas veces os he dicho que el amor lo vence todo y os lleva al Paraíso?

Yo, Madre de la Eucaristía, cuando vivía en la Tierra, amaba siempre a todos, incluso a los que me hacían sufrir. Cuando fui asunta al Cielo, donde reina el amor, los que estaban ya en el Paraíso, han venido a mi lado y hemos comenzado a cantar, a dar gloria a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. También vosotros profesáis el amor con la "A" mayúscula. El amor es caridad, sensibilidad, disponibilidad hacia las personas que lo necesitan. El amor lo vence todo.

Haced la novena para el 29 de junio, fiesta de vuestro Obispo y fiesta de Pedro y Pablo. Son tres personas llenas de amor, de caridad, dos de ellas ya están desde hace tiempo en el Paraíso; vuestro Obispo está todavía con vosotros. Orad por él, orad por cada uno de vosotros. Haced una carrera a ver quien reza más por los otros y amaos.

Felicidades a vosotros dos (n.d.r. Dos de nuestros jóvenes que han sabido que esperan un niño).

Marisa - Estoy contenta, esperemos que todo vaya como Dios ha decidido.

Nuestra Señora - Gracias por la ayuda que dais a mis dos hijos. A ti, Marisella, ¿qué te puedo decir? Tu sufrimiento es mucho, mucho, mucho. Hay mucha necesidad de tu inmolación. Te ayudan y tienes a tu alrededor personas que te aman. ¿Verdad, Excelencia? También tu sufres muchísimo por tu hermana, pero te ayudan Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Vosotros, pequeños cenáculo, tenéis siempre mi ayuda y gozáis todavía de mi presencia en medio de vosotros.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños y sobrinos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Te lo ruego, quédate al lado de cada uno de nosotros.

Roma, 29 junio 2007 - hora 11:00 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Yo, la Madre de la Eucaristía, he venido con Pedro y Pablo, los dos grandes apóstoles, los dos grandes amigos de Jesús. Pedro, aunque por miedo negó que conocía a Jesús, después tuvo un arrepentimiento tan grande que Dios lo nombró primer Papa de la Iglesia. Pablo persiguió muchísimo a los cristianos y después se convirtió, porque Jesús lo llamó para ser su apóstol. Mis queridos hijos, convertirse no es difícil, porque basta hacer la voluntad de Dios y seguir siempre adelante, con generosidad, caridad, paciencia y todas las virtudes que hacen falta para entrar en el Paraíso.

Hoy es una fiesta grande para Roma, porque los dos apóstoles han muerto en Roma y la ciudad los festeja como a sus protectores. Toda Roma los celebra, pero los dos apóstoles están aquí con vosotros para admirar a nuestro Obispo.

¡Quién sabe si habrá un segundo Pedro! Vosotros solamente tenéis que amar y rezar por todos, especialmente por los enfermos, por los niños y por el Tercer y Cuarto Mundo, donde hay tanto sufrimiento. Orad mucho por vuestro Obispo, él reza muchísimo por vosotros. Mons. Claudio Gatti es el Obispo más grande y más importante del mundo, porque ha sido ordenado por Dios y no por otros obispos o por el Papa. Está sufriendo mucho a causa de la maldad humana, por esto la Madre os dice: "Orad mucho por él y yo oraré por vosotros y estaré siempre con vosotros".

Ya lo sé, vosotros esperáis que en el lugar taumatúrgico vengan muchas personas. Nosotros decimos: "Pocas, pero santas" y vuestro Obispo replica: "Muchas y santas". En este momento es muy difícil que esto suceda porque tenéis un... que piensa sólo en el poder y hace afirmaciones que Dios no acepta ni agradece. Ha sido presentado como el amigo de Dios. ¿Quién es el amigo de Dios? Es el que hace la voluntad de Dios, es el que ama.

Yo, la Madre de la Eucaristía, felicito a mi Obispo y vuestro. Está acusando mucho agotamiento, mucho cansancio, esperemos que Dios le dé la fuerza para que pueda ir de vacaciones y recuperarse un poquito. Todos acusáis cansancio, grandes y pequeños, pero el agotamiento que siente vuestro Obispo es enorme. Estad más despiertos, despertad de este largo sueño, estad siempre dispuestos a ayudar al Obispo, como hacían los apóstoles, que estaban siempre dispuestos a ayudar a Jesús y a hablar con Él. Haced lo mismo con el Obispo. Vosotros habéis recibido mucho: el trabajo, la familia, la casa; los apóstoles no tenían nada, iban a las casas de otras personas para descansar. Vosotros, hoy, en el 2007, tenéis de todo, no os falta de nada.

Os pido una vez más que oréis por vuestro Obispo y por todos los que forman parte de este pequeño cenáculo. Gracias.

San Pedro - Yo, Pedro, te digo a ti, Claudio: sé fuerte, no tengas miedo de nada. Si estás con Dios, nada te tiene que dar miedo.

San Pablo - Yo, Pablo, te repito la misma recomendación de Pedro. He perseguido a los cristianos, los he matado, y cuando Dios me ha llamado he respondido: "Sí, vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad". Ánimo, Excelencia, y ánimo a todo el cenáculo.

Nuestra Señora - Todos juntos: yo, la Madre de la Eucaristía, Pedro, Pablo y Claudio os damos nuestra bendición. Dios os bendiga y os ayude siempre. Os tengo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Marisella, ánimo, hija mía, tienes que tener mucho ánimo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Se ha ido.

Cartas de Dios: Verano 2007

INTRODUCCION

S. E. Mons. Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dios, y la Vidente Marisa Rossi nos han hecho un nuevo y gran regalo: han autorizado la publicación de los encuentros y de las conversaciones que han tenido con Dios Padre, con Jesús y con la Virgen durante el verano 2007.

En estas cartas de Dios revela de modo evidente el amor y la compasión de los interlocutores celestes y el afecto y la confianza de los interlocutores terrenos.

El que lea estos escritos con sencillez recibirá un fuerte empuje para aprender a tratar a Dios como Papá, a Jesús como Hermano y a la Madre de la Eucaristía como Madre.


Alba Adriatica (TE), 8 julio 2007 - hora 6:33 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Te parece que no quiero verte? ¿Me quitas un poco de sufrimiento? Estoy muy cansada... Los otros duermen siempre, nosotros decimos: "El que duerme no pilla peces"

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hace mucho tiempo que no vengo a hablaros; ¿alguien ha notado mi falta?

Obispo - ¡Como no!

Nuestra Señora - Yo he venido siempre, no os he abandonado nunca, yo también he sentido deseos de venir a veros y de hablaros.

Marisa - Pero nosotros también te hemos llamado esta noche y hemos hecho mucha oración.

Nuestra Señora - Quería bromear un poquito. Vuestra misión ha terminado hace tiempo, pero Dios Padre todavía continúa pidiendo vuestra ayuda. Yo, la Madre de la Eucaristía, estoy con el Santo Padre, no con aquél Santo Padre. Orad por todos, aunque no lo merezcan, que no estén en gracia o que no estén con la conciencia tranquila. Es vuestro deber rezar por los otros, ayudar a los otros, y hoy, más que nunca, rezad sobre todo por los enfermos: los de la comunidad y los de fuera de la comunidad. Algunos enfermos los conocéis porque lo dicen, otros no los conocéis porque no hablan y aceptan el sufrimiento en silencio: orad por estas personas. Tu, Excelencia, tienes a Marisella, por la que rezar mucho, mucho, mucho. Dios ama a Marisella y la quiere consigo, quiere que la ayudes. Es difícil aceptar y poner en práctica lo que Dios dice, pero vosotros sabéis como hacerlo. Orad por los que están de vacaciones. Es correcto que vayan de vacaciones, es conveniente que sus hijitos gocen del sol, del mar y de la montaña. Excelencia, tu puedes bañarte, pero tu hermana no puede hacer nada y cuando alguna vez estalla por causa justa, no la regañes; es una mujer probada al cien por cien, es una mujer llamada por Dios para ayudar al prójimo. La ayuda espiritual tiene que ser ofrecida también para Yolanda, Lorenza y tantos otros enfermos que no están bien. No os deprimáis, sed fuertes, amad a Dios Papá, amadme a mi, Madre de la Eucaristía y amad a vuestro prójimo. Tenéis que ser más fuertes y aceptar el sufrimiento que a veces hacer perder la cabeza y la calma, porque los dolores son muy fuertes. Cuando recorría las calles de Judea y de Galilea con mi Jesús, hablábamos a menudo de las personas enfermas que Dios habría sanado. Hablábamos a menudo de sus apóstoles; no estaban todos bien. No creáis que para ellos la vida haya sido fácil. Os ruego que pongáis en práctica cuando Dios Padre os dice y amad al prójimo. Gracias, si escucháis y ponéis en práctica cuanto os he dicho.

Marisa - Yo, Marisa, quería pedirte si me puedes dar un poco de voz, porque la que tenía te la has vuelto a llevar.

Nuestra Señora - Bien. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos vuestros niños: los que están lejos y los que están cerca. Os bendigo a todos vosotros y os traigo a todos junto a mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Adiós, Marisella, adiós a todos.

Marisa - Primero estaba encima de aquel árbol, luego ha bajado, casi a nuestra altura.

Alba Adriatica (TE), 13 julio 2007 - hora 7:34 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Nos sentimos muy solos, tenemos necesidad de tu ayuda, Mamá, Mamaíta querida, ven en nuestra ayuda. Este último día ha sido muy duro. Cuando vayamos a la montaña, ¿estarás cerca de nosotros con Jesús? Si puedes, mándanos también a Dios.

Nuestra Señora - Hija mía, nosotros hemos venido muchas veces, pero vosotros no sentíais nuestra presencia. Han venido Dios Papá y Jesús, hemos venido yo y la abuela Yolanda, a veces hemos traído también a la abuela Esperanza y a tía Anna. Cuando estáis muy decaídos, no os dais cuenta de nuestra presencia, pero nosotros hemos venido siempre. Todo lo que habéis dicho esta mañana, nos ha hecho sufrir mucho.

Marisa - Hemos sufrido también nosotros, tenemos necesidad de vosotros, estamos solos, no tenemos ni un sacerdote, ni una hermana, tenemos a estos jovencitos que nos quieren, que nos ayudan. ¿Cómo lo tengo que decir?

Obispo - Son chicos generosos.

Marisa - Perdona, Virgencita. Estos chicos generosos se prodigan mucho para ayudarnos. Te lo ruego mándanos a otros para ayudarnos, incluso cuando volvamos a Roma. Quería pedirte: ¿por qué no haces que respire mejor para poder hablar contigo y para poder cantar? No tengo voz, se ha ido completamente. Cuando oigo a los otros cantar, y yo no puedo cantar, siento una pesadumbre...

Nuestra Señora - Bien, ahora recemos todos juntos. Padre nuestro… Gloria… Ave María…

Marisa - Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros. Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros. Madre de la Eucaristía, ruega por nosotros, por tus hijos y ayúdanos.

Nuestra Señora - Marisella, me gustaría que recitaseis todos juntos, con calma, el Santo Rosario.

Marisa - Sí, sí, nosotros lo recitamos siempre, te lo prometo. Adiós, adiós, mamá. Excelencia mamá te manda un beso.

Obispo - ¿Y Nuestra Señora, no?

Marisa - Mamá es más mujer, Nuestra Señora es más santa… que sé yo.

Villetta Barrea (AQ), 15 julio 2007 - hora 1:37 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, he venido para estar junto a vosotros, a vuestro lado, en esta fiesta tan importante. Han transcurrido treinta y seis años de vuestro encuentro, treinta y seis años de sufrimiento y de sacrificio, pero también de alegría. Tenéis que saber que Dios, para vosotros dos, está preparando una fiesta de un modo celestial, como se festeja en el Paraíso. Las felicitaciones de todo el Paraíso son en primer lugar para el Obispo, por su episcopado, por su cumpleaños, por los treinta y seis años de vida amarga, dura y difícil, que le han proporcionado tanto sufrimiento, pero también mucha alegría. Mis dos ángeles, juntos habéis salvado muchas almas. No penséis: "A nosotros ¿qué nos importa? Nos importa salvar nuestra alma". Pero vuestra alma está ya salvada, las otras almas tienen necesidad de vuestro sufrimiento. Mis queridos hijos, continuad estando al lado del Obispo, ayudándolo como mejor podáis. Ya lo sé, es muy difícil, porque está solo, porque no tiene a nadie a su lado. Dios, a menudo, habla de su soledad y de mandarle sacerdotes, pero todavía no se ve a ninguno. Algunos obispos y sacerdotes han sido ya preparados y ordenados para trabajar con él, pero yo, la Madre de la Eucaristía, me contentaría si tres o cuatro sacerdotes estuviesen a su lado ahora para ayudarlo y para que no se sienta solo; esto llegará. Dios ha hecho muchas promesas y, humanamente hablando, parece que todo lo que ha prometido se ha alejado. ¿Por qué? No se sabe, pero estoy segura de que, aunque se vuelvan atrás, continuarán haciendo el camino para llegar donde Dios quiere. El hecho de que Marisella no duerma, respire mal y tenga dolores por todas partes, no tiene nada que ver con lo que Dios ha prometido al Obispo. Ella es un alma que sufre. No tiene ya los estigmas visibles, pero tiene los invisibles que son mucho más dolorosos. Tiene también fuertes dolores naturales. Muchas personas tienen dolores naturales. ¿Qué queréis hacer? ¿Abandonarlo todo? ¿Dejarlo todo? Cuando regreséis a Roma, reemprenderás tu trabajo, tu ministerio episcopal y, si Dios te manda sacerdotes, esperemos que sean buenos y santos. En este momento se está acercando todo el Paraíso, delante de todos está la abuela Yolanda, la que te ama inmensamente y llora a menudo por ti. Los ángeles y los santos han venido para felicitaros por los treinta y seis años de vuestra larga vida en común y de vuestra misión. Todos juntos ahora gritemos: "Felicidades a ti, Excelencia, felicidades a ti, Marisella". No dudéis de Dios, llegará Su momento. Mis queridos hijitos, dedicad esta jornada a vuestro Obispo, orad por él, tiene mucha necesidad, porque está flaqueando, física y moralmente. Os lo ruego estad a su lado y ayudadlo siempre. Yo, junto a mi santo Obispo y a todos los sacerdotes del Paraíso, os bendigo, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Mirad a lo alto dulcemente, al final de la montaña ¿Quién hay?

Marisa - Está ella estilizada, es muy hermosa. Mirad entre estas dos ramas que se enlazan, en medio está ella, rodeada de todos los ángeles y santos. ¿Has entendido donde?

Obispo - Sí, pero yo no veo nada.

Marisa - ¿Ves aquellas dos ramas?

Obispo - ¿Las dos primeras?

Marisa - Sí, en medio, a lo alto, al final de la montaña está la Virgencita estilizada.

Chiara - ¿Entre aquellas dos ramas?

Marisa - Sí. ¿Habéis entendido? Si la veis, mejor para vosotros, si no la veis, peor para vosotros. Orad, orad, orad, porque está llegando el momento de verla.

Obispo - ¿Dónde está aquella cosa oscura?

Marisa - No, es clara, no oscura. Bravo, allá en medio, sí. Pero tenéis que mirar a lo alto, sobre la cima de la montaña.

Chiara - ¿En el verde o en el cielo?

Marisa - Un parte en el verde y el resto en el cielo.

Obispo - Ahora la veo. Es evanescente.

Marisa - Reconozco a Don Enrico, Fatina, mamá, tía Anna, abuela y luego a todos los jóvenes, los chicos y niños que han muerto en tierna edad. Está Tommaso, el niño está delante de Nuestra Señora.

Obispo - ¿Están nuestros sobrinos?

Marisa - Están nuestros sobrinos y están todos los negritos que he llevado conmigo al Paraíso.

Villetta Barrea (AQ), 16 julio 2007 - hora 7:46 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - No tenéis que enfadaros con nadie, os he dicho que Dios hará lo que ha prometido. Vosotros diréis: "¿Pero cuándo llegará este momento? ¿Cuándo terminará toda esta lucha y este hablar de Dios, que dice una cosa y luego hace otra?".

Marisa - Virgencita mía, yo he llorado mucho, he sufrido mucho, como los otros, y estaba indecisa de si continuar haciendo todo lo que habíamos hecho hasta ahora. Ya son treinta y seis años que seguimos recorriendo este camino de sacrificio y de sufrimiento. Has venido porque hemos recitado el Santo Rosario; no te escondo que lo he recitado por el Obispo. Me ha dicho: "Di el Rosario, Marisa", y yo, en un primer momento he dicho que no, pero luego lo he recitado. Hemos rezado delante de tu estatua. Sí, te veo circundada de luz. No sabemos que más hacer, si continuar celebrando la S. Misa, si rezar o qué decir a las personas.

Nuestra Señora - Marisella, tenéis que participar en la S. Misa. La S. Misa se ha de celebrar; todos tienen que celebrar o escuchar la S. Misa y vosotros tenéis que ser los primeros. He comprendido el desahogo, sé todo lo que ha sucedido, he respetado vuestro llanto. Yo habría actuado como vosotros, me habría comportado como vosotros, pero no descuidéis la S. Misa, por el amor de Dios. Que no haya nunca personas como vosotros, como tu y el Obispo, que descuiden la S. Misa.

Marisa - Oye, no sé lo que hará el Obispo, porque no lo hemos hablado, pero, hablando entre nosotras dos, se han burlado de él y bastante; primero le habéis dicho una cosa y luego habéis hecho otra. Dios lo ha ordenado Obispo, ¿para hacer qué? ¿Qué hace este hombre? Decidlo vosotros. ¿Me podéis explicar que hace? Me asiste, me cura, me custodia. ¿Es este su trabajo? Déjamelo decir, de todas maneras todos pensamos igual. Él lo hace de buena gana, porque me quiere, porque es un alma buena, porque es un alma santa, pero ¿es este su ministerio episcopal? ¿Es esto lo que Dios ha querido?

Nuestra Señora - No, Marisella, no digas esto; comprender a Dio no es fácil.

Marisa - Si comprender a Dios no es fácil, ¿por qué tenemos que obedecerle? ¿Por qué tenemos que hacer todo lo que dice? Hemos hecho siempre lo que Él ha dicho, hemos obedecido a todo lo que nos ha mandado, pero no nos hubiéramos imaginado nunca llegar a esta situación. Yo ya no puedo estar de pie, ya no camino sola, tengo necesidad de todo, y todos tienen que ayudarme, porque sola no puedo hacer ni deshacer la cama, lavarme, cambiarme, prepararme la comida y ocuparme de todas las demás exigencias humanas, no me parece bonito esto. Pero todavía hoy lo repito, si Dios lo ha decidido así, que se haga Su voluntad. Claro que no estoy de acuerdo. ¿Por qué cada poco me haces ver tanta luz que cambia continuamente de color?

Nuestra Señora - Tesoro, yo, mi amado esposo, tu madre y algunos santos, estamos delante de ti.

Marisa - ¿Por qué no me respondes a las preguntas que te he hecho?

Nuestra Señora - Yo me encuentro en tu misma situación. Dios lo hace todo, Dios manda, Dios decide, yo solo puedo repetirte: "No descuidéis la S. Misa". ¿Ya no queréis congregar a las personas de vuestro alrededor? No importa, pero tenéis que celebrar o participar en la S. Misa, es el acto de culto más importante, más grande. Os doy las gracias y os bendigo porque me habéis recitado el Santo Rosario, aunque, según vosotros, no lo merecía. Toda esta conversación ha sido seguida por Dios. Veamos que sucede.

Marisa - Espera un momento, no te vayas, ¡espera! ¿Qué decimos a los otros jóvenes? Los presentes lo han visto, lo han vivido con nosotros, pero ¿qué les decimos a los otros?

Villetta Barrea (AQ), 17 julio 2007 - hora 11:10 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Crees que nos hemos equivocado al enfadarnos con Dios? Sí, un poco estamos enfadados con Él, porque muchas veces nos ha hecho promesas que luego no se han realizado, ha sido siempre así. Ahora, ya que has venido, dinos algo, haznos saber algo, te lo ruego, María, Madre de Jesús y Madre nuestra.

Nuestra Señora - Marisella, ¿qué quieres que te diga? Yo hago lo que Dios me dice. Todas las cartas que os he traído, me las ha dado Él. ¿Crees que Dios no mantendrá su palabra?

Marisa - Sí, pienso justamente esto, porque desde que me ha dicho que moriría y que el Obispo me acompañaría al Paraíso, han pasado años. ¿Y qué ha sucedido? Me gustaría saber esto. ¿Por qué Dios no ha mantenido todo lo que había prometido? No se ha realizado nada de lo que había prometido. Nosotros hemos obedecido siempre: "Hazte el vestido", y nosotros lo hemos hecho. "hazte el cubrecama", y lo hemos hecho, "Buscad un bonito ataúd", y hemos obedecido. Hemos hecho siempre lo que nos ha pedido. ¿Por qué todo ha cambiado? Nosotros dos estamos muy cansados y muy probados; continuar viviendo así es difícil. Ayer tarde oíste a Su Excelencia, no quería celebrar la S. Misa. Sé que son frases que se dicen en un momento de tristeza, de dolor y de abatimiento, porque estoy segura que nunca omitirá la celebración de la S. Misa.

Nuestra Señora - Marisella, yo también estoy segura de esto. Vosotros no deis importancia a cuanto Su Excelencia dice en ciertos momentos, ayudadlo y convencedlo de que no piense en ciertas cosas.

Marisa - Espera, Virgencita porque no estoy bien y tengo que tratar de acomodarme. Espero que hayas venido para decirnos algo. ¿Qué nos querías decir, Virgencita? Veo siempre a tu lado a mi madre que llora. No es bonito para una hija ver a su madre, que está en el Paraíso, que está llorando, sobre todo después que ha sufrido en la Tierra durante muchos años.

Nuestra Señora - Marisella, llora solo cuando viene a la Tierra conmigo.

Marisa - Ya lo sé, también yo lloro y trato de comprender el comportamiento de Dios Omnipotente.

Nuestra Señora - No os desaniméis, tratad siempre de ser buenos, valientes, como lo habéis sido siempre.

Marisa - Pero es difícil, Virgencita. ¿No crees que es difícil comportarse como tu dices? ¿Por qué Dios nos trata así? ¿Por qué los hombres malos tienen de todo, todos los bienes y nosotros, que hemos siempre tratado de hacer todo lo que Dios nos ha dicho, somos tratados de este modo? ¿Por qué? Oh, si tu pudieras decirnos al menos el porqué. Quizás tendríamos más valor para aceptar nuestra dolorosa situación.

Nuestra Señora - Yo solo puedo deciros que Dios os ama con un amor inmenso.

Marisa - Pero ¿cómo podemos comprender y aceptar esto, Virgencita, cuando todo va al revés para nosotros?

Nuestra Señora - No digo nada más, digo solamente: no descuidéis la oración y orad al Espíritu Santo. Llamad en vuestra ayuda a todas las personas que conocéis y que están en el Paraíso.

Marisa - Perdona mi ignorancia, pero no puedo comprender lo que dices. Pero, si dices esto, ¿yo que puedo decir? ¿No lo hago? No soy capaz. Lo puedo decir en tono de rabia, como hoy, porque he estado muy mal. Sí, he estado muy mal por culpa de Dios, porque Él me hace sufrir mucho y hace sufrir también al Obispo y a los que están a nuestro lado. ¿Qué diremos a lo jóvenes, a los adultos, qué diremos? ¿Qué Dios se ha burlado de nosotros?

Nuestra Señora - No, no digáis nunca esto, porque yo siempre estoy con vosotros y estoy atenta a lo que decís. Ahora continuad escuchando las canciones y rezando. ¿Qué ocurre, Excelencia?

Obispo - Yo quisiera al menos una afirmación; se la he pedido a Dios y te la repito a ti: ¿por qué no nos haces descansar por la noche? ¡Cuántas noches, desde que hemos salido de Roma, hemos pasado en blanco! Has dicho que llamemos en nuestra ayuda a los que conocemos y que están en el Paraíso. Yo he llamado a todos: a Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, a ti, a San José, a la abuela Yolanda, Fatina, a mis amigos sacerdotes, los he llamado a todos, pero las noches han transcurrido igualmente en blanco. Ya no podemos más. ¿Cómo puedes decir: "Dios os ama con un amor inmenso" y luego no interviene mandándote a ti y a la abuela Yolanda para hacernos dormir? ¿Qué pido yo? Solo esto: poder dormir, porque estamos de vacaciones y tenemos que reponernos. Me has dicho: "Durante el día no estés siempre angustiado". ¿Has visto que, durante la jornada, Marisa no ha comido nada? Mañana hará lo mismo y pasado lo mismo; ¿podemos seguir adelante así? ¿Por qué no has dicho nada al respecto?

Nuestra Señora - Yo he dicho lo que podía decir. Marisella por la noche no duerme, no por causa nuestra, sino porque piensa en las personas enfermas, en las personas que viven en pecado, en las personas que tienen que convertirse.

Marisa - Sí, sí, es verdad que pienso en todo esto, pero también te he dicho: ayúdame a descansar y haz que descanse también el Obispo, te he pedido esto.

Nuestra Señora - Sí, es verdad, Marisella, que has pedido esto, pero sois tan buenos que, a veces, es difícil aceptar lo que pedís.

Obispo - Esto no lo he entendido.

Marisa - ¿Es difícil aceptar lo que nosotros pedimos? Pero ¡lo pedimos con tanta sencillez y con tanto amor! Vamos, ve ante Dios a decirle que esperamos que nos deje descansar, tenemos necesidad, sino no podremos continuar.

Nuestra Señora - Iré ante Dios y vendrá conmigo también la abuela Yolanda. Iremos a hablarle y a pedirle lo que habéis pedido vosotros. Ahora os doy mi bendición y os deseo una buena noche, esperemos que sea como pedís.

Marisa - Adiós, mamá. Mamá, ve tu también ante Dios, a pedirle que nos deje descansar, no pedimos la luna; así no podemos seguir, no puedo más y arrastro también a tu Excelencia. Está bien, adiós, mamá, adiós, tesoro.

Villetta Barrea (AQ), 20 julio 2007 - hora 3:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Ayúdanos, mándanos a la cama a descansar un poquito, porque el dolor es fuerte y hasta que no esté mejor, estos no se van a la cama. ¿Te gusta: no van?

Nuestra Señora - Marisella, cuando llegan estos sufrimientos, es necesario también aceptarlos. Has pasado tres días discretamente, ahora estás sufriendo mucho, pero volverá todo a la normalidad. En lugar de ir a dormir a las dos, como tantas noches habéis hecho, iréis a dormir a las cuatro, a las cinco. ¿Quién os dice que os levantéis a las diez o a mediodía? Nadie.

Marisa - ¿Qué tiene que ver todo este discurso con el hacerme estar mejor? ¿Qué le tengo que decir?

Obispo - Hasta que hora ha establecido Dios que nosotros oremos y tu sufras.

Marisa - ¿Hasta qué hora ha establecido?

Nuestra Señora - Dios no ha establecido ninguna hora. No hay una hora para Nosotros, la hora es siempre aquella, siempre igual.

Marisa - ¡Va, pizpireta! Dime, pizpireta! La he llamado pizpireta. Va, mándanos a dormir a todos. ¿Verdad, Iaio? No puedo más con mis piernas. Tu dirás: (Marisa se dirige al Obispo) "Por qué te diriges a mi y no a ellos?"

Obispo - No, no digo nada, estoy muy, muy bajo de moral.

Marisa - Esto no funciona.

Villetta Barrea (AQ), 20 julio 2007 - hora 2:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Vosotros esperabais la ayuda y la habéis tenido, porque, mi querido Obispo predilecto, si ayer tarde no hubiese estado yo, Marisella habría quedado paralizada en la cama, sin poder mover las piernas, y gritando de dolor. ¿Has visto como ha ocurrido? Habéis tenido ayuda, pero vosotros estáis tan hundidos....

Obispo - Y cansados…

Nuestra Señora - … Que no podéis entender cuando tenéis ayuda y cuando no la tenéis. Yo soy una Madre. ¿Creese que te habría dicho una frase como esta?

Marisa - Te pedimos perdón si hemos entendido mal. Quizás los demasiados sufrimientos…

Nuestra Señora - No quizás, seguramente.

Marisa - No entendemos nada cuando hablas. Si es así, te pido excusas.

Nuestra Señora - No, Marisella, tenéis que estar convencidos de que es así.

Obispo - Yo estoy convencido de que es así, pero honestamente no podemos más. Sé perfectamente que estos sufrimientos son naturales, pero ¿no ves cómo nos estamos debilitando y como estamos para el arrastre? No hemos tenido una jornada tranquila. Vosotros decís que la ayudáis, ya lo sé. Pero añado con mucha franqueza y sinceridad: ¿por qué Dios Papá no se la ha llevado todavía al Paraíso, así ella gozaría y yo descansaría?

Nuestra Señora - Esta decisión pertenece a Dios, pero a mi me interesa solamente deciros que siempre habéis tenido ayuda y mucha. ¿Qué habrías hecho tu, si tu hermana se hubiera quedado paralizada o hubiese muerto aquella noche en su cama? ¿Qué habrías hecho? ¿Cómo habrías actuado?

Obispo - Me habría disgustado, habría sufrido, habría llorado.

Nuestra Señora - ¿Y luego la cogías y te la llevabas a Roma?

Obispo - ¿Y qué otra cosa habría tenido que hacer?

Nuestra Señora - Entonces, según tu, ¿ha habido la gran ayuda de Dios?

Obispo - Tu lo dices y yo reconozco y acepto que ha habido ayuda por parte de Dios. Yo, ayer, no tenía conocimiento de esta ayuda, por tanto, no sabiéndolo...

Nuestra Señora - ¿Cada vez os tengo que decir: Dios os ayuda?, ¿cada vez? Tu sabes que Marisa está mal y que Dios siempre ayuda, siempre.

Obispo - Yo deseo ardientemente un poco de tranquilidad y de descanso. Esto es lo que pido, esto es lo que pedimos todos. Sé que Marisa tiene una gravísima situación de salud, esto lo sabemos todos, pero te pregunto a ti, que eres nuestra Madre: ¿estamos descansando? Sé sincera, dínoslo: ¿estamos descansando de esta manera?

Nuestra Señora - No. Poco, no todo lo que vosotros deseabais y Nosotros queríamos, pero han pasado pocos días desde que estáis aquí y en estos primeros días algo ha ido bien. Esperemos que la situación cambie. El hecho de esta noche no tiene nada que ver con el descanso: ha sido un hecho natural, inesperado; tan inesperado que nos ha cogido de sorpresa. Ya estabais desanimados, estabais muy desalentados por todo lo que ocurre alrededor vuestros y ahora Dios ha dicho: "Basta, aflojemos la presa y mandemos ayuda"

Obispo - Entonces... No digas que soy testarudo, pero cuando, después de años y años de pruebas, de cansancio, he oído decir a Dios que se obligaba a dejarnos pasar las vacaciones más serenas y, honestamente no lo han sido, me he hundido.

Nuestra Señora - Esto, todavía no podéis decirlo.

Obispo - Pero ya han pasado veinte días.

Nuestra Señora - Deja estar los días del mar.

Obispo - ¿Y cuáles tengo que contar?

Nuestra Señora - Tu sabes que la permanencia en el mar, para Marisa, era contraproducente. De hecho habéis ido allí, por ti, para que pudieras ir al mar, para bañarte, como te había prescrito el doctor. Para ella el mar es contraproducente, y los días en el mar han ido mal para ella y bien para ti.

Obispo - Bueno, tampoco para mi han ido bien.

Nuestra Señora - Porqué estabas viendo a una persona, a la que quieres, que estaba mal. Pero desde que estáis aquí han habido dos días más tranquilos. Habéis pasado dos, tres noches, descansando. Tu dirás: ¿qué es eso en comparación a los treinta y seis años que hemos sufrido?". Hijo mío, no te tienes que comportar así, porque te diré, que Marisa tendrá todavía dolores mientras esté en vida, tendrá todavía sufrimientos y no puedes pretender que Dios se los quite.

Obispo - No, solo he pedido que se los disminuya.

Nuestra Señora - Dios te tiene que ayudar, te dará la ayuda.

Obispo - Se lo pido siempre.

Nuestra Señora - Y esta ayuda la habéis tenido. Tu sabes lo mal que me he sentido, en lo referente a Dios. Es la Madre la que te hace una confesión, es la Madre del Cielo, es Nuestra Señora. También yo me he sentido mal y me he equivocado.

Obispo - No, no te has equivocado.

Nuestra Señora - Habéis tenido ayuda.

Obispo - No digas que te has equivocado, tu no te puedes equivocar.

Nuestra Señora - ¿Que te tengo que decir? Aquello no lo puedo decir, aquello no lo puedo hacer.

Obispo - No, no. Lo digo porque te respeto demasiado y te quiero mucho.

Nuestra Señora - Al veros así reducidos ha habido un momento, para mi y para la abuela Yolanda, en el que nos hemos desanimado; ha durado poco, nos hemos repuesto y vosotros habéis descansado. Claro que no habéis dormido las horas "del cerdo", como dices tu, habéis dormido menos, pero habéis descansado. También durante la tarde habéis descansado un poquito. Hijo mío, más de esto no podéis tener; vuestro físico está ya consumido.

Obispo - ¿Entonces?

Nuestra Señora - Entonces orad, para que Dios se lleve pronto a Marisella y que esto suceda justo en la fecha que has indicado tu. También yo, la Virgen, estoy rezando para esta fecha. Cuando nos llevemos a Marisella, tu tendrás tus días de descanso, y luego... ¿qué más tiene que decirte la Madre?

Obispo - ¿Dios me castigará porque he discutido tanto?

Nuestra Señora - Dios no castiga a nadie, Dios es Padre, Dios es bueno y no castiga a nadie. Vosotros hombres, cuando las cosas no funcionan, os enfadáis con Dios, pero Dios no castiga, porque Dios es Amor.

Obispo - Entonces, ¿acompañaré da Marisella al Paraíso?

Nuestra Señora - ¡Claro, lo ha prometido! Gloria… Ángel de Dios… El eterno descanso… Dios no castiga, Dios es solamente Amor. Acuérdate, hijo mío, que he venido esta mañana, porque antes no podía venir, tu sabes el porqué...

Obispo - Lo sé, lo sé, gracias.

Marisa - ¿Podemos comer?

Villetta Barrea (AQ), 21 julio 2007 - hora 8:47 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Tratad de caminar siempre rectamente y amaros siempre. Tened amor hacia todos, también hacia las personas que hacen sufrir y veréis que yo estoy siempre a vuestro lado. Tenía que venir sino quién oía a mi Obispo, a mi... Cada vez que hace cantar esta canción, yo vengo, pero ya estaba presente cuando habéis cantado "Ven, María".

Marisa - Virgencita te doy las gracias por tu cercanía, por esta ayuda que nos das a todos nosotros.

Nuestra Señora - Una señorita esta mañana se ha caído y si no hubiera intervenido yo, porque Dios me ha dicho: "Ve, María, corre", habríais vivido una triste jornada y sin embargo estáis todos en buena compañía. Os queréis, os amáis mutuamente; esto es hermoso.

Marisa - Oye, ¿los ves? Son dos delfines, símbolo de la fidelidad; uno es de oro amarillo y el otro de oro blanco..., ¿a ella, le importa esto?

Obispo - ¿Y por qué se lo dices?

Marisa - Perdona, Virgencita, no era esto lo que te quería decir, porque tengo un dolor de estómago que me hace desvariar... hazme estar un poquito mejor, para alegrarme junto a mis amigos, te lo ruego. Hoy me he ido enseguida de su lado, no podía más. Mamá, ¿te quieres despertar? Corres siempre para ir ante Dios, pues corre para venir también a mi.

Nuestra Señora - Dad gracias a Dios por la joven hijita que se ha salvado. Esta gracia es importante porque podía permanecer paralizada, podía no volver en sí, sin embargo... ha llegado y yo estoy contenta, como estoy contenta del bien que os demostráis el uno por el otro.

Marisa - Ah, ¡espera! Alejandro me ha traído los zapatos...

Obispo - De oro.

Marisa - De oro. Cuando esta mañana me he levantado, no había nadie para ayudarme a ponérmelas, no podía llamar al Obispo. Comprenderás, ya me lo hace todo el Obispo... pero no podía ponérmelas. ¿Verdad que no me las podías poner?

Obispo - Me cuesta ponerme de rodillas, y tu sabes el motivo.

Marisa - A mi estas apariciones me gustan más, porque tu sonríes, estás alegre y también nosotros tratamos de estar alegres, porque sabes que a Marisella le gusta reír y bromear. No tenemos palabras para darte las gracias por haber salvado a Paola y por habernos dado a Giovannone, Alejandro, Marco, Titti y Clara, mi dama de compañía, que me quiere mucho.

Nuestra Señora - ¿Decimos un Padre Nuestro unidos a Dios?

Marisa - Sí, Virgencita.

Todos los presentes - Padre nuestro… Gloria…

Nuestra Señora - El Ave María decidla solos, porque... yo pienso como tu, Marisella, una no puede rezar para sí misma.

Marisa - Ah, gracias, gracias.

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

(Todos aplauden y cantan Aleluya)

Obispo - Paola, todavía te tendremos que aguantar.

Marisa - Estoy contenta por ella, no me esperaba esta nueva intervención de Dios.

Villetta Barrea (AQ), 22 julio 2007 - hora 12:31 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Perdóname, Virgencita, si no he recitado el Magnificat.

Nuestra Señora - Te veo muy cansada, hijita. El descanso que has hecho esta noche no te sirve de nada o de bien poco, porque tienes tantas, tantas noches que recuperar. Por desgracia tu salud deja siempre que desear por varios motivos. Esta noche hemos estado a tu lado y has podido descansar, por esto agradecemos a Dios Padre Omnipotente que, a pesar de tu silencio, te ayuda. Mis queridos hijos, mejor dicho, adorados hijos, vosotros que estáis aquí para ayudar a mis dos hijitos a pasar las vacaciones, sois de admirar. Una persona trabaja mucho y está cansada, pero, dentro de poco se irá y descansará con su "maridito".

Marisa - Todos estamos cansados, todos tenemos necesidad de descanso.

Nuestra Señora - Cuando Jesús y yo caminábamos por el Jordán, a veces sentíamos un cansancio que no era indiferente. Jesús daba los pasos más largos que los míos, por lo que me fatigaba para caminar a su lado, entonces se paraba, me decía: "Mamá, ven a Mi lado" y me daba el brazo para que caminara a su lado. La escena era bellísima. Los apóstoles, también ellos caminaban de prisa, se ponían a un lado para dejar pasar a la Madre de Jesús. También vosotros, cuando estáis con una persona que no es capaz de tener vuestro mismo paso, aminorad la marcha, caminad más despacio y retomad el camino juntos, así también podréis rezar juntos. Alguno pensará: "¿Pero tenemos que rezar siempre?". Sí, tenéis que rezar siempre, incluso cuando camináis, trabajáis, habláis, porque todo momento es bueno para dirigir la mirada a Dios. Mirad, hoy he venido para daros estos pequeños consejos, pero, si lo pensáis bien, son muy importantes. He visto una muchacha que caminaba de prisa, daba pasos de gigante, por lo que era difícil ir detrás suyo. Así pues hay que acortar el paso y dar la posibilidad a los otros de caminar juntos. Por ejemplo, no podéis poner a Paola junto a Clara; Clara da pasos de gigante, Paola es más sosegada. De todos modos os deseo que paséis una buena fiesta a todos vosotros, pasadla en buena armonía. Tratad de dar todo de vosotros mismos al Obispo y a la Vidente, ayudadlos todo lo que podáis. La Vidente está desfallecida, pero tiene que llegar hasta una cierta fecha y no puede irse ahora, tiene que quedarse todavía con vosotros.

Marisa - Oye, Virgencita ya que estoy cansada y tengo mucho sueño, ¿podría dormir en lugar de comer?

Nuestra Señora - Se está bien en la mesa con los amigos. Come algo junto a ellos, luego te vas a descansar un poco y cuando los otros estén preparados para ir a Scanno, id todos juntos a pasear alrededor del lago. Si la silla de ruedas no se puede desplazar, la señorita Marisa se queda mirando el panorama y los otros dan una vuelta por el lago. Puede quedarse sola, nadie tiene que sacrificarse para quedarse con ella, ella lo quiere así. Yo iré con la abuela Yolanda a hacerle compañía. ¿De acuerdo? No es verdad, Marisella, que te gusta cuando hablo así y no doy rapapolvos?

Marisa - Pero si tu nunca has dado rapapolvos. Los da Dios, cuando llega y dice: "Yo soy Dios". ¿Sabes que le he preguntado que si se había convertido? Pero bromeaba, porque Él ha sonreído. Hoy no lo hagas venir porque quiero estar solo contigo y con la abuela Yolanda. Esta noche, si Dios quiere hacer una escapadilla, que venga, nosotros lo acogeremos con los brazos abiertos, porque amamos a Dios.

Nuestra Señora - Marisella, ¡si todos los videntes hubiesen sido como tu! Hoy ya no hay videntes. El vidente tiene que sacrificarse, tiene que inmolarse, tiene que convertirse en mártir, hostia viviente, como tú. Yo me divierto cuando vengo a hablar contigo porque sacas lo que tienes en el corazón, eres así, tienes que decir lo que piensas.

Marisa - Tu también dices lo que piensas.

Obispo - También yo.

Marisa - También él.

Nuestra Señora - Su Excelencia diciendo la verdad supera a todos. ¡Clara pórtate bien!

Marisa - Paola quiere un chico extraordinario, Marco quiere una chica alta y rubia. ¿Sabes que hice ayer? Le dí una muñeca alta y rubia.

Nuestra Señora - Me gustáis así: cuando bromeáis y reís entre vosotros. Tenéis que quereos siempre. ¿Verdad, Titti?

Titti - Sí, Marisa.

Marisa - Mira que es la Virgen la que dice que nos queramos.

Nuestra Señora - La mamaíta no tiene nada más que deciros, rezaré con vosotros, especialmente para la fecha escogida por vuestro Obispo para la marcha de Marisa. Todos en el Paraíso estamos rezando por vosotros. Os doy las gracias por el bien que hacéis. Id en la paz de Dios Padre, Dio Hijo, Dios Espíritu Santo.

Marisa - Adiós, mamá, te veo. Hoy la Virgen tenía ganas de bromear.

Villetta Barrea (AQ), 26 julio 2007 - hora 5:46 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Hijo mío, aunque no te respondía, escuchaba tus oraciones. Mi corazón sufría, no era capaz de responderte, de decirte nada, de decirte alguna palabra de ánimo. Pero tu sabes, que estoy a tu lado. Si aquellas personas son así, ¿qué le vas a hacer? Hijo mío, no te tienes que amargar tanto, si tu hermana está mal. Su sensibilidad, su manera de ser la llevan a sufrir por una nadería. Yo estoy a tu lado, abuela Yolanda está a tu lado, pero sobre todo a tu lado está...

Dios Papá - Yo, tu Dios, estoy a tu lado, Excelencia Reverendísima. Sientes amargura y desilusión, porque el hombre no sabe amar. El que sabe amar encuentra el sufrimiento. Yo soy tu Dios y te amo inmensamente. Te gustaría ver algo grande, pero por ahora no hay nada. Marisella tiene que sufrir no porque Yo lo quiera, sino porque éste es su camino, su sendero. Si encontráis personas que no saben amar, y diría, que me detestan, no os preocupéis. ¿Cuánto tiempo podrán estar aún en la Tierra? Para ellos habrá algo feo; para vosotros no, vosotros gozaréis conmigo, con Jesús, con la Madre de la Eucaristía, con el amado José, con la abuela Yolanda y con todas las otras personas. Marisella se acuerda de los sufrimientos del año pasado y de los demonios, que la querían envenenar y casi lo consiguieron. Ella sí que está sufriendo muchísimo. Ha vivido otro año de sufrimiento. ¿Qué queréis hacerle? Continuad adelante. Tenéis a Clara, tendrá su carácter, pero no os defraudará y os ama; está Marco que apenas está libre, viene a veros y vendrán otros jóvenes, los que os quieren tanto. Ánimo, Excelencia, ¿quieres pedirme algo? ¿Te has bloqueado?

Obispo - Me he bloqueado, porque he rezado tanto, he esperado tanto, he creído tanto en unas vacaciones de recuperación y que habríamos estado mejor. Sin embargo tengo que darte las gracias por las noches que podemos descansar, porque Tu lo quieres y lo prometes. Mi Dios, ¿cuándo terminará todo este sufrimiento?

Dios Papá - Acabará, acabará, estate tranquilo. Ahora, Yo, Dios, me alejo. Antes cuando indicabas en el cielo aquellas figuras, Nosotros estábamos allí, pero tu hermana estaba tan decaída que no tenía ganas de decir nada ni de ver nada. Nosotros estábamos allí, os mirábamos y os seguíamos paso a paso. Ánimo, dejad hacer...

Obispo - ¿Te puedo preguntar una cosa más?

Dios Papá - Está bien.

Obispo - ¿La puedes ayudar en lo que se refiere a la alimentación? No come casi nada.

Dios Papá - No te preocupes de esto, comerá cuando esté bien. Nosotros la ayudamos. ¿Crees que habría llegado hasta este momento sin comer?

Obispo - No.

Dios Papá - La ayuda existe. Ahora, bien o mal, podrá dormir por la noche. En vez de levantarte a las ocho o a las nueve, levántate a las once, no importa, estáis de vacaciones. Si os dormís a las tres o a las cuatro, levantaos tranquilamente a las once, no os preocupéis por esto. Estate tranquilo, porque Marisa no está abandonada de ningún modo.

Obispo - Gracias.

Dios Papá - Adiós a todos de vuestro Dios Papá. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Villetta Barrea (AQ), 28 julio 2007 - hora 11:25 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - A mi me gusta mucho cantar el Ave María, pero me habéis quitado también la voz y no puedo cantar. Virgencita, el Obispo y yo estamos muy cansados, muy probados, porque por la noche no dormimos y vamos a la cama a las cinco. Oramos, no hemos descuidado nunca la oración. ¿Qué más tenemos que hacer? ¿Por qué no nos das ayuda y sostén? Vosotros decís que nos ayudáis y que más no nos podéis dar, pero a mi me parece extraño que Dios no pueda dar más que esta ayuda. Por la noche tengo miedo de ir a la cama, porque estoy segura que después de diez minutos tengo que levantarme. Vuelvo a la cama, luego me vuelvo a levantar y me pongo en el sofá esperando el día.

Nuestra Señora - No digas eso, Marisella. Ya sabes que te ayudamos desde hace mucho tiempo, eres ayudada siempre. Has sido ayudada cuando has sido cogida y maltratada a cuchillazos por un hombre. ¿Quién te ha ayudado? ¿Quién te ha sustraído de las manos de aquél bruto? ¿No he sido yo? Y cuando has tenido otras experiencias dolorosas con otras personas, incluidos los sacerdotes, que te han golpeado, ¿no he venido yo en tu ayuda?

Marisa - Sí, ya lo sé, pero nosotros ahora necesitamos una ayuda más grande. Estamos los dos exhaustos, el Obispo no está enfermo, pero tiene un cansancio físico enorme. Está probado físicamente y... no me viene la palabra, no importa, de todos modos tu lo entiendes igualmente. Trata de ayudarnos, de hacernos pasar estos últimos días más tranquilamente tenemos todavía un mes por delante y, si quieres me ayudáis a estar un poquito mejor, también el Obispo descansará más. Nosotros os amamos mucho. ¿Por qué tenemos que sufrir siempre? Hay tantas personas en la Tierra que podrían ocupar nuestro lugar.

Nuestra Señora - ¿Tu crees, Marisella?

Marisa - Sí. Creo que sí. ¿Por qué?

Nuestra Señora - ¿Te acuerdas de cuando, bromeando con los jóvenes habéis preguntado quién quería ocupar vuestro lugar? Todos lo han rechazado, y han dicho que se habrían ido enseguida. ¿Crees que en el mundo hay personas que aceptarían tu misión y la del Obispo? No, no las hay. Yo os pido una vez más que os arméis de santa paciencia y que tengáis fe y confianza en Dios. Estos jóvenes que vienen a ayudaros son para vosotros una gran ayuda.

Marisa - Sí, pero vienen a comer. Uno, se queja si no tiene un plato de pasta abundante, dice que no ha comido. No, estoy bromeando, no te enfades conmigo.

Nuestra Señora - A mi me gusta cuando bromeas, Marisella, a mi me gusta mucho tu manera de ser y de hablar conmigo, porque me tratas verdaderamente como a una madre, como a una hermana. Mira, también tu madre está riendo.

Marisa - Sí, pero veo que cada vez que hablo, tu le das la vuelta a la tortilla. Nosotros no podemos más. Venga, sé buena.

Nuestra Señora - Pero nosotros, Marisella, vamos siempre a rezar delante de Dios. Cuando llegues arriba, te darás cuenta de lo que es el Paraíso, quien es Dios, quiénes son las almas santas.

Marisa - Está bien, por ahora quiere decir que tengo que estar todavía aquí abajo. Nosotros hemos escogido una fecha, tu lo sabes, por tanto es inútil repetirlo. Si aquella fecha os parece bien, yo estoy contenta. Sufro hasta aquella fecha y luego vuelo al Paraíso.

Nuestra Señora - Ahora, mis queridos hijos, la Madre os da su bendición, junto a todos los santos que están a mi lado y junto al Obispo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Villetta Barrea (AQ), 29 julio 2007 - hora 12:23 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Querida Marisella, te tengo que decir que habría venido igualmente. He escuchado las hermosas palabras de mi Obispo, son conmovedoras y yo estoy con él en todo lo que ha dicho. Vosotros deseáis mi presencia y yo vengo de buena gana, pero esperáis siempre que os diga algo bonito, algo grande; pero esto por ahora no puede ser. Si Dios dice que hay que esperar, que tener paciencia, que tener confianza, ¿por qué vosotros la perdéis? No puedo, cada vez que vengo, daros las noticias que esperáis. No existen. Vosotros sabéis que Dios os ama y hará todo lo posible para ayudaros. Algunas veces no he tenido valor para venir, porque en medio de vosotros había personas que habían hecho sacrilegio. No tenía valor de venir porque, si hubiese venido en aquel momento, habría dicho tantas cosas que no son bonitas y que a mi, la Virgen, la Madre de la Eucaristía, no me gustan. Yo vengo de buena gana en medio de vosotros incluso todos los días, si queréis, pero tenéis que estar todos en gracia, si no estáis todos en gracia no me veréis más. Ya que vosotros, aquí presentes, estáis todos en gracia, yo he venido. ¿Tenía alguna nueva noticia que daros? No, no tengo ninguna noticia si no es la de repetiros que recéis el uno por el otro, por el Obispo y sobre todo por la Vidente, que en este momento, está tocando fondo. Se ha repuesto un poco, porque he venido yo, pero no es esto lo que ella quiere, ella quiere saber el día de su muerte, quiere saber el día en que partirá de esta Tierra, porque está mal. No es para ella este mundo y por eso espera la noticia; la hermosa y gran noticia llegará. Entonces seréis todos libres, ya no tendréis el peso de Marisella que está mal y llama a la gente por la noche. El Obispo estará libre sin su Marisella al lado, y entonces todo se recompondrá, todo será bonito y feliz porque un alma que, es ya del Cielo, habrá subido al Cielo. Tu, Marisella, no eres un alma de la Tierra, no eres capaz de ser un alma de la Tierra; tu, según Dios, eres un alma del cielo, aunque vives muy dolorosamente en un mundo que te es ajeno.

Marisa - Perdóname, pues: ¿cuándo pensáis llevarme? No me respondas que no lo sabes, sino ya no vendré más allá arriba.

Nuestra Señora - Estas son decisiones de Dios. Cuando llegue el momento, me mandará a decir: "Marisella, ha llegado la hora".

Marisa - El Obispo y yo hemos pedido poder transcurrir algunas semanas de felicidad juntos, días de alegría; habéis dicho que sí, pero luego, ¿qué ha pasado? Nada. No duermo nunca, hace noches que no duermo. Estoy siempre mal y tengo que despertar a las personas por la noche para que me ayuden; esto no me va, no me gusta. Yo que iba de noche a curar a los enfermos que me llamaban, ahora tengo que llamar a los otros. No, no, Virgencita, no estamos de acuerdo, así no va bien. Me habéis hecho una promesa muy hermosa pero luego no se ha realizado. ¿Qué tengo que pensar? Al menos ayudad al Obispo, ayudad al Obispo, también a él le habéis prometido tantas cosas, ¿y luego? Y sin embargo sabéis que es una persona santa. ¿Qué habéis hecho para ayudarlo?.

Nuestra Señora - Tienes razón, Marisella, en todo lo que dices, pero tenemos que hacer lo que Dios dice, no podemos hacer lo que el hombre de la Tierra dice.

Marisa - Pues ve ante Dios a decirle todo lo que te he dicho, aunque ya sé que lo oye todo. De todos modos si tengo que estar aquí hasta el final del mes de agosto en estas condiciones, no me quedo, es mejor volver a casa. Te lo ruego, ve ante Dios, suplícale que nos ayude, te lo ruego Virgencita, suplícaselo mucho y lleva contigo a mi madre.

Nuestra Señora - He hecho muchas veces, como tu dices, Marisella, pero se ve que la hora no ha llegado.

Marisa - ¿Entonces no le dices nada?

Nuestra Señora - Bueno, yo he terminado, si hay alguien que tiene algo que pedir, que aproveche, sino daré mi bendición.

Marisa - Creo que nadie tiene nada que preguntar cuando hablas tu o Dios o Jesús. ¿Qué podemos decir nosotros pobres mortales? Gracias por haberme escuchado.

Nuestra Señora - Quédate tranquila que ante Dios vamos todos los días. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo

Marisa - ¿Quién es aquel de detrás tuyo? ¡La rosa! ¡Es Dios! Dios, has venido, dinos algo, te lo ruego.

Dios Papá - Sabed esperar con alegría. Adiós a todos de vuestro Dios Papá, como dice el Obispo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Excelencia, esta vez podías hablar. ¿Por qué no has hablado?

Obispo - He hablado antes.

Marisa - Nuestra Señora ha dicho: "Si alguno quiere decir algo, que hable".

Obispo - La invitación no estaba dirigida a mi.

Marisa - A todos.

Obispo - Sí ya lo sé, yo ya había hablado antes.

Villetta Barrea (AQ), 30 julio 2007 - hora 11:46 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Ya sé que pedimos mucho y repetimos siempre las mismas preguntas, pero vosotros dais siempre las mismas respuestas. Querednos un poco, dadnos las gracias que os pedimos y de las que tenemos tanta necesidad. He pedido que me deis la voz, ahora es lo último que pido, hay otras cosas mucho más importantes. Me gustaría tanto que ayudases a mi sacerdote, a mi Obispo, no quiero verlo postrado así. Dice que está así por mi. Yo le he dicho: Este es el sufrimiento que tengo que tener. Lo tengo que tener, punto y basta. ¿Por qué él tiene que sufrir tanto por mi?

Nuestra Señora - Marisella querida, dulce criatura del Cielo y de la Tierra, tu argumentación es directa, pero para uno que te ama y que está a tu lado desde hace años, es difícil no poderte amar, es difícil no sufrir. ¿Te acuerdas cuando tu madre estaba enferma, cuánto has sufrido? Ahora es lo mismo para el Obispo. Hace años, años y años que estáis juntos y tu, hija mía, siempre has sufrido. Marisella, te lo ruego, cuando veas que el Obispo está desanimado y te dice: "Estoy mal porque tu estás mal", ten un poco de paciencia, acepta esta manera suya de hablar. Sí, está abatido por ti y por tantos otros motivos. Naturalmente ahora está desanimado por ti.

Marisa - Pues entonces, si está abatido por mi, ¿por qué no hacéis algo por mi para que esté un poco mejor? Hoy ha sido una jornada muy dura para mi y muchos sufrimientos los he escondido. ¿Puedo vivir siempre escondiéndolo todo?

Nuestra Señora - No, Marisella, no puedes esconderlo todo, pero algo puedes hacer. ¿Ves a tu madre como te mira? Te mira con aquellos ojitos grandes.

Marisa - ¿Puede hablar mi madre?

Nuestra Señora - Claro, habla a tu hija abuela Yolanda.

Abuela Yolanda - Marisella, escucha lo que te dice la Virgencita: que tengas paciencia cuando veas a tu hermano decaído. Él es un Obispo muy probado. ¿Creéis que es nuestra la culpa? No, éste es el planeta Tierra, está hecho de este modo. Dios os ama, yo soy testigo, os ama muchísimo. Esperad con alegría sus intervenciones. Los juegos que hacéis por la noche nos gustan mucho, le gustan mucho a Jesús, a la Virgencita y a todos lo santos. Adiós, Marisella, un beso a la Excelencia, un beso a ti, hija mía. Doy las gracias a Clara por cuanto ha hecho por vosotros. Adiós, tesoro.

Marisa - Virgencita, ¿podría estar un poquito mejor para que esté mejor también la Excelencia?

Nuestra Señora - Sí, tu estás mejor. Nuestra ayuda está, Marisella, tienes mucha ayuda, pero por desgracia este es tu camino y no se puede hacer nada. Dios te ha escogido. Dios te ha llamado y te quiere toda suya. Os doy las gracias por el bien que hacéis incluso en el silencio. Nosotros cada día vamos a hablar con Dios de vosotros y Dios dice: "Son criaturas santas", pero no añade nada más, Él sabe lo que tiene que hacer. Ánimo, Marisella, ánimo, Excelencia, ánimo, nosotros estamos con vosotros. Sabéis porque no quiero venir, vendría todos los días, pero ¿qué tengo que deciros? Siempre las mismas palabras. Mientras Dios no haga lo que ha decidido, yo vendré para decir siempre las mismas palabras. También hay personas que se ofenden. ¿Qué tengo que hacer?

Marisa - No, no, ven igualmente, si se ofenden, paciencia, pero tu ven igualmente.

Nuestra Señora - Excelencia, levántate y bendice conmigo a estos hijitos.

(El Obispo da la bendición)

Marisa - Te tengo que dar un beso de parte de mi madre, Excelencia.

Obispo - Gracias.

Marisa - Ahora que la Virgencita ha venido, ¿estáis contentos?

Obispo - Todo lo contentos que puedan estarlo personas en una situación como la nuestra, porque nuestra situación es dura y pesada.

Villetta Barrea (AQ), 31 julio 2007 - hora 10:09 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Estaba presente con Jesús, el Espíritu Santo, San José y la abuela Yolanda, para oír cuanto decíais a Dios Padre Omnipotente: era razonable, era preciso, era la verdad. También Nosotros, cuando vamos ante Dios para pedirle algo, hablamos de este modo. Yo he prometido que vendría a menudo y vendré a menudo para ayudaros a ser fuertes, para ayudar sobretodo al Obispo. Recupérate, hijo mío, recupérate, porque estos hijos tienen necesidad de ti y yo, tu Madre, estoy siempre a tu lado y tú lo sabes, especialmente cuando rezas, pero sobretodo cuando celebras la S. Misa. Yo estoy a tu lado y en la consagración me arrodillo con la cabeza tocando el suelo para adorar a Dios. Ánimo a todos, divertíos, jugad como las otras noches y yo estaré con vosotros. Os bendigo junto a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Marisa - ¿Te vas tan pronto?

Nuestra Señora - Conténtate, Marisella.

Marisa - Excelencia, has visto, ¡ha venido!

Obispo - Estaba también antes, ¿No?

Marisa - Antes estaba calladita, calladita.

Villetta Barrea (AQ), 1° agosto 2007 - hora 9:56 p.m. (Carta de Dios)

Dios Papá - Hijo mío, sabía lo que dirías y lo he tomado en consideración. Yo os amo. Sí, es verdad, desde hace mucho tiempo os hago esperar para llevar a Marisella al Paraíso. Cuando digo: "El tiempo se acerca", quiero decir el Nuestro, no vuestro tiempo. El tiempo de Marisella se está acercando, pero antes tiene que estar todo preparado en el Paraíso, porque su ingreso tiene que ser algo grande y hermoso.

Nadie sabe lo que Yo, Dios Papá, estoy preparando.

Tu hermana es ayudada; sufre y sufre mucho, no lo pongo en duda, pero es ayudada por la Madre de la Eucaristía, por su madre y sobre todo por Mi, que soy Dios Papá, al que a menudo invocas y al cual dirigís frases no muy bonitas, pero que Yo acepto. Que sepas que estamos preparando en el Paraíso algo grande y hermoso que ningún hombre de la Tierra ni ningún santo del Cielo puede entender, ni siquiera Marisella, porque para ella será toda una sorpresa. Puedo decirte que se refiere a la realidad espiritual y material. Su vestido no será igual al de los demás, porque tiene que presentarse a su esposo Jesús.

Ya sé que ahora la vida de Marisella es triste, dura y difícil, pero ella, con Nuestra ayuda, es capaz de superar todos los sufrimientos y las dificultades. Ríe, bromea y hace chistes, aunque no tenga ganas, para no preocuparte y por amor a los presentes.

Hoy ha roto a llorar, porque estaba saturada, y apenas ha hablado con su hermana y con los sobrinitos a los que está muy apegada. Te ama a ti más que a ninguna otra persona; te ama profundamente y no quiere verte sufrir.

Acuérdate de lo que te he dicho: "Estamos preparando algo grande y hermoso, espiritual y material, para Marisella, cuando vaya al encuentro de su esposo Jesús".

Estad tranquilos. Yo os quiero y os amo inmensamente. Creedme. ¿Verdad, Marisella?

Marisa - Sí, pero el Obispo y yo sufrimos mucho, porque de todo lo que se nos ha prometido, hasta hoy no se ha realizado nada.

Dios Papá - Vosotros no sabéis lo que Dios Papá está preparando para vosotros.

Marisa - Oye, Dios, te lo digo con todo el corazón: si el Obispo tiene que ir al Vaticano y sufrir como ha sufrido hasta ahora, llévalo conmigo, llévanos juntos. No lo mandes al Vaticano, donde será traicionado con maldades y calumnias, como ya ha ocurrido hasta ahora. Tu, Dios, sabes como están las cosas en el Vaticano y nos las has contado también a nosotros, por esto te lo suplico: no lo mandes a la madriguera de los lobos, al nido de víboras.

Dios Papá - Marisella, tomaré en consideración lo que tengo que hacer. Ahora participa en la S. Misa y tu, Excelencia, celebra la S. Misa como has hecho siempre: con amor y sufrimiento. Luego jugad.

Nuestra Señora - Yo, Jesús, S. José y la abuela Yolanda estamos siempre con vosotros. Excelencia, si tienes algo que decirme, habla pues; después cerraremos este encuentro con una hermosa señal de la cruz. A ti.

Obispo - ¿Nos mandas la rosa, como anoche para descansar?

Marisa - Querida Madre del Cielo, el Obispo no te ha pedido nada nuevo, te ha pedido una rosa sin espinas, como nos habías prometido. Déjanos descansar esta noche. ¿Nos mandas la rosa?

Nuestra Señora - Veamos lo que ha decidido Dios, Nuestro Padre.

Marisa - Adiós, Dios Papá, manda un beso al Obispo. Ayúdanos, te lo ruego. Somos dos criaturas que tienen necesidad de Tu ayuda; ayúdanos. Estoy contenta de lo que estáis preparando para mi en el Paraíso, pero mientras esté en la Tierra, ayúdanos a descansar y a estar un poquito mejor.

Adiós a todos. Os mandamos un gran beso.

Villetta Barrea (AQ), 3 agosto 2007 - hora 0:00 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Hijo mío, ¿qué consejos os puedo dar? Todo lo has dicho tú. Nosotros os estamos ayudando, pero la situación de Marisella es grave, mejor dicho es gravísima. Nosotros hacemos lo que podemos. Estamos preparando su venida al Paraíso, como Dios Padre te dijo ayer noche. Estamos preparándolo todo, incluso el vestido, que no será como el de los demás. Ya lo sé, está sufriendo, incluso ahora tiene dolores muy fuertes, pero tiene a su alrededor mucho amor: el Nuestro y el vuestro. Orad por ella, para que tenga la fuerza de aceptar y de soportarlo todo. Os abrazo y os beso con cariño, como dice la abuela Yolanda.

Marisa - Adiós. Ha venido.

Obispo - Estaba seguro que vendría.

Marisa - Hace días que dijo que vendría todos los días, porque ella viene de buena gana, pero no acepta que las personas que están presentes no estén en gracia. No es bonito que Dios venga a hablar y haya personas que no viven en gracia.

Villetta Barrea (AQ), 4 agosto 2007 - hora 11:14 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, no estás nada bien, pero yo te ayudaré; también esta noche llegará una rosa para ti. No podía dejar a estos hijitos sin mi presencia, porque los amo demasiado. Os ruego que continuéis rezando, no penséis solo en la diversión y el trabajo, pensad también en la oración que se vuelve cada vez más importante para vuestra hermana. Ella sabe que Dios le está preparando una fiesta muy grande y todos en un futuro sabréis cual es. Cuando sea llevada al Paraíso, notaréis su ausencia, pero os alegraréis, porque a menudo vendrá a veros.

Ahora solo deseo deciros que os améis, que os queráis, que os ayudéis mutuamente: el amor lo vence todo y os lleva directos al Paraíso, a grandes y pequeños. Tenéis que perdonar mi retraso, porque esperaba que vuestra hermana se recuperase un poquito, pero su salud va cada vez peor y entonces he dicho: "Es bueno que vaya; aunque no sea nada más que para ayudarla a ella y a vosotros". Gracias, mis queridos hijos, gracias por lo que hacéis por mis dos dilectos hijitos. Creed y tener siempre fe en Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Ánimo, Marisella, la cruz es pesada, es grande y tendrás que llevarla hasta el fin.

Marisa - Está bien, basta con que me ayudéis. Gracias.

Nuestra Señora - Un beso a los niños, Emmanuel y Sara; adiós, niños.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Gracias por haber venido, yo ya no contaba con ello. No me siento bien, tengo necesidad de relajarme.

Nuestra Señora - Sí, hazlo, Marisella, no te preocupes.

Marisa - Adiós, mamá. Han desaparecido.

Obispo - Cuando ha aparecido la Virgen, has saltado de la cama. Madre mía, ¡qué agilidad!

Villetta Barrea (AQ), 5 agosto 2007 - hora 1:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Os ruego que transcribáis la oración que ha hecho el Obispo y la deis a las personas, porque es muy importante y muy hermosa; ha sido muy agradable a Dios. Leedla, ponedla en práctica y dadla a los otros del grupo, al cenáculo. Dios habla en él, por esto hace reflexiones muy hermosas e importantes. Todas sus oraciones son siempre inspiradas por Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Si sois capaces de uniros a las tres Personas Divinas con amor, fe, esperanza y caridad, seréis personas amables, llenas de amor y deseosas de correr hacia el Paraíso.

¿Qué más puedo deciros todavía después de lo que ha dicho el Obispo? Puedo deciros que oréis, que améis, que ayudéis a vuestra hermana a estar un poquito mejor; hoy está sufriendo mucho, pero trata de estar serena y de sonreír. Sara, los cabellos están bien, no te preocupes. ¿Qué hace Emmanuel? ¿Estará durmiendo?

Emmanuel - Estoy oyendo música.

Nuestra Señora - Creedme, yo no tengo nada más que añadir. Poned en práctica lo que vuestro Obispo, inspirado por Dios, dice para vosotros, para él, para todos y por amor a todo lo Creado.

Os bendigo, mis queridos hijos, junto a mi santo Obispo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Marisa - ¿Terminas así?

Nuestra Señora - Sí porque me da la sensación de menospreciar una oración muy hermosa.

Marisa - Bueno, si tu lo dices…

Obispo - ¿La puedo menospreciar yo?

Nuestra Señora - ¡No! ¡Jamás!!

Marisa - Adiós.

Villetta Barrea (AQ), 5 agosto 2007 - hora 11:35 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te agradezco tu ayuda. No es que no quiera que vengas, el problema es que me siento mal y entonces prefiero callar. Estoy contenta cuando vienes, especialmente si rezas con nosotros y nos ayudas.

Nuestra Señora - Marisella, cuando tengas necesidad de expectorar, tienes que hacerlo, sino te destrozas. Obedece a la Madre, por favor, y obedece al Obispo.

Marisa - Pero a mi de da vergüenza cuando están presentes otras personas.

Nuestra Señora - No te tiene que preocupar, todos son amigos tuyos, todas las personas que te quieren, por tanto haz lo que tengas que hacer, cuando tengas necesidad. Adiós, hija mía, rezo siempre con vosotros.

Marisa - Gracias. Estamos al final del primer misterio.

Nuestra Señora - Ya lo sé, porque estoy rezando con vosotros.

Obispo - (En voz baja, dirigiéndose a Marisa) Pregúntale si puedes no comer, porque todo lo que comes te perjudica.

Marisa - Existe también el problema del comer, porque todo lo que como me perjudica el estómago y si tomo las medicinas, estoy todavía peor.

Nuestra Señora - Marisella, ya te lo he dicho: llegará el momento en el que ya no comerás nada y no tomarás más medicinas, pero Nosotros te ayudaremos, no te preocupes.

Marisa - Cuando estoy en la mesa con los otros, me gusta comer con ellos.

Nuestra Señora - Haz lo que puedas, pero no exageres en nada. ¿Vale? Marisa - La Virgen se ha quedado para rezar con nosotros.

Villetta Barrea (AQ), 6 agosto 2007 - hora 10:28 p.m. (Carta de Dios)

Transfiguración del Señor

Marisa - ¿Has venido tu, Jesús, en medio de nosotros? He visto tu transfiguración, y tengo que decir como S. Pedro: "Hagamos tres tiendas, una para Moisés, una para Jesús y una para Elías".

Jesús - Mis queridos hijos, he venido para festejar con vosotros este día tan importante: la Transfiguración. Vosotros sabéis que hoy es el aniversario también de la muerte de Pablo VI y del abuelo Aladino, y, ya que los dos están en el Paraíso, dirigíos a ellos, para que os ayuden a llevar adelante vuestra familia, el trabajo y todas las demás obligaciones. Hoy quería estar con vosotros, mientras recitabais el Rosario, pero Dios ha mandado a la Madre, la Madre de la Eucaristía y a la abuela Yolanda a rezar con vosotros. Éste es un momento muy difícil para vuestra hermana, es un momento de gran sufrimiento; hoy además de todos los dolores naturales, ha sufrido también...

Marisa - No lo digas, te lo ruego.

Jesús - Sí, esposa mía dilecta, has sufrido también la pasión. Has sufrido muchísimo, pero has sido heroica, has escondido bien todo el sufrimiento y los dolores que tenías. Yo estaba a tu lado, porque soy tu esposo y tu eres mi esposa. Chicos, tratad de amarme, porque soy vuestro Jesús, amad a la Madre de la Eucaristía, porque es vuestra Madre, ampliad vuestro amor también a vuestros hijos. A veces son caprichosos, pero es normal, son niños; no los golpeéis, dadle solo alguna azotaina, pero no los golpeéis, os lo ruego, porque Nosotros los del Paraíso, sufrimos muchísimo por eso. Quiero quitar a vuestra hermana, en estos últimos tiempos algún sufrimiento. Dios Padre le ha mandado rosas, ahora son ya siete las noches que consigue dormir, aunque durante el día todo se vuelve más difícil. ¿Os habéis dado cuenta, que vuestra hermana, a pesar de todo es capaz de sonreír, de bromear y de hablar? Así hay que comportarse: el sufrimiento no os tiene que afligir, sino llevaros a las más altas esferas del Paraíso, porque os quiero a todos conmigo, cuando llegue el momento. Nos os preocupéis, no ha llegado vuestro momento, sed felices y estad contentos y Yo, Jesús, doy las gracias a esta familia que ha venido a veros. Junto a mi santo Obispo os bendigo, os traigo a todos junto a mi corazón, y como dice la Madre del Cielo, os cubro con mi manto. Id en la paz de Dios Padre, Dios Espíritu Santo y de Mi, Dios Hijo. Sea alabado Jesucristo. Ánimo y adelante, siempre.

Marisa - Adiós. Están presentes Pablo VI y mi padre. Te has vuelto hermoso y joven. ¿También nosotros nos volvereremos jóvenes y hermosos?

Jesús - Sí, Marisella, estate tranquila.

Marisa - Adiós, Jesús, adiós. Había una multitud de almas santas detrás de Jesús que han desaparecido en un instante.

Obispo - Ellos son rápidos en marcharse. Y entonces, ¿te hará estar mejor?

Marisa - Pero si yo estoy mejor.

Villetta Barrea (AQ), 8 agosto 2007 - hora 5:44 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Gracias por haber venido, ayúdame a estar un poquito mejor con el estómago y con el brazo.

Nuestra Señora - Marisella, tienes que estar sentada, no estirada porque el estómago se contrae. Acuérdate de que te hemos ayudado, de otro modo verías las estrellas por los dolores.

Marisa - Te pido que me hagas estar un poquito mejor del estómago y del brazo porque me duele desde el seno hasta debajo de la axila, no sé que pueda ser. Me he puesto una inyección para el estómago.

Nuestra Señora - No te puedes poner otra, es un calmante y no se pueden poner dos calmantes juntos, tu lo sabes, Marisella.

Marisa - Sí, pero cuando una está mal, no se da cuenta de nada. Te doy las gracias, de todos modos, por haberme ayudado a estar un poquito mejor. No puedo mover el brazo, porque me duele. Te lo ruego, manda a la cama al Obispo, de todos modos no puede hacerme nada, yo estoy aquí quieta, quieta.

Nuestra Señora - Es él quien lo tiene que decidir. No se siente capaz de dejarte sola, yo haría como el Obispo, no dejaría solo a quién está mal. Marisa - Está bien, como queráis. Adiós, mamá, gracias por la ayuda.

Villetta Barrea (AQ), 9 agosto 2007 - hora 0:41 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Aquí estoy, lista para responder a mi amado Obispo. Tendrá que tomar el Alción y luego otra vez el Tavor. Si esto no fuese suficiente para descansar, se tiene que poner una inyección, porque si el estómago no está bien, como en este momento, podría ocasionar momentos atroces, como los que habéis pasado. Yo diría, como Madre y también como doctora, digamos, que tu, Obispo, le des 0,25 de Alción, y luego, antes de ir a dormir, el Tavor; y veamos como va esta noche. Si después el dolor volviera a molestar como ayer, como esta noche, y como hoy, entonces tenéis que pincharla de nuevo. Nosotros la ayudaremos en todos los casos, por ahora no le pinchemos y démosle el Alción y el Tavor. Más de esto no te puedo decir, porque hay otro problema: ella no come y tiene el cuerpo débil, por esto no acepta bien las medicinas. Hoy no le habéis dado ninguna medicina y habéis hecho bien y mal: bien porque el estómago ha estado mejor, mal porque la respiración se ha resentido y no ha podido expectorar. Cada cosa que hacéis por Marisella tiene dos posibilidades y tenéis que tratar de escoger la más conveniente para no hacerla sufrir tanto. Esta tarde ha sufrido mucho, trataba de hablar, de sonreír, de bromear con los niños, pero tenía un dolor tremendo y yo le he puesto la mano sobre el corazón, tratando de ayudarla, pero al final ha perdido el sentido y yo y su madre la hemos asistido. Es una persona muy probada, que sufre mucho, tiene muchos problemas de salud, no tiene solo uno, querido Obispo. Y como que está apegadísima a sus sobrinos y sobrinitos, sufre porque sabe que no puede entretenerse con ellos, no puede jugar con ellos. Cuando la niña, Sara, le ha dicho: "Tía, tu no puedes jugar porque no estás de pie, pero si quieres te ponemos en la silla de ruedas delante de la puerta y haces de portera" y Emmanuel, el hermanito, ha replicado: "Pero si no se puede levantar, ¿cómo lo hace para coger la pelota?", ha sufrido mucho.

Marisa - Cuando veo los pequeñines, me gustaría jugar con ellos, porque siempre he jugado con mis sobrinos, sin embargo ahora no; ya no puedo ser una persona viva, me siento una persona muerta. Está bien, Virgencita, hagamos como tu has dicho, pero tu nos tienes que ayudar, no tanto por mi, tu lo sabes, sino por el Obispo.

Ayúdalo, te lo ruego, tiene necesidad; si lo ayudas a él, yo seré feliz.

Nuestra Señora - Está bien, Marisella, Nosotros en el Paraíso rezamos por ti, te animamos y te ayudamos siempre. Vosotros, hijitos, que estáis aquí presentes, antes de acostaros, rezad por vuestra tía, por vuestra hermana, por vuestra amiga, sobre todo rezad por el Obispo. Junto al Obispo os doy mi bendición. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós.

Villetta Barrea (AQ), 12 agosto 2007 - hora 12:30 a.m. (Carta de Dios)

Obispo - Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, Dios Uno y Trino, te encomendamos a nuestra comunidad, que está formada por muchas personas que sufren. Te encomiendo a Marisa, que veo sufrir continuamente, Yolanda, Lorenza, Daniela y Paolo; en estas personas el sufrimiento es más demoledor. Dios mío, Tu lo puedes todo, Tu puedes sanar las enfermedades y hacer disminuir el sufrimiento. Te ruego por los que están enfermos y lejos, pero sobre todo por los que están a nuestro lado en este momento. Te pido: manda a la Madre de la Eucaristía a hacer lo que hacía Jesús cuando vivía en Palestina; sanaba a los enfermos y mitigaba sus sufrimientos. Nosotros creemos firmemente en Ti, Dios Uno y Trino, nos abandonamos a Tu divina voluntad y nos permitimos pedir ayuda, protección y mediación para nuestros enfermos.

(Se canta el Magnificat)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Mi agradecimiento es en primer lugar para los sobrinos que, por turno, han venido a ver a los tíos. Cuando estos dos hijitos míos están a punto de hundirse, está bien que alguno los ayude a llevar adelante su misión larga y dolorosa. Por esto la Virgen os agradece a vosotros y a los que ya han venido y regresado a casa.

Ya lo sé que estás mal, Marisella, muy mal.

Marisa - Por orden del Obispo, tengo que preguntarte si hay algo que se pueda hacer por mi, porque continuar adelante así, se vuelve cada vez más difícil.

Nuestra Señora - Ya has tomado el calmante y esta noche ponte la inyección. Trata de descansar, hija mía, tienes necesidad de mucho, mucho reposo.

Marisa - Sí, te doy las gracias, pero cuando vengas, no hables de mi.

Nuestra Señora - Ya sé que está preocupada por dos personas, pero que quieres, hace falta tener mucha paciencia, como la tiene el Obispo. El Obispo tiene mucha paciencia.

Marisa - Continúa dándosela, para que pueda ayudar a todos. Bendice a nuestros niños, a los pequeños que han venido a vernos. Bendice a los que están mal y que son muchos, bendícenos también a nosotros que esperamos siempre algo bueno. Sinceramente tengo dificultad de seguirte, porque me siento como si me comieran por dentro, Virgencita.

Nuestra Señora - Haz como te he dicho y verás que pasarás bien la noche. Continuarás adelante y formarás un ramo de flores con las rosas que Dios te mandará cada noche. Mis queridos hijos, tratad de comprender a esta hijita y de ayudarla. Ella hace todo lo que puede, hace de todo para quereros y, amaros, especialmente a Mariasole, Sara, Emmanuel, Samuel, Jacobo, que ya es un muchacho y Denis, Miguel, Nicole y todos los niños que han formado parte o que formarán parte de nuestra comunidad.

Junto a mi Santo Obispo os bendigo y a vuestros seres queridos, bendigo a los que están lejos y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 15 agosto 2007 - hora 12:00 a.m. (Carta de Dios)

Asunción de la Bienaventurada Virgen María

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy, como ya sabéis, es otra gran fiesta mía, la Asunción de María Santísima al Cielo. ¿Cuántos de vosotros subirán a gozar en el Cielo? Me están festejando en el Cielo y en la Tierra, pero los hombres de la Tierra no me dan satisfacción, porque piensan más en sí mismos, en gozar y en divertirse. Quiero que recen y que amen a los hermanos, sobretodo a los que sufren. Yo y mi amado esposo deseamos estar con los que me quieren. Ahora me retiro, porque vendrá Dios en medio de vosotros.

Marisa - Dios, ¿por qué nos haces sufrir tanto? ¿Por qué no nos ayudas a hacer algo bonito y bueno y nos concedes las gracias que te hemos pedido? El Obispo y yo te hemos pedido poder transcurrir el último período de mi vida con tranquilidad, con alegría y en paz. ¿Por qué no nos concedes esto? ¿Por qué nuestras noches son borrascosas, incluso si conseguimos dormir un poco? Oye, Dios, te lo digo con todo el corazón; pero ¿Tu nos amas a nosotros dos?

Dios Papá - Claro que os amo. ¿Crees que estaría aquí con vosotros si no os amase?

Excelencia, ¿cuántas veces tengo que decirte que mi amor por vosotros es infinito? ¿Por qué me haces siempre las mismas preguntas, a las que tengo que dar siempre las mismas respuestas? Yo estoy con vosotros, la Madre está con vosotros, todo el Paraíso está con vosotros. Cuando invocáis a Dios, Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, Yo estoy con vosotros. No tenéis que dudar. Ya lo sé: no dudáis. Ya lo sé, os estoy haciendo esperar desde hace mucho tiempo la muerte de Marisella y tu triunfo, pero, te lo repito, estamos preparándolo todo. Tu querrías saber cuándo y cómo, el día y el mes, pero no es posible. Cuando llegue la hora, tu serás el primero en saberlo, el primero en sufrir y en alegrarte, porque tu hermana sube al Paraíso con la Madre del Cielo. No tenéis que dudar. Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, Dios Uno y Trino os ama. Marisella, te permito estar de pie, pero no puedes estar de rodillas, tesoro, porque tienes las piernas deshechas, los huesos están comidos internamente, por esto tienes tantos dolores. La espalda te duele, los pies te duelen, la cabeza te duele, pero hoy te doy la alegría de poder estar de pie.

Marisa - ¿Durante cuánto tiempo?

Dios Papá - Mira, otra que pregunta por el tiempo.

Marisa - Me lo ha enseñado el Obispo. Dios mío, ayúdanos, de verdad, estamos en la tierra, estamos hundidos moralmente, estamos hechos polvo también físicamente. Te lo ruego, ayúdanos.

Dios Papá - No me lo pidas más, porque Yo os estoy ayudando. Os lo suplico, creed todo lo que os digo: Yo os estoy ayudando. Yo soy vuestro Papá, ¿por qué no tendría que ayudaros a vosotros, hijos míos? Recordad: hago cada cosa a su tiempo. Orad por los miembros del cenáculo que están lejos, sobre todo por los enfermos; hay muchos enfermos en vuestra comunidad y sé que rezáis mucho por ellos. Ahora siéntate, Marisella, te lo ruego.

Marisa - Gracias, gracias porque me has dejado estar de pie para honrarte. Cuanto Tu estás presente es muy hermoso arrodillarse o estar de pie. Gracias. Dios, por mi parte te prometo que trataré de estar con la moral alta, que no estaré amargada, y trataré de reponerme físicamente, pero me dan ganas de llorar por los dolores, que son muchos. Oye, Dios, pero ¿Tú has tenido dolores?

Dios Papá - No.

Marisa - Entonces no puedes comprender los míos. (Girada hacia el Obispo) ¿Verdad que no puede comprender como los tengo yo?

Obispo - No tiene la experiencia de los dolores, pero, puesto que es Dios, conoce lo que es el dolor.

Marisa - Dice el Obispo que no tienes la experiencia del dolor. Ayúdanos, parecemos dos huerfanitos abandonados por todos. Incluso quien nos quiere, no puede comprender lo que estamos pasando. Dios Papá, ayuda a mi hermano, tiene mucha necesidad. Gracias.

Nos ha dado la bendición y se ha ido.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, este es el don que os había prometido: la venida de Dios Padre en medio de vosotros. Os doy las gracias por las oraciones que hacéis durante la jornada, y sobre todo durante las excursiones. (N.d.R. paseos en coche)

Marisa - ¿Qué excursiones? Ayer estaba molida del todo.

Nuestra Señora - Tu esposo Jesús, mi amado esposo José, la abuela Yolanda y yo os amamos mucho. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Un beso al pequeño Ismael María. Un beso a los niños que no están presentes y a vosotros.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

(Marisa, dirigiéndose a Nuestra Señora le dice)

Marisa - Oye, recuerda a Dios Papá lo que nos ha prometido. Pínchale. Obispo - Se dice: "presiónale".

(Nueva aparición de Dios Papá después que se ha bromeado sobre la frase de Marisa)

Dios Papá - Estás sentada, Marisella. ¿Querrías importunarme?

Marisa - Sí, porque Tu estás demasiado tranquilo, Te sientas en Tu trono, tranquilamente. He dicho a la Virgen que te venga a importunar. ¿Cómo es que has vuelto?

Dios Papá - Porque os quiero y quiero estar con vosotros todavía.

Marisa - Gracias, ven a menudo, entonces. ¿Te gusta esto? (Marisa enseña el anillo con los delfines) son dos delfines, símbolo de fidelidad, uno eres Tu y el otro soy yo.

Obispo - No, uno soy yo y el otro eres tu.

Marisa - Cuando habla el Obispo hay que callar y obedecer. Uno es él y el otro soy yo. Nosotros te seremos fieles hasta el final. No sólo la Virgen, sino que haré venir a todos los santos a importunarte. Adiós, Dios, Dios Papá, gracias por haber venido, nos has hecho pasar un rato alegre. Esperemos que dure....

Dios Papá - El Obispo tiene que tener paciencia…

Marisa - Pero él tiene razón.

Dios Papá - No tiene razón, porque quiere las cosas cocidas y comidas, como dicen en Roma.

Obispo - No es verdad.

Dios Papá - Él tiene que esperar el tiempo que haga falta.

Obispo - No quiero las cosas cocidas y comidas.

Dios Papá - Excelencia, Yo no digo mentiras.

Obispo - Pero ¿qué "yo"?

Dios Papá - Yo, Dios.

Obispo - Yo estoy hablando contigo (Dirigiéndose a Marisa).

Marisa - Pero tu le has respondido a Él, porque ha dicho que quieres las cosas cocidas y comidas.

Dios Papá - Hijo mío, ahora sé bueno, sonríe, sé brillante, si alguien no se comporta bien, llámale la atención y si persiste en la maldad, mándalo...

Obispo - ¿Dónde?

Dios Papá - Fuera, fuera.

Obispo - Ahora ¿quién es el que habla, tu o Él?

Marisa - Él, siempre Él.

Dios Papá - Si las personas no se comportan bien, si te hacen sufrir, fuera, fuera, fuera.

Obispo - Fuera ¿de dónde?

Dios Papá - De tu casa.

Obispo - ¿Puedo sentarme, Dios Papá?

Dios Papá - Sí, sí, siéntate, tesoro.

Obispo - ¿Podemos hablar un momentito de padre a hijo?

Dios Papá - Sí, habla.

Obispo - Dios Papá, Tu sabes todo lo que tengo en el corazón, por tanto no voy a repetirlo, te digo solamente: ¿te parece posible esta vida humana, la que nosotros estamos pasando?

Dios Papá - Para los otros no, para vosotros sí; vuestra llamada es muy grande.

Obispo - Pero ¿es posible que estemos rodeados siempre de sufrimiento, de incomprensión, de maldad, de calumnias, de arriba abajo?

Dios Papá - Porque las personas son malas. Acuérdate que desde que he creado el mundo, el hombre siempre ha sido malo, empezando por Caín y Abel.

Obispo - Pero Abel era bueno, ¿nuestros Abeles dónde están?

Dios Papá - Tienes a los jóvenes, son medio Abeles.

Obispo - Pero ellos tienen familia y trabajo.

Dios Papá - Cuando pueden te ayudan.

(Dios Papá espera a que se cambie el casete de la cámara de video que se había terminado)

Obispo - Gracias por la paciencia que has tenido.

Dios Papá - He tenido la paciencia de escuchar a Marisa que jugaba con Ismael, he tenido la paciencia de esperar a que Fabricio cambiara el casete de la cámara; os amo tanto que sería capaz de esperaros hasta esta noche.

Marisa - Vayamos despacio, yo quiero salir.

Dios Papá - Ahora me despido, mis queridos hijos y os lo ruego, tened confianza en Mi. No os preocupéis, vendré a veros para estar con vosotros.

Marisa - Gracias, Dios, adiós.

Obispo - Gracias.

Villetta Barrea (AQ), 17 agosto 2007 - hora 8:22 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, estoy contenta por las oraciones que haces, por los rosarios que recitáis y por la S. Misas que escucháis. Orad con fe y amor. He venido para estar a vuestro lado, os he prometido que no os abandonaría y no os abandonaré nunca.

Dios Papá - Escucho siempre con amor las palabras que dice vuestro santo Obispo, porque para Nosotros ya es santo.

Marisa - ¿Y yo?

Dios Papá - Ya lo sabes que eres santa.

Marisa - Una vez me dijiste que era una criatura del Cielo, pero yo estoy en la Tierra.

Dios Papá - Marisella, no empieces con los berrinches. Tu eres una criatura del Cielo, es Dios Papá el que te lo dice. He venido solamente para desearos todo el bien y para daros mi santa bendición. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós, Dios Papá, adiós, Madre de la Eucaristía, adiós, mamá.

Dios Papá - Ya lo sé que estás mal, hijita, por desgracia estarás siempre mal, sea por culpa de los hombres o porque eres una persona muy enferma. Te queremos mucho y te estamos preparando algo grande en el Paraíso; lo sabes.

Marisa - Sí, ya sé que estáis preparando mi venida al Paraíso, pero no sé la fecha, no sé el día preciso.

Dios Papá - Marisella, ¡no empieces como el Obispo!

Marisa - Está bien, no digo nada, está bien así, adiós.

Villetta Barrea (AQ), 19 agosto 2007 - hora 00:44 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Gracias. ¿Puedo estar sentada?

Nuestra Señora - Estate como quieras, ángel mío, criatura del Cielo. Nosotros hacemos todo lo que podemos para que estés mejor, pero a veces es difícil. Esta noche será dura, pero haremos de todo para estar a tu lado, de manera que puedas superar el dolor y el Obispo pueda descansar. Pequeña criatura del cielo, cuántos sufrimientos te hemos pedido, pero lo ha decidido todo Dios antes de tu nacimiento. Nosotros te damos las gracias de todo corazón por todo lo que ha hecho por la Iglesia, por los sacerdotes, por los adultos, por los jóvenes y por lo que continuarás haciendo cuando llegues con tu madre al Paraíso; entonces todo será más fácil para ti. Ahora tienes que tener mucha paciencia todavía.

Marisa - Pero yo no pido mucho, pido solo dormir por la noche. Hoy he estado muy mal todo el día, pero si esta noche me dejas descansar estoy contenta. Si por el día no estoy bien, paciencia, porque la jornada pasa antes, salgo, estoy en compañía y rezo.

Nuestra Señora - Gracias, Marisella, sé que rezáis muchos, el Obispo reza muchísimo. Gracias de todo corazón por lo que hacéis vosotros jóvenes por mis dos hijitos.

Marisa - A veces, el Obispo y yo tenemos miedo de perder el alma.

Nuestra Señora - No, Marisella, vosotros no perderéis el alma, porque espiritualmente hablando, ya estáis en el Paraíso. Míralo, míralo tu el Paraíso.

Marisa - Gracias, gracias, no merezco todo esto. Ayuda a las personas que nos quieren, ayuda a mis jóvenes y a los niños de mis jóvenes, son criaturas inocentes y buenas. ¿Has visto a Miriam como te besa? ¿Cuántos besitos te manda?

Nuestra Señora - Soy feliz por todo esto, estoy contenta de vosotros, porque rezáis. Mis queridos hijitos, la Madre os deja y vuelve a Dios Padre, pero recordad: cuanto estéis con el Obispo, yo estoy siempre a su lado y con él. Ánimo, Marisella, sé fuerte, hija mía, has sido siempre heroica, has sido verdaderamente la mujer fuerte del Evangelio, aunque para nosotros eres una pequeña criatura del Cielo. "Dejad que los niños vengan a mi, porque de ellos es el Reino de los Cielos" ha dicho Jesús, pero no se refería a la edad, se refería al amor, aquel amor que parte y vuelve a Dios; Dios es amor. Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y la pequeña que duerme. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Mándame a mi madre esta noche, si tu no puedes venir.

Villetta Barrea (AQ), 19 agosto 2007 - hora 1:05 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, Dios mío, gracias por tu inesperada venida.

Dios Papá - Están también presentes la Virgencita, la abuela Yolanda y todos los ángeles y santos. Mira cuantos niños hay a Mi alrededor.

Marisa - Dios mío, si has vendido, dinos algo.

Dios Papá - Marisella, no empieces tu también, ya te lo he dicho, cuando sea el momento lo sabréis. Ahora quiero que recéis por una nación que está yendo a la deriva. Esta tarde te llevaré conmigo, no me verás naturalmente, pero sentirás Mi presencia. Junto a la Madre del Cielo y a tu madre iremos a ayudar a aquella pobre gente. Tu quieres venir, y yo estoy de acuerdo, pero si supieras cuanto trabajo queda todavía por hacer.

Marisa - Dios mío, el Obispo dice siempre: "Puesto que hay tantos millones de hombres en la Tierra, ¿podrías llamar a algún otro?". Yo estoy muy cansada, a veces lo escondo, a veces río y bromeo, pero el cansancio es fuerte en mi. Esta mañana, cuando me he despertado, he dicho: "Me quedo en la cama todavía un rato", porque me sentía desfallecida, después, pensando en todo lo que tengo que hacer, me he levantado, pero estoy muy fatigada. Pero tengo que darte las gracias de la gran y hermosa rosa que me has mandado esta noche, no me esperaba que pudiera descansar. Gracias, mi Dios.

Dios Papá - No me lo tienes que agradecer. Cada uno tiene lo suyo; tu has merecido esta gran rosa y Yo te la he dado.

Marisa - Yo no encuentro, para comprarla, una rosa tan grande.

Dios Papá - Compra la que quieras tu sabes que yo me manifiesto a través de una rosa, como en este momento, o la estrella, o aquélla hermosa flor africana que tanto te gusta, porque tu amas África. Esta noche iremos a salvar una nación de África.

Marisa - ¿Te vas? Quédate un poquito más con nosotros.

Dios Papá - Tengo que irme; el cometido de la aparición es de la Madre, de la Madre de la Eucaristía. Adiós pequeño ángel del Cielo, nos veremos esta noche, te veré y no me verás.

Marisa - Gracias, Dios mío, gracias.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. He sentido una gran alegría al ver que Dios Papá ha venido en medio de vosotros. Marisella, te has quedado maravillada, no te lo esperabas, pero Dios Papá hace estas improvisaciones y vosotros tendríais que estar felices y contentos. Una vez más os doy las gracias por las oraciones que hacéis, pero ampliadlas para todo el mundo. El Obispo ha orado por esta ciudad, por esta fiesta, por esta gente, por las personas que vienen de vacaciones a este lugar. En vacaciones muchos pecan gravemente y esto nos hace sufrir mucho. El sacrilegio es el pecado más grave y más feo que aleja de Jesús Eucaristía. No os alejéis nunca de Jesús Eucaristía, tenéis que ser siempre sus hijos y tú su esposa. Tiene razón el Obispo cuando dice: "Aquella canción está adaptada para ti". Sí, aquella canción está adaptada para ti, Marisella".

Marisa - ¿Puedo hablar? Vosotros veis en mi tantas cosas que yo no veo, ni siento, y…

Nuestra Señora - Continuad rezando. Hoy los padres y la pequeña Miriam vuelven a casa. Sé que te disgustará mucho, Marisella, pero esta es la vida. Ellos tienen que volver, el trabajo los espera. No quiero prolongarme más, porque siento que tu voz se está yendo. A veces te ayudamos a cantar y a hablar y ya veces la voz se va, pero esto es un hecho natural, tus cuerdas vocales están muy consumidas y te fatigas al hablar. Estoy contenta que aunque seáis pocos, os reunís para rezar. Orad especialmente en los días de fiesta, porque se cometen más pecados. La Madre os da las gracias y junto a todo el Paraíso y a mi Obispo, al cual pido el permiso, os doy la santa bendición.

Os llevamos juntos a Nuestro corazón. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Villetta Barrea (AQ), 22 agosto 2007 - hora 2:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Si has perdonado, quiere decir que amas; tu has amado siempre a todos. Recupérate. Te encuentras en Villetta Barrea y has pasado un momento muy crítico. Ahora vete a descansar. Di solamente una oracioncita, esta noche. Hija, mía, angelito del Cielo, ¡qué buena eres!.

Marisa - Como dices que soy buena si yo me siento tan mala. Ahora hazme estar un poquito mejor, porque no me siento nada bien y no se lo quiero decir al Obispo, mi hermano, porque no quiero que se preocupe de mi. Virgencita santa, Virgen toda blanca, tu que has visto a Jesús en la cruz, escucha mi voz. Yo te amo mucho, haz que sea buena y pronto santa.

Nuestra Señora - ¿Pero qué dices, ángel mío? Tu eres una criatura del Cielo. Ahora digamos una oración para ti.

Marisa - Adiós, Virgencita. Ayúdame, te lo ruego. Tengo un poco de lío en la cabeza, no entiendo nada, no sé donde me encuentro, no sé nada. Nuestra Señora - Ahora vete a acostar con tu hermano; él estará a tu lado y te ayudará. Nosotros te ayudaremos a descansar.

Marisa - No sé donde está el servicio, Virgencita.

Nuestra Señora - Vete hacia adelante, gira a la izquierda, y allí está el servicio; después los otros te llevarán a la cama.

Marisa - ¿Porque estoy tan confundida y no veo?

Nuestra Señora - Porque amas demasiado y tu amor te desgasta; pero es hermoso amar al prójimo, aunque haga sufrir. Ve, hijita, ve.

Marisa - Adiós, saluda a mi madre. Yo no puedo ver.

Obispo - Te ayudaremos nosotros, Marisella.

Marisa - ¿Nos vamos?

Villetta Barrea (AQ), 22 agosto 2007 - hora 7:40 p.m. (Carta de Dios)

Bienaventurada Virgen María Reina

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Hoy es una gran fiesta para Nosotros en el Paraíso, es la fiesta de María Reina. Marisella, alguien te ha llamado Reina a ti también.

Marisa - Pero yo no soy Reina, soy una pobrecita.

Nuestra Señora - Antes de nada quiero dar las gracias a vuestro Obispo, porque ha querido haceros un regalito. Claro, mereceríais mucho más por lo que habéis hecho, pero no podía hacer más que esto. Tiene que afrontar muchos gastos y pagar muchas medicinas, más que esto no podía hacer, lo ha hecho con todo el corazón, con todo el amor. Por esto he venido a bendecir los regalitos que os ha hecho para cada uno de vosotros. Sed felices por esto.

Mis queridos hijos, jovenzuelos, digamos, que habéis venido aquí para ayudar a mis dos hijos, la Madre os da las gracias y os bendice, a vuestros seres queridos, a la pequeña Maria Claudia, a todos los niños y a todos los sobrinitos. La fiesta de María Reina es una gran fiesta, pero no es muy celebrada en la Tierra, diría que ni siquiera es conocida, pero vosotros la habéis recordado, desde que os quedasteis en aquel pueblecito, en la provincia de Macerata, donde vino el autocar, el día veintidós y las personas no hacían otra cosa que hablar. Yo he venido y he bendecido a todos igualmente.

Cuando vengo quiero bendecir a todos los presentes y mandar mi bendición a los que están ausentes y lejos por diversos motivos, sobre todo a los enfermos. Entre vosotros tenéis enfermos graves, orad por ellos. La jaculatoria a la abuela Yolanda para vuestros enfermos, es hermosísima, también yo rezo por ellos. Cuando alguno de vosotros partirá y subirá al Cielo (la Vidente, N.D.R.), habrán ayudas, consuelo y milagros. El que se quedará (el Obispo, N.D.R.), al principio sufrirá, luego se pasará y recordará las cosas hermosas que han ocurrido. Orad, mis queridos hijos, orad por esta partida. Es muy importante para ella, pero también por los otros. Cada día, aunque Marisella no tenga éxtasis, yo vendré a bendeciros. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro, que hoy por desgracia no está muy bien, os bendigo, a vuestros seres queridos y vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Obispo - ¿Puedo hacer una pregunta?

Nuestra Señora - Claro.

Obispo - ¿Ayer noche Marisella habría venido al Paraíso, si no la hubieseis retenido aún en la Tierra?

Nuestra Señora - Sí.

Obispo - Gracias, porque ella tiene que ir al Paraíso cuando esté en Roma.

Nuestra Señora - Sí; por esto ha sido ayudada, pero estaba mal, muy mal, además no recordaba donde estaba, no veía y no reconocía a nadie. He venido con la abuela Yolanda, nos hemos puesto a su lado para hacerla dormir y ha descansado, no tanto como otras veces, pero ha descansado. ¿Quieres saber algo más, Excelencia?

Obispo - Espero siempre aquella respuesta de Dios, por ahora está bien así. Gracias.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Nuestra Señora - Adios.

Marisa - Adios, Mamá. Gracias. Nos ha bendecido uno a uno.

Villetta Barrea (AQ), 24 agosto 2007 - hora 11:12 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - No tengo un solo dolor, sino que todo mi cuerpo está lleno de dolores. Te pido: al menos cúrame alguna enfermedad, no para siempre, porque mi sobrina, médico, me ha dicho que tengo varias enfermedades crónicas. ¿Crees que he sido golosa?

Nuestra Señora - No, Marisella, no comes nunca nada, alguna vez que comes algo, lo comes con gusto. La enfermedad es muy grave y avanza cada día. Conseguimos hacerte descansar por la noche, no seis, sino siete horas, porque, por desgracia, tienes que levantarte por un motivo u otro y tienes que expectorar, pero te estamos ayudando, hija mía, criatura del Cielo

Marisa - Hoy no siento esta ayuda, se lo he dicho también a Dios Padre. "Yo no siento vuestra ayuda". Si estoy bien yo, están bien también estas personas que están a mi lado, sobre todo está bien el Obispo. Una vez por problemas de salud, otra vez por los dolores, yo estoy siempre mal. ¿Puedes hacer algo? Te lo ruego, ve tu ante Dios Padre y pídele que me haga estar un poco mejor, poco, poco, así puedo estar en armonía con mis amigos. No juego, porque no me siento bien; y desde que Jesús me ha puesto la corona de espina, sufro más. A propósito, ¿cuándo me la quitará?

Nuestra Señora - El domingo por la mañana, tesoro.

Marisa - ¡¿El domingo por la mañana?! ¡Oh Dios! Hoy, ¿qué día es?

Obispo - Hoy es viernes.

Marisa - ¡¿Todavía?!

Nuestra Señora - Sí, pero Nosotros te ayudaremos, no te preocupes. También los estigmas te hacen daño, aunque …

Obispo - … El golpe de lanza.

Marisa - Me duelen también el hígado y los huesos, me hace daño todo. Está bien, si Vosotros me ayudías lo acepto, de todos modos si no lo acepto, lo decidís siempre Vosotros. Si me ayudáis, tendré más fuerza y valor para soportarlo todo por amor de Jesús, de mi Esposo, por amor de todas las personas que me aman y son pocas.

Nuestra Señora - Marisella, Tienes a todo el Paraíso que te ama.

Marisa - Sí, pero ahora estoy todavía en la Tierra y me gustaría estar un poquito mejor, poco, poco. Imagina, el estómago me está haciendo un daño tremendo, y es un tontería respecto a los otros sufrimientos. Añade la corona de espinas, los estigmas, el golpe de lanza y sigue sumando. Pero, si me ayudáis, acepto, haced lo que queráis.

Nuestra Señora - Te damos las gracias, Marisella, por todo lo que haces.

Marisa - Pero me habías dicho que no tendría que sufrir más por los sacerdotes …

Nuestra Señora - Por los sacerdotes no, pero por el triunfo de la Iglesia sí.

Marisa - Entonces ¿por qué no me llevas a mi y hacer volar a la cima de la Iglesia al Obispo Claudio? Estaremos todos felices y contentos.

Nuestra Señora - Está bien, Marisella, continuad jugando, nos gusta mucho cuando os vemos jugar. Incluso si dices alguna salvajada, no te preocupes, no es esto lo que nos ofende, en absoluto. Dios os ama, yo os amo, la abuela Yolanda os ama.

Marisa - ¿Dios nos ama de verdad?

Nuestra Señora - Marisella, ¿qué dices?

Marisa - ¿Por qué me hace sufrir tanto?

Nuestra Señora - Dios te ama. Ánimo. Os doy mi bendición. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós. Un beso a todo el Paraíso. Gracias por haber venido. ¿Dios está descansando? ¿Por esto no ha venido?

Nuestra Señora - No, Marisella, Dios me ha mandado a mi, no te preocupes, Dios no esta descansando, está pensando en todo el mundo.

Marisa - Está bien, adiós.

Villetta Barrea (AQ), 26 agosto 2007 - hora 12:49 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo.

Es bonito oír cantar, especialmente cuando todos hacen la misma voz, pero si hay una segunda voz, se ha de hacer. ¿Por qué os unís a quien tiene la voz cantante? Os he dicho esto en tono de broma. Sin embargo os pido seriamente que todas las oraciones que hace vuestro Obispo se graben, transcriban y se reciten por todos. Cada oración es hermosísima, cada oración hace referencia a Dios y a la Iglesia. Os he dicho que no habléis más de los sacerdotes, sino del triunfo de la Iglesia, de esto sí, el resto dejádnoslo a Nosotros.

He venido con el permiso de Dios Padre, a traeros una carta sencilla, pero llena de amor por vosotros. Dios os ama sobre todas las cosas, Dios protege a los humildes, no a los orgullosos y a los soberbios. Todos tenéis que progresar en la vida espiritual con humildad, sinceridad, sencillez y amor: aquel amor que tiene a Dios como fuente y meta. Como dice vuestro Obispo, Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, es vuestro Dios. Tenéis que amarLe a Él y a las personas, incluso si no se comportan como os gustaría; no por esto tienen que ser censuradas, sino ayudadas y comprendidas. Si no quieren ser ayudadas, no os corresponde a vosotros juzgar, me refiero al cenáculo. Cada uno de vosotros tiene el propio carácter, pero cada acción vuestra tiene que ser orienta hacia Dios. Si vais hacia Dios, id también hacia Sus criaturas. Vosotros sois criaturas de Dios, yo soy una criatura de Dios y todos tenemos que amar a Dios. Cuando os confían tareas o misiones no os envanezcáis, permaneced humildes y sencillos. No os sintáis nunca que ya habéis llegado a la meta. Os pongo un ejemplo: vuestra hermana sabe desde hace tiempo cuál es su lugar en el Paraíso, pero no se ha envanecido nunca, al contrario ha mostrado temor de dar este paso. No os sintáis nunca que habéis llegado a la mete, sed siempre humildes, píos, devotos, amad, insisto mucho en el amor, porque Dios es amor y vosotros tenéis que ser sus hijos llenos de amor.

En el Paraíso se están preparando grandes festejos y alguno (el Obispo N.D.R.) quiere sabe la hora y el momento de la partida de Marisella. Esto no es posible, Dios prepara y cuando todo esté listo dirá: "Hemos llegado a la meta". Tened confianza, mucha fe en Dios, no os desmoralicéis. Sobretodo tened alta la moral, aunque a veces tengáis deseos de golpear la cabeza contra la pared. Como dice la carta de Dios Padre, levantad la cabeza, tenedla siempre en alto, porque Nosotros los del Paraíso estamos con vosotros.

Ánimo, hijitos míos, tratad de ser amigos de todos, no hagáis grupitos. Tenéis que formar un bonito cenáculo, un bonito grupo de jóvenes, yo estaré siempre con vosotros, como estoy siempre con mi Obispo, mi hijo. A ti, Marisella, ¿qué te puedo decir? Ánimo, hija mía, el sufrimiento te está probando cada día y cada noche; esta noche has dormido placenteramente en mis brazos.

Marisa - Ven siempre, no vengas sólo una vez, cuando te parece bien, ven cada vez y hazme dormir, sin interrupción.

Obispo - Esta noche ha sido bonito.

Marisa - Yo no tengo palabras para agradecértelo y sobre todo a Dios, porque esta noche ha llegado una gran rosa. Nosotros no tenemos grandes rosas, nos contentamos con recoger las pequeñas rosas del jardín. ¿Las podemos coger?

Nuestra Señora - Pues claro que sí, todo es de Dios, Dios lo ha creado todo.

Marisa - Que buena eres, eres muy buena.

Nuestra Señora - Doy las gracias a todos por lo que habéis hecho por mi Obispo, por Marisella, la criatura del Cielo. Cuando estéis en vuestras casas o en el trabajo, continuad orando por estos dos hijitos, porque tienen necesidad de mucha fuerza para seguir adelante; sólo con la oración podéis obtener lo que queráis. Gracias por la ayuda que han dado también los otros que han venido y que se han ido. Yo, vuestra Madre, junto a mi santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los objetos sagrados que el Obispo ha tenido el detalle de daros.

Marisa - ¡Detallazo!

Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno, como os he cubierto siempre durante este período. De hecho aquí no ha llovido, y por los alrededores sí.

Marisa - Hemos tenido siempre Sol.

Nuestra Señora - ¿Gracias a quién? A Dios. Te has deleitado del Sol y de la Luna.

Marisa - Tu eres la Luna y Jesús es el Sol.

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá, hoy sonríes, gracias, mamá

En el nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo.

Ha venido mi madre.

Obispo - Viene siempre.

Marisa - Hoy sonreía.

Obispo - Menos mal. Pobrecita., ayer lloró mucho.

Villetta Barrea (AQ), 26 agosto 2007 - hora 1:01 p.m. (Carta de Dios)

(S.E. Mons. Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dio, está hablando a los presentes)

Obispo - Cuando hago oraciones espontáneas, viene Jesús, Nuestra Señora, San José y la abuela Yolanda.

Dios Papá - Y Yo, Dios, ¿no vengo? Quería oír hablar al Obispo.

Marisa - Él habla así, pero te quiere.

Dios Papá - Claro, ya sé que me quiere.

Marisa - Dios mío, gracias por haber venido, hazme estar un poquito mejor, porque también ayer noche estuve a punto de morir. Ahora hazme estar viva. Gracias, mi Dios, gracias por todo lo que haces por nosotros, aunque nuestra moral a veces se hunde, pero luego se levanta.

Dios Papá - Ánimo, Excelencia, criatura del Cielo.

Marisa - ¿También él es ahora criatura del Cielo?

Dios Papá - Ánimo, ya sabes que no te abandono, ya sabes que estoy a tu lado. Habla, di lo que quieras, refunfuña, si quieres, quédate tranquilo, Yo no me altero en absoluto.

Ánimo, hijitos míos, os doy mi gran bendición y extiendo los brazos sobre vosotros. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Adiós, Excelencia.

Obispo - Adiós, Papá.

Dios Papá - Esto quería oír: "Adiós, Papá".

Marisa - Entonces también yo digo: "Adiós, Papá".

Villetta Barrea (AQ), 29 agosto 2007 - hora 00:12 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Querría pedirte que me hicieras estar un poquito mejor, no por mi, sino por los otros, por los que viven aquí conmigo, sobre todo el Obispo. He comido y ha ido mal, he tomado las medicinas y ha sido peor. ¿Qué tengo que hacer?

Nuestra Señora - Intenta tomar las medicinas también mañana, porque te sientan bien. Si el estómago continúa haciéndote daño, déjalo estar todo, hija mía, es inútil intentarlo; pide ayuda a Dios Padre como se lo pedimos Nosotros. Las piernas te duelen, la cabeza te duele, la espalda, el estómago, todo el cuerpo está dolorido y Nosotros te podemos ayudar aquel poco que Dios permite. Come con calma, pero si no puedes masticar bien, deja la comida. Mañana probemos con las medicinas, Nosotros te ayudaremos, hija mía. ¿Crees que no nos da pena? ¿Crees que Nosotros no vemos tu sufrimiento y no sufrimos? Sí, pero éste es tu trabajo, éste es tu modo de amar a Dios y a la Iglesia. Ánimo, estamos todos a tu lado.

Marisa - Virgencita, no pido para mi, sino para el Obispo. Él está mal cuando yo estoy mal. Te pido también que nos hagas descansar, que no nos hagas pasar las noches como hace dos días. Ayúdanos a amarte cada vez más, a pesar de todos estos sufrimientos.

Nuestra Señora - Ánimo, criatura del Cielo, Nosotros estamos a tu lado, aunque no te lo parezca. Has sufrido mucho, es un sufrimiento continuo el tuyo, día tras día. Algunos mártires han muerto enseguida, han sufrido durante un breve tiempo. Tu estás sufriendo desde hace años, he aquí porque digo que tu martirio es continuo, mejor dicho cada día es mas grande. Hay muchas personas que oran por ti, especialmente el Obispo. Ánimo, sé fuerte, hija mía, y espero que puedas estar en los brazos de Dios cuanto antes.

Marisa - Gracias, ayúdanos esta noche, porque tengo demasiados sufrimientos.

Nuestra Señora - ¿Has visto que el dolor de la pierna te lo he hecho pasar? Ahora la cabeza está un poco mejor y el estómago, por desgracia, está maltratado por las medicinas. Por esto he dicho que probéis todavía mañana y si no va bien, dejadlo. Levantad los ojos al Cielo, mirad a Dios, aunque no lo veáis, y recitad: Padre Nuestro... Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Ánimo, Marisella.

Marisa - ¿Me harás dormir esta noche? Te lo ruego, tengo tanto miedo a la noche.

Nuestra Señora - Estaremos a tu lado.

Marisa - Adiós.

Villetta Barrea (AQ), 31 agosto 2007 - hora 11:11 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Yo no te sugiero las respuestas del juego, no lo he hecho nunca, ni lo haré nunca. Eres una criatura de Dios, una criatura de la Tierra, por tanto si las conoces bien, si no las sabes quiere decir que no has estudiado.

He venido para animarte y hacerte ir adelante. Ahora conseguís descansar por la noche, gracias a Dios. Durante el día tienes bastantes dolores, diría que para dar y vender, pero serás ayudada, hija mía, si no fueses ayudada no estarías así. La alegría de jugar, de sonreír, de reír, te ayuda mucho. Gracias, Marisella, así tendría que ser todo cristiano, no desanimarse, sino abandonarse a Dios, vivir, alegrarse y rezar.

Gracias. Os bendigo a todos, en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - ¿No me sugieres la respuesta?

Nuestra Señora - No.

Marisa - Vale. Yo no lo he pensado, esta de aquí (indicando a Clara) me la ha propuesto, todos los pensamientos van a ella. ¡Algo más de siete años de Purgatorio tendrá que hacer!.

Nuestra Señora - No. Encontrarás un hueco también para ella.

Marisa - Está bien, te encomiendo de modo particular al Obispo. Estoy cogiendo todas las enfermedades, de la que tiene que parir, del que tiene que ser operado... No puedo más. Trata de hacer estar bien a alguno, porque yo ya no puedo más. Adiós.

Villetta Barrea (AQ), 1° septiembre 2007 - hora 8:34 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Veo mucha luz, pero Nuestra Señora aún no viene.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. En este primer sábado de mes me encuentro con gran alegría junto a vosotros. Faltan las personas del cenáculo, pero yo las veo a todos, veo a los adultos a los jóvenes y a los niños.

Hay un canto que a mi me gusta mucho y que impresiona a Jesús y a su criatura del Cielo (Marisa N.d.R.). vosotros lo sabéis, podéis cantarlo de tanto en tanto. Hoy he venido para deciros que os améis, que os ayudéis mutuamente, que os corrijáis. Si alguien se equivoca, reprendedlo con amor y caridad. Puede ocurrir que alguno se equivoque por varios motivos, entonces le toca al hermano o a la hermana el corregirlo, con amor, os lo ruego.

Vengo de buena gana en medio a vosotros, pero por desgracia siempre hay alguna nota que desentona. Me gustaría mucho ayudar a estas personas, y también a mi Obispo le querría ayudar, pero veo que no es fácil. Son personas dominadas por el orgullo y por la soberbia, saben que se equivocan, pero no lo admiten.

Esto ocurre tanto a algún adulto, como a algún joven, pero los jóvenes son pocos. Los jóvenes aman mucho a mis dos queridos hijitos, como los amo yo, la Madre de la Eucaristía.

Cuando recientemente hemos estado en el Jordán, Jesús ha abrazado al Obispo, ha hablado largamente con él y le ha dicho muchas cosas hermosas. El Obispo tiene que tener mucha fuerza y valor para afrontar a las personas que van en contra de él, y son muchas; a vosotros os pido que recéis por él. Jesús lo ama, yo lo amo, los niños lo aman, pero sobre todo Dios lo ama, aquel Dios que a menudo y de buena gana se hace presente en medio de vosotros. Él lo sabe todo y escucha con mucho amor y paciencia a todas las personas que lo invocan. Invocad también vosotros al Omnipotente: "Dios, Dios mío, ayúdanos, ayuda a cada uno de nosotros, ayuda a las personas enfermas y a los que están en el hospital, Tu puedes hacerlo". Dirigíos a Dios con sencillez, con amor, como Jesús hablaba a los niños y a los grandes, con amor. Esta noche volveremos al Jordán.

Marisa - Entonces esta noche como. Sí, está bien.

Nuestra Señora - Esta noche tendremos mucho que hacer, porque de allí iremos al Nepal para ayudar a las familias. Será una noche larga, pero vosotros no os daréis cuenta cuando es de día y cuando es de noche, porque habrá siempre luz; todo será iluminado porque Dios está con nosotros.

Cuando veáis la luz, decid enseguida: "¡Qué hermosa luz, cuánta luz!". Dios os ama. Corregid vuestros defectos, ayudaos el uno al otro y si alguno quiere hacerse el amo, porque pretende saberlo todo, dejadlo estar. Recordad que no es difícil ir al Paraíso, pero hace falta mucho amor. Si no amáis, no iréis al Paraíso.

Marisa - Nosotros, todos los aquí presentes, ¿iremos enseguida al Paraíso?

Nuestra Señora - Marisella, has hecho una pregunta indiscreta... no te lo puedo decir; de dos estoy segura, pero no puedo nada de los otros. Sé más silenciosa y escucha.

Marisa - Está bien, gracias por haber venido, gracias por las bonitas palabras y gracias por la ayuda.

Villetta Barrea (AQ), 2 septiembre 2007 - hora 1:47 p.m. (Narración de Marisa)

Marisa - Antes que llegue Nuestra Señora tengo que decir algo que quizás no sabré explicar bien, porque no tengo un lenguaje tan desenvuelto como el Obispo. He pasado una noche muy dura y difícil, pero he sido ayudada también por Jesús. A pesar de su ayuda, los dolores se han dejado sentir de manera muy fuerte. He sabido que se han salvado muchas almas que vivían desde hacía mucho tiempo en pecado mortal y muchos jóvenes que estaban en... ¿cómo se llama el sitio?

Obispo - Loreto.

Marisa - Cristo que estaba en cruz me ha pedido que sufriera esta noche por el Papa. Yo me he rebelado un poco y he respondido: "me habías dicho que no tenía que sufrir más por los sacerdotes, sino por los laicos, por los jóvenes y los niños. ¿Cómo es que ahora me pides esto?"

Jesús con la cabeza inclinada y con los ojos llenos de lágrimas me ha dicho: "Marisella, ayúdame".

El sufrimiento ha sido continuo y tremendo durante toda la noche. He tenido dolores que no deseo ni siquiera al peor enemigo y que me han quitado la vista. He estado ciega durante bastante tiempo. Los dolores aumentaban, las espinas se clavaban en la frente y los clavos entraban en las manos y en los pies y he dicho a Jesús: "Que sea como Tu quieres" y he aceptado. No se si sólo por esta noche o me dará todavía tanto sufrimiento otras noches. Espero que no sea así porque no podría. Quizás no os lo he pedido nunca, pero ahora os pido que recéis un poquito por mi, para que tenga la fuerza de aceptar todo esto, porque me parece imposible que antes Jesús me haya dicho que no tendría que sufrir por los sacerdotes y luego además me ha pedido que sufra por Ratzinger. Os he contado lo que me ha sucedido esta noche con palabras mías, porque no soy capaz de hablar bien.

Obispo - ¿Tienes que sufrir por su conversión?

Marisa - No me ha dicho nada, no sé si es para su conversión. Jesús ha esperado mi "Sí" de rodillas delante de mi, y yo al final he dicho: "Sí". Creo que se lo habrías dicho también tu.

Obispo - No lo sé.

Marisa - Creo que cualquiera le habría dicho que sí al final, porque ¿cómo puedes decir que no a Cristo que está de rodillas y que llorando te pide ayuda? ¿Cómo haces para decir que no? He necesitado un buen rato antes de responder, no he respondido enseguida, porque he pensado en todas nuestras conversaciones, y en todo lo que me había dicho Dios, que la misión del sufrimiento por los sacerdotes se había terminado. He estado bastante tiempo reflexionando. Pero ¡qué tiene que reflexionar una ignorante como yo! Y he dicho que sí.

Villetta Barrea (AQ), 2 septiembre 2007 - hora 1:57 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - No, Marisella, quería que primero acabaras tu discurso. Ha sido un discurso muy sencillo, pero comprensible; no te preocupes.

Mis queridos hijos, lo que ha dicho vuestra hermana se ha repetido tantas veces y continúa repitiéndose. También en mis tiempos se presentaban estas situaciones. Yo estaba en el punto de mira porque estaba en gracia. El que no estaba en gracia era tratado bien, pero a mi esposo José y a mi no nos trataban bien, especialmente nuestros parientes. Por tanto no os tenéis ni que alarmar, ni preocupar si el mundo continúa siendo así. Dios ha creado un mundo hermoso, ha creado el mar, los ríos, las flores, las montañas y todo lo que es hermoso, pero el hombre lo ha ensuciado y destruido. ¿De qué modo? El que es orgulloso, el que abusa del poder, es tratado con respeto. Pero vosotros combatís el orgullo y la soberbia, cultiváis el amor hacia todos y ayudáis a todos.

Yo he sentido muchas cosas respecto a mi. Me han criticado, porque había tomado a un hombre mayor que yo o decían que me había casado con él porque era guapo. No sabían que Dios me había dado a este santo hombre, este santo Hijo para conservar mi pureza, mi virginidad. Esto el mundo no lo comprende, no lo entiende. Si uno de vosotros se comporta bien, no es comprendido, es juzgado mal. Vosotros ¿pensáis que entre los apóstoles no tenían celos? Sí, tenían un poco, pero conseguían corregirse, amarse y quererse. ¿Creéis que todas aquellas personas que corrían detrás de Jesús eran discípulos fieles y dóciles? No. Corrían detrás de Jesús por interés, por hacer ver que estaban con Él; había muchas personas que no lo amaban. Pero Jesús los miraba fijamente y los amaba a todos, como hizo con el joven rico, que no comprendió nada. Cuando Jesús le dijo que vendiera todas sus posesiones y que lo siguiera, se marchó triste. Cuando Jesús os pide algún sacrificio o alguna renuncia, estad tranquilos no os pide grandes cosas, hacedlas, decid sí a Jesús. Él os ama a todos. Ama con un amor infinito al Obispo, que alguna vez le pregunta: "Jesús, ¿me amas?. Sí, Jesús ama al Obispo, os ama a vosotros jóvenes y a los adultos. El amor lo vence todo y os lleva al Paraíso.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Villetta Barrea (AQ), 6 septiembre 2007 - hora 7:58 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Yo sufro por estas heridas que antes eran invisibles, luego se han vuelto visibles y finalmente de nuevo invisibles. Se han abierto delante de todos de un modo tan... cruento que creía que enloquecía. Ahora que son invisibles sufro más, pero estoy contenta, porque no se ven. Quería solamente saber: ¿cuándo me quitarás estos dolores que me quitan la respiración? Hoy he estado todo el tiempo encerrada aquí dentro, me falta el aire, me falta el cielo, y a pesar de todo, he trabajado y rezado con mis hermanos.

Jesús - Marisella, estate tranquila, antes de la cena te quitaré los sufrimientos de los estigmas, pero los otros dolores forman parte de la naturaleza humana.

Marisa - Te doy las gracias, Jesús. Si me haces estar bien estos tres últimos días, estaremos todos contentos.

Jesús - Marisella, ¿quién ha pedido sufrir por aquellos dos jóvenes? ¿No has sido tu? Y yo te he dicho que sí. Tu dices que sí cuando Yo te pido algo y Yo te digo que sí cuando pides algo.

Marisa - ¿Entonces que tengo que hacer? ¿No tengo que sufrir por mis jóvenes?

Obispo - Oremos, Jesús.

Marisa - Sí, oremos por los dos jóvenes y por todos los otros enfermos, oremos también por Marisella, para que esté bien estos tres últimos días, como el Obispo, mi queridísimo hermano y amigo, desea.

Obispo - Jesús, si Tu quieres, rezaremos toda la noche.

Jesús - No. Por la noche tenéis que dormir.

Marisa - ¿Nos ayudarás a dormir? Esta noche me he dormido después de las cuatro. Mi dormir no es tranquilo, porque tengo que levantarme a menudo para ir al baño; todas estas interrupciones me hacen perder el sueño. Aunque me vuelva a dormir, no descanso las horas que un cristiano tendría que dormir. Yo no quiero dormir las horas del puerco, pero ni siquiera las del asno, quiero dormir un poquito más porque tengo necesidad. ¿Has visto que he hecho hoy durante todo el día? He dormido en el sofá y he ido a la cama cuando los otros se han ido a comer. ¿Esta noche dormiré?

Jesús - Esta noche dormirás, Marisella. El principio del descanso para ti siempre es difícil, porque se tiene que poner un poco de orden en todo tu cuerpo, pero verás que te dormirás. De todos modos verás que antes de la cena ya no tendrás los sufrimientos de los estigmas.

Marisa - Perdona, Jesús, si me permito, este dolor tan atroz me atormenta la cabeza, la espalda, los pies y las manos. ¿No podrías, ya que apenas quedan tres días, hacerme estar un poquito mejor?

Jesús - Sí, está bien, estos tres días estarás mejor, no bien, mejor. ¿Vale así?

Obispo - Gracias, Jesús.

Marisa - Jesús, si lo dices tu… Claro que si me hicieras estar bien del todo, sería mejor, pero contentémonos. Quería decirte que volviendo a Roma, tenemos grandes dificultades. ¿Podrías ajustar la situación? Jesús - Marisella, te prometo que trataré de ajustar también esta situación, pero acuérdate que es muy difícil.

Marisa - Cuando me lleves. ¿sabes que el Obispo tiene que ir a descansar?

Jesús - Sí, sí, es justo, es justo así.

Marisa - Tengo el corazón lleno de cosas para decirte y ahora no me acuerdo de nada más, pero lo que me importaba era si tu aceptabas la propuesta del Obispo: estar mejor los últimos tres días de nuestra permanencia en la montaña.

Jesús - Aceptaré lo que ha pedido el Obispo pero después, estate tranquila. No digo que estarás bien al 100%, no puedes, porque tu cuerpo está muy enfermo. Algunas personas que están a tu lado no se dan cuenta de cuan enferma estás.

Marisa - ¿Sabes que no me doy cuenta de que estoy tan enferma? A mi me parece que estoy mejor. ¿Verdad, Jesús?

Jesús - Sí, estás mejor, si esto te conforma.

Marisa - Sí, a mi me parece que estoy mejor, si quitamos los dolores que me llegan de improviso. El Obispo dice que no y yo digo que sí. ¿Tu que dices?

Jesús - Sí, pienso como tu.

Marisa - Gracias, Jesús. (Marisa manda varios besos a Jesús) ¿Saludas de mi parte a mi madre de la Tierra, a mi Madre del Cielo, a S. José, a los sobrinos y a todos aquellos niños africanos que te he traído arriba? Salúdalos a todos. Adiós, Jesús, gracias, mil gracias, gracias también de parte del Obispo; espero que esté contento. Sí, adiós. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Jesús, eres mi esposo dilecto. ¿Estás contento, "Iaio"?

Obispo - ¡Feliz! Digamos enseguida la S. Misa en acción de gracias.

Villetta Barrea (AQ), 8 septiembre 2007 - hora 6:00 p.m. (Carta de Dios)

Natividad de la Bienaventurada Virgen María

Obispo - Señor, Dios Uno y Trino, Dios Papá, Dios Amigo, si tuviera que sacar las conclusiones de este período de vacaciones, tendría que decir, honestamente, que ha habido ayuda, sobre todo durante las noches y en algunos momentos de emergencia del día, pero no volvemos a Roma descansados, como esperábamos. Estamos cansados, ninguno de nosotros puede decir que vuelve a Roma tranquilizado. Marisa sostiene este encuentro contigo, querida Mamá, sólo por nosotros. Yo no lo habría querido hacer porque sé en que condiciones está, pero me gusta que hayas venido y sobre todo si la ayudas a ella.

Ya sé que no hace falta hacer preguntas, pero alguna que se refiere a nosotros es legítimo hacerla. ¿Cómo lo vamos a hacer para empezar un nuevo año en estas condiciones?

Claro, como has dicho tantas veces, si tu no nos hubieses ayudado habríamos sucumbido, tirados en la cama, sin fuerzas, pero en nuestras condiciones ¿cómo es posible trabajar y dar lo mejor de sí mismo?. Mi Dios, yo te hago esta pregunta. Tu conoces también todos los otros problemas de nuestra casa, sabes lo graves que son, lo difíciles que son. ¡Todas nuestras cruces, mi Dios, son pesadas! ¿Nos puedes quitar alguna? Si no es este el momento de respondernos, yo espero, dinos Tú cuando y Te escucharemos, como hemos hecho siempre. Nos gustaría alegrarnos, demostrar a todos nuestra alegría y felicidad, pero como ves, Marisa esta sin fuerzas y yo ya no puedo soportar más nuestra situación, que me esfuerzo en vivirla en la oración y en el abandono a Ti. Dios mío, ¿cuándo acabarán nuestros sufrimientos? He dicho que no tengo miedo de luchar, estoy dispuesto a luchar con todos los enemigos, que son muchos y poderosos, como ha dicho la Madre de la Eucaristía el domingo, pero no tengo fuerza para resistir a ciertas situaciones familiares, que me perjudican el físico y me hieren el alma.

Tu has dicho que hemos convertido muchas almas, sobre todo ella con sus sufrimientos, ayudado a las personas de la comunidad a superar momentos difíciles y críticos y dado nuevas energías a la Iglesia, para que pueda renacer y triunfar. Jesús, Tu has dicho: "Cuando hayáis hecho lo que teníais que hacer, decid: somos siervos inútiles", ea, nosotros nos sentimos siervos inútiles. Sólo Tú, mi Dios, eres necesario, sólo Tu, mi Dios, eres importante. Claro que, si nos has llamado a vivir y a cubrirnos de responsabilidades, quiere decir que tienes confianza en nosotros y nosotros trataremos de merecerla, pero mi Dios ayúdanos, y como los apóstoles, no grito, porque ya no tengo más fuerzas, pero murmuro: "Señor, despierta, que perecemos". De todos modos, mi Dios, a Ti la alabanza, la gloria y el honor por todos los siglos de los siglos. Amén.

Nuestra Señora - Ahora respondo a mi santo Obispo en nombre de Dios. Habéis sido muy ayudados, las dificultades eran grandes y numerosas, porque Marisella no está nada bien. Ayer dije que no le dierais medicación y está mejor. Mañana volvéis a casa y esta pobre criatura del Cielo no saldrá más. ¿Quién la sacará fuera? Nadie. Hay que subir y bajar escaleras. Nosotros no podemos sanarla del todo, porque Dios lo ha decidido así. Pero la ayuda le ha sido dada, una ayuda que no habéis reconocido hasta el fondo, porque veis a vuestra hermana enferma sufriendo siempre y sufre mucho, mucho. ¿La habéis oído quejarse alguna vez por el dolor? Si alguna vez lo ha hecho, es porque también ella es una criatura humana.

Marisella, el Cielo está preparando algo grande, como ya te he dicho. Ahora estás rezando por Gigi Sabani y por Luciano Pavarotti, para que vengan al Paraíso.

Nuestro santo Obispo tiene que prepararse para las alturas estupendas. Es justo cuando dices que te gustaría llevártelo contigo. Humanamente hablando es justo, porque sabes que al principio sufrirá mucho. Pero si te lo llevas, ¿quién arreglará y hará renacer la Iglesia?

Marisa - Tu y Dios. Perdona, me ha salido del corazón. ¿Por qué tiene que arreglar él la Iglesia? Ya ha sufrido mucho. No ha descansado ni siquiera un solo día. Déjale descansar un tiempo, así se repondrá y luego mandadlo a las alturas estupendas. ¿Está contento el Señor Dios? Pedídselo si está contento.

Nuestra Señora - Marisella, Dios está contento con todo, con tal de que no hagáis el mal, con tal de que no pequéis. Son los pecados los que ofenden a Dios, no estas manchitas, ni estas rabietas que tienes tu.

Marisa - Un momento, yo no me he enrabiado esta tarde, he dicho con todo el corazón: "Tu y el Señor Dios poned en su lugar a la Iglesia", el Santo se va a descansar y yo, espero, vengo al Paraíso, pronto, pronto, pronto.

Nuestra Señora - También alguno de los apóstoles en su corazón decía esto. Quería morir, marcharse, porque estaba cansado de soportar tantos sufrimientos y a las personas que hablaban mal. Yo escuchaba lo que decían, pero la decisión de llevárselo la tomaba Dios.

Marisa - Virgencita, mañana estoy en mi casa, que es también casa tuya. Ve a ver que puedes hacer. Dile al Señor Dios que necesito mucha ayuda, porque si estoy bien, el señor Santo aquí presente, más que santo, está bien también él.

Villetta Barrea (AQ), 9 septiembre 2007 - hora 11:00 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Cómo es que has venido vestida de fiesta?

Nuestra Señora - Ayer fue mi fiesta, pero también hoy Dios Padre ha querido que estuviésemos todos vestidos de fiesta.

¿Os acordáis que San Pablo persiguió a los cristianos y los hizo matar?

En el camino de Damasco se le apareció Jesús, cayó del caballo y se quedó ciego. Después le fue restituida la vista, fue ordenado Obispo y empezó a predicar por la ciudad y de una región a otra. No se preocupaba para nada de los que le perseguían y lo maldecían, sino que continuó adelante convencido de que Jesús es el Salvador. Estoy segura de que vosotros conocéis a San Pablo, porque vuestro Obispo os habla mucho de él. Y aunque persiguió y mató a los cristianos, hoy es santo. Os he dicho esto para haceros comprender que cada uno de vosotros puede convertirse en santo. No hay necesidad de hacer grandes cosas para llegar a la santidad, basta hacer bien las pequeñas cosas. Dios llama a todos a la santidad. Cuantas personas que no estaban en gracia, se han convertido, han realizado obras buenas, ejercitado la caridad y socorrido a los pobres; por esto Dios les ha abierto el Paraíso.

Así también vosotros actuad con amor. Dios no os ha llamado a hacer grandes cosas. Uno se puede volver santo haciendo pequeñas cosas. Yo estaré al lado de los que se comportan de este modo. Mis queridos hijos, mis palabras son sencillas, pero ricas en amor: obedeced, haced la voluntad de Dios, amad al prójimo y a los que tienen necesidad, y os daréis cuenta de cómo todo se vuelve fácil. Yo os quiero conmigo en el Paraíso. Gracias si respondéis a esta llamada. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños, a todas las familias y al pequeño cenáculo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Marisella, sabes lo que te espera, es inútil hablar de ello. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

(Marisa está mal)

Marisa - Dime tu que tengo que hacer, que tengo que comer.

Nuestra Señora - ¿Vas a vomitar, Marisella?

Marisa - No sé que decirte, he hecho todo lo que he podido. He probado un poco de alimento, pero me dan ganas de vomitar. ¿Qué tengo que hacer? He comido tres …

Obispo - Macarrones.

Marisa - He comido tres macarrones.

Nuestra Señora - Poco. Si quieres tener calorías, si quieres estar un poquito junto a los demás, tienes que comer algo más y beber. Tu ni bebes ni comes.

Marisa - He probado la ensalada: es amarga. Tengo la boca con mal gusto ya de por sí

Nuestra Señora - No hay una persona adecuada para ti, el Obispo no te puede hacer comer, no es su trabajo.

Marisa - No tengo a nadie que me pueda ayudar. Ahora como un flan, con la esperanza de que vaya para abajo, porque el estómago me duele. Tengo acidez dentro. ¿Tengo que discutir también contigo?

Nuestra Señora - Tienes que afrontar un viaje, Marisella.

Marisa - Me duele el estómago. Ahora probaré un flan, pero basta porque no puedo más. Ahora me duele el estómago, el páncreas, el colon, todo me duele.

Si ha llegado mi momento, decidmelo, os lo ruego. Tened un poco de compasión y de piedad por mi. Tu hablas de caridad y yo te pido compasión y piedad.

Obispo - Dirijámonos a Dios Papá.

Marisa - Ve, pregunta a Dios Papá a ver que puedo hacer. Pues si ha decidido que ya ha llegado mi hora, sea bienvenida. No podéis hacerme comer cosas que me hacen daño. Está bien, adiós. Yo lo pruebo. Entretanto ve ante Dios Papá a pedírselo. ¿Por qué me duele así el estómago? No he tenido nunca un dolor tan fuerte.

Obispo - ¿Por qué insisten en que tienes que comer si no puedes?

Marisa - Porque tengo frío, no tengo calorías.

Obispo - Dios Papá ¿no puede intervenir de manera extraordinaria?

Marisa - Le he dicho que vaya ante Dios.