Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Año Social 2000-2001

3.000.000.000 de almas convertidas

Los mensajes de Dios son traducidos por un miembro de la comunidad, quien no es un traductor profesional. S.E. Mons. Claudio Gatti reconoció el origen sobrenatural de las apariciones (Decreto del 14/9/2000), pero el dió la aprobacion eclesiastica solamente a los mensajes en italiano, para que el no es responsable de errores hechos sin querer de el traductor

Mensajes de Octubre del 2000

Roma, 1 octubre 2000 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios traída por el Espíritu Santo)

Dios Espíritu Santo - Hoy he venido Yo, la tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo, para hablaros de Mí. El Espíritu Santo

viene y sopla donde quiere, llama a las almas, da los dones y ningún hombre de la Tierra puede decir: "A mí sí y a él no". Nosotros elegimos a quien dar los dones. Somos Nosotros, Dios Uno y Trino, quienes mandamos los dones. Como el viento, el Espíritu Santo sopla como, donde y cuando quiere, a El ninguno le da órdenes. Pero a veces, mis queridos hijos, se tiene la impresión, o es realidad, que alguno pretende de Dios alguna cosa que no está en Su mente.

Hemos llegado al punto en que el hombre ordena a Dios. María, Madre de la Eucaristía, en la carta que os ha dado, ha dicho: "Dios se relega al segundo lugar; no por vosotros, sino por la autoridad. Según los hombres, primero viene la autoridad eclesiástica y después Dios. Sus mandamientos, los preceptos de la Iglesia, no se respetan, no se observa el sexto mandamiento y quien cumple el tercero lo hace por hábito".

Vosotros no podéis imaginar cuantos y cuantos hombres no respetan el sexto mandamiento y cuando digo hombres se entiende también mujeres. No se respeta ni siquiera al enfermo.

Hoy querría pararme en mi discurso y hablar sobre los ancianos. El niño es mimado, tomado en brazos y tratado como un muñequito, en cambio el anciano se pone a parte, se acuerdan de él una vez al año, quizás dos. ¿Cuántas personas ancianas son puestas de lado y viven solas? Los hijos no tienen tiempo, tienen cosas que hacer, están muy ocupados y la mamá y el papá los esperan. ¿Es necesario que el anciano muera para que todos se reúnan en torno a él?. Este es un grave pecado.

Mis queridos hijos, vosotros sabéis que la carta que doy aquí se dirige a todo el mundo, a todos los hombres de la Tierra. Intentad visitar al anciano: llora, tiene muchos hijos, pero no van a encontrarlo, está solo. Intentad estar a su lado una horita. El anciano se cansa, no siente, el anciano no comprende; oh no, él comprende a veces más que los hijos. Y cuando el anciano no comprende, necesita que lo amen igual y que estén a su lado, regaladle un poco de tiempo.

Nunca os he hablado así del anciano, pero Dios Padre ha querido que hoy hablase de él.

María cuando se murió era anciana y no estaba nunca sola. Elisabeth, santa Elisabeth, la madre de Juan Bautista, murió anciana; Zacarías murió anciano. Hoy, los hombres piensan en sí mismos, ya lo tienen todo. ¿Qué es el anciano para ellos?. Nada, cero, ya ha vivido sus años. No, nosotros no lo pensamos así. El anciano ha de ser respetado, tiene necesidad de compañía, de alguno que lo vaya a ver y éste alguno deben ser los hijos, los parientes, que no se acercan. Ellos no pueden tener amigos porque son ancianos, los parientes están ocupados por el trabajo. Cuantos pobres ancianos son llevados a los hospitales, especialmente cuando vienen de países lejanos.

El tema es siempre el mismo: falta la caridad. Y cuando ésta falta, falta todo: podéis hacer muchas limosnas, podéis ayudar a muchas personas, pero si no amáis, si no tenéis caridad no habéis hecho nada. Leed la carta de San Pablo: "Podéis hacer todas las cosas bellas de este mundo, pero si no tenéis caridad no habéis hecho nada". Yo que soy el Espíritu Santo, que soplo donde quiero, digo a tantas mamás, papás y jóvenes: id con ellos, dadles una hora de vuestro tiempo y Dios bendecirá este trabajo vuestro, que no es otro que un acto de caridad, e incluso un deber.

Mis queridos hijos, esta carta ha abrazado varios puntos: primero ha habido un mensaje privado y después la carta de Dios; Nosotros sólo pedimos amor, vosotros pedís la paz, pero sois los primeros, entre vosotros, en no darla.

Permitidme felicitar a la abuela Yolanda, mañana es su cumpleaños. Esta mujer está inmersa en la oración y en el dolor y nadie sabe cuánto sufre y cuánto ora. Son 94 años de sufrimiento y de oración. Ora por sus hijos, por sus sobrinos, por todos vosotros aquí presentes, ora por el que le pide que ore por él y sus oraciones son mayormente por el obispo. Felicidades abuela Yolanda, gracias por lo que haces por la Iglesia, por el obispo, gracias por las oraciones que haces por tus hijos, por tus sobrinos, por todos.

Nuestra Señora - El Espíritu Santo se ha ido y eso que ha dicho Dios Espíritu Santo es muy importante, aunque haya tocado tantos puntos brevemente. He venido para felicitarte a ti, abuela Yolanda, felicitaciones de santidad por todas las oraciones, por todos los sufrimientos que vives por la Iglesia, por tus hijos, por todos, sobretodo por tu obispo. Cuando alguien entra en la habitación le dice: "Este rosario lo estoy diciendo para el obispo"; verdaderamente dice: "Su Excelencia". Nos alegramos de esto. Continúa orando por Su Excelencia, tiene mucha necesidad. Y vosotros todos aprender a amar y después orar, aprender a respetar y después orar. Gracias.

Junto a mí y vuestro obispo os bendigo, a vuestras personas queridas, vuestros objetos sagrados. Mando un beso a los niños y a los niños que están todavía en el seno materno.

Os traigo a todos dentro de mi Corazón y os cubro con mi manto materno.

Gracias, Marisella, por la pasión que estás viviendo.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Se ha ido, Don Claudio.

Roma, 7 octubre 2000 (Carta de Dios)

(Jesús trae una carta reservada a Don Claudio y Marisa)

Nuestra Señora - Después que habéis recitado el santo Rosario ha venido Jesús a hablar a mis dos hijitos. La carta es bonita y fea, porque contiene un secreto que a su tiempo será desvelado.

Mis queridos hijos, permaneced junto a vuestro obispo, no lo abandonéis. Me dirijo especialmente a vosotros jóvenes y no tan jóvenes: tratad de ayudarlo, no lo dejéis nunca, necesita vuestra ayuda. Al igual que vuestra hermana da todo su sufrimiento a Dios para vuestro obispo, para vosotros aquí presente, para los niños y para los que están en el seno materno, así vosotros ayudad con vuestra oración.

Hoy es la fiesta de la Virgen del Rosario, pero yo estoy aquí como Madre de la Eucaristía, porque -repito- este es el nombre más hermoso y más grande; yo soy la Madre de Jesús Eucaristía. Os habéis dado cuenta, mis queridos hijos, que ahora todos comienzan a hablar de ella, todos la conocen, pero no citan la fuente. Este título, Madre de la Eucaristía, viene de aquí, del lugar taumatúrgico que Dios ha escogido. Aquí se aparece la Madre de la Eucaristía.

No digo más, porque quiero que el sacerdote de alguna explicación sobre los que todavía continúan, a través de una radio católica, hablando mal de este lugar.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados, a los niños, a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo muerto por todos para abriros el Paraíso, de Dios Espíritu Santo. Invocad al Espíritu Santo como estáis haciendo cada tarde. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós

Nuestra Señora - ¿Estás preocupada porque el mensaje es breve, Marisella?

Marisa - Si, ¡pero primero nos lo ha dado largo Jesús!.

Nuestra Señora - Y bien que hable el obispo. Felicidades, Excelencia. Gracias.

Marisa - Oye, ¿vendrás como hacías alguna vez, durante la noche a hablar?. ¿Te acuerdas cuando hablábamos, reíamos y cantábamos juntas?. De todos modos no nos oirá ninguno; ni siquiera han oído el despertador que sonaba a toda pastilla esta noche. Está bien. Adiós, Madre de la Eucaristía. Adiós. Se ha ido, don Claudio, Excelencia.

Roma, 8 octubre 2000 - h.10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy me festejan en San Pedro, pero yo estoy con vosotros, yo siempre estoy con vosotros. Vuestra hermana está enferma y también vuestro obispo no está bien. Después de haber oído su breve historia, podéis comprender algo más, ¡cuán grande es el sufrimiento de estos mis dos hijitos!. Os invito a orar, a no desanimaros, a ir hacia delante amando a mis dos queridos hijitos y orando por ellos.

Os preguntaréis: "¿Por qué nuestra hermana sufre siempre?. Para la salvación de las almas. Dios quiere que la mitad del planeta Tierra se convierta, pero esto no sucede. Vosotros tenéis el privilegio de orar por las conversiones: tenéis tantos parientes, amigos, conocidos que deben convertirse. Orad por todos los sacerdotes, grandes y pequeños. Podéis, en cualquier momento, orar y pedir ayuda a Dios que continúa ayudando a este plantea Tierra, porque de otro modo haría agua por todas partes. ¿Os habéis dado cuenta ya cuando hay algo grande en San Pedro, yo estoy con vosotros: cuando San Padre Pío fue beatificado, él estaba con vosotros y hoy está a mi lado con todos los ángeles y santos. No olvidéis nunca que también mi amado esposo José está siempre conmigo. Yo obedezco siempre a Dios: cuando me da la carta para traerla, yo vengo, aunque a veces el contenido no es muy alegre; pero Dios os ama, os estima, os quiere bien. En un grupo de personas siempre hay alguno que no va bien, pero vosotros no preguntéis quién es, orad solamente; cuando os acordéis que alguno no funciona, no os dejéis llevar; no critiquéis, no juzguéis, a menos que la falta sea grave. Padre Livio habla mal del obispo y de la vidente. Radio María está en contra de vosotros. Mañana, ¿qué tendrán este Padre Livio, Camilo Ruini y todos los otros que le siguen? ¿Qué tendrán? Ahora se alegran, porque tienen el poder, lo tienen todo, pero si vosotros creéis en el Paraíso y en el Infierno podéis comprender cuál es el camino que siguen.

Gracias, gracias por vuestra presencia. A ti, hija mía, ánimo, ánimo; tu dolor moral y físico, no es comprendido por todos, pero nosotros estamos contigo. Cuando Jesús te ha dado la comunión has dicho un no; ¿no estabas contenta de recibir a Jesús?

Marisa - Si, tu lo sabes, yo no me retiro del sufrimiento, pero humanamente hablando, me gustaría estar con el pequeño rebaño, orar junto a ellos y en cambio Dios quiere que me quede recluida entre estas cuatro paredes. Es duro decir que sí, pero no soy capaz de decir que no. Ayúdanos a todos, pero sobretodo a tu obispo. Vosotros habéis querido que fuese obispo. Dios lo ha ordenado obispo, pero cuánto sufrimiento, cuanta incomprensión, cuánta maldad en torno a nosotros. ¿Por qué? ¿Es un pecado amar al prójimo?.

Nuestra Señora - Tienes razón, hija mía.

Marisa - Yo no sé si hoy te veré aún, pero estoy muy cansada. Gracias de todos modos; dile a Jesús que no las tenga conmigo porque yo le amo a pesar de todo.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los enfermos, a la abuela Yolanda. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno, que extiendo sobre todos los hombres de la Tierra. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Mi madre quiere decirte algo. ¿No has dicho que querías decir algo a la Virgen?

Abuela Yolanda - ¿Está todavía aquí? Virgencita, yo sufro mucho por mi hija, haz alguna cosa por ella que sufre mucho. Gracias, Madre.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. ¿Te veré aún?. Porque lo necesito. Adiós. Se ha ido.

Roma, 15 octubre 2000 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

San José - Dios me ha llamado a mí esposo de la Madre de la Eucaristía, humilde y simple operario y me ha dicho: "José, ves tu a llevar la carta a mis hijos". Dios os dice que el privilegio que os ha dado a vosotros no lo ha dado a ninguno; ninguno goza de tantas apariciones, recibe tantas exhortaciones maternas, es destinatario de la corrección fraterna y de tanto amor como vosotros. Jesús desde su nacimientos hasta hoy no ha buscado nunca cosas pomposas, ha hecho sólo la voluntad del Padre. También mis dos hijos hacen siempre la voluntad del Padre, como vosotros. Cierto, la naturaleza humana a veces se rebela, refunfuña, se lamenta, pero es normal, porque vivís sobre el planeta tierra. Debéis tratar de ayudaros recíprocamente; cuidado: no mimaros mutuamente, sino ayudaros. Alguno piensa exclusivamente en su familia, aunque no consigue dar buenos consejos, porque hay mucha diferencia entre padres e hijos. Alguno alarga la mirada más allá y llega a los amigos, a los parientes. Alguno se dedica completamente a vosotros. Cuando hay una exhortación, una corrección que hacer, el obispo debe hacerla, no puede callar, faltaría a la caridad en vuestros enfrentamientos y faltar a la caridad no es bonito.

Fe, esperanza, caridad. La fe se adquiere orando, la esperanza da la certeza de ir a gozar de Dios, la caridad permanece siempre, incluso cuando Dios os lleve al Paraíso: Dios es amor. No hay ninguna otra persona que ame como Dios.

Mi amada esposa os ama, os corrige, os hace correcciones maternas, porque Dios quiere esto. Vosotros, a veces miráis solamente las personas que están a vuestro lado y sois rápidos en decirles todo. En cambio no habláis a Dios porque no lo veis. Hablad con Dios, pero antes de hablar con El, amad al prójimo; no digo solo vuestro núcleo familiar, no digo amigos y parientes, sino a todos. Debéis amar a todos, especialmente a los que tienen más necesidad, que sufren, que están solos y abandonados y me refiero a los ancianos y a los pobres. Cuantos pobres hay en el mundo.

Dios esperaba que la mitad de los hombres del planeta Tierra se convirtieran, desgraciadamente no ha habido estas conversiones. Es inútil que los diarios escriban que millones y millones de personas se han reunido por un día, después todo se acabó. Vosotros en cambio sois muy afortunados porque siendo pocos podéis ser guiados mejor por el sacerdote. Cuando hay tanta gente, ¿cómo se hace para seguir a quién se comporta bien o mal? Ya os he dicho que cuando hay muchas personas suceden discusiones, alguna vez litigios y se empujan. Los que han organizado estas reuniones oceánicas ¿qué tienen? ¿la gloria? Pero la gloria es de Dios y también vuestra si estáis unidos a El. Para estar unidos completamente a Dios debéis amar a los hombres de la Tierra. ¿Para que os sirven los tesoros y los millones si después perdéis el alma? La radio católica recibe muchos millones al año, el Vaticano tiene tesoros, los hombres de la iglesia tienen casas y villas, mientras hay niños que mueren de hambre y no tienen medicinas. Hay guerras por todas partes; se mata a un hombre como si fuese una hoja de hierba que debe ser cortada en dos. ¡No! Dios os ha escogido para esta misión y no puede abandonaros, pero no puede no exhortaros cuando hay algo que no funciona. Vosotros inclinad la cabeza y decid: "Dios mío, es verdad, ¡me he equivocado!".

¿Vosotros pensáis que vuestra hermana no sufre cuando no puede bajar? Hoy estaba dispuesta a bajar, pero el tiempo no lo ha permitido. A causa de su enfermedad no puede estar en medio de las personas o salir fuera si el tiempo está feo.

Sois siempre los privilegiados en comparación a millones de personas que van de un santuario a otro y gastan dinero. Tienen grandes iglesias, ¿vosotros qué tenéis?, un cobertizo que cuando llueve no puede ni siquiera ser utilizado; pero esto no es importante, lo importante es amar.

Dios ha hecho muchas promesas y las mantendrá, creedme, pero espera la conversión de los hombres. Grita cada vez: convertiros y amaros. Buena Santa Misa a todos. Una felicitación a aquella... y a las gestantes. Yo, cuando mi amada esposa esperaba al Niño Jesús, a menudo acariciaba su vientre y mientras nuestras manos se cruzaban, alzábamos los ojos al cielo hacia Dios y recitábamos los salmos. Esta es la belleza de la maternidad: unir al hombre y la mujer acariciando al pequeño niño en el seno materno.

Gracias mis queridos hijos, por vuestra presencia. A pesar que el tiempo no es bueno habéis venido a escuchar la carta de Dios y Dios un día os bendecirá.

Nuestra Señora - Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, los enfermos, los ancianos, los drogadictos, los encarcelados, los alcoholizados; cuantas y cuantas personas hay para bendecir. Os traigo a todos junto a mi corazón cubriéndoos con mi manto materno.

San José - La Madre está alargando su manto sobre cada uno de vosotros. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Gracias a Dios que me ha dado la posibilidad de venir a traeros su carta. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Adiós San José. Don Claudio está contento cuando vienes. Te has hecho ver solo una vez para él, ¡hazte ver siempre!.

San José - Cuando Dios querrá, me verá siempre.

Marisa - Adiós. Se ha ido, Don Claudio. San José estaba muy hermoso y no me miraba a mí, te miraba a Ti.

Don Claudio - Teníamos un feeling.

Roma, 19 octubre 2000 - h.5:15 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, la situación de tu salud se vuelve cada vez más crítica y esto que tienes ahora no es culpa de nadie, son situaciones naturales.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Ya que vuestra hermana no puede bajar, la Madre ha decidido que algunos vayan allí, pero no a su habitación, porque llegaría a faltar el aire y la situación se complicaría. Cuando el sacerdote lo decida, el que quiera, es libre de salir o no. Es un pequeño regalo que Dios ha querido hacer a cada uno de vosotros.

Os acordáis cuando Jesús dijo "Aprended a amar y después orar"? Debéis amar al prójimo, quien quiera que sea. Cierto, quien habla mal, quién repite calumnias y difamaciones no puede amar. Cuando cantéis el Magnificat, meditad la frase: "Derriba a los poderosos del trono y ensalza a los humildes" ¿Quiénes son los humildes? Son los que hacen la voluntad de Dios, siempre, en cualquier momento.

¿Qué tiene que decir todavía Dios que no haya dicho ya? Ha dicho tantas cosas, ha dado tantas cartas llenas de amor, de comprensión de caridad. El humilde es aquel que entra en el reino del cielo. Aquel que se siente alguien solo porque está arriba, ¿ha llegado? O no, delante de Dios son los humildes y los sencillos que tienen el primer lugar.

Dios ha elegido a vuestra hermana, dándole todos los sufrimientos que podía darle, para ayudar al prójimo, por la conversión de los creyentes, de los que dicen que creen, pero no creen. Cuantas veces he repetido: orad por los que dicen que creen, pero no creen. Hacen tantas cosas pomposas, buscan lo ostentoso, gastan millones, mientras millones de personas mueren de hambre; esto me hiere el Corazón. Esos dicen: "Pensemos en nosotros que estamos bien y en los otros ya pensará... Dios; A los pobres, a los niños que mueren donde hay guerra pensará Dios; nosotros entretanto tomemos lo que nos espera, tenemos la posibilidad de tener riqueza, ¿por qué privarnos?". Mi hijo Jesús ha muerto para reabriros el Paraíso, pero quién entrará en el Paraíso? Los que hacen la voluntad del Padre.

Marisa - Quiero encomendarte, Virgencita, a los enfermos. Tu sabes que tenemos muchos, incluso en nuestro pequeño rebaño; te encomiendo primero a nuestros enfermos y después a todos los que están en hospitales, todos los que sufren, los niños, los ancianos.

Nuestra Señora - Marisella, ¿en qué categoría te pongo?

Marisa - No lo sé, me das tantas vueltas como a un calcetín, ponme donde quieras. Tenía un deseo: el de bajar en medio de las personas, de mis hermanas y mis hermanos; este era mi gran deseo, pero Dios me ha privado también de esto. Que se haga su voluntad. ¿Qué otra cosa puedo decir?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sed humildes, porque solo los humildes entrarán en el reino del cielo. Se alabado Jesucristo.

Roma, 22 octubre 2000 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Ayuda a nuestros enfermos. Tu debes darles la fuerza a ellos, a los que están al lado de las personas que sufren y a los familiares, porque quien muere, si está en gracia, va al Paraíso, pero los que se quedan, los parientes y los amigos sufren más; ayúdalos a todos. Yo no sé si te veré todavía, si mi vida se acaba hoy. ¿No te veré más? Pero si quieres ayuda a los que se quedan y dales mucha fuerza.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Vuestra hermana desea dejaros este testamento espiritual de amor y de paz.

No estéis enfadados con nadie, no tengáis envidia ni celos por nadie; ya sabéis que la envidia lleva a la maldad y la maldad a la calumnia y difamación. Todo empieza con la envidia, envidia del hermano porque sabe hacer más, celos del pariente porque gana más, celos de cualquier cosa del hombre.

No seáis celosos. Vosotros sabéis que los celos llevan a la envidia y la envidia lleva a la maldad, a la esclavitud, a la calumnia y a la difamación. Vosotros ya conocéis la historia de estos mis dos queridos hijitos y vosotros sabéis que muchos sacerdotes, obispos, cardenales y muchas almas les han acusado, calumniado y difamado solo por celos y por envidia, aunque lo tenían todo: poder, dinero y cargos.

Vuestra hermana quiere dejaros este testamento espiritual: amaros siempre, ayudaros recíprocamente, no seáis envidiosos, no critiquéis, no confundáis la crítica con la corrección fraterna; la corrección fraterna se hace a todos, grandes y pequeños. Vosotros a menudo confundís la corrección fraterna con la crítica; el obispo cuando os llama la atención, os hace la corrección fraterna. El que no esté en su lugar y critica a su hermano tampoco él es digno de Dios, no es digno de su amor, porque Dios es amor, ama a todos, ama incluso a los que se comportan mal hasta el juicio, pero cuando llegue el juicio entonces será verdaderamente el llanto y el crujir de dientes.

Vosotros vivid discretamente, pero el que vive mal, muy mal no verá el mañana. Si antes de exhalar el último aliento un alma pide perdón a Dios y se une más a Dios, este alma se salva, el que muere en brazos de Dios está salvado. Vosotros debéis pensar mucho en este dicho: " Entre el bien y el mal, me conviene aceptar el bien"; debéis ser también un poco espabilados: "Si hoy debo morir, entre el mal y el bien, busco el bien, busco el amor de Dios".

Marisa - También yo, Virgencita, querría morir en tus brazos, cuando era niña me tomabas en brazos, me mimabas y jugábamos con los ángeles. Hoy quiero estar en tus brazos, porque a pesar de todo, te amo, te amo mucho. Si estos son sufrimientos naturales yo debo aceptar, no debo lamentarme, ¿no es verdad?.

Nuestra Señora - Si, pero lamentarse es humano, Marisella. Lamentarse por un dolor tan grande es humano, por tanto no debes preocuparte, laméntate pues, llora pues.

Marisa - Quiero estar en medio de tu rebaño y mío. ¿No será nunca un gran rebaño el nuestro?.

Nuestra Señora - Si, todo llegará para quién sabe esperar, por supuesto no lo digo por ti. Mis queridos hijos intensificad la oración. Cuando estéis en la Iglesia, no miréis qué hace vuestro hermano, si ora o no ora, si está sentado o en pie. Cuando escuchéis la Santa Misa para vosotros solo debe existir Jesús. ¡Qué hermoso es hablar con Jesús y escuchar la Santa Misa con profunda participación!. El alma cuando está en gracia, escucha a Jesús en su corazón y le habla como si Lo viese. Cuando estéis en gracia, hablad con Jesús y lo sentiréis en vuestro corazón. Tratad de verlo, de hablarle, de buscar y pedir ayuda, aquella ayuda que muchos hombres de la tierra no piden, aquella ayuda que muchos dicen que no necesitan porque se sienten seguros.

¿Habéis visto cuantos millones de personas han venido a Roma aquellos días, para festejarlos?, pero después ¿qué queda? Nada, nada. No se hacen cosas fastuosas, Jesús no ha enseñado esto, sino que se debe escuchar, meditar y poner en práctica el Evangelio. El encuentro bíblico deja mucho que desear; cuando hay alguna curiosidad que saber estáis presentes, cuando no hay no estáis presentes y el jueves no estabais presentes.

Tengo que decir que no habéis comprendido la importancia del encuentro bíblico, la importancia de conocer a vuestro Jesús. Conocerlo significa hablarle y esperar que Jesús hable. A veces, es mí impresión, parece que la carta de Dios entra por una oreja y sale por la otra y que no se pone en práctica cuanto Dios dice. Cuantas veces os he dicho: cuando salgáis de la Santa Misa meditad cuanto habéis escuchado en las apariciones, en las lecturas, en el Santo Evangelio, en la homilía; hablad de esto. No os paréis a hablar en la puerta, casi gritando, discutiendo de argumentos que no pertenecen a la espiritualidad.

No malgastéis el aliento, dejadlo para Jesús, dejadlo para el momento de la marcha; entonces comprenderéis qué importante es el amor, qué importante es amarse y orar. ¿Verdad, Don Claudio?. Don Claudio no estés preocupado por tu hermana, ella ya es de Dios, no es de la Tierra. Si fuese de la tierra no estaría así. Os recomiendo, mis queridos hijos, tratad de meditar esta carta de Dios y sobre todo aceptar el testamento espiritual. ¿Queréis abrazar a Jesús y a la Madre? ¿Queréis ir al Paraíso? Cumplid y aceptad el testamento espiritual, es muy bello e incluso sabio. Gracias. Junto a mi y vuestro obispo, que está sufriendo muchísimo, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Heme aquí, dispuesta, haz de mi lo que quieras, no tengo nada que decirte, que se haga la Voluntad de Dios.

Roma, 24 octubre 2000 - h.7:10 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Tu has dicho que querías festejar hoy el séptimo aniversario del inicio de las apariciones públicas, pero yo no sabía si debía advertir a las personas, porque a veces, tienen mucho que hacer y si después no vienen con el corazón, sino a la fuerza, tu no estarías contenta.

Nuestra Señora - Pero yo, Marisella, no podía no festejarlo hoy: porque en el Paraíso hay una gran fiesta y también vosotros sobre la tierra debéis festejarlo. Lo habéis dejado todo para el último domingo del mes y está bien así, porque hay quien trabaja pero no debe descuidarse el 24, porque el 24 de octubre de 1993 fue mi primera aparición abierta a todos, pero no quiero reprenderte. Tu has hecho bien al advertir a las personas y quien podía venir ha venido. Alguno, pudiendo hacer el sacrificio de venir, no lo ha hecho, pero quién está mal o está lejos o tiene trabajo no podía venir. Si Dios tuviese que decirme: "María, hazte ver a mis hijos", ¿tu sufrirías?

Marisa - Por un lado sufriría porque faltan todos los que siempre han venido, por el otro estaría muy contenta, ¿te lo ha dicho Dios?.

Nuestra Señora - No, Dios no ha dicho nada. Quiero deciros también a los aquí presentes que Dios no ha dicho nunca a ningún vidente de la Tierra cuando vendrá el fin de todo. No ha hablado nunca de los 3 días de oscuridad y todo lo que se deriva de esto. Dios sólo ha pedido oración a fin de que se conviertan al menos la mitad de los hombres de la Tierra. Este punto, la conversión de todos, se deja a parte; si uno va a misa y comulga, no significa que se haya convertido. Estar convertido significa amar y hacer la voluntad de Dios. Vosotros ahora aquí presentes sois pocos, mientras que cuando me aparecí la primera vez había sacerdotes, religiosas y muchas personas. Hoy los sacerdotes continúan retirándose y teniendo miedo; todavía no tienen el coraje de reunir sus fuerzas y decir a todos: "¡Despertad!, estáis cayendo en lo más bajo, en lo más profundo". Mi amor por vosotros y por todos es inmenso. Son siete años que vais adelante con fatiga. Al inicio todo parecía fácil, después los grandes hombres de la Iglesia llegaron a quitar la Santa Misa, a quitar la Eucaristía y a definir los milagros eucarísticos como "fenómenos de feria", causados por intervención diabólica; han dicho de todo. No obstante esto, vosotros estáis aún aquí y las apariciones continúan; no tiene importancia si sois diez, veinte o cien, lo importante es que la Madre de la Eucaristía sea conocida en todas partes. Vosotros no podéis ni siquiera imaginar cuantas almas ahora conocen a la Madre de la Eucaristía, cuantos grupos de oración se han formado con el nombre de Madre de la Eucaristía.

Marisa - ¿Por qué no te haces ver a ellos?

Nuestra Señora - Don Claudio, tu me has visto estilizada y no te has contentado; ¿quieres verme como has visto a mi amado esposo José?

Don Claudio - Si

Nuestra Señora - ¿No pretendes demasiado?. Me verás, me verás cuando Dios querrá, por el momento conténtate con haberme visto estilizada. Mis queridos jóvenes, vuestro y mi querido obispo dice "ex jóvenes", habéis venido no obstante la dificultad, el cansancio, el trabajo, el estudio; desgraciadamente hay alguno entre vosotros que ha puesto a Dios en segundo lugar, más bien, en último lugar y esto es grave. Para algunos que han recibido mucho de Dios, del sacerdote y de la vidente, primero es todo el resto y luego, si hay tiempo, es Dios. Os pongo un pequeño ejemplo, pero bastante importante: domingo di un mensaje fuerte, penoso y alguno incluso ha llorado, pero después ¿quién ha pensado en llamar por teléfono al obispo para pedir noticias? Solo dos o tres han llamado. Los otros han dicho que no han llamado para no estorbar. Aunque en la habitación de Marisa pueden entrar solo dos o tres personas a la vez; no podéis entrar en masa, porque el aire faltaría y la respiración es fatigosa. Su sufrimiento es enorme; tiene sufrimiento físico, moral y espiritual y los estigmas son particularmente dolorosos. Sin embargo vuestra hermana ha sentido casi remordimientos por no haberos informado, después con los ánimos que le he dado, ha hablado y no ha invitado a los adultos a venir, porque localizarlos era más difícil, pero sí a los jóvenes.

24 octubre 1993: cuantas personas estaban presente entonces, pero habían venido sólo para ver a la vidente, para pedir gracias y para recitar, no orar. Algunos, después de la aparición se han marchado, a pesar que había la Santa Misa, que después fue quitada. Durante tres años y medio estas personas no han venido. Dios se ha cansado y ha dicho: "Tu debes decir la Santa Misa, tu debes celebrar la Eucaristía" Don Claudio ha vuelto a decir la Misa y el Vicariato ha inferido otros duros golpes. Seguidamente llegó el momento más duro y difícil, cuando Don Claudio llevó la Eucaristía que había sangrado al Vicariato, la misma Eucaristía que tenéis ahora delante de vosotros: se arrodilló y se la ofreció al Obispo que, con un gesto nervioso y con rostro duro dijo: "Tira este pedazo de pan, está endemoniado, como está endemoniado aquel lugar donde os reunís". Después ha proseguido: "O tiras ese pedazo de pan o te suspendemos a divins" y el sacerdote ha sido suspendido a divinis. Otra vez se ha cansado Dios y ha dicho: "Te ordeno obispo. Te doy la plenitud del sacerdocio, porque tu eres el obispo de la Eucaristía" Cuánto sufrimiento, cuántas calumnias y difamaciones han golpeado a mis dos hijos, pero helos aquí: el obispo claudicante en la salud y la vidente... bien sabéis su situación, pero no quiero contristaros, es más quiero agradeceros por el esfuerzo que habéis hecho por venir aquí. Os pido que oréis. Pedir a Dios que haga bajar a vuestra hermana, porque hace mucho que no baja.

Marisa - Perdona, ¿no puedes pedírselo tu?

Nuestra Señora - Yo hago mi parte, ellos hacen su parte.

Marisa - Si, pero ¿si tu vas a Dios y le dices: "Dios mío, mi Todo, deja bajar a Marisa?, El te dirá sí o no. La voz de Dios es plena y fuerte, también el obispo tiene la voz fuerte, si quiere puede hacer temblar también él, no en el sentido de dar miedo, sino porque se hace oír. ¿Puedo pedirte que esté un poquito mejor y puedo encomendarte a Domenico, Silvano y todas las personas que me llaman por teléfono, que me dan las fotografías y que están enfermas?. Yo, aunque estoy peor que ellos, debo escucharlos, debo ayudarlos.

Nuestra Señora - Si, Marisella, cuando uno está mal debe ponerse a un lado y escuchar a los otros. Ahora os dejo con vuestra Santa Misa; cantad y dad gloria a Dios.

Marisa - A mi al menos un vez ¿me dirás un si? Mira que yo tengo el vestido a punto. ¿No me quieres decir cuando más o menos me llevarás? Porque Don Claudio me lo ha pedido, Madre de la Eucaristía, ¿me dejas ver los cuatro sobrinos que deben nacer?

Nuestra Señora - Se lo preguntaré a Dios.

Marisa - Si, pero no le hables con esa vocecita, pídeselo fuerte: "Dios, sana a Marisa". No, no quiero ser curada, aunque si sanara estaría mejor; me he equivocado, dile: "Dios, hazle ver los sobrinos".

Nuestra Señora - Ahora digamos juntos delante de la Eucaristía que ha sangrado: Padre nuestro...

Si, hoy decid el Ave María aunque esté Jesús la Eucaristía. Mis queridos hijos, os felicito también a vosotros y gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a los que están lejos, bendigo a los enfermos. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Felicidades. Gracias.

Marisa - Sabes que le he pedido aquella cosa....

Don Claudio - Lo he oído.

Roma, 26 octubre 2000 - h.5:00 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Ha venido San José!. ¿Cómo es que no ha está la Madre contigo?

San José - He venido yo, mis queridos hijos, para deciros que hagáis al menos el triduo por el séptimo aniversario de las apariciones de la Madre de la Eucaristía. La carta de Dios es una carta muy importante y penosa.

El Jubileo ha sido hecho solo para atraer a las personas a Roma y por dinero. Cuantos y cuantos millones se han gastado. Continúan haciendo el Jubileo por categorías de personas. ¿Por qué no lo hacen para todos los pobres del mundo? ¿Por qué no hacen venir a los pobres a Roma para hacer el Jubileo? ¿Por qué no les dan de comer, una ayuda económica y espiritual? Aquellos que han hecho el Jubileo han elevado oraciones, si queremos llamarlas oraciones, solo durante los días de permanencia en Roma, porque una vez vueltos a casa han vuelto a la vida normal: la carrera, el dinero, el trabajo y la diversión, poniendo a Dios en último lugar; esta no es una cosa bonita. Los hombres continúan rivalizando a ver quién gana más, quién tiene más poder y quién está más alto. Hablan, hacen conferencias y reuniones, pero después ¿qué dan a los que tienen necesidad de todo? ¡Nada!.

Vuestra Mamá no se ha sentido con ánimo de venir. Yo os pido que hagáis tres días de triduo para la conversión de los grandes hombres, de los que dicen que creen y no creen. Las almas elegidas por Dios continúan sufriendo y siendo perseguidas dentro y fuera de casa, por todas partes, pero al final la gloria será de ellos. Dios no tiene necesidad de ninguno, pero elige almas predilectas para que los hombres se conviertan. Vosotros pensáis a menudo en vuestros hijos, vuestros padres que no se convierten, pero están más excusados ellos que los grandes hombres de la Iglesia que han recibido todas las cosas de Dios, que han estudiado y que conocen el amor que Dios les ha dado. Reconoceos en la cruz que da la vida, la resurrección, la alegría. El demonio todavía continúa venciendo, continúa siendo listo y penetrando en los corazones en los momentos más impensables.

Mis queridos hijos tenéis que tener mucho ánimo. ¿Por qué las personas no vienen a este lugar? porque dicen que no hay nada. ¡Pero aquí se han verificado los milagros eucarísticos y las hostias han sangrado! Pero no conocen todo esto o, peor, no les interesa. En cambio continúan yendo a otros sitios donde la Madre ya no se aparece, porque hay que ver algo que no tiene nada de sobrenatural. Aquí, en cambio, se viene a orar. Cuantas veces Dios ha dicho: "Venid a orar, aquí sólo hay oración y amor; si no tenéis amor es tiempo perdido".

Mis queridos hijos, aceptad esta carta de Dios y referidla a los que están ausentes por motivos válidos. Decid que los grandes hombres solo piensan en el poder y el dinero.

Dios continúa siendo misericordioso, pero cuando llegará su justicia entonces la situación será triste para los que no han amado y que podían amar, porque Dios les ha dado inteligencia y ha sido paciente; los ha sanado de enfermedades que no daban sufrimiento. A otros, en cambio, les ha dado sufrimientos espirituales, morales y físicos y no se lamentan; en silencio llevan adelante una cruz muy pesada, por vosotros, por vuestros hijos, por los que amáis y para todos los niños. Repito: haced al menos el triduo a la Madre de la Eucaristía y el domingo festejad su nombre.

A Dios le ha desagradado que el 24 de octubre, ya que el sacerdote no ha hablado, pocos se han acordado que era el aniversario de las apariciones y esto es triste. En otros lugares, cuando es el aniversario, hacen fiesta incluso si nadie avisa antes. En cambio vosotros os habéis dormido un poco demasiado, esperáis siempre que el obispo diga: "Hoy hacemos esto, o hacemos esto otro"; ninguno ha pensado que el 24 de octubre hacía siete años que la Madre de la Eucaristía se aparecía en este lugar tan combatido y tan calumniado. A pesar de todo, mis dos queridos hijos continúan llevando adelante la dura misión. ¿Quién de vosotros ha comprendido hasta el fondo cuál es la gran misión de estos dos hijitos míos y qué grande es su sufrimiento?. No pensáis en esto, sin embargo sois rápidos en dar juicios y esto no es bonito.

Quien quiera que haga el triduo a la Madre de la Eucaristía, a la Madre de Jesús, a mi amada esposa.

Yo, en el nombre de Dios, os doy gracias. Sois pocos porque las personas son atraídas de una parte y de otra y no comprenden nada; pero quién ha visto el día 11 de junio surgir la sangre de la hostia, mientras el sacerdote celebraba la Santa Misa, no puede echarse atrás. Sin embargo alguno lo ha hecho, solo porque ha sido reprendido con una exhortación paterna. Mis queridos hijos, quién se comporta así quiere decir que no ha comprendido nada.

Vosotros quizás ni siquiera habéis comprendido qué grande es el amor de Dios, en medio de vuestros enfrentamientos, y cuantas gracias ha dado aquí en este pequeño lugar taumatúrgico, en este lugar santo. Pero atención: Satanás se puede infiltrar de cualquier manera. Vosotros orad y amaros todos. Gracias mis queridos hijos. Junto a mi y vuestro obispo, yo José, os bendigo. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿No viene para nada la Virgencita?

San José - No, Marisella. Ofrece este florilegio, hoy ella no vendrá. ¿No estás contenta que haya venido yo?

Marisa - Si, pero la Virgencita es la Virgencita.

San José - Si, pero yo José, soy José. Tienes razón, Marisella, la Virgencita es muy importante para todos, especialmente para ti. Adiós, mi dulce hija. Adiós.

Marisa - Adiós también a ti. Adiós.

Roma, 29 octubre 2000 - h.10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te veo vestida de fiesta también hoy. Aprovecho para encomendarte a todos, especialmente a los que están enfermos en el espíritu, en el cuerpo y esperan la gracia de Dios. Te ruego hasta que Dios haga la gracia a estas almas que tienen necesidad y están sufriendo en los hospitales. Te encomiendo a todas las personas que han venido aquí, todas las personas presentes y también las que se han alejado; no podemos juzgar el por qué, pero quiero encomendarte también a éstas.

Nuestra Señora - Si, mi querida Marisella, y muchas felicidades a ti porque es también tu fiesta.

Marisa - ¿Qué fiesta mía? ¿la de estar mal? De todos modos, gracias.

Nuestra Señora - He venido con todo el Paraíso por ti y también por los otros, aunque no me vean; todo el Paraíso ha bajado a este lugar taumatúrgico. Vosotros no comprendéis hasta qué punto es importante que el Paraíso descienda sobre este lugar taumatúrgico. Quién no ha comprendido todos los milagros que han sucedido aquí, no ha comprendido tampoco a Dios. Quién se ha alejado por una simple regañina paterna no ha comprendido a Dios, no venía aquí para orar, para pedir ayuda, sino solamente para figurar. Este no es un lugar donde se puede figurar ¿Habéis visto quizá a vuestra hermana figurando alguna vez? Antes bien, ha sucedido lo contrario.

Mis queridos hijos, os agradezco vuestra presencia. Son siete años, tres días y algunas horas que yo vengo a este lugar taumatúrgico a traeros la carta de Dios. En siete años han pasado millares de personas y vosotros ni siquiera os habéis dado cuenta. Quiero deciros que no continuéis repitiendo: "Oremos a fin de que la Eucaristía triunfe". Para vosotros y para el extranjero, Europa, Asia, Africa, América y Australia, la Eucaristía ha triunfado. También en Roma ha triunfado, pero son los grandes hombres los que no quieren reconocerlo. Pero hoy hacen adorar a la Eucaristía. No dicen la fuente, pero invocan a la Madre de la Eucaristía, esto se ha realizado gracias a los sufrimientos de mis dos queridos hijitos y gracias a vuestras oraciones, que no se pierden nunca. Hay tantas y tantas personas que esperan oración. Si vuestra oración no llega a vuestra hermana, llega a otras personas, no se pierde nunca. Dios sabe qué hacer.

La gente cambia, vienen personas nuevas y a veces se debe recomenzar todo desde el principio, como hacen en algunos lugares donde las apariciones han acabado y repiten siempre las mismas cosas. Aquí vuestro obispo sigue adelante y explica las nuevas cartas de Dios que a veces no son sencillas.

Recordad cuando os dije: no preguntéis tantos porqués, no llegaréis nunca a tener la solución; hoy os repito: nosotros no lo sabemos, pero Dios sabe lo que hace y lo que quiere hacer. Ciertamente vosotros seréis los privilegiados de Dios, como Juan el Evangelista.

Cuando Jesús murió os dejó a Juan y a la Madre. Me ha dejado a mi, llamándome mujer, mujer de todas de las mujeres, de toda la gente; después ha llamado a Juan que ha tomado sobre sus hombros todo.

Juan fue el único apóstol, el único obispo bajo la cruz. ¿Quién es Juan? Es el hermano de todos, el amigo de todos, esto fue dicho bajo la cruz. Mientras Jesús estaba muriendo pensaba todavía en vosotros los hombres. Pero ¿quién ha obedecido en aquel momento a Dios moribundo? Ni siquiera aquellos con los que hizo milagros con ellos. ¿Y vosotros os lamentáis si los sacerdotes no responden? Vosotros haced vuestro deber hasta el fondo, orad por ellos y Dios sabrá después hacer justicia.

Sed fieles, fieles en el amor, en el trabajo en este pequeño lugar taumatúrgico. Quizás es por esto que Dios no hace la Iglesia grande, porque después no querríais hacer vuestro deber. Hay quién hace más y quién menos, quien con palabras y quien con hechos. Quien lo hace con hechos, orando y ofreciendo a Dios lo que está haciendo, está más cercano a Dios.

Vosotros no tenéis que preocuparos de vuestra hermana, orad sí, pero debéis recordar que muchas veces le ha sido dicho: "Tu serás feliz en el Paraíso"; he aquí porque he traído conmigo a todo el Paraíso. A los que Dios ha llamado solo serán felices allí. ¿Pensáis que no tiene un gran deseo de estar con vosotros, de bajar y de festejar? Pero Dios lo ha querido así, no nos preguntemos por qué. Sabemos que la hará feliz en el Paraíso y esta es una cosa hermosa que no a todos es dicha.

Os invito a orar sobretodo por los sacerdotes, no podéis imaginar cuantos se han convertido. Es más fácil que se convierta un no creyente que un creyente que dice que lo es, que dice que ama a Dios y celebra la Santa Misa. Por éstos debéis orar, mis queridos hijos.

Basta. Aleluya, aleluya, aleluya. Buena fiesta a todos. Gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a la abuela Yolanda, que junto a vuestra hermana Marisella y al obispo tienen mucha necesidad de ser ayudados. Bendigo a todos los niños, también a aquellos que hablan siempre. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Mira, Marisella, como se alarga mi manto.

Marisa - Cierto, para cubrir todo el mundo.

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Espera, no te vayas porque cuando estás aquí yo no tengo dolores. ¿Ves como no tengo dolores?

Nuestra Señora - Tu, Marisella, eres como un capullo que se abre cada día más a los ojos de Dios.

Marisa - Sí, pero tu no te vayas porque yo estoy bien ahora, y si te vas recomienzan todos los dolores. Bueno, no tengo tanta fuerza.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿No me puedes dar la fuerza para bajar?. Entonces te vas y me empiezan todos los dolores: sobrenaturales y materiales.

Nuestra Señora - Marisa, Marisella mía, haz la voluntad de Dios.

Marisa - Si, adiós. Si tengo que besaros a todos no acabaría nunca. Felicidades también a vosotros, felicidades a todos. Bueno, está bien. Adiós a todos. Don Claudio, se han ido; estaba todo el Paraíso.

Mensajes de Noviembre del 2000

Roma, 1 noviembre 2000 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Madre mía, cuánta gente!!. Hoy es la fiesta de todos los santos, también de los santos que están en la tierra. Y pues, ¿quién habla de vosotros?

Dios Padre - Yo, Dios, hace un año os hablé y esto que os dije, ha circulado casi por todas partes. Vosotros sabéis el motivo por el cual os he hablado. Dije: "Ay de los que ofenden este lugar taumatúrgico; ay de los que destruyan al obispo; ay de los que no creen en las apariciones eucarísticas". Muchos milagros eucarísticos han ocurrido delante de vuestros ojos.

Yo soy Dios y puedo hacer lo que quiera. Podría destruir el mundo y hacerlo de nuevo con pocas almas y con pocos sacerdotes; pocos pero santos.

Yo no quiero que el sufrimiento provocado por los hombres continúe todavía persiguiéndoos.

Sólo Yo puedo convertir las personas que dicen creer. He venido para daros las gracias por el bien que tratáis de hacer, aunque haya todavía pequeñas cosas que no van bien, pero esto no me ofende. Son los grandes hombres que me ofenden continuamente. Yo he dicho que, antes de iniciar mi gran intervención en el mundo, deberían convertirse al menos la mitad de los hombres de la tierra, pero las conversiones todavía son pocas.

Hoy los grandes hombres de la Iglesia se sienten más buenos y perfectos, porque están celebrando el Año Santo y están consiguiendo recoger en Roma todas las categorías de personas; sin embargo están lejos de Mi, porque han continuado teniendo fuertemente en la mano el poder y han acumulado dinero, el vil dinero que destruye al hombre.

Yo, Dios, estoy feliz de veros recogidos bajo este cobertizo; aquí vienen Jesús, María, Madre de la Eucaristía, san José, Padre Pío y todos los ángeles y santos; no he dicho san padre Pío, Marisella, sino Padre Pío porque a ti te suena más familiar. ¡Cuantos santos han venido y han hablado con vosotros, sobretodo contigo, Marisella!.

Cuidado: vosotros continuáis bajando, desfalleciendo, pero esto no es justo, no es bello, porque significa que la confianza y la fe en Mi vacilan.

Tratas de verme, hija mía, pero no me ves, no puedes verme.

Marisa - Si, lo sé, el obispo me ha explicado que ningún hombre, mientras está en la tierra, puede ver a Dios. Pero, oyendo tu voz, me parece verte, pero no te veo. ¿Te veré algún día?

Dios Padre - Ciertamente, me verás muy pronto, como me verán todos los hombres de buena voluntad, todos los hombres que han aceptado mis llamadas. ¿Pensáis que Yo me he olvidado de vosotros? No; si me hubiese olvidado de vosotros, la Madre no estaría a menudo con vosotros. También San José, san padre Pío, todos los ángeles y los santos están siempre con vosotros. Cuando fue beatificado san padre Pío, ¿dónde estaba? ¿No estaba aquí con vosotros?. Cuando los grandes hombres han hecho fiestas espectaculares, los ángeles y santos ¿no estaban con vosotros?. La Madre de la Eucaristía ¿no estaba con vosotros?. No creáis a quién os dice que la Madre de la Eucaristía se aparece en otro lugar, la Madre de la Eucaristía se aparece sólo en este lugar taumatúrgico.

Los hombres de la Iglesia han leído los mensajes y se han apropiado, sea del título "Madre de la Eucaristía", sea de todas las ideas que vuestro obispo ha tenido y ha puesto por escrito. Paciencia, esto no ofende a ninguno

Actúan como que no creen, pero la mayor parte de los sacerdotes creen en este lugar taumatúrgico. Los sacerdotes extranjeros telefonean, escriben, vienen y no tienen miedo de nada, mientras que los italianos tienen un poco y los romanos mucho. Pero ay, ay, ay, porque quién tiene miedo el Paraíso está cerrado.

Yo soy Dios y no hay otro Dios, pero no por esto los hebreos, los musulmanes y los miembros de cualquier otra religión no vendrán a gozar del Paraíso. Gozarán también ellos si han amado a su Dios, que soy siempre Yo.

Animo, mis queridos hijos. Los santos entorno a Mi desean felicidad a todos, sobretodo a los enfermos, a los que están en una cama de hospital, a los encarcelados, a los alcoholizados, a los drogadictos, a todos, porque Dios ama a todos. Me repito: ay de los que matan, ay de los que escandalizan a uno de mis hijos. Como dice el Evangelio, es mejor para ellos que se pongan al cuello una gran piedra y se hundan en el mar, porque no hay nada que hacer.

Os felicito a todos. Desearos el bien y deseadnos el bien.

Excelencia, ánimo. Como Jesús, también tu pareces un fracasado, pero no lo eres. Como Jesús ha vencido al mundo, también tu vencerás y llegarás donde te he prometido.

Junto a mi y vuestro obispo y a toda la corte celestial, Yo, Dios, grande y misericordioso, y un mañana justo, os bendigo.

Nuestra Señora - Yo soy vuestra Madre, después que Dios ha hablado no tengo nada que decir. Os tengo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Este beso es para Dios que no veo y este para todos vosotros. Adiós. Excelencia, se ha marchado. Todo el Paraíso se ha ido. Había muchos sacerdotes.

Don Claudio - Esto es consolador.

Marisa - Estaban naturalmente los Papas y muchas almas salvadas. ¡Qué grande es el Paraíso!. ¡Es inmenso!

Roma, 2 noviembre 2000 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, yo tengo piedad y amor por todos, pero cuando ofenden voluntariamente el sacramento de la Confesión y de la Eucaristía no puedo tener piedad, porque así matan a mi Hijo Jesús. Estas personas no deben acercarse al sacramento de la Eucaristía; dejad la Eucaristía a quien la ama verdaderamente. Llevar adelante un juego sucio no es bello.

Dios ayer, os habló claro y todos debisteis haber comprendido porque su lenguaje ha sido muy simple. Si os decidierais a poner en práctica lo que Dios dijo ayer y el primero de noviembre de 1999, seríais ya santos sobre la tierra. ¿Es tan difícil amar?. Yo perdono muchos pecados, incluso graves, pero los que ofenden los sacramentos, especialmente la Confesión y la Eucaristía, no, estos no puedo perdonarlos. ¿Por qué matáis todavía a mi Hijo que ha muerto por cada uno de vosotros? ¿Por qué?.

Mis queridos hijos, después de lo que ha dicho Dios Padre, me parece decir palabras inútiles, por eso os digo: poned en práctica el mensaje, amad, continuad amando, a los que sufren, como Marisella, aceptando el sufrimiento, a veces duro, muy duro, pero sobre el planeta Tierra hay enfermedades naturales. Abandonaros a Dios. Vuestros parientes difuntos, que están aquí junto a mi, me miran con unos ojillos como diciendo: "Mamá, ayúdalos también a ellos", y yo a menudo voy a Dios Padre a pedir las gracias para vosotros.

Animo a todos. Orad por vuestros difuntos; participad a la Santa Misa que hoy vuestro obispo dirá para ellos y para vosotros, pequeño rebaño, tan maltratado por los grandes hombres, por los grandes teólogos, que después no saben decir nada. Animo, animo también a ti, abuela Yolanda, el sufrimiento es mucho.

Mi querido obispo, que Dios ha llamado Excelencia, sé que para ti es un momento muy duro, por esto sé fuerte, no dejes vencer a Satanás; Satanás no debe vencer a ninguno. Preparos a abandonaros completamente a Dios. Gracias.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo a vosotros, sobretodo a los enfermos, a vuestros seres queridos, a los niños enfermos, y todas las personas que tienen necesidad. Os traigo a todos junto a mi corazón, especialmente a los enfermos, y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Gracias, pero nos debes ayudar porque la carne es débil. Don Claudio, se ha ido acompañada de los ángeles. Todas las almas salvadas le iban detrás, tenían unos ojos bellísimos.

Don Claudio - Están en gracia de Dios.

Roma, 4 noviembre 2000 - h.6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Todos los hombres deben hacer la voluntad de Dios; ayer hablaste muy bien con Fabrizio. Los hombres deben hacer la voluntad de Dios, casados y no casados, sacerdotes, laicos y religiosas, las cuales a menudo se limitan a recitar las oraciones de su regla y no hacen ninguna otra cosa que pueda consolar a mi Hijo Jesús, no se dedican a la oración personal, al sacrificio, a la inmolación. Mi pequeño rebaño, hoy es el primer sábado de mes y yo tengo delante de mis ojos a todas aquellas personas que vinieron. Eran tantas el primer sábado del mes y después poco a poco han disminuido; se han alejado incluso las personas que han recibido grandes gracias. Pedid con todo el corazón, con fe, con confianza y después abandonaros a Dios. Aprended a hacer la voluntad de Dios incluso si no es fácil. Hay diversos videntes, pero uno solo sabe ya cuando acaecerá lo que debe acaecer. Yo no digo nada, Dios sabe cuando llegará vuestro triunfo. Yo sonrío y gozo por esto, porque soy feliz por vosotros y por nosotros.

De todas formas no será ciertamente el fin del mundo, estad tranquilos; orad, vivid en gracia, recibid a Jesús Eucaristía en gracia y abandonaros a El. Orad recíprocamente el uno por el otro, por los hijos, por los padres; orad.

Marisa - ¿Y yo?. Está bien.

Nuestra Señora - Tendríais tanto gozo si releyerais y meditaseis los mensajes que Dios mismo ha dado. La cartas de Dios que han llegado después son cartas confortantes, de consolación y de ánimo, pero las cartas más importantes son las cartas del 1º de noviembre de 1999 y la del 1º de noviembre de 2000.

Mis queridos hijos por vuestra presencia y por el sacrificio que alguno ha hecho por llegar hasta aquí. Pensad que en otros lugares van muchas personas, pero no hay nada; aquí vienen pocas personas y hay la Trinidad, ha habido muchos milagros eucarísticos, hay Dios.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Mirad Jesús Niño, con la manita bendice a los niños. Adiós.

Roma, 5 noviembre 2000 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Tu sufrimiento es enorme, hija mía. Nosotros te ayudamos, pero no por esto no sientes el sufrimiento. Dentro de poco un alma reentrará en el rebaño; dadle el perdón pero no hagáis festejos ni mimos: Cuando alguno ha cometido algo grave y después se arrepiente, es perdonado y se puede adherir al rebaño, pero sin hacer fiestas o mimos, como se usa en el planeta tierra; los fallos hacia vuestro obispo han sido graves y han dado escándalo. Vosotros sabéis que el obispo es el Cristo en la Tierra y si es ofendido y se falta al respeto es ofendido mi hijo Jesús. Debéis comprender que cuando faltáis al respeto a los sacerdotes, a los obispos que no han cometido ninguna culpa, ofendéis a mi Hijo Jesús. Cuando golpean a vuestro sacerdote, golpean a Jesús. El sacerdote puede sufrir, puede orar, puede perdonar, pero la ofensa grave a mi Hijo ha de ser reparada. Continúan matándolo, haciéndolo sufrir.

Mis queridos hijos, lo que os digo a vosotros no lo he dicho a otras personas. No he corregido a ninguno, no he hecho reclamos maternos a ninguno como a vosotros. Este es el gran amor de Dios en vuestros enfrentamientos. Tengo que deciros todavía esto: dad gracias a Dios que no seáis millares y millares de personas, porque habría sido difícil que siguierais y luego habríais ido contra el Vaticano en un modo muy cruel. Pocos pero buenos, así como lo he dicho, pocas vocaciones pero santas. No sirven millares y millares de llamadas que después ofenden a Dios y hacen pecados.

Vosotros sed el pequeño rebaño que camina hacia la santidad, que no habla mal, no critica y no calumnia ni difama. Espero que no lleguéis nunca a esto. Cuando una oveja vuelve al redil del que se ha ido por faltas graves o porque ha dado escándalo, dadle el perdón, el saludo, pero no lo miméis, nada de fiestas ni nada de besos. No se si conseguiré haceros comprender que el perdón hay que darlo a cualquiera, pero sin mimos y sin festejos.

Yo estoy aquí con vosotros y he orado con vosotros durante el Santo Rosario, os he visto uno a uno; alguno estaba distraído, alguno se giraba, pero muchos estaban en plena oración. Cuando oréis pensad solo que estáis delante de mi Hijo Jesús. y pedidle aquellas gracias de las que tenéis necesidad, porque Jesús os ama a todos. El no mira si el hombre es pobre, rico, dotado o ignorante; él ama a todos. ¿Tú que dices Marisella?

Marisa - ¿Qué quieres que diga?. Si me puedes hacer estar un poquito mejor yo te lo agradezco; si Dios Padre ha decidido diversamente, que se haga su voluntad, pero la ayuda la quiero, de otro modo no puedo soportar todos los sufrimientos. He aquí... están entrando las almas salvadas. Fatina, abuela Esperanza y...

Nuestra Señora - Sí, Marisella, están las almas salvadas que son parientes de todas las personas presentes.

Marisa - Daniela, veo a tu papá. Hay muchos.

Nuestra Señora - Marisella, llegar a la salvación no es difícil, no se necesitan grandes cosas, bastan pequeñas cosas, basta amar, ayudar a las personas necesitadas y orar. Participad a la Santa Misa junto a vuestros queridos parientes que están junto a mi. Orad, no miréis, no os distraigáis, y mirad a Cristo que está sobre el altar, El os mira y os ayuda.

Marisa - Oye, quiero encomendarte a las personas que te he encomendado, ¿te acuerdas?

Nuestra Señora - Anna, Domenico, Silvano, María... pero, Marisella, no podemos decir todos los nombres.

Marisa - Si, te encomiendo a todos los enfermos que están en el hospital; los niños, los ancianos; te encomiendo a todos; también los niños de Biella. Gracias. Mira, nosotros hacemos la voluntad de Dios, mira a ver si Dios quiere hacer alguna cosa por nosotros.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro obispo, elegido por Dios, os bendigo; a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños, fuera del seno materno y dentro del seno materno, al pequeño Matteo, os bendigo a todos.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. A vosotros os digo gracias si amáis verdaderamente a vuestro obispo y si lo ayudáis como podáis. Gracias, adiós a todos.

Marisa - Adiós. Don Claudio, se ha ido, estaba dulcísima.

Roma, 9 noviembre 2000 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Amad a Jesús Eucaristía, amad a vuestro prójimo; perdonad a los que os hacen sufrir voluntariamente. Dios que ve todas las cosas y que sabe todo, ayudará a los que quieren ser ayudados.

Cruzad a menudo las manos y orad, orad a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Veo que por la tarde mis hijitos invocan al Espíritu Santo. Gracias.

Invocad al Espíritu Santo, a fin que os ayuda a comportaros bien, y a aceptar la carencia de los otros. Pero no por eso es necesario callar. Si alguno se equivoca hay que reprenderlo. ¿Por qué motivo no es necesario reprenderlo? No hagáis como los otros que ponen en práctica el evangelio solo cuando les va bien y lo que no gusta, no se oye y no se le da importancia. El Evangelio dice: la misericordia sí, después habrá también la justicia. La obediencia sí, pero no con chantaje.

A veces es difícil amar, especialmente a los que hacen sufrir cada día, pero vosotros debéis comprender a la persona, debéis advertir si está en condiciones de comprender lo que se dice. No todos han recibido la misma inteligencia, la misma cultura; pero Dios ama a todos. Incluso vosotros tenéis que tratar de amaros todos.

No tengo más que deciros, porque han sido dichas millares y millares de palabras y han sido traídas muchas cartas de Dios; ponedlas en práctica, leed los mensajes, sabéis que allí está todo: empezando cómo hacer la señal de la cruz, hasta como recibir a Jesús Eucaristía, como amar la Eucaristía. ¿Qué otra cosa puede deciros la Mamá?. Solo que os amo. Aunque no seáis muchos para el encuentro bíblico no importa, quiere decir que no todos han comprendido su importancia. Los que continúan viniendo han dado un hermoso paso adelante hacia la santidad.

Deseo tanto que Don Claudio sea llamada obispo o monseñor, esto no es por vanagloria sino para dar ejemplo a los otros, a las personas que vienen. Gracias.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos que están cerca y los que están lejos. Bendigo los objetos sagrados, pero sobretodo bendigo a los enfermos en espíritu y cuerpo. Bendigo a los niños enfermos, los pequeños que vienen a menudo aquí al encuentro o a la Santa Misa y a los que están en el seno materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

¿Qué esperas, Marisella?

Marisa - Espero que me digas algo a mi. Tu sabes que debo hacer algo con mi voz, si no me la devuelves me parezco a una ranita extinguida. ¿Has visto?, te hecho reír. Adiós, gracias por todo. Nosotros refunfuñamos y refunfuñamos, pero estamos siempre contigo. Henos aquí. Su Excelencia dice: "Henos aquí". Adiós. Se ha ido.

Roma, 12 noviembre 2000 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - No te preocupes, Marisella, ya lo he bendecido; sí, se asemeja mucho a ti cuando eras pequeña y orabas con las manos cruzadas, casi por fuerza, porque no eras capaz. Hay una diferencia, tu eras muy morena y de pelo rizado y la figura de allí es rubia y de piel clara, pero como espiritualidad, es idéntica.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Os pido una pequeña oración por vuestra hermana, porque jueves debe repetir los pinchazos en la columna; que tenga la fuerza de soportar el dolor; de ofrecer todo por la conversión de los pecadores, por la conversión de vuestros hijos. Oh, vosotros no podéis imaginar cuanto bien podéis hacer con una pequeña sonrisa, con un gracias. Cuantas almas podéis salvar aceptando el sufrimiento. No digáis más: "Mis oraciones no son válidas, porque los míos no se convierten". No, las oraciones son válidas y son llevadas donde Dios quiere. Lo que falta aún y que deja mucho que desear es la caridad: esta caridad que es tan bella. A veces cantáis el canto de la caridad, pero no meditáis la palabras. Vosotros no meditáis cuando oráis, cuando cantáis, si embargo los cantos son bellos y dicen palabras santas, palabras que dan gloria a Dios. Pero, ¿quién las medita? A veces pensáis en sacar la voz fuera y hacéis carreras a ver quién la tiene más fuerte. Una vez os dije: rivalizad a ver quién ama más a Dios, rivalizad en quién da más gloria a Dios, en quién ama más, en quién tiene más caridad hacia el prójimo; en vez de eso rivalizáis en quién se desgañita más en el canto. Cantad aunque alguno desentone, cantad lo mismo, pero despacio y meditad las palabras; lo importante es comprender lo que cantáis, esto deja mucho que desear.

¿Es posible que sea tan difícil tener caridad hacia el prójimo, hacia nosotros mismos, hacia las personas que sufren?. Vosotros pedís a Dios la gracia y a veces oigo decir: "Dios no me escucha". Pero ¿vosotros ponéis en práctica lo que Dios dice? No. Y entonces la Madre se repite, se repite, se repite. La Madre parece que habla siempre a los pequeños niños, a Jacobo, a David María, a Samuel... y se repite, se repite. Vosotros cambiáis por un momento y luego todo vuelve como al principio. ¿Por qué esto? Sois pocos, un pequeño rebaño que Dios ama inmensamente aunque también ama a los otros hombres; pero a vosotros os ha dado algo más. Y entonces ¿por qué no aprovecháis este amor de Dios y cambiáis? A veces se dicen tantas palabras, pero no se decide a poner en práctica lo que Dios quiere.

¡Atención! Todavía continuáis poniendo a Dios en segundo lugar, por no decir en el último; atención. No olvidéis nunca que Dios es amor y si Dios es amor os ama con un amor inmenso, pequeño rebaño a los que ha elegido, y a todos los hombres de buena voluntad.

Aprended a amar y después orad. Gracias. Junto a mi y vuestro obispo, que quiero que sea respetado porque es Cristo en la Tierra, os bendigo a vuestros seres queridos y están lejos, a los niños, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a los enfermos pequeños y grandes, presentes y ausentes.

Marisa - ¿Incluso yo?

Nuestra Señora - Os llevo a todos junto a mi corazón; no os lo he dicho nunca, pero cuando una madre aprieta a un niño en su corazón, lo hace porque lo ama, lo protege y también yo lo hago igualmente con cada uno de vosotros. Os cubro a todos con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Invocad cada día al Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿Has visto? Estoy negra. Perdona.

Nuestra Señora - Si, pero yo miro dentro del alma, la espiritualidad y a la misma.

Marisa - Solo que allí tiene más valor, allí está encuadrado, allí estás tu. Está bien, gracias. Adiós. Ayuda y bendice a todos nosotros, danos la fuerza de soportar todos los dolores, porque yo no puedo más. Está bien, adiós.

Roma, 16 noviembre 2000 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Quiero hablaros de la obediencia. ¿Es posible que ninguno, ni siquiera los superiores hayan comprendido qué es la obediencia?. ¿Cuántas veces os he dicho: obedecer si, pero no con el chantaje?. Si uno de vosotros comprende que el superior chantajea no debe obedecer, porque no obedece a Dios y Dios tiene que estar siempre en el primer lugar.

Se repite a menudo en estos tiempos: "Aquella persona era obediente, la otra no". Ninguno de vosotros ha comprendido que cuando el Santo Padre Pío decía "obedezco", su obedezco era dirigido a Dios Omnipotente. Cuando se daba cuenta que los superiores iban tras él para chantajearlo y quizás sin tener el permiso, se rebelaba, porque debía obedecer a Dios. He puesto el ejemplo de Padre Pío, porque es uno de los últimos beatificados, pero podría poner muchos ejemplos. La obediencia se debe, sí, a los superiores, pero no con el chantaje, sino con amor. Pero recordad que primero hay que obedecer a Dios, a Jesús al Espíritu Santo, a la Madre de la Eucaristía e inmediatamente después a vuestro director espiritual, a vuestro obispo, siempre que lo que os digan sea dicho con amor, no con chantaje. Cuando un superior dice: "No quiero que vayas a aquel lugar porque te castigaré", esto no es obediencia, sino chantaje.

Padre Pío decía: "obedezco", pero luego hacía lo que debía hacer y sacaba adelante el trabajo que Dios le hacía comprender en su corazón; así lo hacía Don Bosco, así también muchos otros santos. Habéis llegado al tercer milenio y tenéis que ser todos más maduros, más responsables. Los grandes hombres se han embolsado millones y millones, vuestro obispo no, continúa su vida como siempre, sin embargo ¡también él ha llegado al tercer milenio!. La obediencia va dirigida a Dios. Entre el obispo ordenado por Dios y el Papa ordenado por los hombres, ¿quién es más grande?. Cuando San Pedro fue ordenado Papa por Jesús era un gran hombre; vuestro obispo ha sido ordenado por Dios, pero no es considerado un gran hombre. Los grandes hombres, los obispos y los cardenales no quieren comprender que quien es ordenado por Dios es mucho más grande que quién es ordenado por los hombres. ¿Cómo ha llegado vuestro obispo a esta grandeza? Con la obediencia a Dios; no podía decir que no a Dios.

Mi pequeño rebaño, quien hace un camino espiritual debe decir "que se haga la voluntad de Dios". Aunque refunfuñando, o teniendo un cierto rechazo, es necesario obedecer primero a Dios, después a los hombres, pero sin el chantaje, sin violencia, sin profanar el corazón, el alma del hombre; esto Dios no lo quiere.

La calumnia y la difamación continúan. Yo no quiero hablar más de ello, quiero hablar solamente del amor que Jesús, que Dios, tiene por vosotros. Amor, amor, amor; obediencia a Dios, obediencia a Dios, obediencia a Dios. ¿Quiénes son este superior, estos superiores que mandan y dicen: "O haces lo que te digo o te quito el trabajo y te echo? . ¡La Iglesia es de Dios, no de los hombres!. Nadie puede decir: "Tu no entras en mi parroquia porque vas a aquel lugar". Porque, ¿quizás la parroquia es de ellos? ¡Es de Dios!. La Iglesia es de Dios y el hombre no puede hacer nada. Se lamentan porque el obispo dice la verdad. Yo María, Madre de la Eucaristía, hablo, Jesús habla y dan la culpa a vuestro obispo. No. Si habéis comprendido este mensaje, si habéis comprendido la importancia de la obediencia a Dios, la importancia de obedecer, sí, pero no con chantaje, entonces estáis en el buen camino. Si uno obedece por miedo a los superiores, hombres y mujeres escogidos por Dios, no tiene mérito. Los obispos y cardenales no son superiores sólo para mandar, para señalar con el dedo, para apuntar con el dedo y decir: "O haces lo que te digo o te suspendo a divinis; no vayas a aquel lugar, sino te echo, sino no perteneces más a nuestra congregación". No dicen que Dios ha dicho que se amen. Dios habla de amor.

Me repito: continúa todavía la misericordia de Dios, pero vendrá su justicia y entonces habrá verdaderamente llanto, llanto y llanto. Recordad que si vuestro obispo tuviese que alzar la voz para haceros comprender que os estáis equivocando, vosotros tenéis que aceptar porque esto no es chantaje sino amor.

Espero, mis queridos hijos, que hayáis comprendido bien lo que quiero decir; no malinterpretéis la palabra de Dios, no malinterpretéis la carta de Dios, porque la carta de Dios es solamente amor. ¿No tienes nada que decirme Marisella?

Marisa - Si, quiero encomendarte a Selenia. Quiero encomendarte a las futuras mamás, todos los enfermos, todas las personas que se encomiendan a mis oraciones. Pero hoy, después de la carta de Dios, quiero encomendarte a todos los grandes hombres de la Iglesia, los grandes hombres del estado, los superiores, todas aquellas personas que no aman a Jesús. Es un pensamiento mío, perdona, Virgencita, si me he permitido decirte esto.

Nuestra Señora - No te preocupes, Marisella, no te preocupes, sabemos bien, nosotros los del cielo, como van las cosas. Se resquebrajará la Iglesia, habrá tanto, tanto, tanto llanto e irán arrastrando las rodillas hasta delante de mi Hijo Jesús, pidiendo misericordia, pero será demasiado tarde, demasiado tarde. Dichosos vosotros a quien Dios os ha dado un obispo, tan lleno de amor por las almas. Obispo ordenado por Dios, obispo de la Eucaristía, obispo lleno de amor por las almas. Dichosos vosotros. Cuantas personas dicen a mi Marisella: "Dichosos vosotros que tenéis un sacerdote tan bueno, que os ayuda". Yo sin embargo digo: dichosos vosotros.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados, a los enfermos. Os llevo a todos dentro de mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Deseo que todos pongáis en práctica la carta de Dios, no que solo la escuchéis, sino que la meditéis. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Excelencia, se ha ido.

Roma, 19 noviembre 2000 - h.10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy el tiempo no es bueno, aunque yo con mi amado esposo y el pequeño Jesús, cuando el tiempo no era bueno y teníamos que ir al templo, íbamos lo mismo. Hacía frío y volaba la arena que nos cubría y no nos dejaba ver nada, sin embargo íbamos a orar. Agradezco a los que han afrontado el mal tiempo, que al norte es más malo; por esto os invito a orar por todas aquellas pobres personas.

La carta de Dios dice que lo que ha dicho vuestro obispo es la sacrosanta verdad. Aunque si ha hablado con sufrimiento y amargura, ha dicho la verdad.

A veces, no todos comprenden las palabras del obispo y entonces por enésima vez os repito: si no habéis comprendido, pedid explicaciones al obispo, porque solo él puede daroslas.

El respeto por la sacrosanta verdad, su gran amor a la Iglesia y sobretodo a Dios y a la obediencia a Dios lo ponen siempre en condiciones de sufrir. Vosotros debéis orar por él para que tenga la fuerza de hacer siempre la voluntad de Dios, de obedecer a Dios y de amaros a vosotros que estáis aquí presentes.

Recordad: el encuentro bíblico es muy importante, porque siguiéndolo siempre comprenderéis mejor las palabras del obispo. Vosotros debéis alegraros, porque este lugar es de Dios, es su campo. El que viene aquí debería besar cada ángulo de este lugar taumatúrgico. Pero atención, no digo que os inclinéis hasta besar el suelo, porque después ¿quién os levanta?

Marisa - Que Mamá tan buena eres, siempre nos animas tu.

Nuestra Señora - Si, quiero animaros, para que estéis en la verdad. Cada vez se encuentra una excusa para no creer en este lugar taumatúgico, pero vosotros que creéis, dad siempre vuestro testimonio y seguid adelante con vuestra pequeña misión. No debéis tener miedo de hablar; cuando os preguntan alguna cosa, si ellos no quieren comprender, saludadlos y agregad solamente: "oraré por ti"; no hagáis polémicas, ni discusiones, así demostraréis amar a Dios, a la Iglesia y a las almas que están cerca vuestro. Seguir la horma de vuestro obispo, porque su amor, aunque si está oculto por la amargura y el sufrimiento, es grande, casi como el mío, porque yo os amo inmensamente. Si yo os amo inmensamente, ¿cuánto puede amaros Dios? Los que sufren, no sufren por culpa de Dios, sino porque esta es la naturaleza humana. Es justa la respuesta que ha dado vuestra hermana: "¿Por qué debo preguntar que debo hacer con los doctores, cuando hay tantos y tantos enfermos?.

Marisa - Yo soy como los otros.

Nuestra Señora - Si, Marisella, tu respuesta ha sido bella: tu eres como los otros. Cuando hay la aparición, estás plenamente con nosotros y no perteneces al Planeta tierra, pero acabada la aparición, tu eres como los demás y necesitas de ayuda, consuelo, comprensión, amor y afecto.

Esta mañana he visto con cuanta fatiga has tratado de hacer lo mejor por Dios. Animo, ánimo a todos vosotros. Alguno tiene frío. Ved, mis queridos hijos, si uno tiene frío, se puede tapar lo más que pueda, pero si tiene calor, ¿qué puede hacer?. ¿Qué es mejor Marisella?

La carta de Dios termina bendiciendo a todos y repitiendo todavía que lo que ha dicho el obispo es la sacrosanta verdad. Cuando él habla, nada puede turbar su corazón, porque dice siempre la verdad y vosotros, con nuestra ayuda y la de vuestro obispo, lentamente la descubriréis.

Adiós mis queridos hijos. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos; bendigo a todos los enfermos, al pequeño Samuel que no quiere tomar el antibiótico y a todos los niños, especialmente a los que vienen a este lugar taumatúrgico.

Marisa - Después está también Jacobo, el grande, no el pequeño, que necesita ayuda. Oh, hay tantas almas que necesitan ayuda; escriben incluso del extranjero para pedir gracias. Madrecita, tu puedes ir a Dios y decirle: "Mi Dios, mi Todo, solo Tu puedes ayudar a las personas que piden tu ayuda"; nosotros agregamos: "Que se haga siempre la voluntad de Dios"

Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Recordad: este es el campo de Dios, es el lugar taumatúrgico. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Felicidades a todos por este camino espiritual a veces tan difícil.

Marisa - Excelencia, se ha ido; se acordaba de todo, todas las palabras una a una.

Don Claudio - Si no las recuerda ella...

Marisa - Se acordaba de todas las personas, de los parientes, de los enfermos. He visto también a Bruno.

Roma, 21 noviembre 2000 - h.6:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Qué hermosa eres! Tus padres te llevan al templo y te encomiendan a la profetisa Anna. Está muy hermosa, pequeñita.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy la pequeña María. Mis padres me están llevando al templo y tu Marisella, ves una escena bellísima: mi papá y mi mamá me llevan al templo a orar.

También vosotros entráis a la casa de Dios a orar por todas las intenciones que conocéis. Son intenciones muy importantes y tienen necesidad de vuestra oración. Dios en su carta dice que este es el campo de Dios. ¿Habéis comprendido? Este pequeño ángulo de la tierra, escarnecido, abandonado y que acoge a pocas personas que tienen mucho amor, es el campo de Dios, de mi y vuestro Dios, de mi Todo. El amor que Dios os da es muy importante.

Vuestra hermana está sufriendo la pasión. Sus estigmas son invisibles, porque ella ha querido que no se viesen; alguna vez Dios ha permitido que se vieran para hacer comprender al hombre cuan grande es su sufrimiento. Pero ha pedido que nadie las vea, para sentirse más libre. Yo también he sufrido la pasión, he sufrido por los estigmas de mi hijo Jesús, pero nadie los ha visto nunca porque todo estaba dentro de mi e invisible a los hombres. En el templo, con mi mamá Anna y papá Joaquín, he orado muchísimo a nuestro Dios a fin que los hombres se convirtieran. ¿Es tan difícil e imposible para los hombres reunir a las naciones, las religiones y las razas? Cuantas veces en los mensajes he dicho que todos son hijos de Dios aunque no pertenezcamos a la misma religión y a la misma raza, porque Dios es amor y ama a todos los hombres.

En el día de mi presentación al templo me uno a vosotros en la oración a Dios Omnipotente para la conversión de los grandes hombres de la Iglesia y del Estado, por los enfermos, los drogadictos, los alcoholizados, los encarcelados y los pequeños niños que están en los hospitales. Orad por cada uno de vosotros, cada uno de vosotros tiene mucha necesidad de ayuda.

Los hombres todavía no han comprendido el gran milagro eucarístico. Es más fácil ir a buscar a una persona que tiene los estigmas o trasladarse a los lugares donde la Madre llora, donde las estatuas lloran y donde hay mucha gente. Aquí viene poca gente, porque los hombres no comprenden la Eucaristía. ¿Qué es para ellos la Eucaristía? Van a lugares donde se ora, se canta, donde hay fiesta y no donde se ora y se ama a la Eucaristía y han ocurrido tantos milagros eucarísticos; el último el 11 de junio de 2000; es el más importante.

¿No creen en el episcopado de Don Claudio? Pero entonces ¿por qué Dios ha cumplido este gran milagro? Ha dicho: "Todo está cumplido" porque ya, después del gran milagro de la Eucaristía que ha sangrado durante la misa celebrada por el obispo, no hay nada más grande y los hombres deben amar a Jesús Eucaristía, tener amor hacia los hombres y orar por los que hacen sufrir.

Mis queridos hijos, desgraciadamente si no se comprende la Eucaristía hasta el fondo no se puede comprender nada. Yo os felicito por amar siempre la Eucaristía y dar testimonio. A las personas que no creen en el episcopado decidles: "¿Por qué en la Misa celebrada por el obispo Dios ha hecho este gran milagro?. Recordad mis queridos hijos, que si aunque un sacerdote no está en gracia o está excomulgado, la Misa y la consagración son siempre válidas. Por tanto no hay excusas para refutar el episcopado de Don Claudio y cualquier excusa que el hombre encuentre es falsa; Dios no hubiese hecho el milagro si Don Claudio no hubiese sido obispo. Dios lo ha ordenado obispo y esto da mucho fastidio porque si fuese reconocido por el Papa, todos deberían correr aquí; correrán, pero cuando será demasiado tarde. Mis queridos hijos, ahora con mi mamá y mi papá vuelvo al Padre, vamos a orar, a cantar y recitar salmos e himnos. Oramos también por vosotros; todos los ángeles y las almas salvadas oran por vosotros. Dios ha elegido este ángulo de la Tierra: este es el campo de Dios, este lugar taumatúrgico es suyo y no tiene importancia si sois pocos o muchos, pero los que seáis seguid a vuestro obispo.

Gracias por vuestra presencia. ¿Sois pocos?, paciencia, no os preocupéis, no os desaniméis por esto, sino que pensad solo en amar y orar. Marisa no te debes dejar llevar. Ya sufres mucho; deja todo en manos de Dios. El sabe lo que se hace. Dios Padre, mi Hijo Jesús y el Espíritu Santo no se jubilan; se jubilan los que están en la tierra. Dios sabe y sabrá siempre lo que debe hacer y ningún hombre puede ignorarlo y decir: "Es imposible ser ordenado por Dios, porque es el Papa y por tanto los hombres los que ordenan a los obispos". No, si Dios quiere puede ordenar obispos. Los hombres han hecho los cardenales, los monseñores y otras cosas; Dios ha ordenado a los apóstoles obispos, a continuación Papa a Pedro y los apóstoles ordenaron a los hombres obispos y los hombres han hecho lo que han querido, nombrando a los cardenales y a los monseñores. Vuestro obispo ha sido ordenado por Dios porque ama a la Eucaristía y a las almas. No lo olvidéis. Sabed responder cuando alguno dice que no es posible que Dios haya ordenado obispo a Don Claudio. Ahora telefonean diciendo: "aceptamos todo, pero el Episcopado no" ¿Y Por qué? ¿Quién eres tu? Para ellos no manda Dios, no manda Jesús y no manda la Madre de la Eucaristía, sino que los hombres mandan a Dios.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados, a todas las personas enfermas aquí presentes. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Marisa - Ahora no tienes manto, porque eres pequeña, tienes solo el vestidito y la túnica larga.

Nuestra Señora - Si, pero yo soy la Madre de la Eucaristía, Marisella y yo tengo manto.

Marisa - No os comprendo mucho, de todas formas...

Nuestra Señora - Y cubro con mi manto materno a todos, incluso a los que no han venido. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - La mamá y el papá de la Madre son hermosos mientras en las estampas son viejos; ¿por qué viejos? Aquí son hermosos, hermosísimos; quizá, como dices tu, porque el alma es hermosa. Está bien, adiós. Ayúdame, no obstante, porque no es fácil soportarlo todo. ¿Me ayudarás un poquito? El resto dáselo al obispo. ¿Conoces el tanto por ciento tu? Pongamos que el 99% le ayudes a él y el 1% a mi, ¿está bien? ¿Por qué ríes?

Nuestra Señora - Si, ánimo, Excelencia reverendísima, ánimo. Aceptamos lo que ha dicho tu hermana: el 99% a ti y el 1% a ella.

Marisa - ¿Uno por ciento? Pongamos tres, ¿tres por ciento?. No se si conoces las matemáticas. Tres por ciento para mi y a él el 97 %.

Nuestra Señora - Está bien, no te preocupes, Marisella, ahora otro florilegio, otro sufrimiento, debes oír la Misa vía radio.

Marisa - Son dos meses, desde el 14 de setiembre que no bajo. Vosotros quizás no tengáis calendario; no se como funciona en el Paraíso porque cuando yo vine contigo habíamos cantado y recitado solo salmos. Caminábamos largamente por aquellos caminos que no tenían ni principio ni fin.

Nuestra Señora - Ahora tu participarás a la misa vía radio y harás la santa comunión. Yo me quedo contigo y con tu mamá.

Marisa - Está bien, gracias. Adiós. Se ha ido. ¿Sabes lo que le he dicho sobre el tanto por 100, quizá lo habrá comprendido?

Don Claudio - Has pedido demasiado poco para ti.

Roma, 26 noviembre 2000 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Hoy es tu fiesta y todos nosotros te felicitamos. Es la fiesta de Cristo Rey, pero no tienes la corona porque has dicho que no te la pones.

Jesús - Sí, soy vuestro Jesús, Cristo Rey. Soy Rey, pero sin corona. Quería que todos los hombres fuesen rey sin corona, sin poder o riqueza para gozar de la verdadera vida. Es hermoso ser rey, pero es necesario vivir en la honestidad, en la sinceridad, en la humildad. Querría que todos vosotros fueseis rey como yo porque el amor que tenéis por la Eucaristía es grande y es lo que cuenta. Habéis tenido tantos milagros que no han sido aceptados por el hombre, pero no os debéis preocupar. Yo sé lo que sucede, lo que dicen, lo que llegará, lo sé todo, vosotros debéis solamente armaros de santa paciencia.

En la última carta mi Mamá os ha dicho que este es el campo de Dios; si es el campo de Dios también vuestro campo porque sois hijos de Dios. A veces no es necesario ser grandes teólogos, mariólogos, tener todos los grandes títulos que a ti, Marisella, te hacen reír; no es necesario leer libros o estudiar porque lo que Yo quiero es amor a la Eucaristía. ¿Os habéis dado cuenta que vuestras oraciones poco a poco son escuchadas? Cuantos ahora empiezan a hablar de la Eucaristía, a hacer adoraciones eucarísticas, ¡mientras que hasta hace poco tiempo no se oía ni siquiera hablar!. Son los laicos que aman la Eucaristía y hacen adoraciones. Vuestra oración, vuestros florilegios y sacrificios son agradables a mi Corazón. Yo os doy gracias por todas las oraciones que hacéis y por la intenciones que ponéis; la oración, aunque no llegue al interesado, no se pierden nunca. Hoy, fiesta de Cristo Rey, es el quinto aniversario del gran milagro eucarístico. Marisella, no son cuatro, sino cinco años.

Marisa - Qué puedo hacer, Jesús, yo me equivoco siempre, no lo adivino nunca. Soy una confusionaria.

Jesús - ¿Hace cinco años que ha ocurrido el gran milagro eucarístico? ¿Os dais cuenta que cuando se oye cualquier cosa se corre? ¿Y después? Repito cuanto os ha dicho mi y vuestra mamá: si llora una estatua, si derrama sangre, si el sol gira - y a veces no es el sol que gira sino un efecto óptico- las personas corren, hacen incluso sacrificios económicos y vigilas. ¿Quién viene corriendo por la Eucaristía? Cuando el milagro fue anunciado han corrido muchos, pero cuando ha sido un milagro eucarístico no anunciado, ¿quién había? ¿Quién había cuando Yo nací en un establo? Mi papá José la había pulido en todos los ángulos porque tenía que nacer Yo; después llegaron los pastores, pero al inicio había mi Mamá y mi papá.

Cuando ocurrieron los milagros eucarísticos erais pocos comparado a todos los hombres de la ciudad de Roma y de toda Italia y la Eucaristía no se fue, no se fue porque erais pocos, sino que se quedó en medio de vosotros y a todas horas en medio de vosotros.

Con el milagro del 11 de junio, cuando Jesús ha dicho: "Todo está cumplido", Dios ha puesto su sello sobre todos los milagros y ha confirmado una vez más el episcopado. De todas las intervenciones de Dios, lo que más fastidia es el haber dado el episcopado a Don Claudio. ¿Entonces deberíamos hacerlo Papa? Daría igualmente fastidio.

Marisa - Está bien Jesús, déjanos respirar un poco.

Jesús - Si, de todos modos mi lenguaje es muy simple y humilde y todos podéis comprender lo que quiero decir. No hablo como un gran teólogo, un gran mariólogo, no, hablo con sencillez y desciendo a vuestro nivel. Por tanto estad contentos de vivir esta experiencia y esta alegría que no tiene nadie.

Marisa - ¿No hablas más? Se ha ido Jesús, ahora llega la Madre. ¿Estás de fiesta tu también?

Nuestra Señora - Si, Marisella, estamos de fiesta, una fiesta doble: en el cielo y sobre la Tierra. Como ha dicho mi hijo Jesús, aunque sois un pequeño grupo, como los pastores cuando El nació, nosotros estamos de fiesta; cantamos y recitamos Salmos a Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, que debéis invocar cada día con el canto o con la oración.

Noto que habéis dibujado la hostia y las tres palomas, que tú don Claudio, has visto; pero se te ha olvidado hacer dibujar las palomitas que giraban entorno a la Trinidad. La Eucaristía que has visto iluminaba todo el mar. Enhorabuena, es muy sencillo y hermoso el ornamento, como era el ambiente donde nació Jesús y sencillo como es este lugar; todo habla de sencillez y humildad.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, gracias por vuestro amor a mi Hijo Jesús, gracias por este quinto aniversario del milagro eucarístico. El más gran milagro eucarístico es el que ha ocurrido durante la Santa Misa, cuando el obispo ha visto sangrar la hostia mientras hacía la consagración: Dios lo ha querido. Dios os ha hecho muchos, muchos milagros, pero hay alguno que no piensa en los milagros, sino en sí mismo; basta poco para no venir más; esto es una susceptibilidad. Por lo demás, yo estoy sin corona, humilde y sencilla como vosotros; humilde y sencillo como este adorno que habéis hecho.

Marisa, ¿ves quién está junto a mi?

Marisa - Sí, el que ponen siempre en comparación con nuestro obispo. Di la verdad, padre Pío: cuando el superior te ha dicho :"Te ordeno que me des el sueldo", has dicho si?

Padre Pío - Es verdad, he desobedecido, ¡he dicho no!

Marisa - Lo veis, se ha convertido en santo igualmente, por tanto puedo volverme santa hasta yo. Dios te ha dicho que digas que no y tu le has obedecido a El.

Padre Pío - Si, Marisella, hermanita mía, pero los hombres han hecho así: un día te ensalzan y el otro te abajan.

Marisa - A nosotros los hombres siempre nos llevan abajo. Los grandes, tu me entiendes.

Padre Pío - Animo. Cierto, el sufrimiento que tienes supera el mío y de mucho, porque al menos a mi los estigmas me supuraban.

Marisa - Está bien, pero no lo debes decir. Estáte calladito, padre Pío. ¿Sabes que eres muy hermoso? Esto me consuela; si voy al Paraíso también yo, después de haber hecho la tramitación del Purgatorio, seré hermosa. Es el alma la que debe ser hermosa. Ahora todos los santos están calladitos. Están también los Papas: Pablo VI, Pío XII, hay muchos. Menos mal que no tienen la mitra en la cabeza hoy. Valen tan caras, yo me he informado una vez. Nuestro obispo no la quiere.

Nuestra Señora - Si, ahora recitemos todos la oración de Jesús alargando los brazos y mirando hacia el cielo. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo a vosotros, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los enfermos y los que están para dejar este planeta Tierra, pero irán a gozar y no sufrirán más. Bendigo los objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿Puedo pedirte una cosa? ¿Pero Jesús dónde se ha ido?

Nuestra Señora - Se ha ido al Padre, Marisella.

Marisa - Está bien. Adiós. Dale un beso a Jesús de mi parte. Está bien, adiós. Don Claudio, he hablado con Padre Pío.

Don Claudio - Lo he oído. No ha obedecido a los superiores.

Marisa - No, pero ha obedecido a Dios.

Don Claudio - También yo he hecho lo mismo

Marisa - ¿Por qué la suya es aceptada y la tuya no?

Don Claudio - Después de la muerte será aceptada.

Mensajes de Diciembre del 2000

Roma, 2 diciembre 2000 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Has recitado el Santo Rosario con nosotros por la conversión de los pecadores. Te encomiendo a todas las personas enfermas y a las que tienen necesidad de la ayuda de Dios. Que se haga su voluntad.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy es el primer sábado de mes. Incluso si os parece que en torno a vosotros todo calla, Dios obra. Debéis tener mucha paciencia, orar y comprender que Dios espera la conversión de los hombres. ¿Cuántas veces Dios os ha invitado a orar por la conversión de los hombres, cuántas veces he orado con vosotros y os he dicho: "Orad por mis intenciones, ya que son las vuestras"?. El primer sábado de mes es poco sincero, incluso si yo vengo en medio de vosotros el mismo primer sábado de mes. Ofreced a Dios las oraciones, las Santas Misas, las Santas Comuniones; Dios sabe a quién hacerlas llegar.

Continúo viniendo en medio de vosotros para haceros alguna reprimenda, si hay necesidad, y para invitaros a orar. Yo no me canso nunca de orar por todos vosotros los de la tierra. Os he traído tantas cartas de Dios, ahora vengo para ayudaros, para estar con vosotros y para orar con vosotros. Hay quién sufre de una manera y quién de otra: quién porque querría tener a alguien a su lado; quién porque espera un niño, quién porque vive en una comunidad o en la cárcel, o quién se droga. Todos buscan amor y comprensión. ¿Pensáis que Dios ha olvidado a los hombres que no comprenden su gran amor? No, Dios no olvida a ninguno, ama a todos los hombres de cualquier nación, raza, religión a que pertenezcan. Dios ama a los que no le conocen y a los que le conocen, pero no ponen en práctica el Evangelio. Os ama sobretodo a vosotros, pequeño rebaño, que estáis aquí para orar.

Dejadme nombrar a mis jóvenes; oh, son verdaderamente queridos. Dios ama a los jóvenes, ama a los adultos, ama a las abuelas, ¿verdad abuela Yolanda? Ama a todos. Alguno está pensando en su corazón: "Dios hace sufrir a veces". Si, hace sufrir, pero solo a aquellas almas que ha llamado a una misión particular. Dios llama pocas almas, pero de éstas pretende todo.

Continuad haciendo la novena a la Inmaculada, a la Madre de la Eucaristía, que soy siempre yo.

Os invito a terminar la novena con alegría, incluso si, como he dicho tantas veces, comporta algún sufrimiento y sacrificio; todos tienen alguna cosa que ofrecer a Dios.

Excelencia, tu has ofrecido tu vida a Dios; para ti el dinero no cuenta. No eres como lo que dicen: "Vengo a hablaros, pero si me dais dinero" No. Tu amas demasiado y no pides nada a cambio.

Recordad, os lo repito todavía una vez: vuestro obispo os ama. Eh ahí porque en la carta de Dios estaba escrito hace tiempo: "Don Claudio es el obispo ordenado por Dios, el obispo de la Eucaristía, el obispo del amor a las almas". Si al menos una parte de los sacerdotes diesen lo que da vuestro obispo a las criaturas que tienen sed, que tienen necesidad de saber y de conocer, el mundo andaría mejor.

Buena novena, felicidades a todos. Felicidades al pequeño Jacob y a Samuel; felicidades a la abuela Yolanda y a todas las personas aquí presentes; a vuestros hijos y sobrinos, dondequiera que estén, porque soy vuestra Mamá.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a los niños enfermos, a los objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Bien, pero me debes ayudar. Adiós. Excelencia, se ha ido.

Roma, 3 diciembre 2000 - h.10:35 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Por qué sonríes?

Nuestra Señora - Porque estás vestida casi igual a mi. Cuando vengo en medio de vosotros, tengo deseos de reír con vosotros, incluso si la adversidad es mucha y los sufrimientos fuertes.

Esta mañana Dios ha mandado un ángel para ayudar a vuestro amigo, miembro de la comunidad, a morir. ¿Os acordáis cuando dije que alguno sería arrebatado al cielo? Es la ley de la naturaleza humana que los hombres pasen de esta vida a la otra y si están en gracia de Dios, si han vivido bien, si han recibido a mi Hijo Jesús se salvan. Vuelvo a repetiros que no hay necesidad de hacer grandes acciones para salvar el alma, basta hacer pequeñas y dar aquello que cada uno puede dar.

Marisa - ¿Cuándo me lo dejarás ver?

Nuestra Señora - Paciencia, Marisella, ten paciencia. Ahora yo me voy y vuelvo al Padre.

Marisa - ¿Ya te vas? Cuándo más necesidad tengo, tu te vas? Tengo la abstinencia ¿y tu te vas?

Nuestra Señora - Viene Dios Espíritu Santo.

Dios Espíritu Santo - Mis queridos hijos, soy Dios Espíritu Santo. Sé que invocáis cada día mi nombre. Si Dios Padre quiere que se invoque al Espíritu Santo debéis hacerlo. He venido para deciros que améis a la Madre de la Eucaristía lo más que podáis, porque ella os trae a Dios Padre, a Dios Hijo a Dios Espíritu Santo.

Yo, Espíritu Santo, he bajado en medio de vosotros. Marisella, tu ves a Jesús, pero soy Dios Espíritu Santo.

El Espíritu Santo se ha manifestado bajo a apariencia de Jesús.

Marisa - Tienes el manto rojo y la paloma.

Dios Espíritu Santo - Os invito a orar muchísimo a la Madre de la Eucaristía. Quizás no os habéis dado cuenta, pero se han dado muchas gracias en este lugar taumatúrgico. Recibir una gracia no significa solo sanar de una enfermedad, sino convertirse, morir bien, porque la muerte es vida. Por vuestras oraciones algunos hombres son sanados, otros se han convertido, otros aún, se han ido al Padre. Orad por el que no está en medio de vosotros y por su familia que tiene más necesidad de oración. Morir en gracia de Dios, morir en las manos de Dios es el regalo más grande que un cristiano pueda tener

Ayer oía a vuestra hermana que decía a la Madre de la Eucaristía: "Yo tengo a Dios siempre dentro de mí, porque lo recibo todos los días". Debéis comprender que Dios puede estar dentro de vosotros y en cualquier hora puede llamar a la puerta, curaros o convertiros.

Continuad haciendo la novena a la Inmaculada. Yo, Espíritu Santo, os sigo como os siguen Dios Padre y Dios Hijo, como os sigue la Madre de la Eucaristía, estamos siempre con vosotros.

Marisa - Ahora están los tres Jesús y la Madre de la Eucaristía está de rodillas con la cabeza inclinada. Es un cuadro maravilloso, hay una miríada de ángeles, de santos, de almas salvadas en torno a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.

Oye, Espíritu Santo, todos aquellos cuadros que reproducen la Trinidad son feos. Tu eres hermosísimo.

Dios Espíritu Santo - Mira, Marisella, ya te lo ha dicho la Mamá, ningún hombre de la tierra puede esculpir o dibujar a vuestro Dios y el rostro de la Madre de la Eucaristía, aunque el rostro de la Madre de la Eucaristía es hermoso.

Marisa - ¿El de la estatua?

Dios Espíritu Santo - Sí

Marisa - ¡Estoy hablando con el Espíritu Santo! Dios en tres personas iguales y distintas.

Dios Espíritu Santo - Animo, continuad. ¡Quién sabe! ¡Quién sabe! Dios está trabajando, como dijo la Madre de la Eucaristía ayer.

Marisa - Perdona, Tu eres Dios y lo sabes. ¿No puede espiar y ver como trabaja Dios Padre?

Dios Espíritu Santo - Marisella, Dios no tiene mesa y pluma; no tiene necesidad de nada.

Marisa - Oye, ¿le puedes decir que nosotros, pobres creaturas, estamos siempre a la espera? Estamos peor que la Madre cuando esperaba a Jesús Niño. Díselo, ¿puedes decírselo?. Y sonríe. ¿Por qué sonríes?

Dios Espíritu Santo - Porque hablar contigo me alegra.

Marisa - Piensa que cuando hablo con la gente de la tierra no doy tanta alegría.

Dios Espíritu Santo - La das, la das.

Ahora invoquemos a Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo diciendo de nuevo tres Gloria al Padre.

Marisa - Oye, Espíritu Santo, todos nosotros te pedimos perdón porque no somos perfectos; cada poco cometemos algún error. ¿Nos quieres perdonar? ¿A quién se lo he de pedir?, sois tantos

Madrecita, se han ido los tres Jesús. Nos han hecho rezar y luego se han ido.

Nuestra Señora - Si, me he quedado yo con los ángeles, los santos y las almas salvadas para agradeceros, pequeño rebaño, vuestra presencia.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los enfermos, especialmente a los niños y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesús.

Marisa - Adiós. Esperaba dar un beso a los tres Jesús, pero no están. Adiós. Don Claudio, que escenario increíble he visto.

Don Claudio - ¿Sabes describirlo?

Marisa - Si, sé describirlo, lo he visto otras veces. Ha venido primero Dios Espíritu Santo y la Madre se ha puesto detrás y no la he visto más. Después el Espíritu Santo ha hablado.

Don Claudio - Si, ha leído la carta.

Marisa - ¿Es la primera vez?

Don Claudio - No, ya ha sucedido otras veces.

Marisa - Después se han unido los otros dos Jesús, iguales, idénticos, es difícil distinguirlos. Eran de una belleza y de una luminosidad extraordinaria. Pero a diferencia de las otras veces, que estaban alineados en la misma fila, esta vez han formado como una cúpula grande, enorme, no se veía ni el principio ni el fin y debajo estaban los ángeles, los santos y las almas salvadas. Era un todo-uno. ¿Has visto? ¿Has notado bien a los tres Jesús y toda la nube de ángeles y santos?

Don Claudio - ¿He visto? Yo no he visto nada. No confundas las ideas.

Marisa - En lo alto había un Papa. Estaban callados; basta así. Yo debo estar callada, de otro modo me saldrá todo.

Roma, 7 diciembre 2000 - h.10:45 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te confío a todas las personas que se han encomendado a mis oraciones y a todos los que esta tarde no pueden participar a la Santa Misa a causa del trabajo o por estar influídos, pero sobretodo a nosotros aquí presentes, nuestras familias, a nuestros seres queridos y a nuestros difuntos.

Veo que no estás vestida de fiesta,

Nuestra Señora - No, Marisella, porque hoy es la vigilia de la Inmaculada Concepción

Marisa - Yo te lo he dicho ya todo, porque eres mi Mamá y entre nosotras hemos siempre hablado como dos grandes amigas, quiero añadir solamente que estamos cansados de luchar cada día, cada hora, cada momento. De todas formas hemos dicho si y continuaremos diciéndolo, porque amamos a todos. Que se haga siempre la voluntad de Dios.

Me has dicho que cante: "He respirado tu si"; no tengo voz, pero he cantado igualmente.

Todos nosotros esperamos alguna cosa de Dios Padre, porque, te repito, estamos cansados. Perdóname si te hablo así, pero estas son las palabras de una hija que pide ayuda en nombre de todos. Estamos cansados de todas las personas que nos hacen sufrir voluntariamente o involuntariamente; estamos cansados de recibir siempre palos. No te ofendes si te hablo así, ¿verdad?.

Nuestra Señora - Tu debes hablarme así, Marisella, porque yo leo en los corazones y puedo comprender hasta el fondo todo el drama que estáis viviendo.

Mis queridos hijos, he venido para daros la enhorabuena por la fiesta. Estaba presente desde el inicio de la vigilia y he oído todas las hermosas palabras que habéis dicho vosotros y las que habéis tomado de las cartas de Dios. Está bien oírlas de nuevo porque, por falta de tiempo, nadie las relee, sin embargo ¡para leer una carta de Dios pasan como máximo diez minutos! Hoy estáis en grado de comprender mejor las cartas de los años pasados, porque habéis hecho un hermoso camino espiritual y estáis más preparados. No olvidéis que Dios tiene necesidad de vosotros los laicos para hacer renacer la Iglesia y de vosotros pequeños apóstoles, que sois las columnas de la Iglesia.

Marisa - Despacio, porque todas las columnas se inclinan. Perdona si te interrumpo, pero para mi es demasiado grande pensar que son las columnas de la Iglesia.

¿Don Claudio? No, no lo diré.

Es uno de los primeros secretos que la Madre, desde hace muchos años, ha confiado a Marisa y que recientemente, por voluntad de Dios, ha sido primero comunicado al obispo y después sucesivamente a los jóvenes.

Nuestra Señora - El obispo ha comprendido lo que quiero decir. El lee en los corazones, incluso en el mío.

Mis queridos hijos, la Mamá, bromeando ha dicho la verdad. Vosotros no podéis comprender hasta el fondo que don tan precioso os ha hecho el Señor dándoos un obispo siempre dispuesto a explicaros la Palabra de Dios y a escucharos; él siempre está disponible para cualquier necesidad, porque su amor es grande. No miréis el modo de comportarse, debe hacerlo así; si no hubiese sido fuerte, vosotros lo habríais aplastado. Dad gracias a Dios porque vuestro obispo tiene un puño firme y cuando debe decir la verdad, la dice a la cara.

Esta tarde no traigo conmigo la carta de Dios, os he dicho estas palabras como mamá; ¿acaso no soy vuestra mamá? Yo quiero hablaros de forma sencilla. Tenéis que tratar de hacer fiesta sobretodo dentro de vosotros. No os dejéis llevar por los pequeños caprichos, por los celos, las incomprensiones y no comentéis mal lo que habéis oído, esto es todavía más grave. Yo quiero vuestro amor, vuestro corazón, de los grandes y de los pequeños. Sé que esperáis que me haga ver, pero esto no depende de mi, depende de Dios.

Marisa - Ahora te pregunto, ¿es tan difícil decirle a Dios que me mande allá abajo con aquellos pobrecitos?

Nuestra Señora - Si, estate tranquila, pero ahora quiero solamente las conversiones; Dios espera las conversiones, las conversiones, las conversiones; esto es muy importante. Recordad: quien no tiene amor, no tiene nada. A veces el amor hacia el prójimo deja que desear. Quien no ama al prójimo, quienquiera que sea, no puede entrar en el Paraíso. Si no hay amor dentro de vosotros, no podéis decir que amáis ni siquiera a Dios. Amaos como Jesús os ha amado, como yo os he amado. Debéis amaros y ayudaros el uno al otro. Los adultos hablan solo de argumentos profanos, no de la verdad espiritual, del amor a Dios. Si alguno no se comporta bien, debéis hacérselo notar con mucho amor.

No quiero decir nada, quiero solamente recitar con vosotros una parte del Rosario, pero ahora termino porque hay quien debe ir a trabajar y quien estando mal, está aquí en medio de vosotros. Es tarde para todos y también las flores comienzan a plegarse. Mañana debéis estar despiertos y tener los ojos elevados hacia Dios, porque Dios es nuestro Padre, Dios ama a todos.

Mañana es la fiesta de María Inmaculada y de la Madre de la Eucaristía, que soy siempre yo. Marisella, como ves, mi rostro es siempre el mismo.

Mis queridos hijos, os deseo una santa fiesta en lo que sea posible, porque todos estáis cansados y alguno tiene sufrimientos muy grandes. Volviendo a casa, a lo largo del camino, orad; no os canséis nunca de orar. Hablad de los mensajes, del amor de Dios, de cuanto ama Dios a este lugar taumatúrgico, su Tabernáculo. Aquí se vive en el silencio en el ocultamiento. La basílica ha sido cerrada, así aquí todavía estáis unidos no sólo físicamente, sino sobretodo espiritualmente.

Os deseo de nuevo una buena fiesta, se la deseo también al pequeño Samuel, a Jacobo y a todos los niños. Ahora prepararos a participar a la Santa Misa, como si fuese la última de vuestra vida. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. ¿Te puedo dar un beso?

Estaba un poco triste, pero no creo que sea por causa nuestra.

Don Claudio - No es por culpa nuestra.

Roma, 8 diciembre 2000 - h.10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Hoy estás vestida de fiesta; estás hermosa, y, como siempre, estás acompañada de los ángeles, de los santos y las almas salvadas.

Hoy están también Silvano, Bruno y todos los que están salvados.

Nuestra Señora - Si, quién frecuenta este lugar taumatúrgico y viene aquí a orar es más fácil que se salve.

Marisa - He visto entrar a Padre Pío.

Nuestra Señora - Marisella, mira cuantas almas tengo en torno a mi, éstas están salvadas, aunque han hecho pequeñas cosas; no hace falta hacer grandes cosas para salvarse.

Marisa - Veo a Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y un Papa futuro que no puedo decir. Pero ¿no están los jóvenes? Veo sólo a Stefanuccio y Juan.

En torno a ti tienes a tu amado esposo y a Jesús, que unas veces veo grande y otras pequeño. Te encomiendo a todos los enfermos y a todas las personas que piden tu ayuda, porque ellos se dirigen más fácilmente a ti y te dicen: "Mamá, ayúdame, tengo necesidad de ti"·

Eh ahí dos Vírgenes, están formando una corona; no hay flores, sino ángeles. La corona parte de la Inmaculada y llega a la Madre de la Eucaristía. El rostro es siempre el mismo, cambian solamente el vestido y la expresión: La Madre de la Eucaristía es más seria, porque lleva a Jesús; mientras que la Inmaculada es más sonriente y cada poco mira a la Eucaristía en las manos de la Madre de la Eucaristía. ¡Qué maravillosa escena! ¡Qué hermosa eres! Yo te veo desde hace muchísimos años y cada vez eres siempre más hermosa. Nosotros estamos aquí siempre para pedir tu ayuda. ¿Te gusta nuestra basílica? No tiene paredes y si alguno quiere puede entrar fácilmente. ¿Te gusta?

Nuestra Señora - Sí, a Dios Padre le gusta mucho.

Marisa - Pero nosotros ¿le gustamos a Dios Padre?

Nuestra Señora - Sí, sois todos sus predilectos. Cierto Dios prefiere a los que viven en gracia y a quién ama al prójimo. Para quien no ama no hay sitio en el Paraíso.

Marisella, ahora oremos todos juntos: en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo...

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia y gracias por la vigilia que habéis hecho por mi fiesta. Querría que cada fiesta mía, fuese también la vuestra, no obstante las diversas visicitudes, dificultades y sufrimientos que vivís. Os invito a hacer que esta fiesta no se acabe hoy y que mañana no comencéis de nuevo a preocuparos del trabajo, del estudio o la casa.

Una vez ya os hice leer la novena de la Inmaculada en la de Navidad, esta vez os dejo libres, pero si queréis, podéis hacer una cadena entre las dos novenas. Preparad la venida del pequeño Jesús. Preparaos, a fin que todo triunfe, sobretodo la verdad.

El Santo Padre no tiene el valor de reconoceros, pero llegará aquel que os reconocerá y todos sabrán donde está la verdad. Mi Papa lo sabe todo, pero no quiere ponerse en contra de los cardenales y los obispos. Mis queridos hijos, habéis tenido tantos y tantos milagros, lo que ha sucedido aquí no ha ocurrido en ningún otro sitio de la tierra: milagros eucarísticos, repetidas efusiones de sangre de la Eucaristía, sobretodo el gran milagro acaecido durante la consagración pronunciada por mi obispo. Quien no conoce a Jesús Eucaristía no puede comprender hasta el fondo los grandes milagros. Debéis gritar: aleluya, aleluya, aleluya, porque Dios está con vosotros.

Continuar hablando de ciertos argumentos no es bonito, hablemos en cambio de vosotros, de vuestro camino espiritual, de vuestro amor, hablemos de lo que ha dicho Jesús: "Aprended a amar y después orad"

El Santo Rosario es una oración potente y es bonito recitarlo, sobretodo juntos, pero el amor está por encima de todo.

Marisa - Veo al Padre Pío que está cerca de ti como un niño cuando esté al lado de la mamá.

Pero, ¿tu me ayudas?

Nuestra Señora - Veo a la querida abuela Yolanda que con mucho sacrificio está aquí en medio de nosotros. Oh, querida abuela Yolanda, ¡qué difícil es tu vida!. Has dicho una frase muy bella: "Sufro, pero estoy bien". En cambio, ¿qué has dicho tu Marisella?

Marisa - Es verdad, he dicho lo contrario.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Mamá os desea una buena y santa fiesta. Continuad recitando cualquier oración durante la jornada. Me repito: si queréis haced esta cadena, no de ángeles, sino de flores, florilegios y sacrificios, ligad la novena de la Inmaculada a la del santo Nacimiento, pero sin crear problemas en familia.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, sobretodo a los enfermos. Bendigo a los niños y todos los enfermos que están en el hospital o en casa. Bendigo vuestros objetos sagrados. Bendigo a los que han venido de lejos con sacrificio. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Los ángeles la han tomado y se la han llevado hacia arriba. Adiós. Don Claudio, ¿has visto cómo estaban colocados?

Don Claudio - No, tu ves, yo no.

Marisa - Es verdad, se me olvida, pero me sale espontáneo decir: "¿Has visto?"

Roma, 10 diciembre 2000 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Hay ángeles y santos, pero ella no está!. Finalmente llegas traída por los ángeles, eres tan hermosa. No estás vestida de fiesta porque estamos en Adviento.

Tengo tantas preguntas que hacerte para poder comprender, pero ahora te pido solamente que llegue a amar siempre, siempre, incluso a los que me hacen sufrir. Te encomiendo, como siempre, a todos los enfermos, todas aquellas personas que llaman y piden ayuda, no a mi, sino a ti, Virgencita. Ve a Dios Padre a pedir ayuda para nosotros a fin que los hombres se conviertan, porque parece que todo se haya detenido. Quien tuvo el coraje de seguir adelante se ha parado o se ha vuelto atrás. Falta el amor entre los hombres y después poco a poco cada uno se recluye en su propio huertecillo.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Mamá, soy la Madre de la Eucaristía Jesús ha dicho que este lugar es taumatúrgico y es el campo de Dios, aquí se han verificado muchos milagros eucarísticos, pero el más grande es aquel del 11 de junio. Aquel día, mientras el obispo consagraba, de la hostia ha surgido la sangre que todos habéis visto. Jesús ha dicho: "Todo está cumplido"

Dios ha hecho de este lugar un cenáculo, un campo de amor, pero no todos quieren aceptarlo. Cuantas personas han venido a este lugar taumatúrgico y después se han dispersado, cuantas otras todavía no han comprendido que aquí está el tabernáculo de Jesús Eucaristía. A Jesús Eucaristía os lleva el amor a los hermanos, pero sobretodo el amor y el respeto por el obispo que todavía no consigue serenarse. El obispo no es un hombre cualquiera, no debe ser tomado a guasa ni calumniado. El obispo debe ser respetado también como hombre. Quien no ha aceptado su episcopado, no puede aceptar la Eucaristía, porque Jesús primero le ha dado el episcopado y después ha cumplido en sus manos el gran milagro eucarístico del 11 de junio del 2000 y ha dicho "todo está cumplido". Es tan difícil ser humilde y sencillo y decir: "Dios ha dicho que lo ha ordenado obispo y yo lo creo, porque creo en Dios y tengo confianza en El?" ¿Qué es lo que fastidia? ¿Por qué no se respeta al hombre, al sacerdote, al obispo? El obispo Claudio no es una persona cualquiera, aunque yo quiero que se respeten a todos, grandes y pequeños. Los pequeños deben respetar a los grandes, los grandes deben respetar a los pequeños; el obispo respeta a los pequeños. Tratad de comprenderme, los pequeños son los que no son obispos, que son solo sacerdotes, por tanto sois vosotros aquí presentes. Mi amor de mamá es muy grande y cada vez quiero corregiros, ayudaros, pulir los ángulos y deciros también que no escuchéis las otras voces, porque no comprenderéis nunca a Dios, mi Todo. Yo he dicho sí a Dios y me he dado toda a El. También vosotros decid sí a Dios; si creéis en Dios, debéis creer también en aquellos que Dios ha llamado. A mi no me parece tan difícil. Dios ha elegido obispo a Don Claudio, bien, demos gracias a Dios, aleluya a Dios. Mi Todo está muy contento de esta basílica hecha de tela, pero sobretodo hecha con tanto sacrificio por los jóvenes. Dios no quiere grandes basílicas, grandes iglesias, no quiere que los hombres hagan cosas pomposas, si después en el corazón no tienen amor hacia él, sino hacia sí mismos o si tienen el deseo de sobresalir, de hacerse ver. Cuantas personas han venido aquí y como que no podían destacar se han ido a otro lugar para tratar de sentirse alguien. Aquí nadie debe destacar, solamente el obispo. También la vidente, ultimado su cuarto de hora de aparición, se retira, porque el obispo debe siempre destacar. Con ella estoy siempre yo que la ayudo y la guío, sobretodo en estos momentos en que tiene la abstinencia.

Mis queridos hijos, si reflexionáis un poquito os daréis cuenta qué fácil es amar; no estéis siempre juzgando, criticando, polemizando, no sirve de nada, nos os hace caminar por el camino de la santidad, y yo os quiero santos, todos. ¿Queréis venir o no queréis venir conmigo al Paraíso delante de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo?. Por otra parte, ¿qué vengo a hacer yo?. Sólo aquí aparezco yo, sólo aquí, cuando Dios Padre lo ordena, vengo todos los días. Aquí ha ocurrido el más grande milagro eucarístico de toda la historia de la Iglesia y han ocurrido muchos otros milagros. Quien viene aquí puede comprender, comprender y caminar; quien no puede venir escuche los casetes donde está todo y lea el Giornalino de los jóvenes. Este no es un Santuario donde se hace comercio. Aquí tratan de hacer conocer a Dios; no hay ganancias, no hay nada. Tenéis como basílica una tienda, pero Dios está aquí, Dios está con vosotros. Se requiere poco esfuerzo para amar a los hermanos, los parientes, los amigos; porque amarse no significa hacerse poner el pie encima, no. Amar significa también llamar la atención a la persona que hace algo que no es correcto. ¿Recordáis la corrección fraterna? Estoy cansada de repetir que la corrección fraterna falla.

Hace poco ha pasado mi fiesta, vuestra fiesta; habéis sufrido y afrontado problemas de todo género. En muchos santuarios festejaban, pero yo estaba aquí con vosotros junto a toda la corte celestial, al pequeño Jesús y a mi amado esposo José. Cuando el domingo hay la catequesis venid a escucharla; es muy importante la explicación del mensaje de Dios, porque no todo se puede comprender. En cambio esperáis que acabe la catequesis y después llegáis, esto no es bonito, falla el respeto hacia el obispo y hacia los que son puntuales. El respeto, la sinceridad, la verdad, la humildad, la sencillez, oh, que hermosas virtudes. Debéis tener fe en Dios, pero también en el hombre que Dios ha elegido. Después de San Pedro, Dios ha elegido a Don Claudio y esto no es aceptado especialmente por los sacerdotes. Paciencia, el obispo ha obedecido a Dios, debe obedecer a Dios. No es verdad que los superiores religiosos o diocesanos y las madres generales tengan el don del Espíritu Santo y deben ser obedientes siempre y de todas formas. Si la obediencia es impuesta con chantaje, no es necesario obedecer; la obediencia es amor, es ayuda al hermano, no es chantaje.

Aún así toma el libro, Marisella.

Marisa - Pero pesa, ¿me ayudas a releerlo?

Nuestra Señora - Vosotros, entretanto, mis queridos hijos, recitad la oración que Dios ha enseñado. Padre nuestro...

(Marisa escribe un mensaje secreto que después hará conocer al obispo)

Marisa - Estoy muy cansada, querría que tu me llevases hoy mismo. Si me llevas contigo yo estoy contenta; llévame contigo. Basta, ya he dado por muchos años.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a los que han venido de lejos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Ayúdame, ayúdame. Don Claudio, se ha ido.

Don Claudio - ¿Estaba triste?

Marisa - Mucho

Roma, 14 diciembre 2000 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Quién debe hablar de nosotros dos?

Nuestra Señora - Marisella, tu sabes mejor que todos que las oraciones y los sacrificios no se pierden porque hay tantas personas que tienen necesidad; Dios distribuye a ellos estas oraciones. Ya os he dicho que Dios hace tesoro de estas oraciones y las da a quien tiene más necesidad. Ningún hombre de la tierra, fuera de tu obispo, puede comprender lo que has sufrido. Comprendo lo que quieres decir, pero Dios continua esperando las conversiones y las oraciones sirven para la conversión de muchos pecadores. ¿Qué hace una mamá que tiene veinte hijos y de éstos diez la siguen y diez son drogadictos o alcoholizados? Hace de todo para hacerlos cambiar. Es un simple ejemplo. Así hace Dios: si los hijos convertidos son pocos, ¿puede mandar a todos a la gehena? No, no puede.

Marisa - Pero, una ayuda más concreta Dios puede dársela, ¿no le dan un poco de pena?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, habéis oído todo lo que he dicho a vuestra hermana; en este momento ella está en cruz como mi Hijo Jesús. Comprendo lo que quiere decir, comprendo todo, pero aquel simple ejemplo que os he dado os debe ayudar a comprender más, a orar más. Oso también deciros que os doy gracias por las oraciones hechas, porque son hechas para salvar otras almas. Quiero que esté lleno el Paraíso y no el Infierno; quiero que todos se conviertan, pero esto es muy difícil.

El amor que lleváis a Jesús Eucaristía os da fuerza y coraje, mientras estas pobres almas que no conocen a Jesús Eucaristía o no la aman no gozan de nada. Son incluso ricos, parece que gocen y se diviertan, que tengan todo, pero no tienen a Dios.

Marisa - Yo tengo a Dios, ¿pero qué tengo? Ya son casi 30 años que llevamos esta cruz que se vuelve siempre más pesada, porque Dios cada poco añade algo más.

Nuestra Señora - Si, es verdad, añade siempre algo más. Habla tú, mi amado esposo José, porque mi corazón sangra.

Marisa - Espero que no por culpa mía.

Nuestra Señora - No, Marisella.

San José - Mis queridos hijos, soy el amado esposo de María, José. Estoy aquí para deciros más o menos las mismas palabras que ha dicho la Mamá. No os canséis nunca de orar. Marisa, ánimo, no todos te están cercanos. Veo que hoy estás vestida más o menos como mi amada esposa: eres sencilla y bonita como tu alma.

Marisa - Mi alma no es tan bonita, porque estoy muy desilusionada, me siento abandonada.

San José - Tienes razón. ¿Crees que te llevamos la contraria? No, tienes razón. Medita el ejemplo que ha citado mi amada esposa. También ella sufre, cuando viene sobre la tierra su corazón sangra.

Excelencia, ¿te puedo pedir que te sientes un poquito? También tu estás muy cansado y probado.

Están todos los ángeles en torno mío. Hay alegría y fiesta en el Paraíso. Tu, Marisella, tienes razón porque los dolores y la pasión que vives, son muy fuertes. Sólo Jesús sabe lo que tu sufres. A pesar de todo, intentas sonreír y hablar, aunque las lágrimas rieguen tu rostro y el sufrimiento sea tanto.

Marisa - Perdóname, San José, pero yo ahora no puedo más. No tengo más fuerzas porque entre los dolores físicos, los morales y los de la pasión no puedo más. Fácilmente me vienen ganas de llorar, por tanto no soy fuerte como tu dices. ¡Estamos solos!.

San José - No estáis solos, Marisella, tenéis cerca personas que os aman y estamos nosotros los del cielo. Basta de llorar.

Mis queridos hijos, en nombre de mi amada esposa y del pequeño Jesús, quiero desearos una Santa Navidad. Orad. La oración deja un poco que desear.

Marisa - Yo soy la primera que deja que desear, ¿verdad?

San José - Ahora me voy y dejo el lugar a mi amada esposa.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Participad a la Santa Misa, participad en el encuentro bíblico, conoced la palabra de Dios.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo a vosotros, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto maternal. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Animo, ánimo.

Marisa - Adiós. Ahora vuelve a empezar la batalla. Sigamos adelante.

Roma, 17 diciembre 2000 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Vosotros sabéis que con el último milagro Eucarístico todo ha sido cumplido y el episcopado ha sido confirmado. En la carta de Dios está escrito algo muy fuerte: los que creen y no pueden venir al lugar taumatúrgico porque se les ha prohibido, pero oran por el obispo y por su gran misión, un día vendrán y se salvarán; en cambio los que no creen, calumnian y difaman a quién está muy unido a mi Hijo Jesús no se salvarán. Aquellos que continúan diciendo: "No vayáis allá arriba donde aquel loco", así han definido a vuestro obispo; pero también Jesús ha sido llamado loco. Dicen con ironía: "Sólo los que van allí se salvan"; oh no, se salvan todos los que creen, oran y no calumnian ni difaman. Son tantos, tantos los que no creen y no se callan sino que calumnian y difaman con mucha facilidad. Esos son los grandes hombres de la Iglesia, seguidos de sus párrocos y vice párrocos. Si el obispo habla mal, los sacerdotes hablan mal, si el párroco habla mal, los vice párrocos hablan mal. Y bien, esos no podrán salvarse, porque profanan la Eucaristía. El milagro eucarístico del 11 de junio 2000 ha sido demasiado evidente, ha ocurrido bajo los ojos de todos. Si ven girar el sol, quizás por un efecto óptico, creen en el milagro, en cambio si ven salir sangre de la Eucaristía durante la consagración en la Santa Misa no se convierten. Vosotros creéis porque habéis visto, pero alguno que ha visto no lo cree, porque el párroco no cree.

¿Pero cómo es posible escuchar a las personas que calumnian y difaman? Desgraciadamente vuestro obispo todavía no es comprendido hasta el fondo ni siquiera de los que dicen que lo aman y vienen aquí cada día. Vosotros no podéis comprender su grado de preparación, su sacrificio y su estudio, Don Claudio se recluye en su estudio para daros lo mejor porque quiere llevaros a la santidad. Ha compuesto novenas y oraciones y cuando necesita recitarlas juntos, nadie tiene la hoja a mano. Esta es una grave falta de respeto, porque no habéis comprendido cuanto os da vuestro obispo, cuantas horas transcurre preparándose y estudiando para daros lo mejor; ningún sacerdote hace esto, ninguno emplea horas en prepararse para darlo todo a las almas. Cada vez que vienen aquí grupos oigo decir: "Benditos vosotros que tenéis un obispo tan preparado y disponible". Vosotros que lo tenéis no lo apreciáis. Tenéis un flaco amor, muy débil. Incluso cuando escucháis los mensajes, al momento os conmueve, pero luego cuando salís todo se acabó y empieza de nuevo la envidia, los celos, y los cotilleos.

El gran milagro eucarístico del 11 de junio es conocido en todas partes del mundo. ¿Por qué la mayor parte de los extranjeros cree mientras que los italianos continúan hablando mal? ¿Cómo va a vencer el demonio a Dios? ¿No es el más fuerte de todos? ¿No puede hacer lo que quiere? ¿No puede tomar a vuestro obispo y ensalzarlo? ¿No puede hacer lo que quiera con todos los hombres de buena voluntad, con los que aman verdaderamente? Gozad, alegráos, cantad porque el que sigue este camino, el que hace lo que el obispo dice, porque Dios habla a través de él, tiene el camino preparado para el Paraíso, para la santidad.

Esta carta de Dios es muy importante. Quien viene aquí y luego chismorrea no se comporta como verdadero cristiano. Las personas que frecuentan este lugar son siempre las mismas, las otras no vienen, aún habiendo leído todas las cartas con las que han sido invitados, porque el vicario del Papa ha prohibido que vengan; ha dicho que lo que sucede aquí es fruto de magia y por intervención diabólica. Por miedo, todos están atentos, ninguno se atreve a contradecir al cardenal, porque dicen: "Dios habla en él". ¿Dios puede hablar a uno que ha profanado a la Eucaristía?. No olvidéis nunca que el vicario del Papa ha ordenado que tirase la Eucaristía que ha sangrado y ha dicho esta frase: "Es todo un fenómeno de feria y efecto del demonio. Ellos están endemoniados". Exactamente como han tratado a mi Hijo Jesús, así se han comportado con vuestro obispo. Primero acusaban a la vidente y decían que estaba loca, herética, cismática, endemoniada, ahora acusan al obispo. ¿Qué resorte hay en estas personas? Los celos, la envidia y el miedo que todas las personas se vuelvan a vuestro obispo y vengan aquí. Pero la gente llegará aquí, incluso impreparada, porque ninguno les ha hablado de la Eucaristía. Nadie les habla en términos muy sencillos y comprensibles de la Trinidad.

Vosotros habéis recibido mucho. Recordad: más se recibe, más se debe dar. Si recibís diez debéis dar cien. En cambio recibís y dais uno; no, esto no es para el Señor.

Esta es la carta de Dios, a la que vuestra Mamá ha añadido alguna cosa. Amad, amad, amad, amad, amad. El amor lo vence todo, pero el amor verdadero, sencillo, sincero y leal. Entonces seréis verdaderamente hijos de Dios.

Animo, excelencia, la Trinidad, la Madre de la Eucaristía estamos con vosotros.

Acordaos de decir el ángel de Dios, la oración que enseñé a Marisella cuando era pequeñita.

Marisa - ¿Te puedo hacer una pregunta? ¿Tengo que ir al hospital? ¿Debo sufrir también allá?.

Nuestra Señora - Junto a mi y vuestro obispo os bendigo y a vuestros seres queridos. Te bendigo abuela Yolanda, que oras mucho y amas mucho. Bendigo vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Alabado sea Jesucristo.

Marisa - Adiós. Don Claudio, ¿has oído la carta de Dios?

Don Claudio - Si

Marisa - Entonces, ¿Por qué no me arriesgo a hablar?

Roma, 24 diciembre 2000 - h.10:35 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, Yo hablaré después porque ahora viene Jesús.

Marisa - ¿El Niño Jesús?

Nuestra Señora - No, Marisella, viene Jesús grande.

Jesús - Soy vuestro Jesús y se que habéis preparado para Jesús Niño alguna cosas grande. He venido después de tantos años, en el último día de Adviento, en la vigilia, para hablaros y daros ánimos. El mundo no os acepta. En las naciones extranjeras, en los otros estados, sois conocidos y amados, mientras que en Italia, donde imperan celos y envidias, feas enfermedades, sois combatidos. Ay de aquellos que tienen envidias y celos porque Dios ha dado dones a este lugar taumatúrgico. Creen, imprímelo en la mente, Excelencia, en el gran milagro, pero después que asaltan en ellos los celos y la envidia, quieren destruir este lugar taumatúrgico. Querían haberlo destruido en el lejano 1994, en cambio habéis llegado al 2000 y no ha sido destruido nada, porque no se puede destruir lo que es de Dios. Los hombres de la ciudad tiene de todo lo que quieren y si tienen que elegir entre la oración y la diversión, escogen la diversión. La peregrinación es sacrificio, es oración; no debe haber diversiones, no debe ser una acampada o ser transformado en algunos días de reposo. La peregrinación requiere sacrificios, florilegios, oraciones.

Vosotros sois pocos a frecuentar este lugar taumatúrgico y venís aquí no para hacer el paseillo, para salir fuera de casa o para estar junto a los otros, sino para orar por vosotros y para los que amáis: esto es importante. Muchas personas creen en este lugar taumatúrgico, pero por envidia o celos lo destruyen. Creer en un lugar donde Dios ha dado dones, ha hecho grandes milagros y destruirlo solo por celos y envidia es gravísimo. Esos no pueden estar en gracia de Dios, no pueden decir la Santa Misa y hacer la Santa Comunión. Debéis ser fuertes, especialmente vosotros dos, mis queridos hijitos, no dejéis de seguir adelante, porque el demonio aprovecha el desánimo para infiltrarse. Os dais cuenta en este período de fuerte sufrimiento qué duro es aceptar la voluntad de Dios. Debéis invitar a vuestros hijitos a reemprender el camino, porque de otro modo todo se volverá difícil. Está en vosotros orar, ayudarlos con mucha discreción, no lloriqueando, no sois niños, sois grandes. Esta es una Navidad para vosotros de sufrimiento, pero debéis ser fuertes. Marisella, no puedes llorar cada vez que una persona te pide alguna cosa, porque tienes un físico debilitado y podrías ceder, no tener más la fuerza para seguir adelante.

Marisa - Jesús, tu me has dicho queme ayudas. Ahora bien, ya que estamos en eso, deseo encomendarte a todas las personas, especialmente a los jóvenes y a los niños que tienen leucemia, y son muchos, los que tienen esa fea enfermedad de la que no se pueden curar. Tu puedes hacer encontrar la medicina para estos enfermos tan graves. Tu haz transcurrir una Navidad un poco más serena y nosotros nos empeñaremos en tener un poco más de serenidad y de fuerza. No puedes mandarnos cada día un sufrimiento, porque se vuelve todo difícil.

Jesús - Has sido valiente Marisella, al no bajar en estas condiciones. Si no tienes fiebre esta tarde harás la vigilia.

Marisa - Gracias, Jesús, ¡yo te he pedido que me ayudes!.

Jesús - Y esto es una ayuda.

Marisa - Eres tan hermoso que me conmueves. También nosotros somos hermosos, cuando somos hermosos por dentro.

Jesús - Hoy es el último día del Adviento, esta noche Jesús Niño vendrá entre tus brazos, Marisella, y tu lo estrecharás contra tu corazón, como siempre. Animo, hijita, ánimo, ánimo.

Marisa - Esta mañana cuando ha sucedido aquella cierta cosa, ¿entraba el demonio?

Jesús - Si, aprovecha que estáis físicamente muy débiles, aunque muchos afirman que en apariencia estáis bien, pero la apariencia engaña.

Marisa - Pero tu me ha ayudado, porque me he golpeado solo la cabeza.

Jesús - Entonces, ¿Ves que ayudo?

Mis queridos hijos, con los que estarán presentes esta noche haremos las felicitaciones entonces, y con los que no podrán venir por varios motivos familiares, el Paraíso os lo desea ahora. Buenos deseos a todos sobre todo de santidad.

Marisa - Se ha ido acompañado de los ángeles.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a todos los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Recordad que la Mamá no abandona a sus hijos. No preguntéis tantos porqués. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Felicidades a todos.

Marisa - Adiós.

Roma, 24 diciembre 2000 - h.12:00 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Esta vez Jesús ha nacido en el frío y en el hielo.

Te doy gracias porque me has dado la posibilidad de bajar. Querría, en esta noche santa, que todos los hombres cantase: "Gloria a Dios en lo alto del Cielo", pero el mundo parece que viva de diferente manera a la nuestra.

Te quiero encomendar a todas las personas enfermas, las personas ancianas que se quedan solas, los niños enfermos y todos los que han pedido mis oraciones. Ahora le das a San José el Niño Jesús, ¿después me lo darás a mi?. Me lo has prometido esta mañana.

Nuestra Señora - Entretanto, recitemos la oración que nos ha enseñado Jesús. Padre nuestro...

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. El tiempo no es favorable, aunque el frío se ha aplacado. Como calentáis al Niño Jesús con vuestro amor, así en esta noche santa, calentad también al prójimo. Es la noche santa y querría hablaros sólo de alegría, pero es imposible. Debéis combatir los celos y la envidia, pueden llevaros a decir mentiras y quizás ni siquiera os acordéis. Esta recomendación vale para todos los hombres, no sólo para vosotros aquí presentes, porque las cartas de Dios están dirigidas a todos. Alguno de entre vosotros, después que oiga que lo que digo corresponde a la verdad, se haga un examen de conciencia. Si dos personas se aman y una tercera trata en todos los modos de poner cizaña, voluntariamente o involuntariamente, este comportamiento parte de los celos y de la envidia. Ha habido mucha envidia también por lo que respecta a mi amado esposo José y al pequeño Jesús. Había quién decía una cosas y quien decía otra, ninguno estaba nunca contento, todos querían tener razón, todos estaban equivocados. Estas personas, por celos y envidia no están contentas con nada y tratan de hacer caer también a los otros en el mismo pecado.

En esta noche santa muchos oran, muchos están con el Santo Padre orando, sobretodo porque son atraídos por las funciones papales. No son numerosos los hombres que hacen la oración del corazón. Hay todavía mucho que orar para las conversiones.

Los hombres han hecho un paso adelante muy grande por el camino de las conversiones, después muchos se han estancado y se han retirado porque no acaban de comprender donde está el bien y donde el mal. Piensan en sí mismos, en su familia, en el poder, a vivir en paz sin preocuparse del hermano, del amigo, así se extiende más el egoísmo. Eh ahí porque lo que ha prometido Dios tarda en llegar, pero llegará. Las conversiones escasean. Los sacerdotes, alguna vez, cuando ven a un alma orar delante del Santísimo, la juzgan mal. ¿No es hermoso orar delante de Jesús? Los sacerdotes que piensan esto no son muchos, gracias a Dios, golpean a la persona buena que reza. Las personas que tratan de dar o de ayudar son golpeadas. Las armas para herir a un alma son tantas: la envidia, los celos, el egoísmo. El pequeño Jesús os mira, os sonríe y con su manita os bendice. Es un niño pequeño. Dios se ha hecho hombre para salvaros, para reabrir a todos el Paraíso.

¿Qué pasa? Primero combatían a la Eucaristía y ahora hablan de ella, sólo porque las cartas de Dios reprenden a los que no aman a la Eucaristía. Esos piensan que hablando de la Eucaristía pueden demostrar que las cartas de Dios no se dirigen a ellos. En este momento Jesús niño no se ve más porque se transforma en Hostia grande; la Trinidad está presente en la Hostia: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Marisa - Ha aumentado la luz, los ángeles, los santos y las almas salvadas están postrada en adoración.

Nuestra Señora - Faltan muchas personas, muchas que no están presentes. Ahora llegan las almas de los difuntos parientes de los presentes.

Marisa - ¿Puedo tener todavía a Jesús niño?, es tan tierno.

Niño Jesús, ¿juegas con los ángeles? San José no lo dejes caer porque es pequeño, pequeño. ¿Por qué siempre está en los brazos de San José?

Nuestra Señora - Para hacer contento a su Excelencia.

Marisa - ¿Pero cuándo se lo harás ver?

Nuestra Señora - Ya ha visto a San José, hermoso y grande.

Marisa - Si, pero ¿cuándo te verá a ti?

Nuestra Señora - Necesita tener mucha paciencia y esperar lo que el hombre no sabe.

Os deseo una buena Navidad junto a mi Hijo Jesús. A todos alegría y paz. Debo reconocer que desgraciadamente sois pocos, porque muchos no han comprendido aún y continúan diciendo eso que hoy no me apetece repetir.

El obispo puede decir la Santa Misa, a ningún sacerdote puede serle quitada la Santa Misa sin motivo grave. Vuestro obispo no ha hecho nada grave y vosotros lo sabéis. Sabéis también que tenía que tirar a mi Hijo Jesús para tenerlo todo. No, Dios no acepta estos chantajes.

¿Cuántos sacerdotes, por nada, o por despecho, o venganza son suspendidos?. Los sacerdotes deben celebrar siempre la Santa Misa; todos los sacerdotes suspendidos a divinis deben decir la Santa Misa, si no son motivos muy graves. Para muchos hijos míos no hay ningún motivo para privarlos de celebrar la Santa Misa, en cambio han sido suspendidos solo por despecho y venganza. "Me vengaré y lo aplastaré", esta frase ha sido pronunciada contra mi obispo.

Gracias también por vuestra presencia. Habéis recibido la bendición del pequeño Jesús. Y también yo, como Mamá, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros amigos, parientes, benefactores; a los niños enfermos, a la abuela Yolanda, que está peor que antes, sobre aquel lecho de dolor y todas las personas que no han podido venir por motivos familiares. La Trinidad está aquí con vosotros. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Convertíos, mis queridos hijos, y creed en todo lo que Dios ha obrado en este lugar taumatúrgico. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Quiero ver como te llevas a Jesús niño. ¿Mañana me lo dejarás?

Nuestra Señora - Ahora piensa en la Santa Misa, Marisella.

Marisa - Está bien, gracias. Adiós. Sabes, nosotros tenemos un niño que se llama Enmanuel.

Nuestra Señora - Marisella, cierto que lo sé, yo lo sé todo.

Marisa - Si, entonces si lo sabes todo, ¿por qué no nos dices cuando...? Mira, se me ha escapado, me ha salido del corazón.

Don Claudio, ¿has visto a San José que tenía en brazos al Niño?

Don Claudio - No, no lo he visto.

Marisa - La otra vez, lo viste hermoso, grande, di la verdad: tenía que venir ella a ti, en cambio ha hecho venir a San José. Lo ha respetado porque es el cabeza de familia.

Roma, 25 diciembre 2000 - h.10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Quiero encomendarte a todos los que sufren moralmente y físicamente, todas las personas ancianas que están solas en estos días de fiesta y a todos nosotros. ¿San José lleva siempre al Niño Jesús?

Nuestra Señora - Si, después lo tomaré yo.

Marisa - ¿Me lo darás también a mi?

Nuestra Señora - Veremos.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Os hemos dejado tarde esta noche y ahora estáis aquí de nuevo para acogerme, pero sobretodo al Niño Jesús, que como siempre, con su manita bendice a todos los niños, todos los enfermos, todas las personas que sufren y todos los ancianos. Vosotros sabéis que muchos ancianos están solos, aunque tengan hijos, éstos tienen mucho que hacer en esos días. La unión de la familia es importante, porque cuando los hijos empiezan a separase de los padres se rompe algo.

Marisella, en torno a mi están los ángeles, lo santos, las almas salvadas, los angelitos que juegan con los niños que escuchan. Yo he venido sobre el planeta tierra por vosotros, aunque seáis tan pocos. Dios me he ha dicho. "María, ve donde mis hijos con la Sagrada Familia y todo el Paraíso y diles que los amo con un amor infinito".

Hay quien sufre moralmente y quien también físicamente. Es Navidad, pero Navidad no es solamente el 25 de diciembre, debería ser todos los días, porque todos los días debéis ser buenos y debéis amar. Cada día, cuando recibís a mi Hijo Jesús en gracia es Navidad: incluso cuando sufrís y hacéis sacrificios y florilegios es siempre Navidad. Cada día debéis decir : "Señor Jesús, enséñanos a orar con el corazón". A veces leer las oraciones en los libros, recitar el Santo Rosario, es hermoso, pero debéis hablar con Jesús, dialogar con Él, que está lleno de amor por todos vosotros.

Repetiros todavía hoy "ánimo" puede pareceros superfluo, pero yo digo: ánimo, mis queridos hijos, estoy aquí con vosotros, en este lugar taumatúrgico. Hoy no me aparezco en ninguna otra parte del mundo.

No he buscado la masa, no he buscado millones de personas, os he buscado a vosotros, porque Dios me ha dicho: "Ve a aquel pequeño rebaño en el lugar taumatúrgico, en aquella basílica hecha no de muros, no de tiendas, sino de almas que aman a mi Hijo Jesús Eucaristía"

Como he dicho esta noche, muchos, muchos saben que aquí está la verdad, que aquí ha sido el más grande milagro de la historia de la Iglesia. Aunque los que han acosado a vuestro obispo saben que aquí está la verdad, pero por envidia y celos lo combaten, lo calumnian y no comprenden que combaten contra Dios. ¿Combatir contra el hombre elegido por Dios, para qué sirve? Es a Dios a quién combaten. ¿Pensáis que Dios puede sucumbir? ¡No!

Retarda el tiempo de su intervención y ha retardado la clausura de vuestra Puerta Santa. Dios ha dicho: "La Puerta Santa será cerrada cuando Yo lo decidiré".

Dios por ahora no ha decidido cerrar vuestra Puerta Santa. Aprovechad para ganar la indulgencia, porque las indulgencias son importantes. No me cansaré nunca de repetiros que son más importantes la Santa Misa, la Santa Comunión, conocer la palabra de Dios y frecuentar el encuentro bíblico.

Gracias, mis queridos hijos, y felicidades en cuanto sea posible de buena Navidad a todos.

Las felicitaciones van también a ti abuela Yolanda, hoy sufres un poquito menos, ayer fue una jornada llena de sufrimiento, pero yo vine para ayudarte para que sufrieras menos. Gracias de todas formas por todo lo que haces.

Junto a mi y vuestro obispo, al Niño Jesús, a San José, a los ángeles y a los santos, a todo el Paraíso, os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

En este momento el Niño Jesús alza la manita y os bendice.

Marisa - ¿No me lo das hoy al Niño Jesús?

Nuestra Señora - No, Marisella, haz este sacrifico por una intención particular. Participad en esta Santa Misa y me repito: sea Navidad hoy y todos los días.

Marisa - Adiós. No me lo ha dado, pero esta noche había dicho que me lo daría.

Roma, 31 diciembre 2000 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Quizás no lo comprenderás, Marisella, pero a veces, humanamente hablando, no tengo el coraje de venir a la tierra, porque vengo como criatura de la tierra y sufro viendo tantas injusticias, tanta maldad, viendo cuantos de mis hijos predilectos no aman a Jesús. Esto lo pienso en el Paraíso al lado de Dios, pero luego digo: "Debe ir con mis hijos, debo ir a animarlos y también a sufrir con ellos". Este es el motivo de mi retraso, pero cuando tendré que venir a traer la alegre noticia, la gran noticia, no esperé ni siquiera una hora, ni un minuto, sino que llegaré como el viento impetuoso.

Marisella, tus sufrimientos, especialmente los de estos últimos días, físicos, humanos, morales y sobrenaturales han llegado a muchas personas que sufren, especialmente en una cama de hospital; han llegado a Africa, a la India y otros lugares para ayudar a aquellos niños que tu has visto tantas veces morir de hambre. Las naciones ricas, también vuestra bella Italia es rica, podrían salvar muchos hombres, mujeres y niños. Las grandes iglesias podrían vender el oro y los tesoros para curar, dar de comer, vestir a los pobres. Todo esto, cuando desciendo a la tierra me hace sufrir muchísimo. Cuando te he llevado conmigo para atender a los niños, tu has visto en qué miseria vivían y cuantos morían en nuestros brazos. Eh ahí que tu sufrimiento sirve para muchas almas, para muchos niños, para tu obispo y para el pequeño rebaño.

Es suficiente. Recitemos el ángel de Dios por cada ángel que está al lado de cada niño que está muriendo.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy es el último día del año y antes de irnos a acostar o antes de hacer fiesta, haced un pequeño examen de conciencia. Quién pueda haga acción de gracias a Dios; recite el Te Deum. Este ha sido un año muy duro, durante el cual Dios ha pedido mucha oración y mucho sacrificio. Hoy la mamá pide, especialmente a vosotros jóvenes, un acto de caridad muy fuerte hacia vuestro obispo. Gozad, divertíos, pero a medianoche orad, porque yo estaré en la tierra con Marisella, el obispo y quién esté con ellos. Os invito a intensificar la oración, a pesar de los grandes sufrimientos. No abandonéis nunca la oración.

Tu, Marisella, tienes tu gran cruz que llevar y es más que oración.

Debéis orar también por vuestros seres queridos, porque las madres van a la iglesia, escuchan la santa misa, hacen la santa comunión, mientras los maridos y los hijos están lejos. Este ha sido un año muy laborioso y debo decir también que para llevar adelante al pequeño rebaño se ha necesitado mucho ánimo y mucha fuerza, pero lo que ha ayudado a tener ánimo y fuerza ha sido el gran amor. Recordad que con el amor se obtiene todo. Habéis tenido mucho sufrimiento, tanto pequeños como grandes, pero Dios no os ha abandonado. No preguntéis tantos porqués, lo que hace Dios es siempre para un buen fin para todos. Dios no es vengativo, Dios es santo, es bueno, es misericordioso; el hombre, en cambio, es vengativo y está dispuesto también a destruir, pero no puede destruir a Dios. Si permite estos grandes sacrificios Dios sabe el por qué; y para llevar a buen término algo hermoso y grande para todos. Eh ahí porque os he dicho: "Haced un examen de conciencia y meditad sobre el equilibrio entre las cosas bellas y las feas", veréis que al final la balanza está en equilibrio. Dios no os ha creado solamente para tener sufrimientos, sino también alegrías, aunque a vosotros os parezca que no las tenéis.

Marisa - Dime una.

Nuestra Señora - Marisella, sé buena.

Me repito: dad gracias a Dios e iniciad el año nuevo con una pequeña oración: "Dios mío, te amo, te amo mucho"; es suficiente esta, después quién quiera hacer más, puede hacerlo.

Iniciamos este tercer milenio; ni siquiera los hombres saben si es el segundo o el tercero. Iniciad este tercer milenio y seguid avanzando. En el 2001 algunos afrontarán el matrimonio, otros esperarán el nacimiento de un hijo y otros otras cosas. Pero recordad que mientras estéis en la tierra tendréis algún sufrimiento. Ahora os invito a orar sobretodo por los enfermos y los anciano que son las perlas de Dios. Orar por esos, especialmente por los que viven solos. Vosotros haced obras de caridad.

Felicidades por este año tan perseguido y os deseo un año de felicidad para todos: grandes y pequeños.

La Mamá os da las gracias por vuestra presencia, incluso si los que han recibido gracias no vienen; es otro sufrimiento.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo a los aquí presentes, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Adiós. Se ha ido.

Mensajes de Enero de 2001

Roma, 1 de enero de 2001 - Hora 10:30 (Carta de Dios)

Marisa - Felicidades, Madre de Dios, Madre de la Eucaristía, Madre de Jesús y Madre nuestra. Queremos felicitarle en primer lugar.

Nuestra Señora - Felicidades a vosotros, mis queridos hijitos. Veo que estáis un poco adormilados, pero Dios premiará el sacrificio que habéis hecho al venir aquí, a este lugar taumatúrgico. Dios mantendrá su promesa. Os preguntáis: "¿Cuándo?". Si, tenéis razón, ¿cuándo?. Yo estoy siempre con vosotros siempre que vengo a la Tierra y también cuando estoy en el Paraíso rogando y cantando delante de la Trinidad con los ángeles y los santos. Nosotros, cuando miramos el mundo, oramos siempre por todos vosotros, hombres de la Tierra.

En un primer momento muchos hombres se habían acercado a mi Hijo Jesús, pero después algunos se alejaron por la poca seriedad que muestran los hombres de la Iglesia y del Estado.

Vosotros sabéis que el señor de Nápoles ha sido absuelto, porque los hombres de la Iglesia tienen un poder más fuerte incluso que los de los políticos. Son tantas las personas que no han creído en él; los que le han creído lo han hecho sólo por dinero o por interés.

Vosotros sabéis que muchos de mis hijos predilectos no se comportan bien y yo que soy su mamá, sufro más que vosotros. Aquellos juegan con la Santa Madre Iglesia y con los hombres sencillos, con los hombres pobres de espíritu, con los hombres que no saben responder a los discursos teológicos. Vosotros, en cambio, estáis a la altura de poder hablar y discutir también con los sacerdotes que se hacen fuertes en la teología, con los mariólogos y con todos los que han estudiado. Eh ahí porque siempre he dicho que es importante el encuentro bíblico: lo que hoy conocéis, hace pocos años no lo sabíais. Oh, vosotros sabéis más que muchos sacerdotes, ¡creedme!. Esto me hace sufrir, porque cuando Dios llama y da la vocación espera de ellos algo más grande. Si han recibido ciento deben dar mil, en cambio hay quien ha recibido ciento y da diez o por añadidura nada, porque hoy en el mundo lo que importa es tener poder y dinero. Los fieles cuando notan estas cosas se retiran, porque no han recibido una buena educación y dicen: "Si ellos se comportan mal, ¿por qué debo yo comportarme bien?". En cambio si los sacerdotes se comportan mal, vosotros debéis orar por ellos, no alejaros de la Iglesia porque un sacerdote no marche bien o el otro traicione. A veces también los laicos comprometidos no se comportan bien y los fieles sencillamente se alejan de la Iglesia. Mis queridos hijos, vosotros no debéis ir a la Iglesia por el sacerdote, por el obispo, por el cardenal, sino que tenéis que ir por vosotros mismos, para orar, para esta con mi Hijo Jesús que hoy tengo en brazos; es pequeñito y os mira con ojos resplandecientes, que emanan una grandísima luz. Vosotros debéis participar en el encuentro bíblico, acercaros a la confesión, porque es un Sacramento y como todo Sacramento os da la fuerza y el coraje para seguir hacia delante. Id por Jesús, no vayáis por el hombre, porque quien va a Misa por hacerse notar, para hacerse ver, se equivoca en todo.

Mis queridos hijos, os doy gracias por vuestra presencia; os doy gracias porque a pesar de todo, habéis venido a este lugar taumatúrgico. Dios os recompensará.

Gracias por lo que habéis hecho por el Niño Jesús. Os doy gracias por todo. Orad por vuestros hermanos cercanos y lejanos, por los sacerdotes y para que la Iglesia se renueve y sea todo como Dios quiere, como Jesús ha enseñado.

Como primer día del 2001, orad por cada uno de vosotros. Que ésta no sea sólo una jornada dedicada a comer y a divertirse, sino también a la oración. Cuando podáis orad juntos o bien retiraos un momento a vuestra habitación y orad, Jesús os ayudará. Dirigíos a Jesús mientras llega lo que ha prometido para todos.

¡Orad!. No hay necesidad de hacer largas oraciones, no leáis en libros escritos por otras personas, hablad con Jesús, con vuestro corazón y con palabras sencillas. Jesús no tiene necesidad de que los grandes estudiosos o los grandes mariólogos hagan las oraciones, vosotros hablad con él, pedidle todo lo que necesitéis. Orad por todos.

Junto a mi y vuestro obispo, a mi amado esposo, a todos los ángeles, los santos y el pequeño Niño, os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Si he pedido tanto sufrimiento a vuestra hermana es por el bien de todos vosotros, por la Iglesia. Orad por ella y por vuestro obispo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 6 de enero de 2001 - Hora 10:35 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, no tengo nada nuevo que deciros, si no es repetiros que, desgraciadamente, las conversiones de los grandes hombres de la Iglesia, de los sacerdotes, de las hermanas y de los laicos comprometidos, tardan en llegar. Tenéis razón al decir que a vosotros sólo os pido sufrimiento y oración, pero ¿creéis que Nosotros no tenemos más interés que vosotros de que el mundo cambie en todo y por todo?. Os daréis cuenta solos que todo se va a pique y que nada va bien.

En vuestro corazón asalta a menudo la pregunta: "¿Por qué Dios no se decide a hacer lo que ha prometido?". Yo, como mamá, puedo decir: "Tenéis razón de pensarlo, de gritarlo y también de llorar, porque Dios no se decide. ¿Por qué espera Dios? ¡Oh!, los porqués son tantos, son infinitos".

Los hombres, como veis, no se comportan delante de mi Hijo Jesús Eucaristía como se debe. En muchas Iglesias las personas entran distraídas, ríen, hablan delante del Santísimo. Sacerdotes, hermanas y laicos entran en la Iglesia como si tuvieran que hacer un encuentro entre amigos. La Iglesia es un lugar de encuentro entre Jesús Eucaristía y el hombre. Delante de Jesús Eucaristía es necesario recogerse en profunda adoración, en oración y tenéis que intervenir incluso si el que bromea y ríe en la iglesia delante del Santísimo fuese el Papa. Ninguno debe comportarse de manera incorrecta delante de Jesús Eucaristía.

¿Qué debo deciros?. Casi tengo miedo de repetiros que oréis, que no os canséis de orar. Alguno, aunque ha escrito "si" en la tarjetita, se ha retirado; no ha comprendido que el gran milagro eucarístico del 11 de junio es parte de la historia de la Iglesia. Primero ha sido dado, por Dios, el episcopado a Don Claudio, después se ha verificado en sus manos el gran milagro que todos habéis visto. Quién ha visto el milagro, se ha retirado, porque dice que no sucede nada y no llega nada. Mis queridos hijos, ese mensaje es para todo el mundo. Mirad alrededor: ¿hay amor entre mujer y marido?, ¿hay amor entre los padres y los hijos?, ¿hay amor en la Iglesia?, ¿hay amor entre los políticos?, ¿hay amor por los pobres, los niños abandonados y los ancianos? ¡No! Dios es amor y lo ha demostrado de todas las maneras. No es que Dios no ame porque no haya llegado lo que ha prometido: Dios ama a todos, pero vosotros, hombres de la Tierra, ¿cómo correspondéis al amor de Dios?

Los reyes y los magos fueron a la cueva a llevar los dones, vosotros venid delante de Jesús a orar, a llevar vuestro corazón lleno de amor, de caridad, de comprensión, de humanidad. La mayoría de los hombres de la Iglesia se comportan mal y la mayoría de los buenos se retiran porque piensan: "Si los hombres de la Iglesia se comportan mal, ¿por qué debo luchar yo? Me comporto bien, amo a mi familia, trabajo y esto basta"

Entorno a vosotros se ha estrechado un cerco y parece que estéis solos llevando hacia delante esta misión: el gran amor hacia Jesús Eucaristía. Naturalmente, hay otros grupos que trabajan por lo mismo, pero son muy pocos frente a los hombres que no aman a Dios.

Primero vuestra hermana venía con alegría a las apariciones, no veía la hora, exultaba, mientras que ahora tiene miedo porque ella querría para el obispo y para vosotros algo que no llega nunca. El pequeño rebaño disminuye y se restringe porque no ha sido comprendido hasta el fondo lo que Dios quiere. Las personas dicen sí en un momento de entusiasmo, pero después basta una nadería y ya se derrumban, empieza la envidia y los celos.

Esta carta de Dios es para todos los hombres, no solamente para los presentes. Tengo temor de decíroslo, no os enorgullezcáis, pero sois mejores que los que deberían ser los guías y los pastores del rebaño. Pero desde el momento que camináis por el camino recto, el que Jesús quiere, yo debo reprenderos incluso cuando cometéis una pequeña falta. Yo quiero comportarme con vosotros de esta manera, lo he hecho siempre así.

Deciros ánimo, venga, orad, no abatiros, casi parece inútil, pero yo tengo que decirlo.

Ya sé que estás hundido, mi querido obispo, y sé que el sufrimiento moral es más duro que el físico, pero si tu sucumbes, sucumbirán tus jóvenes, no digo ex jóvenes, porque para ti siempre son tus niños, y junto a ellos sucumbe este pequeño rebaño. Animo, sabes que estoy contigo. ¡Cuántas veces has sentido mi presencia!. Estos momentos de desánimo llegan, es natural. No cometes ninguna culpa, no ofendes ni a Dios, ni a mi Hijo Jesús, ni a mi, no ofendes a nadie. El sufrimiento moral es más duro que el físico, por tanto deciros ánimo, decir que sigáis adelante, y que oréis es decir todo.

¡Mirad como se ha restringido el pequeño rebaño!, ¿Por qué? Porque los hombres no van donde se recogen pocas personas, sino que van donde hay masa, aunque allí no se rece y se hable, se ría y se bromee. Se han estado por dos horas bajo la lluvia en San Pedro, en cambio aquí he oído lamentos por el frío. ¿Qué queréis más de estos dos hijitos míos que llevan adelante solos, desde hace ya años, una difícil y dura misión? ¿Tenéis frío? Esto no es frío. Han hecho una tienda para tener una iglesia más grande, la han cerrado y aún oigo decir. "Hace frío, hace falta la estufa". ¿Por qué aquí os lamentáis por cada pequeño inconveniente, mientras que cuando vais a cualquier sitio, en cualquier santuario, estáis a la intemperie, al frío, bajo el sol o bajo la nieve y no decís nada?. Si pensáis en la oración no podéis sentir frío. Si los que van bajo la lluvia o la nieve a orar, a hablar a reír, a contarse las experiencias que han vivido no tienen frío, ¿por qué vosotros os lamentáis? ¿Qué queréis más? ¡Aquí no se puede hacer nada más!.

Dios ha prometido una gran iglesia "Madre de la Eucaristía" y os daréis cuenta solos, sin que os repitan siempre las mismas cosas, que aquí nadie pide dinero. En Roma deben construir la iglesia y no hacen otra cosa que pedir dinero. ¿A quién piden dinero? A los políticos, a los actores, a los que tienen millones, millones y millones. Aquí, en cambio, en este lugar taumatúrgico donde no hay dinero, pero hay solo oración y solo amor, pedís continuamente hacer gastos para que podáis estar cómodos.

Debéis dar amor a vuestro obispo que ha dado mucho a todos, y cada vez que habéis pedido no se ha echado nunca atrás. El sí que ha dado verdaderamente mucho a quién ha pedido su ayuda, aunque su moral esté consumida, esté más a pedazos que vosotros, porque de él y de ti, mi querida hijita, no hablan bien. El pecado más grave es que creen en el milagro del 11 de junio, porque no pueden dudar, pero tienen miedo de admitirlo, porque la gente vendría aquí. Tienen miedo de perder a las personas, porque si son pocas, disminuyen las ofrendas, mientras que si son muchas, aumentan. Tratad de imaginar cuantas ofrendas se recogen en la iglesia frecuentada por muchas personas. Si en esta iglesia las personas disminuye, los hombres de la Iglesia pierden las ofrendas y el poder. Por esto luchan, calumnian, difaman, hablan mal con los fieles que no están en grado de responder a los que han estudiado teología, a menos que no estén preparados como nuestros jóvenes y como vosotros adultos que habéis seguido la catequesis. Encontradme un sacerdote que explique la catequesis como vuestro obispo; encontradme un sacerdote que esté siempre dispuesto a ayudaros; naturalmente, por problemas serios, no por tonterías. A veces vienen personas a vuestra hermana para preguntar si tiene hechizos o mal de ojo. No, estas preguntas no se hacen, ni al obispo, y menos a la vidente, que no comprende estas cosas; es más fácil comprender las cosas de Dios.

Querría desearos una buena Epifanía, pero también a mi, mi querido obispo, el corazón se me encoge. Entonces desde el profundo de mi corazón florecen las palabras "amor, ánimo, venga"; quién en un modo, quién en otro, todos tenéis la cruz, pequeña o grande, según la fuerza que tenéis.

Hoy tengo aquí conmigo al Niño Jesús y a mi amado esposo José. Están aquí conmigo todos los ángeles y los santos, pero vosotros que habéis recibido, ¿dónde estáis? Vosotros que habéis pedido siempre ayuda ¿dónde estáis? Entonces pregunto a vosotros los presentes: ¿qué es lo que no ha dado vuestro obispo para haceros caminar por el camino de la santidad? ¡Todo, os lo ha dado todo!.

Buenos deseos a todos, buena Epifanía.

Marisa - ¿No me lo das ni siquiera hoy al Niño Jesús?

Nuestra Señora - No, Marisella, ofrece también este sacrificio.

Roma, 7 de Enero de 2001 - Hora 10:40 (Carta de Dios)

Jesús - Mis queridos hijos, soy vuestro Jesús que hoy es bautizado. Vuestra hermana ve una escena maravillosa: el Espíritu Santo, bajo forma de paloma, desciende sobre Mí mientras la voz de Dios dice: "Tu eres mi Hijo predilecto, en ti me he complacido".

Yo no tenía necesidad del santo bautismo, pero esto ha servido para ayudaros. Yo, Jesús, he querido recibir el bautismo de nuevo delante de vosotros, aunque no me veáis. Todos vosotros habéis sido bautizados, por tanto debéis caminar siempre hacia adelante pasando a través de las zarzas ardientes, superando a las masas que están en la Tierra, recorriendo los callejones estrechos que encima se os estrechan más, para llegar a la resurrección. Como mi muerte ha sido seguida de la resurrección, así también vuestra muerte será seguida de la resurrección.

He iniciado la vida pública no a los treinta años, sino a los treinta y tres, treinta y cuatro años cuando recibí el santo bautismo. ¿Os preguntáis el significado de esta escena?. ¿Os estáis preguntando por qué he venido Yo? Para haceros comprender que Nosotros los del Cielo estamos siempre con vosotros. Nosotros no miramos si sois muchos o pocos; Nosotros los del paraíso venimos aquí porque Dios lo decide. Los niños inocentes son angelitos que juegan. Hay santos y Papas santos que no están en los altares. Os quiero todos santos, no me interesa si de altar o menos; quiero que caminéis a lo largo de este camino tan plagado, espinoso, lleno de obstáculos, de incertidumbres y de miedo. Yo estoy aquí, junto a mi y vuestra Mamá, a mi amado padre putativo; estoy aquí para hablar con vosotros y guiaros. Vosotros aunque no me veáis creed lo que os digo. Ayer la Mamá dijo una frase muy hermosa: "Ninguno es perfecto, pero vosotros sois mejores que los que los que no han recibido nada". Por este motivo, cuando algo no marcha bien, sois reprendidos enseguida, porque habéis recibido mucho más. Son millones de personas que no conocen a Jesús Eucaristía y entonces, ¿qué debemos esperar de ellas, si nadie los ha guiado?. Vosotros habéis sido guiados bien, a pesar que alguno se ha alejado porque este camino era demasiado difícil o quizás porque algunos de mis queridos sacerdotes predilectos han hablado mal de este lugar.

Dios manda a su Hijo Jesús, manda a la Madre de la Eucaristía, a los ángeles y a los santos a este pequeño lugar escondido, donde no hay una gran iglesia con grandes naves, sino una pequeñísima basílica que Dios ama inmensamente. Dios os ha llamado para ser un pequeño rebaño e ir por todas partes a llevar el testimonio, a hacer conocer a la Madre de la Eucaristía. Sois pocos, pero sois conocidos en todas partes, en todo el mundo. Cuando las personas recogidas son numerosas, se apiñan unas contra otras y no siguen la palabra de Dios, no participan bien en la Santa Misa y no reciben ni siquiera la comunión porque el sacerdote no puede distribuirla a todos. Gozad de este momento silencioso, porque llegará el día en que no podréis ni siquiera ver a vuestro obispo. Gozad y dad gracias a Dios que ha puesto sus ojos en vosotros para haceros conocer en todo el mundo. En las naciones más lejanas hablan de estas apariciones, de los milagros y nacen grupos de oración dedicados a la Madre de la Eucaristía que son combatidos y perseguidos. De hecho, en cada lugar donde Dios se manifiesta, donde hay apariciones y milagros eucarísticos las personas son siempre perseguidas por todos. Pero vosotros vais en vanguardia, estáis en primera fila en lo que concierne a las persecuciones. Mirad alrededor, hay un solo obispo que lleve hacia delante una gran misión.

Quizás diré una frase incomprensible, es Samuel el que goza de todo esto; vosotros estad contentos de estar en silenciio y en oración delante de la Trinidad.

(Llega la Teofanía Trinitaria)

Ahora estamos al completo. Id, llevad la palabra de Dios, dad ejemplo y testimonio, no cansaros nunca de hacer conocer a Jesús Eucaristía.

Marisa - Veo aquel niño que mira a Jacobo y a Samuel. Todos los ángeles están alrededor de la Trinidad. Ahora la gran concha se cierra y la Trinidad ya no se ve. No veo ni siquiera a Jesús.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra mamá. Gracias por vuestra presencia. Os invito a poner en práctica lo que Jesús ha pedido: dad testimonio, hablad sin miedo; a menudo habláis largo y tendido de malas situaciones, ¿por qué tenéis miedo de hablar de las que son hermosas? No debéis tener miedo, porque nadie puede haceros daño y echaros de vuestra parroquia. Recordad que la Iglesia es de Dios, no de los hombres; por tanto si alguno se permite deciros: "te echo", responded con coraje: "No, lo siento, pero la Iglesia es de Dios y no de los hombres""

Querría invitaros a sonreir como Samuel, Joacobo y David. Terminada la fiesta, quedaros con mi Hijo Jesús y conmigo.

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a los seres que amáis, bendigo a las personas enfermas, a la abuela Yolanda, todos los niños, los drogadictos y los encarcelados. Bendigo sobretodo a los que sufren en este período. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Creedme, sed felices. Recomenzad todos. Preguntaros: "¿Durante el año pasado qué he dado a Jesús"?. Tenéis que dar más, amando siempre más. Solo con el amor se puede obtener todo. Sea alabado Jesucristo.

Roma 11 de enero de 2001 - Hora 17:05 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Estate tranquila porque no caerás nunca entre las garras del demonio. Te tienta en todo y con todo, pero eres fuerte, porque a pesar que no puedes orar mucho, no obstante el sufrimiento, la prueba y todo el resto, tu amas a Dios, nos amas a Nosotros los del Cielo.

Mis queridos hijos, la mamá os invita a orar siempre y por muchas personas, a pesar que dentro de vosotros no hay amor, sino sólo la preocupación de vosotros mismos y falta la sensibilidad hacia el prójimo, no podéis amar ni a Dios ni a vuestros hijos, ni a vuestros seres queridos, ni al prójimo.

Amor es una palabra grandísima y abraza a cada hombre de la Tierra. Pero ¿quién puede decir: "Yo amo como ama Dios"?. Dios os ama con un amor que no puede ser confrontado con ningún otro amor. Si en vosotros solo hay temor, no tenéis sensibilidad, sencillez y contáis mentiras con mucha facilidad, os comportáis de modo equivocado. Si Dios os ha elogiado afirmando que sois mejores que otras muchas personas, no por esto debéis pararos, porque cuanto más se recibe más se debe dar. Si habéis recibido muchísimo de Dios y del que lo representa en la tierra, debéis dar muchísimo y en cambio queréis tener siempre más y no dais mucho. Cuando os acercáis a Jesús Eucaristía y no tenéis el amor verdadero dentro de vosotros, no crecéis en la santidad. No hablo del amor entre novios, entre matrimonios, entre padres e hijos, hablo del amor universal, del amor hacia todos, sobretodo hacia los que sufren, hacia los niños; cada día mueren tantos niños de hambre, son tratados mal y son muertos por las guerras y por tantas desgracias.

Vosotros pensáis que Dios debe realizar su mensaje, cumplir su misión, pero no pensáis que muchos hombres de la Tierra mueren porque los jefes de las naciones son insensibles, no aman, combaten y tratan de vencer la guerra para tener dinero, dinero, dinero. ¡Oh, será muy difícil para ellos entrar en el Reino de los Cielos!. El Reino de los Cielos es para los pequeños, los humildes, los sencillos, para los que saben amar a todos, no por elegido ni por simpatía. El Reino de los Cielos es para los que no calumnian y que tienen tantas ternuras y tanta sensibilidad hacia los que sufren.

Este es mi deseo: que tratéis de tener dentro de vosotros el mayor amor que podáis. Antes de acercaros al Sacramento de la Eucaristía haced un examen de conciencia y decid: "¿He amado, soy sensible, he perdonado, soy sencillo, cuento mentiras?". Primero dirigíos todas estas preguntas y luego acercaos a Jesús, recibidlo en vuestro corazón y, como ya he dicho, acunadlo, hablad con El, tiene necesidad.

Buen encuentro bíblico. Haced más apostolado, haced conocer la bella realidad, no solamente las cosas feas que se saben siempre y por todas partes.

Gracias por vuestra presencia. Felicidades a ti, Giusseppe y a tu papá, Marisella.

Marisa - El trece es su cumpleaños. Gracias.

Nuestra Señora - Junto a mi y vuestro obispo, a vuestro santo obispo, os bendigo y a los que amáis. Bendigo a todos los niños, especialmente a los que en este momento están muriendo.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Roma 14 de enero 2001 - Horas 10:45 (Carta de Dios)

Marisa - Como siempre quiero encomendarte a todas las personas que tienen necesidad de ti y de tu ayuda. También los que sufren moralmente tienen necesidad de tu ayuda. Tu sabes cuantas personas se han encomendado a mis oraciones y cuantas están lejos de tu Hijo Jesús. También los enfermos son muchos, buscan la ayuda y la fuerza de soportar los sufrimientos a veces muy grandes y duros. Tu puedes interceder delante de Dios por todos nosotros.

Nuestra Señora - Y tu, Marisella, ¿sufres?

Marisa - Yo digo como el obispo: "dejo a vosotros la respuesta". Ahora no estoy bien. Si me aligerases el sufrimiento estaría un poco mejor, podría incluso orar más, porque orar me cansa.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia; gracias por haber aceptado el don que Dios os ha hecho: no cerraros la Puerta Santa. Podéis beneficiarios de este gran don, pero debéis confesaros y comulgar. Es un don grandísimo que no ha sido dado a ninguna iglesia, ni siquiera a las más grandes, ni siquiera aquella donde está el Santo Padre; orad por el Santo Padre.

Todos los dones que Dios os ha hecho, desde el primero, las apariciones, hasta el último, el gran milagro eucarístico del 11 de junio, no han sido dados a ningún otro; ninguno ha tenido todos estos dones. Dios os los ha hecho para haceros crecer, para llevaros a la santidad, pero, sobretodo, porque ha puesto los ojos en este lugar taumtaúrgico, que ha amado desde el principio. Naturalmente, puesto que vivís sobre el planeta Tierra, tenéis dificultades y sufrimientos, padecéis desplantes, como el robo del crucifijo y la llamada telefónica anónima ofensiva. Nada se os ahorra, mientras viváis en el planeta Tierra.

Vosotros pensáis: "Dios puede hacer enseguida todo lo que quiere", pero muchos de sus hijos, ¿Cómo podrían salvarse?. Sobretodo, Jesús, ¿cómo podría aceptar que tantos hijos suyos vivan en el pecado y en el futuro no gocen en el Paraíso?. Cuando un hijo vuestro se comporta mal, vosotros le reprendéis, lo corregís, lloráis, oráis, hacéis de todo para ayudarlo. También Dios que tiene muchos hijos que se pierden tiene que hacer de todo para salvarlos. Dios os lo ha dado todo. ¿Por qué os paráis en un solo punto?. Es duro para vosotros, pero es más duro para Dios ver que muchos hombres se perjudican.

Los hombres de la Iglesia organizan grandes reuniones de oración en grandes lugares, hacen de todo menos orar. Los que van a estos sitios oran poco o nada, ni son guiados ni ayudados, porque son muchos. Vosotros, en cambio, aunque sois pocos sois ayudados y guiados uno a uno, estáis más cercanos a Jesús, porque vuestro obispo os lo ha hecho conocer de todos los modos. No os acomodéis, debéis caminar, incluso solos, tenéis que hacer apostolado, porque de otro modo ¿qué apóstoles seriáis?. Tenéis que hacer apostolado todos sin miedo. ¿Por qué tenéis miedo? Yo no he comprendido aún porqué el cristiano tiene miedo de hablar, mientras que el que no es cristiano está dispuesto a hacerlo todo. Se necesita más coraje: el cristiano no debe tener miedo. Un cristiano se debe reconocer por el empeño, por las obras, por la ayuda que da a los otros, aunque no sea comprendido, aunque sea rechazado. Vosotros tenéis que pensar que habéis sembrado la semilla que en cualquier otra parte será recogida. No os desaniméis, no es bonito y no es justo. No la toméis con Dios, porque no se decide a hacer lo que ha prometido. A vosotros os lo ha dado todo, a los otros grupos no les ha dado lo que os ha dado a vosotros.

Os invito a orar también por los videntes porque también ellos buscan la riqueza y el lujo, tratan de tenerlo todo y no dan nada. Algunas personas ya no son videntes, pero son seguidas por mucha gente porque continúan diciendo: "La Virgen ha dicho que hagamos esto o aquello", mientras que yo no he dicho nada. Si alguno quiere hacer algo no pida en nombre de la Virgen; lo sé es más fácil pedir en nombre mío, pero vosotros no lo hagáis nunca. Dios sabe lo que quiere y lo que debe hacer; mantendrá sus promesas, pero primero quiere que se conviertan sus hijos, incluso si no todos, porque sería demasiado largo y difícil, pero al menos aquellos que han recibido mucho, porque para los no creyentes es más fácil entrar en el Reino de los Cielos.

¿Ves quién está aquí conmigo, Marisella?

Marisa - Está papá. Está también abuelo Agustín, abuela Esperanza. Y todos aquellos ¿quiénes son? ¿Son las hermanas de mamá? ¡Entonces también yo voy al Paraíso!

Nuestra Señora - ¡Marisella, Marisella, Marisella!

Marisa - Si, lo sé. Aquella la reconozco, es tía Lucía.

Nuestra Señora - Y esta es abuela Carmela.

Marisa - No la había reconocido. ¿Aquel es Fabio?

Nuestra Señora - Marisella, es Stafunnucio.

Marisa - Está bien, pero se parecen. ¡Madre mía, has traído a todos nuestros parientes de las personas presentes!. Aquel lo reconozco, es el papá de Daniela; no puedo recordar todos los nombres. Está Silvano, Bruno. Y aquél, ¿quién es?

Nuestra Señora - ¿Estás contenta de haber visto a todos tus seres queridos e incluso a los del obispo?. Estas personas no han tenido ayuda, nadie les ha enseñado el Evangelio, sin embargo, Dios ha tenido misericordia y los ha salvado. Han hecho lo que han podido. Los párrocos pueden traer ayuda económica a los pobres, pero deben también enseñar y hacer conocer a Jesús. En cambio, se brindan en ayudar y después vuelven a la parroquia, sin dar ayuda espiritual.

Marisa - Esto no lo comprendo mucho.

Nuestra Señora - Yo quiero solamente que ninguno de vosotros pierda la confianza en Dios, desde vuestro jefe hasta el más pequeño que por ahora es Samuel, después será Enmanuel.

Mis queridos hijos, ánimo. Continuad usando la Puerta Santa, mientras Dios la deje abierta, pero debéis hacerlo en gracia. No me cansaré nunca de deciros: amaos el uno al otro. Gracias por vuestra presencia.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Querida Marisella, también hoy debes ofrecer el sufrimiento de estar en cama. Tu no me has pedido nada.

Marisa - ¿Qué debo pedirte? Ya he comprendido lo que me espera. Adiós. Don Claudio, finalmente sonríes cuando te miro.

Roma 18 de enero 20001 - Hora 17:10 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Después de dos mil años todavía hoy el hombre no cree en mi virginidad. Quieren quitar de la oración del Ave María las palabras: "Bendito el fruto de tu vientre, Jesús".

Después de dos mil años de historia continúan combatiéndome. No me siento capaz de decir el motivo de esta lucha contra mi virginidad. Yo he sido virgen antes, durante y después del parto, como dice justamente en las santas letanías que vuestro obispo ha compuesto: "Madre siempre virgen de Dios Hijo". Despotrican contra mí que soy bienaventurada en el cielo; pero cuando desciendo a la Tierra sufro.

Debéis profundizar la comprensión de los sacramentos; cada sacramento da o aumenta la gracia. Los que han recibido el sacramento del matrimonio o del orden dejan mucho que desear. Debéis recibir bien el sacramento de la confesión. Los que reciben la comunión y no están en gracia de Dios pecan gravemente.

¿Os acordáis cuando había guerras y ocurrían terremotos?. Os pedí que hicierais el florilegio del cigarrillo, el florilegio de la televisión, y el florilegio del ayuno. Desgraciadamente el que puede hacer el florilegio del cigarrillo, no lo hace.

Vosotros habéis pretendido tanto de Dios y os seguís preguntando: "¿Por qué Dios; por qué Dios; por qué Dios?" Pero no habéis hecho un pequeño florilegio que os ha sido pedido, como si Dios hubiese hablado a otros. Las cartas de Dios son para todos.

Pongan atención los que Dios ha llamado apostolitos y que deberán sostener a la Iglesia. Veis qué fácil es faltar, mientras sois rápidos en decir: "Dios, ¿por qué?". Vosotros, ¿qué habéis hecho? Sois personas de oración, escucháis cada día la santa Misa y hacéis la Santa Comunión, sois personas valientes respecto a muchas otras, pero ay si os piden alguna cosa porque respondéis: "No me atrevo, no puedo, tengo necesidad de relajarme". Siéntate, excelencia, porque estás cansado. Tomad ejemplo de vuestro obispo y de la vidente. Ellos tienen verdaderamente necesidad de relajarse y por tanto tendrían necesidad de fumar. En cambio continúan haciendo su deber apretando los dientes, quizás llorando y lamentándose con Aquel que es todo para ellos. Continúan abrazando esta cruz tan pesada, tan llena de espinas y de dolor.

Por la noche cuando os acostéis haced un examen de conciencia, orar y después hablando con Dios decid: "Dios mío, hoy a quién he amado?". Sois capaces de hacer grandes cosas, grandes sacrificios, pero no habéis hecho un pequeño florilegio pedido por mí en nombre de Dios ni durante la guerra, ni durante los terremotos y ni siquiera por todo lo que estáis sufriendo por culpa del Vicariato. Ninguno ha dicho: "Yo hago el florilegio de no fumar". Por otra parte, como decía una persona, el cigarillo hace daño al bolsillo y a la salud.

Marisa - Soy yo.

Nuestra Señora - Si, Marisella, eres tú quién lo ha dicho... Es un florilegio pequeño, pero grande a los ojos de Dios y puede ayudaros a hacer tanto bien.

No añado otros puntos, es suficiente que reflexionéis sobre éste.

Felicidades a aquella de la cual ha de nacer el pequeño y a aquel que festeja el cumpleaños. Haced una oración por la difunta que hoy ha dejado esta Tierra.

Gracias, os amo mucho, mis queridos hijos, y estoy muy feliz cuando hacéis un pequeño sacrificio cuando Dios os lo pide. Es un bien para vosotros, para vuestros seres queridos, para la iglesia, para todos.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Os bendigo con mi obispo y con mi amado esposo José.

Marisa - ¿No nos cubres con tu manto materno?

Nuestra Señora - Naturalmente, incluso si no lo digo, os tengo siempre junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Marisa - Adiós. Parece que hoy tienes prisa.

Nuestra Señora - Cuanto menos hablo yo, más puede hablar vuestro obispo. Todavía no habéis comprendido todos la importancia de conocer la palabra de Dios para poder dar ejemplo y testimonio y para responder a los que se sienten grandes. Adiós, Marisella.

Marisa - Adiós. ¿Me lo traes siempre?. Adiós.

Roma, 21 de enero 2001 - Hora 10: 45 (Carta de Dios)

Marisa - Me has esperado tú esta vez.

Nuestra Señora - Si, pero si no hubiera bajado, Marisella, sería mejor, de todas formas me habrías visto lo mismo.

Marisa - Si. Querría verte un poco sonriente, porque tenemos necesidad de tu sonrisa. ¿Puedo encomendarte a todas las personas que sufren?

Nuestra Señora - Sí, son muchas, muchas. Cuanto más avanzamos, son más numerosas las personas que sufren porque los hombres de la Iglesia no se comportan bien. Mis queridos hijos, debéis hacer distinción entre la Iglesia y los hombres de la Iglesia. La Iglesia es de Dios, no de los hombres. Cuando alguno dice: "Pero la Iglesia no está de acuerdo con vosotros", responded con una sonrisa: "La Iglesia es de Dios, no de los hombres, que pueden ser buenos o malos".

Me repito aún: cuando vayáis a vuestras parroquias y algún sacerdote os quiera echar, decid: "No, padre, usted no puede; la Iglesia no es suya, es de Dios".

Volvamos al jueves, cuando os enumeré dos puntos que parecen poco importantes, pero no lo son para vosotros que habéis hecho un cierto camino. Vosotros os preguntáis: ¿Por qué Dios, por qué Dios?" pero cuando se os han pedido pequeños florilegios, como absteneros de fumar y de la televisión, hacer ayuno, y esto os ha sido pedido durante la guerra y durante el terremoto, porque todavía hoy hay guerras y terremotos por todas partes, no se han pedido solo por vosotros, sino para todas las almas. ¡Cuántas personas continúan todavía muriendo a causa de los terremotos de las tempestades y por el hambre!. Dios os había pedido un simple florilegio, no os había pedido grandes sufrimientos y vosotros sabéis a quién da grandes sufrimientos.

El otro punto que nos hace sufrir cuando estamos en la Tierra es que los hombres no respetan los sacramentos, especialmente el del sacramento del matrimonio y el del orden sacro. Aumentan las separaciones, los divorcios y las convivencias; por añadidura el que es compañero o divorciado se pone en los primeros lugares en la sala Nervi y es presentadora o presentador; en el Vaticano, en cambio, el que es bueno continúa sucumbiendo, sufriendo incluso por estas personas.

Los que tienen el orden sacro dejan mucho que desear; algunos son buenos al inicio del sacerdocio, después cuando entran en la disputa, se vuelven igual que los otros. Nosotros oímos decir a menudo: "Aquel es masón, aquel pertenece a la mafia, aquel sólo piensa en el poder". ¿Os habéis preguntado, como dice vuestro obispo: "Es posible que seamos solo nosotros a salvar el mundo?". ¿Y si Dios hubiese decidido esto para vosotros?

Mis queridos hijos, no os dejéis llevar, no os abandonéis a vosotros mismos. El obispo ha dado un empujón muy fuerte a los adultos y a los jóvenes, empujón que vosotros no habéis sabido aprovechar. No habéis vuelto a pedir que se haga la adoración, ni la vigilia, ni el ayuno, ni el retiro. Ninguno ha pedido nada más. El obispo no ha dicho nada y todos vosotros, grandes y pequeños, no habéis dicho nada y esto no es bonito para quién ha recibido tanto de mi Hijo Jesús, de mi y del obispo. Es necesario, como dice siempre vuestro obispo, arromangarse las mangas y continuar, porque la vida continúa a pesar de todo. ¿Queréis deteneros ahora? No, debéis continuar viviendo, por vosotros, por vuestros seres queridos, por vuestros amigos, por todos los que os circundan, pero sobretodo por Jesús y María y vuestro obispo, que ha dado y dado tanto.

A veces carecéis de sensibilidad y de comprensión con respecto a él. También si está asistiendo una persona enferma pretendéis hablar con el obispo en el último momento. No. El obispo hace bien de decir no si hay una persona enferma. Ha habido mucho tiempo antes para poder hablar, ¿por qué esperáis al último día?. Los que no han caminado, están replegados sobre si mismos, pensando solo en su trabajo y en su pequeño poder. Faltar de sensibilidad no es un cosa bonita. El amor consiste en ayudaros recíprocamente, amaros recíprocamente. Combatid el egoísmo que mata todas las otras virtudes.

Yo ahora os hablo en un cierto modo, pero cuidado: Dios en lo alto del Cielo puede dar un juicio más fuerte, más duro y recoger lo que habéis sembrado.

Mis queridos hijos, ¿qué puedo deciros todavía que no sea que os améis como Dios os ama y amaros como os amáis a vosotros mismos? Si os amáis a vosotros mismos sabed amar también a vuestro prójimo, antipático o simpático, no tiene importancia, lo importante es amar.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo. ¿Dónde están los objetos sagrados, Marisella?

Marisa - En la bolsa.

Nuestra Señora - Bendigo a vuestros seres queridos y a todos los niños. Como mamá no puedo no estrecharos a todos en mi corazón. Os cubro con mi manto materno.

Marisa - Bendice esta perla para nuestros queridos sobrinos y haz que todo vaya bien para ellos. Te gusta también a ti, ¿verdad?. Si, me ha dicho que otro tanto me lo compra. Haz que todo vaya bien.

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Si, ahora he reconocido a Domenico, porque cuando vivía en la Tierra no tenía cabellos, ahora tiene muchos. Ruega por nosotros, Domenico, por esta comunidad. Adiós. Don Claudio, he visto a Domenico.

Don Claudio - Lo he oído.

Marisa - Durante los últimos seis años que ha vivido aquí ha llegado al séptimo cielo.

Don Claudio. Bienaventurado él.

Roma, 25 de enero 20001 - Hora 17:10 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy, en medio de vosotros, tenéis una nueva criatura. No podrá seguir el encuentro bíblico, pero hablará con los ángeles, porque no puede hablar con los grandes. Los ángeles hablan con los niños apenas nacen.

Mis queridos hijos, es tan hermoso ver nacer una criatura y ver la alegría de todos los que la aman.

Alegraos por Enmanuel y por su padres.

Marisa - ¿Por los abuelos y los tíos?

Nuestra Señora - Sí, Marisella, no te preocupes, no puedo nombrar a todos cada vez.

Marisa - Perdona.

Nuestra Señora - Estáis reunidos para escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica. Poned en práctica lo que vuestro obispo dice. Con tanta paciencia, con claridad de palabras y abundancia de explicaciones os hace sentir el amor de Dios, el amor de Jesús, os hace conocer el santo Evangelio.

No debéis solamente escuchar y después, una vez llegados a casa, no leer, porque tenéis una semana de tiempo para poder releer lo que ha explicado vuestro obispo. Debéis tener incluso tiempo de dar testimonio, de dar ejemplo, de hacer conocer que sois hijos de Dios, que sois verdaderos cristianos.

La Mamá, no tiene otras palabras que añadir a cuanto os ha dicho siempre. Os he traído tantas cartas de Dios y muchas palabras que han sido también repetidas. Ayudaros recíprocamente, amaros recíprocamente; orad por los que ya no están, orad por los que se han alejado de un modo, incluso no bonito, pronunciando malas palabras .

Continuad adelante, aceptad la gran prueba de Dios con amor y sufrimiento, porque la vida del planeta Tierra reserva sufrimientos, pero también alegrías, como el nacimiento de Enmanuel, Dios con nosotros.

Os invito a poner en práctica todo lo que el obispo os dice de que os améis. No puedo dejar de deciros que os améis; debéis amaros, debéis conocer también las penas y los sufrimientos del prójimo, de los que os son más cercanos. No amáis si no ayudáis a vuestro prójimo. Debéis conocer las lágrimas, los sufrimientos, las alegrías, los dolores de vuestro prójimo.

Animo a todos. Felicidades a vosotros, mis jóvenes hijitos, y tu, mi pequeño Enmanuel, sé la fuerza y la alegría de todos los que están a tu lado.

Gracias por vuestra presencia.

Debo decirte, Marisella, que sabes coger mejor tu al niño que los padres.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 28 de enero 20001 - Hora 10:40 (Carta de Dios)

Marisa - Te encomiendo a todas las personas enfermas en el espíritu y en el cuerpo. Tu sabes lo que debes hacer. Nos has dicho que no preguntemos tantos por qués; pero para nosotros, al menos para mi, es difícil comprender.

Tu conoces a las personas que tienen necesidad de ayuda, de consuelo; tu eres nuestra Madre. Vete a llorarle a Dios y a pedirle por nosotros. Nosotros en la Tierra cuando queremos alguna cosa, lloramos.

Nuestra Señora - Tu sencillez me conmueve, Marisella. He hecho muchas veces lo que pedís.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Como ya he dicho otras veces, las cartas de Dios ya se repiten, y cuando se repiten quiere decir que algo no va bien. Cuando algo no va bien no concierne a todo el rebaño o a las personas externas, sino a alguno de vosotros. Os he enseñado a hacer un examen de conciencia, hacedlo a menudo. Escuchad la palabra de Dios y en vuestro corazón debéis comprender si es o no para vosotros.

El punto sobre el cual siempre insiste Dios es el amor. Donde hay caridad, hay amor, allí está Dios. Cuidado mis queridos hijos, amor no significa hacer regalos, amor significa amar incluso cuando cuesta sacrificio. Me doy cuenta no obstante que para algunos de vosotros amar significa hacer regalos a algunos, porque intercambiáis. Los que no contradicen y no hacen la corrección fraterna a los que hacen los regalos, y todo esto puede concernir también a los hijos, hermanos, hermanas y parientes y los amigos, no viven el Evangelio. Con tal de llegar a lo que quieren ponen de lado el amor. Pero cuando falta el verdadero amor, el que Dios quiere, no se obtiene nada. Amad al que defiende la verdad y que, si es necesario, alza incluso la voz; esto es amor. Pero el que lloriquea, que se hace el melífluo, que te hace regalos porque es tu fiesta; que defiende solo algunos hijos y aleja la hija y el hermano, que busca comprender algunos hijos y otros no, porque son buenos y comprensivos, porque aman, no se comporta bien, dice mentiras y pone excusas. Esto no es amor, esto significa no crearse enemigos, buscar el vivir tranquilo. Decir siempre que sí incluso si está equivocado lo que el otro dice, no es un acto de amor, es embuste, es mentira. No decir la verdad es un pecado grave.

Si un hijo ama verdaderamente, es pisoteado y alejado. Yo, vuestra Mamá, no quiero esto de vosotros, quiero amor, amor verdadero. Dios es amor, quiere amor y busca amor.

Cuando Dios llama a un alma, no la llama para llevarla a las estrellas, como se suele decir, sino para sufrir, para ofrecerse toda a sí misma para que la Iglesia resucite, que los hombres de la Iglesia resuciten, los padres resuciten: porque los padres son padres auténticos solamente cuando aman profundamente. Dios reputa como un pecado alejar a un hijo o un hermano, porque ya no existe la fraternidad, no existe nada más. Hoy tienen más valor los amigos, porque los amigos aman y los parientes hacen la vida difícil. Por experiencia, no a vuestro nivel, puedo decir que lo que hacía mi amado esposo José era todo equivocado, según los parientes. Hoy, en el 2000, se repite la misma situación, pero es más grave, porque vosotros habéis recibido mucho y de esto debéis rendir cuentas a Dios. Cuanto más se recibe más se debe dar. Vosotros recibís pero no dais. Tratáis de cubrir a los hijos, de excusarlos y llegáis a la mentira, incluso a veces a la calumnia con tal de defenderos a vosotros mismos y a los propios seres queridos.

Muchas mamás no aman a todos los hijos del mismo modo, aman a algunos de un modo, a otros de otro, pero pagan siempre los buenos, los que lo aceptan todo, ¿verdad Marisella?

Esta es una reprimenda grande, profunda, importante, quien tenga oídos que oiga. Donde hay caridad hay amor allí está Dios. Si no hay amor no está Dios. Os recomiendo: terminad de hacer tantos regalos a los hermanos, a las hermanas, a las tías y a otros, hay otras cosas más importantes que hacer. Sin amor no sois nada. Podéis hacer todo lo que queráis, pero si no amáis, no tenéis nada.

Poned en práctica este mensaje. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. La mamá ha hablado de este modo, porque os ama.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Mensajes de Febrero de 2001

Roma, 4 de febrero de 2001 - h.10:55 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, sé que habéis orado mucho y cantado durante esta espera tan larga, pero quizás no todos sabíais que vuestra hermana no ha estado bien y ha tenido necesidad de asistencia. Vosotros que habéis orado y cantado, habéis dado gloria a Dios.

Mis queridos hijos, en la carta de Dios, está escrito, como ya os he dicho: oración y amor. Creedme, no hay nada más en la vida; si queréis caminar hacia la santidad, orad y amad a todos. No añadiré más palabras, haré sólo dulces exhortaciones maternos.

En los libros donde están recogidas las cartas de Dios, encontraréis todas las cosas. Es inútil preguntarse por qué la espera es tan larga. Los por qué de Dios no se pueden comprender; pero seguramente que de una gran amargura, de una fuerte desilusión, de un gran sufrimiento nacerá la alegría. Creedme, Dios no ha desilusionado nunca a ningún hombre de la tierra, especialmente a sus hijos. A veces escoge almas, las toma todas para Sí y pide su sufrimiento físico, moral y espiritual, y a veces también la crucifixión. Pero a vosotros os ha pedido sólo oración y amor hacia todos.

No tengo nada más que deciros si no es invitaros a dar ejemplo y testimonio. Un sacerdote, cuando vuestra hermana estaba en el hospital, ha dicho una dolorosa verdad: "Nosotros los sacerdotes somos malos. En el tiempo de Jesús los sacerdotes mataron a Jesús y hoy matan a los buenos". Esto es triste, no da alegría. Ciertamente habrá alguno bueno en medio de ellos, de otro modo mi Hijo Jesús habría muerto en vano. Gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Todavía la tienes con Dios, Marisella?

Marisa - Si, mucho. Adiós.

Roma, 8 de febrero de 2001 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Gracias sobretodo a los que de alguna manera han tratado de hacer conocer el milagro eucarístico del 11 de junio de 2000 y han dado ejemplo y testimonio. Debéis continuar, cada uno de vosotros debe traer un alma a Jesús, debe salvar un alma. Recomiendo el máximo respeto hacia todos: el respeto a veces falta hacia las personas ancianas, como la abuela Yolanda, y a nuestro querido obispo, que no es respetado, porque es bueno y se consume por las almas. Os dirigís al obispo como si fuese el amigo de juegos, en cambio debéis mostrarle respeto. Mis dos hijitos, con tantas laceraciones y sufrimientos, causados por la maldad de parte de los hombres, están llevando adelante esta misión que se vuelve cada vez más pesada y difícil; por eso tienen necesidad de vuestra ayuda.

Hoy he dicho a vuestra hermana que se han convertido veinticinco millones de almas. Vuestra victoria se acerca, según el tiempo de Dios. Se han salvado veinticinco millones de almas por los sufrimientos de mis dos queridos hijitos, de la abuela Yolanda y alguna otra pequeña alma que ha sufrido y sufre en silencio.

El respeto falta también en casa: hay personas que no respetan al obispo con la excusa que se bloquean, pero lo ofenden y esto es grave. ¿Por qué os comportáis así?.

En la última carta de Dios que traje al hospital a vuestra hermana, dije: "Amor y oración". Estas son las dos cosas más grandes, no hay otras. Si hay amor, hay oración, oración de amor, de ayuda, de ánimo, de respeto; si hay amor, hay todo. Así todo está completo, como todo está cumplido.

Deseo mucho que hagáis más sacrificios, más florilegios, pero sobretodo que os améis todos, indistintamente. Es fácil amar al hijo, al marido, al hermano; vosotros debéis amar y ayudar a todos los que os están cerca.

Continuad embelleciendo mi capillita y mi basílica; cada uno de vosotros puede hacerlo, si quiere. Gracias a todos.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Si hay personas enfermas, una es vuestra hermana, pero ninguno viene a hacerle una visita o a ver si tiene necesidad de alguna cosa. He puesto el ejemplo de vuestra hermana, porque si no os preocupáis de ella no os preocupáis ni siquiera de los otros. Los enfermos tienen necesidad de ayuda, tienen necesidad de ver caras nuevas y buenas. Quiero educaros a amar al enfermo, a aquel que sufre, está solo y ora por vosotros. Gracias.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

No agaches más la cabeza, Marisella, te ruego que no lo hagas. No la dejéis.

Marisa - Adiós.

Roma, 11 de febrero de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te encomiendo muchísimo a Jacobo, Samuel y Beatriz, el doctor José y todas las personas enfermas en casa y en el hospital. Te encomiendo a todos, pero de modo especial a los niños. Ayuda a Jocobo y Samuel.

Lo sé, no me dices nada, pero sería bonito saber algo cuando te lo pido.

Te confío especialmente a Anna que te quiere mucho y está en el hospital.

Todas las personas que vienen aquí te aman, incluso con sus imperfecciones, porque nosotros vivimos en el mundo y somos imperfectos. Ninguno de nosotros es perfecto. Quizás es perfecto el pequeño Emmanuel. ¿Estás contenta de que esté aquí Emmanuel?. Pero los padre se van y se lo llevan con ellos y yo me quedo sola.

Nuestra Señora - Los padres no lo pueden dejar aquí contigo...

Marisa - ¿Te recuerdo aquel famoso día?

Nuestra Señora - Es suficiente, Marisella.

Marisa - Hay tantos enfermos, también María Teresa; si tuviera que relacionarlos a todos no acabaría nunca.

Nuestra Señora - Mi deseo es que los enfermos se curen primero en el corazón y luego en el cuerpo.

Marisa - Tu sánanos tanto el cuerpo como el espíritu, así lo haremos antes.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Mi amor de Madre hacia vosotros es tan grande y fuerte, que vengo siempre a cada uno de vosotros para ayudaros, aunque no me veáis, especialmente cuando a lo largo del camino encontráis espinas y piedras que os hacen tropezar y caer. Si durante el día encontráis dificultades, no os desaniméis, sino continuad adelante y decid una oración. Cuando os desanimáis Satanás entra dentro de vosotros y os hace caer. Vosotros no queréis esto, ¿verdad?. Cuando tenéis preocupaciones, desilusiones o conflictos familiares, si no queréis caer, orad a Dios Omnipotente que os ayude y veréis que el demonio, aunque os tentará, no podrá haceros nada.

La lucha contra el demonio a veces es difícil, porque es listo. Pero es también estúpido, como dice vuestro obispo, ya que Dios es más fuerte que él. Sin embargo, si encuentra alguna criatura débil que no busca la ayuda de Dios, está dispuesto a engañarla y hacerla caer.

Estas enseñanzas son muy fáciles y comprensibles a todos. No es necesario leer tantos escritos sobre el demonio o sobre las tentaciones. El demonio penetra en las personas que no están en gracia y vence a las criaturas que se dejan caer, que se desaniman y lo ven todo negro, porque encuentra puertas abiertas y camino fácil. Esto que estoy diciendo vale tanto para vosotros que estáis aquí presentes como para todos los hombres del mundo.

Cuantas veces los hombres matan por nada, por envidia o por celos. Cuando no tienen ya la gracia, no tienen amor y entonces caen en el bandidaje, la lucha y el odio. Vosotros, en cambio, debéis superar las pequeñas incomprensiones y los pequeños disgustos de cada día. La contrariedad estará siempre en el planeta tierra. Los celos y la envidia, como muchas veces os he dicho, conducen a la calumnia y a la difamación, llevando a matar moralmente: esto es muy grave.

Quién en un modo, quién en otro tira una piedra para matar falta gravemente a la caridad; esto es grave. No puedo no deciros estas cosas, porque Dios es amor, la Madre de la Eucaristía es amor y no puede callar, debo hablar. Debéis ayudaros. Cuantas veces he afirmado que no debéis formar grupos y no debéis frecuentar solo a las personas que consideráis buenas y con las que habláis voluntariamente, dejando de lado las que juzgáis antipáticas. Acercaos a las personas que sufren. Os digo esto, porque estáis haciendo un camino muy hermoso y sería un pecado destruirlo con faltas de caridad, que a vuestros ojos pueden parecer tonterías, pero no a los ojos de Dios. Por otra parte si Dios ha dado esta carta, significa que no son tonterías, sino faltas graves. Dios ha sido herido, porque algunos han destruido algo que EL quería crear.

Por esto he dicho: no compréis a las personas haciendo regalos. El que no puede hacer un regalo, que no tiene la posibilidad de gastar, es puesto de lado. Si Se buscan a los que pueden dar pero no aman, no sirve de nada. También yo quiero un regalo: quiero vuestro corazón. Primero es el amor, después el regalo; primero amaros y después dadme vuestro corazón. Primero amaros y después podéis haceros los regalos. Los que están en orden no se deben preocupar de nada, cada uno responde de la propia conciencia.

No quisiera que cada vez que vengo a la tierra tenga siempre que hablaros del amor y de la caridad. Tratad de hacer un paso adelante. Obedeced a Dios y al obispo; es fácil obedecer. Debéis razonar así: "Dios a través del obispo ¿me dice algo?. Lo hago" Si lo que pide el obispo es duro y pesado habladlo solo con él, no con los demás. He dicho siempre que cuando habláis entre vosotros os equivocáis, porque no tenéis ni el don de la penetración, ni el don del discernimiento. No os hagáis los maestrillos y dejad espacio al obispo, o bien hablad directamente al interesado, pero no entre vosotros, porque no podéis comprender lo que Dios dice en sus cartas, si primero vuestro obispo no lo explica. Mis queridos hijos, os amo mucho y estas cosas debo decíroslas, ¿verdad Marisella?.

Marisa - Si, a mi me los has dicho siempre. Quiero preguntarte: ¿Soy tan mala?

Nuestra Señora - Pero ¿qué dices?

Marisa - Ayer por la tarde el doctor me ha dicho que no puedo caminar más y que no debo levantarme sola ni siquiera de la cama, hasta que no intervengáis vosotros. Incluso ha dicho: ¿Por qué no se lo preguntas a Dios?". Entonces te lo pregunto a ti: hazme caminar un poquito, no por mi, sino para aliviar a las personas que están en casa, especialmente al obispo. Si debo vivir así, llévame, porque soy de peso.

Nuestra Señora - El doctor tiene razón, no debes levantarte, no debes hacer esfuerzos porque el corazón se resiente. Ea, Marisella, debes obedecer al doctor.

Marisa - Gracias, ¡esto ya lo sabía!. El doctor me ha dicho que te pregunte si me querías ayudar y yo he dicho que el don no es para mi, sino para los otros, pero te lo pido: ¿me puedes ayudar un poquito?. Lo debes hacer al menos por el obispo y por mi mamá.

Nuestra Señora - Se lo preguntaré a Dios Padre.

Marisa - Si ve a pedírselo a Dios Padre. ¿Qué hacen todos esos niños entorno a ti?. Están jugando. Mira un momento, ¡quién manda!. Tiene el carácter de la madre. Es hermoso, es muy hermoso. Eres tan hermoso. Son bonitos todos los niños.

Nuestra Señora - Marisella, cuanto estés desanimada, cuando pienses en este niño, piensa en Emmanuel.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy es la fiesta de la Virgen de Lourdes y el obispo celebra la Santa Misa por los enfermos presentes y también por los que no están presentes. Recibid la bendición eucarística para vosotros mismos y para los enfermos, orad por ellos. Felicidades a todos de parte de la Mamá.

Marisa - Nuestra Señora es una, pero yo veo tres ahora: Nuestra Señora de Lourdes, Nuestra Señora de Fátima y la Madre de la Eucaristía, ¡pero sois todas iguales!.

Nuestra Señora - Cierto Marisella, porque soy siempre yo. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños, especialmente a los enfermos. Mando un beso a Jacobo, a Samuel y a su familia que está pasando días bastante duros.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Ahora las tres Vírgenes toman a los niños por la mano y se van al Padre. Se ha quedado sólo la Madre de la Eucaristía.

Nuestra Señora - ¿No nos saludamos, Marisella?

Marisa - Adiós. ¿Me haces caminar un poquito? De otro modo no puedo... está bien, hago lo que Dios quiere. Desde que he nacido repito: "Haced vosotros". Tiene razón mi mamá, a los dieciséis meses ya estaba enferma, estaba muriendo y hoy todavía vivo, pero vegeto porque no hago nada".

Está bien. Adiós, hermosa.

Don Claudio, le he dicho: "adiós, hermosa."

Roma, 15 de febrero de 2001 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - ¿Y tu Marisella, no te quieres curar?

Marisa - No es que me interese mucho. Nosotros estamos muy cansados. Quien quiera convertirse sabe bien lo que debe hacer.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Gracias de todo lo que hacéis por venir a este lugar taumatúrgico. Algunos sacerdotes han comenzado a aceptar de lleno todo lo que Dios ha hecho en este lugar, porque han comprendido finalmente que Dios puede hacer lo que quiere; y lo ha hecho. Dios ha elegido este lugar, para que las personas puedan venir a orar, porque aquí venís solo para orar; no hay diversión ni evasión.

Durante el largo silencio con vosotros, he hecho un coloquio con vuestra hermana. A vosotros solo os digo que las conversiones han llegado a treinta millones, gracias a los sufrimientos muy grandes de algunas personas y por vuestros sacrificios y oraciones.

Poco a poco os acercáis a la meta establecida por Dios. Cierto, hay todavía mucho que hacer, porque para llegar a la mitad de los hombres convertidos se necesita tiempo, pero en poco se han convertido cinco millones de almas. Debéis contar también los que han creído siempre en Dios Padre Omnipotente, en su Hijo Unigénito y en el Espíritu Santo. De todos modos, hace falta mucha fe, mucha confianza en Dios. Me repito aún una vez más: Dios no defrauda nunca. El desánimo puede llegar para todos, porque es normal a causa de todo lo que sufrís. Pero después, enseguida, alzad los ojos al cielo y decid: "Dios mío, yo tengo fe en Ti, ¡Tu no me defraudarás nunca!" Hay pruebas, sufrimientos y tanta adversidad que llevan al desánimo, pero debéis recobraros enseguida y continuar adelante, dirigiendo la mirada a Dios y considerando Su gran amor por todos vosotros.

Vuestra hermana no quiere que hable de ella, pero desgraciadamente su salud va siempre empeorando. Dios escoge a las almas, las lleva consigo y las estrecha a sí. Además de aceptar el don de verme, que es para todos vosotros, debe también aceptar el sufrimiento, que es muy fuerte, duro y muy difícil. Difícilmente un hombre de la Tierra puede comprender cuanto sufre un alma elegida por Dios.

Digo todo esto para invitaros a la oración. Os invito a pedir a Dios que pueda retornar entre vosotros al menos el domingo; esto se obtiene solamente orando y haciendo pequeños sacrificios; no os pido mucho.

Acordaos del milagro eucarístico del 18 de febrero. Han pasado cinco años y la Eucaristía está todavía intacta, bella, blanca.

No me prolongo más porque vuestra hermana está muy cansada, pero poned en práctica aquellas pocas palabras que la mamá ha dicho.

Cuando pido alguna cosa o digo algo ¿es posible que ninguno la ponga en práctica?. He dicho que visitéis a los enfermos y ninguno ha hecho cuanto he dicho. No encontréis excusas, no repitáis siempre la misma frase: "tengo miedo de molestar", es una excusa, ¿no os parece?.

Bueno. Participad en la Santa Misa y después en el encuentro bíblico. Gracias por vuestra presencia.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestro seres queridos, a los niños y sobretodo a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Está bien, adiós.

Roma, 18 de febrero de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Has traído contigo a los ángeles, a los santos y a todas las almas salvadas.

Nuestra Señora - Está también tu hermano Padre Pío.

Marisa - Si, lo he reconocido.

Deseo hacerte una pregunta: ¿para venir al Paraíso debemos sufrir todos? ¿Solamente con el sufrimiento se conquista el Paraíso?.

Nuestra Señora - ¿A que te refieres, Marisella?

Marisa - Tu lees en el corazón y sabes a que me refiero.

Nuestra Señora - No, al Paraíso va el que hace la voluntad de Dios. Muchas almas están llamadas a ofrecer su propio sufrimiento para la conversión de los pecadores, pero al Paraíso va el que cumple la voluntad de Dios.

Mis queridos hijos, preguntaos cada día en cualquier lugar que os encontréis: "¿Estoy haciendo la voluntad de Dios? Y sentid en vuestro corazón la respuesta. Cuando recibáis a Jesús Eucaristía en actitud de recogimiento, de escucha, lo oiréis hablar, pero debéis hacer silencio, mucho silencio.

Hay otro punto que considero importante: no habléis mal, se mata más con la lengua que con la espada.

¿Qué es la lengua en el fondo? Es un pequeño miembro escondido del cuerpo, sin embargo, es capaz de hacer mucho daño con la calumnia y la difamación; esto hace referencia a todos los hombres de la tierra, porque se que las cartas de Dios llegan a todo el mundo.

No habléis nunca mal, especialmente de las personas que no están presentes. Vosotros hablad con el interesado, o bien con vuestro obispo; los otros hombres hablan con sus sacerdotes, porque solamente ellos, si están en gracia de Dios, pueden daros todas las explicaciones que deseéis.

Recordad lo que ocurrió el 18 de febrero de 1996: primero vuestra hermana, obedeciendo a Dios, comió hierba, después descendió la Trinidad y por fin la Hostia se acomodó en sus manos. Todos gozasteis de esto, pero algunos hombres, no en gracia, calumniaron y difamaron inmediatamente.

Hoy vosotros festejáis este milagro eucarístico, pero ¿cuánto sufrimiento habéis soportado por la Eucaristía?

Porque amáis a mi Hijo Jesús, os calumnian y difaman; también con mi Hijo Jesús se comportaron igualmente; si curaba los enfermos, lo calumniaban porque era sábado; si no los curaba porque no era hijo de Dios.

También Jesús, según los hombres, se equivocaba siempre, pero vosotros podéis dar mucho, porque habéis recibido mucho. Habéis tenido la fortuna de tener a vuestro lado a un sacerdote que os enseña muy bien; sus encuentros bíblicos, como ya os he dicho, son todo un poema.

Muchos vienen de Roma y también de fuera de Roma para oírlo, pero tenéis que tratar de poner en práctica lo que él explica en los encuentros y en la catequesis.

Mis queridos hijos, esta carta de Dios es muy hermosa, porque hay muchas pequeñas exhortaciones maternas y hay la caricia de la Mamá.

Esta noche he llevado a vuestra hermana a los hospitales a ver cuanto sufrimiento hay en ellos. Ha asistido a muchos niños que sufrían, algunos estaban solos, no tenían a nadie al lado.

Id a visitar a los enfermos, no los dejéis solos tienen necesidad de vuestra ayuda, porque si no hay en vosotros la caridad, vuestras acciones son muertas.

Dios es amor. Y tal como os preguntáis los por qué de Dios, preguntaos también por qué Jesús os ama tanto.

Padre Pío - Mi querida hermana, es tu Padre Pío el que te habla y te ama.

Veo que los sufrimientos continúan creciendo y son mucho más grandes que los míos. Sufres mucho más que tu hermano Padre Pío .

Marisa - Pero ¿qué dices Padre Pío? Si, total...

Padre Pío - Es inútil que lo escondas, no se pueden esconder ciertos sufrimientos. Es humildad decir: sí, sufro, tengo muchos dolores.

Aquí está mi niño José. A él Dios le ha dado una misión muy hermosa, como se la ha dado a su amada esposa. Y debe hacer, debe dar, debe ayudar, especialmente a los que están en dificultades. Quién abraza a Jesús, abraza la cruz y cuando se ven enfermos, que sufren al final de la vida, se sufre muchísimo.

Y ahora la Mamá os invita a proseguir, os tiene junto a ella y os da fuerza y ánimo. Orad por vuestro hijo, con la oración se obtiene todo; el santo Rosario es un arma potente que cambia todo.

Mis queridos hijos, gozad de este aniversario del milagro eucarístico, gozadlo y amadlo; orad y hablad con mi Jesús como lo hacía yo cuando estaba en mi seno materno.

Marisa - Adiós. Adiós Padre Pío. Adiós

Roma, 22 de febrero de 2001 - h.5:05 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te encomiendo a todas las personas enfermas, también en nuestra comunidad las hay.

Jorge, Yolanda; los dos niños Jacobo y Samuel. Hay tantas y tantas personas que piden siempre ayuda a la Virgencita. Estamos también nosotros, tu pequeño rebaño, pidiéndote ayuda espiritual y material.

Nuestra Señora - Está también la abuela Yolanda, lo se bien. ¿Y cómo estás Marisella?

Marisa - ¿Qué debe decirte?

Nuestra Señora - ¿No pides nada?

Marisa - Para mi no. ¿Cuántas veces me has dicho que solo seré feliz en el Paraíso? A propósito, ¿debo pasar por el Purgatorio?.

Nuestra Señora - No

Marisa - Estoy feliz de esto, pero pido un poco de alivio, solo para dejar respirar al obispo, que está muy preocupado por la situación.

Eh ahí el hijo de la esperanza y del milagro.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Gracias por el amor que demostráis a mi Hijo Jesús, a vuestro obispo y a la pequeña comunidad. Es verdad, sois pocos, pero crecéis en el amor de Dios, incluso si hay pequeñas dificultades e incomprensiones y alguna vez estalla la tempestad.

Mis queridos hijos, el momento de Dios está cerca, según su tiempo. Vosotros sabéis bien que en 1917 Dios había dicho ya que tenía que ocurrir algo muy grande, pero aún no se ha verificado todo. Esto es también porque el mensaje de Fátima no ha sido revelado integralmente, han sido quitados los puntos más importantes. Ninguno ha osado decir el secreto, ni siquiera los Papas. Diversos Papas han tenido el secreto en las manos y no lo han revelado. El secreto no consiste en lo que han querido hacer saber. Cuantos años han pasado y continúan todavía falsificándolo todo, mientras vosotros esperáis apenas desde hace un año algo grande y hermoso. Habéis tenido ya el triunfo de la Eucaristía, el triunfo de la verdad, porque incluso los que dicen que no creen, creen; como ya os dije, tienen mucho miedo de perder el poder y el dinero.

Vuestro obispo no se ha enriquecido con las apariciones, ha continuado su vida sencilla y escondida como siempre. Muchos se han enriquecido con el pretexto: "La Virgen ha dicho... La Virgen ha pedido...", y han entrado en sus casas millones y millones. Todos se enriquecen: se enriquecen los cardenales, los obispos, los sacerdotes. A ellos les interesa llegar a ser cardenales u obispos, para enriquecerse. Para mi, deciros estas cosas es muy triste, es muy penoso. Este modo de comportarse no es bonito, no es cristiano, no es este el estilo de vida cristiana que mi Hijo Jesús ha enseñado al Papa Pedro. Los apóstoles permanecieron humildes, sencillos, pobres; continuaron viviendo como antes cuando eran pobres pescadores o alcabaleros. Tampoco vuestro obispo se ha enriquecido, se ha quedado como antes, cuando las apariciones no estaban abiertas a todos. Todo lo que Dios ha dado al obispo y a la vidente, comprendida la casa, se ha quedado como estaba. ¿Qué tiene de más? ¿La basílica Madre de la Eucaristía? Es tan bonito orar y no pensar si estáis en una gran iglesia o bajo un toldo, lo importante es orar, lo importante es amar y amarse recíprocamente como Dios os ama a vosotros.

A veces, cuando suceden las desgracias, dais la culpa a Dios, pero El es amor y no Le podéis inculpar de lo que sucede, es la naturaleza que hace su curso. ¿Es Dios el que hace enfermar a vuestra hermana? No. Dios la hará feliz en el Paraíso, pero la enfermedad hará su curso, como para todos. Os ruego, cuando tengáis cruces grandes, sufrimientos grandes, no la toméis con Dios, Él no entra, Dios es verdadero amor, quiere paz, quiere todo lo que puede dar tranquilidad a los hombres, pero desgraciadamente el mundo no va bien. Pensad: los hombres son millones, para los que treinta millones son pocos en comparación. Para vosotros son un gran número porque sois pocos y habéis hecho mucho con la oración, con el sacrificio, con el sufrimiento.

No os desaniméis, tratad de estar con la moral alta, no la toméis con Dios, os lo ruego. Tomarla con Dios significa tomarla con todo el Paraíso. Vosotros amad a Dios, incluso si en vuestro corazón llegan a veces tentaciones y turbaciones. Dios os ama y su Mamá os ama.

He pedido que deis testimonio, pero alguno tiene miedo de testificar, tiene miedo de hablar y esto no es bonito.

Participaréis a la Santa Misa y oraréis por la intención de vuestra Mamá que al fin es también la vuestra. Tratad de aprender todo lo que vuestro obispo dice en el encuentro bíblico y aprended a leer el evangelio también en casa. Leer el evangelio requiere poco tiempo, especialmente leer la página que vuestro obispo ya ha explicado.

¿Qué puede deciros todavía? Tenéis todo mi amor y mando mi bendición a los enfermos. Junto al obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los enfermos.

Marisa - ¿Es posible que Emmanuel llore siempre que vienes tu?.

Adiós. Está bien, yo hago todo lo posible, pero la moral está bastante decaída.

Roma, 25 de febrero de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia.

He venido en medio de vosotros para traeros la carta de Dios, para daros coraje y para animaros a aceptar lo que Dios manda. Vosotros debéis aprender a aceptar todo, a ofrecer y a sufrir. Si continuad orando, amando, aceptando las pequeñas incomprensiones, ayudando a estos mis dos queridos hijitos en su misión tan grande, tan dura, y tan sufrida, y sobre la cual los hombres de la Iglesia parece que hayan conseguido la victoria, porque todo en torno a vosotros se derrumba. Pero, a vosotros, si estáis con Jesús, si estáis con la Madre de la Eucaristía, ninguno de estos hombres puede haceros nada, a menos que pongan una trampa también... y entonces todo sería difícil para vosotros y también para Dios, porque debería intervenir con amargura y muchas, muchas almas se perderían.

A luchar por ahora, porque han obtenido lo que querían. En el fondo ¿qué fastidio dais? Sois un pequeño grupo y en el lugar taumatúrgico no vienen grandes peregrinaciones. Dios ha puesto los ojos en este pequeño lugar, en este pequeño grupo de almas que oran y que tratan de amar y si Dios ha puesto los ojos aquí, es porque El sabe lo que debe suceder. Orad a fin que Dios no arroje a todos al infierno, porque los hombres continúan yendo adelante y luchando para obtener el poder. Parece que todo esté derrumbado, pero, Don Claudio, entorno a vosotros, no está derrumbado nada, lo importante es llevar adelante la misión, lo importante es difundir y hacer conocer las cartas de Dios.

Y tu, Marisella, no tengas miedo; ¿de qué tienes miedo?. Tu ya sabes que nos serás feliz sobre la tierra, sino solo en el Paraíso; di ¿de qué tienes mido, por qué temes?.

Marisa - Temo por el sacerdote, no por mi, porque querría verlo realizado, como habías prometido, pero estamos derrumbándonos. Me dicen que te pida que esté mejor. Yo se que para mi no puedo pedir nada, pero muchas personas ruegan por mi, y entones también por contentarlas, te pido que hagas que esté mejor, y estar en medio de ellos. Somos un pequeño grupo. Haz que también yo está en medio de ellos.

Yo no me avergüenzo de decirte que estoy muy mal, y el obispo quiere que te pida por mi, que me ayudes. Ya se que el don que tengo no es para mi, sino para los otros, pero yo obedezco a mi director espiritual y te pido lo que él me ha ordenado que te diga: "¿Puedes hacerme estar un poquito mejor?". Solo esto. Haz sí que el obispo triunfe, porque estamos cansados, tu pequeño rebaño está cansado, tus jóvenes están cansados de esperar; te ruego, intercede por nosotros cerca de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Gracias.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os invito a tener fe en Dios y coraje. Junto a mi obispo predilecto os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisella, durante la cuaresma Dios ha decidido por la abstinencia. Solo el domingo y el jueves vendré aquí a este lugar taumatúrgico para todos.

Marisa - ¿Cómo? ¿Y cómo lo hago?

Nuestra Señora - Dios te dará la fuerza, la gracia y el coraje.

Marisa - ¿Qué debo decir? Fiat. ¿Qué debo decir?

Adiós. ¿Saludos también a ella?

Mensajes de Marzo de 2001

Roma, 1 de marzo de 2001 - h.5:00 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Por qué no ha venido la Virgen?

Quería encomendarle a los enfermos, también a los niños, sobre todo a los niños enfermos. Todos los niños tienen necesidad de la ayuda de la Virgencita, pero ella no está. ¿He hecho algo que le ha desagradado?

Padre Pío - No, Marisella, haces incluso demasiado por la Iglesia. Nosotros los del cielo, parece, que nos aprovechamos de tu generosidad por todo lo que sufres por la Iglesia.

Marisa - Si, pero estate calladito, porque yo no lo digo, esta es una cosa mía, no lo sabe ninguno.

Padre Pío - ¿Precisamente tu, hermanita mía, hablas de este modo? Yo que soy tu hermano mayor, he sufrido mucho menos que tu, y también mucho menos que tu, Excelencia. Esto que estáis haciendo por la Iglesia, esto que estáis sufriendo por la Iglesia no lo hace ninguno, y mucho menos los grandes hombres de la Iglesia; ninguno ama verdaderamente a la Iglesia de Dios. Vosotros la amáis, sufrís; porque amar la Iglesia significa sufrir.

Ha empezado la Cuaresma. El altar está adornado con flores. Sobre el altar cuando se dice misa Cristo desciende; Jesús está allí, está con vosotros. Por tanto, ¿por qué no poner un ramo de flores? No es porque se quiten las flores, ni porque el sacerdote se vista de morado, que se vive la Cuaresma. La Cuaresma se vive con amor, con generosidad, con la oración, con el sacrificio, el ayuno, que alguno no ha hecho. El ayuno y la abstinencia no debe ser hecho solamente por las mujeres, o solo por las personas ancianas, porque están habituadas a hacerlo, sino también por los jóvenes. Los ancianos no deben hacerlo, pero si están físicamente sanos, si tienen el temple bueno, pueden hacer ellos también ayuno y abstinencia; lo he hecho también yo cuando ya tenía mis 70 años.

Marisa - ¿Y yo, entonces qué debo hacer?

Padre Pío - Tu, Marisella, lo sabes, te ha dicho la Virgen lo que tienes que hacer, no continuar preguntando, preguntando, preguntando; abandónate y haz lo que la Mamá te dice.

Marisa - Precisamente porque me he abandonado, ¡mira como me encuentro!

Padre Pío - Es verdad, tienes razón, ¿quién puede comprenderte mejor que yo?

Querría solamente invitaros a vivir esta Cuaresma con amor; el amor se ha de poner siempre por todas partes, si lo que se hace no se hace con amor no sirve de nada.

Marisa - ¿Dónde te vas ahora? ¡Mírala, mírala!

Nuestra Señora - Si, soy yo, Marisella, no te preocupes, continuo la carta de Dios leída por el santo Padre Pío. Sí, el amor se ha poner por todas partes, si no hay amor, lo que se hace no es nada. Vivid esta Cuaresma, para vosotros más penosa, más sufrida que los otros hombres de la tierra; vividla con todo el amor, con todo el corazón. Lo que hacen los grandes, los que se sienten grandes, no deben preocuparos, Dios sabe lo que se hace; dejadlos gozar. ¿Vosotros preferís gozar sobre la tierra para después no gozar en el Paraíso con nosotros? Yo os quiero en el Paraíso y tu sabes que te haré feliz sólo en el Paraíso.

Marisa - Padre Pío me ha dicho que no debo hablar y que hago demasiadas preguntas, por eso ahora no hago ninguna pregunta más.

Mamá, ves el sufrimiento y el desgaste del Obispo que ninguno comprende, ni siquiera los que le son cercanos. ¡Te lo digo yo, lo mucho que está sufriendo mi obispo y tuyo! Y yo no puedo soportar verlo sufrir. A mi me pedís el sufrimiento, me pedís todo y yo lo he dado, pero a él dadle la alegría de ser obispo de Dios a los ojos de todos, delante de todos. Si vosotros decís que es santo, que es bueno, que es honesto, que es sincero, que penetra en las almas, que ayuda, ¿por qué debe sufrir así? Nos desgastamos cada día y tu lo ves. Tratamos de estar en silencio tanto como es posible, pero el sufrimiento es mucho.

Nuestra Señora - Y yo, Marisella, os digo que no debéis abandonar de ninguna manera la confianza en Dios. ¡Tened confianza en Dios! Dios no ha engañado a ninguno y aun menos puede engañaros a vosotros que los amáis hasta la muerte. Dad tiempo al tiempo, si lo se, no digas en tu corazón don Claudio que son treinta años que estás sufriendo, tienes razón, pero dad tiempo al tiempo, Dios sabe lo que hace, y vosotros no podéis impedir a Dios que haga lo que debe hacer. Tratad de comprender a vuestra Mamá cuando os habla.

Mi pequeño rebaño, que venís a orar, pequeñísimo rebaño, que oráis cada día por estos dos hijitos míos; tratad de ayudarle en todos los modos, no os desaniméis; vosotros no tenéis ningún motivo para desanimaros. Cuando salís de aquí y entráis en vuestras casas, todo se vuelve tranquilo, el sufrimiento es de mis dos queridos hijitos; a vosotros os pido solamente orar y vivir esta cuaresma en unión a Dios con florilegios, sacrificios, ayuno. Haced el Vía Crucis, es una oración que me gusta muchísimo. Festejad a vuestro obispo, tratad de darle un poco de alegría, al menos vosotros. Hay personas que continúan excusándose, inventando, hablando, pero éstas no aman, se aman a sí mismas, les gusta sobresalir; esperan que uno le diga, muy bien, has hecho bien. Estas personas, gracias a Dios, son pocas.

Preparad la fiesta del Obispo, festejadlo con cantos, con alegría. Aunque a veces vengan ganas de llorar. También yo he llorado y lloro a veces cuando veo a mis hijos predilectos, mis sacerdotes predilectos, que no aman la Eucaristía. Éstos, cuando celebran, hacen comedia, porque no aman, no creen. Vosotros no podéis ver lo que sucede en el mundo, pero nosotros que lo vemos todo desde el cielo, sabemos que hay mucha miseria espiritual, voluntaria e involuntaria.

Animo, mis dos queridos hijitos, Jesús no ha muerto en vano, Jesús ha vencido al mundo y vosotros venceréis al mundo, debéis aceptar este largo silencio de Dios, tener amor y paciencia porque El no desilusiona.

Gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a los niños. Bendigo vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Animo, Marisa, ofrece el duro sufrimiento de la pasión por la Iglesia. Adiós.

Marisa - Adiós. Pero el día de la fiesta de don Claudio no me hagas vivir la pasión porque es viernes.

Nuestra Señora - No te preocupes.

Marisa - La Virgen se ha ido delante y detrás iban todos los santos, los ángeles y las almas salvadas.

Roma, 3 de marzo de 2001 - h.5:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, mi pequeñísimo rebaño, gracias por vuestra presencia. El primer sábado no es sentido por las almas. Si queréis yo no vendré más el primer sábado de mes, sino sólo el domingo y el jueves. Está en vosotros aceptarme o no. Naturalmente no me dirijo a los que están siempre presentes; referid esta carta de Dios a quién ha recibido mucho y no ha correspondido.

La Santa Cuaresma ha empezado el día de ceniza, cuando es necesario hacer ayuno o abstinencia. Ya os he hablado brevemente de esto, pero todos saben que el miércoles se hace ayuno o abstinencia. Ciertamente cada uno se debe regular según su propio estado de salud. Si se toman muchas medicinas, no se puede hacer ayuno.

Marisa - Si, yo lo hago a menudo.

Nuestra Señora - Ante todo debéis aumentar la oración, haced más florilegios y sacrificios y tratad de no lamentaros cuando algo no va bien. Ahora no voy a enumeraros todo lo que podéis hacer de más durante la Santa Cuaresma para dar gloria a Dios. Jesús ha resucitado, Jesús está aquí con nosotros, no tiene necesidad de lo que hacéis, pero os lo pide sobre todo para la conversión de los que viven solo para el poder y el dinero y vosotros sabéis a quién me refiero.

No digo más, de todos modos diría: "¡Oh, esta Virgen cansa!", pero yo os lo pido porque vosotros podéis dar mucho más. El que se canse o aburra orando, haciendo el Vía Crucis, haciendo el camino con Jesús, no debe estar en pié, puede estar de rodillas o sentarse, que esté cómodo. Ya os dije una vez: es inútil que os arrodilléis si después os lamentáis por los dolores; levantaos y orad de cualquier forma.

Durante la cuaresma, el viernes, quien pueda, haga el ayuno. De todos modos sois libres, esto no es un mandato, es un consejo; pero la carne no se debe comer. Humanamente hablando diréis: "¿Por qué la carne no se debe comer?".

Marisa - Es lo que yo he dicho también; ¿por qué no comemos carne, pero comemos pescado que vale más caro? A nosotros nos va bien así porque comemos la pizza blanca salada.

Nuestra Señora - Marisella, tienes razón, pero las cosas han ido así. Por otra parte, no manda mi Hijo Jesús, si mandase mi Hijo, sería la revolución. El espera, aguarda, tiene paciencia. ¿Hasta cuándo?

Marisa - ¿Me lo preguntas a mi?

Nuestra Señora - Tus dolores, la pasión que has vivido en estos días es fuerte. ¡Si tu supieses cuántas almas se convierten por tu sufrimiento!

Marisa - ¿Puedo decir una cosa?

Nuestra Señora - De todas formas la dices siempre.

Marisa - ¿Todos mis sufrimientos? Repartamos un poco para cada uno. No hablo de compartirlo con el obispo, por caridad, ya tiene mucho él solo. Si quieres yo puedo ofrecer de nuevo la vida por él. Pero alíviale un poco, ayúdalo, dale un poco de fuerza. No te pido tanto, pido solo que lo ayudes. Pero ¿no te da pena? ¿No ves como está?

Nuestra Señora - Yo veo como lo miras y controlas todo. Esto es hermoso, pero no te hagas notar del obispo.

Marisa - ¿Por qué, entonces él no te oye? ¿No te oye ninguno?

Nuestra Señora - Yo estoy hablando para todos, Marisella.

Marisa - Pero también está el obispo.

Nuestra Señora - Os invito a hacer esta santa cuaresma con todo el corazón, con todo el amor que podáis dar a mi Hijo Jesús. Si amáis a vuestra esposa, a vuestro esposo o a vuestro hijo, tanto más debéis amar a Jesús que ha muerto por cada uno de vosotros en la cruz para reabriros el paraíso. Amadlo.

No miréis al hermano, como se viste, como camina, como habla. No, yo no quiero esto de vosotros. Habéis hecho un buen camino espiritual y debéis pensar en vuestra alma, porque, como dice vuestro obispo, si vuestra alma es santa, el que está cerca de vosotros, parientes y amigos, puede seguir vuestro ejemplo.

Mirad los ojos de los niños, reflejan su alma: son hermosos, luminosos y limpios. También vuestros ojos deben ser luminosos, resplandecientes y se debe leer que en vuestro corazón está el gran amor a Jesús Eucaristía.

La Mamá os da las gracias. Os invito a orar por una pareja de esposos, hasta que Dios les conceda un niño.

Marisa - Esta vez no he entendido.

Nuestra Señora - Os lo recomiendo, haced todo lo que podáis, porque entre el trabajo, el estudio y la casa os queda poco tiempo, pero haced, no obstante, que esta fiesta para vuestro obispo sea una fiesta sentida; venid para orar con él y también cuando estéis en casa orad por él. Su misión es tan grande que a veces le faltan las fuerzas; tiene necesidad de los hermanos cercanos. Yo cuento con vosotros porque os amo y tengo confianza en vosotros y porque habéis sido bien guiados por vuestro obispo.

Gracias por vuestra presencia.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados, a todos los niños y enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Está bien, pero me debes ayudar porque sola todo es más difícil. Adiós. Hete aquí, volvemos a empezar. Antes estaba tan bien; ahora me hacen daño de nuevo todos los huesos.

Roma, 4 de marzo de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Cada vez que vienes me dices que te encomiende a las personas que se han encomendado a mis oraciones. Ayuda a todos los que tienen necesidad; ayuda a la pequeña Vicenza, tan pequeñita, que yo llamo palita.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. También hoy he venido en medio de vosotros, a pesar de las condiciones de salud de vuestra hermana que son bastante graves. No podía dejar de venir, porque mi amor por vosotros es grande.

Las grandes cartas de Dios han terminado, pero yo vengo igualmente para daros consejos, para haceros caricias maternas, o alguna advertencia materna porque, como ya dije hace tiempo, apareceré a vuestra hermana, mientras esté en vida. Os invito a orar por ella, porque cada día pueda aceptar la cruz que es muy pesada. Durante esta Semana Santa continuaré pidiéndoos por la gran misión. A vosotros os parece que todo está estable, pero la lucha, la gran misión de mis dos hijitos ha comenzado. Os invito a orar por ellos con amor y paciencia.

Vosotros sois aquí pocos, porque el señor cardenal ha trabajado bien, pero yo vendré siempre en medio de vosotros aunque sólo esté presente una sola persona, porque os amo muchísimo.

Continuo repitiéndome, pero lo que os digo no se os queda dentro, entra por una oreja y sale por la otra, porque no meditáis las cartas de Dios. ¡Oh, si vosotros meditaseis cuanto ha dicho vuestro obispo durante la catequesis y el encuentro bíblico! Sus palabras son santas, salen del corazón, porque os ama. Solamente con el amor y la oración se llega a dar y ayudar al prójimo.

Tratad de hacer una Santa Cuaresma, haced todo lo posible; arranquemos juntos las gracias a Dios. Dios ama a todos, también a los pecadores, y los que le hacen sufrir, pero en el día del juicio seréis todos juzgados.

Marisa - Oye, cuanto más tarde muera, más tarde llegaré al juicio. Pero estoy cansada.

Nuestra Señora - Marisella, esta noche has salvado once millones de almas.

Marisa - Espera: once, cero, cero, cero, cero, cero, cero. ¿He dicho bien?

Nuestra Señora - Pregúntaselo a aquel que dice que no conoce la matemática.

(Don Claudio, N.d.R.)

Marisa - ¿He dicho bien? Ha dicho sí. ¿Es que tu no conoces la matemática?

Nuestra Señora - Quédate así, Marisella, con tu simplicidad, pero acuérdate que cuando necesites decir alguna cosa, debes decirla, también a Lucas.

Marisa - Despacio, despacio.

Nuestra Señora - Estaré con vosotros para ayudaros a hacer esta santa cuaresma.

Gracias por vuestra presencia.

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Por favor, dame un poco de fuerza, porque no soy capaz de nada más. Adiós.

Nuestra Señora - Once millones de alma, no lo olvides, Marisella.

Marisa - Don Claudio, ¡quisiera que Dios mandase aquí a algún sacerdote!

Nuestra Señora - Leo en el corazón de Don Claudio. El obispo tiene la plenitud del sacerdocio. Gracias por todo lo que hacéis, mis queridos hijitos.

Marisa - ¿Y yo que hago? ¡Estoy siempre aquí! Adiós. Excelencia, se ha ido.

Roma, 9 de marzo de 2001 - h.6:45 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Os doy las gracias a los que con fatiga y amor habéis bajado a vuestra hermana. Gracias. Mis gracias van sobre todo a aquellos que con amor y sacrificio han preparado y adornado nuestra Basílica, pero los augurios más sentidos, ¿a quién pueden ser dirigidos sino a mi obispo, el obispo de la Eucaristía, el obispo del amor, el obispo de los jóvenes? Estos augurios son hechos por una mamá que, como vosotros, sufre y espera pacientemente el triunfo de la verdad.

Todos deberíais tener el mismo amor hacia el sacerdote, pero no todos lo demuestran, porque algunos no saben amar; sin embargo a través de las cartas de Dios he enseñado a amar y a comprender al hombre. Todavía hay alguno que está dispuesto a destruir algo bello. ¿No pensáis que antes o después el sistema nervioso del más fuerte puede ceder? ¿No habéis pensado nunca que el obispo, antes que nada es un hombre con sus debilidades y sus fuerzas, con su generosidad y con sus imperfecciones? Es un hombre que sabe amar, pero alguno se divierte haciéndolo sufrir dándole el buenos días y las buenas noches; siempre hay algo que lo hace sufrir. También Jesús ha demostrado su amor hacia los apóstoles, los discípulos, sus hijos, sin embargo también Él ha sido traicionado, ha sido tomado por mentiroso, calumniado, maltratado y muerto.

No todos han comprendido que hoy es una gran fiesta, no todos han respondido a esta gran fiesta. Hoy es el día del sacerdocio: debéis orar por todos los sacerdotes incluso por los que no saben amar o no quieren amar. ¿Qué hay más hermoso que amar al hermano, a la persona que está a vuestro lado? Tenéis sólo un sacerdote: tenedlo en cuenta, no lo dejéis; si habéis comprendido la importancia de tener un sacerdote al lado, no lo dejéis y amadlo.

Son numerosos los sacerdotes que creen en este sitio, pero tienen miedo de afirmar: "Nosotros creemos en aquel sitio". ¿De qué tienen miedo? ¿De un simple hombre, de un obispo que ha obedecido a Dios, que ha hecho todo lo que Dios le ha pedido permaneciendo en la sencillez y en la humildad? No ha hecho nada grande, sino daros amor. Pero, ¿qué hay más grande? ¿Qué tenéis como Basílica? Un simple toldo que Dios ama tanto.

Mis dos hijitos han permanecido pequeños, tal como eran antes que yo apareciese para todos. No han hecho otra cosa que orar, inmolarse y amar, sin embargo vosotros sabéis bien como han sido apaleados por haber amado a mi Hijo Jesús y a todos vosotros.

Tratad de comprender la importancia del sacerdocio: es un sacramento y como tal se ha de respetar: quién ofende el sacerdocio comete pecado.

Animo, permaneced en torno a vuestro sacerdote. Hoy celebrad una fiesta espiritual, después, el domingo, se hará una fiesta abierta a todos. Vosotros que sois los más cercanos amad al sacerdote.

¿Habéis amado a vuestra hermana? ¿Quién ha ido a verla a su habitación? Yo lo he dicho, pero no ha venido casi ninguno. El sacerdote ha dicho que vayáis a ver a otra persona y habéis ido: ¡Deo gratias! Habéis obedecido más al sacerdote que a la mamá; me da gusto, soy feliz por esto.

No me prolongo más, la noche se acerca, los niños empiezan a tener hambre, lloran y juegan; Jacobo tiene el deseo de jugar y Samuel de cantar. ¿Qué más queréis? Yo continuo dandoos muchos abrazos y caricias maternas, os imparto muchas enseñanzas, pero veo que no las ponéis en práctica. Entonces, ¿qué debo deciros todavía? Nada. A pesar de todo os digo gracias por todo lo que habéis hecho, gracias a todos.

Felicidades, Excelencia, de todo el paraíso. Acuérdate que tú estás en Jesús y Jesús están en ti, y sois un todo-uno.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestro seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 10 de marzo de 2001 - h.10:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijitos, no puedo quedarme indiferente por todo lo que habéis hecho: la preparación, la vigilia, los cantos y la oración. La palabra de la Sagrada Escritura, la carta de Dios y la explicación que han dado los jóvenes han hecho comprender cuanta importancia tiene amar al sacerdote, orar por el sacerdote, servir al sacerdote. El sacerdote más grande es Jesucristo, pero quién vive como él es sacerdote in eterno, según el orden de Melquisedec.

Gracias por vuestra presencia. Creedme, no podía no venir y desearos buena fiesta del sacerdocio.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 11 de marzo de 2001 - h.10:50 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Querida Virgencita, hoy más que nunca aprovecho para pedirte las gracias de las que cada uno de nosotros tenemos necesidad, siempre que sean conformes a la voluntad de Dios. Desearíamos que tu vayas a Dios a pedirle las gracias para los que estamos presentes y por los que sufren. Todos, quien más quien menos, tenemos necesidad de tu ayuda; te lo pedimos desde lo hondo de nuestro corazón. Gracias.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia y por el amor que demostráis a vuestro obispo; gracias a los que han venido de lejos para festejarlo. Os doy gracias si habéis hecho cada cosa con amor. Tratad de poner en práctica cuanto mi Hijo Jesús ha dicho: aprended a amar, después orar. Dios es amor.

Quizás no todos son capaces de comprender hasta que punto llega el amor de Dios, que ha llegado a daros a Jesús el cual ha muerto en cruz y ha resucitado, abriendo a todos el Paraíso. La puerta del Paraíso está abierta a los que quieren entrar. Para ir al Paraíso no es necesario hacer grandes cosas, es preciso amar con el corazón, con sacrificio, con sufrimiento. Solamente si amáis al hermano que sufre, al final encontraréis abierta la puerta del Paraíso.

Muchas almas salvadas están aquí en torno a mí. Mira, Marisella, está tu papá y muchos otros que han vivido en medio de vosotros y ángeles que juegan con los niños y con el pequeño Jesús.

Muchos han preguntado a vuestra hermana: ¿qué se hace en el Paraíso? ¿Se aburren? Mientras en el planeta Tierra corréis continuamente por tantas cosas, nosotros en el Paraíso no corremos, pero amamos, cantamos, damos gloria a Dios, gozamos y recitamos los salmos. Es una oración continua que no cansa, pero da alegría de estar cercano a personas que han amado y continúan amando. Cuantas veces os he dicho que oréis por vuestros seres queridos. Muchos de vosotros tienen parientes que están salvados o en el Paraíso, que ruegan y piden ayuda por vosotros, porque en ellos hay amor.

Felicidades a Su Excelencia por su episcopado, pero sobre todo por su sacerdocio. Ayer hicisteis la vigilia con mucho amor, no para uno, sino para todos los sacerdotes. Gracias por el trabajo espiritual y material, por todo lo que habéis hecho para demostrar a vuestro sacerdote, a vuestro obispo ordenado por Dios, que lo amáis. Recordad, que después de San Pedro, ordenado por Jesús, ningún otro ha sido ordenado obispo por Dios, sino vuestro sacerdote Claudio Gatti. El ha sido ordenado por Dios que no le ha pedido permiso, no le ha dicho: "Si quieres te ordeno obispo, eres libre de aceptar". Dios le ha dicho: "Tu debes convertirte en obispo; debes aceptar el Episcopado". También cuando Dios ha puesto en el corazón de esta sencilla criatura la vocación al sacerdocio, ha dicho: "Tu debes llegar a ser sacerdote".

Me repito una vez más: todos los sacerdotes son mis hijos predilectos, pero no todos responden a la llamada de Dios; se aman a sí mismos y al poder, aman sobresalir y al dinero. En vuestro obispo hay amor hacia Jesús Eucaristía, hacia las almas y hacia todos vosotros. Ha orado mucho por parientes y amigos, pero de ellos no ha recibido nunca mucho. Esto no tiene importancia, lo importante es dar, incluso si no se recibe nada a cambio.

Mis queridos hijos, una vez más os doy las gracias por vuestra presencia.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros parientes cercanos y lejanos. Bendigo vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Buena Santa Misa. Participad a la Santa Misa con todo el amor que podáis.

Marisa - Adiós. Excelencia, se ha ido.

Roma, 15 de marzo de 2001 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Es ejecutado el canto "Lieta armonia"

Nuestra Señora - Sí, sólo Dios es Santo, sólo Dios es poderoso. Vosotros esperáis algo grande y hermoso que Dios ha prometido y estoy cansada de repetiros que Dios mantendrá su palabra.

Ahora os digo algo que ninguno sabe. Ayer vuestra hermana estaba muriendo y Dios me dijo: "María, ve a devolver la vida a aquella criatura, porque la Iglesia aún tiene necesidad de ella". Yo vine y la salvé en nombre de Dios, porque la Iglesia tiene necesidad de ella. Vosotros os preguntáis: "¿Para qué sirve una criatura así, para la Iglesia?" [1] porque sabéis que los hombres siguen, elogian, cantan y gritan que es santo, bueno y mártir el que tiene millares de personas alrededor. No, la santidad está aquí, en este lugar [2]. Vosotros no habéis pedido nada; esperáis solamente que Dios realice lo que ha prometido y que su brazo descienda, pero puesto que Dios ama a todos los hombres, todavía no puede hacer esto. Ha salvado a esta criatura, porque tiene necesidad de ella. Dios no tiene necesidad, tienen necesidad los hombres de la Iglesia que continúan avanzando. Siguen adelante, ocupando sitios de poder y acumulando dinero. Parece que todo transcurra bien para ellos y que todo se derrumbe en torno a vosotros o, como dice alguno que conozco [3], que todo ya se ha derrumbado. Sí, humanamente hablando, lo podríais decir, pero espiritualmente hablando, no, porque Dios se quedaría con mal sabor de boca. Si ha puesto los ojos sobre vosotros, si ha llamado a estas dos pobres criaturas para salvar la Iglesia, tendrá sus motivos; cuándo, cómo y por qué será, ahora no puedo decirlo.

No creáis que donde van tantas y tantas personas todo es bueno, grande y santo. No. Cuando mi Hijo Jesús nació en una cueva, estaba solo, no había nadie, sin embargo era el Mesías, era Dios. No ha buscado la multitud en torno a sí, ha buscado el amor. Aquel amor que os pido cada vez que vengo. Amaos el uno al otro; no améis solamente a los amigos, sino más bien amaos todos, incluso a aquellos que no son vuestros parientes, los que os hacen sufrir y os calumnian.

Quiero repetiros una vez más -hablo como mujer, como una de vosotros- que todo habría sido mucho más fácil si en vez de esta gran ciudad, Dios hubiera elegido un pequeño lugar donde hubieran pocas personas y un solo obispo. Pero, ¿quién somos nosotros para sugerir a Dios a quién debe elegir? Ha elegido Roma, ciudad descristianizada, que debería engrandecerse, pero no con el poder y con la riqueza, sino con el amor. Ha elegido estos dos queridos hijos míos predilectos de Roma y les ha confiado una gran misión, rica en sufrimiento. Mis queridos hijos, vosotros no podéis comprender y no habríais podido soportar este sufrimiento. Os pido, junto a mi amado esposo José, al cual estáis haciendo la novena, que por todas partes se ve la afluencia de pocas personas, que oréis para estos dos hijos míos queridos y predilectos y sobretodo por vuestro Obispo. El no quería ser obispo [4], pero Dios lo ha elegido, comunicándole: "Te ordeno obispo, te quiero obispo para que tengas la plenitud del sacerdocio" y diciéndole: "Lleva la cruz, el anillo y el báculo, no se necesitan tantas insignias episcopales" [5]. La plenitud del sacerdocio es santa, es buena, es grande, como Dios lo ha querido.

Sí, lo sé, son momentos en los que todo se derrumba, hay momentos en los que decís: "Dios me ha abandonado, Dios me ha desilusionado" [6]. Humanamente hablando, yo hablaría como vosotros, porque hacer este lamento no es pecado, no ofende a Dios, mis queridos hijos. También yo, en vuestro lugar, habría dicho: "Dios me ha desilusionado, Dios me ha abandonado". Espiritualmente hablando, sin embargo, Dios no defrauda, Dios no abandona, Dios sabe lo que hace. Ha aplazado todo para salvar a otros de sus hijos y llegar a tres mil millones y medio de personas convertidas, la mitad de la población, aunque sea muy difícil, muy duro llegar.

Vuestro Obispo se pregunta: "Con tantos hombres en la tierra, ¿por qué Dios nos ha elegido a nosotros dos pobres criaturas?". Yo digo: "Con tantos sacerdotes en la tierra no hay ninguno cercano a él". De hecho, vuestro Obispo no tiene ayuda, ni dentro ni fuera de casa. Muchos hacen burla de él, pero Dios le ha dado una buena inteligencia y el don de penetrar en las almas, de leer en los corazones, por tanto no puede ser engañado. Los que hacen burla de él, pecan gravemente y el que recibe la comunión en pecado mortal comete sacrilegio. Mis queridos hijos, cuantos sacrilegios se cometen en el mundo, especialmente por parte de mis queridos hijos predilectos, que calumnian y difaman continuamente y después celebran la Santa Misa. El que no ama al hermano, el que lo repudia, peca gravemente.

Mis dos queridos hijitos a pesar de vivir en gracia, sufren continuamente, lloran cuando están solos, por no dejarse ver y no ser una carga para los otros. Habéis festejado el sacerdocio, pero ¿quién se ha dado cuenta de cómo estaba vuestro Obispo? Habéis pensado en llenar el estómago y no todos habéis notado como estaban vuestro Obispo y vuestra hermana. El sufrimiento, la amargura y la desilusión continúan. Padecen el sufrimiento moral y el gran sufrimiento físico. Orad por ellos. Haced con todo el amor esta novena a mi amado esposo, que dentro de pocos días terminará, para mis dos queridos hijitos, para vosotros mismos, para vuestros parientes, para vuestra familia, para vuestros hijos. A veces los hijos cuando son buenos no son comprendidos. Ser buenos significa sufrir, pero es mejor ser buenos y sufrir que ser malos y vivir en pecado mortal.

Mis queridos hijos, esta carta de Dios es muy hermosa, meditadla si podéis. Hace tiempo que no os digo que leáis las cartas de Dios. Leed los mensajes, ponedlos en práctica y Dios os recompensará.

Junto a mi y vuestro Obispo, gran Obispo de la tierra y del cielo, os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Bendigo a los jóvenes que no han podido venir, los que están lejos, y los que trabajan; bendigo a los niños pequeños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno, que se alarga hasta donde se encuentran mis hijos.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Adiós, Marisella, has sido valiente no llorando, tenías la garganta llena.

Marisa - Adiós. Excelencia, se ha ido.

***

NOTAS ***

[1] Por los grandes sufrimientos de Marisa y por las oraciones de la comunidad se han convertido 200.000.000 de personas, así nos lo han referido la Madre de la Eucaristía y San José.

[2] Porque los miembros de la comunidad se esfuerzan en poner en práctica las enseñanzas del Evangelio, las directrices de las cartas de Dios y la catequesis del Obispo.

[3] El Obispo Claudio Gatti

[4] Esto lo ha repetido muchas veces nuestro Obispo.

[5] Es escandaloso gastar tanto dinero para los vestidos y las insignias episcopales y cardenalicias.

[6] El obispo y la vidente han confesado que diversas veces habían pensado cerrar todo y retirarse a la vida privada, en el silencio y el ocultamiento, porque están aplastados por el sufrimiento.

* * *

Roma, 18 de marzo de 2001 - h.10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Hoy es el día del enfermo y te encomiendo a todos los enfermos sobre todo a los espirituales y después también a los físicos, que son muchos, te los encomiendo a todos.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos hoy la carta de Dios es muy breve. Debéis comer y beber el pan espiritual y este pan espiritual lo encontraréis solamente en la mesa eucarística. Si coméis y bebéis el pan espiritual en gracia, tendréis más fuerza para amar a todos. En cambio si coméis el pan espiritual sin estar en gracia entonces pecáis gravemente. Antes de acercaros al Sacramento de la Comunión haced un pequeño examen de conciencia. Tratad de comprenderme, no hablo de pecados veniales, sino de grandes pecados: estos pecados grandes son la calumnia y la difamación. Decidlo al que oigáis hablar mal, el que calumnia y difama, sobretodo no conociendo a las personas y si éstas no están presentes, peca mortalmente. Por tanto, acercaros a esta roca que es Jesucristo, acercaros a la mesa de Jesucristo en gracia.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Estoy leyendo en tu corazón, Marisella, se lo que estás pensando.

Marisa - Si, he tenido tanto trabajo para prepararme...

Nuestra Señora - Es verdad, tu esperas algo, pero ya ha hablado vuestro obispo, ya no son 87 millones, hoy hemos llegado a los 89 millones de almas convertidas por tus sufrimientos, querida mía. Gracias. Adiós.

Marisa - Espera, repite ¿Cuántos?

Nuestra Señora - 89 millones.

Marisa - ¡Imagina si esta noche llegáramos a 90! Espera, no tengas prisa, quiero preguntare una cosa: ¿nosotros debemos salvar los tres mil millones y medio?

Nuestra Señora - No, Marisella.

Marisa - Entonces busca de disuadir a otras personas porque nuestro rebaño ora, el obispo ora y sufre y tu ya sabes todo de mi. Todos tratamos de dar algo, pero no cuentes solo con nosotros, porque sino ¿cuándo llegaríamos? ¿Has visto?, te he hecho reír. Bueno, adiós. ¿Qué te debemos pedir? Haznos estar un poco mejor. Adiós.

Ha tomado bajo el brazo a su amado esposo y se han ido con todos los ángeles y los santos. Todos los niños están alrededor.

Don Claudio hemos llegado a 89 millones de convertidos.

Don Claudio - El viernes eran 87.

Marisa - ¿Cuándo se han convertido éstos?

Don Claudio - Dos millones en dos días.

Roma, 19 de marzo de 2001 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)

San José - Mis queridos hijos, es vuestro José el que os habla. Estoy siempre al lado de cada uno de vosotros. Entiendo vuestro sufrimiento; uno por un motivo otro por otro, todos sufrís. ¿Recordáis mi gran duda? He callado, pero en mi corazón me preguntaba: "¿Por qué Dios me ha dado un trabajo tan duro?". La duda fue grande. Hay dudas, hay desánimos, desilusiones y otros muchos sufrimientos que forman parte de la vida terrena, o vienen por culpa de los hombres o porque Dios ha decidido algo que sólo El sabe. También yo me he arrodillado y he orado a Dios, hasta que me hiciese comprender lo que estaba sucediendo, después tuve la respuesta por un ángel. Se lo difícil que es, especialmente para quien quiere caminar sobre el recto camino, poner en práctica y aceptar lo que Dios dice.

Os comprendo, es difícil, my difícil a veces para vosotros hombres de la tierra comprender a Dios, entender a Dios, por eso os preguntáis tantos por qués. Incluso tú, Marisella, en este momento te estás preguntando por qué Dios permite que seas privada de tantas misas. ¿Por que vivir sin poder escuchar la Santa Misa, sin participar? Lo se que esto te consume y te hace sufrir. ¿Por qué quiere esto Dios? Hoy podemos decir para salvar almas; cada uno de vosotros presentes ha salvado almas. Cierto, sin repetir cuanto ha dicho mi amada esposa, el trabajo más duro ha sido dado a aquellas personas que Dios ha llamado a cumplirlo, pero todos, uno de un modo otro de otro, con la oración, con el sacrificio o, como dice vuestro obispo, entrando a la fuerza en un centro comercial, habéis salvado almas. Otra persona ha dicho esta frase y vosotros encima os habéis reído, pero habéis salvado almas.

Si, hoy son 90 millones las personas convertidas, si continuáis así, mis queridos hijos, creo que llegaréis antes del tiempo previsto.

Marisa - Un momento, perdona, San José.

San José - Llámame solo José.

Marisa - Si, te pregunto también a ti lo que le he dicho a la Virgen: solo nosotros debemos salvar tres mil millones y medio de almas? Porque entonces no llegaremos nunca.

San José - Tu haz lo que debes hacer y no te preocupes el resto.

Marisa - Te pido al menos que me des la fuerza de participar en la Santa Misa, para mí es muy importante. Vete a decir esto a Dios.

San José - ¿Pero tu no ves quién tengo a mi lado? Veis, mis queridos hijos, yo no digo nada de nuevo respecto a cuanto ha dicho mi y vuestra mamá, mi esposa, mi hermana. ¿Por qué Dios se ha quedado en este pequeño rebaño? Aunque en las otras iglesias hay tantas y tantas personas, ¿por qué pues Dios os ha elegido a vosotros?

Marisa - Yo no lo se, me pregunto todavía por qué me ha elegido a mi.

San José - Porque tiene confianza en vosotros; aunque a veces parece que todo se derrumba encima, tiene confianza en vosotros. Encontradme otro grupo que ore como vosotros, que viva en gracia como vosotros, que se acerque cada día a la santa Comunión, aunque haya alguno que deja que desear.

Excelencia reverendísima, siéntate por favor. Estoy de acuerdo con la Virgencita que debes curarte; debes aceptar lo que pueda hacer el hombre, ya basta de continuar adelante sin curarse. Y si no escuchas a ninguno dejo la tarea a la doctora Selenia.

Marisa - Creo que Selenia lo escucha, como yo.

San José - Ayudad a estos dos buenos jóvenes.

Mis buenos deseos a todos los que se llaman José, ¿de acuerdo José? Sobre todo os deseo todo bien y que continuéis viniendo a este lugar taumatúrgico para orar. Se que a veces, especialmente para los que viven lejos, es un sacrificio, sea por el tráfico, o por el gasto, pero si podéis, hacedlo por amor de vuestros hermanos; salvad a vuestros hermanos.

Noventa millones. Mira: este número está escrito en cifras de oro, Marisella.

Marisa - Lo veo, lo estoy leyendo.

San José - Participad a la Santa Misa, orar por todos, también por los que están lejos, por las otras religiones; porque deben todos reunirse a orar juntos porque Dios es uno. Dios no aleja a los que no son católicos, no. Para Dios los hombres son todos iguales. Cuando esto sucederá, será un gran triunfo: el triunfo del amor, de las razas, de la verdad. El triunfo de la Eucaristía ha sucedido, porque han sido difundidos los mensajes. Y porque alguno de vosotros ha hablado, hoy en las iglesias hacen la adoración eucarística. Mis queridos hijos, es mérito vuestro si en las otras iglesias se hace adoración, en algunas todos los días y en otras, por añadidura, las veinticuatro horas del día. Vosotros últimamente habéis hecho menos a menudo la adoración eucarística.

Marisa - Nosotros estamos cansados, ahora hacemos lo que podemos hacer. Nos has dado un obispo que no tiene ni siquiera un sacerdote como ayuda. Está cansado, mándanos alguno, mándanos alguno, por caridad; aunque sea feo como el hambre, pero santo. Se me ha escapado.

San José - Tienes razón, santo. Porque si no es santo, si no camina al mismo paso que vuestro obispo, que ha seguido los pasos de San José, es inútil acercarse a vuestro obispo, porque vosotros tenéis un obispo santo. ¡Ojalá los otros tuviesen un sacerdote tan dispuesto a dar todo por las almas! Muchos, desgraciadamente, corresponden de un modo tan feo que no oso pronunciarlo.

Buena fiesta a todos. Felicidades a ti, Excelencia, de todo corazón de tu amado José. Me amas tanto que querría llevarte arriba conmigo.

Marisa - Espera, él todavía tiene que hacer. ¿Qué? Te lo ruego hazme comprender.

San José - Marisella, digo solo que el obispo debe curarse, que haga lo que debe hacer por su salud. Es hermoso que se dedique a las almas y que dé todo de sí mismo por ellas, pero es muy importante su salud, de otro modo no será capaz. ¿Te acuerdas cuanto tiempo me ha curado mi esposa? Estuve enfermo durante ocho años y ella me ha curado con mucho amor. Entonces no había doctores, no había nada y por tanto poco a poco partía.

Marisa - Oye, san José, yo no he entendido nada.

San José - Pero el obispo ha comprendido lo que he dicho, lo importante es que haya comprendido él y su doctor.

Gracias por vuestra presencia. Estaré con vosotros y con mi amada esposa durante toda la santa Misa.

Marisa - Se ha ido.

Nuestra Señora - Y yo, vuestra Mamá, junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Dad gracias a Dios que todavía me manda sobre la tierra por vosotros. Os habéis quedado muy pocos, pero yo estoy con vosotros si vosotros me queréis. Alguno casi tambalea, ¿qué puedo decir yo?

Marisa - Adiós pequeñito. Se han ido todos; pero san José no se ha ido, se ha ido detrás de la Virgen. ¿Es justo? ¿Por qué no podía estar al lado de la mujer? Como marido tenía que estar cerca.

Roma, 22 de marzo de 2001 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

San José - Dios recomienda no recibir a los periodistas hasta que no lo diga Él. Puesto que siempre habéis obedecido a Dios, sed obedientes también en este momento: decid no y basta. Dios os ha dicho que estaban tramando alguna cosa escondida, éste es uno de los indicios.

Mis queridos hijos, encomiendo a todos vosotros a Dios con mi amada esposa, con el pequeño Jesús, con los ángeles y los santos. Oremos y cantemos. Desde que tu has dicho al niño que orara y ayudara a sus padres, él lo está haciendo, pero se necesita comprender también el carácter, la psicología y las reacciones que comporta el dolor. Tu sabes algo de eso, ¿verdad? También Su Excelencia ahora empieza a comprender el sufrimiento físico, porque lo experimenta.

Una vez más, esta mañana, Dios te ha librado de aquel atroz dolor y falta de fuerzas; ha sido una mañana muy dura y difícil. Cuando tenéis una pequeña cruz, mis queridos hijos, encima no lloréis, tratad de reaccionar, de orar, de ayudar al prójimo. Cada familia tiene la cruz, cada hombre la tiene y son dadas según lo que cada uno puede soportar; no a todos es dada la misma cruz, a Jesús le ha sido dada la más grande. El ha escogido las almas para llevar su cruz. Ayudaros uno al otro.

Dios continúa diciendo: "amor, amor, amor"; si dice eso significa que el amor todavía no está de lleno en todos.

Os doy gracias, mis queridos hijos, por vuestra solidaridad y del compromiso de venir a participar al encuentro bíblico, de escuchar la palabra de Dios, explicada de un modo especial MI amada esposa ha dicho que vuestro obispo de cada línea hace un poema y es verdad. No hemos oído nunca hablar a ningún hombre de la tierra de la buena nueva, de la palabra de Dios, de Jesús Eucaristía, de la Madre de la Eucaristía, como a él.

Os amamos mucho, Dios ha elegido este pequeño lugar, tan perseguido, especialmente por los grandes hombres de la Iglesia. Una vez, bromeando, la mamá citó un verso de Dante: "No te preocupes de ellos, pero mira y pasa". No miréis lo que dicen y lo que hacen, seguid adelante y orar.

Hoy es el aniversario del milagro eucarístico. Amad a Jesús Eucaristía porque Él os ama.

Estate tranquila, Marisella, la Mamá no está mala. Hela aquí.

Nuestra Señora - Yo, vuestra Mamá, junto a mi y vuestro obispo y a mi amado esposo José os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 25 de marzo de 2001 - h.10:40 a.m.

Transcribimos íntegramente el coloquio entre Nuestra Señora y Marisa, ocurrido en la presencia de S.E. Mons. Claudio Gatti y por muchísimos fieles.

Marisa - ¿No has traído la carta de Dios?

Nuestra Señora - José, mi amado esposo, toma la Eucaristía y entrégala al pequeño Jesús. He traído la carta de Dios. Sé lo que queréis saber. Dios os pregunta: ¿qué debemos hacer nosotros?

Marisa - ¿Vosotros los de arriba? ¡Yo que sé!

Puedes decir a Dios que he dicho muchos sí, muchos, pero ahora no puedo continuar diciendo más sí, porque no tengo la fuerza, no tengo el ánimo. Mi sí, pronunciado en 1973 y repetido cada vez, cuando aceptaba el sufrimiento que Dios quería, me concernía solo a mi. Pero ahora me he dado cuenta que han pasado casi treinta años y el sufrimiento concierne también a nuestro obispo. Vosotros le habéis ordenado a vuestro obispo que celebrara la Santa Misa en nuestra capilla, después de tres años y medio que no la celebraba, y él ha obedecido. Habéis dicho a nuestro obispo que continuara obedeciendo a Dios y hemos obedecido siempre.

Me miras con cara sonriente y triste, pero quiero todavía decirte que nosotros no hemos pedido nada. Dios ha decidido dar a nuestro sacerdote el episcopado; el ha dicho: "Te ordeno obispo para tener la plenitud del sacerdocio y te doy todos los poderes" y nuestro sacerdote con el llanto en el corazón y con amargura ha dicho sí, yo he dicho sí, todos hemos dicho siempre sí. Pero vosotros ¿qué habéis hecho para ayudarnos contra los hombres de la Iglesia? Todos hemos dicho sí, grandes y pequeños, sobretodo nuestro obispo.

Me desagrada hablar así, querida Mamá mía, me desagrada, pero estamos cansados. Quien no lo comprende se puede marchar también, pero nosotros estamos cansados de esta situación: cuanto mejor nos comportamos, más nos quedamos escondidos en nuestra pequeña iglesia, más somos condenados, difamados, calumniados. Y ahora ha llegado una carta llena de calumnias y difamaciones, escrita por los hombres de la Iglesia.

Discúlpame, perdóname, pero esta es la amargura y el llanto de tu hija que habla también en nombre del obispo. ¿Dónde se ha acabado todo el amor que decís que tenéis por el obispo? En el decir: "Te amamos, eres grande, eres obediente, eres honesto? Y mientras tanto llegan los mazazos de los hombres de la Iglesia. Nosotros estamos con la Iglesia y somos vapuleados por los hombres de la Iglesia; ¿qué debemos hacer? No lo sabemos. Te digo aún, Virgencita, que yo hoy he sido bajada porque nuestros jóvenes que han recubierto con tablas tres rampas de escalera para llevarme abajo. Seis, siete chicos me han ayudado a descender, en la silla de ruedas, para llevarme abajo, porque era tu fiesta. Yo he bajado sobretodo por ellos, por el trabajo que hicieron toda la tarde de ayer hasta la noche. Solo los jóvenes saben la fatiga que han tenido. Para ellos he bajado, me desagrada, porque no habría bajado por ningún otro motivo.

Yo, desde que era pequeña, siempre he obedecido, he dicho siempre sí, no te he dicho nunca no; ni tampoco el sacerdote. ¿Te acuerdas cuando por orden tuya ha dejado todas las mariquitas y los lobitos para ir donde tu nos mandabas? Eran cuatrocientos, los ha dejado y hemos ido donde Dios quería; hemos dejado muchas cosas para seguir a Dios, para obedecer a Dios. Hay tantas personas que pueden testificar que hemos obedecido siempre a Dios. ¿Y los hombres de la Iglesia que han hecho? Han difamado también el último milagro eucarístico, el milagro ocurrido en las manos de nuestro obispo el 11 de junio de 2000. Han difamado todo. Se que han ofendido sobre todo a Dios y a ti, pero a vosotros no pueden haceros nada, pero a nosotros si, a nosotros si. No podemos seguir yendo adelante. Que lo diga el obispo, yo estoy cansada y no quiero saber nada más de nada, de nada, de nada; no puedo más.

Esta es la carta que ciertamente vosotros los del cielo conocéis muy bien, que nos describe a nosotros como los que enseñamos a amar la Eucaristía como los caínes, los asesinos. Nos acusan de hundir a las personas. No se que debemos hacer, yo no lo sé, no lo sé, y tal como me estás mirando entiendo que no lo sabes ni siquiera tu. ¿Qué debemos hacer? Nos envían espías, nos controlan por donde vamos y por la calle no nos saludan. Entramos en las tiendas y si alguna persona nos reconoce se marcha enseguida. También los doctores nos han reconocido y no nos han respetado como pacientes. ¿Qué debemos hacer para no morir en este planeta Tierra? La nuestra es una cruz grandísima, yo no puedo más, créeme. Con todo el amor que te tengo, no puedo más. También nuestro obispo dice que no puede más. Ninguna de las personas que nos aman y que se han quedado a nuestro lado soporta ver nuestro gran sufrimiento. Cuantas personas se han ido después que los señores del Vicariato han hablado mal de nosotros. ¡Cuántas personas no han abandonado! Sin embargo hemos dado a todos una palabra de ánimo, un gesto de amor, un signo de afecto.

¿Qué debemos hacer? Responde, ¿qué debemos hacer? ¿Qué debemos hacer? ¿No respondes? Ve a Dios, pregúntale a Dios que nos ha dicho que le obedeciéramos. Hemos hecho todo lo que nos ha pedido, le hemos dicho siempre sí. Hoy, querida Virgencita, digo no, no puedo más; tengo la carne amoratada, no puedo más. Yo he aceptado siempre todo: la pasión, el sufrimiento físico y el moral. Nunca ningún vidente ha sufrido lo que nosotros, es más, se han alegrado, se han engrandecido, han realizado diversas iniciativas. Nosotros estamos aquí. Estamos como antes. Somos como antes de las apariciones. ¿Qué tenemos de más? El toldo, la Basílica que a Dios le gusta tanto. No tenemos poder, no tenemos iglesia, no tenemos nada, no pedimos nada, no queremos nada.

Te pido perdón, me disgusta hablarte de este modo, porque siempre te hemos amado, pero es mucho el sufrimiento. Son muchos los años que sufro y no tengo miedo del sufrimiento, pero me habías prometido que yo sufriría siempre y el sacerdote habría triunfado. En cambio todos lo condenan: grandes y pequeños. Mandan cartas a los párrocos y les amenazan: "Si vais allí os suspendemos a divinis". Los párrocos pasan la palabra a los vice párrocos y tampoco esos vienen aquí, porque sino son suspendidos. Sin embargo, se han convertido millones de almas, por nuestros sufrimientos, pero ¿dónde están? Mándanos una, al menos para ayudar.

¿Por qué no me respondes? Dinos qué debemos hacer. ¿Qué debemos hacer?

Cuando me has dicho: "Jesús quiere que vivas la pasión", he dicho sí, no me he echado nunca atrás. ¿Tenía que sufrir para salvar a un alma? He dicho sí, he dicho siempre sí, pero hoy no me pidas nada, porque no podría decir que sí.

Habla, te lo ruego, al menos tu, habla: manda cartas también tu. Los hombres de la Iglesia, ¿a quién han manado cartas llenas de calumnias y difamaciones? A un pobre obispo. ¿qué hace de malo? Hace amar y conocer a la Eucaristía. Henos aquí, somos pocos, ¿qué hacemos de malo? ¿Porqué oramos? Has visto que ahora muchos hacen la adoración eucarística, pero la hacen para hacernos aparecer mal. De hecho dicen: "No puede ser verdad que la Virgen nos tache de no amar la Eucaristía, porque hacemos la adoración eucarística". ¿Qué tenemos que hacer? ¿Por qué el Papa no se mueve? Quieren hacernos entender que el papa ha aprobado todo esto, aunque no salga a la luz su nombre. ¿Por qué el papa busca solo la masa? ¿Por qué le gustan las grandes galas? Aquellas personas invitan a cantantes para tener a muchos jóvenes.

Nuestra Señora - Gracias, Marisa, nuestra querida Marisella, gracias por todo lo que has dicho. Es verdad, es como tu has dicho, pero Dios no quiere matar a su hijos; no quiere una segunda arca de Noé, con la que pueden salvarse poquísimas personas; espera que haya las conversiones.

Marisa - ¿Y nosotros qué debemos hacer?

Nuestra Señora - Dios os ha dicho que sigáis adelante y que no os preocupéis de estas personas. Si el obispo quiere escribir a los obispos de Italia, respondiendo punto por punto a todas mentiras que hay contenidas en el comunicado oficial de la C.E.I. que lo haga.

Don Claudio - ¿Y de qué sirve?

Marisa - Pero no nos responderán y en cambio nos apalearán más. ¿Qué debemos hacer? Esperamos una respuesta tuya. No sé si obedeceremos a cuanto nos has dicho, déjanos libres de responder o no responder, déjanos hacer como lo sintamos.

Nuestra Señora - Está bien, Marisella, sois libres de hacer como lo sintáis.

Marisa - Pero me desagrada, hoy deberíamos celebrar a la Madre de la Eucaristía y nos hemos preparado mucho para esta fiesta, en cambio estamos todos postrados en esta dolorosa situación. Esperamos una respuesta decidida, segura, animosa; no creo que pretenda demasiado. Son años que no consigo dormir por los sufrimientos que ofrezco por la Iglesia y los hombres de la Iglesia. Pero ¿quién soy yo? Soy una simple laica; toma a los sacerdotes, conviértelos, hazles hacer a ellos lo que nos has hecho hacer a nosotros.

Nuestra Señora - ¿Puedo hablar, Marisella?

Marisa - Si, si.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, ante todo la escasa presencia de personas me hace sufrir mucho, porque significa que con tantos milagros que Dios ha hecho en este lugar taumatúrgico, también los que han venido aquí no han comprendido nada. Repito una vez más: "Es más fácil correr a ver una estatuilla que llora o sangra, que correr a ver a mi Hijo Jesús Eucaristía que sangra"

Vosotros estáis aquí para festejar a la Madre de la Eucaristía, ¡festejadla! La carta que ha llegado es un comunicado oficial y está lleno de falsedad. Han tergiversado todo para haceros cerrar, para cansaros, para llevaros a la muerte. Pero yo ya os he dicho que no conseguirán llevaros a la muerte, porque nosotros estamos con vosotros. Es justo responder a este comunicado, Excelencia, porque así al final habrás dicho lo que pensabas, con verdad y honestidad, porque naturalmente, tu estás en la verdad, pero acuérdate que ellos no responderán.

Vosotros habéis esperado que éste fuese el último golpe de Satanás; oh, seriáis infelices si fuese el último golpe de Satanás, porque querría decir que ya no hay tiempo para más conversiones. Además lo que han añadido en el comunicado, en el fondo, hace comprender que están dispuestos a martirizaros, incluso actuando sin dejar huella, porque sin descubrirse nunca, mandan delante a los otros. El Card. Ruini ha disfrutado mucho, porque ha firmado el comunicado como presidente de la C.E.I. y no como vicario del Papa; esto significa que ellos están avanzando, conquistando poder, acumulando dinero y vosotros mis dos queridos hijos, sabéis quienes son.

Querido obispo yo no quiero ordenarte ni que escribas ni que no escribas, te dejo libre de hacer lo que tu corazón sienta. Yo puedo sólo aconsejarte: escribe para hacer que triunfe la verdad, y eso que escribirás quedará en las actas. Podéis hacer lo que han pensado Felipe y Marisella de ponerlo en el sitio de Internet. En el futuro todos tendrán que saber que estos mis dos ángeles han muerto por la Iglesia. Todos los presentes son libres de ayudarte.

Gracias, Samuel, de tus saludos, gracias, porque me has saludado. Y tu, Marisella, ¿no me saludas?

Marisa - Yo te amo y tu lo sabes, pero lo que tengo dentro debía decirlo, lo siento, pero tenía que sacarlo. Yo debo defender al obispo, debo defenderlo porque he dicho sí y él ha sufrido; si yo no hubiese dicho sí, él no habría sufrido; la culpa es mía porque yo siempre he dicho sí. Si yo no hubiese aceptado él no habría sufrido; yo he dicho siempre que sí sin pensar que él iba al encuentro del gran sufrimiento.

Nuestra Señora - Ahora basta, Marisella, basta. ¿Queréis participar a la Santa Misa como si fuese la última de vuestra vida? ¿Queréis festejar conmigo a la Madre de la Eucaristía, como podáis? Yo os amo, no lo olvidéis nunca.

Marisa - Pero también te amamos nosotros, solo que no estoy de acuerdo con decir todavía más veces sí, porque yo me siento culpable de haber llevado a Don Claudio a la inmolación y a la destrucción, porque te he dicho siempre sí. Debía decir que no, pero no podía, me parecía feo decir que no a Dios, y he dicho siempre sí. Pero ahora no puedo más.

Espero que las personas presentes comprendan mi estado de ánimo.

Nuestra Señora - Sí que te comprenden, Marisella. El que no te comprende, quiere decir que no ha entendido nada de tu vida. Quédate tranquila, piensa en este momento en ti misma.

Marisa - ¿Ah si? ¿Es todo lo que he dado hasta ahora? Desde que he nacido, por un motivo o por otro, siempre he sufrido.

Nuestra Señora - ¿Oramos todos juntos a Dios Padre con la oración que Jesús ha enseñado a todos? Animo, Marisella, alarga los brazos y mira hacia Dios Padre. Recitad la jaculatoria que le gusta tanto a Jesús: Corazón eucarístico de Jesús, tu sabes, tu puedes, tu ves, provee a nuestras necesidades, ayúdanos con tu gracia. Madre de la Eucaristía ora con nosotros.

Mis queridos hijos, perdonadme si os he hablado así, pero soy la Mamá del cielo y de la tierra, incluso yo debo obedecer a Dios; perdonadme, vuestra Mamá os pide perdón.

Marisa - No, tu no debes pedir perdón, solo queremos una ayuda más concreta; parecemos ovejas perdidas, no sabemos que más hacer.

Nuestra Señora - Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Marisella, el obispo ha comprendido lo que he dicho.

Marisa - ¿Has comprendido?

Don Claudio - ¿Qué debo comprender, que continúa el sufrimiento? ¿Puedo hacer una pregunta yo? Dile si puedo hacerlo.

Marisa - ¿Te puede hacer una pregunta?

Nuestra Señora - Si, naturalmente.

Don Claudio - Hemos llegado a la situación que temía: ser condenados por los hombres de la Iglesia. Yo había pedido a Dios que no permitiera que se llegase a este punto; tener en contra toda la Iglesia Italiana, la congregación de la Doctrina de la Fe y la Congregación del Clero. ¿Qué significa para Dios este comunicado? Para mí significa una sola cosa: ser condenados por la Iglesia a la que tanto amamos y por la cual estamos dispuestos a dar la vida. No nos has dicho que debemos hacer. ¿Debo escribir a Ruini y perder más tiempo? ¿Escribir a los obispos de Italia que tienen miedo de su presidente? Yo comparto de lleno lo que ha dicho mi hermana. Si, es verdad, nos sentimos abandonados, arrojados a un mar borrascoso, sumergidos, aplastados por las olas. Y gritamos como los apóstoles: "Señor, sálvanos que perecemos". No he hablado nunca así delante de mis hermanos y de mis hermanas, pero siento que este es el momento de hacerlo. Estoy confuso, Dios me estira por un lado, la Iglesia por el otro. ¿Esto quiere Dios? Yo no puedo continuar luchando y tu sabes el motivo: porque en los puestos de mando son todo hombres que ha puesto el Papa: en la Congregación de la Doctrina de la Fe, en la Congregación del Clero, en la presidencia de la C.E.I. Quiero una palabra clara de ti: ¿debo luchar contra estas personas que han sido elegidas por el Papa y que dicen que el Papa está con ellos y no con nosotros. ¿Puedes responderme?

Nuestra Señora - El papa no está con ellos, el Papa ha sido engañado como han intentado engañarte a ti. Ellos son más fuertes y, humanamente hablando, continúan adelante y agrandan cada vez más su círculo. Entonces es necesario estar con ellos o en contra de ellos. Pero ¿quién está en contra de ellos? Nadie, porque todos tienen miedo. Yo quisiera que al menos tu no te rindieras y no te convirtieras como en uno de ellos. El Papa conoce sólo lo que quieren hacerle saber. Sabe también de este comunicado, pero por ahora no puede hacer nada y no lo sabe todo. Tu sabes como lo tienen en pié y que antes era un fuerte Santo Padre y ahora es un débil Santo Padre. Ya está en las manos de estos hombres de la Iglesia que lo engañan como quieren. Se sienten fuertes y poderosos, hacen entender que también el Papa ha aprobado aquel comunicado, pero no es verdad, es todo una maniobra malvada del Sr Ruini.

Querido Don Claudio, si quieres cierra todo. Estás pensando: "He perdido treinta años". No, no has perdido treinta años, has salvado muchas almas. Estas personas presentes ¿te dejarán cerrar o estarán contigo? Ha llegado el momento de decidir seriamente: o estar contigo o con los masones; esto es lo que puedo decirte. Te comprendo, me pongo en tu lugar, en vuestro lugar, porque se que la Iglesia ha llegado al momento más crítico de su historia. No había ocurrido nunca que sobre una vidente y un sencillo sacerdote ordenado obispo por Dios, se acumularan tanta envidia y celos hasta llegar a la calumnia y a la difamación. El Santo Padre Pío, santa Bernardette y santa Juana de Arco, en comparación a vosotros no han sufrido nada. Ningún santo del cielo, ningún hombre de la tierra ha sufrido lo que vosotros dos. Este sufrimiento ha salvado muchas almas. Vosotros me preguntáis: ¿Por qué no vienen aquí? No pueden, lo tienen prohibido, de otro modo para ellos, si son sacerdotes, se les impone la suspensión a divinis, si son laicos, otros castigos. Habéis salvado muchas almas, habéis llegado a 200 millones, no es poco, mi querido obispo, mi amado obispo, mi querida Marisella.

Marisa - ¿Has dicho 200 millones?

Nuestra Señora - Si, 200 millones de almas. Vosotros, pequeño rebaño, al gran sufrimiento del obispo y de Marisella, habéis añadido vuestras oraciones, sacrificios y ayunos para llegar a esta gran cifra: 200 millones de almas.

Marisa - Pero ¿no veremos nunca ni siquiera una de estas almas?

Nuestra Señora - ¿Qué ha hecho el salesiano que vino aquí?

Marisa - ¿También él?

Nuestra Señora - Si, está metido con ellos, se ha unido a ellos y además el secretario de la Congregación de la Fe, Mons. Bertone, es un salesiano.

Marisa - ¿Hemos llegado hasta este punto? Dinos como están las cosas.

Nuestra Señora - Tenéis una inteligencia muy fuerte. Don Claudio, Excelencia Reverendísima, ¿tienes algo más que decir?

Don Claudio - No, no lo sé, estoy muy confuso, estoy lacerado. Siento la alegría por las conversiones de millones de personas, pero... No puedo hablar, no soy capaz, porque tengo un nudo en la garganta.

Nuestra Señora - ¿Queréis participar a la Santa Misa y festejar a la Madre de la Eucaristía? Y tu, mi querido sacerdote predilecto, obispo ordenado por Dios, quieres celebrar la Santa Misa con todo el amor como siempre has demostrado?

Don Claudio - Sí, sí.

Marisa - Pero nosotros esperamos vuestra ayuda. Queremos saber que debemos hacer. ¿Debemos cerrar? ¿Qué debemos hacer, debemos desmontar todo y marchar lejos? ¿Qué debemos hacer?

Nuestra Señora - Quedaos donde estáis, aunque esto os llevase a la muerte.

Marisa - Si debemos llegar a este punto yo digo que no, prefiero cerrar, no se el obispo. ¿Quieres cerrar?

Don Claudio - No, esto nunca, no es esto lo que quiero, no quiero cerrar. Repito que no quiero ser considerado el hombre que está destruyendo a la Iglesia, esto no quiero, esto no puedo aceptarlo, es más fuerte que yo. Yo amo a la Iglesia, y ser indicado por mis cofrades, por los compañeros del seminario y de los sacerdotes de Roma como el que está destruyendo a la Iglesia, esto no soy capaz de aceptarlo y tu lo sabes.

Marisa - Cierto, porque ahora os va bien aquello del superior, pero no aceptéis las decisiones de aquellos superiores, ni en los que habla el Espíritu Santo.

Nuestra Señora - No, Marisella, no habla el Espíritu Santo en ello, estate tranquila, no es el Espíritu Santo quién habla en ellos, es más bien otro, es aquel que se rebeló a Dios el primero.

Ahora os ruego, si no tienes nada más que decirme, Excelencia, preparaos para la Santa Misa. Es más, hoy quiero que tu me bendigas, a mi amado esposo, a los ángeles, a los ángeles niños que tengo alrededor, a los santos, a los papas, te pido de rodillas que nos bendigas a todos. Animo, estoy delante de ti y de Marisella. Bendícenos, mi querido hijo predilecto.

Don Claudio - La bendición de Dios Omnipotente Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros y permanezca para siempre, Amén.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo. Marisella, ¿no me das un beso hoy?

Marisa - Si, yo siempre hago lo que dice mi director espiritual. El ha dicho sí y yo te doy el beso.

Nuestra Señora - ¿Lo has dado con el corazón, Marisella?

Marisa - Claro que sí, aunque el corazón está todo desquiciado, te lo doy.

Nuestra Señora - Samuel, canta a Dios.

Marisa - Si lo harás sufrir no se si cantará aún. Adiós. ¿He sido mala? Le he dicho todo lo que tenía en el corazón.

Don Claudio - Le has dicho lo que es justo que le dijeras.

Roma, 29 de marzo de 2001 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te encomiendo a todos los enfermos de espíritu y cuerpo, todas las personas que se han encomendado a mis oraciones. Te encomiendo a nuestro obispo, a nuestros jóvenes, a nuestro rebaño.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Este es un momento difícil, más que nunca. Vosotros diréis: ¡pero si es siempre un momento difícil para nosotros! Ya he leído en vuestros corazones, ¿verdad Excelencia? Este planeta Tierra que continúa ensuciándose por todos, también se ensucia de las cosas mínimas, se enfanga desde los pequeños a los grandes hombres. Cuantas veces os he dicho: lo que les interesa a los grandes hombres es el poder, es ese vil dinero que hace ser grande, que permite destruir al pequeño con mucha facilidad; a ellos les interesa esto. Y yo, una vez más, os repito: el Paraíso está abierto para los pequeños, para los pobres de espíritu; para los grandes, si siempre han caminado rectos en su vida.

¿Te acuerdas, Marisella, cuando viste en visión a todos los papas? Viste a unos en una parte y a otros en la otra, y así será. Los papas humildes, sencillos, pobres de espíritu, sin tesoro, sin dinero, estaban a nuestro lado, pero los otros junto a cardenales, obispos, sacerdotes y laicos, que han pensado solo en convertirse en grandes y ejercitar el poder, en acumular dinero, estaban del otro lado. ¿Te acuerdas, Marisella, que estaban divididos por un gran río?

Marisa - Si, pero todo esto, ¿qué quiere decir?

Nuestra Señora - Quiero decir que todos debéis vivir en la humildad, en la sencillez, en la ayuda fraterna, en el amor. Para los que no viven en el amor, que no aman, que no saben amar, no hay lugar en el Paraíso, no pueden gozar de Dios. Jesús misericordioso se apareció a sor Faustina, pero también Él ha dicho: "Al final Dios será justo". Debemos creer, sea a Jesús misericordioso, que os resulta cómodo, sea a Dios que será juez y que a tantos no les conviene. Creen en Jesús porque les conviene, no creen en Dios que mañana será juez de todos porque no conviene.

Algo está llegando, pero no puedo añadir nada más, que se refiere no sólo a vosotros, sino a todas aquellas almas que sufren y son combatidas porque aman a Jesús, porque aman a la Eucaristía, porque van a la Iglesia; yo hablo de todo el mundo. A veces os miro; me parecéis muchas pulguitas que buscan en todo el mundo amar a Jesús Eucaristía y os preguntáis: "¿Es posibles que sólo nosotros le amemos?". En realidad, no son tantos los que han crecido como vosotros, especialmente como los jóvenes. Oh, basta que miréis vosotros mismos lo que hacen, como viven y mueren los jóvenes. Jesús ha dicho a las pías mujeres: "Llorad por vuestros hijos, y no por mi". Encomendad a vuestros hijos, orad por vuestros hijos, tienen mucha necesidad de oración, porque sobre este planeta Tierra no hay quién ayude verdaderamente a los jóvenes. No son seguidos ni siquiera en las parroquias donde piensan en hacerlos jugar al balón y a tantas otras actividades, pero la vida espiritual es descuidada.

Te doy gracias, Marisella, por todo lo que me dijiste el domingo; era justo, era verdad, por esto te miraba con los ojos llenos de lágrimas, también yo lloraba contigo, porque lo que decías era la verdad. Estoy contentísima que hayas sido capaz de hablar como cuando eras niña, de decírmelo todo y hablarme de todo.

Marisa - ¿Puedo añadir algo? ¿Para qué ha servido? Esto se lo pregunta también el obispo.

Nuestra Señora - Dale tiempo al tiempo, Dios no es un hombre, Dios no es un robot, Dios no es un fenómeno de feria. Dios es Dios y sabe lo que hace. Si aplaza su intervención es sólo para no ver a tantos de sus hijos morir en pecado y perder el Paraíso. Y entonces tiene paciencia, espera vuestras oraciones, vuestros sacrificios y tu pasión, Marisella.

Se que has dicho no, pero cuando ha llegado de nuevo la pasión, no has dicho nada, has sufrido en silencio, ninguno se ha dado cuenta de nada. Tu no has dicho no, has dicho sí, la pasión ha llegado porque Dios lo ha decidido así y tu no has dicho nada. Por esto, mis queridos hijos, os invito a orar, a hacer pequeños sacrificios; el viernes quien pueda, que haga ayuno; he dicho quien pueda, Excelencia, quien no pueda, quien no tiene una buena salud, quien toma tantas medicinas, como Marisella -¿verdad Marisella que hemos llegado a 25?- no puede hacer ayuno. No te preocupes, en el Paraíso serás bellísima, como yo.

Marisa - Bah, no tanto como tu.

Nuestra Señora - Serás bellísima, por tanto no te preocupes.

Marisa - ¿Puedo pedir una cosa? Yo no digo que no deba usar la silla de ruedas, pero que funcione aquella maquinaria que da vueltas por la escalera, así yo puedo bajar.

Nuestra Señora - Ahora participad a la Santa Misa. También tú, Marisella, escúchala vía radio; cierto, la misa no es válida, pero puedes orar y quizás Dios al fin diga: "Sí, para ti, es válida".

Marisa - Está bien, haced como queráis, yo estoy aquí.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la mamá, os da las gracias por vuestra presencia. Da las gracias por la fuerza y el coraje de vuestro Obispo, ayudadlo con la oración y os da las gracias a todos vosotros presentes.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados.

Si, Marisella, bendigo de nuevo la carta que ha escrito el Obispo; estate tranquila.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Abuela Yolanda, ánimo, ánimo; ¡si supieras cuántas almas consigues salvar con tus sufrimientos!

Marisa - ¿A cuántas almas convertidas hemos llegado?

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - No nos has cubierto con tu manto.

Nuestra Señora - Marisa, no debo decirlo todo de carrerilla. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Sea alabado Jesucristo. Y no llores, Marisella.

Marisa - No llores tu tampoco. Adiós.

Mensajes de Abril de 2001

Roma, 1 de abril 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Los ángeles y los santos van delante en fila de dos en dos, en último lugar va la Madre de la Eucaristía.

Te encomiendo a todas las personas que tienen necesidad de la ayuda de Dios. Que se haga siempre Su voluntad, pero ¡qué difícil es hacer la voluntad de Dios!.. Una vez me pareció más fácil, ahora es todo más complicado.

Nuestra Señora - Cierto, Marisella, cuanto más grande se vuelve a los ojos de Dios y más grande es la misión, más difícil es seguir adelante.

Marisa - Si no me equivoco, el jueves dijiste que Dios está preparando algo. ¿Se trata de algo para nosotros o para aquellos señores?

Nuestra Señora - He comprendido lo que quieres decir, pero no te debes preocupar, deja hacer a Dios. Haz como siempre has hecho, abandónate a Dios.

Marisa - Que Dios haga lo que quiera, pero yo pequeña criatura del mundo, no me siento capaz de decir más "sí". A pesar de mi "no" me habéis hecho pasar dos días de pasión. Por tanto se comprende que tampoco cuento para vosotros, soy como el último mono.

Nuestra Señora - Consigues, a pesar de todo, hacerme sonreír.

Marisa - Querría sonreír también yo y todos nosotros.

Nuestra Señora - Remover y volver a hablar siempre de lo mismo no os hace bien. Vosotros sufrís mucho, pero también nosotros, cuando estamos en la tierra, sufrimos como vosotros. Nos gustaría tanto ayudaros, y por enésima vez os repito: Dios mantiene siempre lo que promete. Vosotros no conocéis los tiempos de Dios, pero El mantiene siempre la promesas.

Marisa - ¿Desde 1973 al 2001 ha mantenido aquella promesa? ¿Los tiempos de Dios son tan largos? Entonces ¿cuándo iremos al Paraíso si los tiempos son tan largos?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os doy gracias por vuestra presencia, por el amor que demostráis hacia este lugar, hacia vuestro obispo y vuestra hermana; debéis demostrarlo también entre vosotros.

Hoy es un día feo y hermoso; hace tres años, justo el primero de abril, vuestro obispo fue suspendido a divinis porque no había tirado la Eucaristía manchada de sangre, traída a este lugar taumatúrgico. No se puede suspender a un sacerdote porque no tira la Eucaristía. Vosotros sabéis que le había sido ordenado que tirara la Eucaristía, definida por lo hombres de la Iglesia: "Fenómeno de feria, pedazo de pan". Pregunto a cada uno de vosotros, aunque no seáis sacerdotes: ¿qué hubierais hecho en su lugar? ¿Habríais tomado la Eucaristía y la habríais tirado? Pero el obispo no ha hecho esto, pero fue suspendido a divinis.

Dios ha esperado tres años y medio, durante los cuales vuestro obispo no ha celebrado públicamente la Santa Misa, después ha intervenido y lo ha obligado diciendo: "Tu debes decir la Santa Misa". Los hombres de la Iglesia le han chantajeado: "Si niegas lo que has visto, si dices a las personas que las has engañado, si dices que aquella hostia la ha traído el demonio, te haremos obispo y te lo daremos todo", pero vuestro obispo no ha cedido al chantaje, no le interesaba convertirse en obispo, no le interesaba el poder y todo el resto y ha respondido: "No, esto nunca".

Espero que alguno de vosotros llegue a comprender qué duro ha sido esto para vuestro obispo, que se ha encontrado como Cristo en cruz. La Iglesia lo tiraba de una parte y Dios de la otra. Pero a ¿a quién tenía que obedecer? A Dios y así lo ha hecho. Después ha intervenido Dios de nuevo y con voz triunfante, con voz fuerte como un trueno ha dicho: "Te ordeno obispo", sin pedirle permiso. Solamente él sabe lo que ha pasado en su corazón porque sabía como reaccionarían los hombres de la Iglesia: no lo creerían nunca.

Después de la ordenación episcopal ocurrió el gran milagro eucarístico. Si el milagro ocurrió el 11 de junio del 2000 y Don Claudio fue ordenado obispo el 20 de junio de 1999, quiere decir que Dios ha confirmado la ordenación episcopal que es santa y grande.

Los hombres no han dirigido su atención al milagro eucarístico, el que habéis escrito en el libro "Tu eres Obispo ordenado por Dios, Obispo de la Eucaristía", pero se han detenido en su episcopado, en la plenitud de su sacerdocio. ¿Qué hay de malo en tener un obispo más, en dar la plenitud del sacerdocio incluso a vuestro sacerdote predilecto? ¿Dónde está el mal? ¿Dónde la desobediencia? ¿Dios no puede hacer lo que quiere? Don Claudio ha sido de nuevo condenado. ¿Se acabará esta historia? Todavía debéis pagar vuestra contribución, mis queridos hijos, después la historia se acabará y comenzará una nueva era, una nueva historia.

Estamos en cuaresma, continuad orando; haced el Vía Crucis más lentamente, con más amor, meditando lo que decía, sin correr; no ganáis nada acabando cinco o diez minutos antes. Orad, ofreced a Dios vuestros florilegios y sacrificios, vuestros ayunos, quien pueda hacerlo; hay muchos florilegios y muchas cosas para hacer. Hay personas llamadas a la misión del sufrimiento espiritual, que es mucho más difícil, vosotros orad por ellos.

Estamos cerca del Día de Ramos, cuando Jesús entrará triunfante en Jerusalén. Aunque hoy se repite la misma escena: primero se grita "hosanna" y luego "crucifica". Hay quien dice "hosanna" a vuestro sacerdote, hay quien cree en él, pero la bellaquería es tan grande, el miedo es tan grande que muchos no osan ni siquiera hacer una simple llamada y decir: "No vengo pero estoy contigo". Recordad qué le sucedió a Jesús: después de haber tenido tanta gente alrededor se quedó solo con la Mamá, con algunas mujeres y con San Juan. Vuestro obispo, aunque también aquí ha pasado mucha gente, se ha quedado con un pequeño rebaño, pero él es más afortunado que Jesús porque tiene más gente entorno a sí.

No os canséis nunca, orad. También si alguno sufre duramente, ¿verdad Marisella? Ora, hija mía, ora y sufre mucho.

Gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños presentes, a los niños enfermos, a los jóvenes enfermos.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 5 de abril de 2001 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te encomiendo a los parientes de aquel que está muerto. Bendice a todos lo que están en vida y a los niños nacidos hace poco.

Nuestra Señora - ¿No me dices nada del pequeño Jacobo?

Marisa - Cierto, esto siempre, ya lo sabes. Mira, Nicolás saluda con la manita y bendice a los primitos.

Nuestra Señora - Querida Marisella, tu iniciativa es muy hermosa y le gusta mucho a mi Hijo Jesús. Sea el jueves, sea el viernes, sea el sábado de la Semana Santa debéis prepararos todos del mejor modo.

Para ti, hija mía, la pasión durará toda la cuaresma hasta toda la noche del viernes. Dios te ayudará, no te dejará sola.

Marisa - Que se haga la voluntad de Dios.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Está por terminar la Santa Cuaresma y querría que hicierais un examen de conciencia para ver qué habéis hecho y cómo habéis transcurrido esta santa cuaresma. Faltan todavía algunos días antes que la cuaresma termine, por eso tratad de multiplicar vuestras pequeñas cruces, sufrimientos, florilegios, ayunos. Tratad de hacer todo aquello que Dios pide a cada alma, aunque no todos responden a esta llamada tan hermosa, tan grande, porque no se comprende que después de la cruz, después de la muerte hay la vida. Por esto os dije: "gritad: viva la cruz". Santa es la cruz, porque después de la cruz hay la vida y en la vida está Dios.

Tratad de poner en práctica los mensajes datos. Debéis orar, porque esta carta, escrita en modo fuerte, pero con tanto amor, lleve a la conversión al menos a algunos de aquellos hijos que continúan corriendo solamente donde hay la posibilidad de sobresalir. Esos, sobresalen fácilmente, porque son seguidos por muchos y pueden tener actores, cantantes, música para reunir muchas personas. Vosotros, en cambio, os encontráis en este pequeño huertecillo, en este lugar taumatúrgico que amáis tanto. Dios está contento de este pequeño rincón de paraíso; consideradlo también vosotros un rincón de paraíso y tenedlo siempre limpio, sea materialmente sea espiritualmente. Gozad de este rincón de paraíso.

Animo, porque la cuaresma está por terminar y quizás el regalo llegará, por esto os invito a orar. ¿Cuál es la palabra que la mamá repite a menudo? Amaos, amaos todos.

Llega la Santa Pascua, es hermoso ir con los parientes, es hermoso que os reunáis, pero no penséis solo en el comer, solo en la diversión, pensad primero en Dios y después en todo el resto.

¿Te duele la cabeza, hija mía?

Marisa - Si, me duele todo.

Nuestra Señora - Animo, debes llegar al viernes noche y será duro, muy duro. Pero se salvarán muchas otras almas; tu no puedes ni siquiera imaginar cuantas.

Marisa - Basta que me ayudes, porque yo no puedo.

Nuestra Señora - También la abuela Yolanda está haciendo grandes cosas durante esta cuaresma para salvar almas y ayudar al obispo. Es verdad, Excelencia, también tú estás salvando muchas almas, pero no las que estás pensando, no hay posibilidad de salvación para ellas. También los jóvenes, también el pequeño Enmanuel, colaboran en salvar almas.

Marisa - Pero cuando vienes tú llora siempre, ¿me puedes decir por qué?

Nuestra Señora - Porque tiene sueño.

Mis querido hijos, continuad esta cuaresma; durante estos pocos días que quedan orad el uno por el otro, orar por el obispo, orar por todas las personas que tienen necesidad de Dios. Vosotros que habéis conocido a Jesús, por medio de vuestro obispo, poned en práctica cuanto os ha dicho, porque cuanto más se recibe, más se ha de dar. El que recibe mucho, debe dar mucho y vosotros habéis recibido mucho. Gracias por lo que hacéis.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a vuestros objetos sagrados.

Os traigo a todos junto a mi corazón, como estrecho en este momento a Enmanuel, y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 7 de abril de 2001 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Querida Virgencita, te confío a todas las personas que se encomiendan a mis oraciones: la lista se vuelve cada vez más larga. En este momento querría recomendarte a José, tu sabes que es muy débil, dale la fuerza de aceptar esta prueba y haz que la mamá Ana venga pronto entre las almas salvadas.

Nuestra Señora - Cuando recitéis el Padre Nuestro debéis alargar los brazos.

Mis queridos hijos, vosotros no podéis imaginar que gran alegría habéis dado a mi Hijo Jesús al hacer esta jornada de adoración Eucarística; no podéis comprender su alegría al ver a sus hijos que oran. Hay quien ha dudado, algún pensamiento ha provocado distracciones también por esto, porque sois hombres de la tierra. Muchas veces os he dicho que podéis también dormiros entre los brazos de Jesús, pero no os debéis aprovechar y dejaros ir con facilidad. Si sentís la necesidad de cerrar los ojos y dormir, reposad con Jesús, pero después remprended la oración y hablar con Él, para pedir ayuda y decir: "Jesús, ¿cuándo acabará todo esto? ¿cuándo se convertirán los hombres de la Iglesia?". No, no os dejéis ir, de otro modo, Satanás, como sabéis, esta listo para infiltrarse con mucha facilidad; no podéis comprender qué fácil es esto para él. Cerrad todas las puertas, ventanas, o rendijas a través de las cuales Satanás podría entrar, y orad.

Mis queridos hijos, la alegría de este día es muy grande también para nosotros; muchas almas se están salvando gracias a vuestra hermana que está viviendo la pasión día y noche. Vosotros sabéis que para ella será así hasta la noche del viernes santo. De lunes a miércoles hará también ayuno, que interrumpirá el jueves, fiesta del sacerdocio, para retomarlo el viernes; solamente el sábado por la tarde podrá comer de nuevo. Si Dios pide esto, le dará la fuerza para soportarlo, de todas formas ella deberá ser obediente a su director espiritual, que puede decidir diferentemente y decirle: "Dios ha pedido esto, pero ahora te ordena que interrumpas el ayuno"; Dios no se ofenderá. Nosotros los del Paraíso deseamos esto y le daremos toda la fuerza necesaria parra salvar las almas. Marisella, están corriendo los tiempos: hoy hemos llegado a trescientos veintidós millones.

Marisa - ¡No me atrevo ni siquiera a pronunciar el número! ¿Son trescientos veintidós millones?

Nuestra Señora - Mi pequeño rebaño, el mérito de todo esto es también vuestro, porque habéis trabajado y cooperado en esta misión, pero sobretodo es de Su Excelencia que sufre, ora y trabaja. Espero que los destinatarios de la carta comprendan. Vosotros no esperéis nada, pero si llega algo, mejor así.

Mis queridos hijos, ahora participad a la Santa Misa y el que pueda continúe la adoración hasta tarde; velad y orad con mi Hijo Jesús para no caer en la tentación.

Vuestro obispo hará la adoración en casa con los enfermos; y estará un poco con vosotros y un poco con ellos, porque tienen necesidad de orar y tienen el derecho de estar en compañía de mi Hijo Jesús para adorarlo, como vosotros. Gracias por las almas que conseguís salvar.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo este crucifijo que será puesto en el lugar de aquel que ha sido robado. Ha pasado mucho tiempo desde que las pías mujeres lo han donado al obispo, que por el cansancio se olvidó de bendecirlo. Si quisieran coger también éste, para venderlo o ponerlo en la propia casa, vosotros estad felices y contentos, no os preocupéis.

Os bendigo a todos teniéndoos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - No te vayas tan de prisa, espera un momento; ¿puedo preguntarte una cosa?

Nuestra Señora - Marisella, ya sé que me quiere preguntar.

Marisa - Has dicho que se han convertido trescientos veintidós millones de almas y esto es bellísimo; has hablado del crucifijo y de las almas salvadas, pero ¿se está acercando el momento? Adiós.

Don Claudio, ¿ves lo que hace? Abraza a todos lo niños y se va junto a los ángeles.

Roma, 8 de abril de 2001 - h.10:50 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy es un día de gloria para mi Hijo Jesús, es el día en que cantaron "hosanna, hosanna al hijo de David". ¡Muchas personas han cantado hosanna mientras Jesús triunfante entraba en Jerusalén! Él veía todas aquellas personas, algunas de las cuales habían recibido gracias y milagros, pero también había entre ellas quién se burlaba, que buscaba el modo de capturarlo y matarlo.

La alegría y la felicidad de mi Hijo Jesús era tan grande que cuando alargaba la mirada y se fijaba en una persona, ésta sentía algo dentro de sí y se convertía. Os he dicho esto porque también entre vosotros puede suceder que alguno, fijándose en una persona de buena manera y mirándola hasta el fondo del corazón, consiga hacerla comprender que la ama y la lleve a la conversión, y cuando esto llega es difícil volver atrás.

Como ya os he dicho, los que se convierten son mejores que los que se llaman convertidos, por esto la campaña de oración y de sufrimiento que estáis haciendo por la conversión de tantos y tantos hombres de la tierra es muy hermosa y grande.

Cuando ayer os comuniqué el número de los convertidos, algunos se han quedado asombrados, pero otros, en cambio, casi indiferentes, han dicho: "Debemos llegar a tres mil millones y medio". Alguno también ha pensado: "¿Debemos salvarlos todos nosotros?". Yo he respondido: "Sí, el trabajo más grande está aquí, en este lugar taumatúrgico; muchas almas os ayudarán, pero no estarán a vuestro nivel, no a un nivel tan grande, tan elevado". La contribución más grande, más portentosa parte de aquí; por esto he pedido a la vidente el ayuno durante toda la semana, quitado del jueves, porque el jueves es la fiesta del sacerdocio y es fiesta grande; vosotros sabéis que para ella la pasión continuará hasta el viernes noche.

¿Por qué os digo estas cosas? Para que vosotros podáis orar por ella, a fin de que tenga la fuerza de soportarlo todo. Aunque esta mañana no estaba bien, estaba mal: tiene graves problemas, ella ha querido bajas lo mismo en medio de vosotros. Entonces nos toca a Nosotros los del Cielo ayudarla. Vosotros, entretanto, orad por vuestros seres queridos, por las almas de los difuntos. Encomendaos a los que han subido al paraíso y pueden ayudaros y orar por vosotros, como pueden bajar hasta vosotros, acariciaros y besaros. Vosotros orad, y ellos orarán a su vez, a fin de que sus intenciones recaigan sobre vosotros. Cuantas veces os he dicho: "Orad según mis intenciones", pues mis intenciones son las vuestras, por tanto mis oraciones son siempre para vosotros.

Animo, mis queridos hijos, no os quiero entretener todavía, porque vosotros debéis gritar :"Hosanna al Hijo de David".

Mis queridos hijos, vuestra hermana en su corazón ha encomendado a todas las personas que se han confiado a sus oraciones. Aunque ella no lo haya dicho, yo lo he leído todo en su corazón y no le ha dado tiempo de decirlo, tanto lo que quiere como lo que piensa.

Animo, nos os debéis espantar si hay lluvia, si hay sol, si hay luna, las estrellas, el viento; estas cosas no deben preocuparos. Cuando haya lluvia gozadla, cuando está el sol gozadlo; dentro de pocos meses cuando hará más calor, os lamentaréis porque hace demasiado calor. Id adelante sin miedo, sin titubeos. Haced todo aquello que podáis hacer, con el canto, con la oración; recordad que cantar es orar dos veces, si el canto está bien hecho, si cantáis con el corazón, con amor, no exhibiéndoos. Porque el canto es dos veces oración, vosotros intensificad el canto siempre más, pero sobretodo intensificad el amor hacia todos.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo vuestros objetos sagrados.

Marisa - Don Claudio, ¿sabes quién está aquí?

Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Se ha ido enseguida, se ve que también ella tenía cosas que hacer arriba.

Roma, 12 de abril de 2001 - h.9:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Como siempre, tengo muchas personas que recomendarte, pero a veces me avergüenzo de pedirte ayuda por mi mamá, por el obispo y por todos lo que tienen necesidad. Ayuda también al pequeño Nicolás que hoy cumple diez años.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, vosotros no podéis imaginar la gran alegría que habéis dado a mi corazón al ver esto que habéis preparado con tanta fatiga y amor. Desgraciadamente en las grandes realizaciones hay siempre alguna nubecita, pero Jesús no mira esto, Jesús mira lo que habéis ideado y cumplido. Hoy Él está aquí con vosotros, después volverá al Padre; ha dicho que no os dejará solos, por tanto vivid este Jueves Santo con todo el amor que podáis, porque solamente donde hay amor está Dios. Mis queridos hijos, me repito: no podéis imaginar mi alegría en este momento por todo el trabajo que habéis hecho, pero lo que es más bello y grande es que hoy el número de las almas convertidas ha llegado a quinientos millones...

Marisa - ¿Más veinticinco millones?

Nuestra Señora - Quinientos veinticinco millones de personas convertidas. Ya se, Marisella, que no estás habituada a cifras tan altas.

Marisa - No, yo me encuentro bien con números pequeños.

Nuestra Señora - Esta es una alegría grandísima. Jesús no ha tenido nunca una alegría tan grande: ver preparar con tanto esmero su venida, no obstante son tan pocos para dar ayuda y colaboración, porque hay quien ya trabaja, quien está enfermo y quien está lejano; las pías mujeres y los jóvenes hacen mucho.

Marisa - No las llames pías mujeres, porque se avergüenzan.

Nuestra Señora - Marisella, haz lo que el obispo te dice.

Marisa - Si, me dices siempre que haga lo que Dios, la Virgen y el obispo me pidan, pero yo me quedo siempre en cruz.

Nuestra Señora - Querría que esta tarde fuese dedicada toda a mi Hijo Jesús; no os preocupéis de los eventuales errores, habéis preparado todo con cuidado y por escrito; pero las equivocaciones pueden siempre suceder por las criaturas humanas; dejad que todo suceda con espontaneidad y sencillez. Si suceden pequeños errores no os agitéis, pensad sólo que todo el Paraíso está con vosotros y está contento de cuanto habéis preparado.

Mirad alrededor vuestro: ¿quién hay aquí? Un simple obispo, un simple sacerdote y simples laicos, mientras la basílica de San Pedro está llena de gente. Esto que sucede en este lugar no ocurre en ninguna otra parte de la tierra. En las grandes basílicas hay muchas personas que trabajan, se preocupan y les entran dinero a millones, en cambio de vosotros entran millones de almas convertidas. ¿Qué más deseáis?

Marisa - ¡Las almas convertidas! Respondo yo por todos.

Nuestra Señora - Participad en este banquete eucarístico organizado de un modo muy particular, como en los tiempos de mi Hijo Jesús y gozad de esta jornada, pero recordad que donde falta el amor no está Dios y vosotros sabéis qué significa amar. Amad, amaos todos; especialmente vosotros, mi pequeño rebaño, debéis amaros y ayudaros recíprocamente. Vosotros, pías mujeres, habéis sido verdaderamente valientes. Esto vale también para quien no ha tenido tiempo para coserse la túnica, porque vuestra hermana ha tenido la idea en el último momento.

Ahora no sufráis por esto, sino gozad y el próximo año, si Dios lo querrá, todos tendréis la túnica. Amor, amor, amor. Dios, Dios, Dios. Trabajad, sufrid y ofrecedlo todo a Él.

Marisa - ¿Puedo pedirte una cosa? ¿El viernes por la noche se acabará la pasión para mi?

Nuestra Señora - No lo se, Dios se lo podría volver a pensar.

Marisa - No puedo más. Está bien, diga si o no, al final siempre es un sí.

Nuestra Señora - Recomiendo a todos que ofrezcáis esta jornada por los sacerdotes. ¿Habéis felicitado al obispo? Hoy es la fiesta del sacerdocio, es una fiesta muy grande y hermosa.

Os deseo todo bien a todos, sobretodo a los que no han podido venir para participar a este banquete eucarístico.

Mis queridos hijos, junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados y todo lo que habéis preparado con tanto amor. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Querría recomendaros que hagáis mañana el Vía Crucis con todo el amor que podáis; no os canséis nunca de orar. El viernes santo es un viernes precioso porque de la muerte se pasa a la vida, a la alegría y al amor.

(La Virgen ve la hoja con el programa que Marisa ha atado en el brazo con un broche)

Marisa - ¿Esto? Míralo todo.

Nuestra Señora - Si, ayer y hoy he estado junto a alguno, mientras trabajaba; yo estoy siempre cercana, observo y miro todo, pero se requiere más sencillez y amor. Gracias.

Marisa - Adiós.

Don Claudio, se ha ido, pero se le veía una gran alegría por todo lo que hemos preparado, porque es muy sencillo, pero muy hermoso.

Roma, 15 de abril de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Jesús resucitado! ¡qué hermoso eres, Jesús! Están presentes también tu mamá, tu papá, los ángeles y los santos; todos los niños santos os hacen corona.

Jesús, tengo tantos enfermos que recomendarte y tu sabes que en este último período muchas personas han estado enfermas; te encomiendo a Giacomo, Jacobo y Samuel, haz que ellos también puedan gozar de la Santa Pascua como todos. Te confío a todos los enfermos que están en los hospitales y a todos los que se han encomendado a mis oraciones. Jesús haznos resucitar también a nosotros, no junto a ti, porque eso sería demasiado grande y hermoso, sino después de ti. Por tu amor hemos tratado de hacer cada cosa del mejor modo y se que estás feliz y contento de esto, así lo ha dicho la Mamá. Jesús, ayuda a los enfermos, son muchos y ayuda también a todos los presentes; hay también enfermos entre nosotros. Tu si quieres puedes hacerlo, ¡porque eres Dios!

Jesús - He venido para daros mi bendición después de la resurrección, después vuelvo al Padre. Os bendigo a todos, mis queridos hijos. El Espíritu Santo descienda sobre cada uno de vosotros.

Marisa - ¡Manda tu Espíritu, Señor!

¡Han venido los tres Jesús! ¡Qué hermoso! Hacía mucho que no os veía a los tres juntos.

(Se recita tres veces el Gloria Patri)

Marisa - Han entrado uno dentro del otro y se han ido.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Mamá; os doy gracias por vuestra presencia y por todo lo que habéis hecho en estos días, por el modo con que habéis preparado todo para dar gloria a Jesús que era condenado a muerte. Hoy Jesús ha resucitado y ha venido en medio de vosotros para daros su bendición. Recordad que su sola presencia es siempre un continua bendición.

Hace poco tiempo os he dicho que algo debe suceder; vosotros probad de alzar una mano a lo largo de la cabeza, después dobladla un poquito hacia delante: eso es, la mano de Dios ha descendido todavía un poco. Pero tengo algo más hermoso que deciros; Marisella, te lo recomiendo, ¡no te equivoques con los números!

Marisa - Escribe 725.500 millones.

Nuestra Señora - Muy bien.

Marisa - Se continuamos así tan velozmente, yo prefiero tener la pasión todos los días, así llegaremos antes a la meta.

Nuestra Señora - No, Marisella, has sufrido demasiado, hija mía. Has sufrido la pasión hasta esta noche, por tanto has hecho más de cuanto te habíamos pedido.

Marisa - Si, está bien, pero ahora no me interesa; lo importante es que hemos llegado a 725.500 millones de almas convertidas: espero haberlo dicho bien.

Nuestra Señora - Vosotros sois un pequeño rebaño, pero pensad qué ha hecho este pequeño rebaño. Por cuanto sea posible dejemos de lado lo que han sufrido vuestra hermana y el obispo, pero el mérito es también vuestro, de vuestras oraciones, del trabajo que habéis hecho aquí, con amor. También vosotros habéis salvado almas; no es necesario hacer grandes cosas para salvar un alma, bastan pequeños sacrificios. Os habéis dado cuenta solos que es más fácil que se convierta una persona lejana que un familiar vuestro, un hijo vuestro o un pariente vuestro; por esto la Mamá os dice siempre que no os canséis nunca de orar. Recordaos el amor: también en el paraíso encontraréis amor, porque encontraréis a Dios, que es amor.

No he de añadir nada más, sino felicitaros a todos vosotros, a vuestra familia, a vuestros seres queridos y también a los que no creen, pero esto no tiene importancia, felicitad a todos de parte de la Madre de la Eucaristía.

Las cartas del obispo han llegado; como es habitual algunas han sido aceptadas y tenidas como reliquías, otras rotas, otras..., prefiero no decirlo, porque la Pascua es ya un poco dura para vosotros. Aquella carta puede convertir al más empedernido pecador, el más lejano no creyente o ateo, pero los que se llaman hombres de Dios, que han sido llamado y elegidos por Dios, que han tenido el don del Espíritu Santo, aquellos continuarán la lucha contra vuestro obispo. La mano de Dios está descendiendo lentamente, porque Dios continúa esperando las conversiones. Mi pequeño rebaño, mirad donde habéis llegado en poco tiempo. Hay otras personas que oran por los hombres de la Iglesia, pero el mayor trabajo ha sido confiado a vosotros; deberíais estar contentos, felices de que Dios os haya confiado esta misión.

Animo, todo el paraíso está con vosotros, ¿verdad Nicolás?

Nicolás - Si, Virgencita.

Marisa - ¿Podrías mandarlo con los padres para acompañarlos y ayudarlos?

Nuestra Señora - El va a menudo a ayudarlos y a acompañarlos. Ayer vuestra hermana hizo un acto heroico muy grande, pero deberá hacer otro aún más grande. Orad mucho para el día 28 de abril, orad mucho porque vuestra hermana debe hacer un paso más grande y si supera esa meta, todo será más sereno para todos.

Espero que hayáis comprendido cuanto he dicho, vosotros sabéis de quién hablo. Ayudad a vuestra hermana con la oración.

Gracias por todo, mis queridos hijos, gracias por la alegría que habéis dado a mi hijo Jesús, gracias por todo lo que habéis hecho el jueves santo, viernes santo y sábado santo; gracias por todo. Erais pocos, pero esto no tiene importancia; aquellas pocas personas han dado gloria a Dios y aman a Jesús Eucaristía, aman al Espíritu Santo. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo también el huevo de pascua que todos habéis recibido.

Marisa - A mi no me lo han dado porque tengo la glucemia alta, así lo ha dicho el obispo. Pero si me regalan el huevo yo lo guardo y no lo como.

Nuestra Señora - Marisella, es hermoso verte siempre bromear con los jóvenes, a pesar de los dolores y el sufrimiento.

Marisa - Si no lo hago así están todos flojos. ¿Sabes qué quiere decir flojos? ¿Cómo se dice?

Don Claudio - Débiles.

Marisa - Está bien, no digo nada más, porque si empiezo a hablar después...

Nuestra Señora - Está bien. ¿Recitamos juntos el Padre nuestro?

Os tengo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo, aleluya, aleluya.

Marisa - Adiós. Te recomiendo todavía a los enfermos que están aquí, los del hospital y los de casa.

Estás hermosísima, también Jesús estaba hermosísimo. Adiós.

Don Claudio, primero ha venido Jesús resucitado, después ha venido la Santísima Trinidad, y al final la Virgen y con ella estaban todas las almas salvadas y los niños.

Don Claudio - Se han convertido 725 millones de almas.

Marisa - Y 500 mil. No olvides el número 725.500 millones. ¿Pero cuándo llegaremos a tres mil millones y medio?

Mensajes de Mayo de 2001

Roma, 1º de mayo de 2001 - h.6:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - San José, hoy te esperaba a ti en lugar de la Mamá, porque como es habitual, el 1º de mayo vienes tú. ¿Has traído la carta de Dios? Tú, la Virgencita y todos lo santos cada vez que venís sois siempre más hermosos y resplandecientes.

Querría encomendarte a todas las personas que se han encomendado a mi oración, sobre todo a los enfermos de espíritu y de cuerpo. Protégenos a todos nosotros, ayuda a nuestro obispo, sabes que te ama mucho. Él, a menudo, dice que tiene el paso de San José, dale un poco de tu fuerza porque tiene necesidad.

Ahora están entrando todos los ángeles, los santos y las almas salvadas y todos los niños cantan alrededor suyo. ¡Es una escena maravillosa! Creo que si tuviese que describirla, ningún pintor o escultor sería capaz de representarla.

San José - Dios Padre me ha manado a mí para llevar su carta de amor y de paz para todo el mundo. Escuchadla con atención porque es Dios el que habla. Este mes de mayo debe estar lleno de amor, de alegría, de sacrificio y de oración; debe ser tan grande, fuerte y poderoso que haga cesar las guerras, no sólo las que luchan con armas, sino también las guerras entre sacerdotes, entras las religiosas y en las familias. Los padres, en lugar de alegrarse porque sus hijos hacen un camino espiritual muy elevado, les gritan y casi se burlan de ellos; no están contentos si sus hijos participan en la Santa Misa, reciben la Santa Comunión, o hacen una obra de caridad. Tenía razón una persona no creyente que dijo estas palabras: "Prefiero que mis hijos vayan allí antes que se vuelvan drogadictos, alcohólicos o deshonestos". Si cada padre hablase de este modo, todo sería más fácil, no habría discusiones, ni suicidios u homicidios; los padres no matarían a los hijos o los hijos a los padres, como si todo fuese un juego, una diversión, como si el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, fuese un objeto para tirar. A veces los hombres, miman y aman más a los animales que a un cristiano; el animal es socorrido mientras que el cristiano, el hombre creado por Dios, es abandonado.

Cuando mi amada esposa os ha pedido que hagáis conocer la carta de vuestro obispo a los sacerdotes, no ha dicho que los vayáis a buscar, sino enseñarles la carta de respuesta sólo si hubieran hablado del comunicado del Cardenal Ruini. Cuando la Virgen o algún otro del paraíso os habla, debéis escuchar y poner en práctica cuanto se os ha dicho, así como debéis seguir lo que vuestro obispo decide. Ya que no conocéis bien la teología o el Código de Derecho Canónigo, no estáis a la altura de hablar y responder a un sacerdote que lo conoce muy bien y estos pueden también haceros caer en una trampa muy peligrosa, porque saben que hablan con personas que no están preparadas. ¿Por qué no aceptáis cuanto se os dice? Me repito: si alguno habla mal del obispo mostradle la carta, pero si nadie dice nada debéis callar, porque también callando se puede hacer el bien a las almas. ¡Qué difícil es obedecer a los superiores! Cada uno de vosotros trata de comportarse como quiere, porque está convencido que hace bien; la intención puede ser también buena, pero ésta no basta cuando desobedecéis gravemente.

Mis queridos hijos, es muy importante que vosotros obedezcáis a vuestro obispo porque si actuáis según vuestra mente podéis ponerlo en dificultades o en condiciones de recibir llamadas telefónicas o cartas malévolas. Así no lo ayudáis, no lo amáis. No os pido mucho, haced sólo lo que podáis; no todos están en grado de hablar y replicar a las acusaciones que se dicen a vuestro obispo.

Vuestra hermana, cuando no está preparada, se calla y de este modo da buen ejemplo; si vosotros habláis sin saber es contraproducente para vuestro obispo, si lo amáis demostrádselo.

Estas largas cartas de Dios no hablan solamente de oración, conversión y ayuno, en ella hay exhortaciones maternas para ayudaros, para llevaros a la santidad y al gran amor a Dios, porque Dios es amor. Dios ama a todos, también a los hombres que no lo merecen.

Mi amada esposa llama a los sacerdotes "mis hijos predilectos", aunque no todos responden a la llamada. También vosotros debéis decir: "Dios ama a todos, por tanto también nosotros amamos a todos, también a los que no responden, hacen sufrir y tratan de destruir este lugar taumatúrgico".

No todos habéis comprendido que esta carta de Dios está llena de amor, de paz, de alegría, Dios os ama inmensamente, de otro modo no manaría a mi amada esposa, a mí o a los otros santos a hablaros para llevaros a la santidad. El Santo Padre Pío está aquí a mi lado y mira a mis dos hijitos con mucho amor, porque, como todos nosotros los del Paraíso, sabe cuan grande es su sufrimiento. Su mirada llega hasta la abuela Yolanda que sufre inmensamente, aunque a menudo lo esconde. Dios no ha llamado solo a vuestra hermana a sufrir, sino también a su madre, ha llamado también a su sobrina a un sufrimiento muy grande, pero muy hermoso a sus ojos. Orad por estos hijos míos.

Marisa - San José, escucha, ya que tú eres el padre de Jesús, a mi no me gusta decir "padre putativo", te encomendamos a estos sobrinitos nuestros que cada poco están malitos, hoy te recomendamos a Samuel y a Jacobo. Cuando he estado con vosotros no he visto nunca al Niño Jesús con fiebre, estaba siempre bien y corría por aquí y por allá.

San José - ¿Por qué, Samuel cuando baila no corre de una parte a otra?

Marisa - ¿Por qué? ¿Tú lo has visto?

San José - Naturalmente. ¿Verdad pequeño Nicolás, que hemos visto jugar a Samuel y a Jacobo?

Marisa - Por favor, no lo nombres. Ahora está llorando Enmanuel: Cuántos meses escucha, pobre hijo, ¡cuántos rosarios escucha!

San José - Y tienes razón.

Marisa - Quiero preguntarte una cosa: tenía dos en mente, una me la había preguntado Don Claudio, pero no la recuerdo porque soy muy desmemoriada. Quería preguntarte: ¿Jesús decía todos estos rosarios?

San José - No.

Marisa - Te lo pregunto porque desde hace un tiempo no soy capaz de orar bien.

San José - Marisella, no eres capaz porque sufres la sudoración, ardores en todo el cuerpo y los estigmas, ¿qué más quieres hacer?

Marisa - ¿Por qué Samuel y Enmanuel, estas pobres criaturas, deben sentir tantas oraciones?

San José - Porque vosotros vivís en la tierra. Pero ¿recuerdas aquel día que estaban arriba, en el Paraíso con los niños? Entonces no escuchaban oraciones, sino que cantaban, daban gloria a Dios y jugaban.

Mis queridos hijos, estos coloquios entre vuestra hermana y nosotros, los del Paraíso, son muy hermosos, sinceros y leales, son verdaderos, porque un alma que ama a Dios debe hablar así. Fuera las grandes palabras, basta decir: "Dios te amo, Dios te amo, Dios te amo".

Marisa - Padre Pío, ¿querías decirme algo?

Padre Pío - No, hija mía, solo quiero decirte que te ayudo en el sufrimiento.

Marisa - Entonces perdóname, ¿quieres orar por su Excelencia Monseñor Claudio Gatti, obispo ordenado por Dios, obispo de la Eucaristía? ¿Lo ayudas?

¿Hemos salvado otras almas? ¿Cinco más? ¿Ochocientos sesenta millones?

Don Claudio - Cinco millones, no cinco personas.

Marisa - Cinco millones, ¿qué he dicho yo?

Don Claudio - Has dicho cinco.

Marisa - Soy una patosa.

San José - Ellos han comprendido, Marisa, no te preocupes si te lías con los números.

Marisa - Nosotros queremos llegar a mil millones, ¿por qué no divides los otros dos mil millones y medio por todo el mundo?, ¡nosotros no podemos!

San José - Haréis la voluntad de Dios, Marisella. Es necesario obedecer a Dios y no a los hombres, porque los hombres pueden chantajear y engañar, pero Dios no.

Marisa - Está bien.

San José - Mis queridos hijos, que este mes de mayo esté dedicado plenamente a mi amada esposa, a la Madre de la Eucaristía. Quizás no todos podréis venir cada día, pero si Dios ha decidido que todos los días haya aparición, significa que tiene sus fines, por tanto el que pueda, que venga, el que no pueda, que ore. Gracias.

Junto a vuestro sacerdote, gran sacerdotes de la tierra, os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados.

Nuestra Señora - Y yo, vuestra Mamá, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Mando mi beso a la abuela Yolanda, a su biznieto, a los otros biznietos, que están enfermos y a todos los que no han podido venir.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Oye...

San José - Dime, ya sé que me quieres decir.

Marisa - He visto que en la plaza de San Juan hay cincuenta mil personas, pero ¿van allí Jesús y la Virgen?

San José - Nosotros venimos a este lugar taumatúrgico y no debéis preocuparos de si sois pocos. Ciertamente que si viniese alguno de los grandes cantantes, también vosotros habríais tenido muchas personas, pero no creo que queráis esto.

Marisa - No, nosotros cantamos solos y hacemos lo que podemos. Adiós San José, te encomiendo a nuestro obispo, ayúdalo.

Yo mando siempre un beso a la Virgencita, ¿puedo mandártelo también a ti?

San José - Por supuesto.

Marisa - ¿Has visto? La Virgencita ha venido a cubrirnos con su manto, después ha tomado a los niños y se ha ido en medio de todas aquellas flores y los pajaritos que cantaban. Adiós.

Don Claudio, creo que esta es la primera y última tarde que bajo para la aparición, ¿verdad?

Don Claudio - ¿Por qué?

Marisa - Si no están los valientes jóvenes, ¿cómo lo hago para bajar?

Don Claudio - Cuando estén bajarás y si no, permanecerás en tu habitación.

Roma, 3 de mayo de 2001 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, finalmente nos vemos en el encuentro bíblico.

Marisa - ¿Por qué tienes en las manos la lista con los nombres de todos los Sacramentos?

Nuestra Señora - Porque no todos los sacramentos son respetados. Son respetados solo el santo bautismo porque es recibido por niños y la extremaunción. La santa confirmación es recibida sólo para poder celebrar el matrimonio.

El matrimonio, celebrado en pecado, lleva a la ruina. Muchos van a este Sacramento para poder decir: "Me he casado"; se preocupan de ser hermosos por fuera, pero el alma ¿cómo está? En la confesión se dice lo que se quiere decir y el resto se queda dentro del penitente porque le da vergüenza. Hacen la Santa Comunión en pecado, llegan a la Iglesia al final de la Misa y reciben la comunión sólo para decir: "la hago como los otros", no sabiendo que reciben a mi Hijo Jesús. Las personas que reciben la Santa Comunión sin saber qué significa, son millones. Estos sacramentos son olvidados, no se viven.

Dios Padre me ha dicho también: "Pocos observan los mandamientos, la ley de Dios". Todo lo que concierne a la Iglesia, todo lo que lleva a la santidad, molesta, sea a los sacerdotes sea a los laicos. Organizan grandes fiestas, las anuncian también desde los micrófonos y todos, como ovejas, van a recibir la Eucaristía. ¿Qué es la Eucaristía? No es un trozo de pan que se traga o que se tira; la Eucaristía es Jesús en cuerpo, sangre, alma y divinidad. ¿Quién respeta los mandamientos? Dicen que aman a Dios, pero pocos respetan la ley de Dios.

Tú, Marisella, has dicho una frase muy hermosa: "Si nosotros llegamos a convertir mil millones de personas, los que queden, ¿pueden ser convertidas por otros?". Si vosotros llegáis a mil millones, los otros dos mil millones y medio de personas ¿por quién serán ayudadas? ¿dónde irá mi Hijo a buscar? ¿de los sacerdotes que no están dispuestos al sacrificio?

Ahora comprendéis porque aquí no hay muchas personas: porque este tema molesta y no es aceptado. Cuando se debe hablar de Dios, de los mandamientos y de los sacramentos, los hombres responden: "No, no es para nosotros", pero cuando se realiza un concierto organizado por los sacerdotes, están presentes muchísimas personas, porque eso no molesta, así se divierten. Vosotros diréis: "Pero ¿la Mamá siempre viene a reprocharnos?". Yo no os riño, quiero haceros comprender que cuando camináis por el camino de la santidad las leyes de Dios, todos los sacramentos deben ser respetados a la letra. Da fastidio ir Misa, confesarse, no mirar a otra mujer, respetar el sexto mandamiento, amar a Dios y al prójimo como a sí mismos, da fastidio, cansa.

En cambio, el santo rosario se recita, se recitan incluso tres a la vez. Se mascullan rosarios y sin embargo no van a Misa, no confiesan y no comulgan.

He ahí porque, cuando vengo a la tierra en medio de vosotros, hay tanta amargura en mi corazón, pero no por culpa vuestra, mis queridos hijitos, no. Cuando una mamá ve que sus hijos predilectos no respetan la ley de Dios, sufre. Los laicos, los que frecuentan las parroquias, que se sienten importantes, que apoyan a los párrocos, no respetan la ley de Dios, sino que tratan de sobresalir. Dicen: "Yo conozco al obispo, yo soy amiga del obispo, yo ayudo al párroco, yo colaboro en la parroquia, yo, yo, yo…" ¿Y los mandamientos? ¿Quién respeta los mandamientos? Las personas no vienen aquí, porque aquí se habla sólo de oración, de amor, de los mandamientos de Dios, de la ley de Dios, de los sacramentos.

Aquí no se habla en la Iglesia, mientras que en otros lugares hablan y nadie tiene el coraje de decir: "Callad, porque está Jesús". Nadie lo hace, va todo bien mientras haya gente.

Ahora te digo a ti, mi querido obispo, sé feliz por como eres y por como son los que vienen aquí para orar, para amar, porque aman a Jesús Eucaristía.

Oh, la Mamá tendría tantas cosas que decir para haceros comprender qué grande es el amor de Dios y qué poco amado es Dios por todos. Dije también ayer tarde: Si probáis a poner carteles diciendo que aquí vienen grandes cantantes, veríais que el jardín se llenaría enseguida y todos vendrían para oír a los cantantes, no para orar. No, Dios no quiere esto de vosotros que habéis hecho un cierto camino, contentaros así. Sois pocos, es verdad; hace daño al corazón ver pocas personas; incluso lo que han recibido grandes gracia no vuelven más, porque orar y oír hablar de Dios y de la Virgen, cansa. Pero si ocurre un gran suceso todos corren, pero no aquí, donde ha habido el milagro eucarístico más grande. Aquí no vuelven porque no están en orden interiormente, ¿cómo pueden hablar, las personas del milagro eucarístico si no saben ni siquiera qué cosa es? Estos milagros eucarísticos dan fastidio a los sacerdotes. También a los que han visto con los propios ojos los milagros eucarísticos se han alejado porque no sabían que más decir o qué hacer, es porque su alma no está en orden.

Cuantas veces he dicho: "no traicionéis nunca a mi Hijo Jesús". Una vez os invité a escribir vuestro "sí" en una carta y el cesto que los contenía estaba lleno de "sí". Todos habían escrito sí, y ahora, ¿dónde están todas las personas? ¿Por qué el milagro eucarístico los ha alejado? Porque no estaban en orden; el que está en orden no tiene miedo, sino que disfruta de las intervenciones de Dios.

Jesús - ¿Quién ha ordenado obispo a San Pablo, Excelencia?

Don Claudio - ¿Tú, Jesús?

Jesús - Yo, Jesús, he venido aquí y estoy al lado de la Mamá que os habla. A mi lado están los apóstoles, pero sobretodo está San Pedro, el primer cabeza de la Iglesia y San Pablo. Yo he detenido a Pablo que iba a matar a los cristianos. Le he cegado y luego le he restituido la vista. Yo le he ordenado obispo, como te he ordenado a ti.

Nuestra Señora - Cuando llegue el momento en el que tengas que trabajar, mi querido obispo, tendrás también la fortaleza para combatir y luchar, pero recordad que el primer impacto, el primer momento será muy duro y difícil para ti; tendrás a tu lado sólo a estas personas, pobres, pero santas.

Marisa - Espera un momento: ¿dentro de cuántos años? Porque…

Nuestra Señora - Marisella, tu tratas siempre de hacerme decir algo. Yo no soy Marisella, acuérdate; yo no caigo.

Marisa - Bueno, yo tampoco caería, pero lo he intentado.

Nuestra Señora - Sed felices, sed verdaderamente felices, por aquello que sois, aunque ninguno es perfecto, sólo Dios lo es. Haced siempre un paso adelante, como os he dicho oras veces: un paso adelante, nunca atrás, no debéis nunca ir hacia atrás, nunca estar en crisis, si os dejáis caer, volveos a levantar enseguida, enseguida. Ved a Jesús qué bueno es, ha venido a dar el anuncio deseado a vuestro obispo y después ha vuelto al Padre con sus apóstoles. Yo estoy aquí con mis ángeles, con los niños, con los santos y santos papas, aquellos que por la Iglesia no son santificados, para nosotros son igualmente santos papas. ¿Verdad Nicolás? Da la manita a la Virgen.

Marisa - ¿Por qué siempre lo tienes contigo?

Nuestra Señora - Marisella, es una pregunta que no deberías hacerme, tu conoces la misión de este niño.

Marisa - Es verdad, pero siempre tengo miedo de equivocarme.

Nuestra Señora - Ahora, mientras estáis en profundo recogimiento, orad a mi Jesús y vuestro, que ayude a todas las personas que no saben amar o que se alejan de Dios, si ocurre algo. Puede haber momentos tristes, dolorosos, ésta es la vida terrena; en el Paraíso no será así, en el Paraíso es todo otra cosa, ¿verdad Marisella?

Marisa - Si, pero yo te he dicho que no me lleves más al Paraíso, porque cuando vuelvo aquí abajo, veo aún más oscuridad. Está bien.

Nuestra Señora - ¿No quieres abrir la cajita?

Marisa - No lo sé, ¿debo abrirla?

Nuestra Señora - Bendigo estas alianzas, pero el amor de los esposos no es grande como yo querría, como Jesús querría. Si no hay Santa Misa y Comunión, no hay amor.

Mis queridos hijos, ánimo, no os desaniméis, id adelante y orad. En este mes muchas parejas reciben el Sacramento del matrimonio, pero para muchas de ellas sólo aquel día es gran fiesta porque la alegría no dura. He aquí porque los Sacramentos no son respetados por ninguno. Orad por las parejas que inician la vida matrimonial, sobretodo orad porque su unión permanezca siempre fuerte y estén unidos a Jesús.

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Bienvenida, Marisella, al encuentro bíblico.

Marisa - Mientras están los jóvenes que me ayudan a bajar, vengo. He perdido muchos encuentros bíblicos. Estoy segura que soy la más borrica de la clase. Adiós. Adiós, Nicolás.

Se ha ido, pero Jesús se ha ido antes con sus apóstoles.

Don Claudio - Ha venido para decir lo que yo deseaba conocer desde hacía tiempo.

Marisa - Se ha ido con los apóstoles, en cambio ella se ha quedado rodeada por todos los niños.

Don Claudio - ¿Qué tenía en la mano, la Virgen?

Marisa - Tenía las listas con el hombre de los Sacramentos. Después, cuando hablaba, eran sujetadas por los niños. Ella cuando habla, gesticula.

Roma, 5 de mayo de 2001 - h.6:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te encomiendo a Amadeo, Anna, Mercedes, Beatriz, Yolanda, mi mamá, y todas las personas enfermas, que son muchas.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Gozad de mi venida en medio de vosotros porque cuando vuestra hermana será llamada por Dios, yo no tendré más cartas que traeros. Poned en práctica todo lo que Dios os ha dicho, releed los mensajes. Recordad lo que Dios ha dicho de los Sacramentos y de los mandamientos; estos mensajes deben ser difundidos, no esperéis mucho tiempo para difundirlos.

¡Qué hermoso es obedecer a Dios, ser humildes y sencillos! Amad a Dios, porque Él os ama. Cuando llegará aquel día, muy pronto, no oiréis más las cartas de Dios, pero yo estaré igualmente siempre presente durante la santa Misa celebrada por vuestro obispo. Tenéis que poner en práctica todo aquello que Dios os ha dicho. No os canséis nunca de releer, de meditar todos los mensajes de Dios. ¡Son tantos!, ¡cuántas palabras ha dicho Dios!, ¡cuánto amor ha demostrado por todos! Debéis ser felices por esto. No hay ningún otro lugar como este donde aparezca tan frecuentemente, por añadidura, todos los días durante el mes de mayo. ¿Por qué quiere esto Dios?

Debéis comprender la misión y el sufrimiento de mis dos hijitos. Dios pide el total abandono a Él, pero no obliga a nadie. Sólo al obispo le ha dicho: "Te ordeno obispo" y Don Claudio no podía decir que no. Para él es otra cosa, ha sido llamado como fue llamado Pedro y sobretodo como fue llamado Pablo. A vosotros, en cambio, os dice: "Abandonaos a Dios, haced su Voluntad", pero sois libres de hacerla o no hacerla, lo importante es no ofender a Dios.

Yo os amo con un amor inmenso, os he amado siempre a todos. Debéis obedecer a Dios y al que ha sido llamado por Dios.

A vuestra hermana le faltan progresivamente las fuerzas, pero aún no ha llegado su tiempo. Desgraciadamente cuando sufre y siente el fuego dentro, tiene una temperatura muy elevada, que llega incluso a los 42º de fiebre y el sufrimiento es mucho. Vuestra hermana no os ha abandonado, ha encomendado a los enfermos y ha orado, tanto como le es posible, por todos. Durante el Santo Rosario pronuncia solo la mitad del "Ave María" porque no puede decir más.

Encomienda también a los que han hecho sufrir; este es su gran amor por todos los hermanos.

Mis queridos hijos, participad en la santa Misa, en muy importante. Al menos vosotros que venís a este lugar taumatúrgico observad la ley de Dios, los mandamientos, y respetad los Sacramentos. Yo estaré siempre con vosotros, pero repito que un día, cuando vuestra hermana no esté, no tendréis más mensajes de Dios, a menos que llame a vuestro obispo.

Marisa - No, no, pobrecito, no.

Nuestra Señora - Yo os dejo en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Como siempre, os estrecho fuerte en mi corazón y os cubro a todos con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

(Marisa se siente mal, se desmaya y le cuesta volver en sí)

Roma, 6 de mayo de 2001 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Llegas siempre puntual. También hoy quiero encomendarte a los enfermos: Amadeo y sus seres queridos, Mercedes, Beatriz y sus familiares, don Enrico, Ana, María, Josefina y todos los que piden tu ayuda. Te recomiendo como siempre todas las personas enfermas.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy os repito una vez más, lo que os dije el jueves, hablando de los Sacramentos y de los mandamientos, la ley de Dios. Ponedlos en práctica, estudiadlos y si no comprendéis cualquier cosa, preguntadle al obispo. Cuando los parientes no están en contra, es fácil recibir el bautismo y la extremaunción, pero todos los otros Sacramentos se reciben con ligereza y sin estar en gracia, por todos. Muchas personas adultas reciben el Sacramento de la Confirmación sólo porque tienen que casarse y el del matrimonio sólo para decir que se han casado, pero no hay amor en ellos.

Hace mucho tiempo os dije que es hermoso cuando una pareja camina junta en el camino espiritual, pero si uno sigue adelante y el otro duda o no quiere caminar, la pareja comienza a perder unidad y a vacilar. Esto sucede cuando se celebra el matrimonio tanto para decir que se han casado o como que han encontrado el alma gemela, pero sí el camino espiritual no se recorre juntos, empiezan las discusiones y litigios que arruinan la relación.

Lo que sucede para el matrimonio, se manifiesta también para el orden sagrado: ¿cuántos llegan al sacerdocio sin estar convencidos? Reciben el sacerdocio solo por miedo de los juicios de los amigos, de los parientes o del pueblo, y después de un tiempo o se retiran, o bien hacen una doble vida. Esto no es justo. El que no respeta los Sacramentos peca gravemente. ¿Cómo reciben la Eucaristía muchas personas? Entran en la Iglesia en el momento de la Santa Comunión, la reciben y enseguida salen, hablando de los problemas fútiles con la hostia todavía en la boca. Eh ahí porque digo que los Sacramentos y los Mandamientos no son respetados ni observados como Dios quiere. Si Dios es amor, ¿qué le dais vosotros a Dios?

A veces llegan sufrimientos, desgracias y enseguida los hombres se querellan contra Dios, pero Él, ¿qué culpa tiene? Las desgracias pueden suceder mientras viváis en este planeta Tierra, todos pueden tener problema. No todos tienen gran sufrimiento, pero puede suceder que un pariente querido vaya a faltar, o que una persona os haga daño, esto forma parte del planeta tierra; ¿en qué entra Dios con estos sufrimientos? Dios puede hacer todo lo que quiera, pero no olvidéis que Él ha dejado al hombre libre de hacer el bien o el mal. ¿Por qué en los hospitales cuando todo va bien el mérito es de los doctores, pero si hay complicaciones se le da la culpa a Dios? ¡Cuántos, en todo el mundo, hablan así! Es necesario responder a estas personas.

Dios da su ayuda, pero os deja libres de hacer lo que queráis, porque os considera personas adultas e inteligentes. No se puede dar la culpa o el mérito de lo que sucede según como se desarrollen las situaciones, ¡esto no es correcto!

Hoy el pequeño Samuel festeja su cumpleaños; igual que para el bautismo, también para su fiesta ha esperado un poco de tiempo. Hoy los familiares y también nosotros los del Cielo lo celebramos, deseándole muchas felicidades, ¿verdad pequeñín? Las felicitaciones van también dirigidas a su hermanito Jacobo, a los padres, a los dos ángeles y al que, a menudo, baja a besarlos. Jacobo, la Mamá te bendice y a todos los niños. Haced crecer a vuestros hijitos y a vuestros sobrinos haciéndoles conocer primero al ángel de la guarda, después a la Mamá y después a Jesús, poco a poco.

Mis queridos jóvenes y mis queridos adultos, la Mamá os da las gracias a pesar de vuestras imperfecciones que, como ya he dicho, todos tienen, nadie es perfecto, sólo Dios lo es. Ayudaros recíprocamente, no seáis susceptibles cuando una persona os reprende, antes bien aceptad la corrección. Si vuestro hermano os reprende, responded: "Gracias por habérmelo hecho notar"; ésta es la verdadera caridad hacia el prójimo. Creedme, a veces no es agradable reprender a las personas porque se sufre, pero quién lo hace a fin de hacer el bien demuestra que ama. La caridad os acompañará hasta el Paraíso y permanecerá con vosotros para siempre.

Espero que esta sencilla carta de Dios sea comprendida por todos y que consigáis, poco a poco, ponerla en práctica y pulir aquellos rincones que cualquiera de vosotros tiene, ¿verdad Marisella?

Marisa - ¿Tu crees?, ¡Yo tengo tantos rincones!

Nuestra Señora - No debes bajar, ¿lo sabes?

Marisa - Cuando has venido me has dicho: "Si te ves capaz, baja" y yo te he respondido que sí. Yo pensaba que había obedecido, ¿no lo he hecho?

Nuestra Señora - ¿Lo has dicho al obispo?

Marisa - Si, e incluso lo he importunado. ¿Se dice esta palabra? Bueno, ahora ¿puedes ayudarme? No te pido la curación sino un poco de ayuda. El domingo no me puedo quedar siempre en la habitación.

Nuestra Señora - ¿No quieres salvar las almas?

Marisa - Sí, pero no tengo que estar siempre en mi habitación.

Nuestra Señora - ¿Tienes frío?

Marisa - Un poquito.

Nuestra Señora - ¿Y si yo te dijese que te fueras arriba ahora?

Marisa - No, te lo ruego. Ha sido tan fatigoso bajar, también los jóvenes se han fatigado porque me han bajado por la escalera con la cuerda.

Nuestra Señora - Está bien, esta vez quédate abajo con los otros, pero tápate porque hace frío.

Marisa - Don Claudio, ¿Cómo hace ella para saber que hace frío?

Don Claudio - Cuando se encuentra en la tierra, es como nosotros.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, bendigo a los niños, mando un beso al pequeño Samuel y al hermanito. Coge la cruz, Marisella.

Te he hecho coger la cruz porque la estatua de la Virgencita es más pesada.

Bendigo estos objetos junto a Jesús, El con su presencia da su bendición. Os llevo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿Ahora me darás un besito? Adiós. Don Claudio se ha ido. Me ha hecho coger la cruz porque es más ligera; mientras que la estatua de la Virgen es pesada.

Don Claudio - No soy capaz ni siquiera yo de sostenerla.

Marisa - Así pues, ella tenía razón.

Roma, 10 de mayo de 2001 - h.5:15 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Quería encomendarte a nuestro Amadeo, Ana y tu sabes quién quiero decir, a todos los otros enfermos y Miguelina. Querría felicitar a todos; ora por todas las personas que festejan el cumpleaños o la onomástica.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. He dicho a vuestra hermana que hagáis un triduo: jueves, viernes y sábado para recordar su consagración. Os ruego que oréis hasta que las almas que se consagran a mi Hijo Jesús estén llenas de amor. Estas fiestas religiosas no se celebran tanto por las personas en particular, como por las vocaciones. Haced este triduo por las personas que se consagran a mi Hijo Jesús.

A vosotros os pido, como siempre, que oréis y, quien pueda, haga el ayuno, al menos algún sacrificio y florilegio. Las almas continúan convirtiéndose por vuestros florilegios, sacrificios y vuestras oraciones, pero especialmente por los sufrimientos de vuestro obispo, de vuestra hermana y de su mamá.

¿Por qué no aceptar el sufrimiento por amor de Dios? Cuando recitáis el Padrenuestro y decís: "hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo", significa que la voluntad de Dios se ha de hacer siempre y por todas partes. Lo que ocurre en la tierra es terreno, lo que sucede en el cielo es amor, es alegría, es regocijo; debéis alegraros de esto. Los sufrimientos llegan porque sois seres humanos y vivís sobre este planeta Tierra que está muy lacerado. Mirad cuando dinero han gastado para las elecciones, cuántas palabras han malgastado: ¿a quién y para qué sirven?, ¿para que puedan ser siempre los primeros?, ¿para que puedan sobresalir?, ¿para que el clero pueda sobresalir? No sirve para nada. Mirad a vuestro Papa como es arrastrado de una parte a otra. Pero, ¿para qué sirve esto?, ¿para reunir las religiones? ¿Os habéis preguntado alguna vez si vuestras oraciones reúnen las religiones? ¿Recordáis la cruz del viernes santo? ¡Oh, fue una iniciativa hermosísima, hizo felices a todo el Paraíso! ¿Veis como Dios, al final, se contenta con poco? A vosotros os parece poco, pero para Él es mucho.

Convertíos todos y creed en el Evangelio. Venid al encuentro bíblico, almacenad cada palabra que oigáis salir de la boca de vuestro obispo, porque nacen de su corazón. Excusadlo si hoy no ha tenido el tiempo necesario para prepararse; porque por la salud de su hermana y varias obligaciones más, no ha tenido tiempo de prepararse. Aceptad las palabras que salen de su corazón: es Jesús el que habla en él, como os he dicho otras veces.

Ánimo a todos. Felicidades a todos. Si podéis haced este triduo por amor a Jesús, a la Iglesia, a vuestro obispo y a vuestra vidente.

Marisa - No me llames así.

Nuestra Señora - ¿Cómo debo llamarte? Marisella, no, vidente, no, ¿cómo debo llamarte?

Marisa - Cuando era pequeña me llamabas Miriam, ahora que soy grande me llamas Marisella. No entiendo nada, de todos modos nunca he entendido nada, como dices, tu, mejor dicho, como dice él.

Nuestra Señora - Preparaos ahora para recibir mi bendición y la de vuestro obispo.

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. ¿Has bajado abajo hoy? Veo que tienes los pies sobre la cómoda y también el pequeño Nicolás. Adiós, adiós Nicolás.

Roma, 13 de mayo de 2001 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Antes que nada, Marisella, ven con nosotros al Paraíso y mientras tu estás aquí en el Paraíso disfrutando yo traigo la carta de Dios a la Tierra.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia y gracias por lo que habéis hecho por vuestra hermana. Habéis realizado una maravillosa coreografía: La Eucaristía grande, y habéis adivinado lo que es más grande para vuestra hermana. Sí, todo lo que se deriva del amor por los que sufren, es hermoso y es gran fiesta. No sirven las palabras elevadas, cantar bien o hacer bonitos símbolos, si después falta el amor. La hemos llevado con nosotros al Paraíso para hacerla disfrutar junto a los ángeles, a los santos y a las almas salvadas. Hace mucho tiempo que no subía con nosotros, y hoy Dios ha permitido esto porque todavía le espera una vida muy dura y a menudo debe ir conmigo por lugares donde hay guerra y sufrimiento. Naturalmente para ella no es fácil disfrutar del Paraíso y luego bajar de nuevo a la tierra.

Lo que habéis hecho es hermoso, muy hermoso, y sé que ha sido hecho con amor y sacrificio. Esto quiero de vosotros: hacer obras hermosas, pero siempre dispuestas con gran amor, porque si no hay amor, todo es inútil.

Hoy no quiero tocar ningún argumento triste, quiero que vuestra hermana pase esta fiesta de manera tranquila, porque para bajar a estar con vosotros ha tenido que tomar tres calmantes fuertes, y a pesar de esto los dolores naturales permanecen, porque Dios hoy le ha quitado los sobrenaturales. Vuestra hermana ahora está arriba disfrutando, mientras que yo estoy aquí con vosotros. He venido para daros las gracias en nombre de todo el Paraíso, a los que han trabajado, que han preparado tan bien la fiesta de vuestra hermana. Gracias a todos, pero recordad que sin amor todo es inútil.

Ahora os doy una hermosa noticia.

(La Virgen, voluntariamente, calla por unos instantes)

Os hago esperar un poco como hace vuestro obispo, os hago alargar el cuello. Son 920 millones las almas convertidas, son de todas partes. ¿Estáis contentos de todo esto? He esperado este día para dar una alegría a vuestra hermana, aunque ella en este momento está disfrutando. Su gozo durará poco, no obstante, porque cuando vuelva a la tierra todo será más difícil.

Son 920 millones las almas que se han convertido en poquísimo tiempo; ¿no os dice nada esto? A veces para convertir un alma se requieren decenas de años. Pero, cuando un alma se convierte, ya no cambia más, cuando la conversión es auténtica no se vuelve atrás. La mayor parte de estas almas están salvadas por mérito de vuestra hermana, del obispo y por vuestras oraciones. Continuad así y llegaremos a los tres mil millones y medio, porque también yo oro con vosotros. Ven, Marisella, baja de nuevo a la tierra.

Marisa - ¡No puedes llevarme arriba y luego mandarme otra vez abajo! He cantado y tenía una hermosa voz, a diferencia de esta mañana. Gracias de todos modos, incluso si no lo merezco, me ha dado gusto respirar un poco de aire puro y santo.

Nuestra Señora - He dado las gracias también en nombre tuyo a los presentes por lo que han hecho.

Marisa - Sí, da las gracias en nombre mío, porque a mi me da vergüenza, yo soy tímida, por tanto dales tu las gracias, después dale las gracias al obispo, y yo ya estaré en paz.

Nuestra Señora - ¿Recitamos todos juntos un Padre, Gloria y Ave?

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Don Claudio, después de tanto tiempo he ido al Paraíso y había una gran fiesta.

Roma, 15 de mayo de 2001 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. He venido para saludaros; ahora dejo la palabra a mi amado esposo José.

San José - Hoy la carta de Dios me ha sido dada a mi, vuestro José, el esposo de la Bienaventurada Virgen María. Yo os amo a todos y desde el Paraíso también yo veo muchas cosas malas y pocas cosas hermosas que suceden en la tierra. Por esto, como Dios ha pedido siempre en sus cartas, os invito a orar y a hacer actos de mortificación, como el ayuno y la abstinencia. Os recomiendo que haga el ayuno sólo el que pueda, el que tiene buena salud, no el que toma muchos medicamentos, ¿verdad Marisella?

Marisa - ¿Siempre yo?

San José - Tu no puedes hacer lo que pido a los otros. Yo, el esposo de María Virgen, me congratulo con vosotros, porque aunque sois pocos, habéis hecho mucho durante estos primeros quince días del mes dedicado a mi amada esposa.

Contad cuantas personas han venido, cuantas no han venido y cuantas no hacen el mes de María a causa del trabajo, del cansancio o de la lejanía. Yo, ¿qué puedo decir si Dios ha escogido este lugar y no otro? La Virgen se aparece cada día aquí y no en otros sitios, porque este lugar es taumatúrgico. Probablemente todavía no habéis comprendido qué significa este término, aunque el obispo ya lo ha hablado largamente: este es un lugar santo, donde pueden haber gracias, siempre según la voluntad de Dios. ¿Cuándo llegaréis a hacer siempre la voluntad de Dios, en cada momento de la jornada y no sólo en las grandes ocasiones? Dios no quiere grandes cosas de vosotros, os pide solamente que viváis de manera sencilla, haciendo su voluntad cada vez que sea necesario.

Lo importante es amar, porque el amor lo abraza todo, salva y ayuda a todas las personas.

Esta mañana he llevado a vuestra hermana a Rumanía junto a dos niños; allí hay miseria y mucha maldad en las personas. Los niños crecen como si fueran animalitos, incluso parecen decir: "¿Qué podemos hacer?". Han sido bautizados muchos. Creedme, ir a estos sitios es duro y difícil. Los niños sienten la falta de afecto, de alimentos, de vestidos y de todo lo que sirve a cada criatura del mundo.

¡Cuántas criaturas gozan y viven en el desahogo, pero cuántas, en cambio, están en la pobreza!

Muchos millones han sido gastados para el Jubileo y por los jóvenes que han venido a Roma pero, entretanto, los niños continúan muriendo de hambre. ¡Cuánta miseria hay en la vecina Rumanía, en Africa, en Yugoslavia, en Palestina, especialmente en Gaza! Todos vosotros no seríais suficientes para ayudar al prójimo en estos lugares. Cuando todos trabajaréis, Dios os pedirá todavía alguna cosa. Tu lo sabes, Marisella, a ti te lo ha pedido ya.

Marisa - Lo ha pedido al obispo, no a mí.

Nuestra Señora - Orad por estos niños y por sus mamás, que sufren hambre, sed y no están vestidos porque no tienen nada que ponerse encima. Los niños están en medio de las inmundicias para recoger algo con que quitarse el hambre. ¡Oh, es para llorar!

Vosotros podríais preguntaros por qué Dios no hace nada por estas personas, pero Él no puede intervenir siempre, las personas necesitadas son millones.

Marisa - ¿Tengo que llamarte José, o San José? ¿Por qué no mandas a estos lugares a los 920 millones de personas convertidas? Son muchas, ayudarían y harían la voluntad de Dios; ellas han sido salvadas gracias a las oraciones y sufrimientos, entonces deberían dar alguna cosa. Hágase la voluntad de Dios.

San José - Marisella, tu manera de hablar me pasma cada día más. Cuando oigo que hablas con mi amada esposa me río detrás de ella, porque es un espectáculo verte hablar con tanta simplicidad e ingenuidad.

Marisa - ¡Tú también dices esto! ¿Es que no creceré nunca?

San José - Sé feliz así, porque la felicidad te espera y tendrás gran alegría. Mis queridos hijos, si vosotros no podéis hacer nada por estas personas, orad por ellas. Gracias.

Nuestra Señora - Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

¿Qué te emociona, Marisella?

Marisa - Me emociona, sobretodo, lo que he visto esta mañana.

San José - Ahora escucha la Santa Misa vía radio.

Marisa - ¿También ésta es la voluntad de Dios?

San José - Sí, Marisella, también ésta. Que los demás participen en la Santa Misa.

Marisa - Adiós, San José, ¿puedo darte un beso? ¿Quizás la Virgen es celosa? ¡Qué he dicho! ¿Me han oído?

Roma, 17 de mayo de 2001 - h.5:45 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Ánimo, Nicolás, di cuantas almas se han salvado esta noche.

Nicolás - Sí, diez mil almas.

Nuestra Señora - No, pequeñín, diez millones.

Nicolás - Sí, diez millones de almas.

Nuestra Señora - Se han salvado gracias a Marisella, que esta noche ha sufrido la verdadera pasión, aquella que sufre sólo cada tanto. La espada le penetraba en el pecho y en la espalda, causándole un sufrimiento muy fuerte. Vuestra hermana ha sido heroica aceptando, no diciendo nada, diferentemente de tantas almas que por cualquier pequeño sufrimiento la toman con Dios. Tu, en cambio, has tratado de animar a tu hermano.

Marisa - ¿Hemos llegado a 930 millones?

Nuestra Señora - Sí, Nicolás, ha dicho bien, incluso si antes había dicho diez mil. Él es como tú, se equivoca en las cuentas.

Marisa - ¿Puedo preguntarte cuando acabará el dolor?

Nuestra Señora - Durará todavía una noche, después podrás reposar.

Marisa - Nicolás tira del vestido de la Virgen y le dice: "novecientos treinta millones". Espera, lo pregunto al obispo, él de matemática sabe más que yo. Don Claudio, estábamos a 920 millones.

Don Claudio - Con los diez millones de hoy llegamos a novecientos treinta millones.

Nuestra Señora - Marisella, ¿no te fiabas de mí?

Marisa - Sí, pero ha habido confusión.

Nicolás - No, Marisella, novecientos treinta millones.

Marisa - Sí, pero antes tu habías dicho diez mil.

Nicolás - Yo soy un niño.

Marisa - Tesoro, ayuda a tu mamá y a tu papá, ¿cómo vamos a ayudar a los niños enfermos y a los que mueren?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy se celebra el aniversario de la hostia que sangró, asumiendo la forma de una concha y que después sangró asumiendo la forma de un corazón. Vosotros os habéis alegrado de estos grandes milagros eucarísticos cuando han ocurrido, pero después los habéis olvidado todos porque alguno ha debido recordaros que hoy era el aniversario de este gran milagro eucarístico.

Mis queridos hijos, continuad orando. ¿Os habéis dado cuenta que poco a poco estáis llegando a aquella meta tan deseada? También hoy os repito: cuando lleguemos a mil millones de conversiones, deberéis gritar: "aleluya", alegraros, batir palmas y cantar, porque si todo esto llega es gracias a vuestras oraciones, pero sobre todo al gran sufrimiento de vuestra hermana. Ella difícilmente refunfuña o la toma con Dios, a veces llora y se lamenta a causa del fuerte dolor, pero lo ofrece todo a Dios, que siendo grande, inmenso, bueno y santo le ayuda, como os ayuda a vosotros, lo cual no significa que la salud sea buena o que se salve de la muerte quien está para morir. Dios os ama y vosotros debéis hacer su voluntad: si la salud o una persona querida falta, se debe, de todas formas, aceptar la voluntad de Dios. Si cualquier alma sale de esta tierra y está en gracia, va enseguida a gozar de Dios, de otro modo pasa por el purgatorio; después es el encuentro con Dios. Esto vale para todas las almas que aman a Dios, que viven por Dios, que hacen la voluntad de Dios. Yo os invito siempre a hacer la voluntad de Dios y a abandonaros a Él. Cuando digo que os abandonéis a Dios, al momento dais vuestro sí, pero después lo retiráis. Decís que sí con la cabeza y no con el corazón. El abandono a Dios debe partir del corazón. Esto es lo que quiero de vosotros.

Quizás digo una cosa demasiado grande, pero os pido que os preparéis lo mejor que podáis para la fiesta del día 27; aunque solo haya dos personas nuevas debéis dar ejemplo y testimonio. Haced el encuentro, no tanto para comer sino para orar juntos, para escuchar y vivir juntos la Santa Misa; todo el resto es de importancia secundaria.

Mis queridos hijos, os amo muchísimo y me gustaría tanto haceros entrar en el corazón todas las cartas que Dios manda, pero a veces no es fácil.

Exultad, alegraos por esta alma y por este obispo que Dios ha puesto en vuestro camino. Gozad hasta que podáis, porque no todos tienen al lado a dos personas escogidas por Dios; mis dos hijitos han dicho sí y continúan adelante, aunque el sufrimiento les está desgastando interiormente.

Acordaos del gran milagro del 17 de mayo, acordaos de la concha, del corazón, de la Sangre de Jesús. Gracias.

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Nicolás - ¡Adiós papá!

Marisa - No es tu papá.

Nicolás - Si es mi papá.

Marisa - Adiós, pequeño.

Roma, 18 de mayo de 2001 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. También hoy debo deciros que sois muy pocos, pero esto no tiene importancia porque Dios se contenta con todo lo que podéis dar; hay quien puede dar mucho y quién poco, pero lo importante es darlo todo a Dios. Las almas se convierten, no por mérito de los grandes hombres de la Iglesia ni de las grandes personalidades, sino gracias a los humildes, a los sencillos, a los que aman a Dios inmensamente.

Os pido que continuéis orando. La pasión continúa, la sangre brota, la lanza hiere todavía, pero vosotros deberíais aprender de la serenidad de vuestra hermana. Quizá emite un lamento bastante fuerte, porque el dolor es inmenso, pero a pesar de todo, consigue hacer bromas, sonreír, y cuando Dios lo permite, también cantar. De hecho, Dios le ha quitado la voz, pero alguna vez se la hace volver. Las criaturas no pueden saber qué quiere Dios de ellas, cuando deciden abandonarse a Dios dando el propio sí. Él pide todo y decir que no se vuelve difícil. Quién dice no a Dios, el que se vuelve atrás, no es digno del Reino del Cielo.

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Don Claudio, ha cogido de la mano al niño y se ha ido.

Roma, 19 de mayo de 2001 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios )

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hemos superado la mitad del mes mariano y las personas son siempre las mismas, pero la oración aumenta, el amor aumenta, y todo lo que hacéis es por las conversiones. Cuando hay alguna cosa que no funciona, preguntadle al obispo: sólo él puede responder a vuestras preguntas. Cuantas veces os he dicho que no habléis entre vosotros, sino que vayáis a vuestro obispo; cuantas veces os he dicho que sois afortunados al tener a un obispo así, un hijo mío predilecto; afortunados vosotros de tener un obispo que os explica el Evangelio haciendo verdaderamente de cada palabra un poema; bienaventurados vosotros que habéis seguido siempre, que participáis en la Santa Misa en silencio y con devoción. Debéis dar ejemplo incluso a los que en un futuro vendrán; deberán ver como os comportáis y deberán respetar el silencio y la oración, solamente oración y silencio.

Mis queridos hijos, la Mamá ¿qué más puede deciros que todavía no os haya dicho? ¿Cuántas veces he repetido las mismas cosas? Os invito sólo a hacer silencio en vuestro corazón. Como ya he dicho, hablad con mi Hijo Jesús, pedidle a Él todas las cosas, cerrad los ojos y estrechad las manos sobre vuestro corazón y hablad con Jesús, como hacía yo con mi amado esposo José, y como hacen mis dos queridos hijitos, cada día más probados. Gracias.

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós pequeño.

Nicolás - Adiós tía.

Marisa - Adiós a todos.

Nicolás - También yo digo siempre: "adiós a todos".

Marisa - Adiós. Don Claudio, se han ido.

Roma, 20 de mayo de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Virgencita, ¿qué puedo decirte? Querría encomendarte a todas las personas que están enfermas y aquellas que se encomiendan a mis oraciones. Gracias por todo lo que me estás haciendo pasar. Ha llegado Jesús. ¿Ves en qué condiciones se encuentra tu esposa?

Jesús - Mis queridos hijos, me gustaría tanto encomendaros que oréis en este día a Dios Omnipotente a fin de que os haga la gracia que tanto deseáis. Como ha dicho mi Mamá y vuestra, cuando lleguéis a mil millones de conversiones cantad Aleluya, alegraos, batid palmas. En mis tiempos se usaba mucho batir palmas, pero sé que a vuestro obispo no le gusta tanto, especialmente en la Iglesia y tiene razón: no se baten palmas en la Iglesia, pero cuando llegue el anuncio de los mil millones de almas convertidas, ¿puedo, Excelencia, hacer batir las palmas a todos?

Don Claudio - ¡También hoy!

Jesús - Hoy no, no estamos todavía a los mil millones. Hablas con fatiga, hija mía.

Marisa - Sí, porque he visto la muerte de cerca, muy de cerca. Ahora estoy un poquito mejor, cada poco me haces estas bromas: un día estoy bien y todos los otros estoy mal. Hay una cosa que me desagrada: si yo soy verdaderamente tu esposa, ¿por qué no me das al menos la posibilidad de bajar para participar en la Misa? No me parece que te pida tanto, yo tengo necesidad de participar en la misa.

Jesús - Pero haces siempre la comunión, incluso dos veces al día.

Marisa - Sí, pero participar en la Misa con el rebaño, como tu los llamas, es hermoso. Jesús, pienso que no podré más, me fatiga hablar, si tu quieres puedes ayudarme.

Jesús - Yo quiero ayudarte siempre, hija mía; ahora bebe un vaso de agua. Encomiendo al pequeño rebaño que ore, éstos son los momentos más difíciles que os preparan al gran milagro. Vosotros habéis recibido muchos milagros, probablemente no os habéis ni siquiera dado cuenta, pero ¡cuántos habéis recibido!

Cada cosa que hacéis se vuelve un milagro, si está hecho con sufrimiento y sacrificio. No tengáis miedo, si hay cualquier pequeño sufrimiento en vuestro cuerpo, porque después pasa, es siempre voluntad de Dios todo lo que sucede. Me doy cuenta que es difícil hacer su voluntad, es difícil abandonarse a Dios, pero todos lo podéis hacer, aún no habéis comprendido que os ayuda en cada en cada momento si vivís en gracia.

La Mamá ayer dijo: "Haced silencio en vuestro corazón". ¡Cuántas veces ha repetido también: "Cuando salgáis de la Iglesia continuad hablando del mensaje, hablar de Jesús". No salgáis de la Iglesia haciendo una simple señal de la cruz y después os quedáis a hablar delante de la entrada de cosa humanas. Rocordad, mis queridos hijos, la iglesia llega hasta el porche.

En verano, si recordáis, había gente allí abajo que escuchaba la Misa. ¿Queréis hablar? Id más allá al ensanche, hablad bajo, porque hay quien quiere orar. Cuando la Mamá ayer dijo: "Haced silencio en vuestro corazón", algunos se quedaron en la Iglesia a orar, otros en cambio salieron y empezaron a hablar en la puerta. Esto no es bonito y me hace comprender que no seguís los mensajes, sea aquellos antiguos, sea los recientes. ¿Por qué hacéis esto? A veces me pregunto: ¿creéis en todo lo que hacéis o actuáis mecánicamente? No sería bonito si fuese así, habríamos perdido el tiempo nosotros del cielo y vuestro obispo.

Me maravilla más que se comporten así también los que llegaron entre los primeros a este lugar, que deberían dar buen ejemplo. La Mamá ayer decía: "Dad buen ejemplo, las personas nuevas que lleguen deben ver en vosotros el buen ejemplo y el testimonio". En cambio, ¿qué hacéis? Ni siquiera habéis salido de la Iglesia que ya habláis; no lo hagáis, por importante que sea, de cualquier cosa que se trate, hasta donde está el porche, porque es Iglesia. Hablad bajo, porque quien ora pueda dialogar con Dios en recogimiento. Si os apresuráis a salir fuera y luego os paráis a hablar, entonces más valdría que os quedárais en la Iglesia. He ahí que estos comportamientos me desagradan y me hacen pensar que no escucháis ni siquiera cuando nosotros, los del cielo, traemos la carta de Dios, pero ¿cómo podéis ponerla luego en práctica?

Os he amado, mi pequeño rebaño, os amo, pero tratad de hacer cuanto os enseñamos, todos vosotros. Vuelvo a repetir: tanto si se trata de argumentos espirituales como sino, hablad lejos de la capillita para no distraer a los que oran.

Volvamos a las cosas hermosas, al Aleluya, al batir de palmas, al alegrarse, al disfrutar y al sonreír, porque Dios, a pesar de todo, está siempre con vosotros.

Junto a mi y vuestro obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os llevo a todos junto a mi corazón.

Nuestra Señora - Yo, vuestra Mamá. Os estrecho en mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Jesús - Ánimo, mi esposa predilecta, ánimo, se requiere mucha fuerza.

Marisa - Adiós. Jesús se ha ido y no he tenido tiempo ni siquiera de besarlo. Adiós, ayuda a mi obispo, ayúdalo.

Roma, 22 de mayo de 2001 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Virgencita, quiera encomendarte a todas las personas. Te encomiendo a la que todavía dejas aquí con nosotros en la tierra. Te ruego, ayúdala, dale menos dolores a ella y más a mí, porque yo soy más fuerte y más joven; quítale un poco de sufrimiento, tiene demasiado. Te encomiendo también a todos los enfermos y a los que sufren, y quiero encomendarte con todo el corazón al joven seminarista del Japón y a todos los sacerdotes, porque ahora empiezan a comprender donde está el error de los hombres de la Iglesia. Ayuda a nuestro obispo, tú y Jesús sabéis qué hacer.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy 22 de mayo, invocad de nuevo al Espíritu Santo para que vele sobre vosotros y os ayude en todo lo que hacéis.

Tengo un sufrimiento en el corazón que me hiere profundamente: algunos videntes que ya no me ven y algunos sacerdotes, organizan grandes asambleas y les piden que pague la entrada, a las personas que participan y que los quieren oír hablar. Mucha gente ha acudido a estas asambleas, pero yo no me aparezco. Ahora estas personas se han hecho un nombre tan grande, que muchísimos fieles corren donde están ellos y están dispuestos a pagar la entrada; pagan para oír hablar a un sacerdote, para asistir a una aparición que no es auténtica. En cambio, aquí no pagáis nada al sacerdote que habla y a la vidente; aquí venís sólo para orar, pero no obstante, sois poquísimos. ¿Qué debería hacer un alma llamada por Dios? Aceptar la situación tal como es o más bien decir: "¡Basta!, ¿Para qué hablar, ayudar, sufrir tanto y después tener alrededor pocas personas?". Ciertamente vuestro obispo no dirá nunca esto. ¿Veis que extraño es el planeta Tierra? Donde no hay apariciones, pero sólo un sacerdote que habla o una vidente que dice ue me ve, acuden muchas personas que pagan el billete de entrada; yo no os digo el número, pero es enorme. Incluso en Cerdeña han pagado para entrar a escuchar a la misma persona. ¿Vosotros habéis pagado para oír hablar a vuestro obispo? ¿Cuántos encuentros bíblicos llenos de amor ha hecho? Aunque hubiera presentes veinte, treinta o sesenta personas, él ha hecho siempre su deber de sacerdote y de obispo. Por esto tenéis que orar por él y darle gracias. Si no me oyese os invitaría casi a besar por donde camina, pero esto sería demasiado y ahora os pido sólo que oréis por él. No vayáis detrás de la masa, no vayáis de una parte a otra, porque no comprenderéis o no llegaréis a nada. Os pido que seáis felices del hecho de que sois pocos, pero sed santos. También los sacerdotes y las vocaciones deben ser muchas, pero todas santas.

Marisa - Ve despacio, porque las manos me hacen mucho daño. Está bien. Gracias.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Como el domingo 13, os invito a hacer un triduo para el 27 de mayo, haced una jornada de adoración por la unión de las religiones y de las familias, por la conversión de los sacerdotes y de los no creyentes. Orad por los enfermos de espíritu y de cuerpo que son muchos. Es tan bonito orar por los hermanos.

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, pequeño. Perdóname si alguna vez no te digno nada. Saluda a tu papá.

Nuestra Señora - Abuela Yolanda, habla, ¿qué me quieres pedir?

Abuela Yolanda - Virgencita, escúchame, mi hija pide sufrir para que yo esté mejor, pero ella ya tiene muchos dolores. Hazla sufrir menos y dame a mí sus sufrimientos.

Marisa - La hija quiere que se cure la madre y la madre quiere que se cure la hija. Perdónanos si tenemos este arrebato hacia ti.

Nuestra Señora - Ánimo abuela Yolanda, tu sabes que estoy siempre a tu lado y al de tu hijita.

A todos, ánimo y buena preparación para el 27 de mayo, no tanto para el ágape fraterno, y más para la oración. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós Nicolás, dale un beso a la abuela. ¡Ahora he hablado en voz alta! Adiós pequeño.

Roma, 24 de mayo de 2001 - h.5:10 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Hola Jesús, te esperaba hace tiempo. Este mes está dedicado a la Mamá, pero deseaba tanto verte.

Jesús - Mis queridos hijos, hoy he venido Yo en lugar de la mamá, porque es mi deseo hacer este triduo con vosotros.

Marisa - Deseo encomendarte a algunas personas: Rosanna, el pequeño Saverio, Amadeo, Anna, Selenia, Angel y tantos otros que se confían a mis oraciones. Jesús, tu puedes ayudarlos, si esta es tu voluntad.

Jesús - ¿Para ti no pides nada?

Marisa - ¿Qué tengo que pedir? Dame solamente la fuerza de soportar y de aceptar todo. Si tu eres mi esposo debes de hacer de todo para hacerme estar un poquito mejor, al menos cuando están presentes las personas, después cuando estoy sola haz de mí lo que quieras.

Jesús - Marisella, Yo era severo y dulce, sabía amar muchísimo, pero cuando me encontraba solo en Getsemaní o en cualquier otro lugar, derramaba lágrimas por las personas que no se convertían. Así vosotros, mis dos queridos hijitos sonreid y dad alegría cuando estéis con las personas, pero cuando os retiréis y estéis solos, llorad sobre mi corazón.

He venido para deciros algo que no le gusta mucho a vuestro obispo. Cuando bendigáis la estatua de la Madre de la Eucaristía, alzad en alto los pañuelitos de papel, celeste o rosa, el que sea, y gritad: "Viva María". Agitad los pañuelos con alegría y amor hacia la Madre de la Eucaristía. A alguno estos gestos pueden dar fastidio, a otros les puede gustar, vosotros tratad de obedecer, así las cosas serán siempre mejor. La obediencia es una virtud muy importante; cuanto más obedecéis más recibís de Jesús y del que lleva la dirección espiritual. Os recomiendo la obediencia, la humildad, la sinceridad. Algunos dicen mentiras con mucha facilidad, ¿por qué? Es tan hermoso decir la verdad, mostrar amor, altruismo, generosidad, es tan hermoso amarse.

Deseo tanto que ofrezcáis esta jornada por vuestras familias, sobretodo, por las personas que vienen aquí a orar, pero luego no se comportan como deberían y hacen siempre un paso adelante y dos atrás.

No oréis con falsedad, sino con generosidad, amor, altruismo, orad por todas las personas que sufren que, creeedme, son muchas. Deseo que el domingo hagáis la fiesta para vuestra hermana, porque ha sufrido mucho para llevaros donde habéis llegado, pero hacedlo sobretodo por Su Excelencia, que os ha dado mucho. Una vez oí decir: "¿Pero cuántas fiestas tiene Don Claudio?". Es verdad, él tiene muchas fiestas, pero ¿cuánto os ha dado? Poned sobre los platos de una balanza, de una parte cuanto os ha dado y de la otra sus fiestas, veréis que la balanza se inclina de la parte de todo lo que habéis recibido de Su excelencia. Reflexionad antes de hablar. Preguntaros: ¿Queremos hacer una hermosa fiesta para nuestro obispo y para Marisella? Hacedla, pero con amor, con el corazón, sin lamentaros o chismorrear. Es verdad, ellos tiene más fiestas que vosotros, pero las merecen, ¿no creéis?

Marisa - Jesús, piensa bien lo que dices, porque después yo no quiero oír lamentaciones.

Jesús - Marisella, no te preocupes, quien tenga orejas para oír, que oiga. Vosotros habéis merecido todas las fiestas que os han hecho, porque nosotros lo queremos, como queremos que las personas oren continuamente. No venís aquí solamente para orar un momento y después todo se acabó, no, no vengáis sólo por el ágape fraterno. Agape fraterno significa estar con los hermanos, con amor; dad testimonio a las personas que vienen por primera vez, comportándoos educadamente, sin desear comer más de lo que ya tenéis en el plato. Haced el ágape fraterno con amor, dad ejemplo y testimonio; este es vuestro lema: "Movimiento Compromiso y Testimonio", dad mayormente ejemplo vosotros que venís desde hace tantos años. Ceded el sitio a las personas que vienen solamente una o dos veces al año, sea por lejanía, sea porque no conocen o no comprenden, incluso los parientes. Os lo recomiendo. Yo estaré presente con la Mamá y os miraré, tratad de comportaros bien. No miréis como se comportan las personas que vienen de lejos: cada uno que piense en dar ejemplo y testimonio.

¿Quizás no queréis que Yo venga de nuevo en medio de vosotros? Os he tirado un poquito de las orejas, pero es tan hermoso amarse. Creedme, Yo he seguido adelante con mis apóstoles porque había un gran amor, pero aquel que no amaba, traicionó y se condenó. Vosotros amad, así no traicionaréis.

Gracias. Ahora vuelvo al Padre.

Nuestra Señora - Marisella, Jesús, tu esposo se ha ido y he venido yo. Con su presencia Jesús ya ha dado su bendición, ahora me toca a mí.

Junto a mi y vuestro obispo, Su Excelencia, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados; bendigo sobretodo a los enfermos que has encomendado con tanto amor, aunque no has dicho todos los hombres, porque sino la lista no se acabaría nunca.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Adiós. Adiós, Nicolás.

Roma, 25 de mayo de 2001 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Soy vuestro Jesús; puesto que hoy es el segundo día del triduo, he venido a traer una carta breve. Las cartas de Dios, breves o largas, son siempre hermosas, porque animan y contienen dulces reclamos. Cada vez que os traigamos una, escuchadla bien y haced entrar en vuestro corazón la palabra de Dios; de este modo se volverá más fácil y sencillo, porque Dios es amor: Dios Padre es amor, Dios Espíritu Santo es amor, Yo, Dios Hijo, soy amor.

Oh, si todos vosotros hombres, pudieseis comprender el gran amor que nosotros los del Paraíso tenemos por vosotros. A pesar de todo esto que sucede en la Tierra, Dios no abandona nunca a nadie, incluso cuando vivís en el sufrimiento y en la desgracia. Él conoce los motivos, tiene sus fines y vosotros debéis escucharlo. Cuando ocurra algo, no la toméis con Dios. Observad que el hombre se vuelve malo cuando piensa en el poder, y en sobresalir y todo parece fácil para él. Cuantas veces os habéis preguntado por qué las personas malvadas lo tienen todo, mientras que a vosotros os pasa de todo, ¡a pesar de todo, tratáis de ser buenos y de seguir el camino indicado por Dios!, ¿verdad Marisella?

Marisa - Sí, hoy estoy en una situación un poco crítica, no se si a causa del tiempo, porque es viernes o por el triduo, pero esto que quede entre nosotros dos.

Jesús - Como siempre quiero invitaros a la oración, a festejar a mi y vuestra Mamá y a arreglar bien la estatua para que la hagáis reinar. Cantad y dad gloria lo más que podáis. Puede parecer que no es importante, pero es tan hermoso llevar una estatua que en el fondo no tiene nada, a menos que Dios después la convierta en taumatúrgica. Haced fiesta a la Reina del Cielo y de la Tierra, a la Madre de la Eucaristía.

Ánimo y adelante. No es necesario ser grandes hombres para conquistar el Paraíso, es suficiente ser humildes, sencillos, sinceros y leales con todos.

Marisa - Jesús, deseo recordarte a todas las personas que te encomendé ayer: al pequeño Saverio, Rosanna, Amadeo, Anna y todos los que han pedido mi ayuda. Me gustaría que comprendieran que si se curan no es por mérito mío, sino sólo tuyo. Hay tantas personas que tienen necesidad de ayuda, te ruego, no las abandones y dales la fuerza y el coraje de aceptarlo todo, de hacer siempre tu voluntad.

Se ha ido y ni siquiera me ha saludado.

Nuestra Señora - Marisella, tienes razón, pero cuando Jesús hace eso, tu conoces el motivo. Quédate tranquila.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Después el que pueda continúe la adoración; gracias a los que han adorado a mi Hijo Jesús. Gracias.

Marisa - Adiós, pequeño. Don Claudio, se ha ido.

Roma, 26 de mayo de 2001 - h.10:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Has venido también Tú, Jesús?

Jesús - Si, mi amada esposa, he venido Yo. Volveré luego para hacerte compañía durante esta noche de dolores y de sufrimientos; contigo, esta noche, sufriré la pasión, estaré a tu lado y te ayudaré a soportarlo todo. Mi querida esposa, ven, ven conmigo.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, gracias por el amor que habéis demostrado al venir aquí con sacrificio, y también con un poco de sueño: dormid tranquilos en los brazos de mi Madre, de la Madre de la Eucaristía. Lo sé, la noche trae mucho sueño a todos, pero desde el momento en que esta noche será terrible para vuestra hermana, orad antes de acostaros, antes de dormiros orad por ella, a fin de que tenga la fuerza de soportar y aceptarlo todo. ¿Os preguntáis por qué Yo, Jesús, su esposo, la trato de este modo? No es porque no la ame, la amo muchísimo y sufro viéndola sufrir, pero Dios tiene necesidad de sus sufrimientos; Yo, Jesús, necesito a mi esposa; el Espíritu Santo tiene necesidad de ella, como ella tiene necesidad de vuestras oraciones, de vuestros sacrificios, de vuestros florilegios, de vuestro ayuno.

En alguno todavía se deja sentir el orgullo, el querer sobresalir y decir mentiras; ¿cuándo aprenderéis a ser humildes, sencillos, sinceros y a amar? Cuando se ama no puede haber estos defectos, especialmente el orgullo. ¿Por qué decir mentiras? Pensad: de 266 almas convertidas habéis llegado a 940 millones, que comprenden religiosas, sacerdotes, obispos, cardenales, laicos y también otras personas; vosotros sabéis a quién me refiero. También seguidores de otras religiones se han convertido a vuestra religión. Sí, es verdad, Nosotros pedimos mucho, pero no pedimos a todos, pedimos a algunas almas, a poquísimas almas que ofrezcan todo de sí mismas para salvar a los hombres de la Iglesia. La Iglesia está a salvo, porque es de Dios y ningún hombre, aunque sea grande y poderoso, puede destruir la Iglesia. Vosotros estáis con la Iglesia, mis queridos hijos, estáis todos con la Iglesia.

Mañana habrá fiesta grande por vuestra hermana, pero os invito a orar no sólo por ella, sino también por todas las almas consagradas, a fin de que respondan a la llamada de Dios con obediencia, castidad, pobreza; no se consagra uno a Dios sólo para decir: "soy una monja", "soy un alma laica consagrada" o "soy un sacerdote"; es necesario ofrecer a Dios la obediencia, la castidad y la pobreza, circundado por un hermoso círculo de humildad y de sencillez y de otro hermoso círculo grande de amor, el amor ofrecido a Jesús Eucaristía, a la Madre de la Eucaristía, a todos los cristianos, creyentes y no creyentes, a todas las razas.

Amad, sobretodo a aquellas personas que están viviendo aún la guerra y mueren de hambre, que no tienen medicinas, no tienen nada. ¿Qué os pide Jesús?: Que oréis. No miréis si vuestro hermano comete algún pequeño error: todos tenéis imperfecciones, ninguno de vosotros es perfecto, sólo los niños, ¿verdad Samuel?, solo los niños pequeñitos son perfectos, los niños como Jacobo, Enmanuel. ¿Qué dices tú, pequeño Nicolás?

Nicolás - Sí, Jesús, estoy de acuerdo contigo: todos los niños son perfectos como tú, Jesús. Desearía tanto ayudar a papá y a mamá y oro mucho por ellos. Amo a todos los niños como yo. Adiós tía, yo veo cuanto sufres desde aquí arriba; sufres mucho y esta noche vendré también yo con Jesús. He dado un beso a mis primitos, a mamá y a papá, a los abuelos, a los tíos y a la querida abuela Yolanda.

Marisa - Me haces sufrir, me haces sufrir. Gracias, de todos modos, por haber venido entre nosotros. Ora mucho por tu mamá y por tu papá.

Nicolás - No debes llorar, tíita. No debes llorar, porque yo soy feliz y tengo mucho, mucho trabajo que hacer con la Mamá y Jesús.

Jesús - Este es un regalo, mis queridos hijos, que Dios Padre os ha querido hacer a todos. Os doy las gracias otra vez por vuestra presencia.

Marisa - Jesús se ha ido y Nicolás se ha quedado al lado de la Virgencita.

Nuestra Señora - Ahora no me queda nada más que deciros que volváis a poner a Jesús Eucaristía que ha sangrado y participéis en la Santa Misa como si fuese la última de vuestra vida.

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. No llores, Marisella, sé feliz.

Marisa - Bah, ¿puedo llorar un poquito? Adiós Nicolás. Se ha ido. No se puede hablar porque está Jesús Eucaristía.

Roma, 27 de mayo de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿También hoy has venido Tú Jesús? ¡Pero si hoy es la fiesta de la Virgen!

Jesús - He venido para festejar a la Virgen, mi Mamá y la vuestra. Mis queridos hijos gracias por vuestra presencia. Es vuestro Jesús, es mi amor el que os habla. Os doy gracias por todo lo que habéis preparado para mi y vuestra Mamá, para la Madre de la Eucaristía. Sí, es verdad: la Inmaculada abre la historia y la Madre de la Eucaristía cierra la historia. ¡Qué alegría veros aquí reunidos para orar!, sobretodo en este mes en el que hemos recomendado la oración, el sacrificio, los florilegios y el ayuno, quien pueda. Esto sirve para hacer que los hombres se conviertan, no sólo los católicos, sino también los miembros de todas las religiones y de todas las razas. Todos debéis llegar a amar a Dios, como Él os ama a cada uno de vosotros. Dios ha amado a todos los hombres, no ha hecho diferencia entre buenos y malos y me ha entregado a Mí, su Hijo, por todos. Yo he muerto en cruz, he dado todo mi ser y mi cuerpo por cada uno de vosotros. Vosotros hacedme algún pequeño don a Mí, a la Madre de la Eucaristía, a todos lo ángeles, a los santos a las almas salvadas que me circundan.

Vivid esta jornada con todo el amor que podáis, sea con lo que es sagrado sea con lo profano. Os recomiendo: cada acción que hagáis que sea dictada por la educación, respeto, humildad y sencillez. No es necesario ser grandes hombres, sino que sirve la sencillez, la humildad y la serenidad, para dar serenidad a los que están festejando.

Marisa - Deseo ofrecerte este ramo de rosas, Jesús. No sé si la esposa deba darlo al esposo, pero quiero dártelo igualmente.

Jesús - Dáselo a la Mamá, hoy es su fiesta.

Marisa - ¿Qué significa esto? ¿Tengo que ir hasta el altar a llevárselo?

Jesús - Quizás te pido demasiado, pero alguno podría ayudarte a subir las escalerillas y a llevar las flores hasta la estatua de la Madre de la Eucaristía, podría ser David.

Después os daré otras noticias importantes que os llenarán a todos de felicidad. Alegraos y gozad lo más que podáis.

Ahora ven, Marisella, a llevar el bouquet, como lo llamáis vosotros, a la Virgen.

Marisa - Tú quieres que lo haga todo siempre por la Mamá y también nosotros lo hacemos siempre.

Jesús - Hoy, Dios, en su carta, no tiene nada que deciros sino sólo desearos una santa fiesta. Como ya os dije ayer tarde, vuestra hermana pasó una noche de pasión muy fuerte. En este día dedicado a la fiesta de la Madre de la Eucaristía y a la entronización de su estatua, os anuncio que, por los sacrificios, por los florilegios de mis dos hijos y de los que han orado con tanto amor, habéis llegado a los mil millones de almas convertidas.

(Los presentes aplauden con alegría y entonan cantos de Aleluya a la Santísima Trinidad en acción de gracias)

Este es el anuncio que hoy os he traído. Mis queridos hijitos, mi pequeño rebaño, no sois muchos, más bien sois muy pocos en comparación a los que van a otros santuarios, sin embargo habéis llegado a convertir, en poco tiempo, mil millones de almas de todas las religiones y razas, no solamente católicos. Esta es una gran gracia, es un milagro grandísimo que en vuestra pequeñez, en vuestra humildad y sencillez, habéis obtenido: mil millones de convertidos.

Marisa - Escucha, Jesús: yo ni siquiera soy capaz de escribirlo, porque antes conocía los números, pero ahora ya no.

Jesús - Tú escribe uno.

Marisa - Uno, después tres ceros, tres ceros, tres ceros. Y aquí me paro, yo no sé continuar. ¿Don Claudio?

Don Claudio - Has dicho bien, al menos eso creo.

Marisa - Ha dicho que cree que he pronunciado bien el número.

Jesús - No tiene importancia si ha sido dicho bien, lo importante es que vosotros comprendáis que podéis llegar a obtener grandes resultados cuando queréis, incluso en vuestra pequeñez: cuando estáis en casa, de paseo, en la fiesta, en una cena, o cocinando, como hacía mi Mamá, que ha enseñado a hacer la salsa a vuestra hermana.

Marisa - No digas todas estas particularidades, sino parece que no soy capaz de hacer nada.

Jesús - Mirad: con las pequeñas acciones habéis dado tanto a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Sé que me quieres encomendar a todas las almas que tienen necesidad de mi ayuda, pero no te preocupes, ya he leído en tu corazón y con mi presencia ya he bendecido las medallitas, he bendecido a cada uno de vosotros y sobretodo a los niños.

Marisa - Está bien.

Jesús - Ánimo a todos, mis queridos hijos, festejad con alegría, batid palmas por los mil millones de almas convertidas.

Marisa - Jesús se ha ido. Ahora ha venido la Mamá del Cielo y de la Tierra.

Nuestra Señora - Estoy aquí sólo para daros las gracias. Junto a mi y vuestro obispo os bendigo. Recomiendo el respeto a vuestro obispo y sacerdote, porque no hay otros sacerdotes que den la vida por las almas. Os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados.

Os llevo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en el paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Como siempre, me repito y digo: Participad en la Santa Misa y en la Santa Comunión como si fuese la última de vuestra vida. Y tú, Excelencia Reverendísima, di la Santa Misa como si fuese la última de tu vida, aunque ya sé que lo haces, y que sepas que cada Misa tuya salva un alma.

Marisa - Adiós. Se han ido, Don Claudio. No sabía como escribir mil millones.

Don Claudio - De todas formas lo has dicho bien.

Roma, 29 de mayo de 2001 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy más que nunca habéis comprendido la importancia de la oración. Muchos sacerdotes, obispos, arzobispos y cardenales son como el que ha traicionado a la Iglesia. Son muchos, incluso si no hacen ruido, porque son sencillos o no conocidos. Este arzobispo es conocido en todo el mundo y la situación es preocupante porque puede caer todo y llevar tras de sí a muchas almas. A vosotros os pido que oréis por esta alma, por estas personas que ingenuamente han seguido a aquel que decía que estaba con Dios. Todo puede cambiar si él quiere, como vosotros podríais volver a la normalidad si aquel que se siente presidente de la Conferencia Episcopal Italiana cambiase.

El mundo continúa yendo mal, las desgracias continúan sucediendo por un motivo u otro, el odio y el rencor continúan aumentando. Cuando hay almas que son buenas y dóciles, entonces son calumniadas y difamadas.

A vosotros os pido oración constante, el abandono total a Dios, el amor a Aquel que os ha creado.

¿Qué puedo deciros todavía, sino que oréis, oréis, oréis por las almas? Aquellas que dan más miedo y preocupación son las almas que han vivido en contacto con Dios y con los hombres; éstas son las personas que después traicionan con mucha facilidad. Es más fácil que se convierta un verdadero pecador antes que una de estas personas.

Orad por todas aquellas almas que han seguido este camino y que ahora no lo siguen.

Permaneced en la Iglesia, permaneced con Dios.

Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Te bendigo pequeño Enmanuel, junto a tus primitos.

Marisa - Adiós. Se ha ido.

Mensajes de Junio de 2001

Roma, 1º de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios )

Jesús - Hoy empieza el mes de junio y sería muy feliz si lo dedicaseis a mi corazón. No estáis obligados a venir al lugar taumatúrgico, pero ¿os habéis dado cuenta que cuando venís aquí con sacrificio y oráis con más insistencia las conversiones aumentan? Es mi gran deseo que vengáis aquí, si podéis; el que tenga la posibilidad, que venga a orar a este lugar taumatúrgico. Los mil millones han sido superados, hoy debéis añadir otros veinte millones de conversiones.

Marisa - ¿Veinte millones?

Don Claudio - En total son mil millones veinte.

Jesús - ¿Os habéis dado cuenta como habéis alcanzado rápidamente estos mil millones que parecían tan lejanos? No todos esperabais poderlo conseguir el 27 de mayo; incluso tu, Marisella, dudabas, porque te parecía un número demasiado grande.

Marisa - Yo no soy capaz ni siquiera de escribirlo.

Jesús - Os invito a venir a orar solamente por el bien del mundo entero, para ayudar a los que no me conocen y no saben que quiere decir amar a la Eucaristía, amar a la Madre de la Eucaristía; esos no conocen a Dios, el Ser Perfectísimo, creador del Cielo y de la Tierra, no conocen nada y dan mucha pena. Tu, Marisella, has ido a muchas naciones y has visto qué pocos me conocen; me conocen aún menos que a la Madre, porque es muy difícil hablar de Jesús y de la Eucaristía y hacerse comprender de los que escuchan. Como ves, Yo he venido aquí con todos los santos, los ángeles, las almas salvadas y los papas, que aunque no hayan sido declarados santos por la Iglesia, para nosotros ya son santos. Marisella, tu sabes que Pío XII y Pablo VI son santos para nosotros y si la Iglesia tarda en declararlos santos no importa, para nosotros ya lo son.

Para vosotros es difícil comprender que pueda existir un santo viviente. Sobre la Tierra hay dos personas declaradas santas por el Paraíso, estos dos santos han sido elegidos por Dios y sufren y oran por todos. Vosotros los veis bromear, reír, decir alguna ocurrencia, o estallar alguna vez; también yo lo he hecho y la he emprendido a latigazos con las personas que no se comportaban bien, ¿no es verdad, Enmanuel que estás de acuerdo con tu Jesús?

Marisa - Si, se que tu has hecho eso, pero tu eres Jesús.

Jesús - No, Marisella, entonces ninguno me conocía bien como me conocéis vosotros. Desde el momento en que para Dios todo es posible, ha declarado santas dos personas sobre la Tierra desde hace ya tiempo y quien no las respeta, quien la pisotea, comete pecado, porque es pecado pisotear y ofender a los santos.

Marisa - Jesús, el pecado es más grande si te ofenden a Ti. Muchos nos ofenden a nosotros, sobre todo al obispo ordenado por Dios, al obispo de la Eucaristía, al cual Tu has dato tantos dones.

¿Hará falta mucho tiempo para llegar a tres mil millones y medio de conversiones? ¿Cuánto tendremos que esperar aún?

Jesús - Marisella, el tiempo para los primeros mil millones ha volado.

Marisa - Sí, pero faltan todavía dos mil millones y medio. ¡Madre mía! Un momento, Jesús, perdona si me permito.

Jesús - Dime, pues, esposa mía.

Marisa - ¿Debo sufrir todavía?

Jesús - Ahora no puedo responderte, te lo diré esta tarde.

Marisa - Cuanto te expresas así quiere decir que debo sufrir, de otro modo habrías dicho enseguida que no.

Jesús - Te has vuelto listilla, finalmente.

Marisa - Deseo pedirte otra cosa.

Jesús - ¿Cómo es que tienes hoy tantas preguntas?, me das miedo. Habla siempre con la Madre.

Marisa - Quiero preguntarte: aquel niño, Enmanuel, ¿quién es?

Jesús - Es un niño que ha volado a nosotros. No es el que tu pensabas.

Marisa - Nicolás te está estirando del manto.

Jesús - Hoy Nicolás no habla, porque está Jesús y habla Jesús. Mañana iréis a Gaza.

Marisa - ¿Nos envías siempre a los lugares más difíciles?

Jesús - Vosotros no sufrís nada físicamente, ni os cansáis: voláis y estáis allí. Sufrís sólo cuando veis a las personas que sufren.

Deseo mucho que hagáis bien este mes dedicado a mi Sacratísimo Corazón. Quizás en un mes podáis llegar a los dos mil millones.

Marisa - Jesús, no nos lo digas así, porque si después no llegamos, estaremos mal.

Jesús - Orad, haced ayunos, florilegios y sacrificios. Tu, Marisella, no puedes hacer ayuno.

Marisa - Está bien, obedezco, que se haga tu voluntad, como siempre: ya me he dado cuenta que cuando digo que no es siempre que sí: entonces me conviene decir que sí y así todo estará tranquilo.

Jesús - Deseo a todos un buen mes dedicado a mi Corazón, os ruego que oréis, que hagáis florilegios, sacrificios y el ayuno, pero quien no pueda, no debe hacerlo; ¿verdad, Don Claudio, Excelencia Reverendísima? Se que no es fácil hacer ayuno, porque el demonio os tienta de todas las maneras; ¿te acuerdas, Marisella, cuándo sentiste el perfume de…?

Marisa - De canelones, si, me acuerdo, pero no había.

Jesús - Ahora no debes ayunar, pero puedes hacer algún florilegio, como siempre. Gracias, mis queridos hijos, por haber venido a hacer compañía a vuestro Jesús. Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo a todos.

Roma, 2 de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Dios Espíritu Santo - Yo, Dios Espíritu Santo, he venido para traeros un mensaje sencillo de amor y de paz. Pedid el don de la paz y de lenguas, como alguno desea desde hace tiempo; pedid todo lo que necesitéis, pero, como ha dicho a menudo la Madre de la Eucaristía, inclinad la cabeza y decid: "Que se haga siempre la voluntad de Dios".

Ayer, Jesús, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, os habló del respeto a las almas; con mucho amor y dulzura os dijo que no faltarais al respeto hacia los que Dios ha declarado santos sobre la Tierra. Apenas hubo terminado Jesús de decir esto que, después de la Santa Misa, hubo una nueva falta de respeto hacia vuestro obispo: alguno se permitió responderle de tú a tú. Esta es una grave falta que hace llorar el corazón de Jesús, y el de la Madre de la Eucaristía. No tiene importancia cómo se llame, él es el obispo ordenado por Dios, el obispo de la Eucaristía, el obispo del amor hacia todos. Ha sido pedido el respeto para él y este ha venido enseguida a faltar. ¿Por qué escucháis los mensajes y después todo se acaba? Debo decir entonces que es sólo una representación hecha en la iglesia o delante de los hombres. Es inútil criticar a los que hacen grandes galas, que reúnen grandes masas, si vosotros os comportáis como ellos. Escuchad el mensaje con amor, meditadlo y ponedlo en práctica, de otra forma perdéis el tiempo. El que viene aquí solo para hacerse ver orando y después cuando sale de aquí es peor que antes, es mejor que no venga, porque da escándalo; ay del que escandaliza a mis hijos.

¿Cuántas veces la Madre os ha dicho: ¿Queréis gozar del Paraíso para siempre? ¿Queréis amar a la Iglesia para siempre? No tiene importancia quien sea el papa, porque la Iglesia es de Cristo, no de los hombres. ¿Qué uso habéis hecho de todas las cartas de Dios? Muchos han caminado, poco a poco han ido adelante, otros han vuelto atrás, y otros -por fortuna son poquísimos- no caminan de ninguna manera. Dios ha enseñado a caminar paso a paso; haced pequeños paso, pero id siempre adelante. Por fortuna sólo pocos de entre vosotros no aman a la Iglesia, no aman al obispo ordenado por Dios y no aman a Dios. Quién pisotea al obispo, pisotea a Dios y, repito lo que ha dicho la Madre de la Eucaristía, quién ofende al obispo ordenado y declarado santo por Dios, comete pecado. Por fortuna, gracia a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, gracias a la Madre de la Eucaristía, estas personas son poquísimas, pero hacen sufrir y destruyen. Esas, cuando hablan y ofenden no piden excusas; parece que Dios les deba todo a estos que no aman. Dios ama a todos, pero da a los que aman, no a los que no aman.

Mañana es la fiesta de Pentecostés, mi fiesta, vuestra fiesta, la fiesta de todos; me gustaría veros a todos unidos en oración, recogidos al orar, al cantar y dispuestos a amaros. Si habéis llegado a mil millones debéis comprender cómo y porqué habéis llegado; por el sufrimiento de vuestra hermana que ha sido grande. Este sufrimiento no es a causa de los hombres, sino que es el sufrimiento que Dios da a las almas escogidas. También yo digo: "Quizás al final de junio…" pero no nos adelantemos en el tiempo, porque alguien tendrá que sufrir día y noche, derramar lágrimas de sangre y de sudor. Esa es pisoteada por las personas que viven en casa y que le son cercanas. No penséis en los segundos mil millones, sino en amar cada día más, porque sólo así podéis obtener todo lo que deseáis.

Marisa - Se ha ido.

Nuestra Señora - Sí, Marisella, he venido yo, la Madre, para recordaros lo que ha dicho Dios Espíritu Santo. Entre vosotros hay quien camina bien, quien flaquea y vuelve atrás; estos, por fortuna, son muy pocos. Pensad en corregiros vosotros mismos, en amaros todos y perdonaros todos.

Adiós, Marisella.

Marisa - Adiós.

Don Claudio, ha venido el Espíritu Santo, primero se ha presentado bajo la forma de paloma, después bajo la semejanza de Jesús, pero sin los estigmas.

Debes exponer el cuadro, aquel de las tres palomas, la Trinidad.

Roma, 3 de junio de 2001 - hora 10:35 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Están presentes las Tres Personas de la Santísima Trinidad.

Dios Espíritu Santo - Yo, Dios Espíritu Santo, os invito a orar conmigo: Ven Espíritu Santo… Mis queridos hijos, soy Dios Espíritu Santo Consolador y os felicito también a vosotros. La gran fiesta del Espíritu Santo es muy importante; el Espíritu Santo no es conocido como Dios Padre y Dios Hijo, por eso muchos lo combaten y pecan con facilidad contra Él. Invocad cada día al Espíritu Santo: "Ven Espíritu Santo, Espíritu de amor, ilumina mi mente, inflama mi corazón, fortalece mi voluntad", es tan breve esta jaculatoria, que se requieren pocos segundos para decirla. Vosotros no podéis imaginar cuantas personas instruidas, cuantos altos prelados pecan contra el Espíritu Santo y el que peca contra el Espíritu Santo comete un pecado muy grave.

La Madre de la Eucaristía, muchas veces ha repetido: "Recibid a mi Hijo Jesús en gracia; el que no esté limpio que no lo reciba, sino que vaya antes a confesarse. Cuando recibís a Jesús en vuestro corazón, haced silencio, hablad con Él, tratad de escuchar lo que dice". A través del Espíritu Santo, Jesús habla en las almas puras, santas y en gracia, porque Yo, el Espíritu Santo, ilumino. Debéis pedir los siete dones, son muy importantes.

No pequéis contra el Espíritu Santo; vuestro obispo os ha explicado lo que quiere decir pecar contra el Espíritu Santo, pero probablemente no lo recordáis, porque asimiláis mucho cuando estáis en este lugar, pero una vez salís de aquí, lo olvidáis todo; esto no es bonito. Yo, Dios Espíritu Santo, Espíritu Consolador, Espíritu de Amor, os amo a todos, como os ama toda la corte celestial, los ángeles y los santos.

Orad por la beatificación de Pío XII y de Pablo VI; orad mucho, especialmente por Pío XII, al cual le han sido dirigidas muchas calumnias y muchas difamaciones, pero ahora también para él empieza el proceso de beatificación; por esto invocad al Espíritu Santo, permitidme también a mi hacer mi parte. No existen solamente Dios Padre y Dios Hijo, sino también Dios Espíritu Santo; no existe solamente la Madre de la Eucaristía, sino también Dios Espíritu Santo, hacedme hacer algo también a Mi y yo haré grandes cosas por vosotros.

Gracias y felicidades a todos. Os invito a celebrar con todo el corazón el día de mañana, 10 de junio, en recuerdo del milagro eucarístico ocurrido en las manos de vuestro obispo, durante la Santa Misa; es un milagro grandísimo que no ha ocurrido nunca antes en la historia de la Iglesia.

Mis queridos hijos, el mes de junio está lleno de fiestas y desgraciadamente para algunos, todos los domingos, están muy atareados. El 29 de junio haréis la clausura del año social y notaréis la falta del encuentro bíblico, las novenas, las vigilias, el estar juntos para orar. Después, si Dios quiere, en el mes de septiembre todo volverá a empezar; está en vuestras manos no perderos durante el período estival.

Adiós mis queridos hijos. Yo me voy y os dejo con la Madre.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, yo, vuestra Madre, no tengo nada que añadir a cuanto ha dicho Dios Espíritu Santo, pero he venido a daros mi abrazo materno, estrechándoos fuertemente contra mi corazón.

Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados y a estas virgencitas que tenéis aquí. ¡Marisella!

Marisa - Esta vez no he dicho nada, ni he pensado nada.

Nuestra Señora - Bendigo todos los objetos sagrados que tenéis al lado y en los bolsos. Bendigo a los niños, también a aquellos que gritan y molestan.

Roma, 6 de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - No entiendo lo que veo: una conchita llena de sangre, que poco a poco se está transformando en un corazón y dentro está Jesús. La Madre de la Eucaristía, todos los ángeles, los santos y las almas salvadas están en profunda adoración.

Nuestra Señora - Haced un momento de silencio y de adoración.

Los grandes milagros son comprendidos sólo en el momento en el que suceden después se olvidan y entonces hace falta que alguno lo recuerde, pero a pesar de todo no respondéis a la llamada.

Sin embargo, todos habéis visto que la blanca hostia grande poco a poco se transformaba en una concha, y de ella brotaba la sangre. Después de mucho tiempo, la misma hostia, sangró de nuevo y formó el corazón de mi Hijo Jesús. En este momento Jesús está en profunda oración y su Corazón sangra por el amor a todas las almas, buenas y no buenas. Cuando hay un acontecimiento bonito que afecta a la Tierra, todos lo recuerdan, pero cuando hay algo grande que atañe a Dios y al Cielo, es olvidado y es necesario que alguno lo recuerde. Esto hace sufrir a mi Hijo Jesús, a su Madre y a todos los que han amado siempre a Jesús. Ahora la sangre no sale más, Jesús se levanta, da su bendición a todos e invita a la oración constante. Será el obispo el que decida si celebrar mañana este gran acontecimiento, porque esperamos que haya más personas.

Mis queridos hijos, es triste todo esto, es triste que los milagros eucarísticos acaecidos aquí, que son los más grandes milagros de la Tierra, tengan que ser recordados por alguien. No quiero deciros más, pero haced como ha dicho Jesús: orad constantemente, no os canséis de orar.

Gracias, gracias por vuestra presencia.

Marisa, mira los niños están alrededor de Jesús.

Marisa - Adiós. Perdónanos si todos somos así. Adiós.

Roma, 7 de junio de 2001 - hora 5:15 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - He tratado de no dramatizar por algo que tengo en el corazón.

Nuestra Señora - Ya se que sufres porque no puedes estar presente durante la exposición del Santísimo, pero ofrece esto a tu Jesús, a tu esposo.

Mis queridos hijos, la Madre hoy hablará poquísimo porque Jesús Eucaristía está expuesto aquí delante de vosotros y no quiero distraeros.

Durante la jornada ocurren tantos asuntos, pequeños o grandes, que hacen sufrir y yo quiero que en este momento permanezcáis junto a Jesús con alegría, gritando aleluya y amando a Jesús. Alguno dice que amar a Jesús es difícil y aquellos que no quieren abandonarse a Jesús dicen que es muy difícil. Yo digo que quien se abandona a Él se siente sereno y feliz, porque siente la ayuda que viene de vuestro querido Jesús. Abandonarse parece difícil, pero se vuelve fácil porque Él os da la fuerza y el coraje de seguir adelante. El que no se abandona, se vuelve cada vez más áspero y a veces, me atrevo a decir, más malo, porque no sabe amar, no sabe comprender a los otros y pasa por alto lo que Dios quiere: la conversión de los hombres, de vuestros seres queridos, de los amigos, de los parientes, la conversión de todos. Si uno no se abandona a Dios y más bien tiene la osadía de afirmar: "Yo estoy en orden, me siento tranquilo, hago todo lo posible", esto está muy lejos de Dios. Se requiere tiempo antes de poder decir: "Estoy en orden"; pues, ¿quién no es imperfecto? Todos sois imperfectos. Los que no se abandonan a Dios se vuelven como Caín, que mató a su hermano.

Cuanto os he dicho es lo que Dios ha escrito en su carta. Permaneced junto a Jesús, oradle con vuestras palabras y pedidle ayuda. No leáis en los libros, sino más bien habladle con el corazón, haced salir de vuestro corazón palabras de amor y de paz a Jesús y os escuchará.

Nuestra Señora - ¿Me has pedido esto por qué está expuesto Jesús? Está bien, puedes hacerlo, porque tu eres un niño.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os dejo con Jesús Eucaristía y recordad que su presencia es ya una bendición para todos. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Ahora permanezcamos en silencio.

Roma, 9 de junio de 20001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Mis queridos hijos, en este largo período, muchas veces habéis entrado en la iglesia y delante de mi Corazón Sacratísimo, habéis orado. Pero, ¿habéis orado por vuestros hermanos? ¿Cuántas veces, con tal de defenderse, se dicen mentiras, se buscan excusas, se inventan cosas que no son verdaderas? Y entonces, cuando estáis delante de mí, ¿qué hacéis, qué decís? ¿Me decís mentiras? No creo, no quiero pensar en absoluto en esto, estoy seguro que cuando estáis delante de mí oráis, cuando estáis delante de la Madre de la Eucaristía oráis, no decís mentiras y no habláis del hermano de manera injusta.

Pero cuando salís, ¿por qué no continuáis comportandoos de la misma manera? Es tan bonito, creedme, comportaros como verdaderos cristianos con todos, no estar siempre dispuestos a mirar, a criticar o a controlar. Mirad el tabernáculo, agarraos también vosotros al tabernáculo. Sólo Yo, Jesús, puedo ayudaros a superar tantas crisis y tantas dificultades. Hay muchas personas que cada día, delante hacen una cara y detrás hacen otra; esto no es bonito. ¿Por qué os comportáis así? ¿Por qué delante del sacerdote habláis de una manera y a sus espaldas de otra? Esto ocurre también en pequeñas cosas diarias, no hablo sólo de cosas espirituales, sino también de las humanas, de las terrenas: está el obispo y os comportáis de una manera, no está él y os comportáis de otra, comprendidas las personas de casa; esto no es bonito, hace sufrir. Faltáis a la verdad, a la sinceridad, a la lealtad. Yo la pretendo de vosotros, la quiero, porque Yo, con vosotros, he sido leal y sincero, mi Madre ha sido leal y sincera, y por tanto Yo, Jesús, pretendo de vosotros que seáis leales y sinceros; dejad de decir mentiras y decir una cosa por otra con tal de excusaros. En el Paraíso no nos comportamos así, y si queréis venir al Paraíso debéis cambiar, mis queridos hijos. Cada vez que, con mi Madre y la vuestra, os hablo del Paraíso, os digo cómo debéis comportaros, trato de corregiros porque quiero llevaros con todos nosotros. Pero ¿vosotros hacéis algo para ganaros el Paraíso?

Podéis hacer muchas obras de misericordia corporales y de misericordia espirituales, hay tanto que hacer en este planeta Tierra, pero a veces os dormís y decís: "A mi no me ha tocado, aquí no hay guerra, no se pasa hambre". Debéis pensar también en los otros. Yo estoy seguro que queréis venir al Paraíso a gozar con nosotros y por eso, con todo el corazón os digo: "Cambiad, mis queridos hijos". Hacéis pasos hacia delante y después volvéis atrás; aunque seáis mejores que aquellos que no van a la iglesia, debéis corregiros igualmente estos pequeños defectos, limar estos rincones que todos tenéis, porque nadie es perfecto, sólo mi Padre que está en el cielo, es perfecto.

Marisa - ¿Se ha ido?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos soy vuestra Madre. Jesús se ha ido un poco afligido, pero estoy segura que mientras caminaba curvo, oraba por vosotros. Iba un poco curvo, porque el sufrimiento pesa.

Os lo ruego, participad en la fiesta de mañana, celebrad el aniversario del milagro eucarístico que ocurrió en las manos de vuestro obispo.

Marisa - Adiós.

Roma, 10 de junio de 2001 - hora 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - Soy vuestro Jesús. Hoy celebráis el aniversario del milagro eucarístico; sería mañana, pero lo habéis anticipado a hoy, porque es domingo. Aquel día exultasteis de alegría, llorasteis, os conmovisteis, pero al cabo de un corto tiempo, casi os olvidasteis del milagro, que es el más grande de la historia de la Iglesia. Yo he dicho: "Todo se ha cumplido". Ya ha ocurrido todo en este lugar taumatúrgico, entonces sólo tenéis que esperar la conversión de los hombres y luchar con ahínco para ganar el Paraíso. Estoy seguro que todos queréis ir a gozar de Dios, pero es necesario cambiar el modo de ver y juzgar, debéis combatir el orgullo, la maldad, la soberbia y la insinceridad. De la falsedad, envidia y celos, con mucha facilidad llegáis a la calumnia y a la difamación. No cojáis los malos ejemplos de los otros, esto es muy grave.

Mis queridos hijos, ¿veis cuánto compromiso debéis demostrar? Vosotros, en comparación a otras muchas almas, sois mejores, pero no por esto debéis dormiros. Habéis sido predilectos de Dios, que os ha dado un guía y una formación que otros no han recibido, no porque la rechacen, sino porque no tienen quien les pueda guiar hacia la santidad. Vosotros habéis recibido mucho y por esto Dios os pide mucho. Si Dios no hubiese hecho nada por vosotros, no os habría pedido nada. Ya tenéis que caminar por vosotros solos y no tenéis que tener necesidad de que os guíe vuestro obispo u otras personas y que os digan una palabra de ánimo. Esta mañana he asistido a un coloquio que me ha hecho sufrir: una hermana que recibía la corrección fraterna por otra hermana, se ha ofendido, ha hecho un gesto de maldad y de orgullo. Nosotros, ¿qué debemos hacer? ¿No debemos hablar más y debemos decir que todo va bien y que pronto estaréis en el Paraíso? ¿No deberíamos haceros dulces reclamos maternos, cómo hace Mi Madre y vuestra? Yo tengo el deber y el derecho de corregiros si os equivocáis, como el obispo tiene el deber de corregiros y de ayudaros, aunque sean momentos en los que parezca que todo se derrumbe en torno a él y que ninguno quiera hacer lo que dice. Festejad hoy este aniversario con la oración, con el sacrificio, pidiendo perdón, pero sobretodo amándoos y ayudándoos recíprocamente.

Estrechad las manos sobre vuestro corazón y permitid que Yo entre en cuerpo, sangre, alma y divinidad.

Cuando recibís la Santa Comunión guardad silencio con los otros y habladMe sólo a Mí. Yo os escucho. Cantad y dad siempre gloria a Dios. Si Dios pide es porque os ha dado mucho. Vosotros no podéis imaginar cuantas almas tienen necesidad de encontrar a un sacerdote que los guíe, pero no lo encuentran. Cuántas personas llaman por teléfono y se lamentan: "No tenemos un sacerdote que nos guíe". Esto es triste, y sin embargo, Yo tengo muchos de mis hijos predilectos por el mundo; algunos están cansados, muchos no tienen tiempo, varios tienen otro trabajo y otros no quieren ni siquiera hacer la homilía y le dejan al laico este trabajo. Esto no es lo que Dios quiere.

¿No tenéis delante de vuestros ojos todo lo que ha sucedido el día 11 de junio? Vivid aquel día hasta la muerte y Yo estaré siempre con vosotros.

Hoy quiero daros mi bendición, aunque con mi presencia ya estéis todos bendecidos. Os bendigo a vosotros, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, todo lo que tenéis a vuestro lado y que habéis puesto delante de Mi, sobretodo quiero bendecir a los enfermos. Yo quiero que os volváis santos, porque habéis recibido mucho.

Vivid este día como si fuese cuando ocurrió aquel milagro, porque yo estoy siempre con vosotros.

Marisa - Adiós. Han venido los otros dos Jesús, han cogido a Jesús y lo han alzado. Todos los ángeles y santos han ido detrás suyo.

Roma, 13 de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

San Antonio - Marisella, como haces siempre cuando viene Jesús y Nuestra Señora, oremos a Dios padre Omnipotente para que os ayude a todos vosotros los de la tierra, especialmente a todos mis cofrades.

Mis queridos hijos, soy San Antonio. Debo decir para hacerme reconocer: soy Antonio, declarado santo. He trabajado mucho para ganarme la santidad, pero sobretodo para ayudar a las almas. También vosotros podréis llegar a la santidad si ponéis en práctica lo que nuestro Jesús y nuestra Madre de la Eucaristía os han enseñado. En torno mío tengo a todos los santos y todos los que han sido beatificados en estos últimos tiempos. ¿No me has reconocido, Marisella?

Sé que estás sonriendo por motivos que sólo nosotros dos sabemos; a mi lado está también Padre Pío que te mira y te sonríe. Él sabe que estás sufriendo la pasión, que durará hasta el domingo, después volverá a empezar el lunes, hasta que lleguemos a salvar a los hombres de la Iglesia. Junto a ti hay otras almas que oran, ofrecen a Jesús algún florilegio y hacen adoración, pero son muy pocas. Desde que habéis empezado a hacer la adoración eucarística, como han pedido Jesús y Nuestra Señora, ahora también en diversas parroquias hacen la adoración. Recordáis cuanto tiempo hace que vuestro obispo dijo: "Cuando tenga mi iglesia, habrá adoración las veinticuatro horas del día? Pues también esta idea suya ha sido robada; el obispo dice muchas cosas hermosas que son robadas por grandes y pequeños sacerdotes, pero no os preocupéis por esto, lo importante es que las almas se conviertan y, como ha dicho nuestro Jesús y nuestra Madre de la Eucaristía, que las oraciones sigan adelante y la adoración se haga cada vez más. Vosotros pensad en amar a las almas.

La carta de Dios es breve, pero importante; ahora todo se basa en el amor, en la adoración y en la oración; sólo a través de todo esto llegarán las conversiones.

Sed felices, porque estáis en el camino justo, incluso si a veces, alguno cae, pero lo importante es el volverse a levantar y volver enseguida a Jesús y pedir ayuda; como dicen Jesús y Nuestra Señora, lo importante es amar, no sobresalir, no enorgullecerse, no pavonearse. En los que dicen que lo saben todo, cuando reciben un pequeño reproche se desencadena el orgullo, la maldad y esto está mal, porque no hace caminar.

Me retiro con los otros santos y dejo el lugar a la Madre de la Eucaristía.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Aunque seáis pocos, intensificad la oración por los que no vienen y no oran.

Roma, 14 de junio de 2001 - hora 5:10 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia; es vuestro Jesús el que os habla. Yo Hombre-Dios, estoy entre vosotros, para sentir en mi cuerpo vuestras penas, vuestros sufrimientos, los disgustos que tenéis y para unirme a vosotros con todo el amor que puedo daros.

Hoy es la fiesta de mi Cuerpo, por esto he venido tan hermoso, como tu dices, Marisella. Esta sangre que ves brotar, es signo del amor por todos los hombres de la Tierra. Yo os amo a todos. Vuestro Jesús, en este momento sufre por vosotros, junto a vosotros; sufre con vuestra hermana que está viviendo la pasión, que es muy dura. Pero ella es fuerte, sabe esconder el sufrimiento todo lo que es posible, y está siempre dispuesta a escuchar a cualquiera. Su amor es grande, porque su corazón, que Me ama a Mí, su esposo, es grande. Mi esposa predilecta, cuanto tendrás que sufrir todavía por la conversión de los hombres de la Iglesia y de todos los hombres, ¡incluso los de otras religiones! Pero tu estás siempre dispuesta al sufrimiento y últimamente no te lamentas y no refunfuñas como hacía antes, sino que sufres y callas.

Mis queridos hijos, os digo estas cosas porque cuando tengáis alguna pequeña cruz, también vosotros debéis sufrir en silencio, sin llorar sobre vosotros mismos y sobre los otros. Creedme: vuestra pena no es tan grande como la que está viviendo vuestra hermana; por eso Yo continuo pidiéndoos que améis con todo el corazón y que os ayudéis recíprocamente.

Debo dar gracias a muchas personas por lo que hacen por mis dos hijos: el sastre, el zapatero, los que hacen hermosa mi iglesia, el joyero de mi Madre, los que se dedican a las plantas y los que se dan del todo a sí mismos para ayudar; es tan hermoso ayudarse unos a otros. Cuando era pequeño iba a ayudar a mi padre, que hacía de carpintero, como bien sabéis; Yo le ayudaba sin quejarme y dábamos gloria a Dios, cantábamos, recitábamos los salmos, después cuando volvíamos a casa para comer encontrábamos a la Madre esperándonos. El primer lugar no era para Mi, Jesús, sino para su amado esposo José, porque la Madre ha tratado siempre que sobresaliera su amado esposo, aunque Yo fuese el Mesías, Dios en la Tierra.

Lo que hacéis da mucha alegría a mi corazón y al corazón de mi Madre y vuestra. Si reflexionáis un momento os daréis cuenta que no es tan difícil echar una mano para ayudar al hermano; sea cual sea el hombre que tenga, si tiene necesidad de ayuda, echadle una mano, hacedlo por vuestro Jesús y por vuestra Madre, y así mi corazón cesará de sangrar. Por esto digo a menudo: he aquí aquel Corazón que ha amado tanto a los hombres, a todos, buenos y no buenos.

Os doy gracias por vuestra presencia; bendiciéndoos me voy y os dejo a la Madre para que diga las últimas oraciones.

Adiós, Marisella, tu esposo te besa sobre las heridas que te hacen tanto daño.

Marisa - Que puedo decir, ¡no lo sé!

Jesús - Adiós, mi dilecta esposa..

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro, su Excelencia Reverendísima, Monseñor Claudio, os bendigo, a vosotros, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos vuestros hijos que tienen necesidad de nuestra ayuda y a vuestros sobrinos.

Marisa - Don Claudio, se ha ido. Tu no has visto como estaba hoy Jesús.

Roma, 15 de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Mis queridos hijos, es una vez más vuestro Jesús el que os habla. Quiero dar gracias a los que cada día han venido a orar a este lugar taumatúrgico; si oráis sabed también amar. Yo doy gracias también a los que ayudan para tener limpio este lugar taumatúrgico. Hay personas que dedican su tiempo a este lugar por amor a Mi y a vuestra Madre y también por amor al obispo. Este lugar está santificado por Dios y cada rincón suyo, fuera o en casa, es santo. Querría que todas las personas que entran en esta casa fuesen santas. Desgraciadamente alguna deja que desear, ayudadla con la oración y con amor.

Hoy es el segundo día del triduo por la fiesta del Corpus Domini, mi fiesta. El obispo tiene alguna fiesta, pero Yo tengo muchas; festejad a vuestro obispo dos o tres veces al año. Él está en Mi y Yo estoy en él.

El amor que el obispo da a las almas es grande, Don Claudio permanece encerrado largamente en su estudio para prepararse para tratar de dar lo mejor a vuestras almas, a todos vosotros. No sois muchos, sois poquísimos, pero este mensaje que ahora sólo parece dirigido a vosotros, irá más allá. Recordad: sin amor no se obtiene nada, pero con el amor obtenéis todo lo que queréis.

Marisa - ¿Por qué Jesús se va sin decir nada?

Nuestra Señora - Porque deja el lugar a su Madre. Yo dejo el sitio a mi Jesús y Jesús deja el sito a su Madre; ¿no estáis contentos que yo venga a cubriros con mi manto y a estrecharos fuerte en mi corazón?

Marisa - Cuando aquí haya millares de personas o, como en otros lugares, millones de personas, ¿tu querrás estrechar a todos en tu corazón? Mira, ¿te creías que no me equivocaba? Yo me equivoco siempre. Está bien, he comprendido: si no los abrazas a todos, después estallan los celos.

Nuestra Señora - Os abrazo a todos y os cubro con mi manto materno. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Sea siempre alabado. Adiós. La Virgencita está ahora con todos los niños. Virgencita, ¿puedes decir a Tomás que Clara le manda un beso?

Nuestra Señora - Si, pero esto ya lo sé.

Marisa - Ella lo sabe todo, yo en cambio llego siempre tarde. Está bien, un adiós a todos los niños; adiós pequeños.

Se ha ido con todos los niños, hoy no estaban los santos.

Roma, 16 de junio de 2001 - hora 6:45 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy es la vigilia de la fiesta del Corpus Domini, aunque la Iglesia lo ha trasladado al domingo. Querría que en esta vigilia que está acabando, continuaseis orando por todas las personas que tienen necesidad; orad viviendo siempre en gracia. Sabéis cuantas veces la Madre ha dicho: el que no vive en gracia tiene el demonio dentro de sí, pero esto hace referencia solo a las personas que conocen el evangelio, que han frecuentado los encuentros bíblicos; porque los que no han conocido el evangelio y a los cuales nadie les ha enseñado el amor hacia Jesús, hacia Mi, no pueden tener el demonio, porque no tienen responsabilidad. El demonio entra dentro de los que Me conocen y conocen el evangelio y pecan conscientemente; los hace precipitar hacia un abismo muy profundo del cual después es muy difícil salir, si no tienen la humildad, la sencillez y la honestidad de escuchar al que ha tenido la misión de Dios de hablar a las almas, que ha tenido el don de penetrar en el corazón, que ha sido ordenado por Dios. Vosotros no podéis imaginar cuantas personas llaman porque sienten la necesidad de que un sacerdote los siga, los escuche, pero no los encuentran. Hay sacerdotes buenos, aunque es difícil encontrarlos. Yo sé donde podéis encontrar el sacerdote que os siga con dulzura, firmeza y también dureza, cuando haga falta. Si quiere salvar almas, el sacerdote debe ser fuerte, duro y dulce al mismo tiempo. Por tanto si alguno no está en gracia y conoce el santo Evangelio, porque ha seguido el encuentro bíblico, tiene el demonio dentro de él. Pero el que vive en gracia, el que Me recibe a Mí, Jesús, no deja entrar al demonio que está siempre dispuesto allí a su alrededor y gira, gira, gira, para poder penetrar en las almas. Vosotros intentad que esto no suceda nunca, porque no podréis comprender la alegría de gustar el Paraíso.

Los Santos - Todos nosotros los del Paraíso somos felices, nos amamos y amamos. La sangre que Jesús ha derramado, la ha derramado también por nosotros, nosotros la hemos recogido y custodiado en nuestro corazón para poder subir al Paraíso y gozar de Dios para siempre.

Marisa - ¿Habláis todos a la vez? Perdón, Jesús, pero hablaban todos juntos y yo no lo puedo comprender.

Jesús - Sí, hablan todos a la vez, porque han conocido el Evangelio, lo han puesto en práctica, han amado a la Eucaristía. Mira a San Tarcisio y todos los santos que han amado a la Eucaristía. Estos niños que han muerto antes de recibir la Eucaristía, hoy la llevan en la mano, triunfantes, y dan gloria a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y a Mí, Dios Hijo. Yo soy Dios-Hombre; como hombre he sufrido y cada vez que, como hombre, vengo a la Tierra, mi corazón sangra por los pecados de los hombres.

Ayudaos unos a otros con la oración, pero la oración de quien no está en gracia no llega a Mi. Debéis ayudaros unos a otros, y como en este momento, los santos dan gloria a Dios, así también vosotros podéis dar gloria a Dios. Mientras estéis en la Tierra, tendréis momentos difíciles, momentos de debilidad, pero es suficiente animarse, correr a confesarse pidiendo perdón y acercarse a la Eucaristía. Haced una verdadera confesión, honesta y sencilla.

Cuando vuestra hermana era pequeña y hacía cualquier pequeña travesura, corría al sacerdote, lo cogía por un brazo y lo estiraba para pedirle que la confesara; eran solamente imperfecciones de niña, no eran pecados. También vosotros debéis hacerlo así, corred a un sacerdote, tomadlo por un brazo y decidle: "Padre, confiéseme, porque he pecado y quiero vivir en gracia, quiero vivir con Jesús".

Marisa - Jesús se va.

Nuestra Señora - Soy vuestra Madre; lo que ha dicho mi Hijo Jesús es muy importante. Jesús y yo hablamos con sencillez a todas las personas; no es necesario haber hecho grandes estudios para comprender a Dios. Jesús habla con mucha sencillez, yo os hablo con mucha sencillez; no hay en las cartas grandes palabras de ilustres teólogos o de expertos mariólogos. Os recomiendo para mañana que hagáis todo lo que os diga vuestro obispo que hagáis y orad, orad mucho. Vosotros sabéis que para llegar a los dos mil millones se requiere mucho tiempo, mucha oración y mucho sufrimiento. Yo estoy con vosotros. No te preocupes, Marisella, te ayudamos siempre que sufres la pasión.

Marisa - Gracias.

Roma, 18 de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, gracias por el amor que demostráis cada día al venir aquí, a este lugar taumatúrgico. Sois pocos, paciencia. Aquí en este lugar taumatúrgico, Dios Padre ha dado, Yo, Jesús, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, he dado, el Espíritu Santo ha dado, la Madre de la Eucaristía ha dado y vuestro obispo se da todo a sí mismo; si, pues, las almas no responden, paciencia, vosotros continuad orando.

Marisa - Es necesario salvar tantas almas, ayudar a tantos enfermos, ayudar a los que sufren por varias razones, que nosotros esperamos con ansia tu ayuda.

Jesús - Mis queridos hijos, Yo, Jesús, estoy aquí para orar con vosotros; he dejado de ir a muchos sitios donde dicen que Yo continuo apareciéndome, pero no es verdad. Yo he venido aquí y estoy en medio de vosotros. Los días pasan veloces y os dais cuenta que no es difícil vivir el mes mariano de mi Madre, y el mes de junio dedicado a Mi. Desgraciadamente muchas personas sienten el peso de lo que hacen, pero en el campo espiritual esto no debe ocurrir. Cuando Jesús y la Madre de la Eucaristía piden algo, hacedlo con todo el amor que podáis; se requiere mucho amor para poner en práctica todo lo que Dios pide. Hacer la voluntad de Dios es grande y hermoso.

Marisa - Se ha acurrucado sobre el corazón de la Virgencita.

Jesús - También otros niños abrazan así a la Madre de la Eucaristía. Mañana el obispo y Marisella van de nuevo por el Africa, vosotros debéis ayudarlos con la oración. Vuestra hermana está bastante fatigada, pero a pesar de esto, cuando va a estos lugares se da toda a sí misma para ayudar al que sufre. Vosotros acompañadlos con la oración.

¿Qué te ocurre, Marisella, estás emocionada?

Marisa - Sí, estoy emocionada, estoy también preocupada, no por mí, sino por la vida de los otros; querría que todos fuesen felices, pero veo que es muy difícil. Entonces te abrazamos todos y seguimos adelante como podemos.

Jesús - Entonces te repito, yo a ti, Marisella, que no me estreches tan fuerte, que sino me haces daño.

Marisa - No, eres tú quién me hace daño a mi cuando me estrechas, porque siento todas las espinas.

Jesús - Está bien, ánimo, mis queridos hijos, me voy al trono de Dios.

Marisa - Adiós.

Roma, 19 de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Así que ¡has traído la Eucaristía! He visto a todos los niños arrodillarse. Eres tan hermoso, Jesús.

Nuestra Señora - Adorad a Jesús, incluso si no lo veis. Mi Hijo Jesús tiene la Eucaristía en la mano.

Mientras Jesús vuelve al Padre, yo, vuestra Madre, os ruego que oréis. Mañana es el aniversario de cuando Dios dio el episcopado a vuestro sacerdote, aunque la fiesta fue trasladada al 29 de junio por disposición nuestra. El que pueda venir a orar por el obispo, que lo haga con amor. Haced bien la novena pedida por vuestro obispo; las almas no oyen las exhortaciones de Dios y tardan en venir al lugar taumatúrgico, no responden a la llamada. Vosotros sabéis cuanta sed tiene mi Hijo Jesús de almas. Si aquí, en el lugar taumatúrgico, hubiese venido alguna persona importante, habrían venido muchos fieles, pero ya que ni Jesús ni yo hemos sido vistos por todos, pues no vienen. Continuad orando por todos los niños pobres, por los países muy pobres y por todos aquellos que sufren mucho.

He pedido siempre que oréis por las conversiones, que oréis por los sacerdotes, pero creo que ciertos países lejanos tienen más necesidad que todos esos. Los sacerdotes, si quieren lo tienen todo, incluso demasiado, en cambio los niños, las madres y padres de estos países, especialmente aquellos del tercer mundo, del Africa, donde han estado mis hijos esta mañana, no tienen nada. Cuando alguno les habla de Jesús, abren los ojitos y preguntan: "¿Quién es Jesús?". Mis hijos tratan de explicarlo con palabras sencillas. Algunos de estos niños se abandonan entre los brazos de mis hijos y mueren. Orad por estos niños; orar por los que han recibido todo de Dios, ya me parece tiempo perdido. Si quieren convertirse saben qué deben hacer. Algunos sacerdotes no preparan ni siquiera la homilía, no leen antes el fragmento del evangelio que han de explicar a los fieles. No preparan nada y si pueden, roban de aquí y de allá las palabras de otro para hacerlas suyas. ¡Oh, cuánta miseria, cuánta miseria hay en el mundo! Dios se ha adherido a vosotros, pequeñísimo grupo, aunque en los días laborables sois muy pocos, sin embargo el número aumenta un poco el domingo, pero todos los otros ¿dónde están?

Mirad alrededor vuestro; los hombres de este barrio ¿qué le dan a mi hijo Jesús? ¿Se reúnen para orar? No. Se reúnen para hablar mal y criticar, tienen siempre algo desagradable que decir; estas personas no gozarán nunca de Dios. El que habla mal del prójimo, sólo por pasar el tiempo, y por el gusto de criticar, no gozará de Dios, a menos que no haya recibido nada de los hombres de la Iglesia.

Marisa - Has llegado sonriente y ahora te veo triste.

Nuestra Señora - Marisella, no quiero estar triste, quiero celebrar contigo el aniversario del episcopado y tu fiesta; no te olvides que mañana es también tu fiesta.

Marisa - Pongamos a un lado mi fiesta, porque antes es el aniversario del episcopado.

Nuestra Señora - Yo estoy contentísima de que lo celebréis. Habéis dicho: "¡Cuántas fiestas tiene el obispo!". Sí, es verdad, pero Jesús ha dicho también: "También yo tengo muchas fiestas", por lo que es justo que también el obispo tenga muchas fiestas, porque las merece. Si queréis venir, venid; si queréis orar, orad; si queréis amar, amad; ahora sois libres; si no habéis comprendido lo que Dios ha dicho hoy no lo comprenderéis nunca, tratad de comprender. Ahora, como dice vuestro obispo, tenéis que ir a la universidad, no podéis quedaros siempre en la escuela media. Es necesario continuar adelante, adelante, adelante con mucho amor. Sólo el amor os lleva hacia delante, en cambio, el egoísmo, la falsedad, las mentiras no os hacen caminar.

Esperaba algo más para mi Jesús, durante el mes de junio.

Marisa - Adiós. Nosotros estamos dando todo lo que podemos dar. Adiós.

Roma, 20 de junio de 2001 - hora 6:50 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - He venido para felicitar a mi querida esposa, pero ante todo a Su excelencia. Han transcurrido dos años desde que Dios lo ha ordenado obispo, aunque se viene celebrando el 29 de junio. El obispo piensa que en estos dos años no ha hecho nada, pero no es verdad; ha trabajado mucho con las almas y por las almas. Ahora Dios quiere que él vaya en bilocación a los países pobres del mundo acompañando a la Madre de la Eucaristía, su hermana, Enmanuel y todos los niños, según la necesidad. Esta noche han ido a Africa y han visto el dolor, el hambre y la sed que sufren madres y niños; han visto qué quiere decir sufrir y no tener al lado quien pueda ayudar. Nuestros niños del Paraíso ayudaban, daban de beber, de comer a los que estaban muriendo; esto es un espectáculo muy triste.

Vuestro obispo está trabajando muchísimo, naturalmente no todos veis o podéis ver lo que hace, pero os lo digo Yo, Jesús, que está trabajando mucho en medio de las almas. Para él son las felicitaciones de todo el Paraíso; que pueda llegar pronto aquel día tan deseado de todos vosotros, sobretodo de Nosotros. En este momento estoy aquí en la Tierra, como Jesús-hombre. Yo, Jesús, cuando desciendo a la Tierra, como hombre, llevo los sufrimientos del mundo sobre las espaldas, como tu, Excelencia, tienes el peso de la Iglesia sobre tus espaldas.

Mis felicitaciones van dirigidas a ti, Marisella, mi esposa dilecta, aunque no las desees porque tu gran fiesta, aquella que te llena tanto, es el 13 de mayo, día en el cual, con tu sí de amor, te has consagrado a ti misma para siempre a mi Corazón.

Vosotros no podéis imaginar cuanto trabajo tienen que hacer estos dos hijos míos. Ellos son dos diamantes precioso para la Iglesia, para los hombres que los comprenden y para los que no los comprenden y les hacen sufrir, sabiendo que les hacen sufrir; no se si Dios será indulgentes con estos. Quiero deciros que la Madre de la Eucaristía se aparece sólo en este lugar o donde se encuentre la vidente. En ningún otro sitio de la Tierra se aparece mi Madre como Madre de la Eucaristía. Alguno, sin embargo, se ha adueñado de este nombre, yendo de gira por todo el mundo a hablar de la Madre de la Eucaristía, presentando a Nuestra Señora como Virgen de la Eucaristía y divulgando los mensajes que han sido dados en este lugar taumatúrgico hace algunos años.

Vosotros os preguntaréis: ¿Por qué estos tienen tantas personas que los siguen? Porque, por ahora, es la persona no buena la que triunfa. En cambio el que es bueno, que no hace sufrir, no puede reivindicar los propios derechos y calla; pero de cualquier modo Dios intervendrá. Si alguno os dice que la Madre de la Eucaristía o la Virgen de la Eucaristía, título no exacto, aparece en algún otros sitio, no debéis creerlo y tenéis que responder que desde hace años aparece solamente aquí, en el lugar taumatúrgico, a vuestra hermana, que desde que tenía dos años y medio comenzó a ver a la bella Señora, que después se presentó como la Virgen y por fin como la Madre de la Eucaristía. Este nombre es sólo vuestro, es para vosotros y para todos los que la aman.

La fiesta de hoy no es muy apreciada por todos, pero es una gran fiesta, porque recuerda cuando Dios, desde lo alto del cielo, dijo: "Yo te ordeno obispo". Esta frase es muy importante, es muy hermosa. Vosotros celebraréis al obispo el 29 de junio, Yo sé lo que desea: las oraciones, que oréis por él, a fin de que pueda hacer siempre la voluntad de Dios hasta el fondo. Debe hacer la voluntad de Dios, no sólo el que es llamado a una misión particular, sino también a todos los hombres deben hacerla, unos de un modo, otros de otro, no todos de la misma manera. Es muy hermosa y muy grande la obediencia a los que os hablan por vuestro bien, pero si el obispo tiene que decir algo que no gusta a las almas, enseguida estalla la rebelión. No, no lo hagáis así, y recordad que si hay una persona que ama verdaderamente a las almas, ésta es vuestro obispo. Mis felicitaciones son para el obispo y para Marisella; a todos vosotros aquí presentes, mando mi saludo, mi abrazo, ¿verdad Samuel? A todos un beso de parte de Jesús; os abrazo a todos y os doy gracias aunque no vienen muchas personas al lugar taumatúrgico y sois muy pocos; pero eso no importa. Lo importante es que continuéis orando, amando, soportando las maldades de los hombres y aceptando todo lo que Dios quiere. ¿Querías que perdonara a las almas, don Claudio, Excelencia Reverendísima? Las almas a salvar se han reducido a tres mil millones.

(La comunidad da las gracias a Dios, aplaudiendo)

No confundáis; he dicho que he disminuido las almas a salvar, en vez de tres mil millones y medio, el número ha bajado a tres mil millones, ésta es la condonación. ¿Habéis comprendido esto?

Don Claudio - ¿Puedo hablar, Jesús?

Jesús - Habla, Excelencia Reverendísima.

Marisa - Jesús, el obispo está como un globo.

Don Claudio - Te doy gracias, Jesús, por tu don, porque hacía días te estaba pidiendo : "Ya que tres mil millones y medio son muchos, ¿nos abonas una parte?". Tú, en tu bondad, de tres mil millones y medio lo has bajado a tres mil millones y a nosotros nos parece más cercana la meta, por esto nosotros te damos las gracias y te hemos aplaudido porque…

Jesús - Habéis comprendido lo contrario. De todas forma tenéis que aplaudir y cantar porque ahora son 1.800.000.000 las almas convertidas.

Es tan grande la alegría que tenéis en el corazón que no podéis comprender ni siquiera a vuestro Jesús. No son tres mil millones los convertidos, pero habéis hecho un bonito paso adelante. Haced las cuentas en casa, hijitos, haced el cómputo en casa, porque yo, Jesús, debo irme.

Marisa - ¿Pero dónde vas cuándo dices que tienes que irte?

Jesús - ¿Cómo qué dónde voy? Dios Espíritu Santo, Dios Padre, todos los ángeles y los Santos me están esperando, me tengo que ir.

Marisa - Vete, Jesús, y nosotros haremos las cuentas con el bolígrafo.

Jesús - ¿Es posible, Excelencia, que tu no hayas comprendido cuántas almas han quedado?

Don Claudio - ¿Mil millones ochocientas mil?, ¿mil millones setecientas? Jesús, yo soy licenciado en letras, no en matemáticas.

Jesús - Yo no tengo ninguna licenciatura, sin embargo, hago bien las cuentas.

Don Claudio - Nos dices, por favor, cuántas almas quedan para convertirse?

Jesús - Mirad que paciencia tengo esta mañana: mil millones, ponedlos a aparte, como decís vosotros, en la caja fuerte. ¿Se han convertido otras?

Don Claudio - Trescientas.

Jesús - Y hoy, Dios, os ha perdonado quinientas.

Don Claudio - Y son ochocientas

Jesús - Pero si contáis los quinientos millones perdonados, debéis llegar a los tres mil millones y medio, por tanto, ¿o contáis quinientos antes o contáis quinientos después?

Don Claudio - Han quedado mil millones setecientos mil.

Jesús - Han quedado poquitos, ánimo, hijitos, ánimo.

Don Claudio - Gracia, Jesús.

Marisa - Te quería decir una cosa, Jesús, pero es mejor que te la diga a solas.

Jesús - Pero, ¿ahora ya no me cantáis el aleluya?

Don Claudio - Sí, sí.

Marisa - Te han aplaudido, ya has visto, Jesús, no comprenden nada más cuando oyen hablar de millones.

(Marisa hace un momento de pausa)

Jesús - Ánimo, Marisella, ánimo, ¿qué te ocurre?

Marisa - Ahora me estoy emocionando yo.

Jesús - Cantad y bendecid a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, gritando con todo el Paraíso: Aleluya.

Marisa - Adiós Jesús, ¿no te esperas ni siquiera a que te dé un beso? Adiós.

Nuestra Señora - Yo, vuestra Madre, no tengo nada que decir si no es felicitar a los dos diamantes, de los que ha hablado Jesús.

Marisa - Samuel, ahora ya no canta más. Está bien, adiós.

Se ha ido rodeada por todos los niños. Pero vosotros no comprendéis nunca cuando habla Jesús.

Roma, 21 de junio 2001 - hora 6:50 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos, es vuestra Madre la que os habla. Jesús está conmovido por las reflexiones que habéis hecho. Habéis dado lo mejor que podíais dar, hablando del Santo Evangelio, hablando de Jesús. Es una gran alegría oír a las almas que se preparan a hablar con Jesús. Habéis presentado vuestras reflexiones con humildad y sencillez, gracias por el amor que demostráis a Jesús.

La Madre os invita a orar por Carol que el domingo recibirá a Jesús en su corazón. Ha venido desde Suecia hasta aquí para recibir a Jesús, porque no tienen un sacerdote como guía; no es italiana, pero es una de vosotros. Cuando reciba a mi hijo Jesús en su corazón, orad por esta criatura, por sus familiares, por todos los que buscan amor, que buscan alguien que los guíe a la santidad.

En este momento Jesús está en oración y está contento, porque le habéis hecho un gran regalo. ¿Por quién ora Jesús? Por todos los que tienen necesidad. Pero no debéis aprovecharos y pedir otras condonaciones, porque no las puede dar, de otro modo terminaría la oración, los sacrificios, los florilegios, el amor, el sufrimiento. Jesús no tiene necesidad de todo esto, puede hacerlo también él sólo, pero desde el momento que os ama, os invita a trabajar en su mies con él, así vosotros trabajáis con él y por él.

Son tantas las almas que tienen necesidad de oración, hablo de las almas de todo el mundo, de cualquier religión o raza, buenas o malas, no tiene importancia. Si cada sacerdote hablase de manera apropiada a las almas, ¡oh, cuántas gracias se obtendrían!, ¡Cuánta alegría, cuánta felicidad en el cielo y en la tierra! Desgraciadamente el trabajo por las almas deja mucho que desear, por esto os invito a continuar orando a hacer adoraciones. La oración más grande es la adoración delante de Jesús Eucaristía, sobre todo delante de la Eucaristía que ha sangrado por todos los Hombres.

Está terminando el mes de junio, ¡cuántos dones os ha dado Jesús! ¡Cuántas frases hermosas, llenas de amor, de paz, de alegría, ha pronunciado! Cuando os habla a todos, hay quien escucha de una manera, hay quien de otra, pero cada uno debe hacer el examen de conciencia.

Yo estoy mirando a mi Jesús que continua orando con el rostro surcado de dolor, también vuestro obispo tiene el rostro surcado de dolor, pero tiene mucha alegría, mucho amor, muchos deseos de salvar almas. Esta mañana en Kenia, ha bautizado al menos a quinientos. Bautizaba, hablaba de Jesús y sembraba las palabras del Santo Evangelio. ¡Qué alegría ver un amor tan grande!

Jesús esta alargando los brazos y alzando los ojos hacia el Padre celeste, orando: Padre Nuestro…

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, por vuestro amor, por vuestras reflexiones. Participad en la Santa Misa para todos los niños que mueren de hambre, por las madres y por todos los enfermos. Haced adoraciones, haced adoraciones, haced adoraciones. ¿Veis como vuestro ejemplo ha llegado hasta la televisión? Ahora transmiten por televisión, primero el Santo Rosario y después la adoración eucarística. ¿Cuánto tiempo hace que dais este ejemplo? Todos son sacados de aquí, esto os debería dar mucha alegría; vuestro ejemplo ha llevado también a los otros a hacer adoraciones; esto hace feliz a mi Hijo Jesús.

Felicidades, Carol, felicidades a todos vosotros que habéis participado, en silencio, en esta adoración.

Marisa - Adiós. ¡qué hermoso es ver orar a Jesús!

Don Claudio - Tomemos ejemplo de él.

Marisa - ¡Madre mía, estaba hermosísimo! No ha hablado, solamente ha orado.

Don Claudio - El ejemplo es tan importante como la palabra.

Roma, 23 de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Es vuestro Jesús el que os habla para daros gracias por esta jornada de adoración que Me habéis hecho. Estoy emocionado al ver lo que hacéis al constatar que esperáis con santa paciencia lo que debe suceder. Desgraciadamente, cuando hay alegrías, siempre hay alguno que hace sufrir mucho. Entonces, ¿qué puedo deciros? Permaneced en la alegría. Jesús os da las gracias por lo que habéis hecho. Poned a un lado los sufrimientos que algún alma os da. Os tengo que decir algo que a algunos no les gustará: el obispo tiene necesidad de ayuda, pero esta ayuda debe ser dada con amor, no se ha de hacer para hacerse notar, para sobresalir o como haciendo una representación. Si el obispo exhorta y os hace una amonestación, ¿cuántos de vosotros comprenden que lo hace por amor? Yo, alrededor mío, tengo muchas almas salvadas, algunas son de vuestros parientes. ¿Qué pueden pensar ellos si hay personas que dicen que aman, que ayudan y luego hacen sufrir? No son felices viendo estas escenas como no lo son los grandes fundadores de las comunidades que ven perderse a la almas de sus hijos. Esto vale para este lugar taumatúrgico y para todos los lugares, para todas las comunidades, para todas las parroquias: ¡si no se actúa con el verdadero amor, con sencillez, con silencio, casi diría en el ocultamiento, entonces es difícil obtener frutos espirituales! ¿Es tan difícil amar y amaros? Y bien, ¿qué os pide Jesús? Un poco de respeto y de amor por vuestro obispo; lo está implorando de vosotros porque habéis recibido mucho de Mi, de mi Madre y vuestra, de él y de la vidente. ¡Cuánto habéis recibido! El obispo y la vidente están implorando vuestro amor, vuestra ayuda: dádsela os lo ruego, no los hagáis sufrir. Yo y mi Madre habíamos dicho: "El que hace sufrir voluntariamente al obispo, el que critica al obispo, el que habla mal del obispo, comete pecado, porque ha sido ordenado por Dios".

Muchas personas se sienten con la conciencia tranquila, pero no es verdad. Uno se siente con la conciencia tranquila, cuando al acostarse por la noche puede decir: "He amado a todos". Si no llegáis al verdadero amor no dormiréis tranquilos, no estáis en gracia de Dios. No Me recibáis si no estáis en gracia, debéis hacer un examen de conciencia solos, ya habéis crecido, estáis en el primer año de la universidad; entonces, adelante.

Hoy es la fiesta de mi Madre y vuestra, del Corazón de la Madre de la Eucaristía. ¡Cuántas fiestas tiene también la Virgen! Tiene muchas. Hay fiesta grande en el Paraíso cuando hay almas que se convierten, cuando hay almas que aman y sufren por todos. Gozad y ved que bueno es el Señor.

Poned en práctica estas sencillas palabras dadas a una sencilla criatura y a vosotros. Junto a Mi, a la Madre, a todos los ángeles y a los Santos, a todos los niños que me rodean, alzad los ojos al cielo y gritad: Padre Nuestro…

Vosotros decís bien: Madre de la Eucaristía, ora con nosotros. Sí, la Madre de la Eucaristía ora siempre con vosotros. Oiréis algo de Jesús y de la Madre de la Eucaristía en vuestro corazón, sentiréis alguna vez el perfume de mi Madre y vuestra, el perfume de Jesús Eucaristía. Os lo ruego, mañana orad por estas niñas que reciben la primera comunión; pobrecitas, no tienen la ayuda que vosotros tenéis, orad por ellas, no pudiendo hablarles, no pudiendo hacer nada por ellas, orad. Orad también por los que hacen su obligación, orad por vosotros, el uno por el otro, por todos.

Adiós, mis queridos hijitos, os dejo a mi Madre y vuestra.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, gracias si podéis llegar a amar como Jesús ha pedido; gracias por todos los que trabajan en silencio, en el ocultamiento y con mucho amor.

Marisa - Adiós. Cuando hay adoración en la capillita yo no puedo ir porque hay mucha gente y no puedo estar en un lugar cerrado. En cambio, cuando la hacen en la basílica yo puedo bajar. Esta tarde las personas estaban en la capillita y entonces Jesús ha venido aquí y me ha dado la Comunión. Estoy aquí y escucho la Santa Misa vía radio, se que no es válida, pero oramos juntos.

Don Claudio, Excelencia, se ha ido, primero Jesús y luego ella. Hablaban siempre de amor, de amor, de amor. Por eso es este el argumento que siempre repiten.

Roma, 24 de junio de 2001 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos es vuestra Madre la que os habla. Felicidades a todos, especialmente a los que manifiestan el compromiso matrimonial y a los que reciben por primera vez a Jesús. El que recibe por primera vez a Jesús, como ya he dicho, debe hablar con Él, y tener una gran alegría, porque recibe su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. La Trinidad entra dentro de vosotros; esto es para todos. Es hermoso veros aquí reunidos celebrando el compromiso de convertirse pronto en esposos y la alegría de recibir la primera comunión.

Jesús - Soy vuestro Jesús. Este es todavía el mes dedicado a Mi. Es hermoso y me llena de alegría ver como lo habéis preparado todo para esta fiesta. Os habéis dado cuenta ciertamente que desde hace tiempo continuamos hablando de amor. Hacedlo todo con amor, aunque puede nacer algún refunfuñamiento, si algo no va bien, continuad trabajando con amor, amaos y ayudaos unos a otros.

Las cartas de Dios son muchas, muchísimas. ¡Oh, si cada día las releyerais de nuevo! ¡al menos una o dos! Son largas, pero no os llevan mucho tiempo, quitad en todo caso, un poco del tiempo a la televisión. Debéis releerlas, meditarlas y las podréis comprender mejor, si habéis oídos la catequesis de vuestro obispo.

Ahora mi Madre y la vuestra y yo, Jesús, venimos para hablaros casi exclusivamente de amor, para estar con vosotros porque, repito una vez más, este es el lugar más hermoso, el lugar que Dios ha privilegiado y nosotros estamos siempre aquí. Incluso cuando mis dos hijos no estén, mi presencia y la de mi Madre continuarán en este lugar taumatúrgico; no hay muchos lugares en el mundo donde nos hagamos presentes. Cuando mis dos hijos estén en otro lugar, nos os descuidéis de venir aquí. Seguro que hará calor, mucho calor, pero debéis aceptar todas las estaciones, el calor y el frío, aunque hoy hay un revoltijo en las estaciones, igual que en el Planeta Tierra. Sobre este Planeta Tierra, como bien sabéis por la televisión, continúan haciendo guerras, matando como si fuera un juego. El hombre creado por Dios, a su imagen y semejanza, no es respetado y es tratado como un objeto para destruir; eh ahí porque hablo siempre de amor, de amor mutuo. En los otros pueblos, el amor también falta y es peor que aquí; por tanto os invito a orar por aquellas poblaciones en las cuales no hay amor, sino sólo odio y matan con mucha facilidad.

Quiero deciros de nuevo esa frase: alegraos y gozad en el nombre del Señor. Que haya una gran fiesta hoy entre vosotros. Gracias por todo lo que hacéis aquí, en este lugar taumatúrgico, a veces bien, a veces menos bien, pero tratad de hacerlo, esto es lo importante. Si ponéis buena voluntad, esto nos gusta a Nosotros. En todas las actividades se requiere buena voluntad, pero si no hay amor, todo es inútil. Entonces, adelante, en primer lugar poned el amor, la alegría, la felicidad de dar y de hacer. Vuestro Jesús os invita a ser humildes, sencillos, pero también listos, especialmente cuando os deis cuenta que Satanás gira en torno a vosotros. Satanás puede ser cualquiera, sobretodo el que no vive en gracia. Atención, Satanás, no espera más que una pequeña rendija para infiltrarse, procurad que nunca haya esta rendija.

Felicidades a todos y en modo especial a los prometidos, a las dos señoritas que reciben mi Cuerpo.

Marisa - Todavía tengo que comprender, porque cuando acabas de hablar te pones a orar o te vas enseguida.

Jesús - Porque mi Madre piensa en todo. Yo soy su hijo y debo dejar el sitio a la Madre.

Marisa - Pero tu eres Dios.

Jesús - Sí, pero soy también el hijo de María, el hijo de la Madre de la Eucaristía.

Marisa - Adiós. Se ha ido ella. Jesús se ha quedado a orar.

Roma, 25 de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Jesús está en el centro, tiene al lado a la Madre de la Eucaristía y a San José, está rodeado de los ángeles y de los santos. Jesús está triunfante y hermoso. ¡Qué hermoso eres!

Jesús - Marisella, orad junto a Mi: Padre Nuestro, Gloria, Ave María.

Mis queridos hijos, es vuestro Jesús el que os habla. Sostenidos por la buena voluntad habéis llegado al sexto día de la novena y le en vuestro corazón la alegría de haber hecho el sacrificio o la penitencia la venir a este lugar taumatúrgico para adorarme y permanecer junto a Mi y a la Madre. Hay mucha necesidad de orar.

Muchas personas no vienen aquí porque no hay mucho gente, pero van a los lugares donde hay mucha, donde dan codazos y se amontonan el uno sobre el otro para llegar a ver algo que ya no hay. Vuestro Jesús habla de manera más difícil que la Madre, pero el que quiere, comprende muy bien lo que digo. Lástima que cuando ocurren fenómenos sobrenaturales, los hombres piensan sólo en el poder, en los beneficios, en engrandecerse y llegar a ser famosos. Me gusta este lugar porque aquí no pensáis en el poder y en tener mucho dinero, porque siempre habéis permanecido humildes y sencillos en todo y por todo; por esto vengo de buen grado entre vosotros.

He traído conmigo muchas almas salvadas, algunas han muerto hace pocos días.

Recordad: es más fácil que se salven los convertidos antes que los que dicen que pertenecen al cristianismo. ¿Los católicos? Oh, hace falta todavía tiempo para que ciertos católicos, que miran sólo el poder, puedan llegar a comprender lo que Yo quiero.

El Planeta Tierra tiene que ser como Yo deseo. Cuando Dios concede un don sobrenatural, surgen en aquel lugar muchos tenderetes y entonces, como he hecho Yo, haría falta echarlos por el aire, pero esto no es posible, porque el que tiene el poder aplasta al pobre y al débil, sabiendo que puede hacer todo lo que quiere en el Planeta Tierra, pero en un futuro, cuando sea el juicio final, estos señores no continuarán ejercitando el poder. Permaneced sencillos y humildes, en el ocultamiento. Vosotros no podéis imaginar cuanto cariño tenemos a la basílica Madre de la Eucaristía. ¿Qué es la basílica? ¿Un entoldado? No llaméis así a la basílica de la Madre de la Eucaristía. Cuando adornáis con cuidado y propiedad me conmueve y soy feliz. Procurad que esta felicidad que me dais no se cambie en sufrimiento a causa de vuestra manera de ser. Sed humildes y sencillos como lo he sido yo, ¡es tan hermoso! Yo no he tenido poder, no he sobresalido nunca, no me he enorgullecido, he tratado de hacer el bien siempre a las almas y de salvarlas. Aunque hoy la historia se repite: las personas que han sido salvadas o han tenido un milagro se han rebelado contra Mi, me han combatido. Hoy es todavía así después de dos mil años de cristianismo. ¿Qué ha cambiado? Vuestro obispo os lo ha explicado todo. ¿Qué ha cambiado desde el tiempo de los apóstoles hasta hoy? Nada, sale adelante el que tiene el poder. No, no deseéis el poder, permaneced pequeños, humildes y sencillos y sobretodo, amad.

Marisa - Ha abrazado a todos los niños.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, vuestra Madre os da las gracias si ponéis en práctica cuanto ha dicho mi Jesús y vuestro. Es hermoso lo que habéis hecho: las cartas, pero creo que todavía no ha llegado el tiempo en que las personas a quienes van dirigidas las puedan aceptar, o el que la acepta, como es habitual, tiene miedo.

Roma, 26 de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Mis queridos hijos, es vuestro Jesús el que os habla; como repite siempre vuestro obispo, debo decir lo que siento en el corazón, no puedo callar, ya callamos muchas veces. Hablo para ayudaros a comprender. Alguno continúa diciendo que, cuando muere un niño sin haber recibido el bautismo, va al limbo. No, esto no es verdad, porque sube enseguida al Paraíso y goza de la visión de Jesús y de María. Los niños en el Paraíso son muchos y son felices, gozan muchísimo y oran por sus padres. El limbo no existe. Cuando una madre pierde un niño incluso si todavía está en el vientre materno, decidle: "Vuestro ángel está en el Paraíso". ¡Cuántos ángeles, cuántas almas, cuántos santos están en el Paraíso!, son muchos. Pero el infierno está aún más lleno. Si vosotros continuáis orando podemos evitar que también otros vayan al infierno, y sí a gozar de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Cada persona que muere y viene al Paraíso está a nuestro lado. No son santos de altar, sino almas salvadas, para ellos no hay purgatorio y naturalmente no hay infierno. El infierno es horrendo, porque reina un odio continuo contra Dios; el que va al infierno continúa siendo malo y odiando a Dios, en cambio en el purgatorio están mas serenos porque saben, que, antes o después, irán al cielo. Va directamente al cielo el que ha orado siempre, sufrido y sobretodo amado. Todavía hoy repito: amaos, amad, dad sin reservas, dad con amor, sin esperar nada del hermano. ¡Qué grande es el amor, que santos vuelve el amor!

Mis queridos hijos, estáis haciendo la novena para vuestra gran fiesta, ya hemos llegado al 26 de junio. Tu, Marisella, tienes prisa de llegar…

Marisa - Sí, pero no de llegar a la fiesta, de llegar al Paraíso. Sí, he comprendido todo lo que me quieres decir. ¿Esta noche vamos a kenia?

Jesús - Sí, iréis tu, Marisella, nuestro obispo y la Madre, naturalmente.

Marisa - El obispo está un poco cansado, ¿podemos evitar el mandarle?

Jesús - No, él tiene que venir, debe bendecir a los matrimonios, confesar.

Marisa - ¿La Madre llevará la Eucaristía?

Jesús - Sí, no te preocupes. Adiós, hijos míos, adiós a todos queridos míos.

Marisa - Se han ido todos.

Don Claudio - Nos hemos quedado nosotros.

Roma, 27 de junio de 2001 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Mis queridos hijos, es vuestro Jesús el que os habla y os da las gracias por vuestra presencia. Hemos llegado al octavo día de la novena, el tiempo ha pasado y creo que los que han participado en la novena están felices y contentos de lo que han hecho; han hecho un sacrificio, pero si en el sacrificio hay amor y en el amor hay sacrificio, entonces todo es bonito. Meditad bien estas palabras: amor y sacrificio; sacrificio y amor, por todos, también por las personas que a menudo os hacen perder la paciencia. A Jesús no le gustan las carantoñas, el falso misticismo, el hablar expresado con una falsa dulzura, pero que en cambio contiene sólo dureza y hace sufrir. No os quiero así, seríais falsos, os quiero alegres, despreocupados en el momento en el que no estéis en oración y recogidos en oración cuando estéis con Jesús y la Madre de la Eucaristía. Tened la alegría, la comprensión, el amor y la caridad hacia los otros; todo lo que queráis, pero no habléis comportandoos con un falso misticismo porque no es adecuado, no es bonito. Mirad como se comporta vuestro obispo: habla, ríe, es serio, reprende cuando es necesario y hace bien porque también yo en su lugar haría lo mismo, pero os ama mucho, a todos indistintamente, como también Yo os amo, como os ama la Madre de la Eucaristía.

Hoy mi saludo es para la abuela Yolanda, que continúa llevando adelante su sufrimiento con mucho amor. Vosotros no podéis imaginar cuanto sufren, estas dos criaturas, la madre y la hija, de la mañana a la tarde y a veces también de noche. Viven un sufrimiento duro, atroz, pero lo ofrecen a Jesús, para salvar muchas almas; vosotros con la oración y ellas con el sufrimiento. Creedme, os lo repito, el sufrimiento es mucho.

Gracias por vuestra presencia, Jesús se va al Padre.

Marisa - Perdona, Virgencita, me he olvidado de decírselo a Jesús, quería encomendarte a Franco y a su familia, a María y a toda su familia y a todos aquellos niños que se han encomendado a sus oraciones; hazlo tu, ve a ver que puedes hacer, si es la voluntad de Dios.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 29 de junio de 2001 - hora 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - ¿Estáis emocionados cuando cantáis el Magnificat a mi Madre y vuestra? Creo que hay un poco de emoción y vuestro Jesús lo comprende, lo comprende todo. Delante de Mi se han arrodillado los que han sido ordenados ministros extraordinarios de la Eucaristía hace un año, del más grande al más pequeño, y si alguno piensa que no está en orden, no es verdad. Vosotros, mis queridos hijitos, estáis todos en gracia y podéis celebrar el primer año desde que os habéis convertido en ministros extraordinarios. Me habéis llevado con vosotros, habéis llevado la Eucaristía a las personas enfermas y a las que no podían acudir a la iglesia. Debéis estar contentos si vuestro Jesús os dice que todos estás en condiciones de ser ministros extraordinarios y de llevarme a las almas que tienen necesidad.

Mi felicitación es para todos vosotros, pero es natural que la más grande sea para mi obispo y vuestro, por el segundo año de episcopado, vivido entre luchas y sufrimientos, entre gozo y dolor. Esto es lo que implica la vida terrena: sufrimiento y alegría; la alegría de dar a los otros, la alegría de ayudar a las almas, la alegría de haber sido ordenado obispo por Dios. ¿Quién, después de Pedro y de los apóstoles, ha sido ordenado obispo por Dios? Tengo a mi lado a Pedro y Pablo; y, como tú dices a menudo, Marisella, son hermosos. Si te giras en torno tuyo verás que en el Paraíso son todos hermosos, somos todos hermosos; así seréis también vosotros si continuáis caminando paso a paso, hacia la santidad.

Vosotros sabéis mejor que yo, que para morir no hay edad, se puede morir en cualquier momento, en cualquier hora y a cualquier edad, por tanto debéis estar siempre dispuestos a llegar a la santidad, ¿verdad Pedro y Pablo?

Marisa - Sí, ellos sonríen. Eran dos bribones, después se convirtieron en santos, aunque también nosotros somos ahora bribones y luego podemos convertirnos en santos.

Jesús - Mi felicitación, Excelencia Reverendísima, es para ti, por todo el amor que tienes hacia las almas. Alguno canta para ti. Los niños cantan y continúan cantando, giran alrededor mío y dan gloria. Yo estoy aquí con todos los niños, los ángeles, los santos y las almas salvadas. Marisella, ¿querías saber de Emilio?, ¡Emilio está aquí!

Marisa - ¿Emilio? ¿Quién? ¿El hijo del doctor Prisco?

Jesús - Todas la personas salvadas también los últimos que se han muerto en estos últimos tiempos, están aquí conmigo. Está mi Madre y vuestra, está mi padre, que en los libros es llamado padre putativo. Este nombre tampoco me gusta a Mí, prefiero llamarlo papá, como le llamaba de niño.

Mis queridos hijos, aquí presentes, amad a vuestro obispo, incluso si alguna vez le hacéis un poco… y os hace quitar el mantel durante la misa porque está sucio; esto no debe suceder. El altar debe estar siempre colocado, limpio, en orden. Estas no son recomendaciones que deba hacer Yo, hombre-Dios, porque alguna vez también mi Madre y vuestra, os ha reprendido por esto.

¿Os habéis dado cuenta que para la adquisición de flores, la providencia no ha faltado nunca?, por tanto todo debe estar en orden, limpio y si alguno no puede venir para hacer la limpieza, que lo diga a otro. ¿La capillita es pequeña? ¿Vosotros queréis la Iglesia Madre de la Eucaristía grande? Y si después no la limpiáis, ¿Qué hacemos? ¿La demolemos?

Marisa - Yo no he visto el mantel, pero si Su excelencia ha hecho lo que ha hecho, quiere decir que realmente estaba sucio.

Jesús - El obispo quiere la iglesia y el altar en orden y es justo, porque donde es colocado mi cuerpo debe estar todo bonito, limpio y siempre en orden. No quiero alargarme más, tengo la alegría de desearos una vez más buena fiesta a todos, a su Excelencia Monseñor Claudio y a todos los ministros extraordinarios. Me repito: estáis todos en gracia para celebrar el primer aniversario de ministros extraordinarios. Me llevo a los niños y me retiro dejando el sitio a mi Madre.

Marisa - ¿Se va? ¿No me dice nada a mi?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, es vuestra Madre la que os habla; poned en práctica todo lo que ha dicho Jesús.

No llores, Marisella, ¿por qué te emocionas?

Marisa - No lo sé, estoy preocupada por tantas cosas.

Nuestra Señora - Pero no te preocupes. Gracias a aquel que ha sabido pintar tan bien el cuadro. Gracias a todos vosotros por cuanto hacéis por esta iglesia, por esta basílica. No repito todo lo que ha dicho Jesús, pero el mantel estaba verdaderamente sucio.

Marisa - Está bien, pero ahora basta.

Nuestra Señora - Lo digo como Madre, para tocaros un poquito la moral. Haced todo lo que ha dicho Jesús. Pedro y Pablo se han quedado aquí a mi lado, os admiran y admiran la fuerza que tiene vuestro obispo de sacar adelante él sólo esta misión tan grande, tan combatida por los hombres de la Iglesia, tan escondida, porque no quieren comprenderla. Tiene, junto a vosotros, un pequeñísimo rebaño que, a pesar de todo, lo ama muchísimo.

(Los niños presentes cantan y juegan)

¿Veis como los niños, a su manera, dan gloria a Dios y están felices y contentos? A veces lloran, a veces cantan. También vosotros debéis hacerlo así, volveos niños, no miréis la edad; también yo tengo una bonita edad, pero en el campo espiritual sois todos jóvenes, todos hermosos si queréis, pero debéis vivir siempre en gracia de Dios y entonces la edad no cuenta, ¿verdad abuela Yolanda? Es necesario sólo estar unidos a Jesús, orar, amar, amar muchísimo, como habéis hecho durante esta novena en la cual habéis sido verdaderamente buenos, por esto merecéis que dos mil millones de almas se hayan convertido. No os debéis parar, vosotros sabéis que la meta final es cada vez más difícil por cualquier cosa, haced todo lo posible; no os digo que hagáis siempre novenas, adoraciones, porque os cansaríais, pero si lo hacéis, mejor.

Marisa - Tu nos dices que no hagamos, pero que si lo hacemos, es mejor, y nos pones en un aprieto, porque ¿uno qué hace? Entonces, ¿nos permites que vayamos a descansar un poquitin?

Nuestra Señora - Si, pero tu debes hacer lo que te ha dicho el médico, ¡recuérdalo!

Marisa - Hago lo que ha dicho el médico, de todos modos, ¡tengo que obedecer siempre a todos!

Nuestra Señora - Ánimo, felicidades a los ministros extraordinarios, como ha dicho Jesús, estáis todos en gracia para poder celebrar este aniversario. Felicidades vívisimas a mi amado obispo, Su Excelencia Monseñor Claudio, felicidades y gracias por todo lo que haces por la Iglesia, por las almas, en el ocultamiento, en el silencio, como quiere Jesús, porque es así como se salvan las almas, en el ocultamiento y en el silencio.

Marisa - ¿Ellos no hablan?

Nuestra Señora - No tienen permiso de Dios.

Marisa - Los santos son muy feos en las imágenes y sin embargo son hermosísimos en el Paraíso. Además no son bajos, son altos.

Nuestra Señora - ¡Los niños tienen mucha alegría al jugar juntos!, ¿verdad Jacobo? ¿Por qué ya no le manas el beso a la Virgencita? Tu eres grande, mientras Samuel y Enmanuel son pequeños aún, pero cantan bien también ellos.

Gracias a todos por la novena que habéis hecho a mi hijo Jesús. ¿Habéis visto que cuando queréis, sabéis dar, sabéis hacer, y en poco tiempo habéis llegado a dos mil millones de almas convertidas? Tened bien impreso este número, es muy importante.

Mis queridos hijos, sé que hoy celebráis también la clausura del año social; asimilad en vuestro corazón lo que habéis oído, leed durante el verano, también en vacaciones, un poco del evangelio. ¿Habéis comprendido que el niño, el otro día, leía el evangelio a los niños? Hacedlo también vosotros, no os avergoncéis, para leer una página del evangelio no hace falta nada, así podéis almacenar cada vez más, cada vez más, y quizás en septiembre seréis más expertos que vuestro obispo.

Don Claudio - ¡Ojalá!

Marisa - Jesús le pone siempre dentro las palabras y él, de cada palabra del Evangelio, hace un poema. Cuando dice: "¿Tenéis algo que decir?", ¿qué decimos?

Nuestra Señora - Está bien, entonces buena fiesta por la clausura del año social. Haced la comida fraterna, que sea verdaderamente fraterna, ¡os lo ruego! Celebrad en buena armonía todo lo que podáis, porque entre vosotros hay quien tiene dolores morales, quien tiene dolores físicos, quien tiene los dos, pero hacer una sonrisa a todos es bonito y da alegría.

Alegraos y gozad en el nombre del Señor.

Junto a mi obispo y vuestro bendigo este anillo que tu, Don Claudio, llevarás al dedo, siempre, y por esto sabrán que tu eres el obispo de la Madre de la Eucaristía.

Ánimo, Marisella, pónselo en el dedo del obispo.

Marisa - Me da vergüenza.

Nuestra Señora - Os bendigo a todo, bendigo a los niños y mando un beso a todos los niños presentes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Buena Santa Misa a todos y felicidades de nuevo a todos.

Marisa - Adiós.

Mensajes de Julio de 2001

Roseto degli Abruzzi (TE), 15 de julio de 2001 - h.7:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Es importante cantar el himno al amor, pero es más importante amar. Hoy, por vosotros, hay en el Paraíso una gran fiesta que ningún hombre de la Tierra puede comprender. Os doy gracias por todos los sacrificios que habéis hecho para venir a celebrara nuestros dos hijitos tan queridos de Dios que están llevando sobre sus espaldas un peso muy grande.

Deciros gracias parece casi no deciros nada, pero lo dice todo. Muchas gracias, gracias porque estáis todos presentes.

Esta mañana he hecho el recuento de cuantas alma se han convertido durante casi treinta años en los que mis dos hijitos han vivido juntos, con mucho sacrificio, amor y sufrimiento. He dicho que tenía que computarla Felipe, pero él no estaba presente. Ahora están presentes dos licenciados en ingeniería.

Marisa - Sí, pero no son buenos haciendo cuentas.

Nuestra Señora - Yo he dicho lo que tenía que decir. Hemos llegado a un buen número de almas convertidas, gracias, sobretodo, a vosotros dos, porque en estos años habéis dado muchísimo a las almas y no os habéis pavoneado nunca, ni enorgullecido, no habéis tratado nunca de sobresalir, habéis permanecido siempre en el silencio y en el ocultamiento. Yo dije en una carta de Dios que cada vez que celebras la Santa Misa, mi querido Obispo, salvas un alma. En vuestros viajes, en vuestro peregrinar de una ciudad a otra y de una nación a otra, sembrando rosarios y oraciones por doquier, habéis salvado muchas almas. Hoy estáis de vacaciones, podríamos decir, pero ¿quién comprende cuánto estáis sufriendo y lo que estáis pasando? No quiero hablaros siempre de sufrimiento, sino también de alegría, aunque a veces parece difícil verla, sea en vosotros dos, mis queridos hijitos, sea en los jóvenes. Incluso ellos están muy agobiados por los exámenes, por el trabajo y por muchos otros sufrimientos y preocupaciones. Sé que es difícil, a veces, inclinar la cabeza y decir: "Sí, mi Dios, lo hago todo por ti". Pero estas dos joyas mías lo han hecho, aunque hayan refunfuñado, soplado, llorado y casi se hayan rebelado, después han continuado adelante porque el amor vence cualquier cosa.

Recordad que llegar a tres mil millones de conversiones no es poco, pero los que tienen que convertirse todavía, son, me atrevo a decir, lo peores hombres que se encuentran sobre la Tierra. Es, por tanto, tiempo de intensificar la oración y el sacrificio. Donde quiera que estéis, orad y ofrecedlo todo al Señor; será Él el que decida cuando llegará el momento, así como lo ha decidido por Teresa por la que tu, Marisella, has orado mucho y como decide por tantas otras personas; si es la voluntad de Dios, la gracia llega, pero es sólo Él el que decide cuando.

Yo no tengo palabras para daros las gracias por lo que habéis hecho hoy y que continuaréis haciendo. Aunque estéis lejos el uno del otro, continuad orando y sobre todo amándoos. Desgraciadamente en esta gran fiesta hay alguna nubecilla rondando: si habéis recibido tanto, debéis también dar; no se puede solamente recibir. Lo que deja a desear en algunos es la insinceridad, la mentira, el sobresalir y el enorgullecerse; repetiré hasta el infinito que desgraciadamente, también entre vosotros suceden estas cosas. Deseo que poco a poco comprendáis que es necesario ser sinceros, leales, decir siempre la verdad, incluso si a veces puede hacer sufrir mucho. Os repito una vez más que los padres no son aquellos que os engendran, sino los que os aman, los que os llevan adelante y que dan todo su amor con tal de ayudaros. Esto vale para todos los que aman a mi Hijo Jesús, que ahora desciende junto a Dios Padre y a Dios Espíritu Santo en medio de vosotros.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo..

La Trinidad está aquí presente para bendeciros, mis queridos hijitos.

Jesús - Yo, Jesús, dentro de poco vendré en medio de vosotros durante la Santa Misa y entraré en el Obispo; Yo y él formamos una sola cosa, porque el amor es grande, el amor se cimienta. Bendigo a los niños y permitidme que bendiga a la abuela Yolanda que con una fatiga y un sufrimiento que no podéis comprender, continúa sembrando oraciones sobre la Tierra por mis dos queridos hijitos. La Iglesia se apoya también sobre ella, como se apoya también sobre vosotros, de manera más leve para algunos y un poco más pesada para otros, porque esta es la voluntad de Dios.

Marisa - Sí, he comprendido.

Nuestra Señora - Dejad cantar a los niño, recordad que no molestan nunca, son los adultos los que perturban. Hoy debo dar las gracias también a Yolanda, que se ha prestado a ayudaros para la celebración y a Juan, que en silencio y en el ocultamiento, trata de dar siempre. Todos habéis dado algo, quien en un modo, quien de otro. Vuestro Obispo se ha dado todo a sí mismo por vosotros. Sé que tu no quieres que lo diga, Marisella, pero también tú te das a ti misma por tu jóvenes, por los niños pequeñitos y por tantas almas que sufren. Me encomiendas siempre a todos, aunque no los conozcas y esto Dios lo aprecia mucho.

Marisa - Querría saber si hemos llegado a tres mil millones.

Nuestra Señora - Todo vuestro trabajo de estos treinta años os hacen llegar a los tres mil millones de conversiones, pero lo que queda es el trozo más difícil, más comprometedor, precisamente porque los grandes hombres además de no convertirse, tratan de arruinar a los que se han convertido. Hoy hemos llegado a tres mil millones de conversiones.

Marisa - ¿Qué debemos hacer por los otros que han quedado?

Nuestra Señora - Vosotros sabéis que también en las pequeñas cosas terrenas lo que queda es siempre duro y más difícil. Ahora es el momento de intensificar la oración porque los que aún tienen que convertirse son los más duros. Entre ellos están, sobretodo, los que celebran la Santa Misa, sólo porque tienen que celebrarla y no están en gracia de Dios y los que reciben a Jesús in estar en gracia.

Marisa - Pues entonces, ¿qué tenemos que hacer?

Nuestra Señora - Continuad, la Iglesia se apoya sobre las espaldas de vuestro Obispo, de la vidente, de la abuela Yolanda y de todos vosotros, quién más, quién menos. Hay quien puede dar mucho y quién menos, pero todos tratáis de un modo u otro de ayudar a esta pobre Iglesia, en la que parece que haya muchas almas, pero sí los que celebran la Santa Misa no creen…

Querría mandar un abrazo a Jacobo, a Samuel y a Enmanuel, porque Dios ama mucho a los niños, sus niños.

Mis queridos hijos, el tiempo corre y vosotros tenéis que volver a vuestra casa; un gracias de parte de todo el Paraíso por lo que habéis hecho. Gozad de estos tres mil millones de conversiones a las que se han llegado sobretodo gracias al Obispo y a la vidente. Pero vosotros no sabéis que la mitad de las conversiones de este último momento están sobre las espaldas de una señora de 95 años, por lo que ha hecho y por cuanto ha sufrido. Mis felicitaciones son para todos porque es la fiesta de todos, en el Paraíso, como aquí entre vosotros. Durante el camino de regreso, continuad orando, hablando y dando gloria a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo a vosotros, a vuestros seres queridos, a los niños y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Marisa - Todos juntos están bendiciendo…

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Hijo, de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Mensajes de Septiembre de 2001

Frontignano (MC), 8 de septiembre de 2001 - Natividad de la Bienaventurada Virgen María (Carta de Dios)

Marisa - ¡Eres pequeña! Ahora llega ella de grande. ¿Qué ha decidido Dios?

Nuestra Señora - Todavía no se ha pronunciado, pero debo decir que los adultos han orado muchos por muchas intenciones y esto le gusta a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. A pesar de todo eso mi corazón está muy afligido por lo que sucede en el mundo. ¿Habéis visto? Incluso luchan entre sí miembros de diversas religiones; también los niños luchan y los grandes hombres están cómodamente sentados y pensando solamente en sus intereses. Mis queridos hijos, si queréis, podéis dar mucho más. Podéis ayudar a este mundo tan corrupto. Cada día espero con las manos abiertas que alguno me entregue su corazón, para que lo lleve a Jesús, pero cada día mis manos permanecen vacías. Muchos dicen: "A mi no me ha tocado, yo trabajo, hago mi deber" y esto que sucede en el mundo no impresiona a nadie. Recordáis cuando os decía: "Orad, orad, no os canséis nunca de orar" y os invitaba a hacer coloquios con Jesús? ¿Cuándo llegará a convertirse este mundo creado por Dios? Yo voy cada día a Dios a pedir: "¿Me dejas ir con ellos?", pero Él espera oraciones, oraciones, oraciones. Hay personas que oran sólo para hacerse ver, y después dicen mentiras y no son honestos. Entonces, ¿qué hace falta hacer por ellos? ¿Llamarles la atención muchas veces? Sí, Jesús ha dicho que perdonáramos setenta veces siete, pero también ha dicho: "Cuando hayas hecho lo que tenías que hacer, lávate los pies, sal de casa y ve a otra parte a hacer el bien". Excelencia, sé que esperas personas que te ayuden, que amen verdaderamente con el corazón, pero es tan difícil, porque basta que una persona te esté más cercana o que esté una semana a tu lado para darte cuenta que no va bien.

Habéis subido demasiado alto y ¿quién os sigue tan alto? Algún joven, no todos; y algún adulto, no demasiados.

Marisa - Perdona, ¿me permites una palabra? Bajamos, no caemos, así estamos al mismo nivel que ellos. Naturalmente, no queremos decir mentiras, ser deshonestos, sólo bajar un poquito abajo. Si Dios nos ha llevado tan alto, ¿qué tenemos que hacer? ¿Sabes que a veces nos parece que la culpa sea nuestra cuando descubrimos que las personas no tienen la conciencia tranquila? Se ofenden, lloran, no podemos decir nada.

Nuestra Señora - Vuestro deber es exhortar a todos. Excelencia, cuando algo no va bien, haces bien en reprochar, incluso, a los que ayudan económicamente y de otro modo. El inicio del año será muy duro para vosotros. Los ángeles vienen a ayudaros, yo los veo; vosotros no los veis, pero sentís esta ayuda. Nadie puede salir adelante durante treinta años solo. ¿No pensáis que Jesús, yo y los ángeles os damos la fuerza y el coraje de seguir adelante? Dios, ciertamente me dejará venir al menos por vosotros dos, para ayudaros, para guiaros. Dios es bueno, Dios es grande, es Santo, es amor y me ha dicho tantas veces: "María, ves con mis hijos"; pero aún no hay respuesta en alguno de vosotros. Ayer me dijo que hoy vendría. Lo sé, el camino es duro y difícil. El que es sincero, leal, honesto, sufre continuamente porque ve en torno así personas que no lo son. Excelencia, tu amor por las almas es grande, es hermoso y a Dios le gusta todo esto. No tienes fuerzas, estás cansado, no pienses en el mañana. Vosotros, mis dos hijitos, prometidos, casi esposo, ayudad a vuestro Obispo. Estas son caricias maternas, porque yo os amo. Si os digo estas cosas es porque os amo, de otro modo me quedaría arriba a gozar de mi Todo, cantando con los ángeles y los santos. ¿Ves, Marisella, qué pequeñito era mi vestido?

Marisa - Quiero hacerte una pregunta: el segundo cabello…

Nuestra Señora - Marisella, aquel lo ha traído el demonio para haceros caer en una trampa, pero vosotros no habéis caído. Animo, celebrad mi Natividad con la Santa Misa y una comida muy, muy…

Marisa - ¿También sabes esto?

Nuestra Señora - Sí, pero os quiero ver sonrientes, alegres. Apoyaros el uno al otro como habéis hecho siempre y seguid adelante. Siento la necesidad de ver a mis jóvenes todos juntos con vosotros. Preparad el triduo para la exaltación de la Santa Cruz y en recuerdo del primer milagro eucarístico. Están María niña, mi amado esposo José, Jesús y todos los ángeles y santos.

Roma, 12 de septiembre de 2001 - h.6:35 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Te ha dicho Dios que vengas?

Nuestra Señora - Sí, he venido con el permiso de Dios para felicitar a todas las que se llaman María y por tanto también a ti, Marisella, porque tu nombre es María.

Marisa - Espera, déjame reponerme de la sorpresa, porque temía que no vendrías.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, he venido para suplicaros que oréis por la paz en el mundo, esta vez hacedlo verdaderamente con todo el corazón, porque el peligro es grande. El domingo dije a vuestra hermana que estallaría otra guerra, acosados por personas malvadas que quieren destruir la humanidad.

Esto ha ocurrido y vosotros sabéis de qué forma. Cuando os decía que oraseis por la paz, no me refería solamente a la vecina Yugoslavia, sino en todo el mundo, porque hay muchas guerras. Esto que ha ocurrido en los Estados Unidos es peor que una guerra: han sido muertos mujeres y niños para vengarse de no se sabe qué cosa. Recordad que cuando Dios habla no exagera nunca, antes o después lo que dice sucede. Vosotros que ya habéis orado tanto para evitar la guerra y por el Santo Padre, continuad orando, haced de este modo que todo se calme y que vuelva la paz. Pensad en aquellos millares y millares de personas muertas y en los niños que se han quedado huérfanos. Dios me ha enviado para deciros que oréis, no recitando tres o cuatro rosarios, sino viviendo en gracia cada minuto, porque vosotros nos podéis saber en que momento el hombre podría decidir matar todavía.

Marisella, oye a tu Enmanuel.

Marisa - Si, lo oigo también a la madre, porque me has dado la posibilidad de salvarlos.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, ¿puedo contar con vuestras oraciones por la paz en todo el mundo? Esto que ha sucedido no atañe solo a los Estados Unidos sino a todo el planeta. Si estaba una nueva guerra, entonces habrá verdaderamente llanto, destrucción y muerte; no esperéis que estalle para orar, para amaros, para haceros una sonrisa y poner en práctica lo que os he dicho siempre: no digáis mentiras, no os sintáis los primeros, poneos siempre en el último lugar y Dios os llevará al primero. He querido felicitar a las que se llaman María, porque Dios lo ha decidido así.

Marisella, los ángeles y los santos me han acompañado siempre, pero ahora estoy sola porque cuando uno está solo, sufre más y puede ofrecer este sufrimiento por la paz. También para ti es así, porque tienes necesidad siempre de una persona amiga cerca; entonces cuando te sientas sola, ofrécelo todo por la paz.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Orad, orad, y amaos mucho, no juzguéis, no penséis solamente de vuestros asuntos, sino de todo el género humano, que hoy llora por la muerte de muchas madres y de muchos padres y porque muchos niños se han quedado huérfanos. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro -¡si todos los obispos fuesen como el vuestro!- os bendigo. Os llevo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Bendigo a los niños que están lejos, a los jóvenes y a los adultos que no han podido venir por motivos válidos.

Sí, Nicolás, dale un besito a tu primito.

Id en la paz de Dios padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Gracias por haber venido, ¿te ha dicho Dios si podrás venir siempre?

Nuestra Señora - No, todavía no me ha dicho nada; hoy me lo ha permitido y por tanto he venido.

Marisa - Nosotros hacemos lo que podemos, hacemos lo mejor que sabemos. Deberías aparecerte en todos los rincones del mundo, así la gente sabría como comportarse. Adiós, adiós. ¡Don Claudio!

Don Claudio - Te has quitado un peso de encima.

Marisa - ¡Ha venido!

Roma, 14 de septiembre de 2001 - h.9:10 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Jesús levanta la cruz, como signo de victoria.

No nos hagas sufrir, nosotros esperamos siempre tu venida, aunque no la merecemos, pero hacemos todo lo posible. Te lo ruego: pide a Dios Padre que te deje venir siempre entre nosotros.

Nuestra Señora - Aunque hoy Dios Padre me ha dicho: "María, ves con mi pequeño rebaño", después ha añadido otra cosa.

Marisa - Tu vas siempre ante Dios Padre. Hoy no está sola, estás acompañada por todos y Jesús lleva la cruz en alto.

Nuestra Señora - Oremos todos juntos, dirigiendo la mirada a la cruz y recordando que hoy es el sexto aniversario del primer milagro Eucarístico. ¡Qué gran don os ha hecho Dios y cuántas gracias habéis recibido! Cada uno en el propio corazón puede preguntarse si ha merecido todo esto. Seguid adelante tratando de cambiar, de corregiros y de ayudaros unos a otros.

(Se ora junto a Nuestra Señora)

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia y por el sacrificio que habéis hecho al venir a este lugar taumatúrgico; recordad que todo sacrificio traerá alegría. En torno a mí están los ángeles y muchos niños, que con una sonrisa celestial me miran a mí y a cada uno de vosotros; están presentes mi amado esposo José y Jesús, que levanta la cruz como signo de victoria. Todos los ángeles y santos han venido conmigo. Me gustaría tanto arrancar de Dios la gracia de continuar viniendo aquí siempre, por vosotros, por mi y por todos los hombres. La cruz es victoria, vida, alegría, es todo, no debéis mirarla como algo feo y doloroso. Hoy es la fiesta de la exaltación de la cruz. ¿Quién de vosotros estaba el día del primer milagro Eucarístico, cuando mi Hijo Jesús Eucaristía salió del costado del crucifijo y vino entre vosotros? Tratad de hacer un examen de conciencia y preguntaos: ¿Cuántas gracias nos ha hecho Dios?, ¿cuántos milagros? ¿cuántos dones?, ¿merecemos todo esto?".

Todos los días voy ante Dios Padre a pedirle el permiso de venir entre vosotros y hasta ahora cada vez, me ha dicho: "Ve, María". Lo dice con tanta dulzura y con tanto amor, porque Dios os ama a todos, también a los que en este momento viven en el sufrimiento, sea físico sea moral. Dios es amor y, como ha sucedido para Jesús crucificado, también vosotros, al final seréis exaltados y gozaréis.

Quiero recordaros un acontecimiento por el cual habéis sufrido tanto en 1999. Dios aplazó lo que había prometido, también para que no tuviera lugar la catástrofe que había revelado en secreto a vuestra hermana. Al cabo de dos años esta catástrofe ha llegado. Debéis preocuparos también vosotros, porque lo que ha sucedido atañe a todo el mundo. Os pido que oréis para que Dios aleje el peligro de la tercera guerra mundial y ayude a las personas que sufren. Los que hicieron aquel acto de destrucción no son hombres, son peor que los animales. Antes o después saldrán al descubierto, son personas malas que matan por el placer de matar. Por este motivo, desde 1999 hasta hoy he pedido muchas veces que orarais por la paz. Las guerras no han acabado, sino que continúan, vosotros lo sabéis cuanto está ocurriendo, pero no lo sabéis todo. Ánimo, mis queridos hijos, si Dios os invita a venir a orar a este lugar taumatúrgico hay un motivo y vosotros tenéis que obedecer a Dios y escucharlo, como yo he hecho siempre.

Pensad cuantas familias han sido destruidas y cuantos niños se han quedado huérfanos.

No quiero afligiros más, los medios de comunicación dan las noticias, aunque no son nada en comparación a lo que verdaderamente ha ocurrido.

Alegraos juntos por la exaltación de la Santa Cruz y orad. Como Madre, junto a este niño que tengo al lado, quiero felicitar a Jacobo. Felicidades Jacobo, un beso de la Madre y del niño que te mira y sonríe. A los niños y a los ancianos se les puede felicitar. Cuando eras pequeño, pequeño, Jacobo, mandabas siempre un beso a la Virgencita, ahora que te has vuelto más grande y vas a la primaria ¿no le mandas un beso y a este niño que está delante?

Felicidades a todos los primitos y a todos los niños.

Os dejo, mis queridos hijos, con la amargura en el corazón por lo que ha sucedido en este planeta Tierra. Cuanto más avancéis, peor será la situación. Os dejo, pero os llevo siempre en mi corazón, porque sois todos mis hijos. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados.

Bendigo a los pequeños niños: hay quien llora, quien canta quien chilla; bendigo a todos los enfermos. Os cubro a todos con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Orad a Dios, para que me deje volver entre vosotros como en el pasado. Que se haga siempre su voluntad.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Se ha ido. Hoy no ha venido sola como el 12 de septiembre, estaban todos.

Roma, 23 de septiembre de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te necesitamos. Ya sé que somos un pequeño rebaño que a veces se tambalea en todas direcciones, pero te amamos. Gracias por haber venido, porque ¡es muy duro no verte! Te encomiendo a todas las personas que se han confiado a mis oraciones; no nos dejes solos, porque no podemos seguir adelante, contigo tenemos más fuerzas y más ánimo.

Nuestra Señora - Mi querida Marisella, tu conocías el secreto desde el principio de 1999 y no podías hablar con nadie. Tenías este gran drama dentro de ti, y cuando se ha realizado, te has dado cuenta cuan tremendo era. Cuántas personas se han vuelto en contra de Dios: "Dios primero dice una cosa y después hace otra. Dios promete y no mantiene". Tu que conocías el secreto has tenido el coraje de decir: "Es necesario abandonarse a Dios, es necesario obedecer a Dios, Dios sabe lo que hace", estas palabras tuyas me han conmovido.

Yo no he aparecido algunas veces en el lugar taumatúrgico, no por castigaros, sino para invitaros a hacer penitencia y sacrificios por la paz. Por otra parte, si hubiese venido, os habría hablado de la guerra y os habría pedido que orarais por la paz. Ahora, ¿qué puedo deciros? No tengo nada bonito que deciros, sino es repetiros: "Convertíos, quitad los corazones endurecidos y sustituidlos con corazones de carne". Esta guerra es una de las más brutas y será larga y dolorosa. No debéis pensar que no seréis tocados, ya que estáis en Italia: pensad en orar, en hacer sacrificios y adoración eucarística lo más que podáis. Muchos de vosotros hacen adoraciones e incluso a menudo, pero los otros, ¿por qué no responden? ¿Quizás esperan que primero llegue a Italia algo malo para invocar la misericordia de Jesús y arrastrar las rodillas hasta el altar delante del tabernáculo? Preparaos antes, orad antes por vosotros y orad por aquellas madres que se han quedado viudas y por los niños que se han quedado huérfanos. Esta es una guerra sucia, de venganza y de rabia; aunque digan que es de justicia, porque hay mucha rabia en ellos e incluso la alegría de ganar la guerra, porque vosotros sabéis bien que quien gana la guerra gana también mucho dinero. Y estamos siempre en el mismo punto: trabajan y hacen la guerra por el poder y por el dinero, sean los grandes hombres políticos, sean los grandes hombres de la Iglesia. La Madre ha venido para estar un poquito con vosotros, pero no tiene noticia buenas que daros. Vosotros, que ya habéis arrancado tantas gracias de Dios, continuad arrancando todavía más, no esperéis siempre que vuestro obispo os apunte y os diga: "Haced esto o haced lo otro". Debéis tomar la iniciativa y decir al obispo: "Excelencia, queremos hacer la vigilia, queremos hacer el ayuno, queremos hacer adoración Eucarística", tenéis que estar dispuestos a todo. Y en cambio ¿qué ocurre?, sólo el Obispo está siempre dispuesto a hablaros, a indicaros lo que tenéis que hacer, que os estimule; esto no es bonito, porque habéis crecido y tenéis que hacerlo solos, es tiempo que hagáis cosas solos. Cuando encontréis personas que ya no vienen más al lugar taumatúrgico o no van siquiera a la iglesia, decidles estas palabras: "No esperéis que llegue la guerra a Italia para arrastrar las rodillas hasta delante del Santísimo; oremos antes".

No tengo nada más que añadir, mis queridos hijos, sino deciros que os amo, y también cuando no venga más, os amaré siempre; recordad que también Dios os ama, porque es Él el que me envía. Ánimo, ánimo, me dirijo especialmente a las personas que son fuertes, que todavía tienen la posibilidad de caminar, de continuar adelante, de orar. haced todo lo posible, arranquemos esta gracia a Dios para todo el mundo, de otro modo habrá guerra en todo el mundo y será una guerra dura y difícil. Volvamos al secreto de Fátima y razonad. ¿Cuántos años habéis esperado para conocer el secreto de Fátima? Si no era malo, ¿por qué lo han tenido oculto y no lo han revelado? Lo que han revelado no es el secreto. Si no era malo, no había ningún motivo para ocultarlo. Repito, si el secreto no era malo, ¿por qué ocultarlo? Ánimo, mis queridos hijos, ánimo a todos.

Hoy vuestra hermana no ha podido bajar con vosotros, porque no está bien y, justamente, por prudencia, el Obispo le ha ordenado que permanezca en casa, pero esto para ella es duro, porque le gusta estar junto a vosotros, en medio de vosotros; desgraciadamente su salud tiene altos sy bajos, más bajos que altos.

Mis queridos hijos, Dios me ha enviado y he venido, si tuviese que decirme que viniera todos los días, yo estaría todos los días con vosotros, pero ahora Él pide penitencia y sacrificio a vosotros que no me veis y a vuestra hermana que me ve y que no me verá por mucho tiempo; será para ella un largo sufrimiento, y cuando sufra la pasión estará sola, no estaré yo a su lado, sufrirá muchos dolores sola, por tanto para ella será penitencia y sacrificio. El que pueda que haga adoración, vigilia, ayuno; tenéis que decidir solos, sois grandes para valorar si podéis hacer ayuno.

Gracias por vuestra presencia. Creedme, incluso si no vengo, os amo muchísimo. Os doy gracias si podéis hacer lo que la Madre os ha dicho. Arranquemos la gracia de la paz a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Excelencia, ánimo, a ti te parece que la victoria sea muy lejana, pero cuanto todo acabe y tu triunfes, entonces habrán muchas personas fuera de la puerta y no habrá lugar para ellas.

Abuela Yolanda, coraje, hija mía, tu sufrimiento junto al de tu hija es muy grande, aceptándolo conseguís salvar aquellas pobres criaturas que se han quedado solas, sin el padre, sin la madre; vosotros dad una gran ayuda con el sufrimiento y la oración. Gracias.

Bendigo todas aquellas personas que se han quedado sin padre, sin madre; bendigo a todos los americanos y a todos los países extranjeros.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Tienes que ponerte el nebulizador, sino no saldrás de esta situación.

Marisa - Está bien. Adiós. ¿Bajo para la Misa?

Nuestra Señora - No, no puedes.

Marisa - Está bien, tu obedeces a Dios, yo te obedezco a ti y al Obispo. Tengo que obedecer a todos.

Nuestra Señora - Adiós, tesoro de Mamá.

Marisa - Adiós, pequeño. Adiós. Un momento, perdona Virgencita, ¿piensas que tardarás en volver?

Nuestra Señora - No lo sé, cuando Dios me lo diga, yo vendré, estate tranquila, seguro que no digo que no a Dios, por tanto estaré presente cuando Dios lo diga. Adiós, hija mía, adiós Marisella.

Marisa - Adiós, te doy otro beso. Muy bien, vuelvo a hacer la señal de la cruz. Sea alabado Jesucristo.

Nuestra Señora - Felicidades y buena Santa Misa a todos.

Marisa - Se ha ido.

Roma, 30 de septiembre de 2001 - h.10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sí, estoy sonriente por vosotros, pero sabéis que desgraciadamente la guerra continúa y los medios de comunicación y la televisión no cuentan casi nada de lo que está sucediendo realmente en el mundo. Por esto Dios me ha dicho: "Ve, María, suplica a todos mis hijos que oren por la paz en el mundo". Este es un momento muy difícil, pero sabéis perfectamente que muchas desgracias han sido evitadas con vuestra oración. Tenéis que tener mucha paciencia y mucha fe al orar por la paz. Muchos niños se han quedado ya huérfanos, muchas madres se han quedado solas, muchos padres han muerto por culpa de esta guerra tan atroz y de estos terroristas que matan sin piedad. Neutralizar a un terrorista es muy difícil y capturado uno, aparecen otros cien. Por otra parte, ¿os cuesta orar, mientras hacéis las faenas de la casa, cocináis o vais en coche? Elevad un Padre Nuestro a Dios Omnipotente así todo será más fácil. La Madre ha venido para deciros solamente esto; ¿qué más puedo decir? La oración es un arma poderosa que puede detener incluso la guerra.

Paz a todos, paz a los niños, paz al que canta y da gloria a Dios; paz al pequeño Nicolò, a Jacobo, a Samuel, a Enmanuel y a tantos niños que ya no tienen ni madre ni padre y están solos. Tenéis que orar mucho por ellos. Hoy, nosotros, los del Paraíso, queremos felicitar a la abuela Yolanda, aunque el cumpleaños sea el 2 de octubre; ha dado 95 años de su vida y de su sufrimiento -que es continuo- por la paz del mundo, por la paz en la Iglesia y por todas las personas que se han encomendado hasta hoy a sus oraciones. Gracias abuela Yolanda, por todo lo que haces por la Iglesia y por la paz en el mundo. Me disgusta que también hoy tu salud deje que desear, pero tu eres fuerte y sabes ofrecer cada sufrimiento por los otros.

Paz a todos vosotros aquí presentes, paz, paz, paz; gritadla a todos. Invitad a las personas a orar, a ir a la iglesia. No esperéis, como ha sucedido durante la última guerra, cuando las mujeres arrastraban las rodillas en la iglesia desde la entrada hasta el altar para orar y pedir la gracia que la guerra acabase pronto. Esta guerra será larga, no es una guerra de pocos días. Vosotros orad.

Un beso a todos los niños, a Nicolò, el más grande de los niños. Cuando juegues ten cuidado de no hacerte daño, sé prudente. Un beso a Jacobo, a Samuel, a Enmanuel, a Matilda y a Nicol: sois niños, sois ángeles.

Os dejo, mis queridos hijos, escuchad la Santa Misa por la paz del mundo. Estad recogidos, participad en la Santa Misa por la paz en el mundo.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, mando un beso a todos los niños y a la abuela Yolanda. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Bueno, adiós.