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El canto es alegría, el canto es gloria, el canto es oración

"Cuando cantéis manifestad todo vuestro amor, no penséis sólo en alzar la voz, meditad lo que decís y encontraréis muchos motivos de meditación" (Carta de Dios 15 junio 2002)

A Marisa le gustaba mucho cantar, tenía una voz suave, dulce, plena y obtuvo el don de cantar junto a la Virgen; nos decía que en el Paraíso se canta siempre para dar gloria a Dios y cuando en los últimos tiempos se le quitó esta posibilidad, sufrió muchísimo, pero de su dote natural ha dejado un don a muchos de nosotros porque nos ha enseñado a amar el canto y a enriquecer la Santa Misa con las notas. También el Obispo, después de cada Misa cantada, decía: "Cuando cantáis y tocáis, las Misas son más bonitas". Y así hoy delante de Jesús Eucaristía tratamos de inspirarnos de los cantos para la adoración y la meditación.

Canto - Señor tú eres el pan

Señor, tú eres el pan, Tú eres alimento para nosotros. Resucitado a una nueva vida, estás vivo en medio de nosotros. En la última cena Jesús se dio a los suyos: "Tomad pan y vino, mi vida por vosotros. Comed este pan: el que cree en Mi vivirá. El que beba el vino nuevo conmigo resucitará". Cristo es el pan verdadero, partido entre nosotros. Formemos un sólo cuerpo y Dios estará con nosotros. Si llevas su cruz, en él tú reinarás. Si mueres unido a Cristo, con Él renacerás. Habrá cielos nuevos, la tierra florecerá. Viviremos como hermanos: la Iglesia es caridad.

La Iglesia es Caridad

La Iglesia somos nosotros y la Caridad es una de las tres virtudes teologales que no se acaba cuando el hombre pierde su condición humana y adquiere aquella completamente espiritual. Tal como nos ha explicado muchas veces el Obispo, la Caridad que hemos demostrado en vida es la medida fundamental con la que el Señor nos juzgará; el amor que hemos desarrollado en relación de las personas necesitadas de una sola de nuestras miradas y no de grandes hazañas será la carta de presentación que nos acompañará ante Él. Cuantas veces, nosotros los jóvenes, hemos tenido que rellenar un Curriculum Vitae y presentarlo a personas extrañas para dar buena impresión y quizás lo hemos mejorado un poco enriqueciéndolo con actividades que no nos corresponden.

Al Señor no se le puede mentir, no podemos contarle obras que no son nuestras pero, antes al contrario, será él el que nos indicará las situaciones en las que no nos hemos dado cuenta del bien que hemos hecho y no dejará de subrayar, sin embargo, todas las ocasiones en las que no hemos hecho el bien a pesar de haberlo podido hacer. Tenemos que mejorar por lo tanto nuestro nivel de atención hacia los otros que tiene que ser proporcional a lo que hemos recibido y nosotros, que formamos parte de esta comunidad, tendríamos que tener una visión de conjunto como la de los que viven en el último piso de un edificio.

Formemos un solo cuerpo y Dios estará con nosotros

¿Cuántas veces nos ha reñido la Madre de la Eucaristía porque no estábamos unidos entre nosotros? ¿Qué representa para nosotros la comunidad? El término "comunidad", deriva del latín communis, el cual deriva a su vez de las palabras cum y munio e indica el sentirse o estar obligados respecto a alguien. Aquí nadie obliga a nadie, pero tenemos que serlo al menos con relación a Dios, al que el Obispo nos ha enseñado a llamar Amigo y Hermano, pero que nosotros no siempre lo hemos tratado como tal. Pensemos de nuevo en lo que nos ha dejado escrito Marisa en su testamento: "No me olvidaré de nadie, porque habéis estado al lado del Obispo y del mío en los numerosos momentos dolorosos de nuestra misión… No tratéis de aparentar, sentíos últimos, porque los últimos serán los primeros, y vosotros tenéis que ser los primeros. No habléis a la espalda, no discutáis entre vosotros, en cambio amaos; aprended a amar y después rezad. Llevo conmigo el rostro de cada uno de vosotros porque, de alguna manera, podáis estar delante de Dios Papá, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo". No ha dicho esto para sí misma o para cada uno de nosotros, sino que pensaba en toda la comunidad y en la misión que el Señor nos ha confiado. ¿Cómo podemos afrontar ni siquiera el más pequeño problema con el exterior si no estamos unidos entre nosotros? Ésta tiene que ser nuestra fuerza y la demostración del respeto que tenemos respecto del trabajo desarrollado por el obispo y Marisa que continúan vigilándonos desde lo alto de los Cielos, no como dos jueces, sino como dos almas llenas de amor hacia la comunidad y la misión.

Si mueres unido a Cristo con Él renacerás

El que muere unido a Cristo es el mártir. La historia de la Iglesia está llena de mártires que se han inmolado y a los cuales, en el 2009, se han añadido dos grandes nombres: el Obispo Claudio y la Vidente Marisa. En muchas ocasiones hemos recordado sus sufrimientos, que han ofrecido por la situación espiritual de la Iglesia. A nosotros no se nos ha pedido ninguna inmolación, pero sí ofrecer nuestras cruces cotidianas pequeñas o grandes y testimoniar que las soportamos en compañía de Jesús y de la Madre de la Eucaristía.

Nuestro vivir según las enseñanzas de Cristo tiene que ser visible en cada lugar que frecuentemos: la oficina, la escuela, la parroquia del barrio, la casa de nuestros parientes, los lugares de vacaciones; yendo contra los esquemas de esta sociedad en la que los valores de base ya no son respetados.

El ejemplo que demos a nuestros hijos es más importante que cualquier catequesis que podamos darles. Tratemos de encontrar también tiempo para contar anécdotas de los períodos que hemos pasado en compañía de nuestros padres espirituales, la manera en la que nos han hecho crecer y nos han acompañado hacia el camino de Jesús y María.

Canto - Viva Jesús Eucaristía

Contigo, Jesús, siempre viviré, con todo el corazón te amaré. Tú eres para mí, el verdadero Rey, Tú eres para mí el pan del Cielo.

Con todo el corazón te invocaré y con la Madre te cantaré: la Eucaristía triunfará, la Eucaristía es la Trinidad.

Viva Jesús Eucaristía, Él es el amor que llena el corazón. Amor verdadero, amor grande, amor santo, amor de Dios.

Siempre contigo queremos estar y por toda la eternidad de Ti gozar.

Viva Jesús, viva María que es la raíz de la Eucaristía.

Viva Jesús, viva María que es la raíz de la Eucaristía.

Cada flor, planta o árbol que están en la naturaleza, para que sean exuberantes, de bellos colores y fragantes tienen que estar en buen estado de salud, firmes en el terreno y capaces de coger el agua y los minerales necesarios para su alimento. Imaginemos que Jesús es el árbol: el árbol de la vida que nos ofrece a nosotros los hombres el oxígeno necesario para vivir, ofrece a los animales un lugar seguro para construir su nido, para esconderse de presas peligrosas o resguardarse de la intemperie. La raíz de este árbol no puede ser otra que Su Madre, que en el silencio y en el ocultamiento realiza su misión de corredentora. Jesús no puede prescindir de María ni María de Jesús. Ella le ha dado la vida con todo el amor y Él ha transcurrido su vida terrena siempre al lado de su Madre.

Cuando en las escuelas los maestros explican a los niños el proceso de "fotosíntesis", enseñan que la clorofila, para transformarse en alimento para el árbol necesita la acción del sol y el oxígeno que se propaga en el aire a través de los estomas de la hoja. Eh ahí que se completa el cuadro que estamos presentando: no es difícil imaginar que el sol es Dios y las hojas adheridas a las ramas son los santos que han seguido a Jesús y se han inmolado por Él. Sin la acción de Dios no habría ningún signo de vida en la Tierra, él es indispensable en la naturaleza tanto para los hombres como para todos los demás seres vivientes.

Nosotros hombres lo damos todo por descontado y no nos damos cuenta de que Dios es esencial para nuestra vida y en nuestra vida. El Obispo nos ha enseñado: "Cada día, cuando salgáis de casa para ir al trabajo, a resolver vuestros asuntos o para acompañar a los niños a la escuela, levantad los ojos al cielo, saludad al Señor y dadle gracias por todos los dones que os ha concedido; no empecéis nunca la jornada sin dirigir una palabra a Dios y no la terminéis sin una oración dirigida a Él, basta con un simple "Hola, Jesús, hola Dios, ayúdame en este día"

Tú eres para mí el verdadero rey, tú eres para mí el pan del cielo

En un retiro espiritual de los jóvenes hecho con Don Claudio hace muchos años, el Obispo nos preguntó que quién era para nosotros Jesús. No fue sencillo el responder, pocos de nosotros hablaron. La pregunta en apariencia era sencilla, pero quizás hasta entonces nunca nos los habíamos planteado. He grabado en mi mente la respuesta de Marisa, que participaba junto a nosotros en estos encuentros y que dijo: "Para mí Jesús lo es todo". La Virgen, bromeando, le dio un rapapolvo, porque teníamos que contestar nosotros, pero nunca una respuesta fue tan explícita y nosotros no fuimos capaces de decir nada más.

Hoy, ante todos estos milagros eucarísticos podemos dar una nueva respuesta, más completa, más detallada, más sincera y más sentida porque en el curso de estos años hemos tenido la oportunidad de conocer mejor a Jesús.

No tenemos que detenernos en las palabras, sino vivir cada día como Jesús nos quiere, es decir, en gracia de Dios, de manera que cada vez que lo recibamos esta gracia aumente y nos dé la fuerza que necesitamos.

Recordemos las palabras de la oración: "Jesús, te doy gracias porque me amas, sé que me aceptas tal como soy, transfórmame como tú me quieres". Enseñémosla a nuestros niños o recitémosla junto a ellos antes de ir a dormir. Son palabras sencillas, pero significativas: reconozco, Jesús, tu amor, reconozco mis límites, pero quiero mejorar cada vez más junto a ti; éste tendría que ser el sentido.

El Obispo nos decía que el verdadero cristiano no tiene una vida fácil, sus elecciones lo condicionan y sufre presiones en dirección opuesta a la sociedad en la que vive. Pero el verdadero cristiano conoce a Jesús Eucaristía, sabe que es el espíritu de la iglesia y si lo ama hasta el fondo no podrá prescindir de él.