Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Gracias, Excelencia

La plenitud del Sacerdocio otorgada a Mons. Claudio Gatti directamente por Dios, después de la elección de Pedro y de los Apóstoles para ordenarlos obispos por parte de Jesús, es algo único, grande, importante y extraordinario en la historia de la Iglesia.

Don Claudio ha vivido el mismo don con responsabilidad, amor y sufrimiento, ha aceptado su Episcopado como un servicio hacia los miembros de la comunidad y de toda la Iglesia Católica, a la que ha demostrado amar en lo más profundo.

Nosotros no podemos comprender completamente el significado de esta ordenación, pero tenemos una certeza: Dios a través del don del episcopado ha plantado la semilla de la nueva Iglesia "Recordad, la semilla ha sido sembrada por todas partes y ahora ya ha llegado a todo el mundo" (Carta de Dios, 21 de octubre 2001).

Pero la humanidad ¿cómo ha acogido al Hijo de Dios? "La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no lo acogieron". (Jn 1, 5); ¿cómo han sido acogidas las intervenciones de Dios, ocurridas aquí, en Roma, en el lugar taumatúrgico?

Ésta es la trama en común que pone al descubierto las obras de Dios, el hilo conductor que las caracteriza: los hombres no aceptan los designios de Dios, mejor dicho, los combate porque, están demasiado ligados a los esquemas de la vida terrena, están preocupados en acumular poder y dinero, rechazando y oponiéndose el querer de Dios.

Del mismo modo, el don del episcopado tampoco ha sido aceptado y respetado por los hombres, sobre todo por la jerarquía eclesiástica, a pesar del sello del milagro eucarístico del 11 de junio del 2000; ¡cuántas luchas ha tenido que combatir nuestro Obispo!

Querido Excelencia, ahora en el Paraíso intercede ante Dios Papá por nuestra Iglesia: parece un navío a merced de las olas sin una guía segura. Ayuda a la comunidad que tú has fundado a seguir adelante, a continuar esta misión que te ha sido confiada hasta que Dios ha querido y que nosotros nos empeñamos, a pesar de nuestros límites, a proseguir. Sabemos y sentimos que estás, como está Marisa, y tenemos siempre delante de nuestros ojos vuestro estilo de vida, de amor y de sinceridad cristiana, el cual hemos sido llamados a imitar si queremos ser auténticos testigos y custodios de las obras realizadas en este lugar. Gracias, Excelencia.