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"Queríais el año de la realización de las promesas, es más apropiado el año de la fe. Es vuestro Obispo el que tiene que decidir"

El 8 de diciembre de 2008, el Obispo ordenado por Dios, S. E. Monseñor Claudio Gatti, ha declarado el Año de la Fe que terminará el 8 de diciembre de 2009. El año de la fe sigue al de la esperanza: tener fe y esperar contra toda esperanza (Rom. 4-18) en la certeza de que Dios realizará todos sus planes y que llegará el triunfo de la verdad. Después del triunfo de Jesús Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía, habrá también el triunfo de la verdad, que coincidirá con el renacimiento de la Iglesia. Los últimos, aquellos que han sido condenados injustamente y que han vivido el martirio, serán los primeros. Los hombres de la Iglesia reconocerán las obras de Dios y a sus profetas, aceptarán la ordenación episcopal de origen divino del Obispo de la Eucaristía. Dios Padre, antes de intervenir para restablecer la verdad, espera todavía la conversión de los hombres, sobretodo la de sus hijos predilectos, los sacerdotes, y pide todavía oraciones y sufrimientos. El gran sufrimiento es pedido sólo a almas particulares que Él toma todas para sí, como a la vidente Marisa Rossi, que reza, sufre y ofrece continuamente por el renacimiento de la Iglesia. Dios nos pide que nos abandonemos a Él completamente y que no tengamos dudas porque hará todo lo que ha dispuesto. La fe, de hecho, es el abandono completo a Dios, es creer ciegamente en el Señor aun cuando todo, desde el punto de vista humano, parezca ir en contra de lo que Él ha prometido.

El ejemplo más luminoso de fe es el que nos ha dado la Virgen. ¿Quién mejor que María ha tenido de Dios el don de la virtud teologal de la fe? Nadie. María es Madre y maestra de toda virtud, incluida la virtud de la fe, del abandono total a Dios.

La cantidad y la perfección de las virtudes teologales que son fe, esperanza y caridad, dependen de la cantidad de la gracia santificante que está presente en el alma que ama, espera y cree. En la Madre de la Eucaristía está presente una gracia inmensa y como resultado su fe es inmensa. Nosotros tenemos que observar, amar e imitar la fe de la Virgen.

En la Sagrada Escritura Dios ha hablado muy a menudo de la fe, esto significa que Él da a esta virtud teologal una grandísima importancia. La fe es la lámpara luminosa que nos lleva a Dios, sin fe no se llega a Él. La fe es una escalera preciosa a través de la cual podemos llegar a Dios escalando las más altas cimas espirituales, es una virtud que exige un trabajo continuo sobre sí mismos y un empeño particular, aunque a veces, por nuestra fragilidad humana, podemos ofenderla y caer. Dios conoce nuestra debilidad y nos ayuda. Jesús, en las horas inmediatas que precedían a Su pasión, muerte y resurrección, ha hecho una última recomendación a los apóstoles que hace referencia a la fe. "Simón, Simón, mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tu, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos". (Lc 22, 31-32).

Nuestra comunidad se encuentra hoy en la misma situación que Simón Pedro, también para nosotros, de hecho, es difícil mantener nuestra fe, no por lo que se refiere a los dogmas, las verdades principales de la fe, sino por la realización de todo lo que Dios, directamente o a través de la Madre de la Eucaristía, en todos estos largos, fatigosos y sufridos años nos ha prometido.

Como Jesús ha encargado a Pedro que confirmara a sus hermanos, del mismo modo el Obispo del Amor, en la homilía del 8 de diciembre del 2008, nos ha animado también a nosotros a que aumentáramos nuestra fe: "Yo me encuentro en la condición de tener que hacer la parte de Pedro por el papel que ejerzo, por la plenitud del sacerdocio que me ha sido dado directamente por Dios. Tengo que confirmar a cada uno de vosotros y, a través de mi fe, tiene que robustecerse la vuestra. A través de mi adhesión a Dios tiene que crecer vuestra adhesión hacia Él, a través de mi fe tiene que corroborarse vuestra fe". Monseñor Claudio Gatti, a continuación ha abierto su corazón a sus hijos espirituales: "Por todos los momentos de oscuridad, de cansancio, de fragilidad, cuando parece que el sufrimiento esté a punto de aplastar bajo un grave peso nuestras fuerzas, yo, antes que vosotros, sucesor de los apóstoles y, como ellos, ordenado directamente por Dios, tengo que rezar por mi y por vosotros: Señor aumenta nuestra fe. Tenemos necesidad de crecer en la fe, porque Dios se manifiesta y se da a conocer de la manera mejor y más perfectamente en aquellos que van hacia Él teniendo en su mano la lámpara de la fe. Como las lámparas alumbran el camino y alejan las tinieblas, del mismo modo la fe será esta luz que tenemos con nosotros y dentro de nosotros y nos ayudará a realizar más rápidamente el camino espiritual, haciéndonos ver, si los hubiera, tropiezos, piedras y socavones que podrían obstaculizarnos y ralentizarnos la andadura".

Para llegar a tener fe, hace falta que los hombres conozcan la palabra de Dios. Para en realidad los fieles tengan fe, y crezcan en esta virtud teologal es necesario que se predique y se haga conocer la palabra de Cristo, como dice el mismo San Pablo: "La fe nace de la predicación y la predicación tiene lugar por medio de la palabra de Cristo". (Rom. 10, 17). La Madre de la Eucaristía nos ha dicho que la predicación del Obispo de la Eucaristía ha ayudado a nuestro crecimiento espiritual. La fe, de hecho, nace de la predicación, sin su proclamación no puede haber fe, sin catequesis, encuentros bíblicos, sin los comentarios a la sagrada escritura, no es posible crecer en ella. Hoy, la falta de fe en diversas naciones del mundo que han tenido un origen, un inicio, una historia basada en el cristianismo, se puede explicar por el hecho de que se ha debilitado y disminuido la predicación. Hace falta predicar la palabra de Cristo, darla a conocer, sólo así es posible hacer crecer la fe en los hombres. San Pablo, en la primera carta a los Corintios, escribe: "Me presenté a vosotros débil, tímido y tembloroso, para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios" (I Cor. 2, 5).

Ningún ministro de Dios tiene que echarse atrás en la predicación aduciendo excusas. Cada uno de ellos recibe del Espíritu Santo la luz y la sabiduría necesaria para poder ser instrumento eficaz y creíble ante los hermanos para explicar la Palabra de Dios. Si cada sacerdote se empeñara en ser instrumento de la predicación del Evangelio, la condición espiritual de la Tierra sería notablemente mejor, porque a Cristo se le puede amar, sólo si se le conoce.

El Obispo de la Eucaristía nos ha exhortado a tener fe en la realización de las promesas de Dios, a abandonarnos ciegamente a Él como un niño en las manos de los padres y a esperar como las vírgenes prudentes, con la antorcha en la mano, la venida del Señor. Nosotros sabemos que Dios mantendrá sus promesas, aunque no sabemos cuando intervendrá. Esperamos ardientemente que intervenga en el año de la Fe. Dios es misericordioso, pero es también justo y derrocará a los poderosos de sus tronos y ensalzará a los humildes, llevándolos a alturas estupendas. Rezamos para que, como San Pablo, al término de su vida, también nosotros podamos decir: "En las dificultades, en las pruebas, en los naufragios, en las flagelaciones, en las encarcelaciones, he combatido el buen combate, he llegado a la meta, he conservado la fe". (II Tim 4, 7). Esto nos dará la posibilidad de ir al encuentro del esposo divino, del amigo divino, cuando llame a nuestra puerta y venga a buscarnos.

 

A continuación enumeramos algunos pasajes bíblicos del Nuevo Testamente que hablan de la Fe, elegidos por nuestro Obispo:

La tempestad calmada

¿Dónde está vuestra fe? (Lc. 8, 25)

Oración por Simón

"Simón, Simón, mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tu, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos". (Lc 22, 31-32).

Acción de gracias

"Doy gracias a Dios por medio de Jesucristo, por todos vosotros, pues vuestra fe es alabada en todo el mundo". (Rm. 1, 8)

Origen de la fe

"La fe nace de la predicación y la predicación tiene lugar por medio de la palabra de Cristo". (Rm. 10, 17)

"Me presenté a vosotros débil, tímido y tembloroso, para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios" (I Cor. 2, 5)

"Si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación y vacía es también vuestra fe " (I Cor. 15, 14)

"Si Cristo no resucitó vuestra fe es vana" (I Cor. 15, 17)

"¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: "tengo fe", si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo la fe? (Gc. 2, 14)

"Si la fe no tiene obras, está muerta" (Gc. 2, 17)

"Pues todo el que ha nacido de Dios vence al mundo y la victoria sobre el mundo es nuestra fe " (I Gv. 5, 4)

"Tenemos presente ante nuestro Dios la obra de vuestra fe" (I Ts. 1, 3)

"Combate el buen combate de la fe" (I Tm. 6, 12)

"Los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe" (Lc. 17, 5)

"Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley" (Rm. 3, 28)

"Combate la buena batalla teniendo fe" (I Tm. 1, 19)

"He combatido el buen combate, he llegado a la meta, he conservado la fe" (II Tm. 4, 7)

"Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes" (I Cor. 16, 13)

"La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mi" (Gal. 2, 20)

"Perseverad en la fe" (Col. 1, 23)

"Nos gloriamos de vosotros ante las Iglesias de Dios por vuestra fe " (II Ts. 1, 4)

"Repréndeles severamente, a fin de que conserven sana la fe " (Tt. 1, 13)

"Mi justo vivirá por la fe" (Eb. 10, 38)

"Sin fe es imposible agradar a Dios" (Eb. 11, 6)

"Resistid al diablo firmes en la fe" (I Pt. 5, 9)