Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Dios lo puede todo

En este artículo hemos tratado de desarrollar las motivaciones que hacen injustificados la lucha, la oposición y el rechazo por parte de los hombres de la Iglesia en los enfrentamientos de las intervenciones que Dios ha obrado en este lugar taumatúrgico.

Las grandes intervenciones de Dios son: las apariciones de la Madre de la Eucaristía, los milagros eucarísticos y la ordenación episcopal de Monseñor Claudio Gatti. Los dos primeros han sufrido primero un injurioso rechazo y después una parcial aceptación por parte de los hombres de la Iglesia, mientras el tercero continúa siendo objeto de ironía y calumnia.

En 1988 Don Claudio ha pedido y obtenido del Cardenal vicario Ugo Poletti la autorización para celebrar la Santa Misa, conservar la Eucaristía y desarrollar todas las actividades necesarias para la formación espiritual de los miembros de nuestra comunidad.

El 20 de junio de 1993, durante una aparición privada, Dios ha pedido que las apariciones de la Madre de la Eucaristía fuesen públicas y abiertas a todos. El 24 de octubre de 1993 se iniciaron así las apariciones públicas, de las que el Vicariato ha sido informado con un mes de antelación. La frecuencia de los fieles a este lugar ha comenzado a multiplicarse y el Vicariato ha empezado a mover una dura oposición alimentada de las irritaciones y envidias de los párrocos del barrio. La autoridad eclesiástica no pudiendo impedir que los fieles frecuentaran el lugar taumatúrgico, siendo propiedad privada, ha prohibido a Don Claudio la celebración de la Santa Misa. La decisión ha sido acompañada por esta afirmación: "No tenemos nada contra Don Claudio Gatti al cual va toda nuestra estima y admiración, pero es necesario hacer indagaciones". Tales indagaciones no han sido nunca efectuadas.

En 1995, un año después de la prohibición de celebrar la Santa Misa, se han manifestado los primeros milagros eucarísticos y los hombres de la Iglesia han afirmado que, mientras que no tenían nada en contra de las apariciones de la Virgen, no podían aceptar las apariciones de las hostias como milagros, porque llevaban a confusión sobre la doctrina eucarística. Inicialmente han afirmado que Marisa estaba "loca", después que fuese ella sola la que viera la Eucaristía traída por la Virgen, por Jesús, por los ángeles o por los santos. Cuando han comprendido que también los presentes eran testimonios de estos milagros, los han definido como estafas, fenómenos de feria e intervenciones diabólicas. Nuestra comunidad, segura de lo infundado de tales afirmaciones, ha pedido la intervención de exorcistas, pero el Vicariato no los ha manado. Los hombres de la Iglesia además han pretendido conocer la identidad del sacerdote que había consagrado la Eucaristía que aparecía en el lugar taumatúrgico, afirmando: "En el momento en que sepamos quién ha consagrado la Eucaristía nuestros punto de vista cambiará".

El 11 de junio de 2000 el Señor ha puesto el sello sobre todos los milagros eucarísticos: la Eucaristía, consagrada por nuestro obispo bajo los ojos de muchos fieles y de las telecámaras, ha sangrado. La autoridad eclesiástica ha sido informada, pero no ha dado respuesta, fingiendo no tener conocimiento. Diversos sacerdotes frente a este suceso, por el miedo de represalias, han alzado otra objeción afirmando: "Estábamos a punto de creer en los milagros eucarísticos, pero no podemos aceptar que Don Claudio haya sido ordenado Obispo por Dios". A estos sacerdotes, fundamentalmente honestos, pero temerosos de las reacciones del Vicariato, podemos responderles así.

No reconocer que la hostia consagrada durante la Santa Misa es Eucaristía es una herejía, afirmar que la Eucaristía sangra por obra del demonio es un pecado contra el Espíritu Santo y una profanación que comporta la excomunión (Can. 1367). Por consecuencia, esto que ha sucedido durante la Santa Misa celebrada por el Obispo Claudio Gatti es un verdadero milagro eucarístico y de esto hemos hablado difusamente en los número precedentes de nuestro giornalino.

Los sacerdotes se ven obligados por la evidencia de los hechos a aceptar como verdadero el milagro eucarístico, pero demostrando no tener un amor, una fe y un coraje tan grande para aceptar la ordenación episcopal de Mons. Claudio Gatti. Dios no habría hecho el milagro eucarístico si Don Claudio no hubiera sido obispo, porque Dios no puede premiar a quien miente y no puede estar de parte de quien engaña. "Dios lo ha ordenado obispo y esto da mucho fastidio, porque si fuese reconocido por el Papa todos los eclesiásticos deberían correr aquí, pero correrán cuando será demasiado tarde" (Carta de Dios del 21 noviembre 2000).

La ordenación episcopal, de hecho, es una intervención de quién ha realizado el milagro eucarístico, es decir, de Dios. Este milagro, definido el más grande de la historia de la Iglesia, ha sido obrado en las manos del obispo de la Eucaristía, vestido con las insignias episcopales: el pastoral, el anillo y la cruz. ¿Puede Dios realizar milagros en las manos de un sacerdote que se ha autodenominado obispo? ¡No!. Esto confirma que el Señor lo ha querido obispo para realizar sus designios para el renacimiento de la Iglesia.

Sería suficiente por tanto apelar a la lógica y a la racionalidad para aceptar la veracidad de la ordenación episcopal de Mons. Claudio Gatti.

Recordemos, por otra parte, las palabras de Jesús: "Ay de los que osarán calumniar a mi obispo, ay, llegarán momentos pesados y penosos para ellos. [...] Ay, ay de los que rechazarán a mi obispo" (Carta de Dios del 28 de agosto 1999) y de la Virgen : "No hay excusas para rechazar el episcopado de Don Claudio y cualquier excusa que el hombre encuentre está equivocada" (Carta de Dios del 21 de noviembre 2000).

Este artículo ha sido desarrollado justamente para hacer desvanecer la perplejidad y dar luz a la verdad. Trataremos ahora el argumento de un punto de vista teológico e histórico.

Cristo, en la última cena, ha ordenado obispo a sus apóstoles, diciéndoles: "Haced esto en memoria Mía". El es el Sumo Sacerdote (Hb 5,5) y como tal no ha tenido necesidad ni de ritos, ni de imponer las manos sobre sus apóstoles para hacerlos obispos, pues ha sido suficiente su manifestación de voluntad.

La ordenación episcopal ha sido hasta hoy realizada con la imposición de las manos sobre la cabeza del elegido y con la recitación de la fórmula por parte del obispo consagrante.. Este rito garantiza la conexión con las primeras ordenaciones hechas por Jesús a sus apóstoles y transmite la sucesión apostólica. Pablo, escribiendo a Timoteo, dice: "Por esto te recuerdo que reavives el carisma divino que te fue dado por medio de la imposición de las manos" (2 Tm 1, 6).

Para cumplir el oficio tan grande los apóstoles han sido enriquecidos por Cristo con una especial efusión del Espíritu Santo (Hch. 2,4; Jn 20, 22-23) y esos mismos con la imposición de manos han transmitido este don del Espíritu a sus colaboradores (1 Tm 4, 14).

La elección del obispo, hoy, si bien no ha sido siempre así en la historia de la Iglesia, como veremos seguidamente, pertenece al Papa. Pero, necesita reconocer a Cristo una autoridad superior al Papa, que es y permanece su vicario. En todos los libros de teología se repite que El es el cabeza invisible de la Iglesia; esto significa que ejerce la autoridad, pero no es visible.

Cristo, de hecho, que como dice Pablo posee un sacerdocio que no declina nunca (Hb 7, 24) tiene siempre todos los poderes sacerdotales; El no ha abdicado a su papel de cabeza y, independientemente de sacerdote, puede absolver y perdonar los pecados. De hecho, si un individuo al final de su vida está en pecado y en aquel momento no hay un sacerdote que pueda confesarlo, es suficiente que pida perdón a Dios.

Por otra parte Cristo puede consagrar la Eucaristía y ordenar obispos. Negar esto a Cristo significa no reconocer en Él la autoridad de Sumo y Eterno Sacerdote, poniéndolo en un situación subordinada al Papa o a los obispos. Todo esto es blasfemo. Desde un punto de vista teológico, confirmado por profesores de dogmática preguntados por nuestro obispo, es necesario reconocer que Dios lo puede todo y por tanto puede ordenar obispo a un sacerdote. Quien sostiene lo contrario no conoce la Sagrada Escritura o conociéndola miente.

No existe un pasaje en la Sagrada Escritura en el que se afirme que Dios no tiene el poder de realizar los sacramentos, por eso sostener esta afirmación significa caer en la herejía. La Iglesia no se puede sujetar al derecho canónigo, porque Jesús es cabeza invisible y fundador de la Iglesia.

Cristo, de modo invisible, pero real, ha ordenado obispo a Claudio Gatti, como en la Eucaristía Él está invisible, pero realmente presente. En la Eucaristía no vemos a Cristo, pero sabemos que Él está presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad.

En los primeros siglos de la historia de la Iglesia, todos los fieles cristianos de la diócesis acudían a elegir al obispo. Sintomática fue la elección a obispo de San Ambrosio, laico, catecúmeno y por tanto no bautizado. Ambrosio, funcionario imperial, consiguió calmar un tumulto nacido entre dos grupos de fieles para la elección del nuevo obispo. Fue tan hábil que todos, por aclamación, lo quisieron elegir obispo. Durante siglos la elección de obispo fue realizada por los fieles; sucesivamente familias poderosas, príncipes, reyes y emperadores reservaron para sí aquel derecho y nombraban en su territorio a los obispos. En estos últimos siglos ha sido sustraído este poder a la autoridad civil y el Papa lo ha reivindicado exclusivamente para sí mismo.

En la carta de Dios del 16 de noviembre 2000 la Virgen ha hecho una pregunta a la cual ella misma ha respondido: "Entre el obispo ordenado por Dios y el Papa elegido por los hombres ¿quién es más grande? [...] quién es ordenado por Dios es mucho más grande que quien es ordenado por los hombres". Esto no quiere decir que el obispo ordenado por Dios sea superior por autoridad al Papa, pero simplemente que la ordenación hecha por Dios es más importante y grande que la hecha por los hombres. Una elección querida por Dios no está sujeta a cálculos humanos, pero es expresión cierta y directa de la voluntad de Dios mismo y no de los hombres.

En la Iglesia se continua repitiendo siempre la misma afirmación sin comprenderla. Se repite continuamente que el Papa es elegido por el Espíritu Santo. Por eso se dice que también los obispos son elegidos por el Espíritu Santo. Esta última afirmación se deja en entredicho. En el pasado, de hecho, había tantos obispos que no podemos pensar que fueran elegidos por el Espíritu Santo porque tuvieron una conducta inmoral y realizaron acciones delictivas y deshonestas. También algunos Papas no han sido modelo y ejemplo para los propios fieles.

Sin embargo, en la elección pontificia a veces está presente el Espíritu Santo. Nuestro obispo ha rogado y pedido luz sobre este argumento y ha encontrado la respuesta.

El Papa es elegido por inspiración del Espíritu Santo, pero esta inspiración es limitada solamente a los electores, es decir a los cardenales, que están en gracia.

Sólo si la mayoría de los cardenales electores está formada de personas que viven en gracia de Dios, podemos reconocer que el Papa ha sido elegido por inspiración del Espíritu Santo.

¿Se puede ser un hombre que esté en pecado y tenga dentro de sí al Espíritu Santo?. Ciertamente no, porque gracia y pecado no pueden coexistir. También entre los eclesiásticos están los que viven en gracia y los que no viven en gracia: limitadamente a los que viven en gracia hay una inspiración del Espíritu Santo, pero no para los que no están en gracia.

Por tanto en la historia de la Iglesia habían habido Papas elegidos por cálculos humanos y Papas elegidos por inspiración de Dios.

La Virgen explica la elección particular querida por Dios: "Cuando San Pedro fue ordenado Papa por Jesús se convierte en un gran hombre" (Carta de Dios del 16 de noviembre 2000). Pedro se vuelve grande no por ser mártir, sino en cuanto es elegido por Dios. Mons. Claudio Gatti ha sido ordenado obispo por Dios, pero no es considerado un gran hombre por los hombres de la Iglesia. Aceptar la ordenación de obispo significa reconocer la importancia de nombramiento querido por Dios. El rechazo de esta ordenación no ofende solo al obispo, sino que ofende a Dios que la ha querido. No pudiendo oponerse directamente a Dios combaten a quien es débil.

Todos deben inclinar la cabeza frente a la voluntad de Dios que puede elegir también a la última persona de la Tierra, la más débil, pobre o ignorante y ponerla en el más alto lugar de responsabilidad. "Obispos y cardenales no quieren comprender que quien es ordenado por Dios es mucho más grande que quien es ordenado por los hombres. [...] ¿Cómo ha llegado a esta grandeza el obispo? Con la obediencia a Dios. No podía decir no a Dios" (Carta de Dios del 16 de noviembre 2000). Don Claudio, de hecho, no podía decir que no, Jesús no le ha pedido el consentimiento, sino que ha dicho: "Te ordeno obispo" (Carta de Dios del 27 de junio 1999). La Virgen ha dicho muchas veces que ninguno ha comprendido esta gran don de Dios. El obispo mismo ha afirmado que ha comprendido un poco, si acaso, este don que se le ha manifestado como una luz difusa progresivamente.

La victoria y el triunfo de la verdad se han realizado. Los milagros eucarísticos, las apariciones marianas y el episcopado dado a Don Claudio son verdaderos e inmensos dones de Dios, frente a los cuales el hombre no puede esconderse detrás de vanas afirmaciones. Jesús, apareciéndose a Marisa en el lugar taumatúrgico, ha dicho: "Todo está cumplido por parte del Cielo y de la Tierra" (Carta de Dios del 16 de junio 2000).