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Texto de la Adoración Eucarística del 13 abril 2014

Domingo de Ramos

Hoy, domingo de Ramos, celebramos, Jesús, Tu entrada mesiánica, en Jerusalén; muchas personas entusiastas han acudido con las palmas en la mano y ramas de olivo y te han aclamado al grito de: "¡Hosanna! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel" (Jn 12, 13), demostrando que te amaban y te reconocían como verdadero Rey y Salvador.

Tú, Jesús, nos sorprendes y nos dejas asombrados porque tu pensamiento y tu forma de actuar son completamente opuestos a los de nosotros los hombres. En la Historia los reyes y los generales, cuando volvían victoriosos, recorrían las calles triunfantes sobre carros maravillosos, haciendo alarde de las riquezas conquistadas y mostrando los estandartes de los pueblos a los que habían subyugado.

Tú, Jesús, en vez de subir en el carruaje más bello y encantador del mundo, has subido a la cruz. Según la mentalidad humana, esta era la pena más terrible que se pudiese sufrir; históricamente los romanos castigaban a los ladrones y a los esclavos rebeldes con esta ejecución. Tú, Jesús, en cambio, la has escogido como trono: "Cuando sea levantado de la tierra, los atraeré a todos hacia mi" (Jn. 12, 32). Tú, Rey sin corona, vas al encuentro de nuestras miserias, de nuestra pequeñez; has ofrecido tu sufrimiento por la conversión de todos y por cada uno de nosotros y, como nos ha explicado tantas veces nuestro Obispo, cada hombre te ha costado todos los sufrimientos padecidos durante Tu vida y Tu pasión.

En setiembre de 1998, durante la vigilia de oración por la Fiesta de la Exaltación de la Cruz, nos has dado un mensaje fuerte y conmovedor: "Tengo sed, mis queridos hijos, tengo sed de amor, de paz, de perdón; tengo sed de sufrimiento, tengo sed de vosotros, tengo sed de vosotros aquí presentes delante de Mí. Jesús está en cruz, pero es una cruz triunfante, una cruz de alegría, de amor; por esto tengo sed de vosotros. ¡Dadme de beber! Tengo sed de vosotros, tengo sed de mis queridos sacerdotes predilectos que por miedo no vienen a adorarme porque no creen que Yo esté aquí presente. Tengo sed de mis esposas, tengo sed de los videntes, los cuales no todos responden; tengo sed de los laicos comprometidos que dicen muchas palabras solo por hablar, pero no saben amar y Yo Jesús tengo sed de amor, tengo sed de vosotros".

Mira, hoy cada uno de nosotros quiere gritarte el Hosanna auténtico y duradero junto a todo el Paraíso y de manera particular a nuestro Obispo y a nuestra hermana Marisa, "Vestidos de blancas vestiduras y con las palmas en las manos" (Ap 7,9). A tus dos hijitos has entregado la palma del martirio y hoy están entre las almas más cercanas a tu Trono, porque te han amado con un amor eucarístico tan grande que han alcanzado alturas vertiginosas. Es bonito recordar hoy las felicitaciones que el Obispo nos hizo a todos nosotros el 25 de octubre de 2009, con ocasión de las bodas místicas de Marisa: "Me deseo y os deseo que nos encontremos todos en el Paraíso, pero más cercanos a Dios de cuanto pudiésemos pensar e imaginar, porque es posible. Y sólo hay un secreto: amar, amar, amar!". Queremos apagar tu sed Jesús, dándote nuestra alma, como desde hace años nos pides, con infinito amor y alimentándola cada día con tu amor eucarístico, para que en nosotros estés siempre Tú, triunfante, que haces crecer el verdadero amor y nos conduces espiritualmente cada vez más alto cerca de Ti.

El 16 de marzo de 2008 en la celebración del domingo de Ramos, nuestro Obispo, iluminado por Dios, nos regaló una perla preciosa sobre la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén:

Dios mío, Te doy gracias, por una parte, porque me has permitido ver con los ojos del alma la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén sentado en un asno, aclamado por la multitud que lo saludaba con ramas de palma. Jesús, el hijo de David, ha sido aclamado con alegría como un Rey y festejado con entusiasmo por los niños que, a su vez, han involucrado también a los adultos. Todos están de fiesta, pero, más que nadie, tus apóstoles, están llenos de alegría y de legítima satisfacción humana.

Sin embargo, un pequeño grupo de personas no ha participado en este coro festivo, porque ya en sus corazones conspiraban para matarte, sin saber que, de este modo, inconscientemente, habrían realizado tus designios. Tu apóstol Judas ya había madurado en su corazón la decisión de traicionarte y abandonarte.

Yo, fijando la mirada en tus ojos y en los de la Madre de la Eucaristía, he visto tu rostro sereno, pero los ojos expresaban un sufrimiento tremendo y feroz, porque Tú, Jesús, el Hijo de Dios, veías a todos los Judas que a lo largo de los siglos te traicionarían y abandonarían. Así que la Madre de la Eucaristía para animarte te decía: "No mires sólo a los Judas, sino también a todos los otros que como Juan, Pedro, Jaime, Andrés o Felipe, que por Ti estarán dispuestos a poner en peligro la salud, a renunciar a la legítima fama y a ofrecerte también su vida". De hecho, entrando en Jerusalén, Tú ya te habías alegrado también viendo a todos los que a lo largo de los siglos te amarían y se convertirían en tus fieles discípulos; entre estos nos habías visto también a nosotros, un pequeño y débil grupo, pero tan amado por Ti. Es verdad, Señor, nosotros somos débiles y frágiles, pero nuestro amor hacia Ti es auténtico.

Sabemos, a través del Evangelio, las cartas de Dios y las enseñanzas de nuestro Obispo que la alegría está siempre acompañada del sacrificio y del sufrimiento, de hecho la misma multitud que el domingo gritaba: "Hosanna", cinco días después grita: "Crucifícale" incitados por los poderosos del tiempo. El sufrimiento no faltará nunca en la vida del verdadero seguidor de Cristo, pero es el único camino a recorrer que ha indicado el Señor dándonos la redención y que nos lleva hacia la santidad. Invoquemos a María, Madre de la Eucaristía, para que en los momentos de desconsuelo nos pueda consolar como lo ha hecho con su amado Hijo.

Te encomendamos en esta jornada, Señor, en particular a tu Iglesia que gracias a tus intervenciones está cambiando, hay muchos sacerdotes y laicos que están a tu lado, pero en el interior de ella continúan habiendo enemigos que traman a tus espaldas, que no quieren cambios, y sólo piensan en sus intereses, como ha ocurrido con las autoridades de tu tiempo.

Nosotros, pequeña comunidad a los ojos del mundo, podemos sólo rezar y dar nuestro testimonio aclamándote por las grandes obras de las que nos has hecho partícipes, aunque las apariencias parezcan aplastar todo lo obrado por dos mártires de la Eucaristía, llegará seguramente el triunfo humano para quien ha creído y colaborado en tus intervenciones, con la seguridad de que esto ocurrirá en el momento más oportuno y según tu voluntad.


Roma, 1° abril 2007 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - Vuestro Jesús está aquí delante de vosotros y os anima a seguir adelante, a pesar de las dificultades, los sufrimientos, las adversidades de la vida y las maldades de los hombres. Yo, Jesús, os aconsejo que continuéis esta vida tan dura y tan fuerte. Cuando os pedí: "Tengo sed, dadme de beber" me dirigía a todos, pero no todos han cooperado en darme de beber.

La vida que mis dos hijos están llevando es muy difícil y está llena de sufrimientos, por esto me gustaría que los jóvenes y los adultos estuviesen más cerca de ellos con el amor, la oración y el sacrificio. Sé que esperáis el gran día, esperáis que despunte la aurora y Yo, con mucha humildad, digo: "Llegará". Me disgusta no poderos decir cuándo, cómo y porqué. Me gustaría que ayudaseis a estas dos criaturas a superar todas las dificultades de la vida, estando más cerca de los que tienen necesidad, y arrancándome a mi, Jesús, las gracias. Arrancadme las gracias que el mundo necesita, repetid a menudo: "Salva el mundo, salva las almas, salva a todos los que tienen necesidad de tu ayuda".

Sé que esperáis el gran día, como lo esperamos todos, y llegará, pero no tengáis prisa, seguid adelante con dulzura y amor, incluso con el sufrimiento, porque es lo que lo abarca todo. Quereos mucho y Yo, Jesús, estaré con vosotros. Haced como que hoy, en este momento, el asnillo que me lleva en su grupa a mi, Jesús, está entrando en Jerusalén y gritan: "Hosanna, hosanna" y después gritarán: "Crucifícalo". A vosotros no tendrá que llegar el Crucifícalo, sino solo el Hosanna, Hosanna, Hosanna al Hijo de David.

Mis queridos hijos, dulces hijos del Padre, del Papá, hijos de María, abrazaos todos juntos, formad una cadena y abandonaos completamente a Dios Papá, a Dios Hijo, Jesús, y al Espíritu Santo. Gracias.

Quiero daros mi bendición junto a mi santo Obispo. Hoy es un importante aniversario para él y él no quiere felicitaciones, pero vosotros felicitadlo. Que os bendiga Dios Omnipotente: Padre, Hijo, Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Ayúdanos, Jesús, ayúdanos, lo necesitamos mucho, no lo aguantamos más. Adiós.