Eucharist Miracle Eucharist Miracles

JUEVES SANTO - CENA DEL SEÑOR


En el Evangelio se lee que “Jesús mandó a Pedro y Juan diciendo: “Id y preparad la Pascua, para que podamos comer”. Le preguntaron: “¿Dónde quieres que la preparemos?”. Y les respondió: “Al entrar en la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa donde entre, y diréis al dueño de la casa: El maestro manda decirte: ¿Dónde está la sala en la que voy a comer con mis discípulos la cena de la pascua? Él os mostrará en el piso de arriba una habitación grande y alfombrada; preparadla allí”. Fueron y encontraron todo como les había dicho, y prepararon la cena de la pascua”. (Lc, 22,8-13).

Pero los apóstoles no estaban solos. No es posible que Pedro y Juan, ellos solos y en poco tiempo, hubieran comprado el cordero, lo hubieran limpiado y cocido, prepararan los panes ácimos y las hierbas amargas. Todo esto lo hicieron junto a la Virgen y a las pías mujeres. Sabéis que la Virgen ha estado siempre al lado de Jesús durante toda la vida pública, en bilocación o físicamente, sin abandonarlo nunca. Al principio del capítulo octavo, Lucas dice que estaban con Jesús y los doce, María Magdalena, Juana y Susana, que habían sido liberadas del demonio y de enfermedades, pero también otras mujeres que no se nombran, que servían a Jesús y a los apóstoles ofreciendo sus bienes. Estas mujeres, junto a la Virgen, acompañaron siempre a Jesús en sus desplazamientos, por lo que era un grupo completo el que se movía. Los apóstoles no podían pensar en provisiones, comida y encontrar lugares para dormir; de todo esto se ocupaban sus hermanas y especialmente la madre de Jesús. La Virgen y las pías mujeres, junto a los apóstoles, lo prepararon todo del mejor modo. Podemos definir a la Virgen como cocinera, pero también como asistente porque limpiaba y decoraba. Imaginad con cuánto amor preparó María la sala para celebrar la Pascua porque, además de Jesús, sólo ella sabía para qué serviría y sólo ella sabía lo que haría su Hijo; de hecho sabía que Jesús ya estaba al final de su vida y tendría que afrontar la captura, la pasión y la muerte. Alegría y sufrimiento se alternaban en su corazón, pero no contó nada a sus compañeras, rezaba y era feliz de que el fruto de su trabajo pudiese servir para la Misa solemne que Jesús celebraría.

Cuando Jesús llegó, fue recibido por su madre y por las demás mujeres, que aunque habían sido invitadas por la Virgen, por confidencialidad y discreción, se reunieron en una habitación contigua para dejar a Jesús la posibilidad de hablar una vez más con sus apóstoles. El Señor no ha dicho solo lo que hay escrito en el Evangelio, sino que ciertamente también habría celebrado la Eucaristía, aquél gran misterio, aquél gran sacramento del cual les había hablado muchas veces anteriormente y les comunicó palabras que seguramente les habrían enardecido. A medida que se acercaba el momento de la institución de la Eucaristía, ¿podía Jesús no tener cerca de él a la Madre de la Eucaristía? Él llamó a su madre y la hizo sentar a su lado. Jesús Eucaristía, Jesús sacerdote, Jesús víctima en la misma persona, tenía al lado a María que, junto a los demás, recibió la Eucaristía. El amor de la Virgen es siempre sorprendente: de hecho, no olvidó a las pías mujeres y dijo a su Hijo: “Jesús, también mis hermanas estarían felices de recibirte”, y Jesús también permitió que vuestras antepasadas estuvieran presentes y recibieran el gran sacramento de la Eucaristía. En aquél momento, por primera vez, la Iglesia estaba allí alrededor de la Eucaristía en sus múltiples realidades de ministros, ya que los sacerdotes y los obispos estaban presentes, habiendo sido ordenados por Jesús; y por los laicos, representados por vosotros. Pero podemos ir más lejos y preguntarnos quién había animado a los apóstoles a celebrar la S. Misa. Fue la Madre de la Eucaristía que los invitó a repetir el gesto de Jesús, porque la noche del Jueves Santo empezó la gran pasión y el Señor fue muerto; aunque Jesús resucitó y se manifestó algunas veces a los apóstoles, una presencia continuada y perseverante fue la de María que, además de ser madre, como a nosotros nos gusta llamarla, fue también maestra y fue madre y maestra de los primeros obispos, de los apóstoles y de los primeros sacerdotes.


Profundización...