Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 24 mayo 2009

I Lectura: Jer 31,31-34; Salmo: 120; II Lectura: Fil 4,4-9; Evangelio: Jn 15,9-17

Marco y Paola, habéis querido subrayar que el motivo que os ha empujado a continuar en el lugar taumatúrgico vuestro crecimiento humano, pero sobre todo espiritual, es que os han afectado mis homilías. Ahora yo quiero devolveros el cumplido y lo hago abiertamente tomando nota de la inteligencia, la profundidad, la agudeza con la que habéis escogido los pasajes de la Sagrada Escritura. Están a vuestra disposición una infinidad de páginas, pero habéis preferido las que se adaptan perfectamente, como un guante, a la mano que se la tiene que poner.

Por lo que se refiere a la Primera Lectura, la del profeta Jeremías, quizás me habéis querido hacer un homenaje a mí, porque sabéis cuanto amo a este profeta en el que he visto realizarse anticipadamente tantas de mis experiencias. Tantos sufrimientos y motivos de sufrimiento que he vivido y vivo, antes que yo los ha vivido este gran profeta. Ahora un panorama maravilloso se abre ante vuestros ojos y sobre todo ante la mente y el corazón de los que escuchan.

"Vienen días -dice el Señor- en que yo haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres cuando los tomé de la mano y los saqué del país de Egipto, alianza que ellos violaron, por lo cual los rechacé -dice el Señor-. Ésta es la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos días -dice el Señor-: pondré mi ley en su interior, la escribiré en su corazón, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo. No tendrán ya que instruirse mutuamente, diciéndose unos a otros: "¡Conoced al Señor!", pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor -dice el Señor-, porque perdonaré su crimen y no me acordaré más de sus pecados". (Jer 31,31-34).

El concepto que ilustra el profeta en este pasaje es la diferencia notable entre la vieja alianza, establecida entre Dios y Moisés, entre Dios y Abraham y la nueva alianza, establecida por Cristo y ratificada con la sangre en la cruz. La diferencia que surge de esta lectura es, en primer lugar, que en el Nuevo Testamento, al que pertenecemos, hay una mayor intimidad e interioridad ya señalada, antes que lo hiciese yo, por la Madre de la Eucaristía en el maravilloso mensaje que os ha dado, cuando os ha dicho que sois hermosos por fuera porque sois hermosos por dentro. He ahí el secreto de la belleza. Algunos sostienen que es suficiente acudir a un centro de belleza o cualquier otro centro para reavivar la belleza, bienvenido también esto, pero la belleza tiene que venir del interior. Si el corazón es limpio, si el amor es honesto, si los ojos manifiestan alegría, los que están a vuestro lado lo advierten, lo aprecian y pueden congratularse hasta exclamar: "¡Qué hermosos son, que hermosa pareja!". Esto es el deseo que, yo y todos los que os aman, queremos: sed siempre hermosos, incluso cuando tengáis ochenta años. Ayer hablamos de lo hermoso que es ver una pareja de personas ancianas que se cogen de la mano, se miran a los ojos, se sonríen y se animan en los problemas y en las dificultades de la vida. Cogeos siempre de la mano. Os he unido al principio de la oración, estabais unidos durante el canto del Magníficat, estaréis unidos durante la celebración del matrimonio, tenéis que estar unidos durante la celebración del matrimonio, tendréis que estar unidos para siempre. Ésta es la primera característica.

Segunda característica: vuestra voluntad tiene que ser más fuerte y decidida. Los que han escrito que el Cristianismo es un religión adaptada sólo para viejos y niños, no han comprendido nada, porque ejercer el Cristianismo es un compromiso, el más alto, el más difícil, el más fatigoso que se pueda tomar, por la sencilla razón de que la voluntad tiene que ser ejercitada continuamente rechazando el mal y cumpliendo el bien y vosotros sabéis como se hace. Se trata de un compromiso tan fuerte sólo puede lograrse con la ayuda de Dios y con la gracia, añadida a la que recibís a través del sacramento del matrimonio. Sólo si el compromiso humano y la gracia de Dios están unidas se consigue verdaderamente transformar la vida en un culto continuo hacia Dios y en un acto de amor incesante: empezando por el que está más cerca, el marido respecto de la mujer, la mujer hacia su marido, los padres respecto de sus hijos y así sucesivamente, alargando el círculo hasta comprender a todos los parientes, los amigos y los conocidos ocasionales con los que os encontréis por motivos diferentes.

Tercera característica del Nuevo Testamento: la Misericordia, el amor de Dios es más concreto, más visible, casi se puede tocar. El Dios del Nuevo Testamento que se revela es también el Dios del Antiguo Testamento, pero Cristo ¿qué es lo que manifiesta del Padre en la Palabra de Dios? La paternidad. ¿Y qué muestra de la criatura? La filiación. El Padre y el Hijo. Leed el Evangelio, leed sobretodo las parábolas que Jesús ha enseñado y saborearéis, gustaréis la dulzura de dirigirse a Dios llamándolo Padre, mejor dicho, como hacemos nosotros, Papá y sintiéndonos hermanos, igualmente amados por Dios, daremos a todos un gran amor. ¿A quién tenemos que darlo en primer lugar? No hay dudas. Paola tiene que amar a Pablo, es decir… a Marco… no estaría mal porque en aquel caso existiría una identidad también en los nombres; Marco tiene que amar en primer lugar a Paola. El principio es este. Y recordad: mientras tú la ames a ella, mientras ella te ame, vosotros amaréis también a los demás. En el momento en el que se interrumpe el amor recíproco se excluyen del amor también a los demás, hijos incluidos. Ésta es la explicación racional de las separaciones y de los divorcios. Se dejan porque no hay amor y yo me pregunto si antes había amor. El amor posee atributos que tenemos que destacar y reconocer, porque que antes que nosotros, es Dios el que ha dado al amor conyugal el adjetivo, el significado de unidad e indisolubilidad. Los grandes acontecimiento, los grandes hechos no pueden ser separados del contexto en el que ocurren y el amor conyugal es una gran acontecimiento que tiene que ser respetado, potenciado, mejorado desde el principio, desde el primer día hasta el último. Y la Virgen hoy os ha dicho que el día más hermoso de vuestro amor será el último que, dentro de cien, cincuenta años, viviréis juntos. ¿Os bastan? ¿Tengo que añadir más? ¿No? Imagino que estaréis demasiado curvados, demasiado feos y esto da alegría.

Pasemos ahora a la Segunda Lectura, tomada de nuestro grandísimo amigo Pablo. "Hermanos, alegraos en el Señor, siempre, os lo repito, alegraos. Que vuestra bondad sea notoria a todos los hombres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna, sino más bien en toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, considerad lo que hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de buena fama, de virtuoso, de laudable; practicad lo que habéis aprendido y recibido, lo que habéis oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con vosotros". (Fil 4,4-9).

La exhortación que se repite por dos veces es: "Alegraos". Qué bonito será cuando cada mañana, al despertaros, mirándoos, florecerá una sonrisa, los ojos se iluminarán: "Dios me ha concedido de gozar todavía un día de tu presencia". Eh ahí la alegría, la alegría que nace de dentro. No es la belleza exterior la que debe importaros, sino vuestro corazón, donde está presente Dios que os sugiere, os ayuda y os sostiene. De este modo la vida conyugal, a pesar de las dificultades, los problemas, los sufrimientos, será vivida en la alegría, en una continua carrera que cada uno de vosotros se tiene que empeñar en dar. El secreto es este. En el matrimonio no hace falta pretender, no hace falta recibir, es erróneo. Si una da, el otro da, prácticamente estaréis siempre satisfechos y siempre saciados. En cambio si se persigue la mentalidad egoísta de aquél o aquella que espera que sea el otro el que de, el corazón estará siempre insatisfecho. De este modo, al contrario, a medida que vosotros deis, daréis cada vez más, aumentará en vosotros la alegría y, como dice Pablo, no angustiaros por nada. Habrá un problema, una enfermedad, el dientecito del niño que no os deja dormir, como le está pasando a Gioele y a sus padres en estos días. Sin nerviosismo, sin tensión, sino con alegría, porque este gran amor envuelva a cada uno de vosotros y envuelve a la otra persona, os une y es ofrecido cotidianamente a Dios. Si tenemos de Dios el concepto de la paternidad, podemos hablar, dialogar con él. Pablo dice: "Presentad a Dios vuestras necesidades. Él puede dar y da lo que a su Omnisciencia e Omnipotencia le parece oportuna. No confundamos nuestras exigencias, nuestros valores con los de Dios. Para Dios puede ser más importante dar una cosa diferente de la que pedís y tenéis que aceptarlo. Esto es amor, esto es fe. Con esta carga fuerte iréis a la búsqueda y actuaréis el uno por el otro para conseguir, como dice Pablo, sólo lo que de noble, verdadero, de justo, de puro, de amable y de honrado. Este es la familia cristiana, yo no conozco otra. La formación que estos muchachos han recibido llega exactamente a vivir estos conceptos y transformarlos en experiencia y realidad, por lo que nos podemos encontrar en la situación descrita por Jesús en el pasaje elegido por vosotros: "Os digo esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea plena". ¿Dónde está la alegría? Donde está presente Dios. ¿Dónde está la tristeza? Donde Dios está ausente. También podemos decir: ¿Dónde está la alegría? Donde hay amor y Dios es amor. Tenéis que esculpir en la mente y en el corazón el nuevo mandamiento "Amaos los unos a los otros" y también aquí la jerarquía tiene siempre en primer lugar: para el marido la mujer y para la mujer el marido. No hay otra cosa que hacer para ser felices, queridos míos. Habéis entrado en la Iglesia, Marco bajo el brazo de su madre, Paola bajo el brazo de su padre. Saldréis abrazándoos el uno a la otra, pero no sois dos, con vosotros estará siempre Dios, estará siempre la Madre de la Eucaristía que ha querido estar presente y que, vosotros lo sabéis, cuando dentro de algunos instantes empiece el rito del matrimonio, extenderá su manto sobre vosotros justo para subrayar, evidenciar su protección. ¿Vosotros habéis escogido a Cristo o Cristo a vosotros? La respuesta la conocéis. Después de que él os ha escogido, Lo habéis escogido también vosotros y habéis hecho la elección más hermosa, más importante y más preciosa, porque esta elección os garantiza lo que nosotros podemos desearos sólo con palabras: alegría, felicidad, comprensión y diálogo. Con este espíritu ha llegado vuestro momento. Sea alabado Jesucristo.