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Segunda apelación de Dios Padre a la humanidad

1ro de Noviembre del 2000

Roma, 1ro de Noviembre del 2000 - 10:45 a.m.

Marisa - Válgame, cuántas personas! Hoy es la fiesta de todos los santos, también de los santos que están en la tierra. ¿Quién de ustedes habla hoy?

Dios Padre - Yo, Dios, hablé a ustedes hace un año y lo que dije ha llegado casi a todas partes. Saben la razón por la qué les hablo.

Dije: "Ay de aquellos que ofenden este taumatúrgico lugar; ay de aquellos que destruyen al obispo; ay de aquellos que no creen en las apariciones Eucarísticas". Muchos milagros Eucarísticos sucedieron ante sus ojos.

Yo Soy Dios y puedo hacerme lo que quiera. Podría destruir el mundo y hacerlo de nuevo con unas pocas almas y unos pocos sacerdotes; pocos, pero santos.

No quiero el sufrimiento causado por los hombres que continúan persiguiéndolos.

Sólo Yo puedo convertir a las personas que dicen creer.

He venido a agradecerles por el bien que tratan de hacer, aun cuando hay todavía algunas pequeñas cosas que no van bien, pero esas cosas no me ofenden. Los grandes hombres me ofenden continuamente. Dije que, antes de iniciar mis grandes intervenciones en el mundo, por lo menos la mitad de los hombres tenían que convertirse, pero las conversiones aún son todavía pocas.

Hoy los grandes hombres de la Iglesia piensan que son mejores y más perfectos, porque celebran el año Santo y han podido reunir en Roma toda clases de personas; pero por el contrario están lejos de Mí, porque han continuado guardando firmemente el poder en sus manos y acumulando dinero, el dinero mezquino que destruye al hombre.

Yo, Dios, estoy feliz de verlos reunidos bajo un cobertizo; aquí viene Jesús, María, Madre de la Eucaristía, San José, el padre Pio y todos los ángeles y los santos; No le he dicho San padre Pio, Marisela, pero padre Pio porque se oye más común para ustedes. ¡Cuánto santos han venido y hablado a vosotros y sobre todo a ti, Marisela!

Atención: continúan cayendo y colapsándose, pero no está bien, no es bello, porque éso significa que su confianza y fe en mí vacila.

Tratan de parecerse a Mí, mis niños, pero no me ven, no pueden verme.

Marisa - Sí, lo sé, el obispo me explicó que ningún hombre, mientras esté en la tierra, puede ver a Dios. Pero, oír tu voz, me parece que te veo, pero no te veo. ¿Te veré algún día?

Dios Padre - Sí, por supuesto, me verás muy pronto y me verán también todos los hombres de buena voluntad, todos los hombres que han aceptado mis advertencias.

¿Piensan que los dejo? No, no lo hice; si los hubiera dejado, la Madre no habría estado con ustedes tan seguido. También San José, san padre Pio, todos los ángeles y los santos están siempre con ustedes. Cuando San padre Pío fué beatificado, ¿dónde estaba él? ¿No estaba con ustedes? Cuándo los grandes hombres hicieron fiestas espectaculares, ¿no estaban los ángeles y los santos con ustedes? ¿No estaba la Madre de la Eucaristía con ustedes?

No crean a ésas persona que dicen que la Madre de la Eucaristía se aparece en otro lugar, la Madre de la Eucaristía se aparece sólo en este taumatúrgico lugar.

Los hombres de la Iglesia han leído los mensajes y han tomado posesión del título "Madre de la Eucaristía," o de todas las ideas que su obispo tenía y que puso por escrito. No importa, ésto no ofende a nadie.

Hacen creer que no creen, pero la mayoría de los sacerdotes creen en este taumatúrgico lugar. Los sacerdotes extranjeros telefonean, escriben, vienen y no temen a nada, al contrario los italianos temen un poco y los romanos temen mucho. Pero ay de aquellos, ay de aquellos, ay de aquellos, porque el Paraíso está cerrado para aquellos que temen.

Yo soy Dios y no hay ningún otro Dios, pero no por esta razón los hebreos, los musulmanes y los miembros de todas las otras religiones no vendrán a disfrutar del Paraíso. También ellos lo disfrutarán si ellos aman a su Dios, quien después de todo soy siempre Yo.

Vamos, mis queridos niños. Los santos a mi alrededor les desean todo lo mejor a todos, sobre todo a los enfermos, a aquellos que están en una cama en el hospital, a los prisioneros, a los alcohólicos, a todos, porque Dios ama a todos. Repito: ay de aquellos que matan, ay de aquellos que escandalizen a uno de mis niños. Como dice el Evangelio, es mejor para ellos que aten a su cuello una piedra grande y se tiren al mar, porque no hay nada que hacer por ellos.

Los mejores deseos para todos, ámense los unos a los otros y ámenos.

Excelencia, vamos. Como Jesús, tu también pareces ser un fracaso, pero no lo eres. Como Jesús ganó al mundo, también tú ganarás y llegarás a donde te He prometido.

Junto conmigo y su obispo y con toda la corte celestial, Yo, Dios, grande y misericordioso y mañana justo, los bendigo.

Nuestra Señora - Soy su Madre, después de que Dios ha hablado no tengo nada que decir.

Los abrazo firmemente en mi corazón y los cubro con mi manto maternal.

Vayan en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

Marisa - Adiós. Este beso es para Dios que no veo y este otro para todos ustedes. Adiós.

Excelencia, se ha ido. Todo el Paraíso se ha ido. Había muchos sacerdotes.

Don Claudio - Ésto es confortable.

Marisa - Por supuesto estaban los papas y muchas almas salvas. ¡Qué grande es el Paraíso! ¡Es inmenso!