Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Año Social: 2005-06

El Año del Amor

Los mensajes de Dios son traducidos por un miembro de la comunidad, quien no es un traductor profesional. S.E. Mons. Claudio Gatti reconoció el origen sobrenatural de las apariciones (Decreto del 14/9/2000), pero el dió la aprobacion eclesiastica solamente a los mensajes en italiano, para que el no es responsable de errores hechos sin querer de el traductor

Mensajes de Septiembre de 2005

Fuente San Lorenzo (MC), 3 de setiembre 2005 - h 3:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, queridísimos hijos, os doy las gracias porque habéis venido aquí tan lejos. Habéis afrontado un viaje que ha comportado también algún sacrificio.

Mis queridos hijos, ¡os acordáis cuando Don Claudio fue ordenado Obispo? ¡Cuánto ha sufrido! El año siguiente Dios ¿qué hizo y qué dijo? "Yo no hago milagros a quien no está en gracia". En esta carta que vuestro obispo ha escrito al Papa está esta frase: "Dios no hace milagros en las manos de los impostores. Si vuestro Obispo hubiese sido un impostor, el año siguiente a su ordenación episcopal non hubiese habido el gran milagro eucarístico durante la S. Misa, cuando en el momento de la consagración, después de haber pronunciado las palabras de Jesús, la sangre salió de la Eucaristía; muchos de vosotros estabais presentes aquel día.

Marisa - Ahora pensemos en la peregrinación; hacedlo con todo el amor, no habléis, orad también en el coche, recitad el S. Rosario, orad todo lo más que podáis por la paz en el mundo, por las misiones, por los niños, por todas las personas que mueren y por lo que ha ocurrido en Nueva Orleáns. He ido otra vez a Nigeria y a otras naciones de África donde hay mucho sufrimiento. Muchos niños han muerto en mis brazos, porque tenían hambre, sed y no tenían nada. ¿Sin embargo, nosotros qué hacemos? Tiramos la comida porque, por culpa nuestra, se ha deteriorado. Esto es un pecado grave. Dios ha dicho: "Es pecado grave tirar la comida", porque hay bastantes personas que mueren de hambre. Lo repito: especialmente los niños tienen hambre, sed, están desnudos, no tienen nada y te miran con aquellos ojitos como diciendo: "Ayúdame, mamá, yo también soy tu hijo". Esto hace sufrir mucho. Conmigo estaban la Virgen, mis sobrinitos y naturalmente el Obispo, que confesaba y celebraba matrimonios. Cuando estéis en el coche, no habléis mal de nadie, y rezad y amad. Recordad: el amor es la virtud que nos lleva al Paraíso, donde existe solo el amor; la fe y la esperanza son virtudes que se ejercitan durante la vida en la Tierra. Después de la muerte permanece solo el amor y en el Paraíso solo hay el amor. Desgraciadamente esto no se comprende por todos. ¿Es tan difícil amarse, quererse? Si un hermano se equivoca, es necesario reprenderlo, corregirlo, como dice el S. Evangelio. Tenéis que sufrir por el hermano, ayudarlo y amarlo hasta el final, cuando la muere llegue y él vuele al Paraíso.

Esto es lo que desea la Virgen, esto es lo que deseo Jesús. ¡Ahora la Trinidad desciende en medio de nosotros! El que pueda que se ponga de rodillas delante de la Trinidad. Oh Trinidad beata, ayúdanos a amar a todos los hombres de la Tierra, incluso a los que nos hacen sufrir.

Cuando lleguéis a la fuente de San Lorenzo, el lugar que Dios ha bendecido, orad, coged de aquel agua y bebedla, porque está bendita por Dios, todo es santo en aquel lugar, como es santo nuestro lugar en Roma.

Ahora la Trinidad se va y vuelve la Virgencita, nos mira y nos desea que pongamos en práctica cuanto Dios ha escrito en su carta.

Acordaos que el amor lo vence todo, y yo estoy siempre con vosotros. En la Fuente San Lorenzo el Obispo celebrará la S. Misa para vosotros. Yo no estaré, por desgracia no puedo recorrer aquel camino, no puedo caminar. Sed felices de ir y escuchar la Santa Misa, estad en silencio, no os giréis aquí y allá, y mirad donde está Jesús, nuestro Jesús.

Nuestra Señora - Gracias una vez más a todos por haber venido aquí. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños presentes y los que no están presentes, bendigo a todos los niños enfermos.

Marisa - Y son muchos, creedme, son muchos. Cuando boy por los hospitales, veo muchos niños, trato de ayudarlos, trato de tomar su dolor y lo mismo hago con los adultos. Yo tomo sus dolores, pero luego el Señor me los quita, no los deja para siempre, pero durante aquel día los dolores de los niños y los dolores de los adultos se convierten en míos.

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Acordaos de la carta del Papa, no la olvidéis. Gracias a todos por haber venido. Adiós a todos.

Mensajes de Octubre de 2005

Roma, 1 de octubre 2005 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Vengo a vosotros en un momento crítico para el Obispo y la Vidente. Me siento muy feliz de que hoy sea el primer sábado de mes ya que así puedo estar con vosotros y volveros a ver, porque yo no os he olvidado, a pesar de que alguno ha hecho sufrir a la Madre.

Participad como podáis en este matrimonio, estad al lado de Domenico y Federica, ayudadlos con la oración, el amor, la caridad y el sacrificio. Esto es lo que repite a menudo la Madre: amor es igual a sacrificio y penitencia. Orad por estos dos hijos, por todas las madres, por todos los padres y todos los que aman y van por el camino recto.

Marisa - Virgencita, deseo encomendarte a María; ¿te la llevas contigo al Paraíso? Y también a tantos enfermos que se han encomendado a mis oraciones. Mira, a María la conozco bien. Adiós, María, lástima que no he podido verte antes. Has hecho un hermoso salto, también tu estás cerca de mi madre y de Marina. Soy feliz, Virgencita, gracias porque me has dejado ver a María, la he querido mucho, he rezado y sufrido por ella. Gracias a todos los que oran por nosotros que estamos en la Tierra, lo necesitamos, estamos solos; solamente pocas personas nos circundan y nos quieren. Nosotros, a pesar de todo, continuamos orando y sufriendo por el triunfo de la Iglesia, por la conversión de los hombres, por todos los niños enfermos.

Nuestra Señora - Gracias, Marisella. ¿Estás contenta de que te haya dejado ver a María Winkler? Junto a mi gran Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, especialmente los del matrimonio, las alianzas que no tenéis en la mano. Ánimo, os olvidáis siempre de las cosas más importantes.

Bendigo estas alianzas, para que os tengan siempre unidos.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Besa las alianzas también tú, Marisella.

Marisa - Gracias. Adiós a todos aquellos del Paraíso, a la abuela Yolanda, a Marina y a María.

Gracias, adiós. Se ha ido.

Roma, 7 de octubre 2005 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Hoy es la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, pero acordaos que soy siempre yo, la Madre de la Eucaristía. Estoy orando muchísimo por vosotros y os doy las gracias por las oraciones y por todo lo que hacéis, para que llegue este bendito triunfo para vuestro Obispo, que está decayendo día a día.

Marisa - Muchas veces te hemos dicho: María, ve ante Dios, pídele, suplícale y dile que estamos cansados. Nosotros oramos, sufrimos, hacemos penitencia, hacemos la hora santa, pero no sirve nunca de nada. María, Madre de la Eucaristía, te ruego en nombre de todos, suplica a Jesús, suplica al Espíritu Santo, pero sobretodo suplica a Dios, para que llegue pronto lo que ha prometido. Sé que a menudo vais ante Dios, os ponéis de rodillas para suplicarle y Él responde: "Esta es la misión, no puedo hacer otra cosa, no es el momento", ¿Cuándo llegará el momento? Hace años que tenemos tribulaciones, que sufrimos y estamos muy cansados. De todos modos el amor hacia todo el Paraíso no falta; nosotros os amamos mucho, pero haced que llegue este triunfo para nuestro Obispo. Él es un hombre bueno, es un hombre lleno de amor, está dispuesto a todo. ¿Por qué tiene que continuar viviendo escondido? Ve ante Dios. Yo misma también digo: "Dios, Dios, Dios, ayúdanos, danos un signo para sentir que estás con nosotros".

Nuestra Señora - Marisella, Dios está con vosotros, Dios está con todos. ¿Cuántas veces os he dicho que vuestras oraciones no se pierden?

Marisa - Sí, ya lo sé que son a beneficio de muchas personas: enfermos, pobres, niños, pero también nosotros necesitamos ayuda de Dios. Te lo ruego, no soy capaz de ver al Obispo de este modo, no lo merece y vosotros lo sabéis, no lo merece. Vosotros lo habéis declarado santo y está sufriendo terriblemente, no tiene fuerzas para hablar, para volver a empezar los encuentros bíblicos, para recibir a las personas, para llevar a cabo sus competencias. Dios, ¿me oyes? ¿No te da pena? ¿No puedes hacer algo? ¿Por qué las personas que no están en gracia triunfan y las personas santas tienen que continuar sufriendo? Te lo ruego, Dios, te lo ruego, haz que llegue esta gracia para él, no para mi. Tu lo sabes, yo estoy dispuesta a todo, a hacerme cortar a trocitos, a sufrir por él, día y noche, pero no hagas sufrir más al Obispo, hazlo triunfar a él y haz de mi lo que quieras.

Nuestra Señora - Yo, la Virgencita, doy gracias a todas las personas que oran, sufren y hacen encuentros de oración, hacen la hora de adoración, os doy las gracias a todos, pero recordad que vuestras oraciones no se pierden, sino que van a parar a quien tiene necesidad, a quien Dios las destina.

Felicidades a todos, porque cuando es la fiesta de la Madre, es la fiesta también de los hijos. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todas las personas que están lejos o están en el trabajo y no han podido venir.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿Has entendido? Ve ante Dios, te lo ruego, ve ante Dios, yo ya no soporto ver al Obispo de este modo.

Ha dicho que todos los días va ante Dios con mi madre y con todas las personas que tú sabes a suplicarle, a orar. Él no dice que no, sino que aún no es el tiempo.

Obispo - Que haga llegar el tiempo, Él es Dios y lo puede hacer todo.

Roma, 16 octubre 2005 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Mi retraso, por desgracia, ha sido a causa de vuestra hermana, porque no está bien y necesita más tiempo para preparase, pues tiene que medicarse y toma muchas medicinas, por tanto no os preocupéis si tardamos un poco; a mi me gusta la puntualidad, pero lamentablemente a veces es difícil conseguirlo.

He venido para encomendaros a todas las personas que han muerto a causa de los huracanes, de las tempestades, de los terremotos y de otras calamidades naturales. El tiempo de la purificación ha empezado, esto ya os lo había dicho. La mayor parte de vosotros ora mucho, hace horas de adoración y ayuna, esto gusta mucho a Dios. Sé que esperáis algo hermoso y grande, pero si la purificación no se calma, si los grandes hombres no se convierten, todo se vuelve difícil. Vosotros os habéis preguntado: "¿Por qué Dios hace una promesa que luego es pospuesta? Parece que estemos llegando a la meta y sin embargo todo vuelve atrás. ¿Por qué?" Dios no es como vosotros pensáis, Dios es amor, es felicidad. Hace falta tener fe en Dios; si actúa así, tendrá sus motivos, que a nadie se le permite contrastar ni criticar. Alguno ha dicho: "¿Por qué Dios no dice la verdad?" Esta queja ha hecho sufrir mucho a Dios Padre. Vosotros esperáis con alegría el gran momento que tiene que llegar, pero también sabéis que alguien tiene que morir antes de que esto ocurra. También esta muerte parece que esté llegando, pero luego se retrasa, como las promesas que Dios ha hecho.

Marisa - Entonces, ¿qué tenemos que hacer nosotros los creyentes, que tenemos fe y confianza en Dios?

Nuestra Señora - Orar, no hay otra cosa que la oración. Hoy es la jornada de los enfermos y aquí hay personas enfermas. Orad por los enfermos y para que cesen todas las desgracias que ocurren en el mundo. Lo que más entristece es que les ha tocado a los niños y a los pobres. ¿Qué pasaría si una catástrofe tuviese que ocurrir en Italia, en Roma? Orad a Dios para que esto no ocurra nunca. Os ruego con todo el corazón: orad por vuestro Obispo, vosotros podéis hacerlo. Don Claudio no celebra la S. Misa en la basílica porque no tiene fuerzas para bajar y cuando baja el domingo le cuesta mucho, pero lo afronta de buena gana, porque vienen esas pocas almas que lo quieren y que lo esperan. Hoy he dicho a Marisa: "Prepárate, hijita, baja también tu y yo te ayudaré. Estaré aquí con vosotros con mucha alegría".

Ánimo y adelante. Excelencia, no te sientas acabado, no te sientas burlado, Dios no se burla de nadie, prueba a las personas que sabe que puede probar. En todo el mundo las personas que han dicho un sí pleno a Dios son solamente tres; de éstas, una la conocéis bien. ¿Cómo se puede decir no a Dios cuando te habla? ¡Nunca! Por tanto tenéis que tener confianza, valor, fuerza; orad por quien está enfermo y servidlo.

Marisa - A mi no me sirve nadie, nadie viene a mi, no me busca nadie, no veo a nadie. Si no estuviese el Obispo que me hace de padre, de madre y de hermano, no sé que fin habría tenido, estaría muerta ya, como mi madre. De todos modos estoy contenta igualmente, quiero solamente que tu y mi madre vengáis por la noche a consolarme, a ayudarme, porque ya no tengo más fuerzas. Id también con el Obispo, id con aquellas personas que sufren, os llaman y piden ayuda.

Virgencita, yo ya sé que nos quieres y ayudas a las personas enfermas. Cuando vamos por los hospitales, muchas personas se han curado. Yo tomo sus enfermedades, que después se curan; de otro modo ¿cómo podríamos ir al hospital de niños "Niño Jesús" y a otros lugares? Aquellos niños con los ojos grandes y saltones, nos miran como diciéndonos: "¡Ayudadnos!" Y nosotros los ayudamos, hacemos lo que podemos: con todas las desgracias que ocurren en el mundo tenemos que ir también a otras naciones.

Nuestra Señora - Está bien, mis queridos hijos, cuento siempre con vosotros. Veo que disminuís cada vez más, probablemente alguno se ha cansado de venir, pero no importa. Os dije una vez que yo vendré aunque permanezcan solo el Obispo y la Vidente o solo dos o tres personas, no me importa el número. Yo estoy siempre aquí con vosotros.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños y a los objetos sagrados. Principalmente quiero bendecir a aquellas mujeres que esperan un niño y no pueden venir. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Dios quiere que diga que hace algunos días una de vosotras estaba muriendo, entonces tomé de la mano a Marisella, fui al hospital con ella para ayudarla y ahora está sana y salva. Tenéis que dar gracias a Dios, siempre.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - Adiós, pequeño Emmanuel. ¿Mandas un besito a la Virgencita?

Marisa - Sí, son niños de oro. Adiós.

Se ha ido. ¿Has entendido?

Obispo - ¿Y tú, has entendido?

Marisa - Yo sí.

Roma, 23 de octubre 2005 - h. 11:25 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Jesús, Jesús! ¿Has venido tu? ¿Tienes algo bonito que decirnos, algo que nos dé un poco de valor para continuar adelante en este camino tan doloroso? ¡Eres tan hermoso, Jesús! Nosotros te queremos mucho y la Madre lo sabe. ¡Eh ahí a la Madre! Todo el Paraíso está en torno a Jesús.

Jesús - Mis hijos adorados, soy vuestro Jesús. No te preocupes, Marisella, por la voz, lo importante es que te entiendan.

Marisa - Tengo un nudo en la garganta.

Jesús - Alguno de vosotros ha perdido la esperanza y Yo he venido para devolvérosla. Aquél que está en lo alto, aquél que es el cabeza no podrá durar por mucho tiempo aún. El que subirá al trono después de él tendrá mucho que hacer, que trabajar; tendrá que destituir de los cargos a las personas que hacen sufrir.

Mis dos hijitos han vivido 34 años de sufrimiento, de gran sufrimiento; lo que os contó ayer vuestro Obispo no es nada en comparación al sufrimiento que han vivido y alguno de vosotros lo sabe.

He venido, y me cuesta decirlo, para haceros saber que diversos cardenales durante el cónclave han perpetrado acciones verdaderamente malvadas; han tratado por todos los medios de hacer lo que querían y no han respetado ni el Santo Evangelio ni el C.I.C. No penséis que el Espíritu Santo haya bajado sobre el cónclave, el Espíritu Santo está con vosotros, Dios Padre está con vosotros, Yo, Jesús Eucaristía estoy con vosotros.

Marisella, tu ves detrás de Mi una gran Hostia, y alrededor suyo están todos mis santos. Ves una gran luz luminosa, que no te hace daño a los ojos, sino que te permite verlo todo bien.

Yo, Jesús, os repito: no os desaniméis. Ya lo sé, ya lo sé, Excelencia, para ti cada día que pasa es una semana, cada semana es un mes y cada mes es un año. Tú sabes una parte de mi vida, aquello que cuentan los Evangelios, pero no conoces toda mi vida por entero. Quería dictarla y hacerla escribir a vuestra hermana, pero no está en condiciones de poderlo hacer. Yo podría ayudarla, pero sería un trabajo mío, no suyo. Para Marisella es muy difícil, más bien imposible, escribir tan siquiera una sola página. Vosotros no os dais cuenta del estado de su salud. He oído decir a alguno: "Marisa está bien". No es porque ría o bromee o haga chistes que se puede decir que esté bien, lo hace por vosotros y por los otros. Excelencia, no he dicho sonreír, sino reír, es difícil, lo sé. Te dictaré mi vida a ti, Excelencia, y tú la escribirás estando sentado en tu despacho de oro. Escribirás lo que te diré y lo que tu corazón sentirá, porque tú me sientes en tu corazón, como me sentiste ayer cuando corriste a decírselo a tu hermana. Para Nosotros el triunfo no está lejos, sin embargo para vosotros hombres, está lejano. He venido a encender la esperanza y la fe en Dios. Marisella, ¿qué has dicho?

Marisa - Pero yo he bromeado con Dios, no hablaba en serio. Jesús, tendrías que comprender que somos hombres débiles, cansados, pero oramos, hacemos adoración eucarística; recitamos muchos rosarios y muchas oraciones y esperamos algo de ti. Ya no pido nada a la Virgencita, te lo pido directamente a ti, Jesús Eucaristía.

Sí, es hermoso todo lo que dices, es hermoso para mi que pronto me iré, pero ¿para los otros? ¿Y para el Obispo? Al Obispo se le han hecho muchas promesas; las feas se han realizado todas, como el golpe de satanás, las hermosas todavía no las vemos. ¿Verdad, Excelencia?

Obispo - Es verdad, es verdad.

Marisa - Hazte oír de Jesús.

Obispo - Estoy de acuerdo con Marisella.

Marisa - Señor, ¿es verdad lo que he dicho?

Obispo - Tiene que responder Jesús.

Marisa - Señor, ¿es verdad lo que he dicho?

Está bien, estoy emocionada, pero también yo te digo y te repito: haz que llegue pronto aquel día aunque será duro y difícil para el Obispo, porque al principio tendrá a su lado personas malas; pero Tu puedes barrer la casa.

Jesús - Hoy celebráis la fiesta de la Madre de la Eucaristía, de mi Madre; aunque la fiesta sería mañana 24 de octubre, pero mañana todos trabajan y no pueden venir. Por lo tanto mañana habrá la S. Misa para la fiesta de la Madre de la Eucaristía.

Marisa - El que quiera, el que pueda venir que venga. Si no venís, decidlo, porque entonces oraremos en mi habitación.

¿Por qué sonríe la Virgencita? Ahora sonríen todos, no se si se ríen por lo que ha dicho Jesús o por lo que he dicho yo.

Jesús, ¿quieres ayudarnos? No somos muchos, somos pocos, más bien poquísimos, lo ves por ti mismo. Algunos se han marchado porque están desilusionados y cansados, esta vida no es indicada para todos. Es muy duro decir siempre que sí. Últimamente he dicho también yo que no a Dios.

Jesús - Tu "no" para Nosotros no cuenta, ha permanecido tu "sí" grande como el sol.

Marisa - Pero si se repite la situación, te lo digo delante de todos, yo aquel sí no lo repetiré.

Jesús - Marisella, ¿quieres ir…?

Marisa - Sí, sí, sí, voy.

Jesús - ¿Lo ves?, has dicho que sí. Por lo tanto ánimo, ánimo, ánimo. Excelencia no te comas la moral, sino llegará la depresión y no te sostendrás en pie. Ya no estás bien y comes poco, poquísimo; Yo comía más con los apóstoles; pescábamos pescado, lo cocinábamos y nos los comíamos.

Obispo - Eras más joven que yo.

Jesús - Pero tu no eres viejo, cuando el corazón es joven, uno es joven. Los viejos son los que se quejan siempre. ¿Te crees que tus muchachos, porque tienen más o menos 30 años, son más jóvenes que tu? No, lo son por la edad. Tú eres fuerte, sé valiente, vuelve a ser como antes y verás que Dios no te abandonará.

Ya son doce años que la Madre de la Eucaristía viene para todos y ha habido 185 apariciones eucarísticas.

Bravo, hijitos, habéis tenido ideas muy hermosas. Mi agradecimiento no es solo para los jóvenes, sino para todos mis hijitos, por tanto también a los que tienen más de 80 años, como Julia.

Marisa - Son todos grandes, y sin embargo son pequeños delante de ti, son como niños y sonríen, alguno sonríe siempre, y alguno está siempre mosqueado.

Mira, ahora están los tres Jesús. Todos se han puesto de rodillas, porque está la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Nuestra Señora - ¿Querías decirme algo, Marisella?

Marisa - No, mejor que no, hablaré con Jesús porque es su fiesta, la fiesta de Jesús Eucaristía.

Jesús - Somos tres Jesús, somos un sólo Dios en tres personas, somos iguales y distintos.

Marisa - El Espíritu Santo tiene la paloma, Jesús tiene los estigmas.

Dios Padre - Yo soy Dios.

Marisa - Sí, Tú eres Dios. Te queremos, pero trata de hacer algo por nosotros. No comprendo lo que veo, después se lo preguntaré a su Excelencia.

Obispo - Después te lo explico.

Jesús - Tratad de tener esperanza, valor y confianza, tratad de amaros, de quereros, de hacerlo todo por amor.

Marisa - Jesús, ¿me dejas hablar un poco con la Virgencita? Mira lo que han hecho. No se si puedes llegar a leer hasta mi. ¿Ves? ¿Nos veis?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os tengo siempre en mi corazón. Yo, la Madre de la Eucaristía, os amo mucho.

Marisa - Oye, quiero encomendarte a algunos enfermos

Nuestra Señora - Sí, ya sé a quienes quieres encomendarme, pero si dices todos los nombres no terminaremos nunca.

Marisa - Te puedo decir solo, Yolanda, Vicenta, Marcelleti y todas aquellas personas que llaman continuamente y se encomiendan a mis oraciones. Tú sabes quienes son.

Oye, está Pascual que siempre me pide: "Dile a la Virgen, dile a la Virgen. ¿Qué le respondo?

Nuestra Señora - Calla.

Marisa - ¿Lo quieres, verdad?

Nuestra Señora - La Madre quiere a todos. Grandes y pequeños.

Marisa - Poco a poco se están marchando los tres Jesús. Se ha quedado la Virgen con todos los santos.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños, especialmente a aquellos que hablan tanto y a la que baila cuando canta el Aleluya.

Marisa - Esa es Mariasole.

Nuestra Señora - Bendigo a todos los niños, a todos, desde los más grandes que están presentes, Mauro y Jacobo, hasta las dos pequeñas mujercitas: Mariasole y Sara.

Marisa - Vale, ahora citemos también a Emmanuel y Samuel. Oye: no es que yo quiera estar bien porque sé cual es mi camino, pero querría estar un poquito mejor. Ayer y hoy estoy un poquito mejor, ¿durará? Adiós, mamaíta, adiós a todos.

Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Marisa - Ha abierto el manto y ha cubierto a todos los santos y a los niños.

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Felicidades y buena fiesta a todos.

Marisa - Adiós.

Roma, 30 de octubre 2005 - h. 10:45 a.m. (carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Es siempre con mucha alegría que vengo en medio de vosotros. Una vez más os doy las gracias por la adoración eucarística y por las oraciones que hacéis. Acordaos: no se pierde nada de todo lo que hacéis, porque muchas personas se salvan, son ayudadas, se convierten. Vosotros esperáis el gran día, también Nosotros los del Paraíso lo esperamos. Vosotros no podéis saber todo el mal que hay en la Iglesia y la Madre tampoco puede decirlo, puedo hablarlo solo con la Vidente. En la Iglesia hay cosas muy, muy, muy graves. Dios está buscando almas que puedan orar y ofrecer sufrimientos para ayudar a la Iglesia. No miréis que muchas personas vayan a San Pedro, la mayor parte son extranjeros y van al Vaticano, no tanto por el Santo Padre, sino más bien para visitar la basílica y los museos.

He visto disfrutar a mis dos hijos al ver la película de "San Pedro" y ahora la están viendo por segunda vez. Si la habéis visto y la habéis grabado, volvedla a ver, hay mucho que aprender, especialmente lo que Nosotros los del Paraíso hemos predicado: el amor, la ayuda al hermano, el altruismo. Destaca en los apóstoles el amor, al testimoniar hasta la muerte, que Cristo es el Hijo de Dios, es el Mesías. Allí encontraréis muchas explicaciones que ya habéis oído de vuestro Obispo. Mirando las imágenes, veréis el amor tan pleno que tienen el uno hacia el otro, así cambiaréis también vosotros, os amaréis el uno al otro y lo amaréis todo. Ahora os confío un secreto. Vosotros sabéis cuanto, el señor Ruini y otros prelados, han hecho sufrir y hacen sufrir a mis dos hijos, sin embargo Marisella ora por ellos, quiere salvar su alma con la ayuda de Dios. Esto es amor: orar por todos, amar a todos, conversar con todos, no solo con quien es simpático, con quien es amigo. No hagáis grupitos, sino más bien orad y trabajad todos juntos como los apóstoles. Dad amor y testimonio, por lo demás, pertenecéis al Movimiento Impegno e Testimonianza (Compromiso y Testimonio); el que hace esto ya ha asegurado el Reino de los Cielos. Excelencia sé que no quieres que te diga ánimo, ánimo, ánimo, pero, como madre, tengo que decirte: ánimo y continua adelante.

Mis queridos hijos, sé que venís a este lugar taumatúrgico y sois muy, muy valientes. Amad a vuestro Obispo todo lo que podáis. Muchos se retiran porque no ven nada, no llega nada, no ocurre nada, pero cuando llegue vuestro tiempo, ¿dónde estarán aquellos que se han ido? Tal como algunos no entrarán en el Reino de los Cielos, del mismo modo los que se han marchado no volverán a entrar al lugar taumatúrgico, nadie les ha dicho que se vayan. De todos modos os invito a amar también a estas personas y a orar por ellas. Orad por los niños, para que crezcan buenos, sanos y fuertes.

Marisa - Yo tengo muchos nietos y pocos biznietos, pero ruego por todos los niños.

Nuestra Señora - Esta noche, cuando hemos ido al hospital Niño Jesús, hemos visto mucho sufrimiento, sobretodo en las madres y en los padres de los niños, algunos de los cuales, aunque han sido bien curados, se han muerto. Desde allí hemos ido a otro hospital aún más triste, a un hospital de ancianos, solos y abandonados. Si un anciano es bueno y tiene la cabeza en su sitio, es ayudado, mientras que el que ya no razona, no se le limpia: se le deja a su destino y le dan muchas pastillas para tenerlo tranquilo. Hemos visitado dos hospitales, uno para niños y otro para ancianos, los dos muy tristes. Hemos cogido en brazos a los niños, que levantaban las manitas, te miraban, te sonreían y estaban muriendo. Vosotros no habéis vivido estas dolorosas experiencias. Entonces orad, orad por todas las personas que están en los hospitales.

Recordad que todo lo feo que ha llegado hasta hoy es la purificación, que ha empezado en los países lejanos. Vosotros, como ya os he dicho, aún no habéis tenido la purificación, así que procurad orar, amar, ofrecer sacrificios y hacer adoración. El que pueda, el que tenga tiempo, el que no tenga graves problemas familiares, que haga la adoración, que ore. Orad también por vuestro Obispo, para que se recupere completamente y pueda estar más con vosotros. Esperemos que pronto pueda volver a empezar el encuentro bíblico, si su salud lo permite y si vosotros estáis contentos.

De todos modos, gracias a todos los que trabajan para ayudar a estos mis dos hijitos, porque no tienen personas capaces que los ayuden en casa; cada día hay algo que les hace sufrir, sufrir y sufrir. Vosotros no os dais cuenta, pero el que ha estado con ellos durante algunos días lo ha visto todo y ha dicho: "Me parece imposible. ¿Cómo lo hacéis para vivir?".

Marisa - Porque estás tu, Virgencita, que nos ayudas y continúas ayudándonos; tenemos mucha necesidad de ayuda. Cuando me haces sufrir, espero salvar algún alma con la ayuda de Dios, porque estoy muy cansada.

Quería hacerte una pregunta, no sé si puedo hacerla delante de todos.

Nuestra Señora - Sí, ya lo sé, querrías alimentare sólo con la Eucaristía.

Marisa - Sí, porque ya no puedo comer y sin embargo cuando he tomado la Eucaristía he estado mejor. Cuando como algo, ¿has visto lo que sucede?

Nuestra Señora - Ahora se lo preguntaré a Dios Padre.

Marisa - No digas siempre que se lo preguntarás a Dios Padre, antes de que llegue la respuesta yo estaré muerta y sepultada. Quiero la respuesta enseguida.

Nuestra Señora - ¿Qué pretendes, Marisella?

Marisa - Pretendo saber lo que te he preguntado: si puedo alimentarme de la Eucaristía. No me parece una cosa equivocada.

Nuestra Señora - No te preocupes, esta misma noche, cuando venga con tu madre a ayudarte para dormir, te diré sí o no, pero quédate tranquila, será un sí pleno, como se lo has dicho tú a Dios, pero en el momento oportuno.

Excelencia, no tengo el valor de decirte ánimo, pero te digo ánimo

Marisa - ¡Y se lo dices dos veces!

Nuestra Señora - Querría dar ánimos a todos, orad por los que no tienen salud, que tendrán que ir al hospital para operarse, orad por los niños y por los grandes. Y digamos también por los jóvenes, todavía considerémosles jóvenes.

Marisa - Pero qué simpática eres. ¿Se puede decir simpática a la Virgen?

Obispo - Claro, claro.

Marisa - Sí, si se puede decir. Eres simpática.

Nuestra Señora - ¿Rezamos juntos? Padre Nuestro… Gloria… Como sabéis, Dios quiere que recitemos también el Ave María.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños y a los ancianos enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Amaos, hermanos. Sea alabado Jesucristo.

Leed los mensajes y ponedlos en práctica. Adiós a todos.

Marisa - Adiós. Se ha ido.

Mensajes de Noviembre del 2005

Roma, 5 noviembre 2005 - h. 6:45 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy, primer sábado de mes, es una gran alegría para mi estar en medio de vosotros. Se que rezáis mucho y también yo rezo con vosotros y hago rezar a todos los del Paraíso para vosotros. La Madre no tiene palabras para agradecéroslo, pero probablemente todavía no comprendéis lo que Dios quiere. Tenéis que cambiar un poquito, no podéis preguntar siempre: "¿Cuándo, cuándo mantendrá Dios lo que ha prometido?" no vayáis al Obispo a hacerle esta pregunta, porque él no lo sabe, como no lo sabe la Vidente. Tampoco, María, Madre de la Eucaristía, lo sabe. Estos son los planes de Dios, y vosotros tenéis que aceptarlos. Lo sé, la espera es larga y el sufrimiento os destroza cada vez más. Continuad orando, haciendo adoraciones eucarísticas y ayuno; esto es mucho más hermoso y más agradable a Dios Padre. Él quiere que nosotros aceptemos sus intenciones, aunque no las conozcamos. Por tanto inclinemos la cabeza delante de Dios y digamos: "Dios, ayúdanos, preocúpate tu"

Al nuevo Papa se le ha escrito una carta muy hermosa que ciertamente el Obispo os ha leído, pero Benedicto XVI no ha respondido. Podéis comprender muy bien cuáles son ahora las intenciones de Dios. Él quiere la conversión, la conversión, la conversión de los hombres de la Iglesia. Hablan del Santo Evangelio, pero no lo ponen en práctica. Yo sólo sé que Dios quiere la conversión de los hombres de la Iglesia. ¿Cuántos se han convertido? Pocos. En compensación se han convertido muchos laicos por el sufrimiento, las oraciones, los ayunos y las adoraciones de los miembros de la comunidad y sobre todo de mis dos queridos hijitos.

No os creáis que sois solo vosotros lo que oráis y sufrís, muchos otros grupos oran por la misma intención: por la conversión de los altos prelados y de los sacerdotes. Si no llega la auténtica conversión de los hombres de la Iglesia, Dios intervendrá, pero no en este momento, porque son muchos, muchos, muchos los que viven en el pecado y no aman a Jesús Eucaristía.

Tened valor y confianza, hijos míos. Lo sé, el cansancio es mucho, la prueba es larga y algunas personas cercanas os hacen sufrir cada día. Vosotros continuad abandonándoos a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo y a mi, que soy vuestra Madre.

¿Os acordáis que nuestro primer encuentro ocurrió un primer sábado de mes? Aquél día fue muy hermoso, parecía todo fácil y sin embargo cuántos sufrimientos, cuántos chantajes, cuántas difamaciones, cuántas calumnias. Así pues, repito una vez más: tened fe en Dios, valor y seguid adelante.

Marisa - Tendría tantas preguntas que haceros, pero me limito a encomendarte a los enfermos, sobretodo a los de la comunidad. Te encomiendo de modo particular a nuestro Obispo, se está derrumbando y tu lo sabes. Ves, no puedo hablar de él, porque me dan ganas de llorar. Yo no sé que más hacer, sufro mucho por él y ofrezco todos mis sufrimientos por él.

Nuestra Señora - Gracias por lo que haces por mi Obispo y vuestro.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, a la pequeña Sara y a la pequeña Mariasole. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz e dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Para algunas personas que os hacen sufrir no hay nada que hacer, nada; el engaño triunfa, la mentira triunfa.

Id en paz, hijos míos. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿Qué tenemos que hacer para estas personas?

Roma, 6 de noviembre 2005 - h. 10:35 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, cuando recitéis el Magnificat, reflexionad en esta frase: Derrocó a los poderosos del trono y ensalzó a los humildes". Esto llegará. Dios derrocará a los poderosos de sus tronos, los hará caer uno a uno, de modos diferentes, y enaltecerá a los humildes, a los sencillos, a los buenos, a los que oran, a los que aman. A veces parece todo perdido, pero no es así. Tenéis que pensar que nada está perdido. Dios sabe lo que hace, se hace esperar, se hace anhelar, se hace desear, pero luego derrocará a los poderosos de sus tronos y ensalzará a los humildes. Comprendo vuestro sufrimiento, comprendo vuestra amargura, es la misma que también tengo yo, que tenemos todos Nosotros los del Paraíso. Aunque Dios retrase su intervención, os ama. Dios es bueno, Dios os ama, su amor es inmenso, tenéis que comprenderlo. No tenéis que haceros tantas preguntas porque es difícil obtener la respuesta. Yo digo solamente: tened fe, ánimo, confianza y seguid adelante.

Siento, Marisella, que no puedas bajar; el tiempo no te lo permite, ésta es la naturaleza, no es Dios el que hace esto, por otra parte, la naturaleza tiene necesidad de lluvia, de sol y de luz.

Sed felices, os lo ruego, tratad de ser felices por todos los medios, de amaros, de comprenderos mutuamente, especialmente los que son tan amados por Dios.

Gracias mis queridos hijitos.

Junto a mi sacerdote, a mi gran Obispo, a mi…, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños y vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Adiós. Adiós, Sara, manda un besito a la Virgencita.

Roma, 10 de noviembre 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Tengo que hacerte una pregunta que me ha sugerido mi director espiritual: ¿pueden disminuir un poquito los sufrimientos? Me avergüenzo de pedírtelo, pero he tenido que obedecer al Obispo.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Felicidades por los encuentros bíblicos que empiezan hoy con mucha fatiga para vuestro Obispo, porque no se encuentra bien. Por esto os invito a orar por él, para que tenga la fuerza de llegar hasta el final del año social. Orad al Señor, para que convierta a todas aquellas personas de las que a menudo os he hablado. Este es un momento difícil, es necesario orar por todos, desde el cabeza de la iglesia hasta la más pequeña criatura del mundo. Ya lo sé, dentro del corazón estáis pensando: "¿Tenemos que orar también por el Papa?" sí, por su misión y por su conversión y la de todos los prelados que están a su lado. Vosotros esperáis con ansia el triunfo y Dios espera con ansia la conversión de estas personas, por esto tenéis que ayudarnos a los del Paraíso y a los pocos santos de la Tierra. S. Pedro y S. Pablo hablaban siempre de amor, alguna vez se peleaban, pero triunfaba en ellos el amor hacia todos: los paganos, los cristianos y los hebreos. No os lo digo solamente a vosotros, mis queridas ovejitas, sino a todo el mundo que recen por todos y que se amen, porque el amor lo vence todo.

Si cada día leéis una página del Evangelio y una página de las cartas de Dios, podéis constatar que son iguales. Yo, la Madre de la Eucaristía, hablo a menudo del S. Evangelio y repito las enseñanzas del S. Evangelio; leedlo también vosotros, no hace falta mucho tiempo para leer una página del S. Evangelio. Tenedlo al alcance de todos, también de vuestros familiares que no creen, un mañana les hará bien también a ellos.

Os lo ruego, queridos hijos, leed el S. Evangelio. ¿Recordáis lo que he dictado de mi vida? También allí está el Evangelio. La redacción del segundo volumen de mi vida ha sido empezada, pero se ha interrumpido, porque vuestra hermana, desde hace mucho tiempo ya no se encuentra bien: no importa. De todos modos entre lo que dice vuestro Obispo, el S. Evangelio y las cartas de Dios, estáis tan preparados que ya lo sabéis todo.

Mis queridos hijos, mi amor por vosotros es muy grande. Dios os ama y continuará amándoos hasta el final de los tiempos. Las personas probadas por Dios, sufren y ofrecen por todos los enfermos y por las personas que tienen necesidad; son tantos, tantos los enfermos que sufren mucho. Marisella, Dios quiere que tus sufrimientos superen los de los otros.

Marisa - ¿Sufrimientos aún más grandes?

Nuestra Señora - Sí, pero Nosotros te ayudaremos, estate tranquila.

Marisa - Deseo encomendarte a Titti, que está en el hospital y está muy mal, y a tantas personas enfermas, tanto del hospital como de casa. También entre los que participan en el encuentro bíblico y en la S. Misa hay alguno que no está bien. Sobretodo te encomiendo a tu Obispo y nuestro, santo Obispo, como tu lo llamas; ayúdalo, ayúdalo, ayúdalo.

¿Está Juan Pablo II? Por la noche le rezo, pero no para mi, le digo siempre: "Intercede por nosotros, ve ante Jesús y la Virgen y ayuda a nuestro Obispo". No quería decirlo, por desgracia se me ha escapado, porque la Marisella de siempre, no es capaz de estar callada un poquito.

Nuestra Señora - Estoy contenta que reces a Juan Pablo II.

Marisa - Lo he puesto también junto a Juan Pablo I.

Nuestra Señora - Ya lo sé, rezas a todos los últimos papas: Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II.

Marisa - Rezo también por Benedicto XVI. Durante la aparición digo lo que tengo en el corazón, no soy capaz de estar callada. Amo a todos los papas, los que han muerto y están en el Paraíso y a aquél vivo.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, continuad orando, continuad teniendo confianza y fe en Dios, continuad orando el uno por el otro, por vuestros hijos y nietos, para que crezcan sanos y santos a los ojos de Dios.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Sara, ¿das un besito a la Virgencita?

Marisa - Adiós, mamá, gracias porque vienes con la Virgen para hacerme dormir, tengo necesidad de descansar, gracias. Pero dad también un beso al Obispo.

Nuestra Señora - Siempre, y tu lo sabes.

Marisa - Adiós.

Se han ido todos.

Roma, 13 noviembre 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

No sabéis o no recordáis que después de la muerte de mi Hijo Jesús fui confiada a Juan, el más joven de los apóstoles. Acompañaba a menudo a los apóstoles cuando iban a evangelizar, pero no me hacía notar, porque quería que ellos triunfasen. Han triunfado, porque han muerto por Jesús y ahora son santos. Cuando estaba con ellos, cocinaba, los ayudaba y trataba de hacer todo lo que podía. Sin embargo cuando no les acompañaba y volvían a casa con los pies hinchados y enfermos, los curaba. ¿Por qué os estoy diciendo esto? Porque cualquiera puede ser apóstol, cualquiera puede hacer el bien y puede mostrar caridad y amor hacia el prójimo. ¿Veis como siempre acabamos hablando del amor, del amor que ha convertido a tantas personas y que triunfa siempre? Yo, la Madre de Jesús, no me dejaba ver demasiado, estaba casi siempre con los apóstoles en bilocación. Ellos no me veían, pero sentían que había una presencia espiritual muy grande que los ayudaba.

Mis queridos hijos, cuando hay algo que hacer, hacedla, no esperéis que sea el Obispo o cualquier otra persona quien os lo diga, pensad que si ayudáis a vuestro hermano con amor, habéis conquistado ya un poco de Paraíso. El que cree en el más allá, el que cree en el Paraíso, hace de todo por conquistarlo con amor. S. Pablo habla a menudo del amor y es el que antes de convertirse ha perseguido a los cristianos, pero luego ha sido convertido por Jesús y ha empezado a predicar, a amar a todos y evangelizar muchas ciudades junto a los otros apóstoles. Claro, a vosotros no os pido que vayáis de una ciudad a otra, porque solo para atravesar Roma se requiere mucho tiempo. Quedaos en vuestra ciudad, pero amad y trabajad, si podéis. Amaos primero en familia, después en la comunidad; hay muchas comunidades cuyos miembros no se aman, son celosos, envidiosos el uno del otro y se pelean entre ellos. Sin embargo tienen una vida muy fácil, pero después de la muerte ¿qué vida tendrán? Por esto os invito, como siempre, a orar por estas almas que tienen necesidad de oraciones y de amor y si no se convierten, peor para ellos, la ayuda les ha sido dada por mi, Madre de la Eucaristía, pero sobretodo por mi Hijo Jesús.

¿Recordáis cuántas veces os he dicho que recibáis a mi Hijo Jesús en gracia? Si no estáis en gracia, no lo recibáis, porque cometéis pecado grave; es sacrilegio recibir a Jesús en pecado. Por tanto adelante y ánimo, con amor, oración y sacrificio.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los que están lejos en estos momentos por motivos de familia. Bendigo a todos los niños, especialmente a los que están en el hospital.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Roma, 17 noviembre 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy participáis en el segundo encuentro bíblico y yo estoy aquí con vosotros. Cuando venís al encuentro bíblico, tratad de comprender bien lo que vuestro Obispo dice; es muy importante conocer a S. Pablo y sus cartas. Cuando deseáis saber algo importante, hacéis de todo; poned también el mismo énfasis en conocer a Jesús hasta el fondo. El S. Evangelio y los otros libros de la Sagrada escritura son maravillosos, pero si no ponéis en práctica lo que enseñan, ¿cómo lo haréis para caminar por el camino de la santidad? Tenéis que aprender a conocer bien lo que Jesús ha enseñado a los apóstoles y hoy os lo enseña a vosotros.

Mi Jesús está a mi lado y no habla, escucha lo que Dios Padre me ha dicho. Es hermoso amarse mutuamente, es hermoso tener un gran amor hacia todos. También durante la aparición de esta mañana Jesús estaba detrás de mi y no hablaba sino que lloraba. También a mi amado esposo José, a mi y a los presentes nos caían las lágrimas. Jesús sufre al ver cuanta miseria y suciedad hay en este mundo que Dios ha creado. ¿Es posible que Dios haya creado un mundo tan sucio? No, lo ha hecho sucio el hombre, que corre locamente hacia el poder y no sabe amar. ¡Cuántos padres no se aman y por su culpa los hijos pagan las consecuencias! Vosotros tratad por todos los medios de amaros y si hay alguna pequeña cosa que no funciona, perdonaos mutuamente. Por la noche no os acostéis si antes no habéis hecho las paces con vuestro cónyuge, si antes no habéis pedido perdón a vuestros hijos y vuestros hijos a vosotros. Ésta es la belleza de la vida: amarse y perdonarse; sin olvidar el sacrificio y el sufrimiento.

Os invito a orar por Marisella, una criatura muy amada por Nosotros que tiene un sufrimiento indescriptible, y será así hasta su muerte. Orad por vuestro Obispo, que sufre mucho, porque ama mucho: si hubiese amado menos habría sufrido menos. Ha amado a los adultos y a los jóvenes de la comunidad, ha amado a los que se han alejado, ha amado a los sacerdotes y ha orado por ellos, pero todo se ha ido a pique. ¿Dios ha querido esto? ¡No! Dios no ha creado este mundo tan perverso donde los hombres son celosos y envidiosos el uno del otro. De los celos y de la envidia se llega a la calumnia y a la mentira con mucha facilidad.

Amaos, amaos y amaos con todo el corazón y ayudaos mutuamente.

Os dejo, mis queridos hijos, porque vuestra hermana no está bien. Esta noche será difícil para ella, por tanto rezad por ella y sobretodo por el Obispo, para que tenga la fuerza de aceptar el gran sufrimiento. Si venimos yo y su madre todo será más fácil. Para nosotros es una niña y la ayudamos como a una niña; como vosotros ayudáis a vuestros hijos y a vuestros nietos, así ayudamos nosotros a nuestra Marisella. Esta noche la vista se irá, no sé si para siempre o por algún tiempo. Nosotros oramos a Dios para que la ceguera no llegue y si tiene que llegar que sea para poco tiempo. Esta mañana ha sido privada de la vista por una hora, pero en ella no había sufrimiento, sino alegría, porque ya había visto todo lo que Dios ha creado y estaba contenta de sufrir por la conversión de las almas.

Gracias si continuáis orando, gracias por la ayuda que dais a mis hijos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Se han ido todos.

Roma, 20 noviembre 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Finalmente estás con nosotros durante todo el tiempo de la aparición junto a tu Madre. Te he conocido y he vivido contigo cuando llevabas la corona de espinas, ahora te veo como Cristo Rey, pero no has querido ponerte la corona real. Ahora tu estás aquí, como Rey, ayúdanos.

Jesús - Mis queridos hijos, lo que ha dicho vuestra hermana es verdad. He llevado la corona de espinas, he sangrado por todas partes y después he subido al Padre, que me ha proclamado Cristo Rey, pero no he querido ponerme la corona, como hacen tantos personajes, especialmente los reyes, que les gusta mucho la corona. Yo no he querido ponerme la corona, he tratado por todos los medios de dar mi corazón, mi corazón. Para mi es más importante quitarme la corona, y dar mi corazón a todos. Ya lo sé, estáis viviendo un momento difícil y os parece que yo no os ame como quisiérais, pero yo os amo a todos, mis queridos hijos. Cuando Dios Padre me dijo: "Da tu corazón a todos tus hijos, buenos y malos, a quien lo merece y a quien no lo merece", yo se lo he dado a todos. Por desgracia a veces tampoco soy comprendido. También vuestro Obispo, muchas veces repite: "No soy comprendido, no soy capaz de hacerme comprender y sin embargo los amo a todos".

Me hace mucho, mucho, mucho daño ver que el Obispo ordenado por Dios Padre no es respetado; por fortuna estas personas son pocas, pero faltan al respeto hacia el Obispo. ¿Qué ha hecho para que sea tratado como me han tratado a mi? Yo he hecho mucho bien, he hecho muchos milagros, y sin embargo he sido muy poco respetado y me han clavado en la cruz.

Vuestro Obispo ha sido ordenado por Dios y después de San Pedro ningún otro ha sido ordenado por Dios, por esto tendría que ser respetado y amado muchísimo por todos vosotros. Veo que habéis decorado muy bien la cruz y adornado la basílica, aunque sea de toldo. Los otros tienen grandes basílicas, grandes iglesias decoradas con esculturas y pinturas; vosotros tenéis un toldo que se asemeja a una cueva de Belén. Aquí me encuentro bien, estoy bien, porque vivo en un ambiente que recuerda la cueva donde nací.

Conozco vuestro deseo: que Dios Padre realice pronto lo que todos esperáis. Vosotros habéis recibido ya muchas gracias con vuestras oraciones, ayunos y sacrificios. Hace pocos días habéis obtenido que Marisella no se quedase ciega. Yo, Jesús, me permito deciros que Marisella no se encuentra nada bien y tiene muchos, muchos y muchos problemas de salud. Ninguna persona hospitalizada está tan gravemente enferma como ella. Sin embargo ella ora siempre por todos vosotros, por los enfermos, por los niños, por cada persona, pero sobretodo ora por su Obispo; treinta y cuatro años de vida juntos no son pocos. Las han pasado canutas; vosotros habéis conocido apenas tres años de su vida y lo bueno viene luego. Si el Obispo tiene fuerzas para contaros su vida, una vida muy probada, os daréis cuenta lo heroicos que han sido y heroicos serán hasta el final. Quiero que seáis heroicos también vosotros, por lo demás lo habéis demostrado ayudando a estos mis dos hijos. Hay personas enfermas que tienen muchos deseos de venir, pero no pueden: una de estas, por la cual Marisella ora, es Rosaria. Está muy mal, le gustaría venir, pero es muy difícil. Yo la amo, estoy a su lado igualmente, y cada tanto, como ella sabe, le mando a Marisella y juntas van adelante con el sufrimiento, con la alegría y el amor. ¿Veis como siempre sale la palabra amor? es una palabra hermosísima, amor hacia todos. Me retiro, mis queridos hijitos, y dejo el lugar a mi Madre.

Marisa - ¿Por qué te vas? Está bien.

Nuestra Señora - La Madre, mis queridos hijitos, no tiene nada que decir después de lo que ha dicho mi Hijo Jesús, he venido solamente para pronunciar mis últimas palabras: junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, bendigo a todos los niños aunque creen confusión. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Acordaos que la presencia de Jesús en medio de vosotros es ya bendición.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós a todos. Ha bajado todo el Paraíso, ha estado también presente la Santísima Trinidad.

Roma, 21 noviembre 2005 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Cuando me presentaron al Templo, todo lo que había en torno mío era hermoso, radiante, luminoso y yo era feliz de consagrarme completamente a Dios, ser toda de Dios; por esto siempre lo he llamado y lo llamo también ahora: mi Todo.

Felicidades también a ti, Marisella, porque te has consagrado a Dios. Mi Todo te ha tomado completamente y ha aceptado tu sí. Tu sufrimiento ha sido y es grande, pero veo que eres feliz igualmente. Sé que rezas a los dos últimos papas por la Excelencia.

Marisa - ¿Ahora hablas como mi madre?

Nuestra Señora - Sí, me gusta hablar como ella. Todos en el Paraíso estamos rezando por Su Excelencia. Monseñor Claudio Gatti, pero la que más reza, después de mi y de S. José, es ella. La Abuela Yolanda se agarra a Dios, se arrodilla con la cabeza inclinada hacia el suelo y ora a Dios por la Excelencia. Hoy he rezado por ti, por tu consagración; has hecho las bodas de oro de tu consagración y tendrías que ser feliz.

Marisa - Seré feliz solamente cuando me saques de esta Tierra, me lo habéis prometido muchas veces y después nada, nada. Si las cosas en el mundo, en el Vaticano, en el Vicariato y por otras partes van mal, ¿tengo que tenerlo todo yo sobre las espaldas?

Nuestra Señora - Tu has dicho que sí a Dios, Marisella, no lo olvides, y Su Excelencia te sigue. ¿Te acuerdas cuando te dije que de tantas personas llamadas por Dios, solo tres habían respondido? Oremos porque al menos estas tres permanezcan fieles a su llamada hasta el final.

Os invito a orar, como siempre, por cada uno de vosotros, por los niños, por las personas enfermas; hay enfermos que se curan pronto y enfermos cuya enfermedad se prorroga para largo y luego parten de esta tierra. No puedo no encomendaros que recéis por los enfermos, sobretodo por los graves, por los que sufren en el espíritu y por los enfermos que no creen en Dios solo porque están desilusionados por no haber recibido la gracia de la curación.

Orad por los jóvenes; no podéis imaginar como van a la deriva; para vosotros es una obligación espiritual. Orad también por los misioneros, por los niños enfermos y los jóvenes que van a la deriva. No tenéis que recitar largas oraciones, si tenéis tiempo hacedlas, sino es suficiente incluso un Padre Nuestro dirigido hacia el Cielo, un Ave María, un Gloria al Padre y la jaculatoria: "Ven Espíritu Santo, Espíritu de amor, ilumina mi mente, inflama mi corazón, fortifica mi voluntad". Hoy no hay mucha gente, ya que no todos han recordado esta fiesta, pero el 21 de noviembre ha sido siempre fiesta. Vuestra hermana, justo en este día, ha sido sometida a una serie de exámenes clínicos para verificar si estaba bien el cerebro y todo lo demás. En aquella circunstancia ha habido la aparición en el hospital y los médicos han aprovechado para ver si había algo que no funcionaba, todo ha sido interesante, regular y hermoso. Aquél día, ¿quién ha sufrido? ¿Quién se ha avergonzado al ver a todos aquellos doctores y enfermeros a su alrededor que realizaban todos aquellos exámenes de la mañana a la noche? ¡Marisella! Por tanto hoy es doblemente tu fiesta. Es también la fiesta de todas las almas consagradas, pero si no respetan el voto de pobreza, si no respetan el sexto mandamiento no pueden ser hijas de Dios.

Ánimo y adelante. Como siempre, termino diciendo: ánimo y adelante, sobretodo a Su Excelencia. Junto a todo el Paraíso, a los ángeles, a los santos, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados.

Bendigo a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 24 noviembre 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy hay de nuevo el encuentro bíblico; es tan hermoso escuchar a vuestro Obispo, porque lo que dice es la verdad sacrosanta, meditad sobre ello y ponedlo en práctica.

Mis queridos hijos, os pido una vez más que oréis por mis dos hijos; sé que pido siempre que oréis y pido mucho, pero el que puede tiene que hacerlo con amor. Yo estoy con vosotros y os ayudo en el momento de la prueba, que llega para todos, a unos de un modo y a otros de otro, pero ninguno sufre como mis dos hijitos. Os invito una vez más a leer el S. Evangelio; no lo descuidéis, es muy importante conocerlo, cuanto más lo conocéis más podéis ponerlo en práctica. Ayudaos y amaos mutuamente y yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos.

Gracias por vuestra presencia. No sois muchos, a causa del frío, ésta es la naturaleza, pero si os cubrís bien no corréis ningún peligro. Me han venido ganas de reír cuando os he visto entrar en la iglesia, parecíais muchas pequeñas viejecitas completamente cubiertas. Es hermoso que hagáis de todo con tal de venir al encuentro bíblico, a la S. Misa y a la adoración. Gracias por todo lo que hacéis, hijos míos. Una vez más os suplico: orad por estos dos hijos míos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños y enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Sara, ¿mandas un besito a la Virgencita?

Se han ido todos.

Roma, 27 noviembre 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo

Mis queridos hijos, como veis, vuestra hermana no ha bajado. No todos sabéis que no puede bajar cuando llueve y hay humedad; por desgracia además de tantas otras, también tiene esta cruz. Esta mañana estaba un poco ansiosa y preocupada por si ha de terminar sus días en una habitación y no poder salir para estar en medio de vosotros, eso que a ella le gusta tanto. Lo que os puedo decir es que ora mucho por vosotros y sobretodo por las personas enfermas.

No tengo nada más que deciros sino que oréis y os améis. La oración sin el amor es estéril, lo sabéis, por tanto amad y después orad.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos, grandes y pequeños, junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Mensajes de Diciembre de 2005

Roma, 1 diciembre 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Mi corazón de Madre late fuertemente y trata de ayudaros en todos los modos posibles. El mundo no va bien y vosotros sabéis también otras noticias que muchos hombres, que no pertenecen a vuestra comunidad, ignoran. Os pido una vez más que oréis, que améis y que seáis más sensibles hacia las personas que sufren.

Muchas personas no vienen, porque la Vidente no baja.

Marisa - Cuando no bajo yo sufro y sufro muchísimo permaneciendo en esta habitación.

Nuestra Señora - No tenéis que venir por la Vidente, tenéis que venir por Jesucristo, tenéis que escuchar la Santa Misa y orar; por Él tenéis que hacer todo lo que el alma cristiana puede hacer. Si venís para ver o hablar con la Vidente, os equivocáis: ella baja cuando Dio Padre lo permite, cuando el tiempo lo permite, pero sabed que ruega por vosotros y os ama a todos. Tendríais que decir: "Hoy la Vidente no está, oremos por ella, porque su vida es muy dura y difícil". Sin embargo es capaz de sonreír, de hacer bromas graciosas y lo hace para esconder el dolor y no hacer sufrir a los que están a su lado. Claro que no es fácil, a veces llora por el dolor que no puede soportar, pero luego lo supera todo.

Mis queridos hijos, el encuentro bíblico es una mina de la que podéis sacar información para vuestra vida. La S. Misa, lo sabéis perfectamente, es vivir con Cristo, recibir a Cristo, amar a Cristo. Ánimo, no os tienen que amedrentar ni el frío ni la lluvia, ni el sol ni el calor, pensad que vais al encuentro de Cristo.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, especialmente a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿Mandas un beso también a los niños?

Nuestra Señora - Sí, a todos los niños, Marisella.

Marisa - Adiós, adiós mamá.

Mañana hace dos años que has volado al Cielo. Diremos la S. Misa según tus intenciones el sábado, porque estará también Selenia; ella no ha estado presente ni en tu muerte, ni en el primer aniversario, esta vez quiere estar presente, esperemos que no ocurran imprevistos en el hospital.

Adiós, mamá, adiós.

Roma, 3 diciembre de 2005 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Estoy contenta de la ayuda que dais en esta casa a mis dos hijitos, que están casi solos. Nosotros los del Cielo los ayudamos, ayudadlos también vosotros. Cuando Jesús caminaba, detrás de Él estaban los apóstoles y después iba yo, su Madre, Madre de la Eucaristía, porqué quería que sobresalieran Él y los apóstoles. Cada poco Jesús me llamaba: "Mamá, ven a mi lado". Cuando tú, Marisella, estás mal llamas a tu madre para que venga a ayudarte y Nosotros estamos dispuestos a permitir que vaya. Me gustaría que también vosotros, cuando algo no va bien, llamaseis a la Madre del Cielo en vuestra ayuda. Yo amo del mismo modo a todos, al que sufre y al que no sufre, al que sufre mucho y al que sufre menos. Como Dios ha dicho siempre en Sus cartas, es necesario amar a todos los hombres, buenos o malos, de todas las nacionalidades, religiones o lenguas. Marisa, sé de tu amor por África.

Mi querido pequeño rebaño, habéis aprendido a amaros, pero tenéis que amaros más, tenéis que extirpar los celos y la envidia; estos defectos no os dejan crecen espiritualmente. Solo el amor hacia todos os hará crecer y entrar en el Paraíso.

Dios ha querido que la abuela Yolanda fuese declarada santa para el Cielo, para los que la han conocido bien y para los sobrinos y nietos que ella amaba tanto. Cuando vivía en la Tierra se dedicaba a los sobrinos y ahora continúa orando por ellos. Mis queridos hijos, las cosas no pueden ir siempre como vosotros queréis, por desgracia hay situaciones que van al contrario de cómo querríais. Tenéis que aceptarlo todo, aunque sea difícil y os haga sufrir. Cuando conozcáis la historia de la abuela Yolanda, comprenderéis que es una mujer que ha sufrido, sufrido y sufrido, pero ahora es feliz. Empezó a conocer la felicidad cuando entró en esta casa, pero sobretodo cuando encontró a Su Excelencia. También vosotros sed felices y si encontráis contratiempos, pequeños sufrimientos, aceptadlas en nombre de Dios, especialmente por aquellos niños que sufren y que mueren porque no tienen medicinas, no tienen nada. Esto lo repetiré siempre: aceptad los pequeños sufrimientos, los sacrificios por estos niños y por todas las personas que mueren de hambre y de sed. Por esto Dios ha dicho, y vosotros lo sabéis, que tirar la comida por olvido o por dejadez, cuando hay niños que mueren de hambre es pecado. Tratad de hacer pequeños sacrificios y florilegios y yo estaré siempre a vuestro lado.

Excelencia, el beso que yo y la abuela Yolanda cada noche te damos, es para darte más fuerza y valor. Si tu entrases hoy en aquella madriguera de lobos, tu sabes a lo que me refiero, sería duro y difícil, y yo no quiero esto, ya has sufrido bastante; yo soy tu Madre, te he amado siempre y tu lo sabes.

Querría dar un beso a todos los niños, que ahora están lejos. Ahora hago lo contrario, primero empezaba por el más grande, ahora empiezo por la más pequeña: Mariasole, Sara, Emmanuel, Samuel, Jacobo; añado también a Denise, Michelle y Nicole; por desgracia ellos no tendrán la educación que tienen vuestros niños; los estáis haciendo crecer bien, pero no les peguéis, os lo ruego; gritadles, castigadles, quitadles la televisión, pero no los peguéis. Se que a veces es difícil, se que a veces se levantan las manos por desesperación, porque no se puede más, pero tenéis que evitar el pegarles; se puede dar alguna azotaina porque a veces es un poco difícil tener quietos a los niños. Los niños son vuestras joyas, son los dones de Dios, son milagros vivientes, amadlos siempre. Si podéis, como ya os he dicho otras veces, ayudad a vuestro Obispo.

Mariasole, ven a dar un beso a la Virgencita. Sara, da un beso a la Virgencita, tesoro. Estos niños son un tesoro.

Marisa - También para nosotros. No los veo mucho y cuando vienen no los puedo gozar mucho, porque no puedo cogerlos en brazos y no puedo caminar. Me lo habéis quitado todo. ¿Por qué aquella noche en el río Jordán me distéis la voz y cantamos y luego me lo habéis quitado todo? ¡Todo! Pero me habéis dejado a "la" Excelencia, que es el don más precioso. Oh, si no hubiese encontrado a mi director espiritual, que tu me has hecho conocer, probablemente habría caído también yo.

Nuestra Señora - No podías caer, Marisella, sino ¿Qué estaría haciendo yo?

Marisa - Vale, tu entiendes lo que quiero decir.

Nuestra Señora - Bueno, ahora habrá la Santa Misa. Naturalmente es válida para los que mañana tienen que trabajar. Orad el uno por el otro, orad por todas las personas de las que os he hablado sobretodo por los enfermos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. A todos los niños les doy una bendición particular. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá, hoy "la" Excelencia celebra la Santa Misa para ti y luego distribuye las gracias a tus sobrinos, a los nietos y a todas las personas que tienen necesidad. Adiós.

Roma, 4 diciembre 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Os acercáis a la fiesta de la Inmaculada, a mi fiesta. Estáis pensando: "¡Cuántas fiestas de Jesús y cuántas fiestas de María hay!". Recordad que festejando a la Inmaculada, festejáis también a la Madre de la Eucaristía. Si el tiempo lo permite, llevad en procesión la estatua de la Inmaculada, la de la Madre de la Eucaristía y mi reliquia. En estos últimos días de la novena, intensificad la oración, tratad de almacenar todas las palabras y las explicaciones que os da vuestro Obispo y tendréis más valor para afrontar las necesidades y los sufrimientos de la vida. Esta vida no es fácil, pero recordad, no es, como dice alguno, que nuestra vida haya sido mejor. También Nosotros tres hemos sufrido, a menudo nos cogíamos a Dios Padre y orábamos. Aunque tuviésemos al Mesías, a Su Jesús con nosotros, el Dios en la Tierra, nos apoyábamos en la oración. Recordad, mis queridos hijos, que solo con la oración conseguiréis aceptarlo todo y obtener lo que queréis. Claro, lo que vosotros esperáis es obra de Dios y hará lo que tiene que hacer. Cuando alguna situación familiar no va bien, cuando alguno, incluso de la comunidad, os hace sufrir, orad. Haced como que no pasa nada y orad por aquellas personas que os hacen sufrir. Veo que estáis caminando bien, pero ahora, os lo ruego, no os dejéis caer, porque cada vez que digo que estáis caminando disminuye el empeño; esto sucede especialmente a los jóvenes. Cuando la Madre dice que estáis caminando, que sois mejores, tenéis que continuar caminando. Como os he dicho muchas veces, haced un paso cada vez y llegaréis a amaros todos como Dios os ama, como yo, la Madre, os amo.

Orad por las personas que están lejos de mi Hijo Jesús, orad por aquellas personas que todavía continúan difamando y calumniando, orad por los sacerdotes; cuando digo sacerdotes quiero decir desde el Papa al más pequeño sacerdote. ¿Os acordáis cuando os decía que el más pequeño sacerdote era Don Claudio? Hoy es el Obispo ordenado por Dios y es el gran sacerdote y esto molesta mucho a sus hermanos; entonces no queda más que la oración, no queda más que hacer florilegios y poco a poco todo se resolverá. Mis queridos hijos, la abuela Yolanda ora por cada uno de vosotros, se acuerda siempre de vosotros y ora por toda la comunidad. Naturalmente ora por sus hijos, sus sobrinos y nietos, ahora tiene muchos, pero su oración constante y fuerte, de rodillas delante de Dios, es por Su Excelencia, y es justo que sea así. Su Excelencia ha amado mucha a la abuela Yolanda, la abuela Yolanda ha amado mucho a Su Excelencia, para que el Señor le de un poco más de fuerzas; porque cuando se sufre tanto, también el físico se resiente muchísimo y entonces todo se vuelve difícil.

Felicidades a ti, Yari, mañana estaré a tu lado.

Mis queridos hijos, os doy las gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro, ordenado por Dios, os bendigo a vosotros, a vuestros seres queridos, a los niños, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Bendigo a María Teresa.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 8 de diciembre 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Felicidades a todos. Sois una familia que se reúne en torno a la Eucaristía. La carta de Dios repite más o menos las mismas palabras que ha dicho antes el Obispo.

Os doy, en primer lugar, las gracias por como habéis preparado la fiesta, a pesar del frío que se deja sentir. Doy las gracias a Marisella, que ha bajado en medio de vosotros a pesar de los fuertes dolores, y ésta es una gracia, porque Dios ha permitido que estuviese en medio de vosotros; también en este momento los dolores son muy fuertes. Ella ha decidido bajar y Nosotros le hemos ayudado a estar con vosotros para formar una única familia, como ha dicho Su Excelencia. Querría que este día no fuese igual a todos los demás, cada día que pasa tiene que ser mejor que el anterior. Haced siempre una paso adelante, quizás pequeño, pero adelante, no volváis atrás. Depende del número de los zapatos, hay quien tiene el 35 y quien el 46. Quería bromear con vosotros y hacer aquellas bromas que antes hacían sonreír a vuestro Obispo. Ahora su sonrisa es más seria, mas probada, mas sufrida, Don Claudio es más sensible, mucho más sensible. Por esto muchas veces os he pedido que ayudéis a vuestro Obispo, orad por la conversión de los sacerdotes, de los hombres de Estado y por las familias que se separan, que son muchas, muchas, muchas.

Yo estoy aquí con mi querido esposo José, con el pequeño Jesús; nuestra familia está reunida. Ahora estoy en la Tierra, circundada por los ángeles y los santos y quiero ayudaros a hacer frente a las diferentes dificultades de la vida, que son muchas; el que más el que menos, todos tienen dificultades y sufrimientos. Marisella, para Nosotros eres la heroína del sufrimiento que pasa sus jornadas en el lecho del martirio y en el sofá del martirio; ella no acepta estos títulos, se avergüenza, tiene una humildad demasiado grande.

Vosotros diréis: La Madre ¿ha venido ha hablarnos de "la" Excelencia y de la Vidente? Sí, son las personas más queridas de nuestro corazón por todos los sufrimientos que han tenido que soportar. Lo que vuestro Obispo os está contando de su vida no es nada en comparación a lo que han pasado, pero no pueden decíroslo todo. Están siempre dispuestos a ayudar a todos, con la palabra, con la ayuda moral; el que les escucha camina y hace un paso adelante, el que no les escucha va hacia atrás. La verdadera conversión puede llegar de un momento al otro, pero también se puede ir de un momento al otro. Estad siempre dispuestos, como dice Jesús, porque no sabéis ni la hora ni el día en el que Dios os llamará. Tratad de hacer este paso adelante; todos tienen sufrimientos, discusiones, contrariedades en el trabajo, en los oficios, en los hospitales, porque saltan envidias y celos que hacen sufrir. Sufre el que ama. Ha dicho bien vuestro Obispo que hoy sois una familia reunida y mi familia está unida a la vuestra. Mis queridos hijitos, en ningún otro lugar del mundo, a ninguna vidente y hoy no hay más videntes que Marisella, ha sido nunca dicho que todos Nosotros los del Paraíso estemos en la Tierra para estar con ellos. Nosotros no hemos buscado la masa y la gran popularidad, pero estamos aquí bajo esta tienda orando, para estar unidos. Tratad de amaros y tratad de cambiar. No penséis solo en vosotros mismos; muchos piensan solo en su familia; no, extended vuestro amor, vuestra ayuda a todos.

Orad por vuestra hermana María Teresa, orad por Anna, que ha perdido a su madre, orad por Rosaria de Novara, orad por todos lo que están enfermos, y son muchos. Está la pequeña Vicenza, que Marisella llama su patito, hay muchos enfermos también aquí en medio de vosotros.

Aprended a amar y después orad; si no sabéis amar no sabéis ni siquiera orar, podéis decir todos los rosarios que queráis durante todo el día, pero si no sabéis amar no podéis orar. Poned en práctica la pequeña frase que Jesús ha dicho: "Primero aprended a amar y después orad"; solo así se reúnen las familias, las comunidades, los pequeños cenáculos. A vosotros os toca hacer un paso adelante o hacerlo hacia atrás, si lo hacéis hacia adelante abandonaos a Dios, haced Su voluntad, que a veces parece dura, difícil, porque parece que Dios no os comprenda, pero no es así, Dios comprende. Como ya os he dicho, los tiempos de Dios no son los vuestros.

Marisa - Pero yo te digo que sería mejor si los tiempos de Dios fueran los nuestros, porque a estas horas habríamos terminado de sufrir. ¡Se me ha escapado! Mira como ríen, también mi madre. Mamá tienes que ayudarnos. ¿Cuándo volvemos al Jordán?

Nuestra Señora - Esta noche.

Marisa - ¿De verdad? ¿Puedo llevar también al Obispo y a los niños?

Nuestra Señora - Bueno, mis queridos hijos, una vez más felicidades a todos, buena fiesta a todos y un grande gracias a los que han venido de lejos; a pesar del frío, hay quien ha viajado de noche; gracias también de parte de mi Hijo Jesús, que está aquí presente como pequeño niño entre mis brazos. Mi esposo José nos abraza a los dos, así nos sentimos protegidos. Gracias por vuestra ayuda, en nombre de la Vidente os doy las gracias por haber rezado mucho para que pudiese bajar en medio de vosotros, porque a ella le da vergüenza incluso decir gracias.

Junto a todo el Paraíso, a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños presentes que juegan, ríen y alborotan un poco, pero son pequeños, que queréis. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Están la Inmaculada y la Madre de la Eucaristía, dos Vírgenes.

Adiós a todos. ¿Vamos al Jordán esta noche?

Roma, 11 diciembre 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. La Madre os da las gracias por vuestra presencia. Por desgracia no siempre hay numerosas personas como el día de la fiesta de la Inmaculada, cuando han venido incluso de fuera de Roma. Hay entre vosotros personas que sufren por el frío, como Jesús cuando nació en la cueva de Belén. Vosotros sabéis que, aunque era primavera, por la noche hacía mucho frío, mientras que durante el día se sufría de calor. El pequeño Jesús ha tenido frío, y era resguardado por el calor de su Madre y de mi amado esposo José.

Mis queridos hijos, una vez más o digo que cuando comencéis la novena de Navidad, tenéis que empezar a preparar la canastilla al pequeño Jesús, como habéis hecho siempre, con los florilegios, los sacrificios y los sufrimientos, de éstos últimos habrán siempre mientras estéis en este planeta Tierra. Recordad: cuando llega la muerte, la muerte es vida, es resurrección. Junto a mi tengo a muchas personas, algunas están salvadas. Marisella, este es Bruno.

Marisa - ¿Bruno? No lo conozco.

Nuestra Señora - De todo modos, este es Bruno. Están María y todas las otras almas salvadas, las cuales tu has nombrado siempre; estas personas están salvadas por los sufrimientos que Dios te ha pedido. Muchas personas se han curado con tus oraciones y sufrimientos y muchas otras han vuelto al Padre, porque morir es comenzar a vivir la verdadera vida. Yo estoy segura que vosotros queréis salvar el alma.

Os invito, por cuanto es posible, a que hagáis esta novena lo mejor que podáis para dar a Dios la posibilidad de ayudaros a todos; a unos de un modo a otros de otro. Yo estoy siempre con vosotros, mis queridos hijos. Veo que oráis mucho, pero cometéis siempre alguna falta que hace sufrir. Me refiero al problema del último libro de los mensajes. Este libro tiene el doble de fotos respecto al precedente y las fotos cuestan mucho; a esto añadid el trabajo de los chicos que lo han compilado y el costo de la imprenta. No habéis considerado todo esto. Antes de juzgar, antes de hablar, tenéis que abrir el libro y mirar. ¿No lo queréis? No lo cojáis. No habéis considerado ni siquiera el trabajo de vuestro Obispo, solamente habéis juzgado y faltado al respeto a vuestro Obispo. No habéis comprendido todavía que detrás de aquel bendito y santo libro de las cartas de Dios está el trabajo del Obispo, de los jóvenes y de la imprenta. ¿Qué más tenemos que hacer? Vosotros venís, encontráis la iglesia adornada, las flores en su sitio, las luces encendidas y nadie os pide nada. Sin embargo algunos de vosotros por un libro, que sale una vez al año, han tenido el valor de reclamar. No tengo ganas de decir nada más, porque me duele y creo que también a vuestro Obispo le ha dolido, ya que también a él le han contado vuestras lamentaciones. Habéis juzgado sin controlar, sin mirar. Abrid el libro, mirad lo que hay dentro y os daréis cuenta que contiene el doble de fotos, y lo que cuesta es justo el imprimir las fotos. ¿No queréis el libro? No lo cojáis; no estáis obligados a comprarlo. Esta nota desentonadísima no hacía falta justo en el día de la fiesta de la Inmaculada, de mi fiesta; por fortuna esta riña hace referencia a poquísimas personas. Además, alguno, en lugar de ayudar, ha hecho el doble juego y esto no es bonito. ¿Qué dicen las cartas de Dios? Hablan de amor hacia todos, pero cada poco este amor falta. Amar significa también respetar a todos, grandes y pequeños. Espero que hayáis comprendido y si no habéis comprendido, como he dicho siempre, pedid explicaciones a quien debáis, no habléis entre vosotros, porque podéis faltar a la caridad. La Madre os da las gracias a los que trabajan en el lugar taumatúrgico, que preparan las flores, que tratan de un modo u otro de adornar esta, digamos, cabaña de Jesús muy grande, para acoger a las personas y no exponerlas al frío, a la lluvia o al sol. Todo se hace por vosotros. Una vez más gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a todos, a vuestros seres queridos, a las personas que están lejos y que rezan por vosotros. Bendigo vuestros objetos sagrados y a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Mis queridos hijos, aceptad esta regañina, os lo ruego, aceptadla en vuestro corazón. Buena jornada a todos, buen domingo a todos, pero sobre todo, buena Santa Misa a todos.

Roma, 15 diciembre 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - La Madre os invita, a que cuando hagáis algo, pidáis la aprobación del Obispo. Os hago otra recomendación: no habléis, no preguntéis algo al Obispo cuando hay alrededor muchas personas, porque puede estar cansado, tener prisa porque tiene que encontrarse con las personas que esperan o ir a ver a una persona enferma que le necesita. No tenéis que justificar vuestra iniciativa diciendo "El Obispo sabe", porque a menudo el Obispo no sabe nada, como en el último caso, cuando dio el permiso de hacer algo, pero el resultado final no fue sometido a su aprobación. No se mandan cartas, como la que preparasteis vosotros a personas de alto rango, aunque no estén en orden. Yo, como Madre de la Eucaristía, he sufrido cuando he visto aquellas cartas. Los obispos y cardenales no son zapateros, carteros, esto no lo acepto; no se tiene que faltar al respeto a nadie, ni pequeño ni grande.

Hoy empieza la santa novena para la S. Navidad y, como ya os he dicho, preparad la canastilla para el Niño Jesús. El lunes, martes y miércoles han sido tres días muy duros, muy probados y muy sufridos para mis dos hijitos. Ponedlo todo en las manos de Jesús, en el corazón de Jesús y seguid adelante. Por desgracia cada vez que digo que estáis caminando, que vais bien, volvéis atrás; no comprendo porque ocurre esto. Os lo ruego: no queráis ser protagonistas, no queráis sobresalir; sobre esto la Vidente os da un buen ejemplo. Cuando le he dicho que ella valía solo aquel cuarto de hora de la aparición, se ha quedado conforme. Ahora, pobrecita, está recluida entre aquellas "cuatro paredes", como dice ella, y ora, ora por vosotros, por vuestras familias, por vuestros hijos, por todos. Se que habéis orado también por ella, pero ¿qué habéis hecho aparte de la oración? Nada, porque cuando puede tiene que arreglárselas sola, y por lo demás es asistida por su Obispo. Los sobrinos que viven en la misma casa están probados y sufren. Cuando entran en casa y ven a Marisella que no está bien, que está más allí que aquí, sufren mucho. Vosotros no lo podéis comprender, porque solo habéis oído lo que sufre Marisella. Si hubieseis vivido con ella, sentiríais mucho sufrimiento. Por tanto preparad esta canastilla al pequeño Jesús, entrad en el corazón de Jesús, recibid a Jesús en gracia, como os he dicho siempre. Si no comprendéis algo, habladlo con el Obispo, no entre vosotros, porque vosotros no os podéis ayudar. El que ha comprendido esto camina bien. Os pido que seáis más humildes, más sencillos, desead vivir en el ocultamiento. Leed la estampa que os ha dado el Obispo, porque todo surge del Obispo. La frase es de Jesús: "Primero aprended a amar y después orad"; si no sabéis amar, si no os amáis, la oración ¿para qué sirve? Empezad hoy una santa novena en preparación para la S. Navidad, hecha de florilegios, haced esta canastilla al pequeño Jesús. Cuando hayáis hecho todo esto, dad gloria a Dios, cantad Gloria a Dios en lo alto del Cielo, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Recordad: si no hay buena voluntad no se puede hacer nada. Por desgracia, se ha hecho un trabajo muy malo. Las personas que hacen de protagonistas, que cesen de hacerlo. Yo he dicho que ayudéis al Obispo, pero no en aquel modo, aquel trabajo ha sido hecho con prisa y con rabia. Si uno no es capaz de hacer un trabajo, vaya a quien entiende de ello y hable con él. Ahora he hablado yo, después hablará vuestro Obispo. Hay muchos puntos interrogativos. Sin embargo Jesús, la Virgencita, el Obispo y la Vidente os están dando mucho, os están dando ejemplo y testimonio. Vosotros sabéis que la Madre os ama, os quiere y trata de ayudaros en todo, pero de una manera sencilla. Yo soy la Madre de Dios y no protagonizo nada, permanezco en el ocultamiento. Si habéis leído mi vida, sabéis que cuando iba con Jesús estaba siempre detrás, a un lado, y no hablaba para oír a Jesús, era Él el que me llamaba: "Mamá, ven a mi lado". ¿Por qué me apartaba? Porque quería que triunfase Jesús, quería que Él estuviese más alto que nadie. Aquí, en este pequeño cenáculo, es el Obispo el que tiene que sobresalir y vosotros tenéis que ir a él; si no tiene tiempo, si hay problemas en la familia entonces tened paciencia, porque los problemas son muchos y son graves. Sé que lo amáis, pero no conseguís hacer bien lo que tenéis que hacer y alguna vez arremete también el miedo de equivocarse. Hay quien tiene miedo de equivocarse y quien se quiere hacer el grande, que pretende saberlo todo y hacerlo todo. Las iniciativas de Roma tienen que permanecer en la sede, en esta pequeña comunidad. No os digo nada más, sino la aparición sería demasiado larga y sustraería tiempo al encuentro bíblico, pero os digo: ánimo, empezad hoy, ponedlo todo en las manos de Dios. Alguno tendrá que pedir excusas al Obispo. Os digo esto porque os amo, hijos míos. Cuando sois reprendidos por mi, por Jesús o por el Obispo quiere decir que os amamos, sino ¿Quién nos lo haría hacer? El Obispo sufre muchísimo, podría perfectamente quedarse encerrado en casa y sin embargo se prepara para el encuentro bíblico, para las vigilias, para las novenas, porque quiere daros lo mejor, pequeño cenáculo. Gracias, espero haber hablado de un modo comprensible para todos, el que no haya comprendido que pida explicaciones al Obispo; no habléis entre vosotros, preguntad al Obispo. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a todos los enfermos y a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Gracias, mis queridos hijos, un abrazo y un beso de la Madre del Cielo.

Roma, 18 de diciembre 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es la cuarta semana de Adviento y el tercer domingo del mes, la que está dedicada a bendición de los enfermos. ¿Habéis preparado algo para el pequeño Jesús? Habéis cometido errores, pero tratad de olvidar, de corregiros y de seguir adelante. Jesús, mientras hablaba a sus apóstoles, caminaba delante de ellos y ellos escuchaban las amonestaciones, las correcciones y también lo que le revelaba Dios Padre y Dios Hijo hablaba de Dios Padre con sus discípulos. Vosotros tenéis un Obispo que os ama, os habla, os regaña y os da explicaciones exhaustivas del S. Evangelio y de las cartas de S. Pablo. Almacenad todo lo que podáis, seguid adelante todo lo que podáis; no os volváis atrás, no habléis entre vosotros para cotillear, sino más bien sentíos misioneros de Dios, sentíos siervos de Dios. Yo he dicho siempre que soy la sierva de Dios, la cartera de Dios y traigo sus cartas.

Continuad con esta novena, quedan pocos días, y terminad la canastilla al pequeño Jesús. ¡Orad! Estáis haciendo la cadena para rezar por vuestra hermana, pero no todos hacen el sacrificio de levantarse cuando llega su turno para orar. Algunos, pocos en verdad, duermen tranquilamente toda la noche y por la mañana, cuando se levantan, oran; ¡esto no es bonito! Dios no os ha pedido nada, habéis sido vosotros los que habéis decidido hacer la cadena de oración. Muchos se sacrifican y oran, algunos se comportan como los apóstoles que dormían mientras Jesús oraba y sufría. Si os tomáis el empeño de hacer algo para hacer un bien, tenéis que hacerlo seriamente.

Ahora, Marisella, enséñame la carta.

Marisa - Pero tu ya la has visto, ya la conoces. Nos gustaría que los obispos y los cardenales hablasen al Santo Padre de esta carta.

Nuestra Señora - Yo, como Madre, os aconsejaría que quitarais alguna línea.

Marisa - Oh no, ¿tenemos que empezar de nuevo?

Nuestra Señora - Marisella, quitad esta frase.

Marisa - Está bien, de todos modos siempre hacemos lo que nos dices, porque somos muy obedientes. Mira que bien hecha está esta carta.

Nuestra Señora - Conozco al Obispo y sé que es preciso al ciento por ciento; puede hacer aquella pequeña corrección.

Marisa - Hablaré con el Obispo, porque yo no es que entienda demasiado.

Nuestra Señora - Ánimo, mis queridos hijos, preparaos para esta S. Navidad con pureza, con dulzura, con caridad, con amor hacia todos y Dios desde lo alto del Cielo os bendecirá. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados; especialmente bendigo a los enfermos, a los niños pobres, a los ancianos que están solos y a los misioneros. Esta noche hemos ido a Sudán, ha sido una permanencia muy triste. Os traigo a todos, pequeño cenáculo, junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Sentid mi bendición y seguid adelante en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Ha venido acompañada sólo por los ángeles.

Roma, 24 de diciembre 2005 - h. 12:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Felicidades a todos. En esta noche de Navidad el Niño Divino viene en medio de vosotros; por desgracia las personas presentes no son numerosas por motivos diversos, pero el pequeño Jesús viene igualmente en medio de vosotros en carne y hueso.

Yo, la Madre, os doy las gracias a todos los que han participado en la santa novena para el pequeño Jesús, y le han preparado la canastilla, como había pedido. Claro, no todos se han adherido, pero el pequeño Jesús se contenta, no es como los hombres, Él se contenta con todo. Igualmente Jesús Eucaristía se contenta con todo y con todos, mientras estén en gracia.

No tengo palabras para agradeceros por lo que habéis hecho y continuáis haciendo por estos hijitos míos, mis dos ángeles; su sufrimiento es muy grande, creedme, y ellos tratan por todos los medios de seguir adelante.

Marisa - ¡Míralo, míralo, míralo! Oh pequeño niño, pequeño, tierno, tienes la carne suave y la piel de terciopelo. Oh Niño Jesús, ayúdanos en este momento tan duro y difícil, haz que haya pronto un cambio en la Iglesia.

Virgencita, ya que no bajo a la iglesia para la S. Misa, porque Dios lo ha decidido así, ¿me dejas al Niño Jesús? Lo tengo conmigo y me hace compañía.

Nuestra Señora - Sí.

Marisa - Gracias, gracias, gracias por haberme dado al pequeño Jesús. Me gustaría tanto ser más buena, más comprensiva, más cercana a Dios, a ti, María, Madre de la Eucaristía, a San José y todas las personas que están en el Paraíso con vosotros.

Hoy han bajado todos a la Tierra, está mi madre, la abuela Esperanza y muchos otros que hemos conocido. Te doy las gracias, Virgencita.

Madre de la Eucaristía, di al pequeño Jesús que se conviertan las personas que nos son queridas; te ruego por su conversión, estoy dispuesta a continuar sufriendo por su conversión, pero no digas nada a Su Excelencia porque él no quiere que sufra tanto.

Nuestra Señora - Marisella, Su Excelencia, lo ha escuchado todo, tesoro.

Marisa - Se me ha escapado.

Nuestra Señora - Eres una niña.

La Madre os da las gracias a vosotros presentes por vuestra participación en esta noche de Navidad; sed felices, orad por los que no lo son, por los enfermos y por los niños de lejos que sufren de hambre, de frío y de desnudez. Nos volvemos a ver el día de la S. Navidad; de nuevo felicidades a todos de parte de todo el Paraíso.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños, a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, adiós a todos. Tengo necesidad, mucha necesidad de ti: ayúdanos, decídete para que esta vez ocurra pronto. Una persona decía que detrás del rincón hay siempre algo bueno, pero ¿dónde está nuestro rincón?

Nuestra Señora - Adiós, Marisella, felicidades y un beso al Obispo.

Marisa - Adiós.

Roma, 25 de diciembre 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Conmigo está todo el Paraíso y juntos miramos a este niño que vosotros veis de yeso, de madera o de otro material. Nosotros lo vemos de carne y hueso; como ayer noche, cuando se lo di a Marisella, ella decía: "Es tierno, tiene la carne suave, suave, es pequeñito". Por encima y por debajo del sencillo pesebre que vuestra hermana ha querido realizar están los ángeles. Esta es una Navidad nublada, borrascosa, durante la santa noche mis dos hijos han sufrido mucho. Os preguntaréis porqué. Mis queridos hijos, hay mucho, mucho que luchar para corregir y convertir a muchas personas. Os parece extraño que yo, la Madre de la Eucaristía, no consigo convertir a estas personas. En los lugares grandes e importantes hay muchas personas, pero no están en orden, están allí por el placer de ver y de ser vistos. ¿Es difícil vivir en gracia de Dios, vivir con Jesús Eucaristía? A mi y a alguno de vosotros no nos parece tan difícil.

¿Habéis preparado la canastilla al pequeño Jesús? El que lo ha hecho está con Dios y le de gracias, porque Jesús, el pequeño niño, es Dios. En vuestros corazones tiene que haber mucha alegría y gozo por este día. Como ya os dije otros años, para un buen cristiano, para un hombre que vive en gracia, cada día tiene que ser Navidad, cada día tiene que ser mejor que el anterior.

¿Qué hacen los hombres ordinariamente en Navidad? Participan en la S. Misa y después se ponen a la mesa a comer, a jugar y todo se acaba. Sin embargo, no es así, mañana es todavía Navidad, cada día es Navidad.

Hay entre vosotros quien sufre mucho y está siempre en gracia de Dios. En los hospitales, en las misiones hay niños pobres, que no tienen ni siquiera un vestido que ponerse, ni medicinas para curarse. Vosotros dad gracias a Dios por como vivís y por cuanto tenéis.

Aún quiero haceros una recomendación: cuando alguno de vosotros reprende a otro, hace una corrección, hace un acto de caridad; si no hiciese la corrección no estaría en buenas relaciones con Dios. Cuando también Marisa os hace una observación, aceptadla con amor. Tenéis que pensar que se os hace para vuestro bien y se hace con amor. Quereos, mis queridos hijos, y recordad que este es el año del amor, que desgraciadamente no ha empezado bien. Os digo hoy: empezad el año del amor, quereos el uno al otro, no os pongáis nunca en lugar del Obispo. Recordad que aquí el cabeza de todo es el Obispo; un mañana será el cabeza de toda… todo tiene que tener su aprobación, todo lo tiene que saber. Amaos, corregíos, si es necesario; yo recuerdo que una vez vuestra hermana dijo durante un encuentro de oración en el que estaba ausente el sacerdote: "No me amáis porque no me habéis reprendido nunca. Yo no soy perfecta, soy como vosotros; como ha dicho la Virgen, valgo solo aquel cuarto de hora en el que hablo con la Virgen". El Obispo tiene que triunfar, el Obispo tiene que sobresalir, en el buen sentido, naturalmente, porque os ama y os puede ayudar. Sé que también vosotros lo ayudáis con las oraciones, la adoración, los sacrificios y los ayunos, por esto la Madre os da las gracias. Amadlo, también los sacerdotes tienen necesidad de amor y de afecto.

Os deseo a todos una santa Navidad; que hoy, mañana y siempre sea Navidad para vosotros.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a los que están lejos por motivos de familia. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Ánimo y felicidades a todos.

Mensajes de Enero de 2006

Roma, 1 enero 2006 - h. 11:00 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Os felicito a todos, a los que están presentes y a los que están ausentes por motivos de familia o porque están lejos. Junto a vosotros, espero que este año sea un año mejor que el pasado, que ha sido duro, terrible y lleno de sufrimiento. Todos habéis conocido el sufrimiento, unos de un modo, los otros de otro; oremos para que este año sea mejor para todos: para el Obispo, para los padres, para los hijitos, para los adultos, para los jóvenes y para los pequeños.

Yo, aunque no me veáis, estoy siempre con vosotros y os quiero mucho. Como ha dicho vuestra hermana: perdonad y amad. Ninguno de vosotros es perfecto, sólo Dios es perfecto, por tanto los errores, las contradicciones, las pequeñas disputas las habrá siempre, pero vosotros perdonad y amaos. Recordad que este es el año del amor, ponedlo en práctica y procurad que verdaderamente sea un año lleno de amor para todos. Os deseo un buen año de todo corazón, soy vuestra Madre y os quiero mucho.

Ánimo. ¿Os acordáis de lo qué os dije? Que cada día sea Navidad, incluso en el sufrimiento y en las preocupaciones; para vosotros, que habéis hecho un camino espiritual muy hermoso, que cada día sea siempre Navidad.

Felicidades también de parte de todo el Paraíso, aquí presente. Naturalmente, y vosotros lo sabéis, están también conmigo personas que han muerto y están salvadas; tenéis que ser felices por esto.

De nuevo felicidades, felicidades, felicidades e id todos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Buena S. Misa a todos.

Recordad que durante la S. Misa yo estaré al lado del Obispo y estarán presentes también mi amado esposo José y la abuela Yolanda.

Adiós a todos, un beso de vuestra Madre.

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Roma, 6 enero 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Como siempre es para mi una gran alegría encontrarme en medio de vosotros. Hoy es la Epifanía de Jesús. Finalmente llegaron los Reyes Magos a llevar los regalos al Niño Jesús, porque como sabéis perfectamente, éramos muy pobres y no teníamos dinero suficiente para alimentarnos. Los Magos vinieron del lejano Oriente y trajeron oro, incienso y mirra. Antes que ellos llegaron los pastores y trajeron algunas cosas al pequeño niño, al padre legal y a la madre. Nosotros, los padres, nos alegramos por la venida del Mesías, pero también sufrimos, especialmente yo, la Madre, porque sabía que gran sufrimiento le esperaba a este niño. Sabía que Jesús moriría en Cruz y que después resucitaría para abrirnos de nuevo el Paraíso a nosotros los hombres. A veces yo, la Madre de todos, me pregunto: "¿Quién ha puesto en práctica lo que Dios ha hecho, mandando a Su Hijo a morir en cruz por nosotros y abrir de nuevo el Paraíso?". ¿Cuántos de vosotros vivís esperando ir al Paraíso para gozar por siempre de Dios? Cada tanto las almas os dejan y hacen un viaje a la eternidad. Tenéis que rezar para que los que van al Purgatorio puedan salir pronto e ir al Paraíso. Al final de los tiempos, cuando haya el juicio de Dios, muchos irán al Paraíso y muchos otros irán a otra parte, no me apetece ni siquiera nombrarla, no me gusta repetir esa palabra tan fea.

Vosotros, ya que hoy es la fiesta de la Epifanía, orad por todos los niños para que crezcan juiciosos, buenos en todos los sentidos y amen a Jesús, a la Madre de la Eucaristía y a la Iglesia. Cualquiera que gobierne la Iglesia, aunque no guste, tiene que ser respetado. Quien conoce bien la historia sabe que por desgracia no todos los papas han hecho su deber, pero vosotros respetad y orad por el cabeza de la Iglesia. Hay quien sufre por la conversión de los grandes personajes y vosotros lo sabéis. Marisella estaba a punto de subir al Paraíso, pero Dios ha intervenido y ha dicho: "Es bueno que te quedes aún en la Tierra para salvar a muchas almas".

Yo os he dicho que cada día tiene que ser Navidad, no tanto para comer, sino para rezar. Así cuando llegará el momento de vuestra partida, estaréis alegres y seréis muy hermosos, porque habréis hecho vuestro deber, habréis procurado que cada día haya sido siempre una Navidad de oración, de sufrimiento, de amor. Este es el año del amor, no lo olvidéis; quereos como yo, la Madre de la Eucaristía y Jesús os amamos a todos vosotros. Os ruego que vayáis adelante y que no os detengáis por las pequeñas tonterías, y que os améis y os ayudéis, especialmente a quien tiene más necesidad.

Gracias a todos, continuad viniendo serenos. Deseo que en este pequeñísimo cenáculo triunfe siempre el amor. Gracias, una vez más.

Junto a mi santo Obispo y vuestros os bendigo, a vuestros seres queridos, a las personas enfermas, presentes y ausentes, a los que están lejos, a los niños del tercer mundo, a los enfermos, a los niños enfermos, la Madre quiere bendeciros a todos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Os lo ruego: no habléis entre vosotros de otras personas, recordad que nadie es perfecto y todos podéis pecar. Habald de amor, hablar de oración y queréos. Gracias

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 7 enero 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es el primer sábado de mes del año nuevo. Tendría que decir: año nuevo, vida nueva para todos. Mi venida ha sido querida por Dios que me ha dicho: "María, es el primer sábado de mes en este año 2006, ve con mis hijos, no importa cuantos sean, pero son hijos que oran, aman y continúan amando". Hoy es un día muy hermoso, la naturaleza nos sonríe, pero no es así para vuestra hermana, que está probada continuamente. Ayer bajó para estar en medio de vosotros, pero luego se sintió mal y hoy continúa estando mal, pero ésta es la misión y es feliz de llevarla adelante hasta la muerte. A vosotros, en nombre de Dios, os pido que améis, que oréis, que hagáis alguna penitencia y algún florilegio. Estas peticiones están dirigidas a las personas que están bien, quien no esté bien no tiene que hacerlo, basta con que ore y se una a mis dos queridos hijitos. Jesús, a menudo, se unía a Pedro, Santiago y Juan para orar con ellos, para estar con ellos, aunque algunas veces permanecía solo, porque se dormían. Puede ocurrir a todos que se duerman en los brazos del Señor; también vosotros, si veis que el sueño es fuerte, abandonaos en los brazos del Señor.

Hoy, primer sábado de mes del nuevo año, una felicitación de parte de todo el Paraíso para todos y a todos un abrazo sincero de parte de la Madre de la Eucaristía. Están presentes también Jesús, San José, los ángeles y los santos.

Una vez más os pido que oréis por vuestra hermana, para que tenga la fuerza de llevar hasta el fondo su misión: esto podéis hacerlo. Doy las gracias a todos y os deseo todo bien, especialmente a los enfermos, a los niños enfermos y a los del tercer mundo, que sufren mucho.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

La carta de Dios era más larga, pero tengo que terminar porque vuestra hermana no está bien. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Buena Santa Misa a todos, participar como ya os he dicho tantas veces, como si fuese la última de vuestra vida.

Gracias, adiós a todos, un beso a todos.

Roma, 8 enero 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta di Dios)

Marisa - Veo a lo largo del río Jordán un gran gentío y a Juan que bautiza. Mirad, llega Jesús, hermoso, radiante, y recibe el bautismo del Bautista.

Jesús - ¿Qué te recuerda el Jordán, Marisella?

Marisa - ¡Oh, muchos momentos hermosos!

Jesús - Mis queridos hijos, es vuestro Jesús el que os habla y os ama inmensamente. También yo recibí el santo bautismo para ser como vosotros, aunque sea Hijo de Dios.

Recordad siempre lo que hoy os digo: los niños que mueren sin el bautismo van al Paraíso, porque yo he muerto y resucitado para todos. Después de mi muerte y resurrección, ¿quién ha venido al Paraíso? Mi amado padre S. José y todos los que han muerto antes que yo. Mientras yo no hube muerto, resucitado y ascendido al Paraíso, nadie podía entrar, excepto la Madre. Cuando los hombres afirman que los niños muertos sin el bautismo no van al Paraíso, no tienen buena fe, a ellos les interesa escribir libros para venderlos y presentarse como profetas. No, todos los niños, incluso los que no han recibido el Bautismo, después de mi muerte y resurrección están en el Paraíso conmigo; tenéis que disfrutar de esto. Antes los sacerdotes hablaban de la existencia del limbo. ¿Pero qué limbo? ¿Qué es el limbo? Repito: todos los niños están en el Paraíso con Dios Padre, con Dios Espíritu Santo, conmigo, Dios Hijo, con la Madre de la Eucaristía y con todos los ángeles y santos. Orad y disfrutad de esto, porque vuestros niños ruegan por vosotros y por vuestras familias. No escuchéis a los que enseñan una doctrina diferente de la que yo he enseñado. En este momento todos los niños están cantando en el paraíso "Gloria de Dios en lo alto del Cielo" con voz pueril. Todos los niños que han muerto por la guerra, por la falta de alimentos y de medicinas, según ellos, ¿dónde están? Recordad, no lo olvidéis nunca y habladlo con todos: estos niños, blancos, negros, amarillos, están todos en el Paraíso incluso sin estar Bautizados, porque cuando vienen al Paraíso, yo puedo abrazarlos y bautizarlos cuando quiera.

Ánimo, ofreced esta jornada para los niños que han muerto por el aborto, por enfermedad o por otros sufrimientos y que ahora están en el Paraíso conmigo.

Renovad las promesas de vuestro bautismo conmigo. Os doy las gracias si habéis comprendido mi discurso, que es muy importante.

Marisa - Jesús se ha ido con todos los niños.

Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, junto a mi querido hijo y santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Una vez más felicitaciones para el nuevo años a todos. Rezad hoy a los pequeños ángeles del Paraíso.

Marisa - ¿Ahora que hacemos?

Roma, 13 enero 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta di Dios)

(Marisa estaba privada de la vista desde hacía algunas horas)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Marisa - No te veo, pero te oigo.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy es un día hermoso para alguno de vosotros. La Madre está muy contenta, porque los sufrimientos de vuestra hermana han conseguido lo que alguno quería tener, pero es necesario continuar orando.

Marisa - ¡He ahí la luz! ¡Ahí está ella!

(Marisa recobra la vista)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, cuando los apóstoles caminaban con Jesús que les hablaba, yo me colocaba detrás de los apóstoles, pero Jesús no estaba contento con esto y entonces me llamaba y me decía: "Mamá, Maria, ven a mi lado, ven adelante". Así tenéis que hacerlo vosotros, dejad los primeros lugares a los últimos, pero no en la iglesia, porque es necesario estar en los primeros lugares para estar al lado de Jesús. Cuando el Obispo, una persona más preparada que vosotros, os habla: escuchad lo bueno que os dice. ¡Oh, vosotros no podéis imaginar lo bien que conoce vuestro Obispo el Santo Evangelio! Cuando el domingo tratáis de estar a su lado, haced como yo, la Madre de Jesús, poneos a un lado y escuchar a vuestro Obispo. Luego, si él lo cree oportuno, os llamará y os dirá: "Ven adelante, estate a mi lado y escucha lo que tengo que decirte". Así tiene que ser siempre para todos.

Hoy vuestra hermana ha perdido la vista durante muchas horas, pero ella estaba serena y tranquilla, porque alguno ha estado siempre a su lado para ayudarla. Ahora me ve, ve la gran luz, ve a Jesús, a los santos, a los ángeles y a todas las almas presentes. Finalmente ha recobrado la vista. ¿Durará? Esto es necesario preguntárselo a Dios Padre. Ella está siempre feliz y contenta, no hace sentir su sufrimiento a los demás, y cuando llegan alegrías, la felicidad aumenta, el amor hacia todos aumenta. Ella os ama a todos, grandes y pequeños; claro, ama sobretodo a los niños, a los enfermos y a todas las personas que tienen necesidad de su ayuda.

Mis queridos hijos, también vosotros continuad adelante amándoos mutuamente. Amaos unos a otros como Jesús y yo os amamos. Haced vosotros lo mismo, tomad ejemplo de vuestra hermana, que no sabe si todavía podrá bajar o no, pero os recuerda siempre y ora por todos vosotros, por los grandes y pequeños, sobretodo por los pequeños y los enfermos.

La gran gracia tendrá que ser llevada adelante por los que la han recibido con amor y también con sacrificio, de otro modo todo se perdería y esto Nosotros no lo queremos.

Gracias, Marisella, también yo te doy las gracias en nombre de todos. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿Me dejas otra vez así?

Sara, tesoro, ¿quieres dar un besito a la Virgencita? Es una niña y como a todos los niños le gusta jugar. De todos modos, ¿tu la amas, verdad?

Nuestra Señora - Claro, yo amo a todos los niños, como tu.

Marisa - Saluda a mi madre, a la abuela y a todas las personas que he conocido en la Tierra. Adiós

Roma, 15 enero 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Con gran alegría hoy os hablaré de nuestro querido S. Pedro. Sabéis cuantas veces ha preguntado Jesús a S. Pedro: "Me amas, Pedro?"; y al final él ha respondido: "Tu sabes que te amo, Señor". Solo entonces Jesús le ha dicho: "Apacienta mis ovejas". Pero el momento más hermoso e importante ha sido cuando le ha dicho: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Jesús ha ordenado a Pedro Obispo y lo ha establecido como cabeza de la Iglesia. Dios en persona ha ordenado a Claudio Obispo, el más grande del episcopado entero, y él lo ha establecido cabeza de todo. Esto todavía no ha llegado; hace falta "alargar el cuello" todavía, como decís en la Tierra. Después de Pedro y de los apóstoles nunca más, nadie ha sido ordenado Obispo por Jesús, porque éstos han ordenado a otros Obispos. Pero después de tantos y tantos siglos ha sido ordenado por Dios un nuevo obispo: Monseñor Claudio Gatti. Esta intervención divina ha hecho estallar muchos celos y envidias entre sus hermanos que, tengo que decir, con palabras muy crudas, los han machacado bajo todos los puntos de vista. Pero él, impasible y fuerte, aunque hoy lo es un poco menos por motivos de salud, como Pedro continua adelante, con su pequeño cenáculo. Claro que no tiene tantas personas a su lado como tenía Pedro, tiene un pequeño cenáculo que lo quiere. Es muy hermoso, es muy grande ser llamado por Dios para llevar adelante una misión Suya. Dios, que ha creado el Cielo y la Tierra, que ha creado al hombre a Su imagen y semejanza, ha ordenado Obispo a vuestro sacerdote y, lo repito, lo ha establecido cabeza de todo.

Todo esto os tendría que asombrar. Elevad a Dios un canto de alabanza, todos vosotros tendrías que estar muy contentos, porque el que sufre por esta elección es vuestro Obispo. Los otros obispos, incluido el cabeza de la Iglesia, no lo han aceptado, o si lo han aceptado tienen miedo de manifestarlo. Muchos de estos son buenos, lo estiman, lo quieren, pero callan por miedo. Igualmente el señor Ruini, cuando habla de vuestro Obispo con personas de alto rango, de su confianza, habla bien, sin embargo cuando se encuentra con personas que no forman parte de su camarilla, habla mal y con tono de amenaza. Comprender a los hombres es muy difícil, pero nuestro Dios Omnipotente sabe lo que hace y como lo tiene que hacer, aunque a vosotros os pide que esperéis con mucha, mucha paciencia.

Ánimo, Marisella, veo que tu salud va declinando día a día, pero veo que eres feliz porque, a pesar de tanto sufrimiento, llevas adelante tu misión.

Mis dos queridos hijitos, sois mis ángeles, dos mártires que sufren día y noche por el renacimiento de la Iglesia, por la conversión de los hombres, por los niños, que tú amas tanto, Marisella, por los enfermos, por todos.

Excelencia, camina como antes, con el paso seguro de S. José. No tengas miedo de nada deja que digan, deja que hagan. Los que hablan mal, y tu sabes quienes son, no merecen comprensión, están muy enfermos, son muy envidiosos, muy celosos, querrían ver como te vas a pique, pero esto no ocurrirá nunca. No te preocupes de ellos: hermanos, religiosas, parientes o amigos, quien quiera que ellos sean, déjalos que hagan. Ya lo sé, es duro que los propios parientes hablen mal, por desgracia es así. Tu ve adelante con la cabeza alta, recto como san José y como san Pedro. El primer Papa caminaba tranquilo, iba adelante y atrás por los caminos de Palestina y del mundo y cuando no estaba seguro de qué hacer sentía una voz en el corazón que le decía: "¡Sigue adelante, sigue adelante!". Lo mismo te digo a ti: "Sigue adelante con la cabeza alta como caminaba Pedro y San José, a los que tu amas tanto" Yo estoy siempre contigo. Gracias, Monseñor Claudio Gatti, Obispo de todo el mundo, cabeza de todo el mundo,

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados; bendigo a todos los niños. Emmanuel, ¿me mandas un beso, tesoro? Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Emmanuel, sé bueno durante la S. Misa. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Quería estar un poco mejor para poder bajar, pero veo que esto no es posible. De todos modos me siento bien.

Roma, 20 enero 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Es siempre con gran alegría que vengo en medio de vosotros. Como sabéis mi amor es grande, pero hoy este amor está dirigido sobre todo a los enfermos, a los que están en el hospital y a los que viven en casa, a los niños, a los ancianos enfermos y a las personas que viven solas y sufren mucho. Sanar es difícil, orar es fácil; orad lo más que podáis. Yo, la Madre, os doy las gracias por lo que hacéis, especialmente por vuestra hermana. Dios ha decidido que su misión terminará con su muerte. Esto no os tiene que asustar, más bien animaros a rezar para que pronto suba al Padre. Tendríais que estar felices y contentos como lo está ella. Claro a veces la naturaleza humana se rebela y también ella pide ayuda, consuelo y murmura: "Llévame ya". Esto es natural, es normal. Cuando está un poquito mejor, se reanima y habla con Jesús, conmigo y con su madre.

Ánimo, mis queridos hijos, lo digo a todos, especialmente a los que están enfermos. Vincenza, eres admirable, porque con tanto amor y sufrimiento vienes a esta pequeña capilla y a la basílica taumatúrgica. Dios la ha hecho santa y os hará santos también a vosotros si os comportáis bien, si amáis y si tenéis sensibilidad hacia el prójimo. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños. Emmanuel, ¿mandas un beso a la Virgencita?

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Ánimo, Excelencia, no estás solo, Nosotros estamos contigo.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mando un beso a mi madre y a la abuela Esperanza. Adiós. Ayúdame, yo acepto el sufrimiento, pero ayúdame.

Roma, 22 enero 2006 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es una jornada particular para todas las personas del mundo, para que lleguen finalmente a una conversión auténtica. Convertíos y creed en el S. Evangelio. Cada uno de vosotros tiene que leer el S. Evangelio, meditarlo y poner en práctica cuanto dice vuestro Obispo. En el S. Evangelio está escrito lo que Jesús ha enseñado a los apóstoles, a los discípulos y a las personas que encontraba. Por desgracia, hoy el S. Evangelio no se explica como se debería, como lo hace vuestro Obispo, que de cada línea hace un poema, como ya os he dicho otras veces. Si conseguís poner en práctica el S. Evangelio, ya seréis santos en la Tierra. Dicen que ser santos en la Tierra es difícil; sin embargo alguno ya lo es. Seréis todos santos si seguís las huellas, de Jesús, de María, Madre de la Eucaristía, de S. José y de los santos. Seguid sus huellas, pensad cuánto han sufrido para llegar a la santidad. Hay alguno en la Tierra que sufre muchísimo, más de lo que han sufrido los santos que están ya en el Cielo. Ser santos en la Tierra significa recibir a Jesús Eucaristía en gracia. No recibáis a Jesús por costumbre o porque es domingo.

Recordad que cada día es fiesta. Enseñad a vuestros niños, sobrinos, nietos lo que significa vivir en gracia y amar a Jesús Eucaristía, solo así podréis ir al Cielo. El Paraíso no es un lugar. Dios ha creado el mundo y ha creado al hombre a Su imagen y semejanza. Poned en práctica el S. Evangelio. ¿Leéis una página del S. Evangelio una vez al día? ¿Leéis un mensaje una vez al día? Responded a vuestro corazón.

Gracias. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a los niños y enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Buena S. Misa a todos. Gracias.

Marisa - Adiós.

Me parece que tenía prisa.

Obispo - Eso parece.

Roma, 27 enero 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Una vez os dije: "Formad una cadena, daos la mano el uno al otro, caminad poco a poco y tratad de llegar a Jesús Eucaristía". No abandonéis nunca la Eucaristía; la Eucaristía os da fuerza y valor para continuar adelante, aceptar los sufrimientos y soportar las dificultades de la vida.

¿Desde cuando duran los malos tiempos? En muchos lugares han sucedido graves tragedias, mientras que aquí, como os dije, todavía os salváis. Hace frío, hay nieve, hay lluvia y ocurren desgracias: Dios manda todo esto para la conversión de los pecadores. Salvar el alma tiene que ser el compromiso más importante de todo hombre. Repito: daos la mano y seguid adelante día a día, poco a poco, sin correr, así llegaréis a Jesús Eucaristía. Yo soy la Madre de la Eucaristía y Jesús Eucaristía es mi Hijo y vuestro Padre, que quiere ayudaros a todos.

Habrá algo hermoso. Diré a mis dos queridos hijitos lo que estamos preparando para ellos. Jesús está contento también de vosotros cuando camináis por el sendero recto, recibís a Jesús Eucaristía y vais por las diversas iglesias para escuchar la S. Misa. Cualquiera que sea el sacerdote que celebra, vosotros sólo pensad en recibir a Jesucristo en gracia.

Yo os amo, mis queridos hijos, porque Dios os ama, Dios es amor, es amor para todos. Felicidades tamién a los que no se comportan bien. Dios ha buscado por todas partes alguno que pudiese ayudar a convertir a tantas personas. Muchas se han convertido, pero muchas otras todavía tienen que convertirse, creer en el S. Evangelio y orar. Orad mucho también cuando hacéis las faenas o cuando trabajáis. Pueden llegar las distracciones, pero después volved a orar. Si recitáis el Padre Nuestro y llega la distracción, no importa, volvedlo a comenzar dirigiéndoos a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.

Mis queridos hijos, no abandonéis nunca la Eucaristía bajo ningún motivo, pero para recibir la Eucaristía tenéis que participar en la S. Misa y estar en gracia. Cuando Jesús entra en vuestro corazón, entramos también yo, mi amado José y los santos que conocéis, como la abuela Yolanda. También vosotros podéis llegar a la santidad como la abuela Yolanda, basta tener bondad, caridad, confianza y esperanza en todo.

Ánimo, mis queridos hijos, Dios está con vosotros. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 29 enero 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Mis queridos hijos, el tiempo corre velozmente; parece que no se quiera detener y la purificación continúa. Para vosotros no es tan grave como en los otros lugares. Por esto os invito a orar por aquellas personas que padecen las catástrofes naturales, ayudadlas con la oración. ¿Cuántos muertos habrá todavía? ¿Cuántas personas mueren sin estar en gracia? Ayudar a estas personas es otra de las tareas de vuestra hermana.

También para vosotros la purificación ha empezado, pero no es muy fea; todavía sois afortunados porque os encontráis en un lugar donde no ocurre lo que sucede en otras partes de Italia. Por todas partes hay purificación y todo depende de Dios. Dios no quiere el mal para nadie, pero de alguna manera tiene que llegar a convertir a las almas y está movido sólo por el amor, por la caridad. Vosotros sabéis que Dios es amor, que en el Paraíso hay amor y deseamos que también vosotros lleguéis a tener este amor hacia todos.

Quereos, amaos, orad. Es muy importante la oración del corazón. Orad con amor, ayudad al prójimo, quienquiera que sea, y os daréis cuenta de cómo todo es más fácil.

Orad por vuestro Obispo, no lo abandonéis, al menos vosotros, ayudadlo. Este es un momento difícil para él y será todavía más difícil cuando llegue a los lugares muy altos, cuando volará a alturas vertiginosas. Su trabajo estará lleno de sufrimiento al inicio y no tendrá a alguno que esté a su lado y ore por él, ¿cómo lo hará? Espero y confío que todos ayudaréis a vuestro Obispo, del más grande al más pequeño, y Dios os recompensará por esto.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Está bien.

Mensajes de Febrero de 2006

Roma, 3 febrero 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy festejáis, aunque con un día de retraso, la presentación de Jesús al Templo. La fiesta ha sido aplazada para dar a todos la posibilidad de estar presentes. Cuando Jesús entró en el Templo, un rayo blanco, resplandeciente, lo iluminó. Yo, la Madre, y José, que traía las palomas, presentamos al pequeño Jesús al viejo Simeón que lo tomó en brazos, lo levantó todo lo que pudo y después de haber bendecido a Dios, dijo: "Ahora puedo morir, pues mis ojos han visto tu salvación".

Lo mismo has dicho tu, Marisella, "Ahora deja que tu sierva muera, porque ha visto a Jesús, el Mesías, a la Madre y a su amado esposo José. Ha hecho todo lo que tenía que hacer". Dad gracias a Dios porque cada tanto os permite conocer hechos maravillosos.

Mientras estoy hablando las palomas revolotean alrededor de Jesús, que levanto en alto, vestido de blanco y de oro. Una gran luz emana del pequeño Jesús. Las madres, cuando tienen un niño, tendrían que llevarlo a la Iglesia y presentarlo a Dios.

Mis queridos hijos, os invito a orar por las personas enfermas que, a pesar de su enfermedad, están aquí presentes orando. Orad al Niño Jesús llevado al Templo, después cerrad los ojos y decid: "Jesús, quédate a mi lado y no me abandones nunca, nunca".

Ánimo, Marisella, también tú has visto al Salvador y ahora te puedes ir.

Os amo a todos, mis queridos hijos y os bendigo junto a mi santo Obispo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós a todos.

Roma, 4 febrero 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Querría decir, como S. Pablo, mis dilectos hijos, porque sois todos verdaderamente mis dilectos hijos. Hoy es el primer sábado del mes y vosotros sabéis cuán importante es para mí este aniversario. Durante esta semana he venido varias veces con vosotros para pediros oraciones, que ayudéis al prójimo y para recordaros que los hijos tienen que respetar a los padres y los padres tienen que respetar a los hijos. Hoy os pido que oréis por los enfermos; algunas personas enfermas están presentes aquí en medio de vosotros.

Cuando el Señor permite una enfermedad, también da la fuerza de aceptar y antes o después llega el momento de la partida. Esto no os tiene que hacer sufrir, sino que tenéis que alegraros. Yo, por otra parte, vengo con vosotros para ayudaros y para daros fuerza y valor. ¡Oh, es tan hermoso quererse, es tan hermoso que los hijos amen a sus seres queridos y los padres amen a los hijos! Hace falta ayuda y comprensión recíproca. Todos tenéis que amar, he pedido esto muchas veces. Amaos los unos a los otros, recordad que el amor es la virtud más importante, el amor os lleva al Paraíso y permanece con vosotros, mientras que la fe y la esperanza sirven para luchar en la Tierra. Tenéis que tener fe en Dios y esperanza de que todo sea para mejor.

¿Ves, Marisella, la felicidad de la abuela Yolanda? Ha sufrido mucho en la Tierra, pero ahora está gozando muchísimo, como tantos otros santos. Sé fuerte y valiente, ten confianza en Dios y cuando llegue el momento de tu partida, sé feliz. Todos tenéis que ser felices, cuando llegue el momento de la partida, por tanto tratad de ser buenos y de conquistar el Paraíso. Tenéis que desear el gozar del Paraíso con Jesús, con María, Madre de la Eucaristía, con S José y con todos los santos y ángeles. Yo estoy aquí en medio de vosotros. Vosotros no me veis, pero yo estoy aquí, porque esto es lo que Dios quiere y yo obedezco a Dios.

Ánimo, mis dilectos hijos, quereos todos, grandes y pequeños, y yo estaré siempre con vosotros.

Marisa - ¡Está mamá!

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños y a las personas enfermas. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Marisa - Gracias, adiós.

Roma, 5 febrero 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, mis dilectos hijos, gracias por vuestra presencia. Cada vez que desciendo en medio de vosotros, mi corazón late muy fuerte por la alegría de veros aquí reunidos, a pesar de todas las dificultades que tenéis vosotros, vuestro Obispo y la Vidente, que por diversos motivos no puede bajar en medio de vosotros.

Jesús no me ha olvidado, me ha amado y respetado como Madre de Dios y como Hija de Dios. Yo soy la de Madre de Jesús y he sido siempre amada, respetada y puesta en el primer lugar. Yo y Marisella hemos recordado, cuando caminábamos a lo largo del Jordán y Jesús entraba en el lago, cogía el pescado, lo traía a la orilla, lo cocinaba y nos lo ofrecía. Después, abrazando a su Obispo, continuaba caminando a lo largo del Jordán y hablaba con él de Dios, de los apóstoles y de los santos.

Jesús - Yo siempre he respetado y amado a mi Madre, como hacen tantos hijos buenos que respetan a los propios padres y tantos padres buenos que respetan a sus propios hijos.

Nuestra Señora - Por desgracia en este mundo hay hijos que no respetan a los padres, pero ante todo hay más padres que no respetan a sus propios hijos; esto me duele. Han atribuido esto también a mi Hijo Jesús, culpándolo de cosas falsas, muy falsas. ¡Oh, cuántas cosas que no son verdad me han dicho a la espalda y cuantas le han dicho a mi Hijo Jesús sobre mi para alejarme de él! Cuando caminábamos por las calles de Palestina yo trataba siempre de ponerme en el último lugar, porque mandaba a los apóstoles adelante, pero Jesús no viéndome se giraba y con voz maravillosa me decía: "Mamá, ven a mi lado, no te olvides que eres mi Madre".

Jesús - Y ella silenciosa, sonriente, se acercaba a mí. Yo apoyaba mi mano en su espalda y la estrechaba a mi corazón.

Nuestra Señora - Este es el verdadero amor que todos tendríais que tener: del más grande al más pequeño. Os lo ruego: el amor y el respeto a los niños. Los niños son tesoros de Dios, son ángeles de Dios; pueden ser caprichosos, muy vivarachos, pero recordad que son dones de Dios. Algunos han recibido este don más veces, y yo os doy las gracias por todo lo que hacéis por vuestros hijos.

Seguid adelante, siempre. Orad por aquel (N. d T. el Obispo Claudio Gatti) que os he encomendado siempre a vuestras oraciones; esperemos que todo se ajuste cuanto antes.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Gracias

Roma, 10 febrero 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Como siempre, para mi es una gran alegría estar en medio de vosotros. Quiero llamaros "mis dilectos hijos", es tan hermosa esta expresión.

Hoy el encuentro bíblico será muy importante, tratad de seguirlo con amor y atención.

Sara, ¿le mandas un besito a la Virgencita? Espero con ansia la jornada de mañana. Vuestro Obispo os ha enseñado lo que significa la Unción de los Enfermos. Para recibir este sacramento no es necesario estar a punto de morir, sino que es suficiente que uno no esté bien o que tenga una edad avanzada. Este sacramento os da la gracia y la fuerza de seguir adelante. Vuestra hermana estaba muriendo, ha recibido el sacramento y, gracias a Dios, está todavía con vosotros. Aunque los médicos están de acuerdo al decir que su partida está cerca, ella es feliz, como tendríais que ser felices vosotros.

Mañana, cuando recibáis la Unción de los Enfermos, orad mucho por los que no lo reciben, porque no tienen necesidad o por las personas enfermas que esperan con ansia la curación. Que se haga la voluntad de Dios.

Continuad adelante demostrándoos recíprocamente amor y el deseo de estar unidos. Mujeres, amad a vuestros maridos; maridos, amad a vuestras mujeres; padres, amad a vuestros hijos, son dones de Dios, son joyas. Orad el uno por el otro, cada uno de vosotros tiene necesidad de ser ayudado con la oración, hay familias enteras que tienen necesidad de vuestras oraciones. Os diré algo que os gustará: vuestra hermana por la noche, cuando no duerme o no está bien, hace una lista de intenciones para todos vosotros, os nombra a todos, grandes y pequeños. Yo vengo de buena gana a este lugar, aunque no seáis muchos; sois pocos en comparación a otros lugares donde no aparezco. Yo estoy aquí con vosotros; a Nosotros no nos interesa tener una gran masa de personas, es suficiente que haya pocas, pero buenas y santas, que quieran ir al Paraíso.

Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a todos los enfermos, a los que mañana recibirán el sacramento de la unción de los enfermos, a los niños y todas las personas que tienen necesidad. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Felicidades a todos. Recordad que la Unción de los Enfermos es un sacramento importante que aumenta la gracia y os da fuerza y valor.

Marisa - Adiós.

Roma, 11 febrero 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Oh María, Madre de la Eucaristía, ayúdanos a todos los aquí presentes

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Os repito una vez más que es una gran alegría estar en medio de vosotros. Hoy, algunos de vosotros recibirán el sacramento de la Unción de los Enfermos. Vuestro Obispo os ha enseñado que puede recibir este sacramento el que verdaderamente está enfermo o quien tiene una edad avanzada. No se recibe el sacramento sólo si tenéis algún dolorcillo o alguna ligera enfermedad. La Unción de los Enfermos es un sacramento para las personas verdaderamente enfermas y para los que tienen una edad avanzada. Vuestra hermana ha recibido el sacramento dos veces y parece casi mejorada desde aquel día, aunque su tiempo en la Tierra será breve; pero ya conocéis el breve de Dios.

Marisella, hoy para esta gran fiesta está presente Bernardette, tu hermanita, que reza mucho por ti y por todos vosotros enfermos. Yo estoy aquí por vosotros, para ayudaros a inclinar la cabeza y decir: "Dios mío, que se haga tu voluntad". Aceptar la voluntad de Dios es la demostración más hermosa de obediencia a Dios. El amor y la sensibilidad os hacen alcanzar el Paraíso. No penséis en las enfermedades, en la edad, sino en el sacramento que estáis a punto de recibir, que aumentará en vosotros la gracia. Pero como ha dicho nuestro Obispo, lo tiene que recibir solo el que verdaderamente tiene necesidad; lo tendría que recibir también algún joven, pero será la próxima vez. Este sacramente no es solo para quien está muriendo, más bien, a veces ha sanado personas enfermas. Pensad en recibirlo en gracia; tenéis que confesaros primero, después participad a la S. Misa y comulgad. Vosotros no me veis, pero vuestra hermana me ve a mi y a todas las personas que están a mi alrededor. Las otras personas que están en el Paraíso oran por vosotros delante de Dios Padre. ¿En qué iglesia, en qué basílica hacen lo que estáis haciendo vosotros? Por esto yo estoy aquí con todo el Paraíso, por vosotros.

Hoy conmigo está también un sacerdote: Andrea Santoro, está salvado, como hay sacerdotes, obispos y Papas que están salvados. Estar en el Paraíso y estar salvados no es la misma cosa, a los salvados, un mañana les espera el Paraíso. Ahora también los salvados están aquí para orar por vosotros. Mirad alrededor: ¿cuántas personas sois? Pocas en comparación a las que se reúnen en las grandes basílicas, y sin embargo Nosotros estamos aquí presentes, con vosotros.

La pequeña Bernardette está aquí y ora por su hermana Marisa y por todos vosotros. En medio de vosotros está quien tiene dolores verdaderamente fuertes, ¿verdad, Vicenta? Hay personas que tienen dolores y otras que no tienen. Los que están enfermos y no sufren son verdaderamente afortunados, mientras los que tienen dolores siempre y en todas partes, padecen atroces sufrimientos. Yo he estado al lado de mi amado esposo José durante años y lo he visto sufrir, llorar y lamentarse por el dolor. Por lo tanto hay diferencia con tener una enfermedad con o sin sufrimientos físicos, el sufrimiento consume, porque durante todo el día causa dolores, dolores, dolores. Yo encomiendo a Dios a todos vosotros, a los no enfermos, a los jóvenes y a los niños. Vosotros que estáis bien, orad por los que están mal y sufren.

Felicidades a todos, recibid este sacramento con alegría, fuerza y amor.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, bendigo sobretodo a los enfermos, a los que están en los hospitales, a los niños enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Marisa - Adiós a todos. ¿Mandas un beso a todos? Adiós

Excelencia Reverendísima, había muchas, muchas, muchas personas salvadas y estaba también Don Andrea Santoro.

Roma, 12 febrero 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Como siempre, te encomiendo a todos los enfermos y a los niños que sufren. Te encomiendo también a todos nosotros que somos pocos, pero tu vienes de buena gana en medio de este pequeño cenáculo. En nombre de todos te digo gracias, porque continuas viniendo entre nosotros.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos, ahora ya dilectos hijos.

Estáis viviendo todavía la emoción de ayer cuando fue conferido el sacramento de la Unción de los Enfermos. Fue una ceremonia muy hermosa y sentida. Dios ha inspirado a vuestro Obispo para haceros vivir este sacramento de manera alegre. La Unción de los Enfermos es un sacramento muy importante y quien lo ha recibido tiene que estar feliz y contento. Una parte de los ángeles y de los Santos del Paraíso ha bajado en medio de vosotros, la otra se ha quedado orando delante de Dios por vosotros. Vivid este sacramento con el mismo amor con el que cada día recibís a Jesús Eucaristía. Pero, os lo ruego, no os olvidéis de la Confesión; algunos dejan pasar demasiado tiempo antes de ir a confesarse. No tenéis que esperar a cometer un pecado mortal para confesaros, ahora vosotros ya sabéis que todo sacramento aumenta la gracia, la fuerza, el coraje y sobre todo la alegría. Vivid con alegría la Unción de los Enfermos cada día; orad y después, como os dije ayer, decid: "Que se haga la voluntad de Dios". Si camináis en la vida espiritual haciendo siempre la voluntad de Dios seréis felices y estaréis contentos y lo seréis aún más un mañana en el Paraíso. ¡No podéis imaginar qué gran alegría se siente y cómo se vive y se ama en el Paraíso! No tenéis que tener miedo de la muerte, sólo Dios sabe cuando es el momento; por lo tanto vivid alegremente este sacramento y continuad adelante.

Mis queridos hijos, es una gran alegría estar aquí con vosotros, vivir y escuchar la s. Misa con vosotros, porque yo tengo que estar siempre al lado de vuestro Obispo, de otro modo él solo no podría seguir, tiene necesidad de Nosotros y tiene necesidad también de vosotros, ayudadlo y orad.

Escuchad bien el S. Evangelio de hoy y tratad de ponerlo en práctica; vivid con alegría, con amor y sensibilidad hacia todos, sobre todo hacia los que sufren. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a los enfermos, a los niños, sobretodo a los niños enfermos que están en los hospitales. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Gracias.

Roma, 17 febrero 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Para mi es una gran alegría veros aquí cuando escucháis la S. Misa y recibís a Jesús Eucaristía y cuando participáis en el encuentro bíblico. Jesús ha dicho: "Convertíos y creed en el Evangelio" el que os explica el S. Evangelio está preparadísimo y es ayudado por Jesús. Ya sé que a veces acusáis el cansancio, pero no os preocupéis, tratad de escuchar hasta que podáis, no penséis en otra cosa, pensad solo en la Palabra de Dios. Yo, que estoy siempre al lado del Obispo, mi dilecto hijo, estoy al lado también de cada uno de vosotros. A veces alguno se deja ir y se duerme, pero si escucháis con empeño la Palabra de Dios no podéis dormiros. Tenéis que luchar y estar despiertos y preparados para la escucha. Si no comprendéis algo, pedid explicaciones al Obispo. ¿Recordáis la homilía que ha hecho vuestro Obispo cuando habéis recibido la Unción de los Enfermos? La ha presentado de manera maravillosa y mientras hablaba parecía casi estuviera en el Paraíso y todos erais felices. Continuad así. También, cuando participéis en el encuentro bíblico, pensad que estáis viviendo un momento de Paraíso. Jesús, mi amado esposo José y yo estamos siempre con vosotros.

Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados.

Gracias, Marisella, por cuanto haces por la Iglesia.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Roma, 19 febrero 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Hoy es el tercer domingo del mes y tendréis con vosotros la Eucaristía que apareció hace diez años y que se mantiene después de tantos años como la visteis la primera vez. Claro, el día preciso del milagro eucarístico es el día 18, pero el Obispo ha creído oportuno celebrarlo hoy, porque es domingo. Espero que el amor hacia mi Hijo Jesús se vuelva cada vez más grande, más hermoso, más alegre. Yo soy feliz cuando amáis a mi Hijo Jesús, a pesar de las numerosas dificultades de la vida. Mirad estas dos niñas que están al lado del Obispo. Jesús ha dicho: "Dejad que los niños vengan a mi", ellos son las flores de la vida cristiana. Deseo que seáis humildes y sencillos como los niños y que os améis como niños. El amor a Jesús os empuja a dar testimonio a las personas que no creen.

Mis queridos hijos, mis dilectos hijos, cuando estoy con vosotros, siento una gran alegría; tendríais que sentirla también vosotros, aunque a veces la alegría esté unida al sufrimiento, pero tened fe en Dios.

Orad, orad por los que se llaman creyentes y practicantes, por los que están en lo alto de la jerarquía eclesiástica, pero que no se comportan como enseña el S. Evangelio.

No me cansaré nunca de repetiros: orad por vuestro Obispo. Recordad la frase de Jesús: "Aprended a amar, después orad". Amad y amaos todos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños, sobretodo a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Quiero deciros una cosa que ya he dicho a los jóvenes o ex jóvenes. Cuando volváis a vuestros sitios después de haber recibido la S. Comunión, tenéis que estar recogidos, tenéis a Jesús en vuestro corazón. He visto a muchos volver con las manos colgando. Jesús está en vuestro corazón tenéis que estar recogidos. Incluso durante el intervalo, mientras el Obispo se prepara para la S. Misa, orad o en silencio o todos juntos.

Mis queridos hijos, mis dilectos hijos, la Madre, junto al Paraíso os ama a todos.

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - Dejad en paz a los niños en la iglesia, no les gritéis, no se les puede tener quietos durante la S. Misa. Es imposible que los niños estén quietos como los grandes. A veces molestan más los que pretenden que los niños estén callados.

Roma, 26 febrero 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - He venido a estar con vosotros aunque vuestra hermana no está bien. Os invito, como siempre, al amor mutuo, a la sensibilidad recíproca, a orar por los enfermos graves y por todos los niños del tercer mundo que sufren y no tienen nada. Yo he acompañado a menudo a vuestra hermana a estos lugares, pero ahora ya es hora de que descanse porque la salud disminuye y el cansancio aumenta. Durante los largos silencios antes de la S. Misa, mientras esperáis a vuestro Obispo, orad por los que sufren, por los que os aman inmensamente. Creedme, después de Jesús, la Virgen y San José, vuestro Obispo y vuestra Vidente os aman muchísimo y aman a todos los que sufren.

Orad, orad, orad para que los poderosos hombres de la Iglesia se conviertan, para que todo se allane. Haced que la Iglesia triunfe y que triunfe pronto.

Mis queridos hijos, os abrazo a todos con cariño y os traigo a todos junto a mi corazón.

Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos y a todas las personas enfermas.

Sea albado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Mensajes de Marzo de 2006

Roma, 3 marzo 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Conozco la oración y la he leído a todo el Paraíso; es muy hermosa. Excelencia, eres siempre muy preciso al desarrollar tus múltiples tareas. Bendigo esta oración.

Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Hemos entrado ya en el tiempo de Cuaresma y he notado que muchos de vosotros el Miércoles de Ceniza han hecho ayuno. Os recuerdo, sin embargo, lo que siempre encomiendo: cuidado, no todos podéis ayunar, tenéis que comprender por vosotros mismos quien puede hacerlo y quien no. Os traigo el ejemplo de vuestra hermana y otras personas que no pueden ayunar, porque están enfermas. No tienen una simple tos o una simple gripe, son personas verdaderamente enfermas. Me gustaría que durante esta Cuaresma meditaseis la pasión de Jesús; mi Hijo Jesús ha muerto por cada uno de vosotros para abriros el Paraíso. Estoy segura que queréis ir al Paraíso y recordad que para morir no hay edad, a cualquier edad Dios puede llamar. Por tanto estad siempre preparados, vivid en gracia, comulgad, pero si no estáis en orden id a confesaros.

Me gustaría mucho que vivierais esta santa Cuaresma con Jesús, estrechando fuerte en vuestro corazón la cruz; así llegaréis al día de la resurrección y encontraréis a Jesús, que con todo su amor ha abierto de nuevo el Paraíso. Sed prudentes, vigilantes, no temáis, no tengáis miedo de nada, tenéis que tener miedo solo de no vivir en gracia y de ofender a Dios. Sed prudentes, sed prudentes, sed prudentes con todos y mostrad amor y caridad hacia todos. Sed sensibles y amad al prójimo, quienquiera que sea, porque Jesús, cuando murió en cruz por los hombres, no ha muerto sólo por los buenos, más bien ha muerto por las personas que no estaban con la conciencia tranquila. Os lo ruego, vivid estos días de Cuaresma con todo el amor, ayudaos unos a otros, orad por los enfermos, especialmente por los niños del tercer mundo, que no tienen nada y orad por los misioneros. No miréis si una persona es buena o mala, a vosotros esto no os tiene que interesar, tenéis que orar y amar a todos y yo estaré siempre a vuestro lado y de aquellos que no aman a Jesús, porque Dios quiere salvar también a estos.

Esta tarde están ausentes varios jóvenes, algo los ha atraído más; al menos una vez al año, pobres hijos, dejadlos disfrutar. Cada uno decide solo lo que es mejor hacer. Vosotros no tenéis que preocuparos de nada, lo importante es vivir en gracia.

Leed todos los días, con calma, sin correr esta oración, que ha sido preparada con mucho amor; esta oración puede ser leída en familia y ayuda mucho. Como sabéis bien ha sido aprobada por Su Excelencia Monseñor Claudio Gatti; un futuro oiréis hablar muy bien sobre esta oración, sobre vuestro Obispo y sobre los que caminan paso a paso junto al Obispo y oran por él. Gracias.

Gracias a todos, mis queridos hijos. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a Emmanuel, que no está bien, pobrecito, y a la pequeña Sara que yo llamo el grillo parlante. Bendigo a vuestras familias a vuestros hijos y a vuestros sobrinos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisella, no sufras más por los que están enfermos, tienes muchos problemas por tu salud.

Marisa - Lo tienes que decir flojito, no lo tienes que decir en voz alta.

Nuestra Señora - Id en paz, mis queridos hijos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós. Está bien.

Se ha ido, había muchas almas con ella, he reconocido a muchas personas, pero no a todas.

Roma, 4 de marzo 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Hoy es el primer sábado de mes y esperaba ver un mayor número de personas. No entiendo porque, después de tantos milagros ocurridos en este lugar taumatúrgico, las personas no vienen. Vosotros, fieles, que todavía continuáis viniendo a orar, dais una gran alegría a mi Hijo Jesús. No os canséis nunca de orar por los que sufren, y son muchos, por los niños y por las personas que viven solas, porque son abandonadas por los propios hijos.

Leed el Santo Evangelio, recitad la oración que bendije ayer, cada día, con calma, con devoción, es muy hermosa, a Nosotros los del Paraíso nos ha gustado muchísimo.

Ahora os tengo que dejar porque vuestra hermana no se encuentra bien, pero ella ha querido estar presente en mi venida y yo he vendido para ayudarla. Os lo repito: recordad que las oraciones no se pierden nunca; si oráis por una persona y vuestras oraciones no le llegan, éstas van a otras personas que lo necesitan. De todos modos, Marisella, no abandonará nunca su misión, la llevará adelante hasta la muerte. Todas vuestras oraciones son agradables a Dios Él os da las gracias. Gracias a todos los que oran.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, estoy muy cansada. Adiós.

Roma, 5 marzo 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Hoy es primer domingo de Cuaresma; ¿os habéis peguntado cómo habéis transcurrido la jornada del día de Ceniza? Además de haber hecho vuestro trabajo material, ¿habéis orado tal como os había dicho? ¡Cuántos siglos han pasado desde que Jesús dijo: "Convertíos y creed en el Evangelio!". Os he invitado muchas veces a poner el Santo Evangelio a la vista en vuestras casas, porque cualquiera, aunque sea por curiosidad, pueda leerlo y recibir un bien. Las cartas de Dios son muy, muy hermosas y vosotros las leéis el domingo, pero tenéis que ponerlas también en práctica; en casa, cuando tengáis un poco de tiempo, releed los mensajes.

Hoy estoy aquí para hablaros de las cartas de Dios, porque son muy importantes. Vosotros no podéis imaginar cuántos sacerdotes las leen; algunos a escondidas, otros tiene el libro en el que están recogidas, en el escritorio o en la cómoda, porque la mayor parte de los sacerdotes cree en las cartas de Dios, cree en este lugar taumatúrgico y cree en los milagros eucarísticos. Si algunos eclesiásticos de alto rango no continuasen sembrando cizaña y difundiendo mentiras y calumnias contra el Obispo y la Vidente, la Iglesia podría comenzar a cambiar. Preguntaos: "¿Por qué tampoco el nuevo Papa ha llamado a vuestro Obispo? ¿Por qué aquellas personas que se sienten en orden en todo y en todas portas y que pueden hacer lo que quieren, no han llamado al Obispo?". Mis queridos hijos, tendríais que comprenderlo por vosotros mismos. Vuestro Obispo, a estas personas, les infunde miedo, porque es recto, decidido, seguro, está lleno de amor y de sensibilidad hacia todos. Porque los que creen no actúan y no dicen al Santo Padre o al señor Ruini: "¿Qué estamos haciendo aún?" Oh, si estos sacerdotes y Obispo fuesen a hablar con el papa, no con el señor Ruini, para decirle: "Santidad, usted sabe como están las cosas, ¿por qué no interviene para restablecer la verdad? ¿Por qué asustar a las personas que van a hablarles?

Yo vengo en nombre de Dios Padre a traeros las cartas y os digo que las leáis; cuanto más leáis las cartas, más las entenderéis, pero las tenéis que leer con el corazón, con amor; así podréis comprender hasta el fondo lo que Dios quiere.

Hoy os pido que hagáis un triduo para el aniversario de la ordenación sacerdotal de vuestro Obispo. Vosotros sabéis que la fecha precisa es el 9 de marzo, pero por varios motivos, la fiesta se ha aplazada al 19. Orad por vuestro Obispo, orad por cada uno de vosotros, para que tengáis la fuerza de hablar cuando os encontráis con estas personas. No tenéis que tener miedo de nada, porque Dios está con vosotros. Gracias y unas vez más felicidades para esta santa Cuaresma.

Junto a mi Obispo y vuestro, santo Obispo, lo gritaré siempre, os bendigo, a vuestros seres queridos y niños, a los ancianos y enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Gracias, mis queridos y dilectos hijos.

Marisa - Adiós.

Roma, 9 marzo 2006 - h. 8:00 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Creía que no vendrías, no me lo esperaba después de la Teofanía Trinitaria de esta mañana.

Nuestra Señora - Esta vez he venido por los jóvenes, por los que aman y que saben sacrificarse. Cantad el Magnificat, yo lo cantaré con vosotros.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos y dilectos hijos.

Mi venida esta tarde es sobre todo por vosotros jóvenes. Me gustaría que pusieseis en práctica todo lo que las cartas de Dios han comunicado hasta hoy. El Obispo os contará su encuentro ocurrido hoy con Dios. Yo puedo deciros solamente que Marisella ha visto una gran luz, una fortísima luz de la que salía la voz de Dios. Mis dos hijitos temblaban de la emoción. Ha sido hermosísimo. Dios ha hablado con otras personas, pero nunca se ha dirigido a nadie como lo ha hecho hoy con el Obispo y la Vidente. Os invito a tener paciencia con Dios, confianza en Dios, como ha pedido hoy al Obispo: "Excelencia, dame aún un poco de tiempo. Excelencia, quiero llevar a otras personas al Paraíso, no quiero que se condenen y vayan al infierno". Lo ha llamado Excelencia, lo ha llamado santo, todos los apelativos que vuestro Obispo merece tener. Tenéis que orar por el Obispo y la Vidente y, como ya he dicho a toda la comunidad, vuestras oraciones no se pierden nunca. Hoy, una de vosotros ha dicho: "He orado mucho y tu, Marisella, te has encontrado mal". Dios sabe a quien dar vuestras oraciones. Hay mucha personas que tienen necesidad, muchas que están en pecado y entonces Dios distribuye estas oraciones a los que no pueden comprender el gran amor de Dios, de Jesús, del Espíritu Santo y mi gran amor de Madre. Lo sé, la vida terrena es dura, es difícil y a veces os lleva al desánimo. Sí, el desánimo puede llegar, pero enseguida tenéis que rehaceros y seguir adelante y con alegría, vuestro Obispo os da ejemplo. Él ha llorado mucho, especialmente en este último tiempo, pero luego se ha rehecho, no ha abandonado nunca la oración, una oración sufrida y difícil, ha orado siempre. El mismo empeño os pido a vosotros. Amad a los niños, aunque a veces no se comporten bien, porque son vivarachos; tienen que serlo y vosotros tenéis que comprenderlos. Cuando alguno no se comporta bien en familia, amadlo más y os daréis cuenta que todo irá mejor. He venido a traeros esta carta de Dios para haceros recomendaciones; parecen pequeñas, pero son muy importantes. Aprended a amar y después orad. Vosotros amad y orad, quizás no es suficiente, pero Dios está contento de vuestras oraciones y de vuestros sufrimientos, está contento cuando habéis orado por vuestra hermana, aunque las oraciones no le lleguen, pero han ido a otras personas más necesitadas, que no están en gracia, que no aman y que non tienen sensibilidad. No tenéis que preocuparos de estos, las oraciones no se pierden nunca cuando se hacen en gracia y con amor. Adiós a todos y muchas felicidades una vez más a nuestro santo Obispo.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños, a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - Animo, participad en la Santa Misa, poned la intenciones que queráis, pero la primera que sea para vuestro santo Obispo, luego para vuestros seres queridos y para quien queráis, no tiene importancia.

Marisa - Adiós a todos.

Roma, 12 marzo 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Hoy la Madre os referirá un brevísimo mensaje de Dios; Jesús grita, como ha hecho ya otras veces: "Tengo sed de almas, tengo sed de almas, tengo sed de almas". Os doy las gracias, porque leéis los mensajes, pero también tenéis que ponerlos en práctica. Orad muchísimo por el Obispo, que dentro de poco bajará a la Basílica para celebrar la Santa Misa, después de haber pasado una noche muy mala a causa de su hermana, Marisella, que, como de costumbre no se encuentra bien. Un momento parece que se rehace, pero después todo vuelve a ser como antes; ésta es la voluntad de Dios, es su misión, vosotros orad por ella. Un saludo a todos.

Junto a mi Obispo y vuestros os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados; bendigo a los enfermos y a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. La Madre os da las gracias por vuestra generosidad; gracias, hijos míos, sois un grupo pequeño, pero habéis dado mucho. Gracias.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós a todos.

Roma, 17 marzo 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

El tiempo muy duro y muy difícil se acerca, creedme. También esta tarde quiero estar con vosotros para deciros cuanto os amo y cuanto deseo que lleguéis a amaros todos. Yo soy vuestra Madre, la Madre de la Eucaristía; yo soy la que ha entregado a su Hijo a la muerte para reabrir el Paraíso. Hay alguno aquí que sufre mucho por la conversión de los pecadores. Es suave y hermoso amar y yo deseo tanto amaros. Escuchad a vuestra hermana; aunque tenga poca voz, podéis oír lo que dice, porque hace un esfuerzo enorme para hablar. Yo os doy las gracias por las oraciones, por la adoración eucarística y por todo lo que hacéis por mis dos hijos. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los enfermos, pequeños y grandes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Estoy muy cansada.

Roma, 19 marzo 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos

Hoy, para vosotros es una gran fiesta: fiesta de S. José y fiesta de vuestro Obispo. Os he pedido siempre que oréis mucho por vuestro Obispo; uníos a S. José, a la Virgen, a todos los ángeles y santos y orad por él. El sufrimiento de Marisella continúa y es muy fuerte; vuestra hermana no ha podido bajar para estar en medio de vosotros.

Amad a vuestro S. José como lo ha amado María, Madre de la Eucaristía. Ha sufrido durante años, estaba recostado en la cama y yo, su esposa dilecta, estaba siempre a su lado, mientras Jesús, ya grande, iba a trabajar en su lugar. Ayudaos unos a otros y orad por todas las personas que están enfermas, por los que están muriendo, por los pequeños niños que están en el hospital y por los niños que están lejos de vosotros: en África y en Asia; orad por todos los que piden ayuda y misericordia; Dios desde lo alto de los Cielos observa todo y estad tranquilos que no os olvida, Dios sabe lo que tiene que hacer y no os toca a vosotros recordárselo. No podéis imaginar cuán duro es para vuestra hermana hablar y leer la carta de Dios; por esto os digo: orad, tened paciencia, fe, esperanza, así todo se arreglará y Dios Padre Omnipotente estará con vosotros. Felicidades a todos, sobretodo al Obispo; felicidades a vosotros aquí presentes que amáis al Obispo. Dios os de la fuerza y el valor de seguir adelante, especialmente a las personas enfermas.

Es una gran fiesta en el Paraíso y en la Tierra, han bajado muchas personas para estar con vosotros, para felicitaros. Ánimo, hija mía, ánimo. Termino esta carta, lo hago por vuestra hermana.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados, bendigo sobretodo a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós a todos. No puedo hablar más.

Roma, 24 marzo 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Os doy las gracias a todos vosotros aquí presentes y os felicito por la fiesta de la Anunciación. Os ido que oréis mucho por las personas que tienen necesidad. Cuando paseaba a lo largo del Jordán con mi Hijo y los apóstoles, era muy feliz, porque gozaba al ver a mi Hijo alegre. Verlo hablar con tono fuerte, hermoso, bueno, lleno de amor me daba mucha alegría, entonces alzaba los ojos al Cielo y decía: "Dios, Dios mío, qué gran don me has hecho!" También las personas que se comportan bien, que viven durante el día con Jesús Eucaristía tienen que levantar los ojos al cielo y decir: "Dios, Dios mío, ¡qué gran don nos ha hecho, qué gracia tan grande nos ha hecho dándonos a Tu Hijo Jesús!"

Ánimo y adelante. Orad por las personas que no se encuentran bien, espiritualmente o físicamente y abandonaos completamente a Dios.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Marisella, besa a los niños, besa a Laura, besa a Yari, besa al Obispo. Ánimo y adelante, yo estoy con vosotros.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Gracias.

Me he olvidado de enseñarle el cuadro de S. José.

Roma, 25 marzo 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Has venido para traernos la carta de Dios?. Ya no pido nada para mí, solo un poco de voz para hablar, no para cantar, de todos modos ya he comprendido que no hay nada que hacer.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos. Cuando apareció el ángel me dijo: "Ave, María, el Señor es contigo, tendrás un hijo al que llamarás Jesús". Y yo tuve un niño al que llamé Jesús; hice todo lo que Dios me decía.

Marisa - Antes de que continúes leyendo la carta de Dios, me gustaría enseñarte este dibujo, no sé como se llama exactamente…

Obispo - Boceto.

Marisa - ¿Te gusta este boceto? Mira, está la Eucaristía, la Iglesia y el mundo. S José es el Custodio de la Eucaristía, Protector de la Iglesia y el Patrono del Mundo.

Nuestra Señora - Es hermosísimo; incluso si es un boceto, se corrige y se hace más preciso, pero es muy hermoso. La Madre felicita a quien ha tenido esta idea y a quien la ha puesto en obra.

La anunciación del ángel Gabriel, mandado por Dios, suscitó en mi una gran alegría porque estaba a punto de convertirme en Madre de Dios. Vosotros festejaréis siempre este día, porque ha sido indicado por mi para celebrar la fiesta provisional de la Madre de la Eucaristía. Después, justamente, Dios ha dicho que la fiesta de la Madre de la Eucaristía se celebre el 24 de octubre, el día en el que las apariciones han sido públicas para todos, y así lo habéis hecho; a pesar de vuestras imperfecciones me habéis obedecido. Vuestro Obispo ha obedecido siempre a lo que Dios ha pedido.

Marisa - ¿Le podrías hacer, pues, un regalito?

Nuestra Señora - Dios lo ha elegido y él esta luchando para salvar a muchos sacerdotes. Tu, Marisella, eres una perla preciosa para Dios; Dios querría llevarte enseguida al Paraíso, pero cuando piensa en sus hijos dice: "Soy un Padre y tengo que salvar a mis hijos, especialmente a mis hijos predilectos que no responden a la llamada". Dios intentará todavía que se salven, pero por desgracia a través de tu carne martirizada; pero todo esto se acabará pronto.

Marisa - ¿Puedo hacer una observación? Oigo decir: "Acabará pronto, partirás pronto, todo acabará pronto", también mi madre ha dicho: "pronto vendrás arriba conmigo", pero "pronto" ¿qué significa para vosotros? Yo, sinceramente, no puedo más; si tengo que sufrir por todos los predilectos de Dios, cavo mi propia fosa y me meto sola dentro. Los predilectos de Dios que no van bien son muchos y los que van bien tienen miedo. ¿Entonces?

Nuestra Señora - Verás, el desierto florecerá y el que sufre, se alegrará. Resplandecerán el sol, la luna y las estrellas para los que sufren. Pequeña, tu estás sufriendo mucho, pero resplandecerá también para ti, el sol, la luna y las estrellas.

Marisa - Pero ¿cuándo se acabará este sufrimiento? También porque para las personas que vienen, pobrecitas, están afligidas por mi; vienen, oran, esperan con ansia, sobretodo esperan mi muerte, así estarán todos más tranquilos.

Nuestra Señora - No bromees, Marisella, es hermoso que tu reacciones así, pero en este momento hay quien sufre verdaderamente y tu lo tienes que ayudar.

Marisa - Es nuestro Obispo, siempre sufre, siempre sufre, siempre sufre. Te encomiendo también a todas las personas de nuestra comunidad, a las graves y a las que tiene que pasar una operación, tenemos muchas. Te ruego por ellas con todo el corazón, ayúdanos a todos, porque de la madre depende toda la familia, como depende del padre y de los hijos, todos tienen necesidad de tu ayuda; díselo a Dios.

Nuestra Señora - Dios está sonriendo por lo que dices, te escucha y se lo apunta todo en su libro de oro.

Marisa - Esperemos que no se equivoque entre líneas. ¿Cuántos sacerdotes más pueden ayudar al fututo Papa?

Nuestra Señora - Otros cinco.

Marisa - Pues bien, démonos prisa. ¿No podemos ni siquiera con veinticinco? Se que lo puedes todo, será hermoso.

Nuestra Señora - Ánimo, festejad la Anunciación, porque es el inicio de la historia de la salvación de todos los hombres. La Anunciación es una gran fiesta. Orad, convertíos desde lo profundo de corazón y creed en el Santo Evangelio. Leed el Santo Evangelio, leed las cartas de Dios y todo lo que pueda hacer bien a vuestra alma.

Sí, ya lo sé, Marisella, no te preocupes. Vivir la pasión es el sufrimiento más duro, pero más hermoso para el Señor.

Mis queridos hijos, ánimo a todos, la madre os da las gracias por vuestra presencia.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Te había pedido que me dieras un poco de voz, al menos para hablar. Saluda a todos, especialmente a mi madre.

Nuestra Señora - Marisella, dentro de poco vivirás de nuevo la pasión.

Marisa - Está bien, pero no le digamos nada al Obispo ni a nadie, así todos estarán tranquilos. Adiós.

Se ha ido. Han desaparecido todos

Roma, 26 marzo 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Después de la Anunciación yo empecé a vivir con mi pequeño Jesús y a preparar su habitación. Cada vez que mi amado esposo volvía del trabajo venía a saludarme, pero primero adoraba al pequeño Jesús en mi seno; porque sabía que era el Mesías, el Hijo de Dios.

Continuad orando por la conversión de los sacerdotes, por la paz en el mundo, por los niños enfermos, por la conversión de los poderosos hombres de la Iglesia. La Madre os indica siempre las mismas intenciones porque cuenta mucho con vosotros, pero más que yo, es Dios que cuenta mucho con vosotros. El que sufre que tenga valor y haga la voluntad de Dios, el que tiene una buena salud que rece muchísimo por los que no tienen salud espiritual o física. Cada día, aunque no venga en medio de vosotros, rezo mucho por todos vosotros, que con mucho amor continuáis viniendo a este lugar taumatúrgico. Aquí no hay muchedumbre de personas, pero está todo: en este lugar santo vengo yo, viene la Santísima Trinidad y está presente un Obispo declarado ya santo por Dios. Vosotros sabéis que el 1º de abril hace ocho años que fue declarado santo por Dios. ¿Quién es más afortunado que vosotros? Para algunos la salud vacila, pero tienen que hacer la voluntad de Dios y orar, orar, orar.

Hoy, dos de nuestros jóvenes, hacen la promesa delante de Dios; después la anunciará vuestro Obispo. Os pido que oréis por estos dos jóvenes que han combatido una fuerte batalla y, después de altos y bajos, finalmente han llegado casi a la meta: el matrimonio. Esperemos que lo hagan todo en gracia de Dios, con amor y caridad hacia todos, acordándose, sobretodo de los que los han encaminado. Orad a la Santísima Trinidad, orad a la Madre de la Eucaristía, para que interceda ante Dios para ayudar a todos indistintamente. Gracias por vuestra presencia.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros niños y enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Hace mucho que no os lo decía: participad a la Santa Misa como si fuese la última de vuestra vida. Adiós y felicidades a los que hacen la promesa.

Roma, 31 marzo 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis dilectos hijos, estaría contenta si mañana, primer sábado del mes, estuvieseis presentes. No sois numerosos, sois pocos, pero como siempre he dicho: pocos sacerdotes, pero santos, hoy digo: pocas personas, pero santas; os quiero todos santos.

Ayudad a esta hija mía con la oración, para que tenga la fuerza de seguir adelante hasta que Dios la llame a lo Alto de los Cielos. Orad por vuestro Obispo, que hoy se ha enfrentado y desenmascarado con valor a una persona que continua sembrando cizaña, aunque no pertenece a vuestra comunidad. A vosotros os pido que oréis y que améis a todos. Amaos como Dios os ama, como Jesús os ama.

Buen encuentro bíblico, buena Santa Misa; os espero mañana, si queréis, para el encuentro del primer sábado de mes. No sé si vuestra hermana podrá bajar, al menos el domingo. Está muy probada y sufre, por esto tiene necesidad de estar sentada cómodamente. Orad para que al menos el domingo pueda bajar, siempre si el tiempo lo permite.

Gracias, mis queridos hijos dilectos. Junto a mi santo Obispo y vuestro, del cual mañana es el aniversario del octavo año que Dios lo declaró santo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los enfermos y a los niños, especialmente a los niños de África. Esta noche, Marisella, iremos a África.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá.

Se han ido.

Mensajes de Abril de 2006

Roma, 1 abril 2006 - h. 18:30 Carta de Dios

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Hoy, primer sábado de mes, estoy aquí con alegría. Sabéis que entre vosotros hay muchas personas que han soportado sufrimientos y continúan todavía padeciéndolos; por esto no me canso nunca de repetir: orad por ellos. No os digo cuantos niños mueren cada día porque están privados de lo necesario; ayudadlos con la oración y si podéis, adoptad a distancia a un niño, seréis más felices.

Marisa - Sí, también los niños oran mucho.

Nuestra Señora - Mariasole, la Madre te invita a decir una oracioncita de rodillas.

Mis queridos hijos, conozco el sufrimiento de vuestro Obispo y el sufrimiento de todos Nosotros. Un enfermo, para tener visitas tiene que estar en un hospital, mientras que vuestra hermana no tiene nunca a nadie que venga a sustituir a este pobre Obispo para que pueda bajar al estudio y trabajar o pueda salir a tomar un poco de aire; no hay nadie, todos están atareados. Yo os invito, como ya os he dicho muchas veces, cuando aún vivía la abuela Yolanda, a que vengáis a ver a Marisella, pero venid uno a uno, porque no tiene voz para poder hablar. Estamos todavía en Cuaresma, haced pequeños florilegios, alegrad a Jesús crucificado y abandonaos a Él. Amaos todos, ayudaos unos a otros; claro, el trabajo, el estudio y la familia quitan mucho tiempo, pero cuando estéis libres y podáis, no lo digo por vuestra hermana, sino por vuestro Obispo, sustituidlo, ayudadlo y yo os ayudaré como siempre. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, del que hoy es el octavo aniversario desde que Dios lo declaró santo, os abrazo, os bendigo y os cubro a todos con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. ¿No ha venido hoy mi madre?

Nuestra Señora - No, la abuela Yolanda se ha quedado en el África con los niños, mientras tu tenías la aparición.

Marisa - Está bien, adiós. Ayúdanos, te lo ruego, a veces nos sentimos muy solos. Yo no estoy en condiciones de ayudar al Obispo; si no le tuviese a él que me ayuda a mi, no sé como acabaría. Vosotros decís siempre pronto, pronto, pronto, pero ¿qué significa este pronto? Hacédmelo comprender.

Está bien. Perdóname si hablo así, pero estoy muy amargada, más bien, estamos muy amargados.

Adiós, saluda a mi madre.

¿Esta noche vas con ella?

Nuestra Señora - Sí, junto con el Obispo.

Marisa - Adiós.

Excelencia, esta noche tu y yo vamos de nuevo con mi madre, está todavía en África.

Roma, 2 abril 2006 - h.10:30 Carta de Dios

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

La Madre una vez más se dirige a vosotros para invitaros a orar, a hacer florilegios y sacrificios. Ésta es la última semana de Cuaresma. El que pueda que haga ayuno; está claro que ni los enfermos ni los ancianos. El comportamiento de una persona me ha desagradado. Ayer, el Obispo ha dicho a esta persona: "Terminada la S. Misa, ve arriba y quita los cables que permiten a Marisa escuchar la Misa". Esta persona en lugar de subir se ha ido, porque tenía prisa por irse a divertir y se ha olvidado del Obispo. Estoy obligada una vez más a hablar de la indelicadeza y de la falta de respeto, aunque sea pequeña, en lo que se refiere al Obispo. Cuando pide algo, al menos vosotros, adultos y jóvenes, hacedlo. Los apóstoles, aunque a veces desobedecían, estaban siempre dispuestos a sacrificarse por Jesús. Sabían que iba hacia la muerte y trataban por todos los medios de ayudarlo. Entre vosotros, y me dirijo a los jóvenes, ¿quién se preocupa del Obispo? Nadie. No es bonito que cuando dos jóvenes se encuentran, se hacen novios, se enamoran, piensen solo en ellos mismos y se olviden de los que les han hecho de padre y madre. Falta el amor cuando se piensa solo en si mismos y se olvida a los otros, incluido el Obispo. Habéis tenido mucha comprensión hacia una hermana vuestra que ha estado enferma en el hospital, pero hacia vuestra hermana enferma en casa, ¿por qué no la habéis tenido? También vosotros os excusáis diciendo: "De todos modos está el Obispo". En esta última semana de Cuaresma tratad de hacer algún florilegio y sacrificio, de ayudar a los que tienen necesidad y de amaros entre vosotros, siempre.

No tengo nada más que deciros, porque repetiría siempre las mismas recomendaciones: amor, oración, sacrificio y sufrimiento. ¿Qué más puedo deciros todavía si nos sois capaces de poner en práctica lo que dije el viernes y repito de nuevo el sábado? Tengo que añadir que los adultos y las personas ancianas trabajan más que los jóvenes, felicitaciones a vosotros. También yo a mi tardía edad de 84 años trabajaba para mi Hijo Jesús, ayudaba a los apóstoles y a los que tenían necesidad, no miraba si era Juan, Pedro o Pablo. Gracias a aquellas señoras que ayudan y confortan a las personas de esta casa.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

¿Sabéis quien está a mi lado, además de la abuela Yolanda? Está el Papa Juan Pablo II.

Marisa - Estoy contenta.

Nuestra Señora - Orad también por él y él orará por vosotros.

Marisa - Yo quiero que ore sobretodo por el Obispo, para que sea reconocido por el clero, porque él es digno de esto.

Nuestra Señora - Está bien, Marisella.

Marisa - No tengo voz, adiós a todos.

Roma, 7 abril 2006 - h. 20:30 Carta de Dios

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Hoy es un viernes de pasión, muy duro y difícil para vuestra hermana. Orad, ofreced a Dios vuestros sufrimientos físicos y morales y amaos los unos a los otros. Mañana recordáis la entrada de Jesús en Jerusalén; orad para que se acerque la entrada de vuestro Obispo en la nueva Jerusalén; ayudadlo, estad a su lado. No escuchéis las chácharas de quien sostiene que está obligado a votar a un candidato, porque lo ha dicho la Iglesia. No, tenéis que hacer lo que vuestro corazón os dice, no lo que el señor Ruini dice. Cada uno tiene que votar según su propio corazón, según el amor que tiene dentro de sí hacia la persona. No os amarguéis, no escuchéis tantos chismes, y escuchad a Dios, a la Madre de la Eucaristía, escuchad al Obispo y amaos. El domingo de Ramos festejad a vuestro Jesús que entra triunfante y después será crucificado. Primero vivid la gloria, la paz, la alegría de ver a Jesús entrar en Jerusalén y poco tiempo después acompañadlo a la muerte. Jesús lo ha hecho todo según su corazón, no según lo que le decían los hombres; así tenéis que actuar también vosotros, hacedlo todo según vuestro corazón.

Cuando vengáis aquí o salgáis de este lugar taumatúrgico, no discutáis, sino orad, hay mucha necesidad de oración. No discutáis a quien dar el voto y a quien no darlo porque el señor Ruini se ha pronunciado en un cierto modo y es del todo equivocado. Vuestro Obispo ¿os ha dicho alguna vez a quien tenéis que votar? El voto tiene que partir de vuestro corazón y ser secreto, ninguno tiene que saber lo que hace el otro, solo así conseguiréis amar y amaros y la paz reinará entre vosotros, porque de otro modo la paz para vuestro Obispo no llegará. Jesús muere en cruz por todos los hombres. Amaos, hermanos, amaos y la Madre estará con vosotros.

El domingo glorificad a Jesús, cantad aleluya, aclamad su nombre

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, hijitos, la paz sea siempre con vosotros, no discutáis por eso que no es de vuestra incumbencia, haced lo que vuestro corazón os diga. Adiós a todos y felicidades por el día de la entrada de Jesús en Jerusalén. Aleluya, aleluya, aleluya.

Roma, 13 abril 2006 - h. 20:30 Carta de Dios

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es una gran fiesta, es la fiesta de la Eucaristía y del Sacerdocio, por eso os invito a orar por vuestro Obispo. Tratad de amarlo y de no alejaros, de no ausentaros de este lugar taumatúrgico. Jesús en la Última Cena estaba circundado por doce apóstoles, pero entre ellos estaba el traidor, que luego se suicidó. ¿Cuántas personas han marchado de este lugar taumatúrgico que todos amáis? Yo, como Madre, os digo que han marchado porque no han sido capaces de hacer la voluntad de Dios.

Sé perfectamente que esperáis algo hermoso y grande, pero tenéis que comprender también que Dios Padre ha querido que su Hijo muriese por todos los hombres. Jesús se ha dato a sí mismo por todos los hombres y ahora Dios Omnipotente quiere ayudar todavía a que los hombres se salven, los quiere incitar a que pidan perdón. Os preguntáis a menudo: "¿Es posible que Dios no pueda hacer todo lo que quiera?" Dios puede hacer todo lo que quiera, pero los hombres no lo aceptan. ¿Os habéis dado cuenta de lo que ha ocurrido desde que ha ordenado Obispo a vuestro sacerdote? Hay quien se ha marchado, quien ha murmurado y quien ha dicho mentiras y calumnias. En un mensaje Dios ha dicho: "Tenéis que amar y respetar al papa, a pesar de todo lo que ha hecho a vuestro Obispo". Vosotros, ¿qué hacéis? Discutís por quien votar, decís que el señor Ruini ha indicado a quien votar y por tanto se ha de hacer lo que dice la Iglesia. Para vosotros ¿esto significa estar con la Iglesia?, pues entonces, perdonadme, hijitos míos, no habéis comprendido la bondad, la caridad de Dios. La Iglesia es una realidad, los sacerdotes otra. Han luchado mucho por las elecciones, han discutido de todas las maneras, pero vosotros, pequeño rebaño, mi amado rebaño, no tenéis que hacer lo que hacen los otros para nada. Yo he hablado solo de amor, no he hablado de votaciones. Os he hablado de la maldad, de la pedofilia y de los que matan a los niños y los tiran a la basura, mientras que hay madres que no los pueden tener. No he hablado de votaciones, porque la votación es secreta, cada uno tiene que votar según lo que su corazón le sugiere. Yo os amo, hijos míos, os amo mucho, pero cuando veo ciertos comportamientos, tendría deseos de retirarme y de decir: "¡Basta! ¿A quién estoy hablando?" ¿Quién escucha al Obispo? Cada tanto sucede algo y hay chismorreos, y murmuraciones. El que se comporta bien no tiene el valor de defenderlo; esto es aún peor. Hoy es la fiesta de todos los sacerdotes, vosotros tenéis un sacerdote, es él al que tenéis que festejar, es por él que tenéis que orar y que tenéis que amaros; amadlo y amaos entre vosotros mismos.

Marisa - ¡Hola, Jesús! Te esperaba y te esperaba también el Obispo. De hecho le ha quedado la boca amarga, porque hoy no has venido a hablar con él mientras estábamos en oración.

Jesús - Yo, Jesús, lo amo inmensamente; Dios lo ha llamado y lo ama porque está maltratado por el sufrimiento y taladrado por la calumnia; Dios está con él. Yo, Jesús, estoy con él, el Espíritu Santo está con él, la Madre de la Eucaristía está con él, su querido S. José, al que ha visto y del cual no recuerda bien el parecido, está con él. ¿Qué más queréis?

Yo querría ver a más personas aquí presentes orando, todas unidas, por la paz en el mundo, por los niños y por los enfermos. Vosotros gozaréis en la Tierra y después habrá el Paraíso. Va al infierno el que no ha amado y al Paraíso el que ha amado mucho.

Excelencia Reverendísima, querido hermano, gracias por todo lo que haces, gracias por los sufrimientos que padeces, gracias por el amor que muestras por tu hermana, especialmente cuando el mal la tritura de un modo tan fuerte y tan atroz, gracias por todo. Formáis un cenáculo un poco más grande que el de Jesús, esperemos que no haya un Judas en medio de vosotros. Orad, orad, orad siempre.

Adiós mis queridos hijos, vuestro Jesús vuelve al Paraíso a orar y a hablar con Dios Padre.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, a los que tienen que nacer y a los que han nacido. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Virgencita, quería darte las gracias por las dos gracias que he recibido; no las merezco, pero estoy muy feliz por esto.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Roma, 16 abril 2005 - h. 10:30 Carta de Dios

Jesús - Juntos gritad: ¡Aleluya, aleluya, aleluya! Es Pascua de Resurrección, de alegría y de amor para los que aman a Cristo Jesús. Mientras el coro angélico cantaba aleluya, aleluya, aleluya, Jesús ha resucitado, ha subido al Cielo y ha abierto el Paraíso para todos. "Cristo Jesús -gritaban algunas personas- llévanos arriba contigo, llévanos a gozar del Paraíso". Cristo os ama a todos demasiado para dejaros en esta Tierra tan fea, tan sucia. El que ha estado con Jesús, el que ha amado, será llevado con Jesús al Paraíso. Vosotros sois pocos, pero a mi no me disgusta, porque podéis ser guiados mejor y podéis subir más fácilmente al Paraíso. Ánimo y adelante. Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo. No dejaré nunca ni a quien está mal, ni a quien no se comporta bien, estaré siempre a vuestro lado y os amaré siempre, como os ama mi Madre y vuestra, la Madre de la Eucaristía.

Hay mucha fiesta aquí; vosotros no veis nada, pero, como siempre, todo el Paraíso ha bajado a la Tierra y recoge las almas que están en el Purgatorio para llevarlas arriba con Jesús. Tenéis que desear el gozar del Paraíso para siempre, porque el mundo termina, pero el Paraíso y Dios permanecen para siempre.

Gracias, mis queridos hijitos, mis dilectos hijos, por vuestra presencia. No os preocupéis si sois muchos o pocos, pensad que en otros sitios donde hay mucha gente pero no oran como oráis vosotros, sino que miran, fotografían, filman con la cámara. Ni siquiera el que es el cabeza de la Iglesia ora con ellos. Vosotros tenéis un Obispo que ora con vosotros y cuando no está con vosotros, cuando tiene tiempo y posibilidad, no hace otra cosa que orar; lo veréis siempre con el rosario en la mano, que reza por vosotros y por todos.

Yo, Jesús, junto a mi santo Obispo y vuestro, junto a la Madre y a mi amado padre José, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros niños y vuestros enfermos.

Nuestra Señora - Yo, la Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y abro mi manto para cubriros a todos.

Marisa - Quería pedirte: ¿Me das un poco de voz, o hasta la muerte tengo que permanecer así? Ya no puedo cantar más tu alabanzas, las alabanzas de Jesús, no tengo voz, pero que se haga la voluntad de Dios.

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Se alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 17 abril 2006 - h 19:45 Carta de Dios

Nuestra Señora - Hoy he venido para deciros que un sacerdote, durante la confesión, ha faltado gravemente a la caridad con respecto a un alma. Los sacerdotes faltan a la caridad, faltan al amor, solo porque los penitentes vienen a este lugar taumatúrgico, donde yo, la Madre de la Eucaristía, aparezco. Estoy cansada, muy cansada de esta faltas contra la caridad por parte de muchos confesores. Ya es hora de hablar y de no callar más. Ésta es la decisión de la Madre de la Eucaristía: escribid al director, Mons. Pelliccioni, y contadle lo que ha hecho aquel sacerdote, porque nadie se puede permitir negar la absolución a un penitente solo porque frecuenta una comunidad denominada "Madre de la Eucaristía". Mi corazón sufre mucho, porque hay muchos sacerdotes que hacen lo que les da la gana: faltan gravemente a la pureza, a la caridad, a la obediencia, roban el dinero de las iglesias confiadas a ellos, pero nadie habla, nadie dice nada, para que los superiores no sean molestados. Es hora de terminar. La persona a la que le ha sido negada la absolución que escriba a Mons. Pelliccioni, contándole todo y termine diciendo: "Ya basta, estamos cansados, seguís continuamente faltando a la caridad para con nosotros. ¿Qué hacemos de malo? ¿Nos condenáis porque oramos a la Madre de la Eucaristía? Muchos hablan de la Madre de la Eucaristía, además ha hablado el Santo Padre Juan Pablo II, aunque le hayan censurado y le hayan quitado del sitio de Internet la invocación "María, Madre de la Eucaristía, os proteja a todos". Indicadnos un solo error que esté presente en nuestra espiritualidad. Nos reunimos para orar y nos comportamos como le gusta a Dios". Mis queridos hijitos, no todos sois santos, pero muchos están con la conciencia tranquila. Añado también: "Dejad en paz al Obispo y a la Vidente, porque son dos personas santas, humildes, dispuestas a ayudar a todos". Yo, la Madre, estoy cansada de saber que tantos y tantos sacerdotes son, no querría decir esta palabrota, estúpidos, y atacan a una persona santa, solo porque ha celebrado la Misa el 8 de marzo de 1998. Aunque la fecha que han indicado está equivocada (1997), vosotros partid de esta situación y hablad con calma y valor. Vosotros, jóvenes, no tenéis que tener miedo cuando os encontréis con estas personas. Defended a la Madre de la Eucaristía, defended a vuestro Obispo, dejad estar a la Vidente, porque no tiene nada que perder, pero defended a vuestro Obispo, defended a la Madre de la Eucaristía, defendeos a vosotros mismos, porque diversos sacerdotes son malos y tratan por todos los medios de acabar con vosotros. ¿He sido demasiado dura, Jesús?

Jesús - No, mamá querida, yo habría sido más duro. Si no cesan de comportarse de este modo, comenzaremos a escribir otra vez cartas y no serán buenas o diplomáticas, porque hablaremos y escribiremos de manera fuerte y severa.

Nuestra Señora - Me disgusta, mis queridos hijos, deciros esto, pero estoy de acuerdo con mi Hijo Jesús y estoy obligada a hablar como nunca antes me habéis oído. Vuestra hermana está muriendo por todos los chismorreos, las murmuraciones, las maldades, las calumnias que dicen los sacerdotes. Hablan de caridad, de amor y son los primeros que faltan al amor y a la caridad.

Marisa - Gracias. Por favor, Virgencita, ¿me quieres llevar contigo? Te lo pido con todo el corazón, llévame. Yo no puedo vivir más así, por otra parte, no pudiendo caminar, no puedo ni siquiera ir a ver a aquellas personas y decirles lo que tengo en el corazón. Llévame, el Obispo está de acuerdo, llévame, incluso ahora, llévame, te lo ruego.

Obispo - ¿Puedo hablar?

Nuestra Señora - Claro, hijito.

Marisa - ¿Me puedo acomodar?, porque no me siento bien.

Obispo - Son años, años y años que persisten muchas maldades y calumnias contra nosotros. Tu quieres que escribamos a aquellos sacerdotes que han negado la absolución a los miembros de nuestra comunidad, solo porque vienen a orar y a escuchar la Palabra de Dios al lugar taumatúrgico, y se hará, pero estas cartas ¿tendrán el mismo fin que las otras? Seré testarudo, pero vuelvo a repetir que solo Dios puede intervenir para arreglarlo todo, porque ya nos encontramos en una situación muy mala y difícil. Somos condenados como desobedientes e indóciles a la autoridad eclesiástica y sobre esto hay un acuerdo general; también las apariencias están contra nosotros. Yo pido aún con sencillez, como han pedido los apóstoles: "Señor, despierta, sino perecemos". Dios quiere aún un poco de tiempo para convertir a otros sacerdotes y mientras tanto somos continuamente pisoteados. Estoy cansado; estas situaciones me han aniquilado y han aniquilado a mi hermana. Dios tiene que hacer algo grande, fuerte, para que los hombres de la Iglesia o al menos los fieles crean que somos instrumentos de Dios, por otra parte continuarán pisoteándonos y calumniándonos. Yo creo que nadie ha esperado tanto como estamos esperando nosotros, a nadie le ha sido pedida tanta paciencia como se nos ha pedido a nosotros. Los poderosos hombres de la Iglesia han llegado a suspenderme a divinis, a reducirme al estado laical, a quitarnos la Misa, a impedir a los sacerdotes que vinieran aquí, han hecho todo lo que han querido contra nosotros. Ahora yo pregunto: ¿pero Dios es nuestro Padre? Yo no pido que mande a los ángeles a matar a los hombres, como ha ocurrido en Egipto y como ha ocurrido en el Mar Rojo, cuando ha hecho volver las aguas, pero ¿por qué Dios no hace algo por nosotros? ¿Ves en que situación estamos? ¿Lo veis? Perdona mi atrevimiento, pero no podemos más, estamos cansados y lo tenemos todo en contra. Para Dios yo soy…, ¿pero para qué sirve? No puedo ordenar ni siquiera a un sacerdote, no tengo ni siquiera a un obispo a mi lado, no puedo hacer nada. En junio ya son siete años que me habéis ordenado obispo, pero como he vivido mi episcopado lo sabes mejor que yo. No me digas que en bilocación hago grande obras, porque, aunque estoy agradecido al Señor de todo esto, en mi no permanece ni siquiera el recuerdo. He oído que finalmente, tu, la Madre, fuerte, decidida, te has colocado del lado de los que están en la verdad, en la justicia. Yo te digo a ti, que eres Reina de las Victorias, gana tú la victoria. Nosotros estamos tan cansados que no podemos hacer nada más, ve tú delante y nosotros iremos detrás.

Nuestra Señora - Bien, iré delante yo, pero quiero un compromiso de vosotros jóvenes aquí presentes, que comunicaréis a los otros. Que os digan el nombre de aquellos sacerdotes, id a confesaros con ellos y decidles qué comunidad frecuentáis. Si os negaran la absolución o respondieran mal, decid: "Usted no es un buen sacerdote, usted está faltando a la caridad, al amor. Yo soy un joven y usted me está escandalizando". No tengáis miedo de hablar, la lengua no os falta cuando queréis. Hablad y defended al Obispo. Cuando tengáis tiempo, entrad en todas las iglesias y decid a los sacerdotes que encontréis a que grupo pertenecéis. Comportaos como os he dicho.

Marisa - La Virgen irá delante, lo ha prometido, y nosotros iremos detrás. Nosotros dos no podemos más. Se me está rompiendo la cabeza. No podemos más, no hemos hecho nada malo al prójimo, ni siquiera a quien nos ha hecho sufrir, porque los hemos amado a todos. Tú, Madre, ámanos, ve delante, Reina de las Victorias, lleva el estandarte. ¿No te da pena nuestro Obispo? Déjame estar a mi, no me importa qué final tendré, pero él sí, lo tienes que salvar, lo tienes que ayudar, es un deber tuyo. Vosotros nos habéis elegido, vosotros nos habéis llamado, porque nosotros no os hemos buscado. Nos habéis llamado vosotros, nos habéis llevado por el camino que yo llamo ¡el camino del infierno! Estamos sufriendo muchísimo. ¿Por qué nos habéis pedido que hagamos esto? ¿Por qué? ¿Qué hemos hecho mal? Hemos sufrido siempre desde la infancia. Me has llamado y he dicho sí, me has vuelto a llamar y he dicho un sí grande como el sol y lo digo todavía, no me vuelvo atrás. Dios nos ha llamado a recorrer este camino. Es hora de que os mováis, es hora de que nos ayudéis, sino me moriré enseguida. No queremos vivir más así, hablo en plural porque sé que también mi Obispo ¡no quiere vivir más!

(Marisa se desmaya)

Marisa - ¿Qué hemos hecho mal? Hemos amado demasiado, hemos amado demasiado. Te doy gracias por el regalo que nos has hecho. Danos la bendición y termine aquí la historia.

Nuestra Señora - Junto a nuestro Obispo, a Jesús y a S. José, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Sea alabado Jesucristo

Roma, 21 abril 2006 - h. 20:30 Carta de Dios

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, mis dos hijitos están sufriendo muchísimo, y vosotros no podéis comprender su sufrimiento. Han trabajado durante años, años y años y esperan que Dios realice cuanto les ha prometido. Esperan vuestras oraciones, vuestra ayuda, sobretodo la ayuda de Dios, de la Virgen, de los santos y de los ángeles, porque también el hombre más fuerte puede caer bajo el peso del sufrimiento. Marisella sufre, sufre y sufre y es lógico que el Obispo, que vive a su lado, sufra también él. ¿En qué consiste su episcopado? ¿Cómo ejercita su episcopado? Ejercitará su episcopado y ejercitará su… Vosotros tenéis que estar más a su lado y ayudarlos. Esta tarde una persona ha venido a verlos, tenía una mirada que no era bonita, que no era buena; se veía que no tenía compasión por estos dos hijos míos. Vuestro Obispo estaba ausente y agotado, no podía seguir lo que decía aquella persona. Han venido otras dos personas que no le han dado ni siquiera un pequeño ánimo, sino que pensaban en sus problemas. Veían que el Obispo sufría, pero ninguno ha tenido el valor de extenderle una mano y decirle: "Excelencia, ánimo, estamos contigo". Esto me hace sufrir. He visto la mirada de esta mujer y he tratado de hacerle comprender el error. Ésta, terminado cuanto tenía que decir, ha esbozado un saludo; y el Obispo estaba allí, solo, abandonado, como Jesús en el huerto de los olivos, mientras los apóstoles dormían, y oraba: "Dios mío, Dios mío, ayúdame". Nadie se ha acercado al Obispo para decirle: "Ánimo, Excelencia, ánimo". Nadie ha comprendido su gran dolor; os doy las gracias por esto.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo a todos en el nombre el Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - No nos dejes así.

Roma, 23 abril 2006 - h. 10:30 Carta de Dios

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Quiero hablaros del encuentro que S. Tomás tuvo con Jesús. Todos los apóstoles creyeron que Jesús había resucitado, menos él. Cuando Jesús entró en el cenáculo, Tomás no estaba. Estaba presente cuando Jesús volvió con los apóstoles. Tomás había dicho: "Si no pongo mi dedo en el lugar de los clavos y no meto mis manos en su costado, no creeré" Jesús le dijo: "Pon las manos en mi costado y no seas incrédulo, sino fiel" Esto no hubiera hecho falta, si Tomás hubiese tenido más fe.

La virtud de la fe es muy importante. Hace falta creer, especialmente cuando habla Jesús y cuando hablan los apóstoles. Sor Faustina, la santa de la Misericordia de Dios, estuvo enferma muchas veces, entró muchas veces en el hospital. Muchas veces le hicieron análisis clínicos sin encontrar nunca nada; sin embargo estaba enferma. Tu comprendes, ciertamente, Marisella, lo que quiero decir. Habláis de Jesús misericordioso, pero tenéis que comprender que Jesús es misericordioso con quien pide perdón, con quien vuelve a la gracia de Dios, no con los que hacen lo que les va bien y dicen: "Jesús es misericordioso y nos salva". Recordad: ¡existe la justicia de Dios! Me gustaría tanto haceros comprender hasta el fondo este concepto, que tendrían que comprender sobre todo mis sacerdotes. ¿Dónde están mis hijos predilectos, empezando desde el cabeza hasta el más pequeño? Os recomiendo que oréis a Jesús misericordioso, para que os conceda la gracia, la fe, como tenían los apóstoles y no como Tomás. Vivid en gracia. ¿Qué desea Jesús? Que hagáis el bien a todos, que améis a todos y viváis en gracia.

He dicho pocas palabras, pero están llenas de amor, tratad de comprenderlas. Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Encomendaos a Jesús misericordioso.

Marisa - Adiós.

Roma, 28 abril 2006 - h 20:30 Carta de Dios

Nuestra Señora - Aunque hoy estoy muy feliz al venir en medio de vosotros, por desgracia hay personas que sufren muchísimo y éstas son mis dos queridos hijitos. Dios tiene que ayudarlos, su vida no puede continuar de este modo tan doloroso, si ha hecho promesas tan hermosas, tiene que mantenerlas. Llamad, orad y pedid: "Dios, acuérdate de nosotros. Tu estás en el Paraíso, pero piensa en tus hijos que están en la Tierra y que sufren tanto, ayúdalos, Jesús".

Marisa - No me importa mi salud, tienes que ayudar al Obispo, porque está sucumbiendo día tras día.

Tómame, haz de mi lo que quieras, pero haz que pueda ayudarlo para hacerlo llegar pronto a las alturas estupendas, como tu has dicho a menudo. Hay muchísimas personas que no se comportan bien, sacerdotes y laicos, sin embargo son felices y se divierten, mientras nosotros, que tratamos de hacer siempre la voluntad de Dios, estamos continuamente sufriendo mucho. Te repito, Dios mío, no ruego por mi, yo estoy contenta, pero te encomiendo a mi Obispo, al Obispo de todos. No tiene muchas almas a su alrededor, tiene pocas, pero le quieren y oran por él. Repites que realizarás pronto su triunfo, pero este "pronto" nosotros todavía no lo vemos. Nosotros te queremos, mi Dios, ayúdanos a comportarnos rectamente y danos aquella ayuda particular de la que todos tenemos necesidad. Te lo ruego, Dios omnipotente, escúchanos, ¿no ves cómo estamos reducidos? Escúchanos, concédenos las gracias que necesitamos, escucha a la Madre de la Eucaristía que a menudo dice: "Ayúdalos, Dios", cuando se postra con todos los ángeles y los santos de rodillas delante de Ti para rogarte y suplicarte. Ya lo sé, ya sé que harás todo lo que has prometido, pero esta espera para nosotros es demasiado larga, acórtala. Llévanos donde Tu quieres y haz de nosotros lo que Tu quieras. Te doy las gracias si escuchas estas pobres oraciones, si escuchas estas sencillas palabras. Te lo repito, no por mi, sino por nuestro santo Obispo, como tu lo has llamado.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Recuerda a Dios lo que te he pedido. Adiós.

Roma, 30 abril 2006 - h 10:30 Carta de Dios

Nuestra Señora - Gracias por vuestra presencia, mis queridos hijitos.

Veo que sois cada vez menos numerosos. Esto ocurre porque vuestra hermana no puede bajar en medio de vosotros y la gente se cansa de no verla y se retira; esto no es bonito. Tenéis que venir por la aparición y sobretodo por amor de Dios. Sé que los jóvenes están haciendo un hermoso apostolado con los sacerdotes. Los resultados son a veces buenos y a veces tristes, pero vosotros no os detengáis, aguantad como han aguantado S Pedro y S Pablo cuando iban por el mundo para evangelizarlo. Continuad adelante, no tengáis miedo de nada, como los dos apóstoles que han afrontado una muerte muy dolorosa y cruel. Yo no os pido el martirio, os pido solo que continuéis, que luchéis y que hagáis comprender a estos sacerdotes míos la situación del Obispo Claudio Gatti y la vuestra, porque no la conocen. Los poderosos hombres de la Iglesia han hablado mal y todos hablan mal, sin saber cómo y porqué ha ocurrido todo esto. Se esconden tras el decreto del papa, pero ¿dónde está el decreto? No han respetado el código de derecho canónico, no han hecho nada de cuanto prescribe, por lo que nadie puede decir: "El sacerdote está fuera de la Iglesia, el sacerdote está suspendido a divinis, el sacerdote está reducido al estado laical". Ninguno lo puede decir, porque no hay ningún decreto, porque no ha habido ningún proceso. Ha sido condenado como ha sido condenada vuestra hermana, a la que han dicho feas palabras, peores de las que se dirigen a las mujeres de la calle, por lo que al final ha sido obligada a echar de casa a aquellos sacerdotes.

No os detengáis, hijitos, preparaos y continuad adelante. Orad al Espíritu Santo, no tengáis miedo de nada, ninguno os puede hacer nada, ni siquiera el señor Ruini, que se siente con la conciencia tranquila. Oh no, no está en orden, y ¡cuántos sacerdotes no están en orden! Me dirijo a vosotros, mis queridos hijitos, y os invito a hacer esta batalla, a ir al encuentro de estos sacerdotes y a hacerles conocer la verdad. Si os niegan la absolución, preguntadle: "¿Por qué no me da la absolución? Yo estoy en orden, he confesado mis pecados y usted me tiene que ayudar". Por fortuna son pocos los que se comportan así, pero estos pocos son muy malos; os invito a orar por ellos. La vuestra es una misión difícil, pero hermosa, grande, hacedla

Por amor a Dios, por amor a vuestro Obispo, id adelante sin miedo, con valor y fuerza.

Admiro a la pequeña Oriana y a otros que han sabido hablar y responder muy bien a los sacerdotes. El que tenga miedo que no vaya, el que no tenga miedo y se siente con valor para hacerlo que lo haga con buena intención: hacer comprender a los sacerdotes los errores del señor Ruini. Al final Dios os premiará por todo esto.

Marisa - Virgencita mía, yo no estoy bien para nada, pero si la hora está llegando, y espero que sea muy pronto, ayúdame, porque es difícil vivir de este modo. También a mi me gustaría ir a hablar con los sacerdotes, como hacía antes y era muy duro y tu lo sabes. Oh, lo haría de buena gana también ahora, pero ya no tengo fuerzas. Entonces ve tu de parte mía, ve a hablar a los sacerdotes en mi lugar y salva a nuestro Obispo.

Nuestra Señora - Lo ayudaré.

Marisa - ¡Promételo! Nos hacéis tantas bellas promesas y después no se ve nada. Estoy muy mal y sufro muchísimo, pero estoy contenta de que vengas a vernos.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, vuestra Madre os ama inmensamente a todos, como os ama mi Jesús. Os doy las gracias por lo que estáis haciendo, es un apostolado hermosísimo.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Mando un beso a los niños.

Marisa - Adiós. ¿Por qué mamá no ha hablado como las otras veces?

Mensajes de Mayo de 2006

Roma, 1 mayo 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es el primer día del mes de mayo, el mes dedicado a mi, María. Hay mucha alegría en el Paraíso y me gustaría que también la hubiese en la Tierra. Muchas veces os he dicho que esta iglesia es pequeña, pero hay más almas que en las grandes iglesias. Hoy la situación está cambiando: en las iglesias grandes hay más personas y en las iglesias pequeñas hay menos personas. El mes de mayo es el mes de María, Madre de la Eucaristía, ayudadla, orad con ella para la conversión de los pecadores, por los sacerdotes, por los pobres, por los míseros y los abandonados.

Marisella, me gustaría decirte que vendré pronto a llevarte, pero Dios dice que necesita tus sufrimientos. ¿Qué tengo que hacer?

Marisa - ¿A mí me lo preguntas? Ven a llevarme, te lo ruego, ya no aguanto más, no puedo más, estoy cansada, no puedo gozar de nada, ni de la Santa Misa, ni de la Santa Comunión. Ya no siento aquel amor y aquella alegría que sentía antes, ahora todo me pesa, todo es insoportable. Te lo ruego, dile a tu Dios y mío que venga a llevarme pronto, muy pronto; te lo suplico. Yo oro y sufro, pero veo que las personas, incluidos los sacerdotes, no se convierten. Te ofrezco mi vida por las personas que no me escuchan. Me gustaría que mejorasen en el amor a Dios Padre, a Jesús, al Espíritu Santo y a ti. Estoy mal, me siento mal. Hoy he bajado en medio de los jóvenes para que estuvieran contentos, pero ha sido duro, muy duro. Te lo ruego, Virgencita, pide a Dios que me lleve pronto, así todo será más fácil para el Obispo y para todos aquellos que me conocen.

Nuestra Señora - Marisella, tengo que decirte una cosa que te hará sufrir: tienes que quedarte para la conversión de Laura.

Marisa - ¿Cómo? ¿Qué? No puedo más, no puedo más. Llévanos a los dos; yo ¡no puedo más!, ¡no puedo más! ¡no puedo más! Puedo orar, día y noche, si quieres, pero no puedo sufrir más.

Nuestra Señora - Entonces, Marisella, oremos día y noche.

Marisa - Ayuda a mis hijitos a hablar a los sacerdotes. Gracias, porque nos has dado un santo Obispo; es santo y está cansado. Gracias por todo.

Nuestra Señora - Excelencia, dame la bendición a mi, a tus hijos, adultos y jóvenes y a todos.

Roma, 5 mayo 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Vengo siempre con gran alegría en medio de vosotros. Os lo ruego, cuando toméis la santa Comunión, volved a vuestro sitio con las manos cruzadas o sobre vuestro corazón y unios a Jesús Eucaristía. Sería una gran alegría para Jesús y para mi veros en profunda oración y que dijerais: "Jesús mío, te amo tanto".

Marisa - Decir esto me es muy difícil, porque el sufrimiento es mucho y cada día aumenta cada vez más. Ayuda a los que están enfermos, no los abandones. Muchas personas están mal y están probadas por el dolor; Tú, Jesús, puedes ayudarlas. Sólo tu puedes hacer todo lo que nuestro Obispo te pide

Jesús - ¿Pensáis que Yo os he abandonado, que Dios os ha abandonado? No, querido san Claudio, no es así. Es verdad, vuestra vida es muy dura, estáis pasando un momento muy difícil, pero al final las estrellas brillarán para vosotros, la luna será iluminada y hermosa y el sol lucirá como Jesús. Amad a Jesús, que no ha subido a la cruz sólo por un día, sino que ha sufrido mucho por vosotros y por todos los hombres, muchos de los cuales no saben amarlo. Tampoco los sacerdotes lo aman, piensan solo en sí mismos y critican a los laicos, jóvenes o adultos, si están más preparados que ellos y los ponen en un aprieto. Se preocupan solo de lo que a ellos les va bien. Seguid el S. Evangelio, conoced el S. Evangelio y os daréis cuenta qué es la obediencia y qué es el amor. Amaos, hermanos míos; cuando terminéis la misión que estáis llevando adelante seréis felices. Las personas y los sacerdotes no aceptan lo que decís, porque tienen mucho miedo, entonces se encierran en sí mismos para no hablar de lo que les exponéis. No tenéis que tener miedo, tenéis que hablar y triunfar. Hablan siempre de Padre Pío y dicen que siempre ha obedecido. No, S. Padre Pío, se ha metido en contra de los hombres de la Iglesia, porque tenía razón. Cuando se tiene razón es necesario luchar contra los hombres de la Iglesia y amar a Dios sin reservas.

Gracias.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Nosotros, los del Paraíso estamos con los que aman a Jesús y aman al Obispo, que obedecen a Dios y a los hombres de la Iglesia, que están con Dios.

Marisa - Adiós.

Roma, 6 mayo 2006 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy, primer sábado de mes, vengo con gran alegría en medio de vosotros.

Marisa - No soy capaz de hablar.

Nuestra Señora - Yo oro por vosotros y vosotros tenéis que orar por cada uno de vosotros, por el Obispo, por las personas enfermas. Vosotros cantáis: "Toda pura eres, María" y tenéis que ser puros, porque el pecado original ha sido quitado. Recitad el S. Rosario, orad por las personas enfermas. El que ha ido por los hospitales ha visto perfectamente cuantas personas han sido ingresadas, tenéis que orar por ellas. Orad también por los que Jesús manda en bilocación a cumplir misiones. Es muy triste recoger niños que están en la tierra casi moribundos y asistir a escenas espeluznantes, que no tengo valor de contaros.

Hoy, primer sábado de mes, yo estoy con vosotros; en este momento han bajado del Cielo, para estar con vosotros Jesús, mi amado esposo José y la abuela Yolanda; todos están aquí para ayudaros y ayudar especialmente a los que están enfermos y llevan la cruz junto a Jesús.

Ayudad a todas las personas, especialmente a los sacerdotes que no aceptan lo que decís y no quieren daros la absolución, éstos no irán nunca al Paraíso. Recordad que el camino del Paraíso es largo y estrecho y si no estáis en orden es difícil entrar; orad por estos sacerdotes y yo, vuestra Madre, os ayudaré junto a mi Hijo Jesús, a mi amado esposo y a la querida abuela Yolanda. Estoy muy disgustada por lo que ocurre en el mundo. Vosotros no creíais que hubiese tanta necesidad de orar por todos los sacerdotes, pero ahora que los jóvenes están haciendo la misión, habéis comprendido su situación y cuanta miseria y debilidad hay en ellos. Orad por esta misión y yo estaré siempre con vosotros.

Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a los enfermos, a los niños, a los ancianos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 7 mayo 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Marisa - ¿Puedo hablarte, Virgencita? Tengo que pedirte que me des un poco de voz para poder hablar, ya son muchos años en los que me encuentro en esta situación.

Nuestra Señora - No te preocupes; el pequeño cenáculo tiene que comprender tu sufrimiento, el de no hablar, pero sobretodo el de no poder cantar.

Marisa - No es que esto sea una ayuda.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, gracias por el amor que demostráis a Jesús Eucaristía y a la Madre de la Eucaristía. Muchas veces he repetido: vivid en gracia, recurrid a los sacramentos, especialmente al sacramento de la Eucaristía, en gracia, nunca en pecado mortal y así tendréis la fuerza y el valor para continuar adelante. Os daréis cuenta cada vez más que la vida se vuelve más difícil, el hombre ya no es él mismo, piensa sólo en la ganancia, en el trabajo, en la diversión; también muchos sacerdotes se comportan el mismo modo: piensan en el dinero, en trabajar, en tener el sillón más alta y no oran. Algunos sacerdotes no creen en la Eucaristía, celebran la S. Misa y hacen la S. Comunión sólo por respeto humano.

A vosotros, pequeño cenáculo, os pido: Comulgad siempre en gracia y orad mucho por los que lo hacen en pecado. Tenéis que orar por los niños pobres y enfermos, por los ancianos, por todos los que esperan con ansia vuestras oraciones. Yo estoy contenta y me alegro cuando estáis todos presentes, como en el último encuentro bíblico. Claro, por el momento al menos, esto no es el gran santuario de Fátima o de Lourdes, pero Jesús está igualmente contento, con tal que oréis, estéis unidos y os améis todos.

Yo, la Madre de la Eucaristía, os doy las gracias y soy feliz si continuáis amando a Jesús Eucaristía, a todas las personas que os quieren y también a las que no os aman; esto es bonito y me alegra: amar a los que no os aman. En estos días habéis conseguido que vuelvan muchos sacerdotes. ¿Cómo se han comportado? No os preocupéis si han reaccionado mal a cuanto les habéis dicho, vosotros continuad dando vuestro amor y ofreciendo vuestra oración por todos.

Junto a mis sacerdotes os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, a los ancianos, a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Marisa - Adiós, adiós. Gracias por haberme dado un poco de voz.

Nuestra Señora - Te contentas con poco.

Marisa - Sí con tal que estés a mi lado. Gracias, gracias de todo.

Nuestra Señora - Adiós, adiós, hermosa, amor de Dios.

Roma, 12 mayo 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En este día estáis preparando la fiesta para vuestra hermana, pero no os escondo que su salud se está deteriorando y yo he venido igualmente para estar con vosotros y para ayudarla. Orad por ella, pedid a Dios que haga Su voluntad y que le de mucha fuerza para poder llevar adelante su misión.

Mis queridas mamás, hermanas, abuelas, vosotras podéis comprenderme, ayudad a esta pobre hija y ayudad al Obispo, que él solo no puede continuar asistiéndola. A decir verdad, yo no quería venir para no cansarla demasiado, pero ella ha dicho: "Virgencita, ven a dar un saludo, al menos por aquellas personas que están en la iglesia" y yo he obedecido a la pequeña y gran Vidente.

Orad, para que pueda descansar un poquito, es una criatura humana como vosotros. Sé que oráis mucho, continuad orando. Excelencia, cuantas oraciones elevas a Dios, cuanto sufrimiento veo en tus ojos, ¡cuantas lágrimas he visto descender por tu rostro!. No hagas esto, sino Marisella sufre más. Ella es feliz de llevar adelante esta misión, pero tú tienes que ayudarla.

Mis queridos hijos, mañana es el aniversario del pronunciamiento de los votos de vuestra hermana; han pasado muchos, muchos años y ella todavía está en medio de vosotros; orad por ella. Sé que os habéis esforzado para prepararlo todo; orad, haced que pueda pasar una buena noche junto a Jesús, a mi, a la abuela Yolanda y al santo Obispo.

Mis queridos hijos, os tengo que dejar, porque vuestra hermana ya no puede más. Os doy las gracias por vuestra presencia.

Junto a mi santo Obispo y vuestro y a los sacerdotes que lo aman, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, gracias.

Roma, 13 mayo 2006 - h. 7:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

¿ Marisella, qué impresión te da ver este sol tan grande y aquel sí que tu has pronunciado siempre?

Marisa - Para serte sincera esperaba que fuese aún más grande por todo lo que estoy sufriendo.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, dilectos hijos, la Madre está contenta de veros aquí reunidos. Yo soy la Madre de la Eucaristía, lo sabéis, pero estoy vestida como Nuestra Señora de Fátima, porque hoy es la fiesta de Nuestra Señora de Fátima . La Virgen es honrada con varios títulos, en todas partes, pero a mi me gusta ser invocada como Madre de la Eucaristía, porque la Eucaristía es mi Hijo Jesús y en la Eucaristía está presente la Santísima Trinidad.

Mis queridos hijos, es un milagro que vuestra hermana esté aquí en medio de vosotros. A pesar de que tiene mucho sufrimiento y mucha dificultad para hablar, ha decidido bajar a la Basílica y ha dicho: "Bajo con la ayuda de Dios para estar en medio de las personas del cenáculo, aunque no sean numerosas". No es esto lo que importa, sino que lo importante es que todos vivan en gracia y estén unidos a mi Hijo Jesús.

Esto, querido don Luciano, deseo de los sacerdotes: que vivan en gracia y que amen a Jesús Eucaristía. La Madre te da las gracias, querido don Luciano, porque has venido al pequeño lugar taumatúrgico para estar al lado de nuestro Obispo; es una alegría para él tener a un sacerdote a su lado. Continua viviendo los años que te quedan como estás viviendo ahora; ama a nuestro Obispo, ora por él, tiene mucha necesidad.

Marisella, felicitaciones de la Madre por todo lo que has dado y sufrido. Se que has llorado, que has pasado una noche muy dura. Habéis sufrido mucho los dos, pero luego, en un instante, la situación ha cambiado. Tu no has dormido ni siquiera una hora y estás aquí en medio de este pequeño cenáculo. Aunque has tomado muchas medicinas no has podido mejorar y entonces Dios me ha dicho: "Ve con Marisella, ayuda a Marisella y al Obispo, porque están sucumbiendo" y yo os he ayudado. Ha habido también el encuentro con Dios. Dios Padre ha hablado a vuestro Obispo y le ha hecho confidencias muy hermosas que lo ayudarán a soportar este camino tan difícil.

También vosotros, jóvenes, tenéis que ser más fuertes, no abatiros, no decaer, sino seguir adelante. Habéis conocido otro secreto que Marisella guardaba desde hace muchos años: convertiros en pequeños misioneros e ir a hablar a los sacerdotes. Ahora habéis comprendido perfectamente qué difícil es hablar a los sacerdotes que no viven en gracia. Una vez Marisella fue a hablar a un sacerdote de sus problemas personales, y este salió del confesionario y la golpeó violentamente; fue una escena triste, muy triste, pero esto no sucederá más, porque si un sacerdote se permite hacer una cosa semejante, será denunciado. Yo he dicho: "Amad a los sacerdotes, respetadlos; si están en orden, ayudadlos, si no lo están, saludadlos y marchaos, siempre con el debido respeto, pero no les permitáis que levanten las manos"

Marisa - Jesús, me he preguntado muchas veces porque me has dado la tarea de ir a hablar a los sacerdotes y después me has hecho acabar sobre una silla de ruedas durante años; no puedo ir a ver a nadie, puedo solo hablar por teléfono o comunicarme a través de Cartas, pero yo no puedo escribir, no tengo las manos como antes, ¿porque ahora me has dado esta tarea?

Jesús - Porque Dios ha querido esto de ti.

Marisa - Te lo ruego, ayuda al Obispo, un mañana, cuando se quedará solo, a los que vivan todavía, yo les digo una vez más: "Ayudad a vuestro Obispo"

Virgencita, ¿sabes que esta mañana y esta tarde, mientras escribía, me temblaban las manos? Entonces he dicho: "Termino como el Papa"; pero a él le temblaba la mano izquierda, la del corazón; a mi la derecha. Veía la mano que temblaba y estaba callada; sin embargo alguno se ha dado cuenta. Lo he dicho para hacerte reír. ¿Acabaré como él?

Nuestra Señora - Marisella, ¿no te das cuenta que también te tiemblan las piernas? Tus músculos se están consumiendo, están perdiendo fuerza, pero no te tienes que preocupar, porque cuando Dios decida que es hora de ayudarte, mandará a alguno a ayudarte. Sé feliz, hija mía, y muchas felicitaciones de todo el Paraíso. Te amamos mucho, te queremos, tenemos por ti el mismo amor que tu tienes por estas personas que están aquí presentes. Gracias también a ellos has bajado esta tarde, porque han orado mucho. Gracias a todos. Valor, hija mía, adelante.

Junto a mis dos queridos sacerdotes os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Un beso a los niños presentes y a los que están ausentes.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá, adiós mamá.

Está bien, gracias por la ayuda que habéis prestado esta mañana a mi Obispo, gracias por haber venido ayer tarde, gracias. Ayúdanos, ayúdanos, porque tenemos mucha necesidad.

Roma, 14 mayo 2006 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos.

Con gran disgusto la Madre os dice que vuestra hermana no está en condiciones de bajar. No la toméis con Nosotros, éste es el curso de la naturaleza.

Estoy contenta que estéis aquí presentes y me disgusta que los que han llegado nuevos no puedan ver a la Vidente. Cuando será el momento, la veréis, quien en un modo, quien en otro. Os pido que oréis porque Dios decida lo que tiene que hacer: llevarla inmediatamente o dejarla, pero en condiciones mejores de salud.

Marisa - Yo no he pedido estar bien, he pedido estar un poquito mejor, al menos cuando están presentes las personas. De todos modos si esto es el regalo que Dios me ha hecho hoy, gracias.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, tratad de comprenderme, yo también soy una madre. Orad y sabed que en bilocación vuestra hermana estará en la Basílica para ver aquel sí. ¿Os acordáis cuando ayer dijo que el sol le recuerda a Mariasole? Sin embargo era su sí, no se si decir bendito, aquel sí que se ha repetido más veces.

Valor, mis queridos hijos, no os canséis de orar. Cualquier cosa que ocurra, orad y cantad.

Ahora tengo que dejaros, porque no puedo continuar hablando con vuestra hermana. Felicito a todas las madres, hoy es también la fiesta de la madre. Vosotros felicitadme a mi, porque también yo soy una madre.

Marisa - ¿Y yo quién soy? ¿Por qué Dios me ha cogido justo a mi? ¿Por qué, te lo repito una vez más, me ha hecho acabar en un silla de ruedas, vivir dentro de cuatro paredes y dejar de lado mi trabajo cuando iba a ver a los sacerdotes y a las personas? ¿Cómo he acabado? ¡en una silla de ruedas, en un sofá! No es una alegría ésta, me hace sufrir. Ya se que me dirás que he nacido para sufrir, pues bien, tomad mi sufrimiento y llevadme.

Perdóname si hablo así, pero estoy afligida muy afligida. Te pido que esté mejor, no por mi, tu lo sabes, sino por el Obispo; dale un poco de paz y de tranquilidad. Yo he dicho sí hasta el fondo de la misión del sufrimiento, sin embargo estáis destruyéndole también a él.

De todos modo, gracias porque has venido al menos para las personas que están en la Basílica.

Nuestra Señora - Quiero bendecirte a ti y a todos junto al Obispo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Os pido perdón, perdón, si he osado hablar para desahogarme.

Mamá, ¿tu que haces? ¿Por qué no has venido? ¡Cuantas veces te he invocado esta noche! Está bien, adiós, ve delante de Dios a pedir que nos ayude.

Roma, 19 mayo 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Vengo siempre con gran alegría en medio de vosotros. No tengo otra cosa que deciros que recitéis el S. Rosario delante de Dios y oréis para que os ayude a todos, todos tenéis necesidad de su ayuda. No tengáis miedo de elevar el S. Rosario a Dios, no podéis comprender la importancia del S. Rosario.

Vuestra hermana está mal y es curada por su doctor que se llama Selenia. Selenia se preocupa de su tía para hacerla estar mejor, pero la situación permanece siempre crítica. Una vez más os repito: levantad todos el S. Rosario hacia Dios y orad, orad, orad para que la Virgencita venga siempre en ayuda vuestra. Marisella, no tienes una voz bonita, pero eres un alma hermosísima y yo, como siempre, te ayudo, aunque continuéis diciendo que no sentís mi presencia. Está la presencia de Dios, de Jesús, de la Madre de la Eucaristía, de San José y de la abuela Yolanda, que llora a menudo al lado de su hija. Orad por la conversión de los sacerdotes, porque cada vez que abrís el periódico leéis malas noticias sobre ellos. Os lo ruego, recitad el S. Rosario, id con mayor amor a recibir el sacramento de la Eucaristía.

Termino esta breve aparición para ayudar a vuestra hermana.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos lo niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Gracias, doctor Selenia, por lo que haces y podrás hacer por tu tiíta, como tu la llamas.

Marisa - Ahora me haces avergonzar. Adiós.

Roma, 26 mayo 2006 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Permitidme que hable a vuestra hermana. ¿Puedo decirte una palabra, mi pequeña niña? Tenías dos años y medio cuando empezaste a sentir que tenías que sufrir y ahora has llegado al sufrimiento más grande: no poder comer, no poder beber y tantas otras pruebas y dolores. Jesús te ha pedido esto y tu has dicho sí. Ahora Jesús te da un gran don. Tenéis que saber que desde el lunes en adelante vuestra hermana se nutrirá de Eucaristía. No quería decirlo, pero he tenido que hacerlo saber justo por las oraciones, los ayunos y los sufrimientos que habéis ofrecido por ella. Dios ha dicho: "Te daré la Eucaristía, hija mía, e irás adelante así". Mis queridos hijos, nada es imposible a Dios. ¿Cuántas veces he dicho esto?

Marisa - Al final ha llegado cuanto he prometido y la felicidad ha brotado dentro de mi. Ahora os pido a vosotros que me ayudéis a aceptar la Eucaristía cada día. Es una alegría para todos, creo, también para vosotros ha llegado el tiempo de la alegría, aunque si ciertamente el sufrimiento no terminará. Cuando Jesús me pidió: "¿Quieres sufrir conmigo?" Vosotros sabéis que yo siempre he respondido sí, aquel sí grande y total que he pronunciado siempre, y por esto me alegro, sufro y ofrezco. Os pido que me ayudéis con la oración, la necesito. Cuando empezaré a nutrirme de la Eucaristía será todo hermoso, todo fácil, aunque, como dice Dios, el sufrimiento no faltará. Pasará algún dolor, sanaré de algo, pero no totalmente, porque tengo tantas enfermedades y sufrimientos que vosotros no lo podéis ni siquiera imaginar.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, permaneced al lado de esta hijita, ayudadla, amadla y no la hagáis sufrir. Ella está en silencio en su habitación, casi no os dais cuenta de que está sola en aquel sillón, a veces ora, a veces llora y a veces sufre. Esperaba aquel día fatídico, que ya ha llegado: lunes próximo. Os pido que me ayudéis a convertir a los sacerdotes. Quereos vosotros que estáis en casa; querer no significa hacer regalos, significa amar, ser sensibles hacia la persona que sufre.

Ánimo a todos y sobretodo a ti, Marisella; sé fuerte, hija mía, no te queda mucho tiempo, pero durante el tiempo que te queda te nutrirás de Jesús Eucaristía.

Os repito una vez más: orad por Marisella, no la dejéis sola. Es imposible que baje en medio de vosotros frecuentemente, bajará con ocasión de alguna fiesta y para la primera Comunión de Jacobo, si Dios quiere: orad por esto.

Marisa - Yo no tengo palabras para agradecerte, sobretodo agradezco al Obispo, que ha estado siempre a mi lado, más que un hermano, más que un médico, me ha ayudado en todos los modos y en todo; gracias a él, Dios lo ayude a continuar adelante con serenidad. No he oído nunca de su boca un lamento porque estaba mal, por tanto en primer lugar tengo que dar las gracias al Obispo y Dios le ha dado las gracias por mi.

Nuestra Señora - Ánimo a todos. Junto a mi santo Obispo y vuestro y al sacerdote don Luciano, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, gracias.

Mensajes de Junio de 2006

Roma, 3 junio 2006 - hora 18:30 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos. No podéis saber cuán suave es para Dios mi nombre, es muy hermoso llamarme Madre de la Eucaristía. Yo estoy con vosotros, no tendríais que tener más dudas de que la Madre de la Eucaristía está sobre todo con Su Excelencia Monseñor Claudio Gatti y con todos vosotros, mis dilectos hijos, especialmente con los que, aunque sean poco, vienen de lejos para orar en este pequeño lugar, en este pequeño santuario tan amado por Dios.

¿Qué puedo deciros? Que os améis, que os queráis y que os ayudéis mutuamente. Cuando digo que ayudéis al Obispo, no quiero decir en el trabajo de casa, sino en arreglar la capilla y la Basílica. Los jóvenes son pocos, las señoras son pocas, pero poned todo vuestro amor en hacer bien vuestro servicio.

Orad por vuestra hermana; desde que recibe la Eucaristía como alimento descansa todas las noches. Hacía años que no conseguía descansar, pero los dolores naturales, la pasión y el amor por vosotros permanecen, porque os ama mucho y os agradece por todo lo que habéis hecho.

Amad a Jesús Eucaristía, amad a la Madre de la Eucaristía, amad al esposo de la Madre de la Eucaristía; amad a todos y seréis felices, así cuando llegue el momento de subir al Padre estaréis preparados y todo será hermoso, todo será más fácil.

Oh dulce nombre de María, Madre de la Eucaristía, ayúdanos a todos. Hoy, mañana, en los días sucesivos y siempre, invocad al Espíritu Santo. Es tan breve la oración: Ven Espíritu Santo, Espíritu de Amor, ilumina mi mente, inflama mi corazón, fortifica mi voluntad. Se necesita poco tiempo para decir esta oración; invocad al Espíritu Santo.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo y os doy las gracias con todo el corazón por lo que habéis hecho y continuaréis haciendo. Os cubro con mi manto materno, teniéndoos apretados, apretados junto a mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, hijitos, la Madre está con vosotros. Adiós a todos, buena fiesta de Pentecostés, del Espíritu Santo.

Adiós a todos, hijos míos dilectos.

Roma, 4 junio 2006 - hora 10:30 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos. Hoy es una gran fiesta. Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo, que a menudo es olvidada por los hombres. Ayer tarde os dije: rezad al Espíritu Santo cada día, recitad aquella sencilla y pequeña oración que os ayuda a llevar adelante todo el trabajo de la jornada.

Despuès de Dios Padre y de Dios Hijo, orad al Espíritu Santo, Dios es único en tres Personas, iguales y distintas. Ahora me retiro para dejar el sitio al Espíritu Santo. Ven, Espíritu Santo, Espíritu de amor, ilumina mi mente, inflama mi corazón, fortifica mi volontad.

Dios Espíritu Santo - Yo soy Dios Espíritu Santo. Es verdad, muchos hombres me olvidan. Hay pocas personas que se acercan a mi corazón; me gustaría que al menos vosotros pensaseis un poquito en Mi. Dios Padre y Dios Hijo son recordados a menudos por todos, mientras que Dios Espíritu Santo es olvidado por muchos. Recordadme y amadme como Yo os amo y trato de daros mi ayuda. También a ti, Marisella, te doy una gran ayuda, pero tu vida es la que vives, tu misión es la que realizas, no hay más. Sé que sufres con mucho amor por la Iglesia, por los sacerdotes, pero sobre todo por el Obispo. Yo, Dios Espíritu Santo, estoy a vuestro lado, os ayudo y os amo.

Cuando cantáis "Te amo, Señor", os dirigís también a Mi, Dios Espíritu Santo. Cantad con toda la dulzura que podáis, porque Nosotros en el Paraíso cantamos con mucha dulzura. Los ángeles y los santos oran en silencio, no gritan, no cantan en voz alta, sino con voz sosegada, sencilla, dulce, recogida; todo es una invocación a Dios Padre, a Dios Hijo y a Mi, Dios Espíritu Santo.

Acordaos del Espíritu Santo y orad; yo os ayudaré a todos, porque cada uno de vosotros tiene necesidades particulares, pero no al nivel de vuestra hermana y del Obispo. El que acepta la misión de Dios, de Jesús, del Espíritu Santo, está cumpliendo una misión muy difícil, que tiene que ser realizada con mucho amor. Los sufrimientos no faltan a mis dos hijitos, cada día y cada noche hay alguno. Dios, ahora, ha querido hacerles la gran gracia de que puedan descansar por la noche; esto es un gran milagro. Marisella, mientras estés en la Tierra, tu misión será el sufrimiento; la llevas a cabo con mucho amor y con mucha alegría. Rezas siempre por este cenáculo, por el Obispo, por los jóvenes, por los niños, por los niños pequeños, que son tu tesoro.

Haced como dice siempre la Madre de la Eucaristía: amaos todos, quereos, ayudaos mutuamente. Gracias.

Marisa - ¿Puedo felicitarte, Espíritu Santo?

Dios Espíritu Santo - ¡Claro! Siento que te haya sido quitado el don de la voz, que tendrás de nuevo en el Paraíso, donde cantarás. ¡Oh, si cantarás!

Marisa - Verdaderamente quería cantar también hoy, pero si Dios quiere mi renuncia, acepto. Por lo demás, he dicho sí y no me retracto, aunque me hace sufrir mucho.

Dios Espíritu Santo - Bueno. Felicidades a todos.

Nuestra Señora - Yo, la Madre de la Eucaristía, junto a vuestro santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a los niños, especialmente a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo…

Dios Espíritu Santo - De Mi, Dios Espíritu Santo.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¡Qué fatiga hablar!

Roma, 9 junio 2006 - hora 20:30 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos. Jesús me ha dicho: "Da las gracias a mis queridos hijos, jóvenes y adultos, por la misión que están realizando". No miréis si los sacerdotes creen o no creen, lo importante es que conozcan la verdad. Cuando están solos empiezan a meditar y a decir: "Si fuese verdad todo esto, ¿qué fin tendríamos nosotros?". Cuando entráis en contracto con un sacerdote es importante que os escuche, luego le toca a él creer. Mi Hijo Jesús no tiene palabras para daros las gracias por la misión tan grande y hermosa que estáis haciendo. Oh, si todos respondieran a esta misión y al final reconocieran: "Tenían razón aquellos hijitos en todo. Nosotros hemos creído a alguien que no era digno de ser creído". Yo, la Madre de la Eucaristía, junto a mi Hijo Jesús, os doy las gracias por el trabajo que estáis haciendo. Recordad que no es tiempo perdido sino que es tiempo ganado para el Paraíso.

Ánimo, hijitos, estamos a vuestro lado y os ayudamos. Os lo ruego: no respondáis mal, si no aceptan lo que decís y os ofenden, saludad, no aceptéis la absolución y marchad con una sonrisa. Tienen que darse cuenta que sois personas verdaderamente cristianas y que tenéis la conciencia tranquila. Tenéis que llegar a desenmascarar a los que no creen, y lo haréis. Pensad que vuestra hermana a menudo va en bilocación a los grandes sacerdotes, afronta una gran lucha y sufre una fuerte pena, humanamente hablando, pero hay mucha alegría en ella por haber dicho lo que tenía que decir.

Ánimo a todos, sed buenos cristianos, no respondáis a las provocaciones, no alcéis la voz, no gritéis, no es necesario. Si no creen lo que decís, saludad y decid: "Lo siento, pero es usted quien está fuera de la Iglesia, no yo; yo estoy con la Iglesia porque he creído en las obras de Dios". No hay nada más que decir.

Marisella, se que para ti la vida es dura, es duro comer, beber, todo es duro. Veamos como continua tu situación; si mejora ya hablaremos. Veo que no estás bien, ánimo, ánimo, no tengas miedo. Jesús dice: "Ánimo, Yo he vencido al mundo"; Yo te digo a ti: "Ánimo, tienes muchos hijos, muchas personas que te quieren".

Gracias por todo, gracias por el trabajo, gracias sobre todo por la misión, que estáis realizando con amor y sacrificio.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

De nuevo, buena misión. Yo estoy con vosotros.

Marisa - Adiós.

Roma, 11 junio 2006 - ore 10:30 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. He hecho la señal de la cruz muy lentamente para dar gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, las tres Personas divinas iguales y distintas.

Hoy es la fiesta de la Santísima Trinidad: del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, pero es también el aniversario del milagro eucarístico ocurrido en las manos de vuestro Obispo.

Cuando os hablé de Dios Padre y que de su seno salía Dios Hijo y del mismo modo Dios Espíritu Santo, os dije que los tres eran iguales y distintos; estaba Dios Padre, estaba Jesús con los estigmas, estaba el Espíritu Santo con la paloma para identificarse, pero eran los tres iguales.

Os he recomendado en esta semana que oréis al Espíritu Santo, continuad rezándole para que os ayude en todo y sobre todo a llevar adelante la gran misión, que a veces comporta también sufrimiento. Los sufrimientos hacen bien; tenéis que estar contentos incluso cuando los sacerdotes no aceptan o hablan mal, porque antes o después también ellos se darán cuenta y comprenderán que se han equivocado.

¿Dónde está la verdad? La verdad está con Cristo. Por tanto, no os asustéis, id adelante con mucho amor como lo hace vuestra hermana cuando va en bilocación a ver a los grandes hombres de la Iglesia; su misión es mucho más difícil que la vuestra. A veces la echan de la habitación o le preguntan: "¿Por dónde ha entrado usted?". "Por la puerta" responde, pero esto no es exacto; ella no entra por la puerta, entra por cualquier parte, si le palce a Dios. Recordad quien es Dios, quien es Jesús, quien es el Espíritu Santo; son las tres Personas divinas iguales y distintas que os aman y os ayudan mucho.

Continuad orando por vosotros mismos y por los sacerdotes. Dios no se lleva todavía al Paraíso a vuestra hermana, ha dicho hace pocos días: "Tengo necesidad de ella, dejémosla todavía un poco en la Tierra".

Marisa - Esto para mi es un poco triste, sea porque hay todavía sacerdotes que no están en su lugar, sea porque yo estoy cansada y quiero ir al Padre. El cansancio se deja sentir mucho.

Nuestra Señora - Orad el uno por el otro, por los sacerdotes grandes y pequeños, pero sobre todo por vuestro Obispo, para que llegue donde Dios le ha dicho. Yo no tengo palabras para agradeceros por lo que habéis hecho y por lo que haréis. Doy las gracias a los que con tanto amor limpian y arreglan la Basílica. Bendigo a los niños que corretean y no paran durante la S. Misa. Sed felices porque Jesús ha dicho: "Dejad que los niños vengan a mi. Si no os volvéis pequeños como niños no entraréis en el Reino de los Cielos". Pensad en todo esto y felicidades por la fiesta de la Santísima Trinidad.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Perdonadme, hermanos y hermanas, esperaba que pudiera bajar en medio de vosotros, pero el tiempo no me lo ha permitido. Yo no puedo bajar cuando llueve o está húmedo y esto me cuesta muchísimo, ofreceré este sufrimiento según vuestras intenciones.

Os lo ruego, haced bien la señal de la cruz, no quitéis las moscas. Adiós a todos.

Roma, 16 junio 2006 - hora 20:30 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos. Hoy es la antevigilia de la fiesta del Corpus Domini, por esto os ruego que aumentéis la oración, que hagáis una gran fiesta, que adornéis el lugar taumatúrgico por donde pasa Jesús, que hagáis procesión con recogimiento y con cantos. No os giréis adelante y atrás, sólo donde está Jesús Eucaristía, que vosotros tenéis que amar siempre.

Esta es una fiesta grandísima, una de las más grandes y Dios Padre desea tanto que todo lo hagáis del mejor modo.

Marisa - Sí, pero os lo ruego, que no llueva sino todo será inútil.

Nuestra Señora - El tiempo forma parte de la naturaleza; si llueve podéis ir en procesión con el paraguas, también yo estaré con vosotros, os cubriré con mi manto y os ayudaré.

De todos modos, estoy bromeando para subir la moral de alguno. A Dios Padre le importa mucho esta fiesta y también a vosotros os tendría que importar mucho. Los que saben hacer bien los adornos y las composiciones florales y a los que he felicitado por medio de Marisa, que continúen trabajando bien con la intención de hacerlo a gloria de Jesús Eucaristía.

Mañana es la vigilia de la fiesta y casi tengo miedo de pediros que vengáis a orar también mañana, para que os preparéis a la fiesta del Corpus Domini del mejor modo.

Dios Padre - Yo, Dios Padre Omnipotente, os ayudaré. Os invito a rezar por los enfermos, por los niños enfermos, por las personas que no comprenden y no conocen la fiesta del Corpus Domini, el Cuerpo de Jesús, que vosotros cada día recibís en la S. Comunión.

Gracias, gracias por todo el amor que dais a Jesús.

Nuestra Señora - Y Yo, vuestra Madre, estoy contenta de lo que hacéis, se que os empeñáis al máximo. Si hay imperfecciones o alguna pequeña discusión, paciencia, seguid adelante lo mismo, sois criaturas humanas, es lógico que algo no vaya bien. Por tanto no os desaniméis, seguid adelante y orad.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Os lo ruego: mañana es la vigilia de la fiesta del Corpus Domini, Jesús os espera. Adiós a todos.

Marisa - Adiós.

Roma, 18 junio 2006 - hora 10:30 (Carta de Dios)

Marisa - Jesús, estás presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Hoy es tu gran fiesta, pero es también la nuestra. Estamos a Tu lado y queremos estar siempre a Tu lado, recibirte en la Santa Comunión. Jesús, ¡qué pocas personas te aman! Nosotros somos pocas, pero todas te queremos.

Jesús - Ya lo sé, algunas personas se han ido porque en este lugar venían pocos fieles. A esos les gusta ir a los grandes santuarios donde hay millares y millares de personas, pero donde falta la oración y el amor. Hablan, ríen y bromean muchísimo. Aunque sois pocos, venís para rezar, para amar a la Madre de la Eucaristía, pero sobretodo para amar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, que ha sido festejado hace poco, pero Yo quiero que continuéis festejándolo y rezándole.

La vida es muy dura, es muy difícil para vuestra hermana, pero ella sonríe cuando no puede caminar y de sus labios sale una sonrisa para todos.

Marisa - Cuando llegue el momento de mi partida, permanece a mi lado y ayúdame. Jesús, mi dilecto esposo, Yo te amo tanto, como te aman también los otros y si alguna vez faltamos, perdónanos y haz que podamos continuar adelante.

Jesús - Hijitos míos dilectos, no quiero barullo, ni mucha gente, quiero pocas personas, pocas personas, pero santas, que recen y reciban la Eucaristía en gracia. Repito: quiero pocas personas, pero santas, pocos sacerdotes, pero santos. Vosotros no podéis ni siquiera imaginar lo que sucede entre los sacerdotes, cuantas mentiras y embustes dicen, cuantas cartas calumniosas escriben. Vosotros misioneros, estáis haciendo una misión muy hermosa y grande.

Marisella, no vayas más con aquellos que te pueden… ve con quien es bueno, o si no lo es, que no haga lo que te ha hecho el señor Ruini. Ánimo, ¿cuántas veces has recibido bofetadas de los sacerdotes? Y sin embargo has permanecido siempre serena, como cuando has calmado y parado a los seminaristas y al sacerdote que estaban contigo y querían reñir al que te había golpeado. Tu estabas feliz porque habías dicho lo que tenías que decir a los sacerdotes. El último encuentro triste lo has hecho con el señor Ruini. Sé feliz igualmente, no te preocupes, ve adelante serena. Yo te estoy repitiendo que el tiempo se acerca. ¿Cuando será este tiempo? Vuestro Obispo ha pedido el 29 de junio por motivos hermosos e importantes, pero veremos lo que decide Dios Omnipotente sobre tu partida.

Gracias, gracias por todos los adornos que habéis hecho y por la ayuda que habéis dado, porque demostráis que queréis de verdad a Jesús y a María.

Junto a mi santo Obispo os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Bendigo a los niños: Emmanuel, Sara, Jacobo, Samuel y Maria Rosa.

Marisa - No se, Jesús, porque digo siempre Maria Rosa, se llama Mariasole, el sol es la Eucaristía y Maria es Nuestra Señora.

Jesús - No te preocupes, aunque te equivoques yo te comprendo siempre. Ten paciencia, y gracias por el amor que tienes hacia todos. Aunque no te ven a menudo tu rezas mucho por el cenáculo y por los jóvenes. Dios te bendiga, hija mía.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a nuestros niños, a los niños que están fuera y a los niños enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Felicidades y buena fiesta del Corpus Domini a todos. Orad, orad, orad.

Marisa - Adiós.

Se han ido todos.

Roma, 23 junio 2006 - hora 20:30 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos. Es con gran alegría que vengo en medio de vosotros, aunque no seáis numerosos. Teniendo presente que Jesús os ha dado tanto, vosotros dais poco.

Os invito a orar más, para hacer que Dios ilumine a todos e ilumine también a Marisella.

Marisa - Espero que me ayude un poquito a estar mejor, no pido mucho. Yo misma pido a la Madre de la Eucaristía y a la abuela Yolanda que Dios dé un poco de salud para continuar adelante a quien esté mal y a los que están hospitalizados. Tenemos que estar dispuestos a todo y hacer la voluntad de Dios, porque seguramente Él nos ayudará, nos dará la gracia para continuar adelante.

Nuestra Señora - Orad, orad mucho, como hacían los apóstoles que oraban, oraban, oraban para ser ayudados en su gran misión. También vosotros tenéis una gran misión, no la arrinconéis, no tengáis miedo, continuad haciéndola y si no es aceptada no os tiene que preocupar, sino que tenéis que continuar adelante y no decaer, ni tener miedo de las personas que no están en gracia, que viven de manera desastrosa. Continuad haciendo la misión que compartís con vuestra hermana, porque para ella sola era demasiado duro y pesado, ir a ver sacerdotes, obispos y cardenales. Continuad haciendo esta misión, si no conseguimos renovar la Iglesia, no conseguimos hacer nada. Orad por vuestro Obispo es él el que tendrá que renovar la Iglesia y vosotros, pequeños apóstoles y adultos, tendréis que cooperar junto a él. Preparaos cada día y decid: "Señor ayúdame, quiero ayudarte a renovar la S. Iglesia". Tenéis que amar la Iglesia hasta el fondo.

Ánimo, mis queridos hijos, seguid adelante, siempre, no os detengáis nunca; la misión a veces puede ir bien y a veces mal, pero esto a vosotros no os tiene que preocupar. ¿Habéis visto cuántas personas han recibido vuestra ayuda? ¿Cuántas de estas no os han creído? Poquísimas. Demos gracias a Dios por las personas que han creído y en silencio se preguntan: "Si fuese verdad todo lo que hemos oído, como terminaremos nosotros?".

Marisa - Ayúdame, no me hagas pasar otra tremenda noche. Yo Te amo, mi Dios, Te amo , Jesús, Te amo, Espíritu Santo, te amo, Madre de la Eucaristía, a los ángeles y santos del Paraíso; ayúdanos, tenemos tanta, tanta, tanta necesidad, ayúdanos, te lo ruego. Gracias.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 25 junio 2006 - hora 10:30 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis dilectos hijos. También hoy estoy con vosotros. El Santo Padre no acepta que las apariciones sean numerosas, le parece imposible que Dios pueda permitir a Nuestra Señora que se aparezca incluso todos los días. ¿Os acordáis cuando en el mes de mayo todos los días había aparición? Dios ha mandado a los apóstoles por el mundo. Yo os digo a vosotros, mis queridos hijos: sed como los apóstoles que han ido por todo el mundo; llevad adelante la misión. Mis queridos hijos, la misión no está terminada, vosotros jóvenes, apostolitos, tenéis que continuar; el que pueda, recordad, el que pueda, que continúe. Marisella tiene que ir a los grandes hombres de la Iglesia y llevar adelante su misión.

Los apóstoles iban de un lugar a otro para hacer el bien, para hablar al pueblo. Vosotros sois pocos, pero habéis hecho mucho y continuaréis haciéndolo si éste es también vuestro deseo. Yo os doy indicaciones, pero sois libres de aceptar. Un día, mientras Jesús iba por el Jordán con los apóstoles, se dio cuenta que la Madre no estaba a su lado, entonces se giró y dijo: "Mamá, ven a mi lado, porque te necesito". También vosotros tenéis que decir: "Mamá, Virgencita, Madre de la Eucaristía, estate a nuestro lado, tenemos tanta necesidad de ti; tenemos necesidad de la Virgen, de S. José, de Jesús, pero sobretodo de Dios Omnipotente". Él sabe, Él lo decide todo, vosotros solo tenéis que inclinar la cabeza y decir: "Que se haga tu voluntad". A veces hacer la divina voluntad es muy difícil, pero poco a poco os habéis dado cuenta que habéis conseguido realizar una misión difícil e importante. Continuad, si podéis, incluso fuera de Roma. El camino, sin embargo, es largo para Marisella, que tiene que ir a Venecia, Florencia, a otras ciudades y al extranjero.

Mis queridos hijos, os amo, y una vez más os doy la gracias, a todos, adultos y apostolitos, por lo que hacéis. No todos pueden hacer la misión, porque no es fácil hablar a los sacerdotes, que a veces saben menos que vosotros. Ánimo, estoy a vuestro lado. Gracias por todo lo que hacéis y por el empeño que ponéis en adornar esta pequeña Basílica. Vosotros no tenéis una gran Basílica, tenéis una pequeña Basílica, pero tan amada por Nosotros.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños que hoy reciben el bautismo y a los niños africanos, que sufren tanto. Os estrecho fuerte junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Marisa - Adiós.

Se han ido todos, junto a los apóstoles.

Obispo - ¡Y nosotros estamos aquí!

Marisa - Estamos aquí, porque es nuestro puesto por ahora, después cuando muramos iremos al Paraíso.

Obispo - ¡Que hermosura!

Marisa - ¿No quieres ir?

Roma, 29 junio 2006 - hora 10:30 (Carta de Dios)

Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. No os asombréis. Soy vuestro Jesús y he venido en primer lugar para felicitar a vuestro Obispo y a los que festejan el sexto aniversario desde que recibieron el mandato de ministros extraordinarios de la Eucaristía. Lo que ha dicho vuestro Obispo es muy importante. Si conseguís comprender y poner en práctica todo lo que ha dicho, llegaréis alto en la vida espiritual. Cuando he hablado de continuar con la misión he subrayado también que sois libres: el que quiera continuar que continúe, el que no quiera, por motivos de familia o de trabajo que lo deje, siempre habrá alguien que trabaje en su lugar. Yo soy vuestro Jesús, que tanto os ama y está a vuestro lado, especialmente cuando hablais con los sacerdotes. Creedme, la mayor parte de ellos cree en las apariciones marianas y en los milagros eucarísticos pero no quiere dar satisfacción porque piensa: "¿Quién eres tu para venir a mi, sacerdote, a decirme estas cosas?". Os habéis percatado que, por desgracia, algunos no conocen bien el Evangelio, no conocen el Código de Derecho Canónigo y entonces se confunden, no saben que decir, lo tergiversan todo y dicen: "Basta, estas cosas no me interesan, tengo otras cosas que hacer y en qué pensar". Os tendría que alegrar el saber que luego piensan en todo lo que les habéis dicho.

Yo querría, si estáis de acuerdo, ampliar esta misión incluso a las personas que no son de Roma. A los que han venido de fuera de Roma les digo: si queréis hacer esta misión, id a nuestros chicos de Roma, preguntadles como lo hacen y lo que dicen a los sacerdotes. El que quiera puede hacer esta misión fuera de Roma y así daréis mucha alegría a Dios Omnipotente, a Mi, Jesús, al Espíritu Santo y a la Madre de la Eucaristía.

He venido Yo para hablaros y para deciros que me dais mucha alegría. Aunque en vosotros haya imperfecciones y algo que no funcione, no os desaniméis, seguid adelante igualmente. Dad gracias a Dios Omnipotente que os hace la gracia de realizar este trabajo tan hermoso y grande. Os habéis dado cuenta por vostros mismos con quien estáis. Yo soy la Cabeza de la Iglesia, Yo soy el que ayuda, que habla, pero tampoco Yo soy escuchado. Tratad de no preocuparos, de no pensar que el encuentro ha ido mal porque un sacerdote os ha respondido mal. Tampoco Yo, cuando hablo, cuando digo alguna cosa, soy comprendido, no porque no han comprendido, sino porque no quieren comprender y tienen miedo de hacer el bien y de ayudar al prójimo.

Ahora os hago una recomendación que me interesa mucho: orad y ofreced vuestros sufrimientos por los enfermos; hay muchos enfermos graves, muchos están solos y sin atender; ayudadlos y orad por ellos. Orad por los niños pobres, sufrientes, que no tienen ni medicinas ni vestidos. Yo no os abandonaré nunca, y aunque no os comportéis bien Yo estaré siempre con vosotros. Marisella estoy siempre a tu lado, junto a la Madre, cuando sufres, cuando el sufrimiento se hace más fuerte. No te preocupes; cuando llegue el momento que Dios ha aplazado tantas veces, serás feliz y todos seréis felices.

Os deseo a todos una santa fiesta, especialmente al Obispo. Han transcurrido siete años desde que Dios lo ordenó Obispo. Para Nosotros los del Paraíso él es Papa. Vosotros los de la Tierra aún no lo podéis decir. ¡Ay si lo decís!, dirían que estáis locos; por otra parte me han tomado por loco también a Mi, Jesús, por tanto no hay nada de que preocuparse o alarmarse. El que viva para entonces, el que esté al lado del Obispo, en el momento justo hará una gran fiesta. Felicidades a los jóvenes que han recibido el mandato de ministros extraordinarios de la Eucaristía. Muchos lo desempeñan bien, lo sienten dentro del corazón, otros aún zozobran.

Marisa - Jesús, si me das permiso, se lo digo yo después.

Jesús - Tu puedes hacer lo que quieras, pero no te canses demasiado, no te aflijas demasiado.

Marisa - En esta silla parece que haya espinas.

Jesús - Vuestro Jesús os deja a la Madre, que es esperada por todos.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, junto a mi santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos y a todos los niños, especialmente a los que no están quietos ni un minuto. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Felicidades hijitos.

Dios Padre dialoga con sus hijos

INTRODUCCION

El Obispo y la Vidente han querido hacer un gran regalo a nuestra comunidad y a todos los que, esparcidos por el mundo, aman, veneran e invocan a la Madre de la Eucaristía.

Después de haber obtenido el permiso del Cielo, han autorizado la publicación

de las Cartas de Dios y de las conversaciones tenidas con las Tres Personas Divinas, con la Virgen y con algunos Santos, durante el periodo estival del año pasado.

Nos encontramos ante un acontecimiento único y ante una decisión importante. De hecho los mensajes sobrenaturales dados durante el curso del año social, en presencia de la Comunidad, han sido siempre íntegra y fielmente publicados en nuestro giornalino "Perlas de la Madre de la Eucaristía" y han sido divulgados en nuestra página de Internet www.madredelleucaristia.it, mientras que los que han sido dados sólo al Obispo y a la Vidente durante los meses de verano de los años anteriores, salvo rara excepción, los han guardado en secreto. Los motivos de la confidencialidad son dos:

1) son estrechamente personales,

2) contienen noticias, revelaciones e informaciones sobre la Iglesia y sobre otros delicados e importantes argumentos.

Ya que el periodo veraniego del 2006 ha sido para el Obispo y la Vidente particularmente duro, lleno de problemas y pródigo en sufrimientos, Dios se ha manifestado con una frecuencia tal que no tiene igual en toda la Historia de la Iglesia, como ha afirmado la Virgen.

El Padre Celeste ha permitido al Obispo y a la Vidente que lo llamen "Papá" y se ha volcado sobre el sufrimiento de sus dos hijitos con dulzura inimaginable.

Lágrimas de emoción han orlado los ojos de los que han tenido el privilegio de hacerse cargo de la publicación de estas cartas de Dios, que recogen el amor infinito de Dios-Papá hacia sus dos hijos a los que ha llamado a llevar a cabo en la Iglesia la doble misión:

1) Hacer triunfar la Eucaristía en todo el mundo,

2) Hacer renacer la Iglesia

Estamos seguros de que el contenido de estas Cartas de Dios no sólo emocionará y conmoverá el corazón de los que las leerán, sino que enriquecerá sobre todo su alma y les hará experimentar y gustar la paternidad de Dios y la maternidad de la Virgen.

Estamos agradecidos a nuestro Obispo, Mons. Claudio Gatti, y a nuestra hermana Marisa Rossi que han querido abrirnos su corazón, pero sobre todo el corazón de Dios y de la Madre de la Eucaristía.

A todos os pedimos que oréis mucho y que ofrezcáis a Dios florilegios, sacrificios, ayunos y mortificaciones para que aumenten las conversiones de las almas y para acelerar las intervenciones divinas que darán al Obispo y la Vidente la victoria que les ha sido prometida desde hace mucho tiempo


Alba Adriatica (TE), 7 julio 2006 - h. 12:45 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Cuánta gente!

Nuestra Señora - Yo, la Madre de la Eucaristía, hablo la primera en el día de la fiesta de vuestro santo Obispo, San Claudio. Aquí tengo conmigo a San Claudio, Obispo de la Eucaristía, como lo eres tú.

Me gustaría mucho que os amaseis como os amamos Nosotros y que el sufrimiento os dé también alegría. Me gustaría veros sonreír y festejar. Excelencia si te hacen pequeños regalos, acéptalos, es una alegría para ellos hacerlos; démosles alegría también a ellos.

San Claudio - Mi querido Obispo de la Eucaristía. Rezo cada día por ti y te amo mucho; ¡si supieses cuántas personas grandes y pequeñas rezan por ti! Al final triunfarás. Tu vida es dura, el inicio de tu triunfo se alarga cada vez más, pero no estás solo, tienes a Marisella que te ayuda y ha ofrecido su vida por ti. Dios Omnipotente me ha dado permiso para hablarte, querido Obispo de la Eucaristía. Somos dos Obispos de la Eucaristía.

Marisa - Oye, ¿puedo decirte una cosa? A mi me interesa que abraces a mi Obispo, Monseñor Claudio Gatti, apriétalo junto a tu corazón, al corazón de Jesús, de María y de todos.

Tu me tienes que ayudar, Virgencita, ayúdame a superar este momento de crisis, que creo que no durará siempre, después habrá la alegría, la fuerza y el valor que tu me darás, que Jesús, todos los ángeles y los Santos del Paraíso me darán. ¿Verdad, mamaíta, que me ayudarás también tu?

Nuestra Señora - Ánimo, mis queridos hijitos, sed fuertes y cuando ocurra alguna cosa por culpa de las personas que no se comportan bien, dejadlas estar y solamente decid: "Te has comportado mal" y basta, sin discutir.

Tratad de amar a todos. Vosotros queréis mucho a las personas y los otros no aman, por esto sufrís.

San Claudio - Monseñor Claudio Gatti, te amo y ruego por ti, en el Paraíso todos rezan por ti. Ánimo, el tiempo se acerca, dice Dios. Yo no conozco el tiempo de Dios; sólo os digo ánimo y seguid adelante en nombre de Jesús, de María, de San José, de la querida Abuela Yolanda y de todas las personas que os aman, seguid adelante y quereos.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Obispo - ¿Puedo hablar?

Nuestra Señora - Sí. ¿Pretendías más, Don Claudio?

Obispo - Estamos todavía en el momento de la espera, de la prueba y del sufrimiento. Por mediación tuya doy gracias a Dios por la ayuda visible que he constatado en tantos momentos, si no hubiese habido vuestra ayuda en este momento Marisa ya no estaría.

¿Te acuerdas cuando el año pasado te pedía que pudiéramos estar juntos con tranquilidad y serenidad porque creía que serían las últimas vacaciones juntos? Todo aquello que te pedí el año pasado lo repito este año, si es posible. Ella quiere estar en nuestra compañía, pobrecita, está siempre sola, si le quitamos también nuestra compañía cuando comemos y cuando estamos juntos en la mesa, ¿qué le queda? ¿ Le puede conceder Dios, si esta es Su voluntad, la posibilidad de comer algo aunque sea poco y aconsejado, si es posible, por ti?

Nuestra Señora - Claro, yo puedo aconsejaros todo, pero la situación de Marisella es muy grave.

Obispo - Ya lo sé.

Nuestra Señora - Es muy sensible, tiene una hipersensibilidad de miedo y ahora el estómago se resiente, como en este momento, porque su salud está empeorando; le hemos dado la Eucaristía y tiene hambre de nuevo.

Obispo - ¿Cómo es posible?

Nuestra Señora - Ella tiene que comer la Eucaristía y un poco de alimento.

Obispo - Pero no es capaz…

Nuestra Señora - Poco a poco llegará también a alimentarse sólo con la Eucaristía, pero ahora no podría, porque tiene un tumor, que le come incluso aquel poco de Eucaristía que le damos. Esperemos que Dios le dé lo que necesita comer y sigamos adelante. Esperemos que pronto termine todo esto. Tenéis que tener más fuerza y más ánimo.

Marisa - Bueno, más que esto, ¡yo no sé!

Obispo - Mi hermanita es una roca.

Nuestra Señora - El estómago está ya estropeado. También el hígado y el bazo están enfermos, pero el estómago es el más enfermo.

Obispo - Pero Jesús es Dios y puede hacerlo todo.

Nuestra Señora - Sí, lo puede hacer todo.

Obispo - Ya sé que ella se está inmolando por mi futuro y por esto le tendría que decir gracias cada segundo, pero hazla estar un poquito mejor porque así salimos y goza aquel poco que puede gozar. La Eucaristía es Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Nuestra Señora - Ahora vamos a ver como va la jornada de hoy, que no se presenta nada bien.

Obispo - ¿Podemos salir un poquito para que se distraiga?

Nuestra Señora - Sí, podéis salir siempre.

Obispo - ¿Ahora? Pero cuando hay sol no podemos salir.

Nuestra Señora - Este sol no hace daño.

Obispo - Está bien, salgamos enseguida y así veremos si puede distraerse.

Nuestra Señora - Puede ser que caminando le venga el vahído de estómago y tenga más hambre.

Obispo - Si no lo sabes tú, que eres la Madre de Dios…

Nuestra Señora - Ya sé que soy la Madre de Dios.

Obispo - Yo soy una pequeña criatura…

Nuestra Señora - Es Dios el que decide.

Obispo - Sí, de acuerdo, estoy convencido de ello, ¿se lo podemos pedir a Dios?

Nuestra Señora - Podéis pedirle todo lo que queráis.

Obispo - Yo querría defenderla, en este último período, de los sufrimientos causados por los hombres, pero no lo consigo, gracias de todos modos por haber venido.

Nuestra Señora - Adiós, amor mío. Felicidades a nuestro querido Obispo.

Obispo - ¿Ha hablado la Abuela Yolanda?

Marisa - La abuela Yolanda ha dicho solamente: "Quered a mi hija, no la hagáis sufrir". No sé porqué ha dicho eso.

Alba Adriatica (TE), 10 julio 2006 - h. 10:45 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - La Madre te da las gracias por tus sufrimientos, que no han terminado. Te da las gracias por la alegría que das a estos hijitos que tienes contigo, como has hecho esta tarde siguiendo los cantos de montaña. ¿Has visto que la Madre te ha dado un poco de voz?

Marisa - ¿Me la dejas siempre?

Nuestra Señora - Esto depende de Dios, yo te la dejaría siempre. No para cantar sola, pero sí junto al coro. Vosotros no podéis imaginar cuanta alegría me dais cuando estáis serenos, cuando cantáis, cuando reís incluso por tonterías.

Marisa - Porque deseo que las personas se conviertan.

Nuestra Señora - Tu subirás al Cielo conmigo, los ángeles y los Santos y el Obispo te seguirá al Paraíso, te dará un beso y luego volverá a la Tierra para terminar su cometido.

Marisa - ¿Me puedes decir cuando me llevas? Porque estoy verdaderamente cansada, cansada de sufrir.

Nuestra Señora - Tu sabes que Dios lo decide todo y que ahora tiene necesidad de ti, criatura. ¡Cuántas personas se han alejado de Dios y cuántas se han retirado de la misión que habían aceptado! Tú, alma hermosa y santa, sin embargo, te has quedado para ayudar a Dios y sufrir por las almas. Tu lo sabes porque ya estás en el Paraíso, donde todo es alegría, y gozas con tu madre, con la Madre de la Eucaristía, con Jesús, tu esposo, con San José y con todas la personas que has conocido.

Marisa - Me gustaría que algunas personas se convirtieran y creyeran en ti.

Nuestra Señora - En Dios. Yo quiero que se conviertan, pero nadie puede pretender que se conviertan los seres queridos si no quieren. Tú, Marisella, harás todo lo posible para convertir a estas personas.

Marisa - Sí, pero ayúdame, tengo mucha necesidad de ayuda y por la noche déjame dormir un poquito, te lo ruego, sino ¿cómo lo hago para ir en bilocación a ver a los sacerdotes?

Obispo - Esta noche estoy dispuesto a estar despierto yo, con tal de que ella duerma.

Nuestra Señora - Gracias, Excelencia, esto me lo esperaba.

Marisa - Jesús mío, esposo mío dilecto, ayúdanos Tu.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea

alabado Jesucristo. Ánimo y felicidades a todos vosotros.

Marisa - Adiós, adiós, mamaíta.

Abuela Yolanda - Cuando me llamas por la noche, hija mía, vengo siempre a tu lado y veo que sufres mucho. Nadie se puede dar cuenta de lo grande que es tu sufrimiento, sólo el Obispo lo puede comprender. Ánimo, hija mía, dentro de poco nos veremos arriba en el Paraíso; ahora ya estás, pero de otro modo.

Marisa - ¿Tengo el don de la trilocación? No lo sé. Está bien, mamá.

Abuela Yolanda - ¿Le das un beso al Obispo de parte mía?

Marisa - Claro, él te quiere mucho.

NOTA: A los que se tuvieran que escandalizar al leer las cartas de Dios del 14, 15 y 21 de julio 2006 recuerden lo que ha escrito el card. Josef Ratzinger pocos días antes de ser elegido Papa con el nombre de Benedicto XVI.

"Pero ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? Cuantas veces se abusa del santo sacramento de Su presencia, en que vacío y maldad de corazón entra Él a menudo! ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de Él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de Su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia, y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a Él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el que Él nos espera, para levantarnos de nuestras caídas! Todo esto está presente en Su Pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de Su Cuerpo y de Su Sangre es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos. Nosotros quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, quedamos en tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos; espera que tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos". (Vía Crucis - Novena Estación)

Alba Adriatica (TE), 14 julio 2006 - h. 4:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - No me siento con ánimo de continuar sufriendo, especialmente por los sacerdotes. Basta. Me retiro a mi casa, en via delle Benedettine, con mi Obispo, y no quiero ayudar más a ningún sacerdote, porque mi salud está comprometida y me estoy yendo por culpa de estas personas. Si me dicen que ayude a un joven, a una madre, a un padre, estoy dispuesta, pero no quiero sufrir por los sacerdotes. Condéname, si quieres, no me importa, pero para los sacerdotes no quiero sufrir más, me dan asco (Marisa llora en las espaldas del Obispo). No quiero a los sacerdotes, no los quiero, no los quiero.

Obispo - Virgencita mía, te lo ruego, manifiéstate, ¿ves en qué situación estamos? No podemos más.

Marisa - Yo no estoy enfada con nadie, ni con Dios Padre, ni con Dios Hijo, ni con Dios Espíritu Santo, ni con la Virgencita, pero mi no esta vez es definitivo. No me interesaré más por los sacerdotes. ¿Por qué tengo que pensar en ellos cuando tengo a mis hermanos y a mis hermanas en los que pensar? ¿Por qué tenemos que continuar dando para los sacerdotes que son sucios? Me dan ganas de vomitar cuando hablo de ellos. Lo han recibido todo, no quiero darles nada más a ellos.

Virgencita, créeme, no estoy enfada contigo, no quiero desobedecerte, pero no quiero inmolar mi cuerpo, hacer sufrir a mi alma por estas personas. Yo estoy muriendo y me gustaría morir con alegría, con Dios Padre, con Dios Espíritu Santo, Dios Hijo, la Madre de la Eucaristía, mi madre y mi Obispo. Hacedme partir pronto de este mundo, porque no puedo más. Perdóname, Virgencita, si he dicho estas cosas, no es por maldad, pero no puedo más. Perdóname, pero no puedo más.

Obispo - Ni yo tampoco. Somos dos que no podemos más.

Marisa - Nos ha acaparado muchos años.

Obispo - Treinta y cinco años.

Marisa - Treinta y cinco años de sufrimiento y hemos dicho siempre que sí.

Obispo - Ahora basta.

Marisa - Ahora que vaya a coger a algún otro. Aquellas personas que se han retirado han hecho bien, algunas han muerto, pero ¿Por qué me tiene siempre sufriendo?

Obispo - Pide a Nuestra Señora que venga a ayudarte.

Marisa - ¿Vienes a ayudarme, Virgencita, aunque no me lo merezca?

Nuestra Señora - Pero si yo estoy siempre contigo, tesoro, estoy aquí con vosotros. Tienes razón, es justo lo que dices y Nosotros haremos como quieres.

Marisa - ¿También para el Obispo?

Nuestra Señora - Sí, ahora basta. Basta con todas estas miserias de los hombres de la Iglesia, basta. Yo estoy con vosotros y vosotros estáis conmigo. También los hombres de la Iglesia son mis hijos predilectos, pero no hacen la voluntad de Dios.

Marisa - ¿Cómo estamos contigo? Ayer salimos a dar un paseo y tuvimos que volver atrás, hoy tenemos que lograrlo, pero yo no estoy bien.

Nuestra Señora - Verás que hoy lo conseguirás.

Marisa - Ayuda al Obispo, ayúdalo. Él te ama, te ama mucho, también a mi me ama mucho.

Nuestra Señora - Sí, ya lo sé.

Marisa - Mira, la mamá está llorando y llora por el. Ayúdanos, ayúdanos. Adiós, Virgencita, has prometido que nos ayudarías y yo espero con ansia tu ayuda.

Obispo - ¿Puedo hablar? Pregúntale si puedo hablar.

Marisa - ¿Puede hablar?

Nuestra Señora - Claro.

Obispo - ¿Ha llegado el momento en el que Dios diga basta?

Nuestra Señora - No, no ha llegado, pero después de lo que ha dicho hoy tu hermana, creo que no tendrá que pensar más en los sacerdotes.

Obispo - ¿Que significa esto?

Nuestra Señora - Significa que termina de sufrir por los sacerdotes y nosotros venimos a buscarla.

Marisa - Excelencia, ¿quieres venir conmigo?

Obispo - Tengo que cumplir mi misión. Yo vendré cada tanto arriba y tu vendrás a verme a mi.

Marisa - Entonces recibamos la bendición.

Obispo - Lo que cuenta es que tu estés mejor.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los hijitos, a las madres, a los papás y a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Ahora hagamos lo que ha dicho.

Obispo - Salgamos.

Marisa - No voy más en bilocación a ver a los sacerdotes.

Obispo - Estoy contento, estoy contento.

Marisa - Ayer tarde, cuando Nuestra Señora me habló de Milingo, me dio un ataque.

Alba Adriatica (TE), 15 julio 2006 - h. 1:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Como lo habías prometido a nuestros padres, así también nos has prometido cosas hermosas a nosotros. Hemos llegado a treinta y cinco años desde que nos has llamado para la gran misión. Hemos padecido mucho, también gozado, pero sobretodo hemos sufrido. Ahora hemos llegado a un punto que ya no tenemos fuerza ni para levantarnos, ni para sentarnos, ni para comer, ni para hablar, ni para hacer nada. Virgencita, pura, santa e Inmaculada, habla con Dios por nosotros y dile que estamos cansados.

Nuestra Señora - Mis queridos hijitos, Dios lo sabe todo. Conoce vuestro cansancio y vuestro sufrimiento y sabe también de tu negativa de ayudar a los sacerdotes y ha consentido.

Marisa - Estoy contenta.

Nuestra Señora - Te queda, sin embargo, el cometido de ayudar a los laicos, a los niños, a los jóvenes. Verás que será más fácil ayudarles a ellos antes que a los sacerdotes.

Dios Padre - También a mi, Dios Padre Omnipotente, me repele hablar del señor Milingo. Si a ti te da repulsión y disgusto este hombre, imagina a Mi, que lo he creado. Todos lo han defendido, empezando por el Santo Padre, los obispos y los cardenales. Le han dado todo: casa, dinero, honores y él ¿qué ha hecho? Ha huido entre los brazos de su mujer. Has hecho bien en renunciar a ayudar a los sacerdotes, no te reñiré nunca por esta negativa. Basta con los sacerdotes, ya sean buenos o malos, basta. Goza de este poco tiempo que te queda por vivir. Gózalo con tu hermano y con las personas que te quieren. Para Mi el tiempo de tu partida hacia el Paraíso está a punto de cumplirse y sé que tu estás contenta. Sé que no estás bien y que el tumor en el estómago te come dentro, por eso sería mejor que te llevásemos al Paraíso. Tampoco en estos momentos estás bien porque piensas en aquellos sucios señores sacerdotes. Ya lo sé, son sucios. Si tuvieses a tu lado a otros sacerdotes como Monseñor Claudio Gatti, todo sería más fácil para ti y para él. Pero te lo ruego, no abandones a los niños, a los jóvenes y a los laicos que quieren convertirse. Sé buena, Marisella, acéptalo todo, pero no ofrezcas tus sufrimientos y tus oraciones por los sacerdotes. Ya sé que te cuesta hablar y que el dolor te está martirizando el cuerpo, por esto te pido a ti, Excelencia, si deseas hablar conmigo. Si quieres, pero no te sientas obligado.

Obispo - Ante todo, Te doy las gracias, Señor Dios mío, porque en estos quince días, incluso en el gran sufrimiento, he constatado Tu ayuda, porque de lo contrario no habríamos podido festejar nuestros treinta y cinco años. Tu, mi Dios, has dicho a Marisella que le queda muy poco por vivir y la has exhortado a gozar de este último período. Por este motivo, Te pido que le quites algún dolor, tal como el 15 de julio del año pasado le quitaste el tumor de los huesos. Deseo tanto vivir este último tramo de camino junto a mi hermana hablando del Paraíso, de mi futuro y de cómo se puede ayudar a toda esta multitud de personas, abandonada por los pastores, para que vuelvan a Ti, mi Dios. Ea, es este el gran deseo que tengo en el corazón y que no habría dicho si Tu no me hubieses invitado a hacerlo. ¿Es posible, mi Dios, que Marisa pueda estar un poquito mejor? Tu estableces el día y la hora del nacimiento y de la muerte, pero está aquella fecha que yo he indicado por motivos que sabes. Señor me remito a Ti, haz lo que quieras y será siempre lo mejor, pero si puedo insistir, haz que Marisella pueda estar un poquito mejor. No me siento con ánimo de decirte nada más, sino es recomendarte a Tu Iglesia y a los sacerdotes buenos y honestos. Aunque Marisella no tendrá que pensar más en ellos, yo creo que es mi deber pensar y orar por los sacerdotes. Te pido que bendigas a los buenos y neutralices a los malos en el modo que Tu juzgues mejor. Tu Iglesia renacerá, ciertamente del costado de Tu Hijo, por Tu poder y la gracia del Espíritu Santo, pero también por la sangre, las lágrimas y el sufrimiento de Tus hijos, que han ofrecido e inmolado su propia vida por ellos. Entre estos hijos, creo que no soy presuntuoso, podemos considerarnos estar en primer lugar. Mi Dios, bendíceme, dame la fuerza para seguir adelante, pero sobre todo el dominio y el control de mi mismo, porque a veces el cansancio es fuerte y lucho con mi sistema nervioso. No quiero que de mi boca salga ni la más pequeña palabra que involuntariamente haga sufrir a Marisa, que ya sufre tanto, o a algún otro. Señor, dame, como me has dado siempre, mucha gracia para el alma y energía para el cuerpo, para que pueda trabajar hasta el fin y hacer Tu santa voluntad.

Marisa - También yo, Dios, te pido que me des un poco más de fuerza, porque ya no soy capaz ni de hablar, ni de comer, ni estar en pie o sentada, estoy muy cansada. Siento un cansancio que me consume y estoy muy débil, pero quiero continuar amándote y a todo el Paraíso, pero tienes que ayudarme sino es mejor que me lleves ahora, sin esperar mucho tiempo. No pido nada contra Tu voluntad, pero si quieres, llévame. Te encomiendo con todo el corazón a Monseñor Claudio, pensaba que viviría hasta su ascensión a las alturas vertiginosas, pero en las condiciones en que estoy hoy no puedo, no puedo. Tu sabes cuanto le amo, pero no puedo llegar hasta entonces porque me faltan las fuerzas. Si Tu quieres, puedes ayudarme y puedes darnos aquella pequeña fuerza de la que tenemos necesidad.

Dios Padre - Yo, Dios Padre Omnipotente, haré de todo para sanar el mal presente en aquellas personas, pero vosotros no desfallezcáis. Al menos vosotros, quereos y amaos. Yo, Dios Padre, Jesús, el Espíritu Santo, la Madre de la Eucaristía y todos los Santos y los ángeles del Paraíso estamos con vosotros. Recordad que la abuela Yolanda es santa.

Marisa - Gracias. ¿Seré santa yo? No soy buena como mi madre.

Dios Padre - ¡Oh sí, hija mía, serás declarada santa pronto!

Marisa - Gracias.

Dios Padre - Excelencia, si no tienes nada más que decir termino esta Teofanía dedicada a ti, porque tu hermana está muy cansada.

Obispo - Sí, tengo un deseo en el corazón y Tu sabes a lo que me refiero, pero lo hablaremos en otra ocasión.

Dios Padre - No, dilo ahora, no te preocupes.

Obispo - Señor, Tu has hecho los más grandes milagros eucarísticos de la Historia de la Iglesia en el lugar taumatúrgico. Nosotros conservamos la Eucaristía que ha sangrado y algunas hostias que han derramado sangre incluso dos o tres veces. Por el Triunfo de la Eucaristía, por Tu triunfo, a mi modesto parecer, sería hermoso que en el tercer domingo del mes Tu intervinieras para curar a muchos enfermos, incluso graves, con una condición: después que se hayan reconciliado contigo en la Santa Confesión. Lo sabes, desde hace años tengo este pensamiento dentro y que Tu conoces y que hoy me has autorizado a manifestarte.

Dios Padre - Está bien. Os doy las gracias por todo el bien que hacéis por la Iglesia, pero no por esto quiero que continuéis trabajando y sufriendo por los sacerdotes. No, no, basta. Amad a los tullidos, a los enfermos y a las personas que tienen hambre y sed de justicia, pero dejad a los sacerdotes.

Marisa - Sí, sí, estoy contenta.

Dios Padre - ¿Puedo daros la bendición o tienes algo que decir, Don Claudio, Monseñor mío?

Obispo - Te lo hemos dicho todo y ahora, mi Dios, me arrodillo aunque sabes que no podría, pero delante de Ti tengo que postrarme en tierra. Danos Tu bendición y un poco de alivio a Marisa.

Dios Padre - Junto a la Madre, Madre de la Eucaristía y a todos los ángeles y Santos del Paraíso, os bendigo a vosotros y a las personas que os he dicho que ayudaré. Os traigo a todos junto a mi corazón, especialmente a vosotros dos, mis queridos hijitos.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. Excelencia, si no te quieres poner la mitra, puedes evitar el ponértela.

Obispo - Gracias.

Dios Padre - Hazlo así pues, porque estás más hermoso sin mitra.

Marisa - Adiós.

Villetta Barrea (AQ), 18 julio 2006 - h. 2:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Me permites estar un poquito mejor, especialmente por la noche, cuando se desencadenan muchos problemas y dolores? Oye, mamá, ¿se lo vas a decir a Dios? No pases a través de nadie, ve directamente a Dios y díselo. Díselo, tesoro, mami, o sino llévanos. Si el Obispo no quiere venir no importa, llévame a mi, no puedo más. Yo soy para el Obispo una gran preocupación y cuando yo ya no esté él estará tranquilo. ¿Vas a hablar con Dios? ¿Se lo dices?

Abuela Yolanda - Sí, tesoro, te prometo que iré a ver a Dios y no iré sola. Llevo conmigo un ejército de ángeles para hablar con Dios, para decirte que al menos te deje estar un poquito mejor, solo un poquito.

Marisa - No pedimos muchos, pedimos solo el poder estar un poquito mejor, tesoro. Mamaíta, ya sé que tu no mandas, pero díselo a Dios. Abuela Yolanda - ¿Y el Obispo?

Marisa - Volvemos a empezar con el Obispo. Él tendrá que hacer renacer la Iglesia. Llévame contigo. Dile a Dios que nos deje estar un poquito mejor, poco, poco, no pedimos tanto.

(Dirigiéndose al Obispo) ¿Verdad, pequeñín?

Obispo - Si no es así haré huelga.

Marisa - Mamá, ¿no te lo crees? Mira que cuando dice una cosa la hace. Está bien, mami, oye, ve a ver a Dios y dile que me haga estar un poquito mejor, que nos deje gozar un poquito en este rincón de paz. Ayúdanos verdaderamente, porque estamos en las últimas, apurados. Adiós, adiós, tesoro.

Abuela Yolanda - Adiós, amor.

Marisa - Acuérdate de nosotros, te lo ruego, acuérdate de nosotros.

Villetta Barrea (AQ), 19 julio 2006 - h. 10:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te hemos esperado y has venido con mi madre. Virgencita, ¿ves cómo estamos reducidos? Somos dos guiñapos, ayúdanos, te lo ruego, haznos descansar y transcurrir una jornada serena, un poco más distendida, sin tantos problemas que nos aflijan. No soy yo sola la que sufre, sino también Su Excelencia y estos muchachos que están con nosotros. Ayúdanos, Virgencita, te lo ruego. Madre, madre de nosotros dos, ayúdanos, tenemos mucha necesidad. Yo no estoy nada bien, aunque en este momento me sienta mejor, continúa ayudándonos, y nosotros estaremos con vosotros y vosotros estaréis con nosotros y juntos rezaremos. Cuando digo que no es porque estoy cansada y no soy capaz de rezar en voz alta, pero rezo en el corazón; rezo contigo, con mamá y con tu santo Obispo. Bendícenos a los dos, ayúdanos, no nos abandones, necesitamos mucha ayuda. No me prolongo más. Te doy las gracias de todo corazón y esperamos tu bendición en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, hijitos, ánimo. Pensáis que estáis solos, pero no lo estáis.

Obispo - ¿Puedo hacer una pregunta?

Nuestra Señora - Sí, sí.

Obispo - ¿Sólo Marisella ya no tiene que escribir, ni ir a ver a los sacerdotes, ni a los obispos, ni a los cardenales ni tampoco más arriba? Porque a mi me molesta tener que escribir aquellas cartas a los cardenales.

Nuestra Señora - Lo sé, querido hijito mío, pero tu tienes que ser el jefe de los jóvenes y de los adultos. Marisella ya no irá más a hablar con los hombres de la Iglesia por varios motivos que tu sabes, pero tu no puedes dejarlos solos a todos. Deja estar los sacerdotes, pero ayuda a los jóvenes y a los adultos para que hablen con estas personas, mientras tu te quedas fuera como Marisella.

Obispo - Gracias. Por tanto, ¿ya no tengo que escribir más a aquellos señores?

Nuestra Señora - Sí, escribir sí, pero no ir a hablar o hacer otra cosa. Has terminado como ha terminado Marisella.

Obispo - ¿Cuándo terminará nuestro calvario?

Nuestra Señora - Hijo mío, el calvario es siempre largo. Tened paciencia.

Obispo - Tu has visto cuanto rezo, como esta noche.

Nuestra Señora - Sí, soy muy feliz de sentirte rezar, pero cuando tu hermana no puede, no la fuerces porque está muy mal. Adiós, mi dulce hijo. ¿Tienes aún algo que decir?

Obispo - Hazla estar un poquito mejor y hazla descansar. No puedo decir que velaré por ella porque, ya sabes que las noches pasadas he dormido muy poco. Haznos descansar a los dos.

Nuestra Señora - Tenéis que tomar la pastilla y dormir los dos.

Obispo - Gracias.

Nuestra Señora - Salve, hijitos. Adiós, Excelencia, vete en paz.

Abuela Yolanda - Adiós, Excelencia, vete en paz.

Obispo - Adiós, Abuela Yolanda.

Marisa - Adiós, mamaíta.

Villetta Barrea (AQ), 21 julio 2006 - h. 6:00 p.m. (Carta de Dios)

Abuela Yolanda - (Se dirige a Dios) Dios Padre, soy la Abuela Yolanda, me conoces. No pido nada, solo que ayudes a estos dos hijos míos. Han sufrido siempre, han sufrido también conmigo, ayúdales, te lo ruego. Tu puedes hacerlo, yo sólo puedo rezar.

Dios Padre - Nosotros les estamos ayudando, por supuesto, un poco cada vez, poco a poco. Su misión es muy difícil, pero Yo no les abandono nunca. Tu, Abuela Yolanda, que eres su madre, ayúdalos a vivir contigo, sobre todo a vivir con Dios, con su Papá.

Marisa - Has llevado contigo a todos los ángeles, y están también los niños. ¡Qué hermosos son! ¿Sabes que nos ha nacido una niña, Miriam? Después tendría que nacer otro, Ismael.

Abuela Yolanda - Que dulce nombre Ismael.

Marisa - He sido yo la que lo ha sugerido, ¿te gusta?

Abuela Yolanda - Es hermosísimo.

Marisa - Gioele ¿te gusta?

Abuela Yolanda - Son todos nombres bonitos. Id en paz, hijitos. He dicho muchas veces que no os abandonaré nunca. Claro que vuestra vida es dura, muy dura. Ningún santo ha sufrido lo que sufrís vosotros. Cuando terminéis de sufrir, gozaréis juntos y los otros se darán cuenta de quiénes sois y porqué habéis sufrido tanto.

Marisa - ¿Te puedo saludar, Dios?

Dios Padre - El Obispo me puede decir: "Hola, Papá" y tu: "Hola, Dios!". De todos modos lo hacéis todo igualmente.

Marisa - Nosotros Te queremos. Muchas veces me he preguntado: "¿Pero Dios nos quiere? ¿Por qué si nos quiere nos hace sufrir tanto?". Por la noche, te lo ruego, déjanos dormir. Yo no puedo más, tu hijito no puede más. A Ti, ¿qué te cuesta darnos una mano? Es suficiente con que Tu hagas así

(Marisa chasquea los dedos), y nosotros estaremos bien. Adiós, adiós, mamá.

Abuela Yolanda - Adiós, hijo mío, soy tu mamá.

Dios Padre - Adiós, hijo mío, soy tu Papá.

Villetta Barrea (AQ), 21 julio 2006 - h. 6:58 p.m. (Carta de Dios)

(La aparición ha ocurrido en el automóvil)

Marisa - Ven a llevarme, mamá. No puedo más. De Claudio te ocuparás tú, mami. Llévame, estoy cansada, sufro mucho, no todos comprenden mi gran sufrimiento, que es un martirio continuo. Mamá, mamá, pide a Jesús que se me lleve. Manda a alguno que ayude a Don Claudio, no lo dejes solo. Mamaíta, mamaíta, llévame. La mía no es una vida, llévame no puedo vivir más. Dios ha dicho que me ayudaba, pero yo cada vez estoy peor. Mamá, Madre de la Eucaristía, de Jesús; Dios Omnipotente, ángeles y santos del Cielo, yo quiero sufrir, pero estoy cansada y quiero venir con vosotros. Llevadme con vosotros. Si vuestra preocupación es Claudio, llevadlo también a él. ¿Qué hacemos en la Tierra? Sufrir, sólo sufrir. Mamá, te lo ruego, pide a Dios Omnipotente que me lleve. Mamá, mamá bella, tesoro mío, qué hermosa eres, qué hermosa eres, mamá. Ya sé que ciertas personas te han hecho sufrir, son personas que no saben amar pero tu sabes perdonar, ¿verdad?.

Abuela Yolanda - Entonces, Marisella, así como he perdonado yo, tienes que perdonar tu también. Perdona tu también a los que aún te hacen sufrir. Yo muchas veces bajaría a la Tierra para gritarles, después me lo pienso y digo: "Sí, las he perdonado". También tu, hija mía, tienes que perdonarlas, son personas que no son buenas, son personas que no saben amar. Ves, la que se llama atea, es mejor que ellas. Tesoro, es por esto que tu la quieres, es por esto que tu la has adoptado como hija, ella dice que es atea, pero no es verdad. Sin embargo, aquellas que van a la iglesia, que tienen las manos juntas, que reciben a Jesús, son las que te hacen sufrir. Pero tu no estás sola, tu tienes a Monseñor Claudio Gatti. Tienes también a aquella persona que se llama atea, pero no lo es, te quiere, os quiere a los dos. Está Marco que os quiere, Marco ha cambiado. Marco se ha convertido en otra persona, espiritualmente hablando. Después tienes a tus sobrinos, pero el que te quiere verdaderamente es el Obispo. Tesoro mío, vuelvo al Padre a rezar con todos los ángeles, naturalmente con la Madre de la Eucaristía, con San José y con todos los Santos que tu conoces. Voy a rezar por vosotros, porque ya no puedes salir afuera, es demasiado duro. Preguntaré a Dios qué quiere aún de ti y veremos qué dice.

Adiós, hija mía. Adiós, hijo mío, adiós pequeña atea, adiós, Marco, un beso a todos.

Marisa - Estoy cansada, muy cansada.

Villetta Barrea (AQ), 21 julio 2006 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)

(La aparición ha ocurrido en el automóvil)

Obispo - Mira el Paraíso. ¿Qué ves ahora? Mira adelante.

Marisa - ¿Por qué no filmas aquellas montañas?

Obispo - Tu descríbenos el Paraíso, porque es más interesante.

Marisa - El Paraíso es grandísimo, es muy grande, es muy hermoso.

Obispo - ¿Han llegado delante de Dios?

Marisa - Todavía no. Están todos en camino para llegar delante de Dios y pedir a ver si puedo estar mejor o morir. Mi madre va a pedir esto, pero aún no han llegado.

Obispo - ¿Tan larga es la procesión que va a ver a Dios?

Marisa - El Paraíso es el Paraíso. Es inmenso.

Obispo - ¿Están todos? ¿Es una fila enorme, larguísima?

Marisa - Sí, están todos, niños y muchas almas buenas.

Obispo - ¿Están también Don Giovanni y Don Giorgio?

Marisa - Sí, pero ellos están en el fondo, al lado de mamá está Nuestra Señora, San José y todos los niños.

Obispo - ¿Los sobrinos?

Marisa - Sí, luego llegan todos los otros Santos, primero, entre ellos está Fatina.

Abuela Yolanda (cantando) - Soy yo, Dio mío, soy la madre de Marisa, ¿qué quieres hacer de ella? ¿Quieres llevártela enseguida o dejarla un poquito en la Tierra para gozar con su hermano y estar un poquito mejor? Ea, Dios, estamos todos alrededor Tuyo. He visto la estrella de Dios. Estamos todos alrededor Tuyo para rogarte por aquella criatura. Los nombres que el Obispo le ha dado son exactos.

Marisa - Pero yo no los recuerdo, porque siempre tengo miedo de que se ría de mi.

Obispo - Mártir de amor.

Marisa - Mártir de amor.

Obispo - Heroína del sufrimiento

Marisa - Heroína del sufrimiento.

Obispo - Víctima de la Eucaristía.

Marisa - Víctima de la Eucaristía. Mártir de amor. Heroína del sufrimiento. Víctima de la Eucaristía.

Dios Padre - Yo soy Dios. Os acojo a todos a Mi lado. Juntos orad por Miriam, Marisella. Rezad, para que pueda hacer la voluntad de Dios hasta el fondo. Yo no quiero llevármela, quiero verla terminar de sufrir y luego llevarla al Paraíso. Quería dejarla todavía por poco tiempo con Su Excelencia para gozar un poco de la vida del mundo. La vida de la Tierra es tan sucia, tan impúdica, que casi me desagrada dejarla en este mundo lleno de personas inmorales, empezando por los vértices de la Iglesia.

Marisa - No lo digas, Dios, no lo digas. Yo te oigo, pero no Te veo, he visto la estrella, una estrella grande que brilla, ¿eres Tú?

Dios Padre - Soy Yo. Mientras estés en la Tierra no me verás, pero verás la estrella, una flor y muchos otras escenas maravillosas, pero no me verás hasta que no vengas arriba. Prueba a no comer, hija mía, prueba a tomar solamente la Eucaristía, veremos como va. Yo, Dios, quiero dejarte todavía un poco junto a tu hermano, pero como ves, tu salud está muy probada. Piensa en todas estas personas que están en el Paraíso, todas te aman. Pronto vendrás arriba conMigo y entonces Me verás y serás feliz. Presta atención, mira la estrella. Ánimo, hija mía, ánimo. Prueba a tomar sólo la Eucaristía, aliméntate sólo de Eucaristía, veremos como va.

Marisa - Pero Tú, sabes como va.

Dios Padre - Yo en este momento soy Dios en la Tierra. Si la situación mejora, te dejo todavía un poco, si no va bien, te llevo, hija mía. No puedo continuar viéndote sufrir de este modo.

(Se recita el Padre Nuestro)

Marisa - Gracias, Dios Omnipotente, ayúdame a estar un poquito mejor, si luego no sucede, llévame junto a la estrella. Adiós a todos. La estrella se ha ido.

Villetta Barrea (AQ), 23 julio 2006 - h. 12:00 a.m.

Fenómeno particular

Marisa - No sufro por la guerra, pero rezo por la guerra, porque si llega también a Italia estamos todos perdidos. Sufro muchísimo: primero sufría mucho por los sacerdotes, ahora ya no sufro por ellos, sin embargo me haces estar mal. Te lo repito, no soy capaz de hablar como mi hermano, él tiene una gran riqueza espiritual dentro del corazón y vosotros lo inspiráis al hablar. Yo no sé hablar, tengo este gran dolor que me está destruyendo. Te lo repito, si ha llegado la hora nos lo tienes que decir, como has prometido, porque tenemos que prepararnos espiritualmente y materialmente. Yo no soy buena, no soy una santa, tengo que corregir todavía mis imperfecciones, pero Tu, Dios, no prolongues esta agonía que es muy dolorosa, porque prolongándola nos haces estar mal. Nos dices una cosa, luego nos dices otra, has dicho que nos dirías la fecha de mi muerte, has dicho que preparabas al Obispo para esta partida, sin embargo todavía nada. Yo querría ir al Paraíso perfecta, quizás pretendo demasiado o es imposible.

Obispo - Ya estás en el Paraíso, ya estás en el Paraíso. Esto te lo ha dicho Dios.

Marisa - No, se lo repito: si ha llegado la hora dínoslo, te lo ruego, dínoslo, y volvemos a Roma a prepararnos y yo, estirada en aquél lecho de muerte, estaré contigo. Yo, cuando digo: quiero el ataúd blanco, quiero el vestido blando, lo digo porque me gusta bromear, me gusta reír, me gusta animarme y animar a los otros, a veces hago bromas. Dentro siento esta especie de serpiente que gira dentro y me come. Basta de hablar. Decídete, Dios, si tengo que partir haz que volvamos enseguida a Roma para prepararlo todo. Si no tengo que partir y quieres que me quede con los míos todavía, sobre todo con mi hermano, hazme estar un poquito mejor, un poquito, no digo mucho, un poquito. Habías dicho que me dabas la Eucaristía para no hacerme sufrir al comer, pero yo sufro lo mismo. Sufro aún más, ayer fue una jornada terrible y hoy es como ayer. Yo no puedo más. Te pido perdón si no he sabido darte todo lo que me pedías, te pido perdón si no he sabido sufrir por todas las personas, te pido perdón si me he negado a sufrir por los sacerdotes; Tú, esto lo has aceptado. Te pido perdón si no soy capaz de ofrecerme por esta guerra, sino que solo puedo rezar. Te pido perdón si he hecho sufrir a alguno de mis jóvenes, a alguna persona adulta, si he hecho sufrir a mi hermano, te pido perdón, Dios, te pido perdón si te he hecho sufrir. (Vuelta al Obispo) Te pido perdón si te he hecho sufrir. ¿Es verdad que te he hecho sufrir alguna vez?

(El Obispo hace el gesto de que no) Si nos dice que tenemos que irnos porque ha llegado la hora tendremos que marchar.

Obispo - Que nos lo diga.

Marisa - Es lo que he dicho. No podemos continuar así. Dios, no sé que más decirte.

(El Obispo manda llamar a los otros)

Marisa - Yo te amo. Dio, te amo, te amo, te he amado mucho, no me avergüenzo de decirlo. He amado mucho a los hombres, a todos, incluso a los que me hacían sufrir. Pensaba que no sabía amar, sin embargo sé amar. Sé amar a todos, quiero amar a todos, pero queda poco tiempo, siento que ha llegado la hora. Si esta hora ha llegado, Dios mío, háblalo con el Obispo; dile: "Marcha a Roma, ha llegado la hora de preparar la partida de esta hija". Si, por el contrario, todavía no ha llegado la hora, y tengo todavía un poco de tiempo, hazme gozar un poco con mis amigos y mi Obispo, hazme estar mejor. Has dicho que si tomaba la Eucaristía estaría mejor, sin embargo estoy siempre mal, mal, mal.

Dios, Papá mío, yo te amo, como a todos, aunque alguna vez de mi boca salen palabras fuertes, pero hablo así, aunque es para bromear un poco, para animar un poco. Te pido perdón, corrige estas imperfecciones mías y decídete. Toma una decisión, Dios mío, ¿tanto necesitas para tomar una decisión? Si tenemos que partir, partamos para prepararlo todo para nuestro bien. (Vuelta al Obispo) ¿Verdad? Tu estabas de acuerdo. Adiós, Dios, adiós, Madre de la Eucaristía, adiós, San José, adiós mamá, pronto vendré a veros.

Me gustaría vivir en una situación mejor que esta, sino vengo a buscarte y juntas seremos felices, porque yo así no puedo más y tampoco el Obispo puede más, no se aguanta ya de pié, ya no puede hacer nada. No es posible que Tu durante treinta y cinco años hayas tratado a estos dos hijos tuyos de este modo. Nosotros hemos dicho que sí a todo, estoy cansada, estoy cansada.

(Se canta "Te amo, Señor")

Marisa - Ves, Jesús, que a pesar de todo, somos capaces de cantar, de llorar, de rezar y de reír, pero espero una respuesta. Si tengo que morir dentro de poco, tenemos que irnos a Roma, Tú lo sabes. Yo no quiero morir aquí, quiero morir en Roma con los míos. Si por el contrario me das todavía un poco de salud, haz que yo esté un poquito mejor. No me hagas pasar las noches de aquel modo, es para enloquecer. Y luego tienes que dejar dormir al Obispo, porque tampoco él se aguanta de pié ¿y como lo hará para ayudarme? Yo no soy una niña, yo soy grande.

Nuestra Señora dice: permanece niña. Tienes que ayudarnos a estar bien, un poquito, poco, poco, pero quítame este dolor que tengo aquí que me atormenta.

(Vuelta al Obispo) ¿Nos das la bendición?

Obispo - ¿Y no dicen nada?

Marisa - Todavía no.

Obispo - ¿Cantamos un canto?

Marisa - No, danos la bendición, basta, estoy cansada.

(El Obispo da la bendición a los presentes y da la Comunión a Marisa)

Villetta Barrea (AQ), 23 julio 2006 - h. 1:20 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Mírala, Mírala. Te doy las gracias por haber venido. Tenemos mucha necesidad de ti, de tu ayuda, de la ayuda de Dios Padre, de Jesús, del Espíritu Santo, de San José y de mi madre. Tenemos necesidad de una respuesta muy importante, comprensible, segura. No podemos continuar de este modo.

Nuestra Señora - Marisella, te tomo la palabra y me uno a las oraciones que el Obispo formuló ayer tarde y a todas las oraciones de esta noche y de esta mañana en las que os habéis dirigido a Dios como hijos; vosotros sois hijos de Dios. La partida está llegando, pero no sucederá en estos días. Aún queda un poco de tiempo para estar juntos, para gozar y para orar. Sé que el sufrimiento es grande.

Tu, antes has dicho que te sientes imperfecta y la Madre te pregunta: ¿En qué cosas? No sabrías responderme. Por tanto la respuesta de Dios es que la partida llega, pero aún tendréis tiempo, poco tiempo naturalmente, para estar juntos. Esto no os tiene que afligir, os tiene que consolar. Tenéis que decir que finalmente vuestra hermana acabará de sufrir, y cuando esté en el Cielo con Nosotros, orará por vosotros. Orará también por vuestros seres queridos, por vuestros amigos, parientes, hijos que no creen y que llegarán a creer. Tenéis que aceptar la partida de vuestra hermana, porque tiene que terminar de sufrir.

Os digo que ella no ha pedido sufrir para que cesen las guerras, ha pedido sólo orar, no pide más sufrimientos, no pide coger las enfermedades de quien está mal, ella puede sólo orar y también vosotros tenéis que orar por ella. Orad para que Dios le de la fuerza a ella y al Obispo de aceptarlo todo hasta el fondo. Cuando lleve a Marisella al Paraíso, tendréis que hacer una ceremonia más hermosa que la de un matrimonio, que de una Primera Comunión, que la de la Confirmación y que la del Bautismo. Tendréis que hacer una ceremonia grandísima a los ojos de la gente y a los ojos de todo el Paraíso, y tendréis que ser felices. Marisella, sé que sufres mucho, que sientes aquella serpiente que te come dentro. Sí, es verdad, tienes el mal dentro que te come, que te consume, que te deteriora, que te aniquila, pero mira, dentro de poco tiempo estarás perfectamente, puedes expectorar. El dolor ha disminuido, y esto lo debes a las oraciones de Su Excelencia y de estos amigos aquí presentes.

Ánimo, adelante en gracia de Dios. No te enfades con Dios, Él no tiene nada que ver, ésta es la vida natural del mundo. Sed buenos, aceptad este sufrimiento de Marisella, aceptad su partida, su subida al Padre, porque será un bien también para vosotros. Marisella, querría llamarte Miriam y con todos los nombres con los que te he llamado cuando eras pequeñita, pero dejémoslo estar, te doy la fuerza de aceptar y de seguir adelante, junto a Su Excelencia, vuestro santo Obispo. Me repito de nuevo, para ser declarados santos por Dios no hace falta recoger testimonios y hacer procesos, no hace falta sacar los tapices en S. Pedro. Para Dios vuestro Obispo es santo y Marisella es santa.

Dios os bendice a todos, Dios os ayuda a todos vosotros, Dios os ama y tu, Marisella, lo amas, ya lo sé. Aceptadlo todo. Ahora mirad, ya no existe el problema con la comida que antes originaba una discusión continua. Ella toma a Jesús y vivirá por Jesús todo el tiempo que le queda. Gracias por vuestras oraciones.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestro seres queridos, vuestros parientes, vuestros hijos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Excelencia, te lo ruego, basta de lágrimas.

Marisa - Adiós.

Se ha ido.

Obispo - Para ti se acerca tu mundo y cuando estés allí arriba, serás poderosísima.

Marisa - ¿Poderosísima?

Obispo - Convertirás a muchas otras personas.

Pero yo no lo entiendo: ellos lloran siempre ¿y yo no me puedo desahogar?

Villetta Barrea (AQ), 25 julio 2006 - h. 0:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Dos demonios grandes, fuertes, feos han asustado a vuestra hermana y están dispuestos a volver para hacerle daño. Están, más que nunca, celosos de ella, porque saben que ella les quitará muchas almas.

Cuando suba al Paraíso, llevará consigo a las almas del Purgatorio, que Dios haya decidido. El gran temor, que ha tenido hoy, pobre criatura, le recuerda la que tuvo de pequeña y que hoy se ha repetido de un modo muy impresionante y malvado. Los demonios han tratado de matarla, aterrorizándola. Monseñor, no la dejes sola. Ya sé que tienes mucho trabajo que hacer, pero no la dejes sola. Pon una pequeña cátedra de oro en su habitación y trabaja a su lado. Ya sé que te pido mucho, pero si Dios no interviene, hasta su muerte, tiene necesidad de tu ayuda. También tú, Clara, cuando trabajes, no hagas tanto jaleo y controla la situación de Marisella por si tiene necesidad de ayuda. Ayuda también al Obispo, porque no lo puede hacer todo él solo. Lo que ha ocurrido ha sido terrible, pero Nosotros le hemos ayudado y la hemos salvado. Os lo repito, estas terribles situaciones y estas maldades sucederán otra vez. Los demonios tratarán de atravesar su cuerpo y su alma, pero ella es de Dios y ellos no pueden hacer lo que quieran.

Marisella, sé fuerte y valiente, bromea, ríe, haz chistes, tal como sabes hacer, y sigue adelante. Excelencia, no te tienes que preocupar tanto. Si puedes hacer lo que te he dicho, hazlo, si no puedes, manda a alguno que viva en gracia para que la ayude.

Vosotros no podéis imaginar lo feo y tremendo que ha sido lo que ha sucedido, ha ocurrido algo para meter miedo al mundo entero. Os lo repito, ocurrirán todavía otras maldades diabólicas contra ella, porque ella ya es de Dios y ellos no lo quieren. Dios le ha dado la posibilidad de llevar al Paraíso a las almas del Purgatorio y ellos esto no lo quieren; por esto tratarán una vez más de matarla por todos los medios, pero no ocurrirá, estad tranquilos. Sufrirá, sufrirá mucho, pero no ocurrirá nada que pueda matarla. Os pido a vosotros que tengáis ánimo. No quería hablaros de lo que ha ocurrido hoy, he esperado todo el día y después, al final, le he dicho a Marisella: "Marisella, hablemos esta tarde de ellos, así esta noche dormiréis". Veo que Monseñor está muy cansado, como lo está Clara, pero tu, Marisella eres la que está peor de todos, y eres la más bromista de todos.

Jesús, la Madre de la Eucaristía, la Abuela Yolanda y todos los ángeles y los Santos te ayudarán y te dan las gracias. Sé que ahora tienes mucha hambre. Toma la Eucaristía entera, verás que te pasará el dolor de estómago. Ya sé que Dios te ha dado un sufrimiento que no es indiferente. Los otros están contentos que no comas, ni bebas, y tu también tendrías que estar contenta, porque sufres mucho menos.

Marisa - Pero yo ahora estoy sufriendo, ayer sufrí. ¿Cuál es el día que no haya sufrido? Aquel famoso 8 de julio. Ayudadme, os lo ruego, lo necesito mucho. Necesito vuestra ayuda. Sois muchos, ayudad al Obispo y a mi.

Nuestra Señora - El Paraíso está abriendo todo lo creado para llevaros arriba. Como habéis visto los niños juegan con las flores y están inmersos en una armonía muy hermosa, así lo tenéis que hacer también vosotros. Cantad, orad, alabad a Dios, aunque alguna vez penséis que Dios os hace sufrir mucho. Es necesario hacer Su voluntad y seguir adelante.

Adiós a todos. Adiós, Marisella, os deseo una buena noche a todos.

Junto a mi santo Obispo, os bendigo, hijitos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Recordad a los niños, las flores y los cantos.

Marisa - ¿Tengo que jugar como los niños?

Nuestra Señora - Marisella, tu eres como los niños.

Marisa - No me hagas avergonzar.

Nuestra Señora - Otras veces te he dicho, quédate así como eres, porque nos gusta así. Al que no te respete, al que no te quiera, hazle una sonrisa, quizás, recoge una flor y ofrécesela.

Marisa - ¿Y con qué piernas?

Nuestra Señora - No te preocupes. Id en la paz de Dios Padre de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós, mamá.

Abuela Yolanda - Dale este beso a Su Excelencia

(manda un beso).

Marisa - Ya sé que piensas mucho en él. Entonces si piensas tanto en él, ayúdalo. Está cansado, está cansado, yo lo veo muy cansado.

Abuela Yolanda - No te preocupes.

Marisa - ¿Cómo lo hago para no preocuparme cuando veo a mi hermano que está cansado?

Abuela Yolanda - No te preocupes.

Marisa - Está bien. Adiós a todos.

Se han ido.

Villetta Barrea (AQ), 26 julio 2006 - hora 0:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Puedo hablar antes que tu, Virgencita mía?

Nuestra Señora - Sí.

Marisa - Gracias. Me gustaría comprender qué es lo que ha ocurrido esta tarde, te lo ruego, aunque lo que tengas que decirme no sea bonito. ¿Qué ha ocurrido en mi cuerpo? Me gustaría saber sólo esto, para mi tranquilidad y después te ruego que me dejes descansar y que dejes descansar a Su Excelencia y a las personas que están con nosotros. Dime que ha ocurrido, porque yo enloquezco, esta tarde estoy enloqueciendo.

Nuestra Señora - Marisella, no te acuerdas de todo lo que dije ayer: que el demonio te atacaría de todos las maneras posibles y el demonio te ha atacado haciéndote comer dos hojas de ensalada envenenada.

Marisa - ¿Pero por qué no me lo has dicho antes?

Nuestra Señora - El demonio es poderoso, muy poderoso y los que te atacan son los más poderosos que existen. Es él el que ha intentado quemar tu estómago, para hacerte estar mal. Te lo he dicho y lo digo también a Su Excelencia, tenéis que estar atentos, es el momento más terrible de tu vida, hija mía. El demonio te tienta de todas las maneras, no te toca porque tienes la Eucaristía, pero hace otras cosas, mucho más fuertes, mucho más graves. Tu estabas cansada y no has entendido cuando te he dicho: "Deja de comer".

Marisa - No he entendido, no he entendido, sentía sólo que la ensalada estaba muy amarga, y ahora tengo todavía la boca muy amarga. Nuestra Señora - Pues bien, te lo repito, hija mía, los demonios te asedian. Se marcha uno y viene otro, se marchan dos y vienen tres, se van tres y vienen cuatro, porque quieren dañarte, quieren matarte, por esto yo te he dicho: "¡No estés nunca sola!" Es suficiente que esté a tu lado una persona en gracia, naturalmente.

Obispo - Pero estaba yo.

Marisa - Pero ¿cuándo ha ocurrido todo esto? Esta tarde, cuando tú, Excelencia, descansabas.

Nuestra Señora - Justamente porque el Obispo descansaba se han aprovechado de ti, te han dicho que comieras y tu has comido.

Marisa - Pero yo creía que eras tú la que me decías esto.

Nuestra Señora - No, Marisella, tu sabes que tienes que vivir de la Eucaristía, no podía decirte esto.

Marisa - Pues entonces, ¿por qué no me habéis zarandeado. Por qué no me habéis impedido que coma? Yo estoy mal, estoy enloqueciendo por todos estos dolores, no puedo vivir así y conmigo tampoco el Obispo. Yo no permito esto, no lo quiero, te lo ruego, sálvale al menos a él, sálvalo, sálvalo.

Nuestra Señora - De ahora en adelante estate atenta, porque el demonio se podrá presentar bajo el aspecto de un hombre o una mujer. ¿Te acuerdas cuando se presentó con mis vestidos pero tenía un rostro espantoso? Te lo repito, tienes que estar atenta, porque también una mujer o un hombre, bajo cuya semblanza se esconde el demonio, pueden hacerte daño. Los demonios que quieren aterrorizarte y matarte son muchísimos. No estés nunca sola, estate siempre con alguna persona que viva en gracia. Marisella, escucha a la Madre, haz como te digo, reza, sufre y ofrece tus sufrimientos y no escuches a nadie, escucha solo al Obispo. Excelencia, ayuda a esta hija.

Obispo - Estoy dispuesto a ayudarla, pero tengo una confusión tal que ya no comprendo nada. Tu lo has visto: estaba rezando y me he dormido. ¿Qué tengo que hacer, velar las veinticuatro horas del día? ¿Estar siempre despierto? ¿Qué tengo que hacer?

Nuestra Señora - No, no, en los momentos en que duermas vendré yo, estaré yo con ella.

Obispo - Y hoy, ¿por qué hoy no estabas?, perdóname.

Nuestra Señora - Hoy he venido dos veces, no pensaba que sucedería esto. También yo cuando estoy presente en la Tierra soy una mujer como vosotros, actúo como vosotros y no hubiera pensado nunca que el demonio a pesar de mi presencia, habría intentado envenenarte.

Obispo - Perdóname, Madre del Cielo, será que yo ya no entiendo nada, pero ¿no podías haberme despertado, no podías haberme hecho comprender el engaño que estaba preparando el demonio? ¿Qué está ocurriendo aquí?

Nuestra Señora - Ya te he dicho que también yo, cuando estoy en la Tierra soy una mujer como las otras

Obispo - ¿Y quién puede defendernos, entonces?

Nuestra Señora - Si hubiese comprendido la intención del demonio para con ella, te habría despertado y habría dicho: "Baja de la cama y ves con tu hermana".

Marisa - El Obispo reza mucho, mucho, mucho, está siempre con el rosario en la mano, está siempre dispuesto a orar. Virgencita haznos comprender algo más, porque hemos sido reducidos a la mínima expresión. Tampoco yo comprendo nada, tengo la cabeza que me estalla, me da vueltas, el Obispo sufre la misma situación. ¿Por qué nos estáis oprimiendo de este modo? ¿No puede intervenir Dios?

Nuestra Señora - No digo nada más hijita, pero a partir de esta tarde tú y el Obispo llevaréis el rosario en el brazo y estaréis siempre juntos, a menos que el Obispo tenga obligaciones o necesidad de realizar algo, en cuyo caso a tu lado estará Clara o algún otro en gracia de Dios. Yo, como madre, os pido perdón si no he sido capaz de entender el engaño diabólico. Como mujer de la Tierra, tampoco yo he comprendido lo que estaba sucediendo. Perdonadme, hijos míos.

Obispo - ¿Pero Dios no te lo podía hacer comprender?

Nuestra Señora - Sí, pero no ha dicho nada.

Obispo - ¿Por qué?

Nuestra Señora - Clara. Te doy las gracias por lo que haces por Marisella. Estate a su lado. No la dejes nunca sola, el tiempo se acorta

Obispo - Virgencita mía, tu sabes que siempre estoy a su lado y también hoy, cuando un joven me ha hablado de ir a dar una vuelta, yo he respondido: "No, estoy cansado", pero el verdadero motivo era que quería estar al lado de Marisa.

Nuestra Señora - Te lo ruego, Excelencia, te lo ruego, sé fuerte como lo has sido siempre.

Obispo - ¿Puedes quitarnos este incubo diabólico?

Nuestra Señora - No te derrumbes, Claudio, no te derrumbes, hijo mío.

Obispo - No me derrumbo, no me derrumbo. Dios mío, me dirijo a Ti. Dios mío ¿por qué permites que nos suceda lo que no ha sucedido nunca a nadie? ¿Por qué nos ocurre en un momento ya de por sí tan duro? Padre, yo me dirijo directamente a Ti, me salto la mediación de Nuestra Señora. ¿Por qué ocurre esto que nos está desgarrando? Dios mío, ¿quieres nuestro exterminio? Padre Celeste, ¿quieres vernos acabados?

Dios Padre - Nunca, nunca, hijo mío.

Obispo - Dio mío, he rezado mucho, porque preveía que sucedería algo terrible. He rezado a nuestros ángeles custodios, Ismael y Gioele, para que nos defendieran, pero ninguno de los dos nos ha defendido.

Dios Padre - Os han defendido, de lo contrario a estas horas Marisella ya no estaría y no habrías podido hacer aquella hermosa ceremonia que has dicho. Ella está todavía contigo. ¿No estás contento de que esté todavía contigo?

Obispo - Sí, Dios mío, pero ¡a qué precio!

Dios Padre - Entonces, ¿quieres que me la lleve?

Obispo - No. Primero tenemos que volver a Roma, no ahora, Dios mío. Te lo ruego, Te lo suplico, Tu eres Omnipotente. Sé que los demonios se la tienen jurada a muerte por el bien que ha hecho y las conversiones que ha obtenido con sus sufrimientos. Dañándola a ella, saben que me dañan también a mi. Te lo ruego, Te lo suplico, Dios mío, manda a tus ángeles, que nos hagan de baluarte contra estos demonios. Yo lucharé, haré todo lo que esté en mi poder, para alejarlos. Ya sé que ésta es la última lucha y nosotros venceremos contra los demonios, porque Tú estás con nosotros. Pero me permito decir que oír como ha hablado hoy la Virgen, me estremece. Dios mío, ¿me oyes?

Dios Padre - Sí, te oigo.

Marisa - Dios mío, Padre mío, no me abandones en este momento. ¿Dónde estás, Papá? Haz que este dolor tan atroz se calme, que pueda descansar y mañana volver a empezar una vida difícil, pero llena de amor para salvar a otras almas. Dios, Dios mío, Padre mío no nos abandones, te lo ruego, tenemos necesidad de tu ayuda. Ahora sólo tenemos una chica que nos está ayudando. ¿Puedes mandarnos a alguna otra persona que nos ayude?. Pero que sea buena, que nos ame verdaderamente.

Dios Padre - Ahora no pienses en esto, quédate todavía un poquito aquí y luego veta a la cama y átate el rosario al brazo

Obispo - Sé que yo también me tengo que atar el rosario al brazo.

Marisa - ¿Nos quieres, Dios? Ten un poco de atención, un poco de piedad, un poco de compasión por nosotros. ¿Cómo está mi mamá? ¿Está bien? ¿Por qué no me hace estar un poquito bien? Vivo de la Eucaristía, no como nada. Esta tarde los demonios me han reducido a este estado, pero si Tu quieres, puedes ayudarme y hacerme estar mejor. ¿Puedes hacerme estar mejor? ¿Puedes hacerme reposar? Si pudiese vomitar. Me libraría de estos gusanos, de los animales que tengo dentro y sería feliz contigo, Dios, contigo María y con mi hermano.

Nuestra Señora - Adiós, hijos míos, os deseo una buena noche y os ayudo cuanto puedo. Si los demonios se presentan de nuevo, tenéis que ser fuertes y agarraros al rosario y si tuvieras que vomitar, hija mía, no te preocupes, porque los gusanos se marcharán y tu estarás mejor.

Marisa - ¿Os podemos dar las buenas noches? Jesús, buenas noches, Dios, buenas noches. Tened un poco de compasión por nosotros, os lo ruego. En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - ¿Has entendido lo que ha pasado?

Obispo - He entendido lo que ha pasado Marisella.

Marisa - ¿Que tengo que hacer? Ya no entiendo nada.

Obispo - Nosotros te ayudaremos.

Villetta Barrea (AQ), 26 julio 2006 - h. 2:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - A Don Claudio, sólo porque ha celebrado una S. Misa en el lugar taumatúrgico, se le ha suspendido a divinis. Después, porque ha sido ordenado Obispo por Dios, ha sido reducido al estado laical. El Obispo ha sufrido siempre y continúa sufriendo. Me habéis hecho tomar la Eucaristía en lugar de alimento y estoy muy mal, aunque le he dicho al Obispo que estaba mejor, pero no era verdad. He dicho que había dormido toda la noche, pero no era verdad.

Dios, ¿qué quieres de nosotros?. ¿Dónde estás, o dónde te has escondido? ¿Para qué le ha servido el sacerdocio si luego le han prohibido celebrar la S. Misa? ¿Para qué le ha servido haber sido ordenado Obispo por Ti, Dios mío? ¿Para sufrir, para ser humillado y condenado? ¡Cuántas calumnias y difamaciones ha sufrido el Obispo! Te lo repito: ¿para qué ha servido alimentarme de la Eucaristía, si luego estoy mal? Por otro lado están los demonios que nos atormentan. Mándalos marchar. Hacen cosas horribles, espantosas, nauseabundas. Mándalos marchar. Perdónanos, Dios, pero estoy enfadada contigo. ¿Por qué me has dado el don de alimentarme de la Eucaristía? Para contentar al Obispo? Pero yo estoy mal. Piensa en todo lo que nos has quitado. Nosotros sólo hemos sufrido. Te pido perdón, pero siento necesidad de decirte lo que pienso. Y tu, María, Madre de la Eucaristía, ¿por qué ya no nos ayudas como antes? ¿Y tu mamá, qué haces en el cielo? ¿Por qué no vienes a ayudarnos?

Abuela Yolanda - Hijos míos, yo estoy con vosotros, pero sólo soy una simple criatura de Dios, no soy tan importante como creéis.

Marisa - Mamá, mamá, tu eres importante, al menos para nosotros lo eres. Ayúdanos, mamaíta, te lo ruego, ayúdanos o llévanos; dile a Dios que nos lleve, porque el sufrimiento es mucho. Os pido sólo que ayudéis al Obispo cuando yo ya no esté. Ayúdalo, mamá, te lo pido a ti; ayuda a tu hijo, Virgencita, ayúdalo. Dios, no sé donde te has escondido, pero si quieres, ayuda al Obispo. Tu lo has ordenado, pero lo has llevado a un sufrimiento enorme. Perdonadme por lo que he dicho; si merezco la bendición, dádmela y si no la merezco no me la deis, de todos modos mi pensamiento en cuanto a Dios permanece igual. Mi amor por Ti, Dios, es muy grande, pero ahora me siento muerta.

Dios Padre - Marisella, Yo soy Dios. Te he ayudado y nunca te has dado cuenta. Sí, es verdad, hay muchos demonios que dan vueltas a tu alrededor y tratan por todos los medios de hacerte morir, para que no te lleves las almas del Purgatorio al Paraíso, pero hasta ahora no lo han conseguido. Sólo yo se cuáles son las que vendrán arriba y luego te lo diré también a ti y vendrás arriba con ellas. Excelencia, tu Papá casi no tiene ánimo para decirte ánimo.

Obispo - Dios mío, ya no tengo fuerza ni valor.

Dios Padre - Te digo ánimo. Tenéis que tener mucho ánimo, porque sois muy maltratados por los hombres y por los demonios. Pero ahora, te lo ruego, hazlo por tu hermana, ve a comer algo para que tengas más fuerzas, de lo contrario te debilitarás.

Obispo - ¿Y ella?

Dios Padre - A ella le digo que vuelva a empezar a comer un poquito. Marisa - Dios, yo te he dicho: me has dado la Eucaristía para hacerme estar mejor, y estaban todos contentos, sin embargo yo he sufrido y sufro todavía, pero haz lo que te parezca, lo que quieras. ¿Tengo que tomar la Eucaristía? Tomaré la Eucaristía. ¿Tengo que tomar un poco de alimento? Lo tomaré.

Obispo - Papá, dinos una palabra clara.

Dios Padre - He dicho: Marisella, puedes comer un poquito.

Obispo - ¿El que?

Dios Padre - Cualquier cosa. O toma sólo la Eucaristía, o la Eucaristía y un poquito de alimento.

Obispo - ¿Qué es mejor?

Marisa - Si también con la Eucaristía el estómago está muy mal, no quiero comer, porque ni siquiera tengo hambre. No comprendo porque me das la Eucaristía para que esté mejor y sin embargo estoy peor, esto no soy capaz de aceptarlo. Incluso cuando hemos puesto la Eucaristía en agua, para que yo la pudiese beber sin peligro, he estado mal, esto no soy capaz de aceptarlo, mi Dios, pero que se haga tu voluntad.

Dios Padre - Espera todavía un poco, porque tienes que actuar a escondidas de los demonios. Toma la Eucaristía y veamos qué pasa. Obispo - Dio mío, ¿por qué no te la llevas? Tu eres Dios... ¿me respondes?

Dios Padre - Yo soy Dios, pero esta criatura tiene que inmolarse hasta el fondo para salvar a la almas.

Obispo - Pero así no podemos vivir.

Marisa - Dame a mi todo el sufrimiento y deja libre al Obispo y dale la fuerza. Me ha ayudado siempre, ha sido siempre fuerte, pero no soy capaz de verlo reducido así. Somos dos, él no puede verme reducida así y yo no lo puedo verle a él reducido así, y tú, ¿qué haces, Dios? ¿Te escondes?

Dios Padre - Yo estoy en medio de vosotros. Esta otra prueba que os he pedido, especialmente a ti, Marisella, es para salvar muchas almas.

Marisa - ¿Y yo no tengo necesidad de ser salvada, cuando te he dicho que estoy muy mal al alimentarme sólo de la Eucaristía?. Perdona mi atrevimiento.

Dios Padre - No me he ofendido, sé que no sale del corazón

Obispo - Dios mío, tenemos por delante más de un mes, yo no me veo capaz de vivirlo en estas condiciones.

Marisa - Respóndele a él. No puede más. ¿Quieres ayudarnos? Aunque yo esté mal, dale a él la fuerza. Ya he comprendido que el dolor permanecerá, pero lo que me mata es el hecho de que todos pensaban, incluso los sobrinos, que alimentándome de la Eucaristía, estaría bien, y todos eran felices, pero no sabían que sin embargo yo sufría y no podía ni siquiera decirlo.

Dios Padre - Tesoros de Dios, seguid adelante con fe y amor. Yo, Dios, estoy con vosotros y no os abandonaré nunca.

Villetta Barrea (AQ), 26 julio 2006 - h. 10:55 p.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Excelencia, hijito mío, tesoro de Dios, te has inmolado para la conversión de los sacerdotes, especialmente por los altos prelados. Recuerda que Yo lo decido todo y sólo Yo puedo decidir si tu me puedes ver o no me puedes ver, mientras estés con vida. Tu no puedes decir: "Cuando acompañe a Marisella al Paraíso, en su partida, no veré a Dios"

Obispo - Gracias, Papá.

Dios Padre - No digo nada más. Porque si todavía tuviera que hablar…

Obispo - No, habla, habla, me gusta, cuando hablas Dios mío.

Marisa - A ti te gusta, pero a mi, Marisa, no.

Obispo - ¿Por qué?

Marisa - Porque estoy cansada y no tengo la fuerza para mantener el diálogo con Dios.

Obispo - Entonces dejémoslo estar.

Dios Padre - Hijito, me tienes que escuchar.

Obispo - Dime, Dios mío, Papá mío.

Dios Padre - Tú no tienes que decir nada, soy Yo, Dios el que lo decide todo. Como ves he sido Yo el que ha decidido sobre Marisella. Vosotros los hombres no podéis cambiar lo que Yo digo o hago.

Obispo - No faltaría más.

Dios Padre - Tu que sabes, si me verás o no me verás cuando acompañes al Paraíso a tu hermana. Tu tienes que hacer sólo lo que Yo te digo que hagas y si Yo, Dios, te quiero llevar arriba, ¿tú quién eres para decir que no?

Obispo - Pero yo vengo de buena gana, faltaría más.

Dios Padre - No bromeo Yo, Dios.

Obispo - Ya lo sé, Señor.

Dios Padre - No digas faltaría más, porque...

Obispo - Quizás soy poco claro esta tarde, pero es lógico que mi gran deseo es el de hacer Tu voluntad, siempre

Dios Padre - El sufrimiento grande es el de tu hermana …

Obispo - Sí, es verdad.

Dios Padre - Eso no quiere decir que tu seas menos santo que ella o más santo que ella. Deja que decida Dios, Yo soy Dios, Yo soy tu Papá. ¿Has comprendido bien?

Obispo - He entendido perfectamente.

Dios Padre - ¿Entonces?

Obispo - Gracias, Dios mío, Papá mío.

Marisa - ¿Ahora dices gracias porque nos ha dicho todo esto?

Obispo - ¿Te parece poco?

Marisa - Dios nos sonríe.

Nuestra Señora - Yo, la Madre de la Eucaristía, San José y todos los ángeles y Santos del Paraíso, estamos aquí presente con vosotros. Pequeños hijos, no tenéis que tener miedo. Sí, conozco a los demonios, son enormes, son horribles, son malvados y pueden hacerte daño. Pero mientras tengas a Jesús, a mi, al Obispo y a las personas cercanas que rezan, serás ayudada, hijita.

Marisa - Yo estoy segura de que me ayudáis, pero no te olvides de que soy muy miedosa. Yo no puedo olvidar aquel tremendo día, aquel fuego horrible, como no puedo olvidar que me han hecho comer veneno. Ahora tengo miedo, mucho miedo. Si tenéis que decirme, en algún momento, que tengo que comer, yo no comería porque tengo miedo de comer, tengo miedo de beber, tengo miedo de todo. Me gustaría, Señor y Virgencita, que me ayudaseis a soportar el sufrimiento, porque mi cuerpo está martirizado por todas partes y yo ya no tengo fuerzas para soportar todo este sufrimiento. He hecho una pregunta a Dios y espero su respuesta. Yo haré lo que Él decida, pero vivir es duro para mi, muy duro. Ahora deseo saber si tía Ana está en el Paraíso con la abuela y con mi madre.

Nuestra Señora - Marisella, la tía Ana está en el Paraíso desde hace años. ¿Te acuerdas cuando la llamabas la Virgencita? Has hablado a menudo con ella. Claro que aquí arriba en el Paraíso, la que reina es la Abuela Yolanda, pero también está la tía Ana, de la que hoy es su onomástica, porque es la fiesta de Santa Ana y de San Joaquín, mis padres.

Marisa - Por lo tanto, mamá, además de su madre, mi abuela, tiene también a su hermana.

Nuestra Señora - La tía Ana subió al Paraíso antes que la Abuela Yolanda, hace ya cuarenta y ocho años que ha muerto, tesoro.

Marisa - ¿Le dirás a Dios que me dé la respuesta que espero con tanta ansia? No me preocupa que sea sí o no, mientras tenga la respuesta ya que haré la voluntad de Dios. De todos formas, ¿cuánto me queda por vivir? Si queréis podéis darme un poco de alegría en el tiempo que me queda por vivir.

Oye, Jesús, ¿Dios se ha ido a dormir? ¿No viene a ver a Su Excelencia?.

Jesús - No exageremos ahora, nosotros no dormimos, nosotros cantamos, oramos, estamos todos unidos en el amor, en la caridad, en la oración, junto a Dios. Cuando tu veas una flor hermosísima, es Dios, cuando veas una estrella brillantísima, como hace pocos días, es Dios. Mientras vivas en la Tierra verás a Dios bajo la forma de una flor o de una estrella, después cuando vengas al Paraíso, verás a Dios tal como es, y entonces tendrás una gran y hermosa alegría.

Ánimo, Marisella, sé fuerte y acepta este sufrimiento tan grande, estás martirizada en todo el cuerpo, tu eres Mártir de la Eucaristía.

Marisa - Está bien, después se lo pregunto a mi hermano Obispo, porque yo no me acuerdo nunca de las cosas.

Jesús - Está bien, ahora continuad haciendo el homenaje a María, y después tendrás que tomar aquellas medicinas para dormir.

Marisa - ¿Me dejaréis dormir un poco?

Jesús - No toda la noche, naturalmente, dormirás un poquito.

Marisa - Gracias.

Obispo - Jesús, ¿podemos velar nosotros a turnos y dejas que repose Marisella?

Jesús - Los otros no, porque trabajan mucho desde la mañana a la noche.

Obispo - Velaré yo.

Jesús - Tu no, porque tienes que atender a muchas obligaciones, tienes que ayudar a tu hermana, tienes que escribir y hacer tu trabajo. Marisella velará por todos. Estad contentos y obedeced todos.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - También está tía Ana. Adiós, adiós a todos, saludad a Dios de mi parte.

Villetta Barrea (AQ), 27 julio 2006 - h. 9:27 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Heme aquí, Marisella. Soy la Madre de la Eucaristía, y estoy en compañía de la Abuela Yolanda. Dios dará la respuesta, y se la dará al Obispo, pero no sé cuando. La única cosa que sale de mi es el consejo de que comas las judías que tu misma puedes condimentar.

Marisa - No conozco las judías.

Obispo - ¿Puedes comer judías?

Marisa - ¿Las conozco?

Obispo - Son las que tu has dicho que condimentarías. ¿Puede comerlas?

Nuestra Señora - Sí, esta noche.

Obispo - ¿Eres tú, Virgencita o algún otro?

Marisa - Es Nuestra Señora. ¿Qué quieres decir?

Obispo - ¿Es la Madre de la Eucaristía?

Marisa - Es Nuestra Señora. Sí, es muy hermosa, también es hermosa mi madre.

Nuestra Señora - Esta noche y cada día, según como te encuentres, te diremos qué comer. Si tienes este horrible dolor de estómago de hoy, tomarás sólo la Eucaristía, de lo contrario, comerás un poco. Esta noche come dos judías.

Marisa - Pero a mi no me gustan.

Nuestra Señora - Condiméntalas como has dicho y ya verás como te gustarán, si el Obispo lo permite.

Obispo - ¡Oh sí, sí, sí!

Marisa - ¡Qué tiene que ver el Obispo!, es Dios el que decide.

Nuestra Señora - No, tesoro, este consejo sale de la Madre. Soy yo, la Madre de la Eucaristía, la que te digo que comas por la noche las judías verdes. ¿Sabes porque te lo digo? Porque no te gustan. Tú cómelas y haz el florilegio

Marisa - ¡Pero qué lista! Espera, Don Claudio, ¿sabes qué ha dicho?

Obispo - Lo he oído. Pregúntale porque has tenido tanta hambre hoy, a pesar de haber tomado varias veces la Eucaristía.

Marisa - ¿Por qué he tenido tanta hambre hoy a pesar de haber tomado la Eucaristía?

Nuestra Señora - Dios lo ha permitido. Cuando llegan situaciones particulares o grandes, es Dios, sólo Él, el que decide y tu has sido muy valiente, porque has tenido fe hasta el final, has aceptado hacer la voluntad de Dios, has obedecido a Dios hasta el final. Comer las judías verdes para ti es un sacrificio, por lo tanto come las judías cuando puedas.

Marisa - Pero ¿por qué?

Nuestra Señora - Es un sacrificio porque no te gustan, es un florilegio porque no te gustan.

Obispo - Basta con que no te hagan daño.

Marisa - No entiendo nada.

Nuestra Señora - No te preocupes, el Obispo ha comprendido perfectamente.

Marisa - Oye, pero ¿dado que no me gustan, no me harán daño?.

Nuestra Señora - No, si te digo que las comas. Tienes que hacer el florilegio, la mortificación y el sacrificio. ¿No te gustan? Te las comes. ¿Te gustaría un alimento sabroso, aquél sobre el que hemos hablado hoy? No te lo comes. Compréndeme, come unas poquitas judías y en conjunto haces un sacrificio, un florilegio y una mortificación que delante de Dios tiene un valor enorme. Después está la Eucaristía, tesoro. No te preocupes si sufrieras de hambre, porque Dios me dirá lo que tienes que hacer, yo obedeceré a Dios y tu me obedecerás a mi. ¿Estás contenta?

Marisa - Sí, sí. Estoy contenta, basta que no me hagan daño, pero por comer dos judías tengo que hacer el florilegio, la mortificación y si están mal condimentadas se redobla el florilegio.

Nuestra Señora - No, las condimentas tu sola, como has hecho otras veces.

Marisa - Dime la verdad, ¿verdaderamente las puedo comer? Porque yo sufro, pero no quiero desobedecer a Dios, por favor, he obedecido siempre a Dios, no quiero desobedecer. ¿Puedo comerlas verdaderamente?

Nuestra Señora - Marisella, soy tu Madre, ¿no pensarás que te digo una cosa por otra?

Marisa - No, pero en estos últimos tiempos ha habido tal lío de palabras, que no he comprendido nada. ¿Está bien lo que le he dicho?

Obispo - Sí, valiente.

Marisa - ¿Valiente? Tú eres valiente.

Obispo - No, tú eres valiente.

Marisa - Si yo soy valiente, tu eres … (se refiere a Nuestra Señora)

Obispo - Ella es muy valiente.

Marisa - Tu eres bravísima.

Obispo - A una madre se le puede decir todo.

Marisa - Estaba pensando que ayer ella se había reído mucho.

Obispo - Hoy en cambio hemos reído menos.

Marisa - Sí.

Obispo - Yo había comprendido que Dios te había permitido tener el dolor de estómago, te lo he dicho.

Marisa - Don Claudio, ¿estarás conmigo cuando coma?

Nuestra Señora - Si está el Obispo contigo, Marisella, ¿quieres que esté también yo? Si te como las judías ¿tú que comerás?

Marisa - No me comas aquellas dos judías que me dan. Sí, está bien, te doy las gracias, Virgencita, sé que no merezco nada, pero no quiero desobedecer a Dios de ninguna manera.

Nuestra Señora - Entonces oremos junto a Dios Omnipotente, Padre nuestro…

Marisa - Virgencita, haz que el Obispo esté bien, también Marcos, Clara y Marisella. Adiós, gracias, gracias, gracias. Lo bueno es que a mi las judías no me gustan.

Obispo - ¿Cómo va el estómago?

Marisa - Bien.

Obispo - Estoy contento.

Marisa - Ha pasado el dolor.

Villetta Barrea (AQ), 29 julio 2006 - h. 0:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Dios Espíritu Santo, deseamos que nos digas algo: que nos amas, que nos quieres, que nos ayudas. Te necesitamos. Mi querido Obispo pide siempre el don de lenguas. ¿Le podrías dar este don? No necesita el don de todas las lenguas, basta con que le des el don de hablar el francés, el inglés, el alemán, el portugués, el español, el árabe y el ruso.

Dios Espíritu Santo - Marisella, me los estás pidiendo todos.

Marisa - Lo pido para él, porque no es capaz de hablar con todas las personas extranjeras, él no puede hablarles y escucharles, porque no conoce su lengua. ¿Me prometes, Dios Espíritu Santo, que le darás este don? A mí quítamelo todo, de todos modos no me quejo, porque no tengo nada y dáselo al Obispo, que tanto lo necesita. También tiene necesidad de personas que le ayuden, que lo quieran, que lo respeten. Mándanos a alguien, como tiene que ser, te lo ruego. Espíritu Santo, Espíritu de amor, ilumina mi mente, inflama mi corazón, ayúdanos a nosotros y a todas las personas que te invocan, porque Te necesitan. Yo no pido nada para mí, sólo pido el don de lenguas para mi Obispo. ¿Cuándo llegará este don de lenguas?.

Dios Espíritu Santo - Cuando Dios lo diga, Dios sabe.

Marisa - Aún tiene que decir cuando.

Dios Espíritu Santo - Tenéis que comprender que Dios hace todo lo que quiere, como quiere y cuando quiere, no tenéis que ser vosotros los que decidáis.

Marisa - Pero podemos pedir.

Dios Espíritu Santo - Sí, podéis pedir todo lo que queráis. ¿Has visto, Marisella, como hoy Dios te ha escuchado?

Marisa - Sí, de hecho, no me lo esperaba, porque no soy buena. Tengo que decir lo que pienso, no puedo callar.

Dios Espíritu Santo - Es necesario ser así: decir lo que uno piensa, decir siempre la verdad. Excelencia queridísima, prepárate, y cuando Dios quiera, te dará lo que pides, pero sólo cuando Él lo decida. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Descienda sobre vosotros la bendición del Espíritu Santo y de María, Madre de la Eucaristía. ¡Cuidado! Hay personas que dicen: "En el nombre del Padre, de la Madre, del Hijo y del Espíritu Santo". Es una blasfemia, es una herejía gravísima. Las personas son tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo; Nuestra Señora es la Madre de todos, pero es una criatura.

Marisa - Nosotros no hemos utilizado nunca esta fórmula, no la había pensado nunca.

Está bien, adiós.

Dios Espíritu Santo - El Espíritu Santo descienda sobre vosotros. Adiós, Marisella.

Marisa - Es la primera vez que el Espíritu Santo me llama Marisella, no lo había oído nunca antes.

Obispo - ¿Pero te das cuenta? Nosotros lo llamamos y Dios viene.

Villetta Barrea (AQ), 29 julio 2006 - h. 9:35 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Somos tres Miriam: Nuestra Señora, Marisella y la pequeña.

He venido para bendecir a la pequeña Miriam. La había bendecido ya en el hospital cuando acababa de nacer y tu estabas conmigo, Marisella, también allí estábamos tres Miriam.

Bendigo a los padres; os lo ruego, no la viciéis, no la miméis demasiado y procurad que pueda crecer santa

Marisa - Miriam ahora está viendo a la Virgencita y ríe. La Virgencita te mira, tesoro. Mira, te sonríe.

Bendícenos a todos y ayúdanos a soportar estos largos y duros sufrimientos, ayuda sobre todo al Obispo que ya no puede vivir de este modo; yo no lo puedo ayudar más que así.

Dios me había prometido ayudarme e impedir que los demonios nos atormentaran. No los dejes venir más, ¡te lo ruego! Hemos sufrido muchísimo. Haz que no vengan más y danos un poco de paz, de tranquilidad, de serenidad. Ayuda también a la pequeña Clara que ha estado a nuestro lado y ha sufrido mucho con nosotros, pero sobre todo ayuda al Obispo.

Nuestra Señora - Y a los jóvenes, la Madre recomienda al Obispo...

Marisa - ¡Tu eres Dios!

Dios Padre - Sí, me reconoces porque has visto la estrella. Marisella, tienes un tesoro de niña en los brazos, y es gracias a ti, el que esta niña esté ahora en medio de vosotros.

Te lo prometo, y Dios no miente, que los demonios no vendrán más a torturarte, no vendrán más, hija mía. Has sufrido demasiado. Toma la Eucaristía y come algo que te guste comer.

Excelencia, los demonios no vendrás más porque yo los aplastaré uno a uno.

Obispo - Gracias, Dios mío.

Marisa - Gracias, Dios. ¿Ves esta niña? Es también mía.

Dios Padre - Es sobretodo tuya, Marisella, porque ha nacido gracias a tus sufrimientos.

Marisa - Te doy las gracias, ahora querría Tu bendición.

Dios Padre - Levántate, pues, Excelencia.

Marisa - Querría Tu bendición para esta niña.

Dios Padre - Yo, Dios Padre, te bendigo, pequeña Miriam, junto a tus padres y a Marisella. Crece hermosa, buena, fuerte y valiente. Os bendigo a todos.

Yo, Dios Omnipotente, a vuestros ojos he sido demasiado severo y demasiado duro, pero he hecho lo que tenía que hacer. Ahora la situación cambiará, aquellos demonios no vendrán más y vosotros seréis felices. Pero, Marisella, tu sabes que no puedo quitarte los dolores. El sufrimiento es tu misión.

Marisa - Sí, está bien, no me importan los dolores, estoy contenta de esta intervención Tuya. Tengo una gran alegría. Gracias. Estoy contenta sobretodo por Su Excelencia. ¿Le quieres? Le has dicho que te llame Papá y luego lo haces sufrir.

Dios Padre - No ocurrirá nada más. El cielo se está ensanchando para vuestra alegría y felicidad. Habrá todavía sufrimientos y dificultades, porque forman parte de la naturaleza humana y es humano que ocurran, pero lo importante es que aquellos horribles monstruos no vengan más, porque Yo los abatiré uno a uno come he empezado esta tarde.

Marisa - Perdona, Dios, ¿puedo sentarme porque ya no puedo estar más de pie?

¡Mira, como te mira!

Gracias, Dios, gracias por esta alegría que nos has dado. Nos has dado un mensaje no muy largo, pero grandísimo para nosotros. Excelencia, ¿estás contento?

Obispo - Estoy contentísimo.

(Los presentes canta el Aleluya)

Marisa - ¿Ya no está Dios?

Nuestra Señora - No, Marisella, estamos tu Madre y la Abuela Yolanda. Cuando tengas hambre y la Eucaristía no te llene, toma alguna cosa, pero tienes que oírme y verme para comer.

Marisa - Gracias, Virgencita, quizás no merezco esta alegría. De todos modos, gracias.

Nuestra Señora - Os bendigo a todos. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, mis queridos jóvenes. Bendigo al Obispo y el Obispo naturalmente bendice a la Madre y a su hermana.

Abuela Yolanda - Adiós, Excelencia, soy la Abuela Yolanda. Rezo mucho por ti y por Marisella, y también por la pequeña Miriam.

Nuestra Señora - Y yo, la Madre de la Eucaristía, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Obispo - Marisa, ¿has entendido que los demonios ya no vendrán más? Y no será necesario bendecir cada vez lo que comas y lo que bebas.

Marisa - No me esperaba que nos dijese esto.

Obispo - Les hemos arrancado la gracia. No podíamos vivir así

Villetta Barrea (AQ), 30 julio 2006 - h. 1:10 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Virgencita, también está Miriam. Está agitada, la estoy acunando. Tiene hambre, ¿también el Niño Jesús tenía siempre hambre?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os doy las gracias por vuestra presencia y por lo que habéis hecho por mis dos ángeles. Todo es hermoso para quien actúa con amor y vosotros lo habéis hecho todo con amor y sacrificio. Mis queridos hijos, pequeños apostolitos, también vosotros ahora ya sois bastante grandes. La Madre os ama y Dios ha querido concederos las gracias, especialmente a ti, Marisella. Dios vendrá también hoy para hablaros, para deciros algo que queréis saber, entender, aunque entender a Dios no es fácil. Lo que os tengo que decir es que estoy contenta de como os habéis comportado.

Marisa - ¡Mira a Dios! Hoy veo una hermosa flor toda iluminada y allí estás Tú. Yo no te veo, Te veré cuando llegará el momento en el que me llevarás arriba, si lo merezco, porque si no me vuelvo buena, es difícil subir contigo. Hoy has venido con una hermosa flor. Deseo hacerte una pregunta, pero no sé si te la haré bien. Tu has dicho que los demonios han sido pisoteados o has empezado a pisotearlos, a abatirlos. Querríamos saber si todos los demonios del mundo serán abatidos, pisoteados o sólo los que han luchado contra nosotros para hacernos daño.

Dios Padre - Marisella, no todos serán abatidos, por el momento, pero poco a poco se llegará también a esto. Por ahora contentaros con que hayan sido abatidos los que os han molestado. Ahora estás tranquila, hoy pareces una persona feliz y contenta porque no tienes miedo.

Marisa - No tengo miedo y después, desde que vienes Tú a menudo yo soy feliz y no tengo miedo. Esta ayuda dásela también al Obispo, hazlo feliz, tiene necesidad. Perdona si me permito, pero Tú ¿no podrías mandar a alguien que nos quiera para ayudarnos?

Dios Padre - Soy Yo el que manda, Yo el que decide, Yo el que obra y vosotros tenéis que estar en silencio. Si Yo digo al Obispo: "Hoy te llevo al Paraíso conmigo" él solamente tiene que aceptar.

Marisa - Espera un momento, no corras tanto, todavía es pronto, él primero tiene que arreglar la situación de la Iglesia. Hasta que me llames a mi...

Dios Padre - ¿Ves, Marisella, como te has vuelto sencilla incluso con tu Dios que no ves?

Marisa - Sí, pero aquella flor es maravillosa y aquellas luces que iluminan todo el entorno son hermosísimas.

Dios Padre - Por tanto, ánimo, hijitos, no os desaniméis tanto, sed felices y dad un poco de alegría a estos dos hijitos y Yo, Dios, os la daré a vosotros porque os quiero llevar a todos al Paraíso.

Marisa - ¿Y Miriam?

Dios Padre - Estás apegada a Miriam.

Marisa - Sí. Quería...

Dios Padre - Ella se queda en la Tierra con sus padres, tu irás a verla, la ayudarás, ayudarás a la pequeña y luego cuando sea la hora, porque llega para todos, subirá conmigo.

Marisa - Ella quiere cantar, pero no tiene voz.

Dios Padre - Está bien, hijitos, participad a la S. Misa, pensad que allí está Jesús. Comulgad, vivid todos en gracia. Cantad, pero ¡tenéis que cantar bien!. Clara, tenéis que cantar bien.

Villetta Barrea (AQ), 31 julio 2006 - h. 0:50 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Habéis vivido tres años llenos de sufrimiento. Marisella ha estado muchas veces cerca de la muerte y ahora se resiente de todo esto. El cansancio es grande, la debilidad es mucha, yo estoy a su lado también por la noche cuando duerme. Esta noche ha acusado mucha debilidad, porque ella, pobrecita, se resiente de todo, pero no tenéis que preocuparos de esto.

Obispo - ¿La dejarás dormir esta noche?

Nuestra Señora - Si estoy a su lado es para hacerla dormir. Os lo repito, no tenéis que preocuparos porque ha llegado el momento en que se resiente de todo lo que ha pasado. No ha sufrido sólo para sí misma, sino también para vosotros, especialmente para ti, Don Claudio, Excelencia Reverendísima.

Obispo - Lo sé.

Nuestra Señora - Ha sufrido a causa de aquellas personas que conoces. No tenéis que preocuparos, porque éstas son...

Obispo - Insensibles.

Nuestra Señora - En este momento estas personas la están trastornando, aunque a veces hace ver que no es nada, sufre muchísimo.

Hijos míos, estoy a vuestro lado. Buenas noches a todos.

Marisa - Excelencia, no te tienes que preocupar, porque si te preocupas no me dejas vivir.

Obispo - ¿Estás más tranquila ahora, Marisa?

Marisa - Sí, aunque noto como si me tuviera que deslizar dentro de una fosa.

Villetta Barrea (AQ), 5 agosto 2006 - h. 10:55 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijitos, es hora de aumentar la oración, para que termine la guerra y triunfe la paz. Orad por todos los que sufren, que mueren por culpa de tantos malvados. Rezad por mis dos hijitos, yo siempre estoy a su lado, en cualquier momento, aunque ellos digan que no lo advierten. Yo soy la Madre de la Eucaristía y amo a todos mis hijos, pequeños y grandes. Tratad de comprender lo difícil que es mi cometido.

Cuando el cielo se nubla, se pone feo y amenazante, enseguida os preocupáis de taparos y de ir a casa. Cuando luego despunta el sol, vuestros corazones exultan. El sol es Cristo, la luna soy yo, la Virgencita. ¿Es muy difícil estar en contacto con Jesús y con Nuestra Señora cada día? Si llueve, si hay sol, si hace frío tenéis que estar siempre en contacto con todos. Os ruego que recéis por aquellas personas que están en Roma y que por el calor han sufrido y sufren todavía, por aquellas personas que van a nuestra Basílica a rezar por vosotros. Vosotros rezad por ellas.

Cuando vayamos al Jordán, todo será bonito, habrá sol, una luz hermosísima y nuestro Jesús hablará con el Obispo para ayudarlo a llevar adelante este duro camino. Tu, Marisella, sabes lo que te espera, así pues te invito a orar por el Obispo y a sufrir por él, como haces siempre.

Marisa - Espero que no hayas olvidado que rezo por él, he dado la vida por mi Obispo. Si llega donde Dios quiere, es gracias a todos los que han rezado por él.

Nuestra Señora - Niños, Sara y Emmanuel, tenéis que ser buenos, juiciosos, tenéis que comer, hablar, escribir, jugar, lo podéis hacer todo, pero tenéis que obedecer sobre todo a papá y a mamá. Mis queridos hijos, yo me retiro y voy ante Dios Padre y mañana estaré de nuevo con vosotros.

Esta noche, Marisella, probablemente dormirás poco porque tengo que decirte algunos de los nombres de aquellos que llevarás contigo al Paraíso.

Marisa - ¿Están también ellos?

Nuestra Señora - Sí.

Marisa - ¡Dios mío! ¿Se lo puedo decir al Obispo?

Nuestra Señora - Después.

Marisa - Está bien. Yo continuaré rezando por todos aquellos. ¿Cuántos son los que tienen que venir conmigo al Paraíso?

Nuestra Señora - En total serán mas de 3000. ¿Estás contenta de esto?

Marisa - Claro que estoy contenta, pero lo que me has dicho ahora me hace aún más contenta. Yo querría que todos los hombres fuesen al Paraíso con Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, y para cantar juntos alabanzas a Dios, rezar a Dios, recitar los salmos, permanecer unidos a Él.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo os bendigo, bendigo a Emmanuel y a Sara. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 6 agosto 2006 - h. 12:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Dios Padre me ha mandado hoy a vosotros para deciros que la columna de las personas que tiene que subir al Paraíso poco a poco camina, las personas ya no están quietas. El mérito de esto Dios os lo da a vosotros, es un don grande que os hace. Tendríais que ser felices sabiendo que vuestros seres queridos subirán al Paraíso. Por esto os digo: rezad, rezad por vuestros muertos, para que también ellos suban al Paraíso. Se ha formado una corona de flores muy hermosa. A la cabeza de esta corona está la Virgencita, san José, Abuela Yolanda que van paso tras paso para llegar hasta a lo alto del Paraíso. Recordad: conquistar el Paraíso no significa estar siempre en oración, o ir a los santuarios a rezar. El Paraíso se conquista con el amor, la obediencia, la caridad. Todos tenéis que ser una sola cosa, os tenéis que amar. Entre las personas que están yendo al Paraíso, queda todavía mucho camino, algunas no han ido nunca a la iglesia, han rezado poco, pero han sabido amar. No sirve, os repito, estar con las manos juntas orando, sirve sobre todo amar a todos, incluso a los que hacen sufrir. Yo espero aquel día en el que vuestra hermana subirá al Paraíso llevándose detrás de ella todas estas almas que son más de 3000: hay niños que tienen uso de razón, adultos, sacerdotes, obispos, cardenales, todos subirán poco a poco hacia Dios. El que ve a Dios vive una gran alegría y felicidad. Ver a Dios no es posibles para vosotros en este momento, pero cuando subáis al Paraíso lo veréis tal como es Él. Dios nos ha hecho hijos suyos y nos ha amado como a hijos.

No me queda más que deciros: rezad y no os desaniméis, porque en aquel momento el demonio os tienta. Si os desanimáis y estáis hundidos el demonio se precipita hacia vosotros y os hace pecar. Tenéis que ser fuertes porque tenéis que vencer al demonio. ¿Cómo se vence al demonio? Con la oración, con el amor, con el amarse unos a otros. El demonio huye especialmente cuando tenéis la Eucaristía. Recibid la Eucaristía todos los días, no la dejéis nunca, a menos que haya motivos importantes por los que no podáis ir a la iglesia. De lo contrario corred, Comulgad, recibid a Jesús en vuestro corazón y veréis que el demonio no podrá haceros nada. Incluso cuando estáis hundidos y os derrumbáis, uníos a Jesús Eucaristía y seguid adelante. Ved cuanta miseria hay alrededor: la guerra, las personas que matan. Tenéis que tratar de rezar para impedir que el demonio extermine a las almas y hacer que el mundo se vuelva como Dios lo ha creado. Dios no ha creado el mundo para haceros sufrir, sino porque os ha amado. Vosotros hombres no habéis comprendido todo esto y continuáis sin rezar y os angustiáis. Haced penitencia, haced pequeños florilegios, haced rezar a vuestros niños y veréis como todo va bien.

Gracias de todo corazón a los que cooperan en esta campaña para salvar a las almas.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 13 agosto 2006 - h. 1:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Solo si recibís a Jesús cada día, podéis ir al Paraíso. Sin Jesús Eucaristía, no podéis ir al Paraíso. He venido solamente para saludaros. El que viene después de mi, tiene mucho que deciros.

Dios Padre - Yo soy Dios. He venido a diario durante un tiempo y hoy, después de algunos días, vuelvo de nuevo a vosotros para daros las gracias por todo lo que estáis haciendo: los florilegios y la penitencia que, como ha sugerido vuestro Obispo, habéis hecho por la paz, para ayudar a Marisella y para tantas personas que tienen necesidad. Continuad, porque los hombres formulan siempre muchas palabras, pero la paz no llega de modo definitivo. Hoy hay paz, mañana no se sabe. Vosotros que os vais y dejáis este lugar, rezad y haced penitencia, quizás un poco más fácil.

Marisa - Han escogido comer hígado, no se lo he dicho yo.

Dios Padre - Haced lo que podáis, pero rezad por la paz en el mundo. Yo, Dios, estaré a vuestro lado, cerca de vosotros y os ayudaré, como ayudaré también a los que están lejos de vacaciones. Será para Mi una gran alegría veros recibir a Jesús Eucaristía; así un día podréis subir al Paraíso. ¿Sabéis cuántas personas suben al Paraíso con Marisella? Hasta hoy ¡son 3.540! y la mayor parte de sus nombres no han sido escritos. Pobre Marisella, acordarse de todos los nombres es difícil, entonces cada tanto vengo Yo y le digo los nombres que tiene que escribir junto al Obispo. Hoy añadid a Lauro, Giacomo, Luca, son todas personas santas y por otra parte a Máximo, Antonello, Juan y muchos otros. Con el nombre de Yolanda sólo está tu madre. ¿Habrá otra Yolanda? Quien sabe. Esto os tiene que dar alegría. Pensad en cuando también vosotros haréis un cordón de flores y subiréis al Paraíso, donde encontraréis mucha alegría, mucho amor y mucha caridad.

Y luego vendrán otros, otros muchos y al final vendrán también los hijos.

Marisa - Dios, ¿por qué se ríe mamá?

Dios Padre - Porque está pensando en todas las almas que vendrán al Paraíso contigo, atadas una a una con las flores. ¿Cuántas almas tenemos que salvar aún, Marisella?

Marisa - Las salvamos a todas. ¡Estás Tú!

Dios Padre - Sí, Yo quiero salvarlas a todas. Te he hecho sufrir mucho para salvar a las almas, para salvar a la Iglesia, para el nuevo Papa, y tu sabes a quien me refiero. Hay tantas cosas aún por hacer.

Marisa - Oye, Dios, hablemos de hombre a mujer. ¿Se puede decir así?

Obispo - De creador a criatura.

Marisa - De creador a criatura. Si tengo que esperar todo lo que tienes que hacer ¡yo ya no me muero! Tenía que morir en marzo y después en junio, hemos llegado a agosto y estoy todavía viva. ¿Cuándo me llevarás? Si no me llevas, ¿cómo lo hago para estirar la cuerda de todas aquellas almas?

Dios Padre - Ánimo, Marisella, sé que bromeas.

Marisa - No, no, no, no bromeo en absoluto. Te hablo de creador a criatura. ¿Has oído como ha dicho el Obispo? ¿Cuándo iré arriba? ¿Cuándo llevaré a todos los otros al Paraíso? No has tenido palabra, mi querido Dios. Yo te quiero y te amo, pero no puedo callar lo que pienso, porque eres Dios. (Marisa se dirige al Obispo) Dime si me equivoco.

Obispo - No, es la hija que habla al Padre.

Marisa - Soy la hija que habla al Padre. Tratemos de apresurarnos, haz que, al llegar a Roma, todo se termine, todo se acabe, de lo contrario voy a comprar un ataúd y me meto dentro. Todos se ríen allí arriba, también mamá se ríe.

Dios Padre - Ánimo, hijita mía, estoy a tu lado, te quiero como te quieren todas las personas del Paraíso, especialmente tu esposo Jesús, la Madre de la Eucaristía, San José, la Abuela Yolanda, tía Ana y la abuela Esperanza.

Ánimo, ten fe y fuerza. Adiós, Marisella.

Nuestra Señora - Dios se ha ido y ha comunicado buenas noticias a vuestra hermana. Yo, junto a vuestro santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados y a todas aquellas personas que están atadas una a la otra con una flor para subir al Paraíso. Os traigo a todos conmigo y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 14 agosto 2006 - h. 2:40 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Estoy escuchando lo que decís.

Nuestra Señora - Te doy las gracias por todos los florilegios y sacrificios que has hecho, por el amor que demuestras hacia las personas: tu director espiritual, Monseñor Claudio Gatti, tus sobrinos, tus nietecitos y a las dos señoras que están aquí para ayudaros. No penséis más en lo que ha ocurrido. No os turbéis por aquel triste recuerdo.

Marisa - Sí, pero cuando como, siento todavía un sabor tan amargo. No se tiene que decir, pero siento repugnancia y no soy capaz de comer porque me noto la boca amarguísima. De todos modos os doy las gracias, sobretodo porque me habéis dejado dormir. Ahora quería haceros una pregunta, se la dirijo a Jesús, a mi Esposo: ya que no puedo comer, porque noto siempre el amargor de aquel día, ¿puedo comer judías verdes?

Jesús - Claro, para Nosotros es siempre ensalada.

Marisa - Ayer me dijiste que no.

Jesús - Queríamos ver hasta donde llega tu sacrificio. Has cumplido igualmente el sacrificio aunque no hayas comido la ensalada. Por tanto quédate tranquila, vive tranquila, de lo contrario no podremos ni siquiera decirte los nombres de las otras personas que subirán contigo al Paraíso. Sé feliz, hija mía, mañana es la fiesta de la Asunción de María. Celebrad una hermosa S. Misa, aunque seáis pocos. Rezad por las personas que están lejos y por las personas que os han proporcionado tanto dolor y tanto sufrimiento. En la comida estarás con ellos y comerás con ellos, esta noche te diré lo que podrás comer.

Ahora os bendigo a vosotros y a aquellos que están arriba, especialmente a los niños. Me gustaría que salierais a tomar el aire. Salid, tratad de hacer caminar a vuestra hermana porque las piernas ya no pueden más; probad siempre, de todos modos, a hacerla caminar.

Marisa - No son ellos los que no quieren probar, soy yo que no puedo caminar.

Jesús - Bueno, probadlo, primero un minuto, después otro minuto, después otro minuto, hasta llegar a los 5 minutos. Querido Monseñor, tienes que hacer el regalo a tu hermana

Obispo - ¿No vale aquel con las cartas?

Jesús - Quien sabe si llegará a tiempo. Tu, de todas formas, hazle un regalo personal.

Obispo - Lo hago de buena gana, ya lo sabes.

Marisa - No hay tiendas.

Obispo - No sé donde hacerlo.

Marisa - Tienes que estar tranquilo, porque no se gasta dinero. Tenemos que pagar esta casa, la otra casa y la casa de Roma. Oye, Jesús, quería preguntarte: ¿me quieres verdaderamente? ¿Por qué me hacéis sufrir tanto, tanto, tanto? Ya sé que son necesarios los sufrimientos para salvar a las almas, para que triunfe la paz, para el futuro Papa y para el renacimiento de la Iglesia, pero yo estoy muy cansada, mucho, pero no diré nunca que no, no me retiraré nunca, quédate tranquilo. Jesús, seré siempre tu dilecta esposa y Tú mi dilecto esposo. Gracias.

Jesús - Yo, Jesús, os bendigo y os traigo con alegría en mi Corazón. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 14 agosto 2006 - h. 11:30 p.m. (Carta de Dios)

San José - Cuando están presentes Dios Padre, Jesús y mi amada esposa, yo ¿qué os puedo decir? Sólo que os amo. Amaos todos. No puedo decir otra cosa, sino que os améis.

Nuestra Señora - Junto a mi amado esposo San José, bendigo a todos los presentes en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Villetta Barrea (AQ), 15 agosto 2006 - h. 12:45 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Estás vestida de fiesta!

Nuestra Señora - Como vosotros; hoy he hecho todo lo posible para estar hermosa

Marisa - Tienes un vestido bellísimo.

Nuestra Señora - Antes de subir al Cielo y después de habernos detenido en el Jordán, hemos ido a Getsemaní y allí hemos rezado. Ha sido conmovedor ver a los niños rezar con la cabeza hasta el suelo y recitar el Padre Nuestro y el Ave María en hebreo. Los niños no se han movido hasta que no hemos terminado de rezar; también nosotros estábamos con la cabeza inclinada en el suelo. Todos los ángeles nos circundaban y esperaban mi Asunción al Cielo. Después de un poco, he oído a mi Todo que me llamaba: "María, ven" y he sido de nuevo asunta al Cielo. Cuando morí, fui enseguida transfigurada y fui asunta en alma y cuerpo al Paraíso, donde he gozado muchísimo de ver a tantas personas queridas por mi, como hoy gozo al veros a vosotros, personas queridas por mi.

Ha sido muy hermoso cuando desde el Jordán hemos partido y hemos ido a rezar a Getsemaní, donde hemos visto a los niños con la cabeza hasta el suelo que, de rodillas, rezaban, rezaban, rezaban. Ahora no rezan, porque están jugando, pero en la S. Misa hacedlos venir; son pequeños, pero uno ha hecho la Primera Comunión y el otro, si quiere, puede seguir a su hermano. Hoy es una gran fiesta en el Paraíso y también vosotros tenéis que hacer una gran fiesta. Alguno me ha pedido un regalo para Marisella, ha dicho: "Yo le he hecho un regalo, ¿y tu?. Me has dicho que le haga un regalo y he ido a hacérselo. De vosotros quiero el regalo que la hagáis estar un poquito mejor". De hecho, hoy está mejor y ha descansado, aunque la enfermedad está y es grave, pero ella es capaz de superar incluso esto, haciendo también el payaso y la cómica.

Marisa - ¿Por qué me dices esto? A mi me gusta bromear y cuando estoy mal si me decaigo es peor. Sin embargo bromeo contigo, con Jesús y con los otros del Paraíso. Y con los de la Tierra no hablemos.

Nuestra Señora - Me gustaría que en este día de la fiesta de mi Asunción al Cielo, rezaseis más. Id a dar un paseo y cuando estéis en el coche recitad el S. Rosario despacio y con el corazón. Orad por todas las personas que se están preparando para subir al Paraíso con Marisella. Gozad de esta alegría.

Excelencia, ¿no estás contento de que todas estas almas vayan a gozar del Paraíso?

Obispo - Felicísimo.

Nuestra Señora - Hay muchos sacerdotes.

Obispo - Esta es una gran alegría.

Nuestra Señora - Hay también obispos y cardenales.

Obispo - ¿Cómo se llama el Obispo del Águila cuyo apellido no recuerdo?

Nuestra Señora - ¿Pretendes que te diga todos los apellidos de todos los obispos y sacerdotes?

Obispo - Es uno de los pocos que nos ha querido.

Nuestra Señora - Lo sé. Mira en tu cuaderno de apuntes, donde encontrarás su nombre. Cada día escribís el nombre de centenares de personas, tienes que estar contento.

Obispo - Lo estoy.

Nuestra Señora - Poco a poco. No se pueden escribir los nombres de 3.540 personas, todos juntos, es una fatiga enorme. ¿Te has dado cuenta de que a Marisella le duele la cabeza cuando te dice los nombres? Hacedlo poco a poco. Vosotros ayudadlos con la oración y si conocéis algún buen sacerdote muerto, alguna persona muerta decídselo a vuestro Obispo. Ahora te nombro a Ana, la abuela de Jacobo.

Marisa - Sí, la he conocido. ¿Viene conmigo?

Nuestra Señora - Claro.

Marisa - Cuando se lo diga a Franco estará muy feliz y se conmoverá. Ayúdanos a llevar a otras almas, es lógico, especialmente a nuestros parientes.

Nuestra Señora - Hoy me gustaría oír hablar al Obispo. ¿Tienes algo que decir a tu Madre?

Obispo - Antes que nada, te doy las gracias. Soy yo el que te ha dicho: "Yo le he hecho el regalo, ahora hacedlo vosotros", porque cuando Marisa está un poquito mejor yo revivo. Perdona la osadía, hago una comparación que no quiere ser irreverente. Me comporto como Dios cuando se manifiesta a Marisella bajo forma de flor: cuando dice noticias bonitas rebosa luz y alegría, cuando dice noticias feas se marchita. Yo hago lo mismo con Marisella: cuando está un poquito mejor reboso de alegría y cuando la veo sufrir me marchito; por tanto tengo algo en común con nuestro Papá.

Actualmente estoy gozando muchísimo, porque son enumerados los nombres de los parientes y sacerdotes conocidos que irán al Paraíso. Es una alegría enorme para mi, porque en el Paraíso nos haremos buena compañía. Ahora te pido: ten bajo tu manto a los sacerdotes que tendré que ordenar obispos y a los obispos y cardenales que me tendrán que ayudar. Dentro de un poco de tiempo empiezo a pensar en estos. Ahora estoy pensando en el futuro de la Iglesia y en mi futuro. Por un lado deseo que se apresure, para que el bien triunfe, por el otro tengo mucho miedo, pero luego pienso que estaréis tú, Marisella y la Abuela Yolanda que me ayudaréis y entonces me tranquilizo. De todos modos, gracias. Te pido que bendigas a todos los miembros de la comunidad que han estado a nuestro lado en los momentos dolorosos y te pido que pongas tu mano en especial sobre los niños. Hazlos crecer sanos espiritualmente y físicamente, aparta lejos de su alma el mal, para que sean verdaderamente los hijos de la Madre de la Eucaristía.

Gracias por haberme escuchado.

Nuestra Señora - Gracias a todos vosotros.

Junto a mi santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 20 agosto 2006 - h. 3:15 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, tu sufrimiento es grande porque las almas que hay que salvar son muchas. Mira cuántas almas llevas en tu haber cuando vayas con el Padre Celestre. ¿No estás contenta de esto?

Marisa - Sí, estoy contenta, pero ya no puedo más. Somos dos los que sufrimos, dos los que estamos reducidos a pedazos, porque no tenemos a nadie que nos ayude, que esté a nuestro lado. No tenemos a nadie, estamos sólo nosotros dos.

Nuestra Señora - Dos vosotros y cinco Nosotros, somos siete personas.

Marisa - Sí, pero vosotros estáis allá arriba y nosotros estamos aquí abajo; es terrible. El planeta Tierra me da mucho miedo, no quiero estar más en la Tierra. Te lo ruego, ayúdanos. Hoy he comido un poquito, haz que esté un poco mejor, que no tenga estos fuertes dolores que me hacen gritar y estar mal. Ayúdanos.

Nuestra Señora - Nosotros os ayudamos.

Marisa - Siempre dices eso, pero no sentimos la ayuda

Nuestra Señora - Nosotros os ayudamos, Marisella, pero más que eso no podemos hacer porque tu cometido es llevar al Paraíso muchas almas; por esto cada tanto viene el gran sufrimiento que te hace sufrir tanto, pero luego verás como todo será hermoso y gozarás junto a tu madre.

Marisa - Me gustaría que llevases conmigo al Paraíso también al Obispo. ¿Qué hace aquí? No hace otra cosa que sufrir, sufrir y sufrir. Hace un tiempo que sólo lo veo llorar, no es posible que un hombre que Dios ha ordenado Obispo, tenga que llorar siempre y sufrir. Yo no soy capaz de verlo tan oprimido. Trata de entenderme, Virgencita, te lo ruego, llévalo conmigo, llévanos a los dos juntos.

Nuestra Señora - Esta es una decisión que tiene que tomar Dio Padre. Marisa - Todo lo tiene que decidir Dios Padre, pero en definitiva, nosotros estamos cansados, muy cansados. Lo hemos dado todo a todos: a los hombres, a los sacerdotes y a la Iglesia; ahora basta, no podemos más. Nos tienes que ayudar, te lo ruego, nos tienes que ayudar.

Nuestra Señora - Claro que os tengo que ayudar, yo soy la Madre, pero tu cometido, Marisella, permanece.

Marisa - ¿Todavía? No me hagas sufrir como esta noche, te lo ruego. No puedo sufrir como esta noche. Te lo ruego, Virgencita, te lo ruego de todo corazón, llévanos, y si no nos quieres llevar a los dos, llévame a mi, y a él mándalo donde Dios quiere que vaya.

Nuestra Señora - Recuerda, Marisa, que convertirse en Papa significa vivir grandes sufrimientos y afrontar grandes sacrificios.

Marisa - Tú lo ayudarás. ¿Qué clase de Madre serías sino?

Nuestra Señora - Me gusta cuando hablas así. Ahora en nombre de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, y junto a mi santo Obispo os bendigo, os cubro con mi manto materno, os estrecho fuerte contra mi corazón, como estrecho contra mi corazón a la pequeña Miriam, y os llevo conmigo.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Adiós, mamá.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Estaba también mi madre.

Villetta Barrea (AQ), 20 agosto 2006 - h. 11:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por lo que habéis decidido hacer: renunciar al sueño para orar por Marisella. Si tenéis alguna dificultad, nos os preocupéis, id a la cama, pero si podéis hacer este sacrificio por vuestra hermana, hacedlo y Dios estará contento, como lo estaré yo. También la Abuela Yolanda estará contenta. No podéis imaginar lo grande que es mi amor cuando os veo tan cercanos el uno del otro y os ayudáis, cuando habláis de Jesús, de María, cuando vuestro Obispo empieza a hacer catequesis que, entre paréntesis, no termina nunca. A vosotros os gusta y estáis contentos, lo estamos también nosotros. Esta tarde no tenía que venir, pero Dios me ha dicho: "Ve, María, dulce Madre, ve con estos mis pequeños hijos, ayúdales, hazles comprender que estamos a su lado, aunque haya gran sufrimiento, porque la misión de Marisella es esta". Otras misiones que tenía le han sido quitadas, pero la de sufrir por los hombres, de hacer que los hombres se conviertan, es suya, y vosotros tenéis que ser felices.

Marisa - Quería decirte solamente que esta noche me dejes dormir un poquito, porque los dolores son fuertes y el cansancio es mucho. Si tu quieres, ve delante de Dios, te pones de rodillas delante de él; como hacía Jesús en Getsemaní, con la cabeza inclinada hasta el suelo y le dices: "Dios, Padre Omnipotente, ayuda a estos hijos míos, déjalos descansar", verás que no te dirá que no, porque Dios, a su manera nos ama; somos nosotros los que a veces no comprendemos su amor.

Nuestra Señora - Gracias, gracias porque estáis aquí reunidos. Han vuelto también dos ovejuelas, las otras están todavía dando vueltas, pero todos los jóvenes harán la penitencia de no dormir y rezar. Yo os doy las gracias y junto a mi Obispo santo y mártir os bendigo, a vuestros seres queridos, a los muchachos que están con vosotros y a todos los que están fuera y que tienen familia. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá, no hagas como esta noche, ven si te necesito; bichirrín, se lo digo a mi madre, no a la Virgen.

Villetta Barrea (AQ), 22 agosto 2006 - h. 8:15 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Yo soy la Reina del Cielo, pero no tengo corona y tu lo sabes. Mira a mi alrededor a todos los ángeles y a los Santos, mira a la Abuela Yolanda, qué recogida en oración está. Yo os amo como Madre y como Reina. No me esperabais porque hoy nosotras dos ya habíamos hablado.

Marisa - Sí, pero creía que lo habían oído también ellos, sin embargo no han oído nada.

Nuestra Señora - Hemos hablado de Su Excelencia, Monseñor Claudio, y hemos hablado bien de él. Dios está esperando la conversión de sus hijos, sobre todo de los sacerdotes. Esta prueba tan dura, que parece que no se acabará nunca, terminará porque el Obispo no puede vivir así y no puede luchar siempre contra los pastores indignos. Tenéis que estar a lado del Obispo en el sufrimiento, tenéis que rezar por él, no enfadaros por las pequeñeces. Dios quiere el amor y vosotros tenéis que amaros, mis queridos hijitos. Tenéis que amaros todos y si alguno no se comporta bien, no tiene que estar presente en mi aparición y en la manifestación de Dios. No tiene que participar en la S. Misa si no puede Comulgar. Si no comulgáis ¿qué venís a hacer a Misa? Orad por todos los pecadores. ¿Has visto, Marisella, cuántas almas vendrán al Paraíso contigo? Estoy contenta que entre ellos están los parientes de Monseñor Claudio y tus parientes: os lo merecéis. Cuando Dios lo decida, esta subida al Paraíso será una gran fiesta para todos y tu, hija mía, gozarás como gozará Su Excelencia porque es hora de que finalmente también vosotros tengáis una gran alegría. Orad a María Reina, orad, orad porque siendo reina, puedo tener la fuerza para ayudaros. Tratad de no llorar, no es llorando como se resuelven las situaciones, sino rezando.

Obispo - Pero yo rezo mucho.

Nuestra Señora - Y lloras mucho. Ánimo, Monseñor Claudio, hermano mío, hijo mío, ánimo. Mis queridos hijitos, estáis viviendo una prueba que ningún hombre en el mundo ha tenido nunca. Cuando decís: "Aquellos que son malos gozan y son felices, mientras que los buenos sufren siempre" es verdad, desde el punto de vista humano es así; pero Dios a vosotros os dará algo más grande, el Paraíso para la eternidad. ¿Cuánto podéis vivir aún? Después gozaréis en el Paraíso para siempre. Gracias por vuestra presencia.

Monseñor Claudio, te lo ruego, quiero verte sereno y brillante; sé que es difícil, pero puedes conseguirlo. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Lamento, Marisella, que tengas tanto sufrimiento y que los hombres no sean capaces de comprenderlo, pero veo que estás serena y vives con alegría. Te doy las gracias por esto.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, Reina, hermosa, sin corona, ¿te quedas con nosotros también durante la S. Misa? ¿Estarás al lado del Obispo?

Nuestra Señora - Sí, como siempre, y traeré también a la Abuela Yolanda y a San José.

Marisa - Estate a su lado, estréchalo, estechélo junto a ti.

Marisa - Después, durante la S. Misa, vendrán también San José y la Abuela Yolanda.

Obispo - Sí, esta vez lo he oído, lo han oído todos. Esperemos que llegue pronto el momento de la alegría; Dios la está preparando.

Marisa - Eso ha dicho.

Villetta Barrea (AQ), 22 agosto 2006 - h. 11:52 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Es tan difícil soportar los sufrimientos y las adversidades, Dios mío, Padre Omnipotente, Creador de todas las criaturas. Tu que nos has amado hasta darnos a tu Hijo, ayúdame, te lo ruego, hazme estar un poquito mejor. ¿No ves que la Madre llora? Lo tienes que hacer sobre todo por Monseñor, no puede pasar la noche en blanco para asistirme, porque estoy llena de dolores. Yo Te lo he pedido, no Te obligo. Si quieres, ayúdame, necesito Tu ayuda, si no puedes ayudarme porque tus planes son otros, que se haga Tu voluntad.

Dios, ten piedad de mi si no soy capaz de sufrir como Tu quieres, perdóname si alguna vez Te llamo como si fueras mi hermano. Ten piedad de mi, Dios, ten piedad de mi. Perdóname, Dios, perdona mi franqueza al hablarTe. Haz que cesen un poquito los dolores, poco, poco, no pido mucho. Te pido sólo descansar, dormir, tengo necesidad de dormir. ¿Ves cómo tampoco durante el día soy capaz de hacer nada y termino por dormirme a cualquier hora? Dios Padre ayúdame y ayúdanos: no podemos más. Te hemos dicho siempre que sí y continuaremos diciéndoTelo, pero nos tienes que ayudar, como tantas veces has prometido.

Dios Padre - Yo soy Dios. Cuando ha llegado el momento de ayudaros he estado siempre presente. A veces estaban presentes personas que no merecían estar presentes en mi presencia, entonces Yo me he retirado y he mandado a la Madre: ella ha hablado en mi nombre. Marisella, dulce criatura del Cielo, sé fuerte. Monseñor Claudio, hijo mío, sé fuerte. Os ayudaré, como he hecho siempre, aunque vosotros penséis lo contrario, pero vuestro camino es duro y espinoso. ¿Recuerdas, Claudio? Arrastraremos estas pobres y míseras carnes, sin que la boca pronuncie una palabra amarga de rebelión. ¿Recuerdas, hijo Claudio?

Obispo - Lo recuerdo.

Marisa - Sí, Dios, pero ayúdanos.

Dios Padre - Os doy mi santa bendición. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, Dios, gracias. Haznos estar un poquito mejor, Te lo ruego, porque yo no puedo vivir así.

Dios Padre - ¿Todavía me desafías, todavía no tienes confianza en mi?. Yo estoy siempre dispuesto a ayudaros, son los hombres los que me echan.

Marisa - Yo no.

Dios Padre - ¡Oh no, hija mía, pequeña Marisella! Tu has sufrido siempre, desde el nacimiento, no eres tu la que me echa. Adiós, pequeña. Un beso también a mi pequeño gran Obispo ordenado por Mi. Los hombres que hablan mal de él, que no creen que Yo lo he ordenado Obispo, irán al infierno.

Yo soy el amo del Cielo y de Tierra, y puedo hacer lo que quiera. ¡Ay de aquél que se ha permitido hablar mal y calumniar a mi Obispo!. Ha dicho bien tu hermana, Claudio: "En la Tierra podemos vivir hasta cien años, pero en el Paraíso gozaremos por toda la eternidad". Así pues, aspirad al Paraíso y no penséis en el tiempo que tenéis que estar en la Tierra. Rezad junto a María, Madre de la Eucaristía, a San José a la madre de Marisella, que también yo, Dios, llamo Abuela Yolanda, y estaréis unidos a Mi. Orad, orad, orad.

Marisa - Adiós.

Villetta Barrea (AQ), 23 agosto 2006 - h. 10:20 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Esta es la hora de la gran oración en el Paraíso.

Marisa - Entonces ¿por qué estás hablando conmigo?

Nuestra Señora - Marisella, ¿cómo te permites?

Marisa - Ya sabes que bromeo. ¿Cuándo le pedirás a Dios Padre eso que tanto deseo?

Nuestra Señora - Tu primero habla con tu director espiritual y pregúntale: "¿Quieres venir al Paraíso conmigo?".

Marisa - Él quiere venir al Paraíso conmigo

Nuestra Señora - Está bien. Tu pregúntaselo y luego hablaré con Dios Omnipotente. ¿De acuerdo?

Marisa - ¿Sabes que me cuesta hablar y respirar?... Sí he comprendido. Adiós. Ahora intentaré comer algo. Me gustaría sentir que los otros me quieren un poco, poco, poco. Tu te preguntas porqué, pero yo siento esta necesidad; saber que los otros me aman, me da valor.

¿Me llevas arriba con Monseñor? Llévanos arriba, te lo ruego, ¡no me apetece nada dejarlo en la Tierra!

Obispo - Pero yo te acompañaré.

Marisa - No, quédate conmigo en el Paraíso.

Obispo - Tengo que volver, tengo cosas que hacer, no puedo dejar la comunidad. Acuérdate de lo que ha escrito S. Pablo.

Villetta Barrea (AQ), 24 agosto 2006 - h. 11:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te lo ruego, no hables más como esta tarde. Has visto que jornada hemos tenido los dos. Cuando tengas que venir, avísanos, si quieres, pero no nos hagas esperar tanto tiempo. Estamos sufriendo muchísimo. Dios se hace sentir para decirme que tengo que hacer Su voluntad. Tu cuando vienes eres una dulce mamá, pero no nos das ninguna noticia de lo que tiene que suceder. Hemos escrito los nombres de las personas que tengo que llevar al Paraíso, pero ¿cómo y cuándo sucederá? Pide a Dios que nos ayude un poquito.

Vivimos en una condición desastrosa, pero te amamos mucho y amamos a Dios, aunque nos sentimos como bajo tierra. Estamos sufriendo como ningún hombre de la Tierra ha sufrido nunca, nadie podrá comprender nuestro sufrimiento. ¡Ven, Mamá, ven más a menudo!. Te necesitamos. ¿No ves como estamos de consumidos? Es desde 1999 que nos parece que se nos ha tomado el pelo: "Llegará esto, llegará aquello", pero hasta ahora no ha llegado nada. El sufrimiento es muy grande, no podemos soportarlo más. Tratamos de sonreís, de hablar con las personas que vienen a vernos, pero nuestro corazón está a pedazos. ¿Nos puedes ayudar, tu, Madre? Dinos, te lo ruego, ¿qué hemos he hacer? Yo pensaba que ya había terminado, pero estoy peor que antes y aún me encuentro en este planeta Tierra. Dios me ha llamado "criatura del Cielo". ¿Qué Cielo? ¿El que está abajo o el que está arriba? Yo no me siento criatura del Cielo. No me mires a mí, mira a nuestro Obispo, al que tu amas tanto y dices que es tu hijo. Tu lo amas, pero ¿qué hacer por él? Desde que ha sido ordenado Obispo por Dios, ¿qué ha tenido? Sufrimiento, sufrimiento y sufrimiento; estamos cansados. ¿Tenemos que continuar viviendo así? Tenemos intención de dejarlo todo, de cerrarlo todo y recluirnos en casa, quizás para trabajar y escribir. A mi me gustaría mucho que el Obispo lo cerrase todo. Él siempre piensa en la comunidad, pero en el fondo, aunque son buenos, ¿qué puede hacer la comunidad por nosotros? Que vayan a sus parroquias, terminarán de sufrir también ellos. ¿Por qué Dios no se decide a llevarnos?

Nuestra Señora - Marisella, no te he oído hablar nunca así. Se ve que en tu corazón y en el del Obispo hay un gran sufrimiento. Yo he rezado mucho con tu madre y tu sabes cuantas veces hemos ido de rodillas delante de Dios y hemos rezado con la cabeza inclinada por vosotros. Dios tiene sus planes. Haced Su voluntad, no hagáis sufrir a la Madre y os daréis cuenta que todo irá mejor.

Marisa - Mamá, mamaíta, se me presenta una noche no muy bonita, ven a estar a mi lado, a ayudarme, porque estoy muy cansada. ¡Ven mamaíta!

Abuela Yolanda - Ya verás como podrás descansar, tesoro, aunque tengas muchos dolores, hija mía. No te he visto sufrir nunca tanto y ¿quieres que tu madre no llore por esto?

Marisa - Yo solo digo: ayúdanos, tenemos necesidad de vuestra ayuda.

Nuestra Señora - Está bien, esta tarde hablaremos de nuevo con Dios Padre, rezaremos de rodillas con todos los ángeles y los Santos. Le pediremos eso que has dicho, Marisella, y veremos lo que nos dice. Si dice que tenéis que hacer todavía Su voluntad, escoged vosotros: o continuáis haciendo su voluntad o bien os retiráis como has dicho.

Marisa - Sí, pero no es bonito esto; después de tantos años de sufrimiento, no me parece bonito tener que retirarnos.

Nuestra Señora - Marisella, yo lo digo por ti, por el Obispo, aunque os retiréis no ofenderéis a Dios. Haced la voluntad de Dios y Dios os hará comprender lo que quiere. No estás bien, Marisella, la enfermedad continua adelante y los dolores aumentan. No cojas nada más sobre tu espalda, deja que los otros trabajen también por la Iglesia.

Junto a mi grande y santo Obispo, Monseñor Claudio, os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá.

Abuela Yolanda - Dale un beso a mi Obispo por mi.

Marisa - Sí, pero rezad por nosotros, no podemos más.

Obispo - Has estado muy bien.

Marisa - He dicho lo que sentía en el corazón.

Obispo - Es lo que yo habría dicho.

Marisa - Pero no entiendo nada.

Villetta Barrea (AQ), 26 agosto 2006 - h. 0:10 a.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Yo soy Dios, Marisella, tu no me ves, pero ves la flor; la hermosura de esta flor es la hermosura de tu alma.

Sí, puedes tomar la Eucaristía cuando quieras y si luego aún tienes hambre, intenta comer algo. Ya estábamos de acuerdo así, pero me parece que el Obispo y tu no me habéis comprendido. Ya había dicho que tenías que tomar la Eucaristía y si no era suficiente, podías comer un poquito, poco a poco; este poco a poco no te ha entrado en la cabeza. ¿Verdad, Marisella?

Marisa - Sí, Dios, tienes razón. ¿Quién te lo ha ido a decir, la Virgen y mi madre?

Dios Padre - Sí. Han venido las dos preocupadas y se han arrodillado con la cabeza inclinada, como están haciendo ahora tus seres queridos. Excelencia, te lo ruego, levántate, ya eres bastante mártir.

Marisa - ¿Y estos?

Dios Padre - No, ellos pueden estar de rodillas.

Marisa - Oye, Dios, ¿está bien así?

Dios Padre - Sí, Marisella, pero ten cuidado cuando hables, hija mía, tesoro mío, porque yo te entiendo, criatura del Cielo, pero no todos pueden comprender cuando tu hablas de cierta manera. Levantaos, hijitos, para recibir mi bendición. Os bendigo a todos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - ¿Te puedo decir adiós, Dios?

Dios Padre - Claro.

Marisa - Te digo también gracias, Dios porque estás a nuestro lado siempre. Yo no quiero nada para mí, puedes llevarme cuando quieras, pero te encomiendo a Su Excelencia Monseñor Claudio. Tu lo has ordenado Obispo y Tu tienes que preocuparte por él. ¿Verdad, Dios, que lo harás?

Dios Padre - Si me lo dices tu de este modo.

Marisa - Ayúdalo, te lo ruego, también cuando se quedará solo, porque yo ya no estaré, ayúdalo. ¿Me mandarás a la Tierra para ayudarlo?

Dios Padre - Sí, quédate tranquilla, criatura del Cielo.

Marisa - Dios se ha ido. Adiós, mamá, adiós Virgencita, gracias porque habéis rogado a Dios que venga a hablarnos. Ahora se ha ido, porque ya no está la flor, es bellísima. ¡oh cuánto daría por encontrarla!.

Nuestra Señora - Un día, cuando estés un poco mejor, la dibujaremos entra las dos.

Marisa - ¿Pero cuándo?

Nuestra Señora - Nos sentaremos en la mesita y dibujaremos la flor de Dios y la estrella de Dios. Adiós, criatura del Cielo, adiós.

Marisa - Adiós, mamá, adiós.

Nuestra Señora - Dale mi beso a Su Excelencia.

Abuela Yolanda - La Excelencia es el más hermoso.

Marisa - Está bien. Adiós, adiós mamá.

Villetta Barrea (AQ), 26 agosto 2006 - h. 11:05 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Perdóname si no estoy arreglada de manera digna para recibirte, pero has venido improvisadamente. Me muevo con dificultad, tu lo sabes, acéptame tal como soy.

Nuestra Señora - Mis queridos hijitos, estoy aquí por los que han venido a verme por primera vez desde que estáis en la montaña, por la pequeña Mariasole, por Ana, porque su mamá está conmigo, y por todos vosotros aquí presentes. Nosotros estamos rezando muchísimo para saber la respuesta de Dios, pero no es fácil tener esta respuesta, como vosotros queréis. Si Dios viniese y os dijese: "Sí, mañana haré todo lo que os he prometido", estaríais todos contentos, pero Dios quiere salvar todavía otras almas, al menos las que no conocen bien la religión. ¿Habéis visto cuántas almas están listas para subir al Paraíso? Y habrá todavía más.

Quiero ayudaros para que aceptéis la voluntad de Dios. No podéis decir cada día: "¿Dios, Dios, qué haces? ¿Qué dices? ¿Cuándo vienes? Esperamos una respuesta tuya". No, con Dios no se habla de esta manera. A Dios se le dice: "Dios, esperamos una respuesta Tuya, pero que se haga Tu voluntad". Vosotros estáis en gracia de Dios. Los que se tienen que preocupar son los pecadores, los que no están en gracia.

La Abuela Yolanda está radiante, desde que ha subido al Paraíso es otra persona. Ama a todos, viene a menudo conmigo a ver a los niños, a los pobres, a los enfermos y cuando ha terminado su trabajo se arrodilla conmigo delante de Dios y pide gracias para vosotros. Ella sabe como están las cosas. Lo que Dios os ha prometido llegará. Tenéis razón, son ya muchos años que esperáis la llegada de la santa palabra de Dios; llegará, pero tenemos que ayudar a otras personas a subir al Cielo. Pensad, de las 3.540 personas, ya se han escrito los nombres de 1.600; ésta ¿no es una alegría para vosotros? Tenéis que estar contentos. San Claudio, Monseñor, Obispo ordenado por Dios, sé bueno, sé comprensivo, escucha y acepta la voluntad de Dios. Estoy contenta de que reces por la noche, pero tu primera obligación es la de dormir. Todos tenéis que dormir para poder trabajar al día siguiente. A ti, Marisella, ¿qué te puedo decir?. Ahora perteneces del todo a Dios, eres criatura del Cielo. Te digo solo que reces por aquellas almas que son buenas, pero que no tienen a nadie que les enseñe los Mandamientos y todo lo que Dios quiere. Por tanto, ten paciencia, hija mía, sé que la espera es larga y que tenías que haber subido al Paraíso desde hace muchos meses. Subirás, no te preocupes, porque no estás nada bien. Tú ríes, bromeas, cantas y hablas, pero tu salud está declinando y contigo vendrán todas aquellas almas del Purgatorio. Entre ellas están tus parientes y los del Obispo ordenado por Dios. Conmigo estará la Abuela Yolanda y junto a ti guiaremos a todas aquellas almas del Purgatorio. No hay respuesta de Dios; humanamente hablando, es triste, pero no es así, la respuesta de Dios llegará; sed más dóciles, tened más confianza, tened más amor hacia Dios, porque Dios es amor y os ama inmensamente. Abuela Yolanda diles algo a estoy hijitos.

Abuela Yolanda - Hola, Ana, soy tu madre y soy muy feliz, sé feliz también tu. Hola, Selenia, pequeña nieta, que has querido tanto a tu abuela. Juntas hemos sufrido tanto, pero yo hoy soy feliz. Tu tienes a tu marido, tienes a la pequeña Mariasole y aquí están también los otros niños que tu sabes. Quereos todos.

Marisa - Mamá, ¿puedes decirle a la Virgen que ayude a todos mis sobrinos y nietos para que estén bien? Mamá, ¿me mandas un beso? Abuela Yolanda - No solo a ti, se lo mando también a Ana, Selenia, Mariasole y Angelo. Mariasole, manda un besito a la abuela y también a la Virgencita. También yo rezo a Dios por ti, Monseñor, la Excelencia, él que estaba dispuesto a todo con tal de ayudarme, que cuando me veía sola venía a hablar conmigo. Qué dulce ha sido aquel hombre, aquel Monseñor, aquel Obispo.

Marisa - Gracias, mamá, gracias.

Nuestra Señora - Yo, la Virgencita, junto a la Abuela Yolanda y a mi santo Obispo os bendigo, os cubro con mi manto materno y os estrecho fuerte contra mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Recordad que hoy no tenía que venir, pero he venido por vosotros, queridos míos.

Marisa - Adiós, mamá. Se han ido.

Obispo - Demos gracias a Dios que ha mandado a la Virgen y a la Abuela Yolanda.

Villetta Barrea (AQ), 27 agosto 2006 - h. 4:15 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Es verdad que tienes debilidad por Don Claudio?

Nuestra Señora - Yo tengo debilidad por todas las almas que aman a mi Hijo Jesús y que viven en gracia de Dios.

Marisa - Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? ¿Dónde está Dios?

Dios Padre - ¡Heme aquí!

Marisa - Hoy viene como una estrella. ¡Qué hermosa es y es grande, grande, grande! ¿Has visto, Dios, como tampoco hoy las cosas han ido bien? Nosotros rezamos, tratamos de hacer todo lo posible y luego llega un imprevisto, pero no es culpa de nadie. Tengo dolor de estómago, pero soy feliz de no haber dado problemas. Haz calmar un poquito a Don Claudio, él tiene razón, toda la razón de este mundo.

Se amarga mucho cuando ve falta de sensibilidad hacia quien sufre.

Ha venido también el Espíritu Santo. Ahora están presentes los tres Jesús. Dios, ¿quieres perdonarnos a todos? Somos un poco débiles, tenemos pequeñas imperfecciones.

Dios Padre - Marisella, no te tienes que preocupar de nada.

Marisa - De todos modos nos quieres igualmente. Yo me inclino y adoro a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. ¿Porqué Jesús está aquí y allí?

Jesús - Porque soy Dios y puedo estar en cualquier lugar.

Marisa - Jesús, Tu eres dulce, incluso demasiado. Nos gustaría ir a pasear, ¿nos mandas una pizca de sol?

Dios Padre - Aunque no hubiera sol, podéis salir lo mismo. ¿Qué hacéis encerrados en casa? Tendrás tiempo para estar encerrada.

Marisa - Oye, ¿en el Paraíso tendré aire? A mi es lo que me falta.

Dios Padre - Recuerda que tienes que dibujar con la Virgencita la flor y la estrella. Verás que poco a poco todo irá bien.

Marisa - Ahora están los tres Jesús iguales y distintos, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre tiene la estrella, el Hijo los estigmas, el Espíritu Santo la paloma.

Adiós a todos, adiós, Virgencita. Adiós, mamá, gracias por haberme ayudado antes. Don Claudio...

Obispo - Dime.

Marisa - Han venido los tres Jesús.

Obispo - Me he dado cuenta, aunque no los haya visto.

Marisa - Yo he hablado con Jesús.

Obispo - Sí.

Marisa - Y he tratado de hablar también con Dios.

Obispo - Has hablado con Dios.

Marisa - No es fácil hablar con Dios.

Obispo - Pero, ¿te das cuenta que la Santísima Trinidad ha bajado para hablar contigo?

Marisa - ¿Y quién soy yo?

Obispo - Para Dios eres importante.

Marisa - Ahora se ha ido, de lo contrario se lo preguntaba.

Obispo - No es necesario que vuelva, lo ha dicho Él mismo: "Para Mí, Dios, eres la persona más importante de la Tierra"

Marisa - Ahora quiero la hermosa flor, ¿dónde la encuentro?

Obispo - Te doy un consejo: coge un folio.

Marisa - Y copio un dibujo.

Obispo - Toma un bolígrafo o un lápiz, después le dices a la Virgen: "Apoya tu mano sobre la mía y guía mi mano para hacer el dibujo". ¿Has entendido? Así dibujas la flor y la estrella.

Marisa - Me pregunto: ¿tenía Dios que venir bajo el aspecto de una estrella o de una flor? ¿No hubiera sido más fácil para mi si hubiera venido bajo el aspecto humano?

Obispo - Ha venido bajo el aspecto de Jesús. En el Antiguo Testamento Dios se manifestó como fuego o como una nube, a Moisés se le manifestó como una zarza ardiente.

Marisa - A mi bajo el aspecto de una estrella y de una flor.

Obispo - Es más hermoso.

Villetta Barrea (AQ), 29 agosto 2006 - h. 11:00 p.m. (Conversación de Marisa con Jesús)

Marisa - ¿Por qué estás triste, Jesús? ¿Qué te hemos hecho para dejarte así?.

Jesús - Vosotros no habéis hecho nada.

Marisa - ¿Estás pensando en los sacerdotes?

Jesús - Pienso siempre en ellos.

Marisa - Me has dicho a mi que no piense más en ellos, y además que no rece más por ellos, ¿y tú?

Jesús - Tu no tienes que pensar en ellos.

Marisa - ¿Y Tu, Jesús, tienes que pensar en ellos?

Jesús - Yo he instituido el sacerdocio, el sacramento del Orden y los sacerdotes lo han ensuciado.

Marisa - ¿Por esto lloras, Jesús? Te lo ruego, no llores más.

Jesús - Es normal que llore por mis sacerdotes, muchos se comportan mal.

Marisa - ¿Puedo secarte las lágrimas?

Jesús - Puedes.

Marisa - No llores, Jesús, estoy yo, si quieres vuelvo a empezar a sufrir y a rezar por los sacerdotes.

Jesús - No, no, no.

Marisa - No hagas esto. Mira cuantas lágrimas te bajan.

Jesús - ¿Dónde está Don Claudio?

Marisa - No lo sé, no lo sé, estaba aquí ahora ¿quieres que lo llame?

Jesús - Cuando baja Jesús, ¿dónde va Don Claudio?

Marisa - Arriba, al Paraíso y está mejor que yo.

Jesús - Ha llegado la Madre.

Marisa - Mamá, oh Madre de la Eucaristía, ven a consolar a tu Hijo que llora. Yo no valgo para nada. Quiero sufrir de nuevo por los sacerdotes, pero Jesús no quiere.

Jesús - Esto nunca. Yo no quiero.

Marisa - Y yo obedezco.

Jesús - Está bien.

Marisa - Pero no quiero verte así, Jesús. Hemos tenido tantas conversaciones bonitas juntos.

Jesús - Prueba a hablar con la Madre.

Marisa - ¿Que le tengo que decir?

Jesús - Lo que quieras.

Marisa - La única cosa que puedo decir es que ayude a su Hijo. ¿Por qué no lo ayudáis? Ayudad también al Obispo y a mi. Ha llegado el fin de las vacaciones. ¿Han sido vacaciones? Hemos tenido solamente sufrimientos, sufrimientos y sufrimientos. ¿Por qué permitís todo esto? Me gustaría entenderlo. Yo siempre he hecho lo que Dios ha pedido, he dicho siempre que sí, pero no pensaba que vería llorar tanto a Jesús; se está poniendo enfermo de este modo.

Jesús - Jesús no se enferma, sólo sufre.

Marisa - Virgencita, ¿no podrías venir a Su lado? Es tu Hijo. Ha dicho que no se enferma que sólo sufre, pero también el sufrimiento es duro, yo lo sé porque lo he pasado y lo vivo todavía. Ahora estoy mejor que Jesús.

Nuestra Señora - Marisella, que estás diciendo.

Marisa - Que estoy mejor que Jesús. Jesús está en Getsemaní y llora. Yo quiero estar a su lado y llorar con Él. Venid también tu y mi madre a llorar a Getsemaní, así lo transformamos en un lagrimatorio. A mi sólo me importa que vengas a ayudar a Jesús, después ayuda a Don Claudio. Tú sabes lo que Don Claudio está pasando, él es fuerte.

Nuestra Señora - Es fuerte, pero hoy se ha hundido.

Marisa - Se ha hundido y yo no me he dado cuenta. Lo he visto correr, ir a comprar un regalo para una persona y pensaba que estaba alegre (Marisa llora). No pensaba... no pensaba que estaba hundido, que estaba mal. ¿Cómo es que no me he dado cuenta?

Jesús - No llores.

Marisa - Pero tu también lloras, Jesús.

Jesús - Ya no lloro más.

Marisa - Veo tus ojos; están rojos y llenos de lágrimas. Tienes el rostro rojo, no estás bien.

Jesús - Que sí, estoy bien.

Marisa - ¡Cómo te arde el rostro!

Jesús - Es el amor el que lo inflama.

Marisa - Que te hace estragos.

Jesús - ¿Estás mal, Marisella? No llores.

Marisa - No, no estoy mal.

Jesús - No llores, Marisella.

Marisa - No tenemos que terminar el día de este modo. (Marisa llora) Yo he hecho todo lo posible para estar animada y no me he dado cuenta que Don Claudio estaba tan decaído

Jesús - ¡Marisa, Marisa! Ahora soy yo el que te dice a ti que no llores.

Marisa - ¿Y cómo lo hago para no llorar?

Jesús - Te lo digo yo, no llores, basta de llorar.

Marisa - Virgencita, ¿nos quieres ayudar? Déjame estar a mi, no te preocupes por mi, de todos modos, como ha dicho Dios, dentro de poco me voy. Sin embargo el Obispo ha sido siempre calumniado, ultrajado, se han burlado de él; le han faltado al respeto y lo han abatido. Ahora trata de ayudarlo, te lo ruego, estamos solos, os tenemos a vosotros los del Cielo, pero vosotros estáis arriba en el Cielo, nosotros estamos todavía en la Tierra, para luchar. Te pido perdón si no me he dado cuenta de que tu también estabas decaído.

Jesús - Ni siquiera lo digas.

Marisa - No, yo me tengo que dar cuenta cuanto Tu estás decaído y tienes necesidad. Tú, mi Jesús, mi esposo. También el Obispo está muy decaído.

Jesús - El Obispo está decaído, Jesús está decaído, la esposa de Jesús esta decaída, ¿y tu madre?

Marisa - Está animada.

Jesús - ¿Ves como soy capaz de sonreír? Continúa hablando con la Madre, ella te entiende.

Marisa - No, no me entiende nadie.

Jesús - Habla con tu madre.

Marisa - ¿Qué tengo que decirle? No sé lo que tengo que decirle.

Jesús - La Abuela Yolanda está llorando.

Marisa - Sí. No sé que le tengo que decir.

Jesús - Habla con la Abuela Yolanda, verás que te responderá, tienes el permiso de Dios.

Marisa - Mamá, mamá, no llores, tesoro, ¿sabes que dentro de poco, si Dios mantiene la palabra, vengo al Paraíso? No llores.

Abuela Yolanda - Estamos rezando mucho por el Obispo, por la Excelencia. Hija mía, tu no puedes imaginar cuantos corren a arrodillarse delante de Dios, para rezar por la Excelencia. Me parecéis dos pajaritos encerrados en una jaula, solos, abandonados, pero nosotros estamos con vosotros, está Dios, está la Madre de la Eucaristía, está San José, están tantas personas que os quieren y os aman aquí en el Paraíso. En la Tierra es más difícil encontrar personas que os amen, hay celos, envidia, maledicencia, hay mucha maldad. Marisella, ¿rezamos todos juntos, con Su Excelencia, dirigiendo la mirada hacia Dios?

Padre nuestro... Gloria al Padre... Ave María...

Nuestra Señora - Ánimo, hijitos, vuestra victoria llegará; hace falta esperar todavía, pero llegará. Nosotros no os dejamos solos, estamos con vosotros y los hombres de la Tierra os hacen sufrir, comportaos como decía Dante: "No te preocupes de ellos, mira y pasa". Ayudad a la Excelencia, como dice la Abuela Yolanda, ayudad a Marisella.

Marisa - ¿Cuándo llegará el momento de mi partida de esta Tierra? Entonces estará mejor también la Excelencia y espero que lo ayudaréis mucho.

Marisa - Te saludo María, saluda a Jesús de parte mía, te espero a la hora de mi muerte. Adiós, gracias, adiós, mamaíta. ¿Claudio?

Obispo - Estoy aquí.

Marisa - ¿Dónde has estado hasta ahora en Getsemaní o en el Paraíso?

Obispo - En Getsemaní.

Marisa - ¿Con Jesús?

Obispo - Sí.

Marisa - Yo también estaba, pero no te he visto.

Obispo - Estaba también Don Claudio, en aquél momento Jesús y Don Claudio eran uno solo.

Marisa - ¿Y yo que era?.

Obispo - Tu eras una sola con la Virgen, el sufrimiento de la una era el sufrimiento de la otra.

Marisa - ¿Estás un poco mejor?

Obispo - Sí.

Marisa - ¿Seguro?

Obispo - ¿No lo ves?

Marisa - No, no lo veo.

Obispo - ¿No ves bien?

Marisa - Antes de ir a la cama, tomémonos la presión. Tengo que obedecer a Jesús y a la Virgen

Obispo - ¿Ellos quieren que me tome la presión?

Marisa - Claro. Mientras estés viviendo en esta Tierra, te tienes que cuidar.

Villetta Barrea (AQ), 1 settembre 2006 - h. 0:25 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Hola, hola. He tenido mucho miedo, porque tenía miedo que no vinieras. Han venido también mi madre y San José. Virgencita, hoy no he sido muy buena.

Nuestra Señora - Marisella, no digas esto. Eres más que buena, teniendo en cuenta lo que estás pasando. Son los otros los que tienen que ayudarte y comprenderte. Has tenido escondido dentro de ti tantas cosas terribles, para no hacer sufrir a tu hermano y mi hijo, la Excelencia. No tienes que esconderlo durante mucho

(golpes de tos).

Marisa - Perdona, tengo un poco de tos.

Nuestra Señora - Digamos un poco. No tienes que tener dentro de ti durante mucho tiempo las cosas terribles que puedes decir a tu hermano, a tu director espiritual, de lo contrario se te pone peor el hígado y sobre todo el estómago. No has sido mala, estate tranquila, has sido más que buena. Cuando el amor es grande se llega incluso al conflicto. ¿Por qué? Esto ocurre porque vosotros amáis a Dios y amáis también a los hombres, tratáis de ayudarlos a todos. Vosotros no habéis hecho sufrir ni una vez a Jesús ni a mi, nunca. No nos habéis hecho sufrir nunca, mientras que hay millares de personas que nos hacen sufrir por su manera de hablar y de comportarse. Por esto nosotros os amamos tanto y si no me he dejado ver hasta ahora, los motivos te los diré esta noche, cuando venga a hacerte dormir.

Marisa - ¿Me harás dormir pronto, porque estoy muy cansada?

Nuestra Señora - Sí, sí. Ahora veamos lo que tenemos que hacer, porque estamos todos reunidos delante de Dios, de rodilla rezando. Yo me he alejado y he traído conmigo a tu querida mamá y a mi amado esposo, después tenemos que volver. Hay largas veladas de oración. Tu sabes que donde estamos nosotros no hay tarde, ni mañana, ni noche ni día; te hablo así para hacerte comprender que hay largos momentos de oración, de cantos, de salmos, de himnos, tenemos que estar presentes todos delante de Dios y rezamos por vosotros, mis queridos y dulces hijos. Criatura del Cielo, acepta cuando te llamamos así, porque es la verdad.

Marisa - Pero cuando la gente oye estas expresiones, yo me avergüenzo. No me gusta que me llamen así, porque yo me siento una criatura de la Tierra, ¡mira como estoy! Soy una criatura sin arte ni parte

Nuestra Señora - No, deja que digan. ¿Cómo te llama Dios, Nuestro Padre?: Joya de Dios, Tesoro de Dios, Amor de Dios, lo mismo vale también para Su Excelencia; veo que sonríe. Tu consigues disimularlo mejor, esconder mejor el gran sufrimiento. Eso que hiciste ayer tarde fue una escena muy agradable, y nos hemos reído muchísimo. Su Excelencia es más reservado y se nota más su sufrimiento. El gesto que habéis hecho al llamar por teléfono a aquel sacerdote ha sido muy hermoso. Esperemos que su conversión continúe y que pueda llegar al Paraíso. Ahora esperad, veamos como se desenvuelve la situación para él y luego, probablemente, bajará de nuevo en medio de vosotros.

Marisa - Sí, pero yo, perdonad si me permito, quería saber cuando voy para arriba. ¿Cuándo me llevas? Yo no puedo más así, soy un peso también para Su Excelencia.

Nuestra Señora - Sí, ya lo sé, Marisella, pero es Dios el que lo decide todo. Ahora hay otras preocupaciones y otras prioridades, después ya verás que te llevará arriba, no te preocupes.

Marisa - Sí, pero ¿cuándo, cuántos meses tengo que esperar aún? Espera un momento, no te muevas, hay una estampa de la Madre de la Eucaristía.

Obispo - Cógela, Juan.

Marisa - Espera, Virgencita...

Esta oración la has dictado tú el 13 de mayo de 1989. está escrito: "Quiero llegar contigo al Paraíso y por el momento colma mi corazón con este anhelo" En 1989 la Virgen me ha dictado esta oración y yo te he leído el ultimo trozo. De 1989 han pasado...

Obispo - Diecisiete años.

Marisa - Son diecisiete años que siento la nostalgia del Paraíso. Tenía que marchar en Navidad, tenía que marchar en Pascua, tenía que marchar el 9 de marzo, pero estoy todavía aquí. Estoy mal, estoy muriendo, siento la muerte, luego me reanimo como las flores

Obispo - Reavivo.

Marisa - Reavivo, reanimo. Su Excelencia me ha sugerido como tengo que hablar: reavivo. Entonces ¿cuándo vengo al Paraíso? Al menos decidme más o menos una fecha, no pido tanto. Cuando vienes me hablas de la Iglesia, de los sacerdotes, de los niños y de las madres que sufren, de la guerra y de tantos otros graves asuntos. También nosotros dos sufrimos, porque mi presencia en la Tierra molesta a los otros y da preocupaciones a la Excelencia, que después de mi muerte será libre para volar. Tu has dicho que tiene que descansar después de mi muerte.

Nuestra Señora - ¿Estás enfadada, Marisella?

Marisa - Sí, me enfado sola. Díselo a Dios, que me he cansado de estar aquí en la Tierra. Nos tienes que mandar a alguien bueno, porque nosotros solos no podemos.

Nuestra Señora - Me gustaría decir una cosa. ¿Cómo es que cuando estaba la Abuela Yolanda lo llevaba todo ella sola? ¿Limpiar, planchar, la ropa, la comida y hacer la compra? Porque la Abuela Yolanda hacía todas esas cosas con amor. Oraba mucho y mientras vosotros descansabais, iba a la capillita a limpiarla, en silencio, estaban sólo ella y Jesús. ¿Por qué ahora necesitáis tantas personas alrededor?

Marisa - No lo sé, pero tenemos también dos chicos y dos niños.

Nuestra Señora - Sí. Sí, ya sé cuantos sois. Sé quiénes sois y que os sentís solos

Marisa - Nos sentimos solos porque nuestros sobrinos nos quieren pero tienen su familia. Díselo que estamos solos.

Obispo - Estamos solos. No tengo ningún sacerdote después de tantos años

Marisa - Después de tantos años. Quizás pueda decir que tiene uno de ochenta y un años. ¿Te parece bonito esto? ¿Por qué tiene que estar solo? ¿Por qué lo ha ordenado Obispo Dios?

Nuestra Señora - Marisella, ¿cómo te permites hacerme todas estas preguntas y dirigirme todos estos porqués? Relee la Carta de Dios, es inútil preguntarse tantos porqués, no hay nunca una respuesta.

Marisa - ¿Entonces tengo que callar y el Obispo tiene que vivir solo? Si Dios lo ha ordenado Obispo, tendrá que darle la posibilidad de ejercer el episcopado. Si se hubiera quedado como simple sacerdote no hubieran sucedido tantas cosas como han sucedido y todas desagradables.

Nuestra Señora - Es por esto, Marisella, que tu tienes que rezar. Tienes que ayudar a convertir a aquellas personas.

Marisa - ¿Todas aquellas personas que han hablado mal? ¿Y yo cuándo me muero? ¡Oh, Señor mío! Pero ¿yo cuándo me muero, cuándo me voy?

Nuestra Señora - No te preocupes, pronto.

Marisa - "Quiero venir contigo al Paraíso y por ahora colma mi corazón con este anhelo", esta oración ha sido dictado el 13 de mayo de 1989, son diecisiete años que yo recito esta oración. Aquí está tu hijo.

Nuestra Señora - Marisella, no preguntes tantos porqués. Dios no traiciona y sabe lo que hace. Te has dado toda a Él, has dicho tu "sí", has abrazado la cruz, ahora acéptala. Cuando tu te vayas, verás que Su Excelencia tendrá más fuerza, más vigor y habrán más persona a su lado.

Marisa - Pero ayudadlo, no lo dejéis solo. Ahora no tiene a nadie. ¿Queréis ayudarlo?

Nuestra Señora - Marisella, me estás reprendiendo.

Marisa - Oh Dios, Don Claudio, ¿la estoy reprendiendo?

Obispo - Nuestra Señora está bromeando.

Marisa - De todos modos yo no tengo ganas de bromas, porque me he enfadado un poco. Protege a nuestros jóvenes, a nuestros sobrinos, a los niños.

Nuestra Señora - Ahora te daré una noticia que quizás no te gustará. El domingo iremos al Jordán.

Marisa - No, me gusta, pero la noticia que quería oír es cuando llega mi partida. Oye, ¿puedo subir con el papel de plata sin que gasten dinero para la caja?

Nuestra Señora - Marisella, tienes que hacer como todos los demás.

Marisa - Perdona, ¿por qué tengo que hacer gastar dinero a Su Excelencia? Yo compro dos rollos de papel de plata, me envuelvo yo sola, me pongo un nudo aquí, me preparo para la buena muerte y luego nos vamos arriba. No estoy guapa, pero no importa.

Nuestra Señora - Marisella, ahora termina de bromear.

Marisa - No, no, yo no he bromeado, entonces no nos hemos entendido. Yo me quiero ir de esta Tierra, me he cansado. Tengo que sufrir siempre, sufrir y sufrir porque me venís a decir que hace falta salvar a aquella o aquella otra persona.

Está bien, oremos. Cundo yo hablo contigo o con Jesús, con Dios con san José, con mi madre y con la Excelencia, tenéis siempre razón. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Padre nuestro…Gloria al Padre… Ave Maria…

Marisa - Adiós, mamá, saluda también a tía Ana, tía Gina, tía Gianna, tía Silvana y tía Enza.

Abuela Yolanda - Tu sabes que tienes que darle mi beso a la Excelencia. Marisa - Está bien, mamá, dile a Dios que me deje venir arriba, te lo ruego, ¿vale?

Nuestra Señora - ¿No quieres ni siquiera la bendición, Marisella?

Marisa - Sí, está bien, de todos modos me la da la Excelencia. Se me ha escapado, ya lo sabes que estoy hecha así.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro bendigo a los aquí presentes, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, adiós, acuérdate, ve ante Dios a decirle que estoy lista. No nos hace falta la caja, me pongo en el papel de plata y vengo. Se han ido. Creía que estaba bromeando pero hablaba seriamente.

Obispo - Nuestra Señora ha hablado así para animarnos y desdramatizar la situación.

Marisa - De hecho mira como me ha animado

Obispo - De todos modos vendrá luego y continuaréis el tema.

Villetta Barrea (AQ), 3 settembre 2006 - h. 0:10 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Gracias, Virgencita, por haber venido, te añorábamos.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, esta aparición vale también para mañana. Ha pasado la medianoche. Estáis muy cansados, tenéis que preparar las maletas y volver a Roma. ¿Es triste para ti, Marisella, volver a Roma?

Marisa - Sí. Si caminase sería mejor para mí, porque podría salir de casa, como todos los demás, sin embargo ahora tengo que volver a Roma y encerrarme en aquella habitación sin poder bajar y salir fuera al jardín, y me cuesta. Aquí tenía la posibilidad de salir al jardín y alguno me llevaba con el coche por las montañas.

Nuestra Señora - Sí, Marisella, esta alegría se ha terminado.

Marisa - No hemos pasado meses de vacaciones, sino de dura prueba, de sufrimiento, de sacrifico y al volver a Roma tengo mucho miedo. Si tu me ayudas y estás a mi lado, tendré la fuerza de estar serena y de aceptar cualquier sufrimiento.

Nuestra Señora - Mañana iremos al Jordán y allí serás feliz porque para ti es como un trozo de Paraíso.

Mis queridos hijos, estoy muy contenta cuando hacéis una velada para la Madre de la Eucaristía o para Jesús, todo esto me hace feliz, pero me gustaría veros más unidos. Tenéis que mostrar más amor, más comprensión, más sensibilidad los unos hacia los otros; esto es lo que Dios quiere de todos: de vosotros que estáis aquí presentes y de los que están lejos. No creéis problemas a nuestros dos hijitos, ya tienen muchos, pero dadles ayuda, amor y comprensión. Es verdad, tiene razón su Excelencia cuando dice que nosotros no hemos sufrido como ellos cuando vivíamos en Nazareth. Se han burlado de nosotros y hemos sido calumniados también nosotros, pero el mundo de entonces era diferente.

Ahora vivís en un mundo donde las personas son muchas y no saben amar, incluidos los sacerdotes. Las personas tienen sus problemas y no piensan en los que sufren. Cuantas veces me gustaría venir y decir: "Estáis haciendo sufrir a vuestros hermanos", pero Dios me dice: "María, déjalo estar, de todos modos no lo entenderían, aunque apareciese Yo, Dios, en la Tierra, siempre tendrían algo que decir". Al menos vosotros, que estáis guiados por mí desde hace muchos años, tratad de quereros, tratad de ayudaros.

Habéis sido buenos, cada vez que vuestro director espiritual os ha pedido ayuda para Marisella. Continuad así, es hermoso quererse, es hermoso ayudarse.

Marisa - Oye, Virgencita, ¿me dejarás dormir esta noche? Estoy muy cansada de estar en esta Tierra, estoy cansada de no dormir y estoy cansada de tener dolores, dolores y dolores. Trato de esconderlos, hago todo lo posible, pero no es fácil, a veces se me hace muy difícil.

Nuestra Señora - Marisella, la pasada noche vinimos tres veces a ayudarte, pero tu cuerpo estaba martirizado por los dolores en todas partes.

Marisa - Sí, entiendo, pero si yo no descanso, no descansa tampoco el Obispo, él tiene que descansar está muy cansado. ¿Lo ves? Mira bien a la cara a tu hijo predilecto. ¿Ves qué cansado está?. Si yo duermo, él duerme.

No me atrevo a pedirte otra cosa, aunque la dificultad para comer permanece. Voy adelante día a día y cuando ya no pueda comer espero que llegue el momento de la partida. Llevadme al cielo, no me hagáis esperar todavía.

Virgencita, Virgencita, madre mía, María, te lo ruego, llévame, si me llevas, descansará también el Obispo

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, quiero que vayáis a descansar pronto. No vayáis tarde, porque os cansáis y luego no tenéis fuerza para hacer lo que tenéis que hacer. Os doy las gracias por lo que habéis hecho, por la ayuda que habéis dado a mi Obispo y a Marisella.

Juan, gracias por lo que has hecho por mis dos hijos. La Madre te da las gracias y te felicita. Gracias mis queridos hijos, junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo a vuestros seres queridos, a los niños que sufren. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá, déjame descansar, te lo ruego, estoy muy cansada, no tengo ni una parte del cuerpo sin sufrimiento. ¿Se dice así?

Obispo - Sí.

Marisa - Ves, escondo, bromeo, río, hago todo lo posible, pero estoy cansada. Adiós, mamá, quédate conmigo esta noche, quedaos conmigo esta noche, os lo ruego. Cuando llegue la última noche o el último día estad a mi lado, estad sobre todo al lado del Obispo, tendrá necesidad de vuestra presencia. Adiós, adiós, mamá

Nuestra Señora - Dale un beso al Obispo de parte mía.

Marisa - Se han ido.

Obispo - Ánimo, valor.

Marisa - Trato de hacer todo lo posible

Obispo - Estás haciendo todo lo posible.

Marisa - Pero si me llevan es mejor para todos.

Obispo - Rezaremos todos para que se realice pronto tu justo deseo.

Marisa - Sí, y también porque me encuentro mal en esta Tierra, no soy capaz de vivir en ella. Muchas personas me hacen sufrir y yo soy sensible y sufro

Obispo - ¿Te sientes prisionera del mundo?

Marisa - Sí, me siento atada, exactamente.