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Después del año de la Eucaristía, el año del Amor

Después del año de la Eucaristía, el año del Amor. Esta es la espléndida iniciativa impulsada en octubre por S.E. Mons. Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dios. El 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, nuestra comunidad entró en el año del Amor, que terminará el 8 de diciembre del 2006. El Obispo de la Eucaristía había impulsado la idea del año eucarístico, que después fue aplicada por Juan Pablo II; quien sabe si también esta vez la Iglesia hará suya esta maravillosa iniciativa.

"La Eucaristía es el amor de Dios orientado a los hombres, por eso es necesario que el amor de los hombres vaya orientado hacia Jesús Eucaristía, hacia Dios, hacia la Trinidad. El año del Amor es la respuesta al año de la Eucaristía. Establecer el año de la Eucaristía sin que continúe algo productivo sería estéril". Así el Obispo del amor, como lo ha llamado la Madre de la Eucaristía, nos ha explicado las razones que lo han llevado a impulsar el año de la caridad. Tenemos que conseguir realizar lo que nos ha dicho Jesús hace un año, es decir, reunir todos nuestros corazones y formar un único y gran corazón unido a Su Corazón Sacratísimo, al Corazón Inmaculado de María y al gran corazón de San José, que no puede ser excluido de esta llama de amor, de este corazón de amor que nosotros queremos formar. Cada uno tiene que sentir dentro de sí el deseo de vivir en esta llama de amor para poder contagiar también a los otros. No tiene que haber divisiones, conflictos, discusiones y si tuviesen que surgir, tienen que ser vencidos inmediatamente por la caridad. El año del amor será la respuesta que nosotros daremos, como comunidad a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, a Dios Uno y Trino realmente presente en la Eucaristía, esta es nuestra respuesta, nuestro testimonio y nuestro anhelo.

Sin amor, sin caridad, no se va a ninguna parte. Si no hay amor quiere decir que no hay ni siquiera una fuerte presencia eucarística. Sólo la Eucaristía tiene el poder de transformar, de cambiar y de encaminar a las personas hacia el bien y solamente con la vida en gracia de Dios, en el respeto de los mandamientos, conseguimos creer en lo imposible, esperar contra toda esperanza y amar también a nuestros enemigos. Ésta es la gran enseñanza de Jesús Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía. Un acto de amor, un acto de caridad que uno de nosotros haga al otro es una ayuda; una sonrisa o retener dentro de nosotros una palabra fuerte. Un acto de amor que hagamos a otro miembro de la comunidad, a un conocido, a un familiar, a un compañero de trabajo, tiene una resonancia mundial. Aquel acto de caridad dirigido a un hermano, a una hermana, puede ser ante Dios como una ocasión para convertir a otras personas.

El amor es superior a la oración: "Primero aprended a amar y después orad", nos ha enseñado Jesús. Si hacemos un gesto amoroso a un hermano que está cerca, a otro hermano que está a cientos o miles de kilómetros lejos le puede salvar. Eh ahí porque el Obispo nos ha animado a multiplicar los actos de amor entre nosotros, las sonrisas, los comportamientos positivos. Tenemos que impedir cualquier palabra o comportamiento que pueda hacer sufrir aunque sea mínimamente a otro hermano. Esto genera en la Iglesia una avalancha de gracias, de bendiciones, de ayudas sobrenaturales. Cuanto más nos amemos entre nosotros, más demostraremos que amamos a Dios. La conversión de los otros depende del amor que nosotros sepamos dar a un hermano nuestro, un gesto, una palabra, una acción nuestra. "Cada migaja de caridad es un escalón de la gran escalera que lleva al Paraíso y que ayuda a vuestros hermanos a subirla", son las maravillosas palabras de una carta de Dios.