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Un nuevo lugar taumatúrgico

En el mes de agosto de 2003 Dios Padre ha hecho santo y taumatúrgico un lugar situado en un valle a pocos kilómetros de Frontignano (MC), llamado Fonte San Lorenzo.

En el mes de agosto del 2003 el Obispo y Marisa, pasaron algunos días, para recuperar fuerzas, en la provincia de Macerata, a pocos kilómetros de un lugar llamado Fonte San Lorenzo. Aquí, en julio de 1971, ocurrieron las primeras apariciones de la Madre de la Eucaristía, en la presencia del entonces sacerdote Don Claudio Gatti.

Esta localidad está situada en un gran valle, cuya parte más baja está junto a una fuente; desde aquí, subiendo, se llega al lugar lleno de recuerdos y muy querido por el Obispo y Marisa.

Después de su primer encuentro, ocurrido el 15 de julio de 1971 en Visso (MC), Marisa participó en el campamento estival organizado para la rehabilitación de algunos jóvenes captados de la calle y guiados por Don Claudio.

La primera vez que Don Claudio asistió a las apariciones fue con ocasión de un tiempo de oración, que había organizado para los jóvenes presentes en el campamento. Los sacerdotes, los colaboradores y los mismos muchachos no se habían presentado, la única en aceptar la invitación fue Marisa. En esta ocasión, mientras estaban orando juntos, Marisa entró en éxtasis, cayó de rodillas y comenzó a hablar con lo invisible.

Las apariciones de los primeros tiempos seguían una modalidad diferente de las actuales. Entonces todo lo que decía Nuestra Señora no era referido por la vidente, como ocurre ahora, pero podía ser comprendido por sus respuestas. El coloquio de la primera aparición al que asistió Don Claudio está nítidamente presente en su mente; hacía referencia a la situación de la Iglesia. Don Claudio, puesto que aún no había llegado a la conclusión de que Marisa veía a Nuestra Señora, mientras escuchaba, se preguntaba: "¿Cómo puede esta persona conocer tan bien estos delicados problemas de la Iglesia de los cuales he sido puesto al corriente por el card. Ottaviani?".

De hecho durante un breve período, hasta que rechazó el ir a trabajar al Vaticano bajo la protección del poderoso cardenal del ex S. Oficio, Don Claudio había gozado de la estima y de la simpatía del susodicho cardenal que le había confiado muchos e importantes problemas de la Iglesia. Pero la sorpresa de Don Claudio llegó al máximo cuando oyó a Marisa repetir la oración que él había escrito con ocasión de su ordenación sacerdotal y que sólo él conocía.

El coloquio entre Marisa y Nuestra Señora duró más de tres horas, durante las cuales el tiempo pareció detenerse y el cansancio desaparecer. Cuando terminó, Marisa salió del éxtasis y tranquilamente volvió a continuar el Rosario en el mismo punto donde había sido interrumpida.

Aquella noche Don Claudio non pegó ojo, mil preguntas se agolpaban en su mente y a ninguna le encontró la única respuesta posible: "Marisa ve y habla con Nuestra Señora". El tipo de formación recibida y su mentalidad racional lo hacían particularmente crítico, sino desconfiado, hacia todo lo que podía tener un vínculo con lo sobrenatural.

No satisfecho de lo que había visto y oído, porque era prudente por naturaleza, pidió otros signos para confirmar el origen sobrenatural de las apariciones.

El primer signo lo pidió durante la celebración de la S. Misa: "Señor, si la persona con la cual ha dialogado Marisa es Nuestra Señora, tienes que convertir en veinticuatro horas a todos los muchachos presentes en el campamento, que están lejos de la vida cristiana".

Durante la mañana todos los jóvenes, uno tras otro, pidieron a Don Claudio que los confesara. Lo que sorprendió al sacerdote fue que cada joven hizo la exposición de los pecados de manera precisa y lo impulsó a preguntarse muchas veces: "¿Cómo es posible que jóvenes que no han recibido ninguna formación religiosa, puedan ser tan precisos en la acusación de los pecados?".

La respuesta la obtuvo durante la comida, cuando públicamente agradecieron a Marisa no sólo porque los había ayudado singularmente a hacer el examen de conciencia, sino también porque había especificado a cada uno los pecados que tenían que confesarse. Por otra parte, para evitar toda duda, Don Claudio hizo al Señor una segunda petición: ser puesto al corriente de acontecimientos futuros que hacían referencia a la Iglesia. El Señor lo contentó una vez más y durante la aparición, por medio de Marisa, le hizo saber lo que le había pedido.

Finalmente, ya que había sabido que Marisa entonces tenía los estigmas invisibles, como la Virgen y otros santos, pidió al Señor, siempre durante la S. Misa, que se abriesen bajo sus ojos. También esta petición fue satisfecha. De hecho en la misma S. Misa Don Claudio se dio cuenta que Marisa estaba sufriendo muchísimo y en el momento del intercambio de la paz vio que en las palmas de sus manos se habían abierto los estigmas, de los cuales surgían sangre y suero. En aquel punto el Obispo capituló y dijo su "Sí" al Señor que lo llamaba a llevar adelante en la Iglesia una importante misión. Junto a Marisa repetirá el "Sí" muchas otras veces. Así empezó su dura y larga misión tan agradable a Dios y combatida por los hombres.

El 16 de agosto del 2003, el Obispo y Marisa, empujados por un fuerte impulso interior, se acercaron a esta localidad, a pesar de que la carretera estaba en mal estado y por tanto era muy doloroso para Marisa el recorrerla en automóvil a causa de sus condiciones de salud. Pero apenas llegaron al trecho de carretera sin asfaltar, Marisa fue raptada en éxtasis y no sintió ninguna de las incomodidades que causaban los golpes y contragolpes del automóvil. La ayuda sobrenatural continuó e incluso cuando descendió del coche porque tuvo la posibilidad de caminar con sus propias piernas hasta el lugar donde apareció Nuestra Señora.

La Madre de la Eucaristía dio este inesperado anuncio: "En este lugar, un mañana, será colocada una piedra con el nombre de mis dos hijitos. Este lugar será santificado por Dios, se convertirá en un lugar taumatúrgico y estará abierto para las personas que querrán rezar" (Carta de Dios, 16 agosto 2003).

Esta intervención divina es una fuerte ayuda para las almas que quieren convertirse y crecer en la santidad, porque Dios concede ayuda y gracias particulares a las almas que rezan en el lugar taumatúrgico y se dejan guiar por Su mano hasta alcanzar alturas estupendas.

Nuestra Señora ha anunciado que un mañana habrá una gran afluencia de peregrinos a la Fonte San Lorenzo y que por voluntad de Dios el lugar tiene que permanecer sencillo, sin iglesias ni basílicas, pero en ese lugar tiene que ser levantada una cruz bien visible, incluso de lejos. En la base de la cruz será colocada una roca oportunamente pulimentada, con un escrito que recuerde lo que ocurrió en este lugar en el lejano 1971.

Después de haber hecho el gran anuncio, Nuestra Señora quiso que, después de la bendición de Jesús, también el Obispo bendijese el nuevo lugar taumatúrgico: "En este momento Jesús está bendiciendo este lugar y quisiera que también mi amado y santo Obispo, junto a Jesús, diese su bendición a este lugar" (Carta de Dios, 16 de agosto 2003).

El 30 de agosto, junto con algunos jóvenes y adultos, en representación de toda la comunidad, el Obispo y Marisa volvieron a la Fonte San Lorenzo. Fue colocada una cruz pequeña y modesta, con la intención de sustituirla más tarde con una de mayores dimensiones, en la base de la cual ha sido puesta una piedra con la siguiente inscripción: "Aquí ha aparecido la Madre de la Eucaristía a Marisa Rossi en presencia del futuro Obispo Claudio Gatti".

En el mismo día, durante la aparición, Jesús hizo un nuevo don: diez almas que estaban en el Purgatorio entraron en el Paraíso. Después dijo: "La bendición que ha convertido en taumatúrgico este lugar, ha sido impartida por Dios. Incluso el agua que la gente vendrá a beber a este lugar está bendecida" y recordó lo que ocurrió 32 años antes: "En este lugar santo, en 1971 han sido celebradas muchas Misas por Don Claudio con gran sufrimiento. Después de tantos años, vosotros estáis en este lugar que Dios ha hecho taumatúrgico y santo y participáis en la Santa Misa" (Carta de Dios, 30 agosto 2003)

Recientemente el Obispo anunció a toda la comunidad: "Haremos una peregrinación a la Fonte San Lorenzo y conoceréis también vosotros este lugar. Sabemos con certeza que es un lugar convertido en taumatúrgico, donde Dios, por tanto, concede gracias"

La primera peregrinación de la comunidad a la Fonte S. Lorenzo

Fuente S. Lorenzo (MC), 4 de septiembre de 2004 - hora 4:45 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - De lo alto de los cielos has descendido a la Tierra para estar con nosotros.

Nuestra Señora - Yo, la Madre de la Eucaristía, no tengo palabras para daros la gracias, porque finalmente habéis hecho esta peregrinación tan esperada por mi. Como siempre, hay nubecillas: el cuchichear, el hablar, el evitar hacer pronto todo lo que se tiene que hacer. Si se dice que hay que estar juntos en un automóvil cuatro o cinco, es necesario obedecer, porque así evitáis el tener que traer más coches. Cuando el Obispo dice algo es siempre para vuestro bien.

De todas formas, para mí es una gran alegría veros aquí reunidos después de haber afrontado tantos sacrificios, partiendo desde Roma, desde Castel Sant'angelo, desde Visso y de la Domus Laetitiae. Habéis pensado en el cuerpo, pero habéis pensado también mucho en el alma, habéis recitado el S. Rosario. Hace un año, el 30 de agosto, Dios bajó y bendijo este lugar y el agua. Aquí todo es taumatúrgico. Personas que no lo sabían, se detuvieron a hacer una merienda y bebieron agua. Una niña que estaba enferma, bebiendo el agua se curó. Hoy está sana, ya no tiene el feo mal que todos teméis. Las personas, que vienen aquí a beber agua porque tienen sed, no saben todavía que pueden tener la gracia de la sanación.

Dios, que ha hecho taumatúrgico el lugar de Roma, ha hecho taumatúrgico también este lugar, que tiene que permanecer intacto, tal como está ahora. Aquí no hay nada: hay el arroyo y el agua, hay los árboles. Aquí mis dos hijos han vivido conmigo una larga aparición de tres horas. Pensad: vuestra hermana ha estado tres horas de rodillas y cuando se ha levantado, ha continuado rezando el S. Rosario desde donde había sido interrumpido, sin saltarse ni un Ave María. Claro, hoy, pobrecita, no puede hacer otro tanto, más bien, ha hecho incluso demasiado por sus condiciones, pero lo ha hecho con amor por Dios y por vosotros. Habéis visto que puede caminar cuando yo estoy a su lado, pero más de esto no puede hacer.

Aquí harán peregrinaciones y vendrán muchas personas. Conocerán la fuente, sabrán que el agua es taumatúrgica y vendrán también, como os ha dicho vuestro Obispo, los sacerdotes y los obispos, pero el primero que vendrá será el Santo Padre; no Juan Pablo II, porque no puede hacer lo que habéis hecho vosotros. Habéis recorrido un camino fatigoso, lo reconozco, pero ahora que ya ha terminado todo, sentís una gran alegría en vuestro corazón, a pesar de los sacrificios que habéis afrontado, porque habéis llegado hasta este lugar perdido en un valle, conocido sólo por pocas personas que vienen a pasar el fin de semana. Yo, la Madre de la Eucaristía, hoy os pido que oréis por vosotros aquí presentes y por los que se han quedado en Roma y no han podido venir. Cuantas personas habrían querido venir, pero no han podido, porque hay quien está mal y quien es anciano, como veis, el lugar no es fácilmente asequible.

Alguno ha dicho en su corazón: "Yo no vengo a este lugar otra vez". Esto me ha hecho daño, porque significa que no ha comprendido que antes de alcanzar algo hermoso, está el sacrificio y el amor hacia Dios, hacia Jesús, hacia la Madre de la Eucaristía y hacia vuestro Obispo, que os ha enseñado altas y profundas verdades y que está siempre dispuesto a hacer las oraciones particulares, catequesis y encuentros bíblicos, durante los cuales hay quien duerme y hay quien está despierto, pero si lo escucháis con atención, comprenderéis qué hermoso es el amor a mi Hijo Jesús.

Os lo ruego, me arrodillo delante de vosotros, y os digo con lágrimas en los ojos, con el corazón que sangra: "¡No hagáis sacrilegios!". Si cometéis pecados, confesadlos, no recibáis a mi Hijo Jesús en pecado mortal, porque cometéis sacrilegio y este es el momento en el que el demonio da vueltas alrededor, os hace caer, caer, caer y os hace decir muchas mentiras. Entonces penetra la soberbia, el orgullo y tantos otros defectos que conocéis bien porque vuestro Obispo lo ha hablado muchas veces.

Marisa - Madre mía, ¡está descendiendo todo el Paraíso!.

Dios Padre - Yo, Dios Padre, que he hecho taumatúrgico este lugar, os doy las gracias por haber venido. Os invito a no faltar a la caridad, a no chismorrear, a no hablar mal el uno del otro, sino a amaros, porque, recordad, el amor es la única virtud que estará presente en el Paraíso. Si habéis hecho hoy el sacrificio de venir aquí, podéis hacer todavía más, pero sin exagerar.

He traído conmigo a todos los ángeles y santos, que cantan: "Gloria a Dios en lo alto del Cielo". Yo estoy aquí y la Santa Virgen, la Madre de la Eucaristía, está de rodillas adorándome. Recordad: si queréis subir al Paraíso, no hagáis pecados graves, no chismorreéis, no seáis envidiosos ni celosos, antes bien quereos; Yo, Dios os espero a todos en el Paraíso.

Marisella, tu no me ves, me verás sólo cuando vengas al Paraíso. Tú ves a Jesús, pero soy Yo el que habla. Yo os quiero santos. No chismorreéis, no habléis mal el uno del otro. Cantad, recitad el S. Rosario, dad gloria a Dios, ayudad a un hermano vuestro que tenga necesidad, no os echéis atrás nunca.

Mi querido Obispo, no pienses nunca que eres un fracasado, porque las almas no te escuchen. Tú eres como mi Hijo Jesús, también él se ha sentido un fracasado, pero después todo se ha realizado según Mi voluntad.

Quiero dar la bendición a todos los niños que están presentes, a las pequeñinas Sara y Mariasole, a Emmanuel, a Samuel y Jacobo y a la pequeña de Mary. ¡Benditos los niños! Los niños cansan muchísimo. ¿Verdad Lauretta? Pero no hacen sufrir; no son malos, son vivos, y a veces es fatigoso tenerlos quietos, tranquilos. Cuando todos vosotros erais pequeñitos, empezando por el Obispo, erais traviesos también vosotros, aunque erais menos vivaces. Vosotros padres, sed fuertes, ayudad a crecer a los niños pequeños. También Jacobo tiene que ser bueno, escuchar la S. Misa y orar.

Marisa - Dios se ha ido. Ahora está la Virgencita y todos los ángeles y santos que han descendido.

Nuestra Señora - No quiero entreteneros más, porque estar de pie o de rodillas es fatigoso, pero quiero deciros: "Ánimo, no os desaniméis y amaos, como yo os amo".

Gracias por vuestra presencia en este lugar perdido entre las montañas, pero muy importante y hecho taumatúrgico por Dios.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Yo, la Madre de la Eucaristía, mando un beso a todos los niños, a las madres, a los padres, a las abuelas y a los abuelos.

Marisa - A mi nada porque no soy ni mamá ni abuela, no soy nada, ¿no soy nadie?

Nuestra Señora - Mira a tu madre, bésala.

Marisa - ¡Qué hermosa eres!

Nuestra Señora - También vosotros os volveréis todos hermosos. En el Paraíso seréis todos hermosos, todos jóvenes, dispuestos a dar gloria a Dios.

Marisa - Adiós, mamá.

Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, dio Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Felicitaciones a todos y buena Santa Misa.

Marisa - Adiós.