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La Madre de la Eucaristía está presente en la Encíclica "Ecclesia de Eucharistia"

Esta encíclica del 17 de abril de 2003 es otro signo del triunfo de Jesús Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía.

La última encíclica del Papa "Ecclesia de Eucharistia" es el documento que ratifica la veracidad de todas las enseñanzas que hemos recibido en el lugar taumatúrgico. Algunos forman parte de la doctrina de la Iglesia, redescubiertos y divulgados por nuestro Obispo, otros, en cambio, están contenidos en las cartas de Dios que nos ha traído la Madre de la Eucaristía.

El primer capítulo "Misterio de la fe" afirma la real presencia de Jesús, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la Eucaristía: "La representación sacramental en la Santa Misa del sacrificio de Cristo, coronado por su resurrección, implica una presencia muy especial que -citando las palabras de Pablo VI- " se llama "real", no por exclusión, como si las otras no fueran "reales", sino por antonomasia, porque es sustancial, ya que por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro" (15).

Esta enseñanza está presente en todas las catequesis y las homilías de nuestro Obispo que, junto con Marisa, ha destruido un plan masónico, llevado adelante durante decenios por algunos eclesiásticos con obstinación y determinación. Tal plan consistía en la eliminación de la Eucaristía y en la abolición del culto eucarístico.

Para estos enemigos de Dios y de la Iglesia, la Eucaristía no tenía que ser considerada ni actualización del sacrificio de Cristo en la Cruz, ni presencia real del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús, sino simplemente un recuerdo y una vacía conmemoración de un acontecimiento que dista varios siglos del presente.

Esto explica la feroz lucha que estos desventurados han llevado contra el Obispo y Marisa y contra todo lo que ha ocurrido en el lugar taumatúrgico. Los grandes milagros eucarísticos, las cartas de Dios traídas por la Madre de la Eucaristía y la catequesis del Obispo eran un evidente obstáculo a sus planes.

Estos eclesiásticos, cegados por la maldad, no se han dado cuenta que Dios "dispersó a los que son soberbios en su propio corazón" (Lc. 1,51) y no puede ser derrotado. Así no sólo han perdido, sino que arrebatados por la fuerza de Jesús Eucaristía, han organizado, incluso sin creer ni amar a la Eucaristía, jornadas eucarísticas, han presenciado los congresos eucarísticos y han hablado del misterio eucarístico. En sus homilías y sus escritos han utilizado los mensajes de la Madre de la Eucaristía y los pensamientos y las reflexiones de las catequesis del Obispo, pero sin citar nunca, la fuente.

Jesús mismo, ya en abril de 2000, había anunciado esta situación: "Gracias a todas las cartas que Dios ha dado a María, Madre de la Eucaristía y a tantas de nuestras enseñanzas que han sido dados sobre Jesús Eucaristía, aquel Jesús que ha sangrado, han abierto de nuevo los sagrarios y han comenzado de nuevo a hacer adoración. Querían demostrar que lo que está escrito en las cartas de Dios no es verdad, pero a nosotros, a vosotros especialmente, esto no os tiene que importar; lo importante es que Me adoren a Mi, Jesús; que adoren la Eucaristía; lo importante es que me reciban en gracia. Si los hombres de la Iglesia actúan por despecho, no os tiene que afectar; tenéis que estar felices y contentos de que muchas parroquias hayan abierto de nuevo el tabernáculo, hayan hecho entronizar el ostensorio con la Eucaristía y hagan turnos de oración. Todo esto se ha realizado gracias al obispo que os ha enseñado a amar y a la víctima de la Eucaristía" (Carta de Dios, 20 abril 2000).

Esta encíclica es otro signo del Triunfo de Jesús Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía.

La Madre de la Eucaristía ha dicho otras veces que recibiendo a Jesús Eucaristía, se vive en la Tierra la alegría del Paraíso: "La Madre quiere llevaros a todos al Paraíso a gozar. Los que reciben a mi Hijo Jesús en gracia tienen ya el Paraíso dentro de ellos, porque en ellos está presente Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo" (Carta de Dios, 16 noviembre 1996). También Jesús mismo ha afirmado el mismo concepto: "Cuando recibís a Jesús Eucaristía ¿no sentís alegría dentro de vosotros? ¿No tenéis un rinconcito de Paraíso, es más, el Paraíso dentro de vosotros?" (Carta de Dios, 3 diciembre 1998). En la encíclica se ha repetido esta enseñanza: "La Eucaristía es tensión hacia la meta, pregustar el gozo pleno prometido por Cristo (cf. Jn 15, 11); es, en cierto sentido, anticipación del Paraíso y "prenda de la gloria futura". En la Eucaristía, todo expresa la confiada espera: "mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo". Quien se alimenta de Cristo en la Eucaristía no tiene que esperar el más allá para recibir la vida eterna: la posee ya en la tierra como primicia de la plenitud futura, que abarcará al hombre en su totalidad" (18).

El segundo capítulo: "La Eucaristía edifica la Iglesia", repite lo que Nuestra Señora dice en las cartas de Dios desde hace muchos años. "Recordad que la Eucaristía hace la Iglesia, que la Eucaristía es el milagro más grande, más hermoso y esplendoroso para todo el mundo" (Carta de Dios, 25 mayo 1996). En el mismo capítulo, se le da mucha importancia a la adoración eucarística, culto que nuestra comunidad desempeña asiduamente desde hace muchos años. "El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la celebración del Sacrificio eucarístico. (…) Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas.

Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón.

(…)La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia" (25).

Nuestra Señora, a menudo, nos ha invitado a hacer adoración eucarística por la paz y para la conversión de todos los hombres. "Os pido una vez más oraciones, sacrificios, adoración delante de mi Hijo Jesús que ha sangrado. ¿Qué puedo deciros sino que améis a Jesús Eucaristía, porqué solamente con Él seréis fuertes y capaces de afrontar cualquier batalla" (Carta de Dios, 12 mayo 1999).

El tercer capítulo, "La apostolicidad de la Eucaristía y de la Iglesia" afirma la fuerte unión entre la Eucaristía y el Sacramento del Sacerdocio, "La Eucaristía es la principal y central razón de ser del Sacramento del sacerdocio, nacido efectivamente en el momento de la institución de la Eucaristía y a la vez que ella" (31).

De hecho, la misión sacerdotal es indivisible de la Eucaristía, porque solo la completa identidad del sacerdote con Cristo es garantía de comunión, de unidad y participación del proyecto de salvación que Dios ha querido para el hombre. Como Cristo sufre, muere y resucita en Cruz, también los sacerdotes sufren, mueren y resucitan para las almas ofreciéndose a sí mismos junto a Él por el bien de la comunidad que les ha sido confiada: "Recordad: el sacerdocio es un gran sacramento. El sacerdote es llamado por Dios, Jesús entra en él y el sacerdote está en Jesús" (Carta de Dios, 26 mayo 1996). Nuestro Obispo, el Obispo de la Eucaristía ha vivido su sacerdocio de manera intensamente eucarístico, muchas veces nos ha confiado que su vida no habría tenido sentido sin Jesús Eucaristía y que ha podido continuar adelante, a pesar de los muchos sufrimientos, agarrándose con fe perseverante al sagrario como le ha recomendado la Madre de la Eucaristía.

En este capítulo hay la invitación a que cada sacerdote celebre cotidianamente el sacrificio eucarístico, "por el bien de la Iglesia y del mundo" aunque no pudiese participar la comunidad. En las cartas de Dios leemos: "Todos los sacerdotes tienen que celebrar la santa Misa cada día, aunque estén solos, aunque no haya fieles" (Carta de Dios, 20 junio 1999).

El Obispo, durante los pasados años, ha denunciado con valentía la supresión de la S. Misa vespertina del sábado con ocasión de algunas celebraciones en S. Pedro, la sustitución de la S. Misa con la Celebración de la Palabra de Dios y la renuncia de algunos sacerdotes a celebrar la S. Misa en los días feriales cuando estaban presentes pocos fieles.

El quinto capítulo habla del decoro de la celebración eucarística por la que cada fiel tiene que emplear "sus mejores recursos para expresar su reverente asombro ante el don inconmensurable de la Eucaristía" (48), por lo que "se entiende cómo la fe de la Iglesia en el Misterio eucarístico se haya expresado en la historia no sólo mediante la exigencia de una actitud interior de devoción, sino también a través de una serie de expresiones externas, orientadas a evocar y subrayar la magnitud del acontecimiento que se celebra" (49). Nuestra comunidad se distingue por la importancia que da al decoro en el culto eucarístico y por el silencio y el recogimiento al participar en las celebraciones eucarísticas, como nuestra Madre Celeste y el Obispo nos han enseñado: "Mantened con decoro este pequeño joyero, la capillita. Es tan hermoso entrar en la capilla y sentir la armonía, el perfume, la frescura de la limpieza que refleja el candor de vuestro corazón puro, porqué sois puros por dentro" (Carta de Dios, 1 febrero 1997). "Os recomiendo muy encarecidamente que: cuando pase Jesús Eucaristía os inclinéis, no habléis en la iglesia, no le deis la espalda, sino que debéis adorar a Jesús Eucaristía" (Carta de Dios, 8 noviembre 1998).

En los primeros cuatro capítulos se exponen las verdades fundamentales ya presentes en la doctrina de la Iglesia, pero renacidas por intervención de Dios y por el trabajo de sus dos hijos, el Obispo y Marisa, que se están inmolando para el renacimiento de la Iglesia. Nosotros sufrimos porque los que han amado, defendido y divulgado todas estas verdades, en particular el amor hacia la Eucaristía, todavía hoy son condenados.

Si los conceptos que constan en los cinco primeros capítulos son ya patrimonio de la Iglesia, en el sexto capítulo, titulado "En la escuela de María, mujer eucarística", hay muchas afirmaciones que repiten cuanto la Madre de la Eucaristía nos ha dicho en las cartas de Dios.

Los eclesiásticos, enemigos de Dios, que han tratado de abolir la Eucaristía, han combatido ferozmente con calumnias y maldad incluso el título de "Madre de la Eucaristía". También en este caso, el Obispo y Marisa, sostenidos por el poder de Dios, han evitado estas tentativas diabólicas, tanto es así que el título "Madre de la Eucaristía" se ha difundido como una mancha de aceite y hoy es conocido en todo el mundo. Además los católicos, los protestantes, los ortodoxos e incluso los musulmanes y otros miembros de otras religiones hablan con interés y respeto de este título. "A vosotros os parece que permanece en silencio y en el ocultamiento, sin embargo Jesús Eucaristía y la Madre de la Eucaristía continúan triunfando. Los que han dudado siempre, por no decir otra cosa, de todo lo que ha ocurrido en el lugar taumatúrgico, hoy hablan de Jesús Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía.

Parece que todo lo que ocurre en el lugar taumatúrgico permanece oculto, sin embargo en todo el mundo, hoy más que nunca, se habla de la Madre de la Eucaristía; hablan incluso los que han calumniado y difamado" (Carta de Dios, 3 mayo 2003).

Los que han combatido este título, se han encontrado desplazados e impotentes frente a esta difusión mundial, y han hecho un cómodo cambio de chaqueta: de feroces opositores a falsos colaboradores.

Por tanto han tratado de copiar los conceptos y las enseñanzas originales de las Cartas de Dios, traídas por la Madre de la Eucaristía, con la intención de camuflar lo más posible esta copia por no confirmar manifiestamente la veracidad y la autenticidad de todo lo que ha ocurrido en el lugar taumatúrgico.

De hecho la expresión "mujer eucarística" refleja el título con el que Nuestra Señora se aparece a Marisa desde hace muchos años: Madre de la Eucaristía. La palabra "mujer" es un término genérico con el cual se indican una multiplicidad de personas; es mujer una niña, una madre, una esposa… Tal expresión, referida a Maria, ha sido usada por Cristo mismo: "Jesús, al ver a su Madre y junto a ella al discípulo que amaba, le dijo: "Mujer, ahí tienes a tu hijo!". Luego dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu Madre"" (Jn. 19, 26-27). El significado exacto de la palabra mujer puede ser aclarado sólo en el contexto en el que es usado y en el citado caso "mujer" significa Madre, porque la relación entre Juan que es el hijo y la mujer que es la Madre es evidente.

También en el sexto capítulo de la encíclica, se haba de María como primer tabernáculo viviente, porque en ella estaba presente Cristo. La imagen de María, como tabernáculo viviente, fue presentada por nuestro Obispo hace diversos años, comentando el segundo misterio de gozo. La encíclica prosigue: "En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. (55)

María concibió en la anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor (55)

Así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía" (57)

Cada concepto expresado en este capítulo evidencia, por tanto, que María es Madre de la Eucaristía y la utilización de la palabra "mujer", en cambio, es precisamente, una excusa para no decir madre.

Otro aspecto todavía más importante es la afirmación: "María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas" (57). Esta verdad no está presente en las Sagradas Escrituras y ni siquiera en las revelaciones privadas ya aprobadas por la autoridad eclesiástica. Por otra parte, ya que es una realidad sobrenatural, no puede ser afirmada por ningún razonamiento teológico. Por tanto es una evidente copia, en parte errónea, de las enseñanzas de la Madre de la Eucaristía. "Dicen también que Nuestra Señora está al lado de cada sacerdote que celebra la Eucaristía; sin embargo esto es un don que Dios ha hecho a vuestro Obispo, también gracias a vuestras oraciones" (Carta de Dios, 3 mayo 2003).

Los autores de la encíclica se han apropiado el derecho de interpretar los mensajes de la Madre de la Eucaristía, facultad que, sin embargo, por voluntad de Dios, ha sido dada sólo a nuestro Obispo y se han querido apropiar de un don que por ahora Dios ha dado sólo a S. E. Mons. Claudio Gatti.

La encíclica "Ecclesia de Eucharistia" es otro signo evidente de la victoria de Jesús Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía. Esperemos que un futuro Papa pueda clarificar los conceptos presentes en esta encíclica y hacer que amen a Nuestra Señora con el título de Madre de la Eucaristía. Por otro lado nos gustaría también que el gran S. José fuese conocido y amado como Custodio de la Eucaristía. Este gran santo, viviendo en el silencio y en el ocultamiento, ha amado y defendido a Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre y después de María, tiene que tener un lugar importante en la Iglesia.