Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Texto de la Adoración Eucarística del 29 de junio 2013

Fiesta del Triunfo de la Eucaristía
14° Aniversario de la ordenación episcopal de S.E. Mons. Claudio Gatti

De la segunda carta a los Corintios (4, 7-18)

Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que aparezca claro que este poder extraordinario viene de Dios y no de nosotros. Estamos acosados por todas partes, pero no derrotados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; desechados, pero no aniquilados; llevamos siempre y por doquier en el cuerpo los sufrimientos de muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nosotros. Porque, viviendo, estamos siempre expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal. Así que la muerte actúa en nosotros, pero en vosotros la vida.

Sin embargo, teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que dice la Escritura: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos; convencidos de que quien resucitó a Jesús, el Señor, también nos resucitará a nosotros con Jesús, y nos dará un puesto con él en vuestra compañía. Porque todo es por vosotros, para que la gracia, cada vez más abundante, multiplique la acción de gracias para gloria de Dios. Por esto no desfallecemos, pues aunque nuestro hombre exterior vaya perdiendo, nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues el peso momentáneo y ligero de nuestras penalidades produce, sobre toda medida, un peso eterno de gloria para los que no miramos las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las visibles son temporales, las invisibles eternas.


Este año, durante la adoración, hemos querido centrarnos en S. Pablo, en particular en la segunda carta de San Pablo apóstol a los Corintios.

En los últimos años de los encuentros bíblicos el Obispo, comprometido en comentar algunas cartas de San Pablo, ha subrayado muchas veces el ansia apostólica que él ponía al hablar de Jesús para darlo a conocer en los diversos lugares en los que desarrollaba su misión. Leyendo el fragmento os daréis cuenta de que es una carta del todo actual y la predicación de San Pablo es común a la del Obispo así como algunos aspectos de su vida; en la carta de Dios del 29 de junio de 2008 San Pedro y San Pablo se dirigían al Obispo con estas palabras:

San Pedro - Yo soy Pedro, he sufrido mucho, las he pasado moradas. He recibido sufrimientos tanto de mis amigos como de los enemigos, pero he luchado y he conseguido la victoria. Excelencia, lucha, aunque ya hayas obtenido la victoria. No mires las numerosas personas que van aquí y allá, mira a tu pequeño cenáculo. Yo estoy contigo.

San Pablo - También yo, Pablo, después de haber tratado mal a Cristo y a los cristianos, a mi vez he sido tratado mal, como Pedro, por los amigos y por los enemigos, pero Jesús estaba con nosotros. Nosotros estamos contigo, y tú lo sabes. Cuando hablas a las almas y te preparas, porque las respetas, nuestro Jesús habla en ti. Dices palabras tan grandes que se acercan muchísimo a las que Jesús te dice durante los coloquios en el Jordán.

Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que aparezca claro que este poder extraordinario viene de Dios y no de nosotros (2 Cor. 4,7)

La realidad de esta afirmación lo demuestran los acontecimientos de nuestra comunidad a lo largo de estos años; el Señor ha confiado a dos sencillas criaturas, pequeñas y humildes a los ojos de los hombres, pero grandes a los ojos de Dios, la más grande misión, la de hacer renacer la Iglesia. La lucha contra los poderosos hombres de la Iglesia, que han tratado por todos los medios de obstaculizar al Obispo y a la Vidente, ha visto al pequeño pero fuerte y valeroso David luchando contra el gigante Goliat y obtener la victoria. No hablamos de una victoria humana, sino conforme a los planes y al querer de Dios. Hoy, 29 de junio de 2013, podemos decir que vemos los frutos de tanto trabajo espiritual hecho por Don Claudio y Marisa en el curso de 38 años de sufrimiento, inmolación, sacrificio y amor. En las Iglesias hay adoraciones eucarísticas cada vez más frecuentes, se habla mucho más de Jesús Eucaristía y, por otra parte, tenemos finalmente un Papa cuyas enseñanzas, Dios, a través de sus cartas y de sus dos hijos, nos las ha anticipado durante todos estos años. Por otro lado no olvidemos a nuestra espléndida comunidad, que a pesar de tantas vicisitudes, está todavía aquí, en oración y recogimiento, para dar su contribución al renacimiento de la Iglesia.

Hoy, delante de nuestros ojos, en este altar de fiesta, tenemos el tesoro más grande que Dios nos podía dar: 6 de los 185 milagros eucarísticos, algunos con efusión de sangre. Jesús Eucaristía está presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad; la pasión, muerte y resurrección de Cristo están aquí, en este lugar taumatúrgico, custodiado por nosotros, igualmente pobres criaturas, débiles y frágiles como vasijas de barro.

Se nos ha enseñado la importancia de la Eucaristía en la vida del cristiano y sobre todo en el encuentro cotidiano, porque nos da la fuerza necesaria para continuar adelante. La vida de la gracia que ha permitido a San Pablo y a San Pedro difundir la Iglesia de Cristo incluso a través de su sangre, será la misma que nos permitirá a todos nosotros no caer. Nosotros somos, por lo tanto, estas vasijas de barro que pueden romperse y por esto hace falta el máximo cuidado. Naturalmente el mejor cuidado es la vida de la gracia. Cuantas palabras, tanto del Obispo como de la Madre de la Eucaristía, nos han sido dichas sobre la importancia de la vida de gracia, sobre no dejar ninguna fisura abierta para que el demonio no pueda infiltrarse. Él y sus adeptos están siempre dispuestos a estropear, impedir o dificultar las obras de Dios, pero nosotros tenemos que ser más rápidos que él: se nos han dado todos los instrumentos para combatirlo y recemos al Señor para que nos dé siempre la fuerza necesaria.


Señor, ahora a tus ojos somos vasijas frágiles y delgadas hechas de barro, pero nos queremos comprometer a volvernos hermosas vasijas de porcelana, la porcelana más hermosa y valiosa como un Capodimonte que tanto le gustaba a Marisa o vasijas de cristal purísimo dignos de guardar el tesoro más importante: Tu Hijo Jesús.

Estamos acosados por todas partes, pero no derrotados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; desechados, pero no aniquilados; (2 Cor. 4,8-9)

Nuestra comunidad ha encontrado muchas vicisitudes, gran parte de las cuales han sido recogidas por nuesto Obispo en las introducciones de los libros de los mensajes. Experiencias irrepetibles y dones espirituales se han alternado con acontecimientos que nos ha sometido a duras pruebas y las palabras de Pablo resuenan en nosotros como un eco en el intervalo de 2000 años. He ahí que la Palabra de Dios es siempre actual y se la puede aplicar a los tiempos modernos, igual que en los tiempos pasados. Seguramente a la noticia de la muerte de Marisa y el Obispo, los altos prelados han dado un suspiro de alivio, porque ya no había el elemento perturbador que ponía en peligro su reputación, pero está todo escrito negro sobre blanco y nosotros estamos todavía aquí como testigos desechados pero no aniquilados.


Los acontecimientos adversos, de los que no toda la comunidad está al corriente, continúan, pero tratamos de tomar ejemplo de nuestro director espiritual y te pedimos, Señor, la fuerza para afrontar todas aquellas situaciones en las que nos sentimos perdidos y solos, sin la ayuda y el apoyo del Obispo y sin la sonrisa tranquilizadora de Marisa.

Llevamos siempre y por doquier en el cuerpo los sufrimientos de muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nosotros. Porque, viviendo, estamos siempre expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal. Así que la muerte actúa en nosotros, pero en vosotros la vida. (2 Cor. 4,10-12)

Dios no elimina el sufrimiento y la muerte, la comparte con nosotros dándonos a su Hijo que ha muerto para abrirnos las puertas del Paraíso. De esta manera la transforma en su contrario, es decir en vida. El misterio oscuro de la muerte es iluminado por la resurrección, la vida nueva y eterna de Jesús, que se manifiesta progresivamente también en la vida de los creyentes de hoy en día. Es un camino de vida que se experimenta en la fe. ¡Cuántos de nosotros a la muerte del Obispo han pensado: "Aquí se acaba todo!" y sin embargo en el Cielo se ha hecho una gran fiesta. De hecho en la carta de Dios del 29 de junio del 2009 Jesús dijo: "Gran fiesta, fiesta de amor, de paz, de realeza que tendrá que triunfar en esta Iglesia. Cuando todo triunfará y rernacerá la nueva Iglesia, el Obispo empezará a trabajar en la nueva Iglesia". ¿No os parece que está haciendo bastante trabajo? En las palabras del nuevo Papa ¿no oímos cosas ya oídas?


Señor, haznos crecer en la virtud de la fe sólo así podremos vivir plenamente nuestro apostolado y aunque no entendamos tus designios, haz que el respeto hacia tus obras no falte nunca. A veces es como si caminásemos con los ojos vendados, pero tenemos que estar seguros de que la tierra bajo nuestros pies no se convierta nunca en barrancos peligrosos.

Sin embargo, teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que dice la Escritura: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos; convencidos de que quien resucitó a Jesús, el Señor, también nos resucitará a nosotros con Jesús, y nos dará un puesto con él en vuestra compañía Porque todo es por vosotros, para que la gracia, cada vez más abundante, multiplique la acción de gracias para gloria de Dios. (2 Cor. 4,13-15)

El nombre de nuestra comunidad es Movimiento Compromiso y Testimonio y seguramente no es casual. Del mismo modo que San Pablo y San Pedro no han podido callar al mundo las enseñanzas de Cristo y han predicado, también nosotros, porque hemos oído, visto y creído, tenemos que dar nuestro testimonio al mundo entero. No tenemos que cansarnos nunca de trabajar para el Señor porque, sólo a través de nuestro sacrificio, podremos llevar más almas a Dios y cuantas más almas llevemos a Dios, más grande será nuestra recompensa en los cielos. Imaginemos cuando, si Dios quiere, nos encontremos con el Obispo y con Marisa en el Paraíso y sonriendo nos dirán: "Hola hijo mío, te estábamos esperando. Ha sido duro pero lo habéis logrado. Ven con nosotros a ver al Padre y lo comprenderás todo". Nuestro trabajo no tiene que ser solamente para nosotros mismos, no es esto lo que se nos ha enseñado, sino que tiene que ser para todos con los que entremos en contacto. ¿Recordáis cuando la Virgen decía que un sacerdote se tiene que consumir por las almas? ¿No vamos a seguir a nuestro Obispo en este camino? Naturalmente, considerando un compromiso diverso como laicos y con la vocación de la familia.


Señor, haz que no olvidemos nunca como nos llamaba la Virgen: "Apostolitos" y haz que tengamos siempre presentes los deberes para con la comunidad y para con las otras personas que están deseosas de conocer estas obras de Dios. Nuestra santidad y nuestro ejemplo sean la fuerza motora que acerque muchas personas a Cristo.

Por esto no desfallecemos, pues aunque nuestro hombre exterior vaya perdiendo, nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues el peso momentáneo y ligero de nuestras penalidades produce, sobre toda medida, un peso eterno de gloria para los que no miramos las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las visibles son temporales, las invisibles eternas. (2 Cor. 4,16-18)

La sociedad de hoy nos propone siempre modelos que van contra el curso del tiempo y que piensan sólo en el aspecto exterior. No deberíamos preocuparnos de si nuestro cuerpo envejece, sino de la salud de nuestra alma. Cada día tenemos que crecer en la santidad, dar siempre un paso adelante, nunca hacia atrás, como tantas veces nos lo ha recordado la Madre de la Eucaristía. Aquí vemos un gran estímulo para la gente mayor de nuestra comunidad a no dejarse desanimar por el peso de la tribulación moral y física. Si lo ofrecemos todo al Señor, cada momento particular de nuestro sufrimiento, daremos aquella gran contribución que Cristo nos pide a cada uno de nosotros, escogidos entre millares de personas. ¿Recordáis cuánto amor y agradecimiento exteriorizaba la Virgen hacia la abuela Yolanda? Y sin embargo pasaba sus días en cama o, cuando podía, en la cocina preparando algo bueno a su Obispo, la Excelencia. Pero el amor que la abuela Yolanda ponía en todo esto, los rosarios que desgranaba cada día en aquel lecho de dolor, han sostenido la misión de Don Claudio y de Marisa, trayendo un beneficio a toda la Iglesia.

No nos desanimemos, aguantemos, el renacimiento de la Iglesia se está realizando, poco a poco, también con la contribución de cada uno de nosotros, y si alguno de nosotros no disfrutará de este renacimiento en la Tierra, ofrezcámoslo todo al Señor como contribución a la expiación de nuestras culpas, que serán borradas, si Dios quiere, por su misericordia. Todo en honor y gloria de Dios Padre Omnipotente.