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Texto de la Adoración Eucarística del 9 marzo 2015

Fiesta del Sacerdocio

Hoy, en esta adoración, queremos leer y comentar el Salmo 36.

Cuántas veces, durante la Santa Misa, leemos y escuchamos con distracción las palabras del Salmo. Los salmos, sin embargo, son un enriquecimiento de la palabra de Dios y, si la leyésemos a menudo, nos enseñaría a rezar delante del Señor. Los salmos son los himnos de alabanza que no estamos habituados a elevar o a pronunciar, son como los hilos de acero que nos mantienen firmes y unidos a Dios.

Como nos sugiere santo Tomás, la oración tiene que ser segura, recta, ordenada, devota y humilde: todas las características que encontramos en los salmos. Este es el modo de dirigirnos a Dios, aunque le llamemos Dios Amigo, Dios Hermano, Dios Papá. Los salmos han sido inspirados por el Espíritu Santo, invoquemos también nosotros, en esta adoración su ayuda para que, con la intercesión del Obispo Claudio, nuestras oraciones sean escuchadas por el Señor y se haga, en esta comunidad, Su voluntad.

Hoy estamos en adoración delante de Jesús Eucaristía y queremos seguir el ejemplo de este maravilloso Salmo para dirigirnos a él y elevar el corazón y la mirada al cielo con voz de gratitud y amor.

Si cerramos los ojos, mientras lo escuchamos, nos parecerá que sea el mismo Obispo el que nos exhorta a seguir sus consejos.

Confía en el Señor y haz el bien: para habitar en tu tierra y vivir tranquilo.

Busca en el Señor tus delicias, y él te dará lo que tu corazón desea.

Pon tu suerte en el Señor, confía en él, que él obrara, hará que luzca tu justicia como la aurora y que tu derecho resplandezca como el mediodía.

Descansa en el Señor, confía en él; no te irrites contra el que prospera ni contra el hombre que trama intrigas.

Los primeros tres versículos sintetizan cuanto nos ha dicho el Obispo a cada uno de nosotros cuando empezamos a abrazar este camino espiritual y también las respuestas a nuestras incertidumbres o dudas. Palabras dulces que secan lágrimas, calman los temores, ayudan a quien se quiere abandonar a Dios y refuerzan a quien quiere hacer Su voluntad.

Quién sabe si también Mons. Claudio Gatti las hizo suyas cuando Dios le ordenó Obispo o le pidió que celebrara la Santa Misa en la capillita, a pesar de que la autoridad eclesiástica se lo hubiese prohibido. Obedecer a Dios no quiere decir estar sometido o ser esclavo, sino algo muy diferente: es una virtud importante, una elección de vida. Obedeciendo a Dios se adquiere dignidad y libertad porque sus órdenes están hechas por amor, para nuestro bien y para la vida de las almas. El versículo “Pon tu suerte en el Señor” hace venir a la mente el concepto del abandono a Dios, que abraza e incluye la obediencia, y que ha caracterizado la vida espiritual de cada uno de nosotros y, sobre todo, la de Don Claudio y Marisa. Confiar la vida a Dios, abandonarse completamente a él, no es una cosa fácil, porque choca con nuestras certezas terrenas, las que vemos con los ojos del hombre, certezas totalmente diferentes de las del cielo, que deben ser vistas con los ojos de Dios. No tenemos que pretender que Dios haga lo que nosotros queremos, ni escuchar solamente lo que nos gusta y dejar el resto, justamente esto es lo que nos reprendía la Virgen en las cartas de Dios. En cambio, tenemos que dejarnos guiar, y él ”Escuchará los deseos de nuestro corazón” de la mejor y más hermosa manera.

¿Cómo podemos escuchar, oír la palabra de Dios y comprender cuál es nuestro camino? A través del silencio interior. En el séptimo día de la novena a San José, titulado “El Silencio de San José”, hemos podido aprender lo que significa el “silencio interior”, y es hacer callar todas las voces externas y escuchar solamente la de Dios. Por lo tanto, tenemos que concentrarnos solamente en nosotros mismos, aislándonos de los estímulos externos, sobre todo de los que, en la sociedad de hoy, nos distraen del camino correcto y estimulan y despiertan en nosotros sensaciones y placeres desordenados que no son gratos a la luz de Dios. Solamente el silencio interior nos permite tener un coloquio libre e íntimo con Dios que se transforma en una disponibilidad y generosidad hacia los demás. Tenemos que tratar de buscar el tiempo para dedicarlo completamente a Dios, liberando la mente y abriendo nuestro corazón a él. A nivel comunitario tenemos diferentes ocasiones para poder pasar cada vez más tiempo con Dios: la adoración del primer viernes de mes, o la del martes, son ocasiones de oro para conversar con Dios, abriendo nuestro corazón y nuestra mente y poniéndonos en posición de escucha. Sí, porque es justamente en aquellos momentos en que Dios nos ilumina con su Sabiduría y nos guía por el camino correcto. La Virgen muchas veces nos ha dicho que no nos limitemos solamente a rezar, repitiendo jaculatorias, cuando estamos delante de Dios, sino que hablemos con él, que abramos el corazón al Señor, que pidamos y escuchemos, igual que hacía nuestro amado Obispo, cuando, libre de sus compromisos, se quedaba con nosotros delante de Jesús Eucaristía y le confiaba todo lo que sentía en su alma.

Deja la ira, desiste del enfado, no te acalores, que es peor para ti; pues los criminales serán exterminados, más los que esperan en el Señor heredarán la tierra.

Un poco nada más, y el malvado no existe; lo buscas en su sitio, y ya no está allí; pero los pobres heredarán la tierra y gozarán de una paz total.

El malvado maquina contra el justo y rechina los dientes contra él; el Señor se ríe de él porque ve que su día se avecina.

El malvado saca la espada y tensa el arco para matar al pobre y al indigente, para dar muerte a los justos; pero su espada se clavará en su corazón y sus arcos serán hechos pedazos.

Vale más poco con justicia que mucha riqueza con injusticia; pues los brazos de los injustos se romperán, mientras que el Señor sostiene a los justos.

A pesar de que ha sido escrito hace mucho tiempo, este Salmo nos parece actual y adaptado a la historia de nuestra comunidad. El malvado es aquél que se opone a la voluntad de Dios, que contrasta Sus planes, que da escándalo a los pequeños. El malvado es aquél que no quiere amar, que no es desinteresado, humilde o sencillo, no por su naturaleza, sino por su elección. Ha optado por una vida sin Dios, pero como nos dice la oración que acabamos de leer, todo esto se le volverá en contra. Quizás no es una consolación para quien ha sido víctima del malvado, pero el Señor viene con su ayuda y parece que lo consuele. Es como una respuesta que el Señor trata de dar a quien le ha permanecido fiel, aunque tenga que continuar afrontando pruebas, le invita a no detenerse en el fotograma del momento, sino a fiarse ciegamente de él en la espera del después.

En realidad es más una advertencia a no asumir ciertos comportamientos porque, como nos ha recordado siempre el Obispo, Dios es misericordioso pero también es justo.

Sabemos, a través de las cartas de Dios que nos ha traído la Madre de la Eucaristía, cuáles son los planes de Dios, pero los hombres no escuchan, hacen ver que no creen, tienen miedo de ser solidarios con Dios. Es más fácil oponerse al plan de Dios en lugar de luchar para defender la verdad, es más fácil estar de parte de los enemigos del Señor que estar solos y luchar por la verdad. El Obispo, sin embargo, nos dio un gran ejemplo y ha muerto llevando adelante la misión de Dios y se ha contentado con nuestro poco amor, dado a veces con cuentagotas, pero seguro que de su parte estaban las personas más importantes: Jesús y la Madre de la Eucaristía. Recordemos su entusiasmo y tratemos de llevarlo adelante también nosotros con ayuda de Jesús Eucaristía.

El Señor cuida de los que practican la justicia, su herencia durará eternamente; no pasarán vergüenza en tiempos de desgracia, en los días de escasez no pasarán hambre.

Los que viven de la injusticia perecerán, los enemigos del Señor pasarán como el verde de los prados, se esfumarán igual que el humo.

El injusto pide prestado y no devuelve, mientras que el justo se compadece y da. Los que el Señor bendice heredarán la tierra, los que maldice serán exterminados.

El Señor asegura los pasos del hombre cuyo camino es de su agrado; aunque tropiece, no caerá por tierra, pues el Señor le lleva de la mano.

Estos versículos están llenos de esperanza; uno de los últimos tres años de su vida, el Obispo lo ha dedicado a esta virtud importantísima y poco vivida en los días de hoy. Cuántas personas han pasado por este lugar taumatúrgico y, justamente porque no tienen esperanza, han dejado este camino. Pero el Señor con estas palabras nos conforta y nos sostiene con su mano, aunque no nos demos cuenta. Antes o después los que han “disparado flechas y tiros de arma de fuego”, como dice la oración de la Iglesia, tendrán que desistir y rendirse a los designios de Dios.

No tenemos que cansarnos nunca de rezar y de amar, pero no tenemos que pedir justicia contra los que nos han hecho sufrir voluntariamente. De ellos se encargará Dios, como nos ha hecho comprender repetidamente en estos versículos.

Apártate del mal y haz el bien y siempre tendrás un lugar donde vivir.

Porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles.

Los malhechores serán para siempre aniquilados y la raza de los criminales será exterminada.

Los justos heredarán la tierra y habitarán en ella eternamente.


Carta de Dios

Roma, 9 de marzo de 2000

Nuestra Señora – "Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia aquí. Hoy es la gran fiesta de vuestro sacerdote, pero sobre todo, como vuestro Obispo dice, es la fiesta del sacerdocio; cada sacerdote debe celebrar la fiesta del sacerdocio. Jesús dijo: "Estoy en ti, Don Claudio y tú está en mí", es lo mismo para todos los sacerdotes que viven en estado de gracia. Cuando Dios me da su carta, me pide que os ayude, que os enseñe a amar, a perdonar, a vivir en gracia cada día de su vida.

Veo que vivís bien la gran prueba de Dios y esto pone feliz el corazón de mi hijo Jesús y el mío también.

Cuando os dije: “Festejad al sacerdote, haced una gran fiesta”, quise decir sobre todo la fiesta espiritual: la Santa Misa, la Sagrada Comunión, oración, sacrificios, actos de mortificación. El Domingo os hablé sobre el acto de mortificación del cigarrillo; es muy simple hacerlo por amor al sacerdocio, para permitir que las almas llamadas por Dios se conviertan de verdad. Dios continúa pidiendo la conversión.

A veces Dios manda y a veces pide. Ordena cuando dice: "Quiero que seas obispo, quiero que celebres la Santa Misa. Quiero que celebres todos los sacramentos” y cuando Dios dice: "Yo Quiero", una bella alma responde: "Sí; sí, mi Dios, soy todo tuyo; totus tuus”. Pregunta cuando pide el consentimiento a las almas para que hagan algo y dice: "Eres libre de aceptar o rechazar", sólo en este caso sois libres como los pájaros que vuelan en el cielo. Repito, cuando dice "Yo quiero", tenéis que obedecer; ésta es la gran y verdadera obediencia a Dios.

Todos los ángeles y santos del Paraíso celebran este día, la fiesta del sacerdocio, fiesta de vuestro Obispo, junto a todos vosotros que lo amáis, mi pequeño rebaño. Dios continúa mandándome en medio de vosotros. Sois pocos, pero sencillos, humildes, buenos y hacéis todo lo posible por amar a Jesús Eucaristía. Por ahora habéis hecho el gran salto: amad a Jesús Eucaristía con todo el corazón y Jesús os agradece por esto y está feliz porque demostráis que Le amáis, a pesar de todos los sufrimientos y sobre todo a pesar de la gran prueba. Gracias, gracias de todo corazón.

Ahora festejad al sacerdote participando con todo el amor a la Santa Misa, haced la santa comunión en gracia y después gozad porque la situación cambiará.

En este momento están todos bendiciéndote, mi querido Obispo, y todos te desean un gran y profundo bien y una gran fuerza. No te abatas, porque el Paraíso está contigo.

Quiero repetir una enseñanza. Alguno recordará que cuando Marisa me preguntó si una aparición era verdadera, yo la reprendí y le dije: “¿Quién eres tú para preguntarme esto? Tú vales sólo aquel cuarto de hora de la aparición”. A ningún vidente le hablo de otro vidente. El que habla mal de un vidente, quiere decir que no me ha visto nunca o que ya no me ve. Recordad bien estas palabras, son muy importantes. Las radios católicas continúan hablando de apariciones aunque no digan nombres. Ningún vidente puede hablar mal de otro vidente. Cuando un vidente habla mal de otro vidente no es un verdadero vidente. Por lo tanto, cuando oigáis hablar mal de un vidente, no escuchéis, más bien podéis decir incluso: “Esto no viene de Dios, sino del demonio